Rubén - 6

El “regalito” de Rubén a Teresa causo estragos con esta, que estuvo todo un fin de semana completo pensando en cómo hacerle pagar por semejante… “presente”, que según él, era 100% una copia de la “original” para que la disfrutase en sus fantasías mas ardientes

RUBEN- 6

Si alguien está pensando que Teresa uso su... "regalo", que lo vaya olvidando, la pobre lo que tuvo todo el resto del fin de semana, fue un ataque de ira tras otro por su culpa, aunque eso sí, no por ello el "regalo" sufrió el menor desperfecto, pese a estar más de una vez en sus manos con más posibilidades de terminar estampado contra algo que de otra cosa, pero al final, sobrevivió.

El lunes como cualquiera se podría suponer, Teresa llegó a la oficina que más que echar humo por las orejas, era una especie de Huracán con piernas que devastaba todo a su paso. A la pobre Raquel le cayó una bronca según entró la primera vez al despacho por llevar una caja de bombones acompañada de su correspondiente notita de cierto impresentable, a quien por cierto, en esta ocasión llamó de inmediato, y se puso a "dialogar" con él incluso antes de que una apuradísima Raquel fuese capaz de atinar a cerrar la puerta. Ojo el vocabulario que estaba usando la Sra. Teresa con su ex, lo más suave que escucho Raquel que le dijo, y eso a modo de saludo, fue "hijo de padre desconocido", ya me entendéis, y de ahí, el vocabulario empezó a degenerar rápidamente, mientras Raquel trataba de atinar a cerrar.

A media mañana, el humor de Teresa no había mejorado ni un ápice, al punto que todo el mundo procuraba evitarla como si fuese la peste, esto era debido en gran parte porque el adorable Rubén, por primera vez no se dejaba ver por sitio alguno, lo que hacía que se la llevasen los demonios. Normalmente Rubén no estaría en su mesa, eso lo daba por descontado, pero en cuestión de cinco, máximo quince minutos terminaba apareciendo por un lado u otro, pero ese día nada, no aparecía ni vivo ni muerto... Al punto que sobre la una, colérica llamó a Raquel...

Si, dígame jefa... -Raquel acudió algo temerosa de recibir una nueva bronca.

Búsqueme a Rubén, que venga a mi despacho ya mismo, ahora, y me importa un bledo lo que esté haciendo, le quiero aquí… ¡ya!.

Si... -se dio la vuelta y de repente se paró girándose de nuevo-. Ehhh, esto... Sra. Teresa, vera, es que Rubén no está, el viernes le concedió usted libre hoy por uno de sus días acumulados...

¡¡¡¡COMOOOOO!!!! -Se incorporó de un salto.

Si, el viernes le pasé a firmar su petición junto con la de Rodrigo Sepúlveda y Andrés Gómez... Acuérdese que me preguntó si tenían días para poder tomárselas y cuando le dije que si era así, las firmó...

Sí, pero no sabía que una era de Rubén... No vi su nombre entre ellas... -se alteró-, tráeme enseguida esa petición, por favor.

Si claro, ahora mismo... -contestó Raquel saliendo casi a la carrera.

Raquel regresó a los pocos minutos con la petición, la cara de sorpresa que puso Teresa cuando la repaso fue para enmarcar... Casi con la boca abierta miró a su secretaria y señaló cierta parte de la misma con el índice...

¿Y esto?

A ver -se acercó Raquel-. Si, ese es su nombre, está bien, lo ha puesto como habitualmente se le transcribe en las nóminas, Javier R. Cañadas Fernández.

Pero... pero... a ver que me aclare. Cuando firmé la anterior petición de días libres que yo misma le di, esto no iba como ahora... estoy segura de ello…

Creo que no, pero supongo que eso es porque la escribió usted personalmente. Si la sacó usted de la base de datos del personal, donde evidentemente si aparece como Javier Rubén, quizá ese fuese el motivo... -apuntó Raquel con precaución.

