Rubén - 1

Cuando Teresa es atacada, alguien anónimo interviene, tras eso, todo su afán se vuelca en intentar encontrar a su salvador

RUBEN- 1

Teresa se encontraba terminando los detalles para el trabajo que tenían que presentar el viernes de esa semana, estaba ultimando todos los flecos para entregárselo a sus colaboradores y que estos terminasen la puesta a punto final. Era lunes, primer día de la semana y ya estaba agotada, llevaba desde las siete de la mañana allí, y ya eran pasadas de largo las ocho de la tarde, trabajando sin parar para que todo quedase listo. Se dijo que por suerte el coche lo había dejado en la calle, relativamente cerca de la puerta de entrada, y no en el aparcamiento de la empresa, que a la hora que llego le hubiese tocado aparcar en el último piso y al final del todo, eso ahora le haría ahorrarse casi diez minutos de tiempo.

Cuando cerro el ordenador se estiro desperezándose, quitándose el anquilosamiento provocado por las horas que había estado sin moverse de delante de la pantalla. Teresa era una mujer joven, tendría unos 29 años, pero fácilmente cualquiera le quitaría unos pocos de encima al verla, era una de las directivas más jóvenes y prometedoras de la empresa además de una autentica belleza, aunque eso sí, en el trabajo ella mantenía las distancias con todo el mundo, no toleraba confianzas a nadie, pero pese a todo, se la consideraba entre los compañeros y subordinados como alguien simpática, agradable en su trato y trabajadora.

Estaba llegando a su vehículo, aparcado en la calle, en una zona un tanto solitaria pese a la parada de autobús cercana. Sacó las llaves de su bolso, de reojo observó como dos chicos se acercaban a donde ella se encontraba, sus pintas no le parecieron nada tranquilizadoras, por lo que se apresuró a apretar el pulsador del mando para abrir el coche. Tiro de la manija de la puerta y entonces una mano se apoyó sobre el cristal de la misma cerrándola de golpe, se intentó dar la vuelta, pero dos fuertes manos la empujaron por la espalda apretándola contra el auto.

Intento hablar, pero un escalofrió recorrió la espalda cuando el chico que estaba tras de ella habló…

¡¡¡Cállate!!!, habla solo cuando te preguntemos, si intentas gritar te abro en canal…

Oye tío, esta zorra está muy buena, fíjate que culo más duro tiene –dijo mientras se lo sobaba haciendo a un lado a su compinche-, tiene una follada de muerte…

A ver... -volvió a ocupar su posición-, joder, tienes razón... vaya culazo que tiene la guarra esta -dijo restregando su pelvis contra el culo de Teresa.

Me la ha puesto como un palo de dura, que lastima de mierda de sitio que es este, sino ahora mismo le follaba el culo a esta puta...

Por eso no te preocupes, esta guarra nos va a dar las llaves del coche y luego va a entrar en el para acompañarnos a otro lugar… ¿verdad zorra? –dijo.

Teresa sintió como algo afilado se clavaba en su costado, un frio ramalazo de miedo subió por su espalda. Estaba entre la espada y la pared, si no le obedecía posiblemente la apuñalaran y si lo hacía, era más que probable que la violasen y luego… bueno, tendría suerte si salida viva de aquello… Sus ojos se llenaron de lágrimas, no pudo impedir echarse a llorar…

No por favor, os daré el coche, el dinero, mi bolso, lo que queráis… pero no me hagáis daño, por favor… -suplicó llorando.

No te lo haremos, tranquila, ya verás cómo lo disfrutas, te vamos a hacer gozar como la perra que eres… -respondió.

Teresa sintió la húmeda lengua del sujeto pasando por su mejilla, mientras en su costado derecho sentía la presión de la navaja y como con su mano izquierda empezaba a magrearle los pechos mientras se restregaba contra su culo. El otro mientras le había cogido de la mano y puesto está en su pantalón, justo sobre su polla obligándola a sobársela, anunciando de este modo claramente cuál sería su destino a manos de esos dos hombres. Cuando más aterrada estaba escucho un agudo gemido, sintió como la mano que sujetaba su muñeca obligándola a tocar se aflojaba de improviso, luego escucho la voz del chico que estaba tras ella…

Pero que cojones pas… ¡¡¡Arghhhhh!!!... Ayyyyyyyyyyy… no por favor… Ayyyyyy… -le siguió un chillido como el de un cerdo en plena matanza.

Teresa se dio la vuelta cuando el chico la soltó, apretándose contra su vehículo, muerta de miedo, sus ojos se abrieron como platos cuando vio la nueva situación, que había sufrido un giro de 180º. Uno de los chicos que la asaltaron estaba tendido en el suelo, emitiendo gemiditos, revolcándose de dolor, con sus manos sobre los testículos… El otro, el que la tenía sujeta, se restregaba contra ella y le amenazaba, estaba con una rodilla en tierra, con un hombre tras de él que le sujetaba por el cuello con una mano mientras que con la otra le había retorcido el brazo y le aferraba por la muñeca. El atracador aún mantenía la navaja sujeta, incapaz de poder tirarla al no ser capaz de abrir la mano, sollozaba de dolor pidiendo que le soltasen… entonces…

Claro que te voy a soltar escoria, pero ahora mismo… -dijo con voz neutra, como si hablase del tiempo.

Vio como el hombre imprimía un violento giro a la muñeca del chaval, sonando de inmediato el atroz ruido que hacen los huesos y las articulaciones al fracturarse. Tardo treinta segundos en darse cuenta que no había sido únicamente eso lo que escuchó, ya que además de romperle la muñeca, codo y hombro a ese chico, el otro, el que estaba tumbado había tratado de levantarse, y el hombre entonces, había extendido hacia atrás su pierna, golpeando con fuerza con el talón sobre el codo del brazo con el que el chico se sostenía en ese momento para incorporarse, huelga decir que el brazo se rompió por dicha articulación. Ambos jóvenes parecieron perder el conocimiento en el acto por el dolor de las fracturas. El hombre, al cual no había sido aún capaz de ver la cara con claridad, se dirigió a ella entonces…

Monte en el coche y márchese, de estos ya me ocupo yo… venga… fuera de aquí, váyase a su casa... -hizo una clara y peculiar señal con la cabeza en dirección al vehículo.

Teresa no se lo pensó ni un segundo, balbuceo un gracias, y se metió en el coche. Arrancó, y casi, casi, se podría decir que salió de allí haciendo ruedas. Ese día tenía que salir muy tarde, por eso había aparcado el coche en la calle en lugar de en su sitio en el parking de la empresa, intento ganar unos minutos y casi le sale muy, muy caro, como se suele decir, en esos instantes no le llegaba la camisa al cuello por el miedo… Temblaba mientras conducía, sentía que necesitaba una copa o algo que le hiciese reaccionar, en su vida había pasado tal terror, porque si, se dijo a si misma que sí, que no había sido miedo, sino puro y duro terror por lo que le pudiesen hacer esos dos.

Tardo casi cuarenta minutos en llegar a casa, poco a poco se fue calmando, fue entonces cuando se dio cuenta de que, pese a en realidad no haber podido ver su cara por permanecer en semipenumbra todo el rato, el hombre que le había salvado le sonaba, aunque no conseguía ubicarlo, no era capaz de saber de dónde le conocía, pero de eso, de que le conocía, de ello estaba total y absolutamente segura. Tenía la impresión por su voz, por su físico, que de algún modo, si no lo ubicaba era porque habitualmente no debía de vestir así e incluso quizá, no le debía de haber escuchado a menudo tampoco o únicamente de refilón. Pensó que quizá se tratase de alguien de mantenimiento, o lo más probable, alguno de seguridad del edificio a quien había pillado, por suerte, a la salida o entrada de uno de sus cambios de turno, y al no ir con su habitual ropa de trabajo... no lo reconocía.