Teresa de inmediato acudió a su ordenador, confirmando lo que Raquel le había dicho, ciertamente ella rellenó la petición, y maldiciendo vio que puso Javier Rubén Cañadas Fernández, luego comprobó el listado de donde lo saco y aparecía de ese modo. Se maldijo en voz baja, ni se había acordado de que su nombre era compuesto pese a haberlo tenido delante de sus propias narices, simplemente se limitó a hacer un copiar pegar y con el enfado del momento ni se fijó. Tras esto pidió por favor a su secretaria que regresase a su puesto y ella intentó volver a concentrarse en el trabajo, aunque por cierto, sin excesivo éxito. El jodido Rubén de las narices la sacaba de quicio, llevaba medio fin de semana rumiando enfurecida que decirle cuando le viese ese lunes, de qué modo hacérselo pagar, y el muy cabrón seguro que imaginándoselo, lo había pedido libre... Para cuando llegó la hora de salir, Teresa seguía siendo el mismo huracán iracundo de cuando entró por la mañana.

Tal era ya su nivel de frustración con él, que recurrió a algo que ni en sus más descabellados pensamientos de venganza se le ocurrió que llegaría nunca a hacer, acudió a la base de datos de la empresa para averiguar la dirección del puñetero Rubén de las narices. Se la apunto, se la guardo en el bolsillo de la chaqueta y salió del despacho camino de su coche como si fuese una carga de caballería, solo le faltó que le dieran el toque de corneta. Cuando llegó a este, arrancó, andando por el parking con “excesiva prisa”, a la salida paró por un instante en un ladito, sacó el papel introduciendo después la dirección en el navegador del mismo, en cuanto este le dio las primeras indicaciones, se puso de nuevo en marcha camino de su... "objetivo", con unas prisas que dejaban muy claro lo contenta que iba·

Teresa aparcó el coche bastante cerca de la dirección de la casa de Rubén, fue al llegar al portal, con el dedo sobre el botón de llamada cuando tuvo su única duda, por un instante se preguntó a si misma si realmente no estaría un poco loca para hacer eso, ir a casa de alguien a cantarle la gallina bien cantada. Tocó el telefonillo, segundos después una voz que reconoció en el acto pregunto quién era, ella respondió y tan solo instantes después, sonó el ruido típico del portero al abrir. Empujó la puerta y fue directa al ascensor, tocando repetidas veces nada más cerrarse las puertas, el botón de la planta en la que sabía que estaba el piso de ese puñetero.

Cuando llegó al final ante la puerta de la casa la encontró cerrada, por algún motivo sintió la necesidad de comprobar que toda su ropa estuviese en su sitio, bien puesta, tras ese momento inspiro hondo y apretó el botón del timbre de la puerta. Tan solo segundos después esta se abrió, apareciendo Rubén en todo su esplendor de colorida vestimenta... Teresa pensó que si lo de la empresa era algo horripilante, el verle allí vestido con esas pintas, era de juzgado de guardia. Teresa no dijo nada, tan solo apretó los labios, le soltó un seco "buenas noches, quiero hablar con usted" y sin esperar a ser invitada, entro visiblemente enfadada en la vivienda haciendo a Rubén a un lado ante sus perplejos ojos. Este no dijo nada, se limitó a cerrar tras ella y seguirla hasta el salón, que fue donde por fin se detuvo.

Buenas noches, ¿y bien, que era eso tan urgente? –preguntó sonriente Rubén tras saludarla.

¿Me pregunta que me ha hecho venir? ¡¡Su regalo, su puñetero regalo!!, eso es lo que me hizo venir, la poca vergüenza que ha tenido usted al hacer algo como eso... –el ver la sonrisita solo sirvió para enfurecerla más.

Poca vergüenza, yo la verdad creo que no, de no gustarte solo tenías qua haberlo tirado, algo que supongo que no has hecho. Además, supongo que lo tendrás guardado tranquilamente, a la espera del momento apropiado para que lo uses pensando en mí, ¿o me equivoco? -soltó Rubén con toda la cara ante la enfurecida Teresa.

¡¡¡Pero qué coño esta diciendo!!!, y haga el favor de no tutearme... tráteme de usted, tal y como yo hago... -la cólera empezaba a ganarle la partida a Teresa, en especial por le morro que ese “tío” estaba echándole.

Un instante por favor... –dijo alzando una mano con una sonrisa de oreja a oreja, luego Rubén la dejo allí.