Cuando llegó a casa, aún continuaba muy nerviosa, pese a que lo peor se podría decir que ya había pasado. Su novio estaba trabajando con su ordenador sobre la mesa, justo frente a él se encontraba un plato con unos sándwich que según le dijo era su cena, ya que por el trabajo no había tenido tiempo de prepararla otra cosa. Antes de nada se marchó directa a la ducha, quitándose toda la ropa y restregándose el cuerpo con ganas, intentando quitarse de ese modo los desagradables recuerdos de los manoseos de esos dos hijos de puta que la habían intentado agredir.

Cuando salió de la ducha intento hablar con su novio, contárselo, explicarle lo sucedido pero se encontró con que no la prestaba la menor atención, era como estar hablando con la pared, al final claudico, se puso a cenar sin ganas, a mascar los incomibles sándwich que le habían dejado preparados. Viendo a su novio frente a ella ignorarla cuando había pasado por una situación como aquella… no pudo una vez más pensar si así iban a algún lado. Las cosas entre ambos últimamente no iban nada bien, especialmente por su parte, que estaba empezando a plantearse muy seriamente si aquello merecía de verdad la pena o solo estaba perdiendo lastimosamente el tiempo con él, algunas veces, como esa, le daban ganas de mandarlo todo a tomar por saco y echarlo de su vida a patadas.

Estaba de mala leche, en esos momento le odiaba, de modo que se levantó con el plato en la mano para irse directa al sofá, se puso cómoda y se plantó frente al televisor para intentar relajarse mientras comía y seguía dándole vueltas a quien podría ser quien le salvo. Cuando terminó, ya algo más calmada, se levantó para llevarse el plato, pero cuando entró en la cocina se llevó otra desagradable sorpresa, en la pila, amontonados, había un buen número de cacharros sucios. Lo malo no era que ni siquiera se hubiese tomado la molestia de meterlos al lavavajillas, sino que su presencia allí demostraba claramente que “él” si se había hecho cena para sí y no había sido capaz de añadir más comida y dejársela para cuando ella llegase poder calentársela. Para ella se había limitado a dejarla unos miserables sándwich de jamón y queso que encima, como había tardado más de la cuenta en llegar a casa, estaban ya medio secos.

No era la primera vez que le ocurría esto mismo, normalmente ella cuando llegaba antes y aunque tuviese mucho trabajo aun que hacer, preparaba cena para ambos, aunque él luego tuviese que calentársela, sin embargo, cuando era al contrario le ocurría como en este caso. Su novio, Arturo, era un puto egoísta, un egocéntrico pagado de sí mismo que no pensaba más que en él, en él y en él, llevaban saliendo tres años, y viviendo juntos el último de ellos. Mientras estuvieron cada uno por su lado fue genial, era el novio perfecto, cachas, guapísimo, buen amante, la envidia de todas por tener a semejante ejemplar de príncipe azul para ella, pero en cuanto empezaron a convivir…, las cosas con Arturo comenzaron a mostrarse de un modo que para nada le agradaban a Teresa, el príncipe Azul se le empezó a convertir en rana por momentos.

Ingenuamente al principio, pensó que cambiaría de forma de ser, por lo menos en esos pequeños detalles en la convivencia en que tanto se desmarcaba de ella, pero desde luego no había sido así para nada, pero lo peor es que tampoco tenía visos de que fuese a hacer nada por intentarlo siquiera, era ya todo un año, y todo continuaba igual que siempre. Todas estas pequeñas cosas juntas, era lo que estaba haciendo que su relación se empezase a resentir de muy mala manera, en especial como ya se ha dicho, por parte de ella, porque ya estaba muy cansada de discutir por estas cosas con él y de que tras una encantadora sonrisa con una “sincera” promesa de mejorar, siempre terminase igual, ignorándola.