Teresa completamente asombrada vio como Rubén tras dejarla allí plantada se dirigió a la puerta, la abrió, salió a la escalera, estuvo fuera unos diez, doce segundo máximo, para luego volver a entrar, cerrar la puerta y acudir junto a Teresa mientras meneaba la cabeza de un lado a otro a la vez que se rascaba el cabello. Teresa no aguanto un segundo más sin decir nada...

¿Se puede saber que narices cree que está haciendo? –preguntó enojada.

Pues lo que hacía es salir a mirar si esta de verdad era mi casa o no, porque sinceramente, "¡Tere!" –dijo sarcástico-, lo que desde luego no pensaba, es que estuviésemos en la tuya.

Oiga a mí no me llame... -Rubén la cortó.

En mi casa te llamare como considere oportuno y te tuteare cuando me apetezca, siempre desde el respeto, se entiende. De modo que… "¡Tere!" –esta vez fue aún más sarcástico-, cuéntame que es lo que pasa que tanto te enfada... plis.

Lo que me regalaste, eso me pasa -paso también ella inconscientemente al tuteo mientras para ella no paraba de maldecirlo por ser tan hijo de su madre-, la puñetera cajita de madera con su contenido...

Ahhh, eso, bueno... ¿y qué problema hay con ello?, así cuando sueñes conmigo tienes con que... "divertirte" más allá de la imaginación…

Oye idiota, conmigo no te hagas el listo, si quieres ir de chulo putas te buscas a otra que te aguan.... Uhmmmmmmm.... Uhmmmmmmm

La reacción de Teresa fue la de abrir muchísimo los ojos sin creerse lo que ocurría, que no era otra cosa que sentir repentinamente como le sujetaba suavemente por ambos lados de la cabeza, entonces los labios de Rubén se posaron sobre los suyos. Notó como la lengua de este había penetrado acariciante levemente en su boca, luego como tras soltar su cabeza, un brazo le rodeo la cintura mientras que el otro llevaba su mano a su culo, poniéndola en él y apretándola con fuerza... No atinaba ni a usar sus brazos siquiera para apartarle o empujarlo, un maremágnum de sensaciones la estaba aturullando, por un lado su orgullo tiraba para que rechazase a Rubén, pero por otro estaba su propio deseo por él, ese que la impulsaba a querer mucho más que eso, pero mientras se encontraba en dicha situación de no saber hacia dónde tirar, rechazar o aceptar, solo fue capaz estar con sus brazos medio extendidos hacia los lados mirándole con los ojos abiertos como si se le fuesen a salir de sus cuencas. Al final fue el propio Rubén quien decidió por ella rompiendo el contacto...

Pero... pe... pe... pero que... que has sido eso... -tartamudeo Teresa.

Pues si no me equivoco un beso

Si claro, eso ya, pero porque, no entiend... -Rubén la interrumpió.

Y que hay que entender Teresa, nada, nada absolutamente, simplemente me apetecía dártelo y te lo di... me gustó verte tan furiosa, tu coraje, digamos que tus labios me atrajeron, fueron un manjar irrechazable...

¡Cómo te atreves a...! -nuevamente Rubén la cortó.

No Teresa, como me atrevo yo no, mejor di... ¡Cómo no te atreves tú!

Yo, no entiendo, como que yo no me atrevo, pero que dices... -Teresa se mostraba por primera vez confundida y aturdida, sin comprender que ocurría.

Es muy simple, cuando te bese note perfectamente tus deseos, los sentí poderosos e implacables, el de rechazarme y el de dar un paso adelante para tomar lo que deseabas... y al final, ninguno de ambos, tuve que ser yo quien tomase dicha decisión por ti. Y ahora, me gustaría que me aclarases si te vas a quedar a cenar, o te vas a ir a casa...

Creo que... me iré a casa, si, será lo mejor... -se dirigió hacia la puerta, abriéndola antes de darle tiempo a contestar.

Creo que haces bien, porque de quedarte, no te podría garantizar que no pasase...

¿Pasase el que? –no pudo evitar preguntar Teresa.

Pues que te me antojases y probases el original antes que la copia que te regalé…

Teresa salió de allí casi a la carrera, pero no por lo que le dijo Rubén, sino porque se conocía, y sabía perfectamente que se estaba excitando mucho con todo aquello, de hecho podía sentir perfectamente como sus braguitas estaban completamente empapadas y pegadas a su coño como con loctite. Era muy consciente de lo cerca que había estado de sucumbir con el beso, ya estaba dispuesta a colaborar e ir incluso mucho más lejos que eso en el cuándo Rubén se retiró, salvándose por la campana, como se suele decir. Pero lo peor de todo esto, era reconocerse a sí misma la sensación que tenia de que pese a lo que le hubiese gustado poder opinar, le parecía que desde luego, Rubén no estaba jugando con ella, y no solo era que iba muy en serio, sino que todo esto tenía alguna finalidad que de momento se le escapaba, todo esto la ponía muy nerviosa...

Esa noche Teresa no fue capaz de dormir bien, de hecho no lo hizo casi, no hacia otra cosa que soñar con Rubén, de un modo u otro no era capaz de quitárselo de la cabeza, la... intranquilizaba, o más que él, todo eso que ella sentía cuando le daba vueltas en la cabeza a todo lo hasta el momento acontecido entre ambos. Por la mañana cuando se levantó tras haber dormido poco más de tres horas por estar toda la noche dándole vueltas, ya era plenamente consciente de que tenía un serio problema llamado Rubén, algo que tendría que solucionar antes de que la cosa empeorase aún más, y era plenamente consciente por como lo deseaba, por si, se tenía que admitir que lo deseaba quizá incluso de manera enfermiza, que si continuaba de ese modo al final la cosa terminaría mal para ella, porque podía cometer alguna estupidez.

Estuvo casi media hora pensando en que hacer, si quedar con él a comer o a cenar con el fin de solucionarlo todo, para ambos casos tenia aún tiempo de sobra para arreglarlo. Decidió lo menos peligroso desde su punto de vista, quedar con él para comer, o más bien y para mayor control por su parte, a unas horas que no implicasen opciones realistas de que llegasen más allá si la cosa no iba como esperaba. Estaba ya dispuesta a llamarle por teléfono, había descolgado y se encontraba marcando cuando sonó el timbre del portero automático, sorprendiéndose cuando indago quien era y le contestaron que "Enrique".

Cuando abrió la puerta de casa apareció ante ella un sonriente Enrique en cuya mano llevaba una bolsa que de inmediato le mostró, resultando ser comida chica, que según él había pedido para poder así hacerle compañía en tan... difíciles momentos. Teresa en seguida pensó lo obvio, pues al prójimo se le veían las intenciones a kilómetros de distancia, especialmente tras lo que casi llego a suceder entre los dos, y desde luego no estaba por la labor de cometer ninguna tontería. Pero muchísimo menos aún, tratándose de un amigo de su ex, de modo que cuando le habló fue seca y cortante, sin darle opciones...

Pues lo siento Enrique, pero eso no va a poder ser, ya he quedado con otra persona para comer, de modo que no voy a...

¿Y con quién has quedado? –preguntó autoritario, poniéndose repentinamente serio.

Perdona Enrique, pero no creo que tenga porque darte la más mínima información al respecto, he quedado a comer con un amigo y punto, no te hace falta saber más.

Oye tú que... -le cortó.

Aquí no hay nada más que contar, mi vida y lo que haga no es problema tuyo o de mi ex, ¿queda claro?

Si, bastante, pero nunca pensé que fueses de ese tipo de muj... –esta vez le cortó aún más en seco.

Teresa le pegó con la puerta en las narices, viendo en el escaso segundo que esta tardo en cerrarse la cara de estupefacta incredulidad del hombre, pero sin embargo, fue como una válvula de escape para Teresa el poder hacer algo semejante. Después de eso, descolgó con gesto firme el teléfono, primero marco el número de Rubén mientras se iba auto animando, y segundo, se preparó para abordarle con la invitación a comer, pero desafortunadamente, no respondió nadie al otro lado de la línea. Durante el Sábado estuvo tentada de volver a llamar, pero lo deshecho, sin embargo, el Domingo sí que se decidió a hacer otro intento, fracasando de nuevo al no coger nadie tampoco esta vez el teléfono. Lo pero era que Teresa, pese a esta aparente firmeza, de un modo u otro, por una causa u otra, era incapaz de dejar de pensar en Rubén, lo que antes o después, le conducía sistemáticamente a rememorar ciertas escenas excitándose sin poder evitarlo, aunque hasta el momento, lo que si había logrado esquivar era el acudir a usar su “regalo”, cosa que en una par de ocasiones el sábado por la noche anduvo tentada de hacer.

El lunes, a primera hora, según le vio pasar ante su oficina, se levantó y saliendo a la puerta le reclamo para hablar con él, indicándole que por favor, entrase en su despacho para ello. Una vez dentro, le indico que tomase asiento haciendo ella lo propio en su sillón...

Rubén, esto tiene que terminar, no quiero seguir con estos juegos...

¿De qué me habla? -preguntó sorprendido.

¿Me tratas otra vez de usted? -le miró fijamente, un poco descolocada.

Por supuesto, aquí dentro es mi jefa y se lo debo por respeto -ella asintió, quedándose unos segundos pensativa.

Sabe, no le entiendo en absoluto, creo que lo mejor sería quedar esta noche fuera de aquí para cenar por ejemplo, y allí, tuteándonos, quizá nos sea un entorno más propicio para charlar ambos.

Me parece correcto, es una buena idea, y dígame, ¿dónde había pensado usted que cenásemos...?

Cuando Teresa le indicó un par de lugares en que le apetecía para que él decidiese argumentando que sin duda estaría más informado de cual merecía mas la pena, Rubén pensándolo unos segundos se decidió por uno en concreto. Desde que le había dado los nombres se dio cuenta de que todos estaban casi a la vuelta de la esquina de su propia casa como aquel que dice. Teresa le explicó que el quedar para cenar y no inmediatamente después de salir de trabajar, era porque ella se quedaría hasta tarde para ultimar unos detalles que tenían que esta arreglados para el día siguiente y considero por ello esa como la mejor opción, dado que tampoco tenía por qué perder la tarde por su culpa. Cuando salió del despacho, Rubén iba sonriendo, cosa de la que Teresa no se pudo dar cuenta al darle este la espalda, sino, puede que no hubiese considerado tan buena idea lo de cenar con él y dejarle elegir el sitio. Rubén salió en su horario normal mientras Teresa siguió trabajando, este sabía perfectamente el motivo por el que ella había elegido aquellos sitios, y desde luego, pensaba sabotear su intención con "alegría".

Teresa tardó en arrepentirse de aquella cena lo que le llevó del marco de la puerta del restaurante a dar los dos primeros pasos en su interior y ver a Rubén. Era... como explicarlo… Rubén estaba "radiante", "locamente radiante", era para verlo, parecía que le había ayudado a vestirse Agatha Ruiz de la Prada en versión "loca transformista", sus pintas tiraban de espaldas. Una Drag Queen hubiese llamado menos la atención que él. En su opinión, el muy idiota iba que daba vergüenza ajena verle. Teresa aguantó el tipo y avanzó hacia su mesa, cuando llegó, Rubén rápido se levantó para saludarla, lo hizo con dos besos tipo "muaks, muacks", el ruido por cierto echo con la boca y en voz alta para que se escuchase bien, Teresa lo definió para sí misma como un saludo entre megapijo gilipollas y marica loca, pero con lo peor de ambos... encima de eso, la llamo "Tere" con vocecita atiplada. Pudo aguantar sin reprochárselo... dos segundos escasos...

Podías haber venido un poco más normal, ¿no?, ¡vaya ropa! -le espetó Teresa sonrojada y sin atreverse a mirar a su alrededor.

¿Es que hay algún problema con mi forma de vestir?

¡Que es un poco escandalosa quizá! -respondió sarcástica.

Es decir, que tienes un problema por cenar con alguien como yo, verdad "Tere" -adujo Rubén.

Oye perdona, yo no tengo el menor problema por cenar con un Gay... y no me llames Tere -se defendió y medio ofendió, haciendo un mohín de disgusto.

Si vale, no te lo llamare, seré bueno, pero no te he preguntado eso, digo cenar conmigo y mi forma de vestir -se quedó mirándola-. Y oye, me parece que te estás haciendo un lio, yo no soy Gay -termino Rubén.

¿Que no eres Gay?, claro que no, me dirás que eres Hetero y que no te gustan los hombres, ¿a qué si?

Pues no, la verdad es que no, no soy Hetero por completo, y sí, sí que me gustan los hombres, ¿porque lo dices?

Oye Rubén, ¿te estas quedando conmigo?, tú te has visto... Eres Gay, quieras reconocerlo o no, mira tus maneras... -Teresa empezaba a enfadarse...

¿Te refieres a que soy amanerado en mis formas y hablo como con... "pluma"?

¿Cómo con pluma?. Chico, que parece que lleves encima el plumero entero y además un par de repuestos por si no tenías bastantes… -Rubén entonces se empezó a reír a carcajadas en plan “loca”, llamando la atención y Teresa por su parte, casi a querer que se le tragase la tierra por lo mismo-.

Mira –dijo cambiando su tono, hablando con “normalidad”-, soy el menor de seis hermanos, mi padre nos abandonó cuando yo tenía un año, me he criado con mi madre y mis cinco hermanas. Lo cierto es que con lo que a mi madre le costó sacarnos adelantes, para mis hermanas he sido su único muñeco, al que han usado para vestir con vestiditos, jugar, etc... Te confieso incluso, que hasta los trece años no tenía claro si debía de usar calzoncillos o bragas debido a esto de ser su “maniquí”, de hecho, siempre jugaba con las niñas y no con las niños porque me encontraba más cómodo con ellas por culpa de todo esto que te digo con mis hermanas. Sobre lo otro, hablo así porque aprendí a hacerlo de mujeres, con su vocabulario y con su “afectación”. En lo relativo a mis tendencias, te diré que me gustan los hombres, sí, pero más todavía me gustan las mujeres, digamos que más que bisexual, soy un Hetero al que también le gusta un buen culo de hombre... No tengo el menor problema en comerme una buena polla, pero sinceramente, prefiero otro plato diferente, en realidad me pirro por un jugoso chochito.

Tras semejante discursito ante Teresa, esta permanecía con la boca abierta, colorada como un tomate, mirándolo sorprendida por su repentinamente brutal franqueza y como de costumbre con Rubén, sin terminar de entender para nada a ese... ese... lo que fuese que tenía justo frente a ella. Teresa tras esto estuvo hablando durante casi media hora, exponiéndole los motivos por los que según ella no podían seguir con esos juegos que el por su parte se traía entre manos, por lo que debía de cesar de todo aquello. Rubén sonriendo le replico que de acuerdo, que si al terminar y salir de ese local ella seguía pensando igual así lo haría, dejaría de jugar con ella... La velada para ella fue de lo más amena, ya que Rubén era un gran conversador, podía hablar con él de cualquier cosa, estuvo tanteando, e incluso de moda femenina, zapatos, bolsos y lo que se le ocurriese tenia conversación y además sabiendo en todo momento de lo que hablaba.

En un momento dado, justo cuando pidieron la cuenta y los cafés para terminar ya, Teresa se disculpó un instante para ir al baño, aun no pidiéndolo, su acompañante, con un gesto afectado que casi la hizo avergonzarse tuvo la amabilidad de indicarla donde se encontraba este situado, aunque se quedó un poco pensativa porque creía recordar que habían pasado justo por delante al entrar, y sin embargo, Rubén le estaba indicando en dirección contraria, justo junto a la barra, en un pasillo junto a las puertas de la cocina por donde entraban y salían los camareros. El baño estaba sorprendentemente limpio, por el olor se apreciaba que debían de acabar de hacerlo tan solo unos pocos minutos antes y ella debía de ser la primera clienta en entre en él. Entro al excusado, se limpió con una toallita húmeda, tiro de la cisterna y salí para lavarse las manos. En ello estaba cuando se abrió la puerta y al mirar se llevó la sorpresa de su vida, ya que quien acababa de entrar era Rubén, que se dirigió directamente a ella.

Teresa se apartó del lavabo para interpelarle por haber entrado en el baño de las mujeres, cuando se encontró con su incapacidad para hablar, ya que en ese momento tenía sus labios sobre los suyos, su lengua enredándose con la suya en una apasionado beso y sus brazos rodeándole la cintura. Teresa no era consciente de cómo podía haber ocurrido aquello, de cómo había llegado a esa situación con Rubén, pero la verdad es que en esos momento no le importaba, y a medida que los segundos corrían, cada vez lo hacía menos, cada vez se encontraba más entregada a la caricia.

Noto como las manos de Rubén empezaban a desplazarse desde su cintura hacia sus glúteos, apretándoselos al llegar a ello y apretándola contra él, haciéndola notar contra ella su polla, esa que tanto deseaba tener dentro. Cuando la dejo de besar en los labios para pasar a su cuello, pudo escucharle decirle al oído que pensaba hacer que se corriese a gritos, lo que aun la excito mucho más y la hizo reaccionar al posible desafío. Sus manos trataron de apartarlo, una vez consiguió abrir hueco entre sus cuerpos se dirigió afanosa a desabrocharle cinturón y pantalones, mientras que él dirigía sus manos a su falda, alzándosela, metiendo las manos por debajo hasta alcanzar sus braguitas y dando un fuerte tirón de ellas después, quitándoselas y guardándolas en uno de sus bolsillos. Teresa en esos instantes ya no pensaba, solo quería follar con Rubén, estaba desatada por tener tan próximo a ella y en esa situación al objeto de sus deseos desbocados.

Antes de que pudiese realmente darse cuenta de cómo pudo ser, se encontraba sentada sobre la repisa de los lavabos, con la espalda pegada a los espejos, las piernas completamente abiertas con las corvas de las rodillas sobre los hombros de Rubén y la cabeza de este justo entre ellas, con su lengua devorándola el coño... Teresa le sujetaba con enorme fuerza la cabeza contra ella mientras intentaba aguantar como podía las sensaciones que le alcanzaban desde su sexo. La lengua de Rubén no dejaba de martirizarle el clítoris mientras que dos dedos penetraban profundamente en su coño mientras un tercero entraba en su culito con suavidad... Teresa todo lo que era capaz de hacer era controlar sus expresiones de satisfacción.

Cuando el cabrán empezó a lamérselo de aquella forma, cuando su lengua tomo contacto con su clítoris, cuando empezó a hacerle aquellas cosas con ella, que parecía que se le iba a derretir en algún momento el coño del calor que este parecía que desprendiese, fue cuando Rubén le dijo que pensaba lograr que les echasen de allí por los gritos que iba a dar de placer, que les sorprenderían a los dos mientras le comía el coño, que le iba a quedar fama por ser una guarra pervertida a la que le estaba, un marica, pegando una comida de coño de escándalo, comportándose como una zorra cualquiera de baja estofa... Con eso, únicamente logro incendiarla más, enfadarla y desear hacérselo pagar, conseguir que se tragase sus propias palabras, Teresa se estaba mordiendo los labios hasta en algún momento casi hacerse sangre únicamente porque no se escapase de ellos ni el más mínimo quejido por leve que este fuese...

Cuando peor lo estaba pasando Teresa para poder contener sus gemidos, para que nadie pudiese escucharla, fue entonces cuando Rubén dejo de lamer, en su lugar puso sus labios sobre el inflamado clítoris con toda la suavidad posible, para a continuación y tocando levemente la cabeza del mismo hacer succión sobre él, arrancando en ese mismo instante un grito de placer al alcanzarle un orgasmo fortísimo, alarido que debió de escucharse en todo el restaurante... Rubén tras eso se incorporó, limpiándose ante Teresa la comisura de los labios con la lengua, apurando todo rastro de su flujo en su rostro, para después con cara divertida, chuparse sonoramente los dedos y marcharse, dejándola allí medio derrengada. Teresa se levantó corriendo encerrándose en uno de los servicios para ordenarse la ropa y ponerse presentable... dándose cuenta entonces que no tenía sus bragas por ningún lado, y no le hizo falta pensar mucho para saber quién debía de tenerlas en ese instante, maldiciéndole y enfadándose una vez más con él.

Cuando salió del servicio iba como las amapolas y deseosa de cargarse al impresentable que la había llevado hasta aquellos extremos y dejado sin ropa interior. En ese rato en que él se marchó, había estado dentro temerosa de que alguien entrase a ver qué había ocurrido y le sorprendiese en algún renuncio, aunque por suerte no sucedió... Vio a Rubén sonriendo divertido en la mesa mientras ella se acercaba..., le entraron unas ganas terribles de matarlo, por ser un hijo de puta...

CONTINUARA