Metió todo en el lavavajillas, después de ello se marchó directa a la ducha nuevamente, ya que estar bajo el agua la relajaba y en el estado en que estaba, por lo de la cena, lo de la cocina, lo de los tíos del aparcamiento, el que su novio no la hiciese nada de caso…, en fin, por todo, corría el riesgo de mandarlo todo a mierda a la mas mínima. Teresa se fue pensando que esto de hoy era la gota que colmaba el vaso, en esos momentos no se sentía con fuerzas de nada, pero el fin de semana, cuando ambos estuviesen libres por completo hablaría con él, esta vez le pondría las cosas meridianamente claras, y si no se ponía las pilas en un corto espacio de tiempo, le dejaría, no estaba dispuesta a seguir de este modo.

Cuando se metió en la cama le costó bastante conciliar el sueño, su cabeza empezó a dar vueltas a lo sucedido en la calle, no podía dejar de pensar en el hombre que le había salvado, reviviendo cada movimiento, cada palabra, cada gesto que le había visto, una y otra vez. Seguía sin dar con él, sin ubicar de donde le conocía o quien era en realidad, solo estaba segura de que si, que era seguro que le había visto antes, pensando en esto se durmió…

Cuando Arturo se metió en la cama tenía ganas de marcha, por lo que se acostó completamente desnudo. Teresa estaba dormida y se la notaba cansada, pero no le preocupó, tenía ganas, ya estaba completamente empalmado, necesitaba follar con su chica, de modo que empezó a besarle el cuello mientras metía las manos bajo su pijama buscando sus pechos…, empezó a restregarle la polla contra la raja del culo, por encima de los pantaloncitos que usaba para dormir, cuando notó que despertaba, le susurró al oído un… “anda, se buena y chúpamela un poquito, que necesito desahogarme”…

Lo que desde luego no se esperaba era la reacción de su novia, no solo le tiro de la cama de un empujón, sino que empezó a tirarle todo lo que encontraba a mano mucho más que furiosa mientras le decía de todo menos guapo… Se batió en retirada sin decir ni pio, era consciente de que Teresa estaba muy enfadada con él por algo, y no tenía ni la menor idea del motivo, le entraron sudores fríos de pensar que pudiese sospechar siquiera que se estaba acostando con Yolanda, una compañera de trabajo. La conocía lo suficiente como para creerla más que capaz de caparle en un primer arranque de ira si lograba confirmarlo, pero de caparle de verdad, de cortárselos, y no precisamente de forma metafórica, por lo que cerró la boca de inmediato y se marchó a dormir al sofá cavilando en si había metido la pata en algo en relación con su amante...

Arturo llevaba más de cuatro meses follando con Yolanda, una compañera casada de 34 años, morena, con un par de pechos enormes, voluptuosa a mas no poder, y una chupapollas de categoría internacional. De hecho, todo empezó así, por una mamada que Yolanda le hizo en su despacho, se la estuvo chupando hasta dejarle completamente escurrido. Ahora follaban un par de días fijos por semana, los martes y viernes, amén de las mamadas con que la morena le seguía obsequiando en su despacho de vez en cuando y siempre que después no fuesen a quedar para follar fuera de programa, claro. Tumbado en el sofá, estuvo repasando mentalmente sus dos últimas semanas de encuentros por si acaso hubiese dejado alguna pista que pudiese haber hecho sospechar a Teresa de que estaba siéndola infiel. Sabia como se las gastaba su novia, y si no lo había intentado matar ya, es que aunque quizá sospechase, no tendría prueba ninguna… Se hizo cruces pensando en lo que ocurriría como Teresa lograse echar mano a algo que le sirviese como tal…

Esa noche, Teresa la paso dando vueltas en la cama sin ser capaz de volver a conciliar nuevamente el sueño, pensando en si debió de ir a la policía o no, si el hombre que la ayudo les habría llamado, si habría hecho bien en marcharse, muchas preguntas se agolpaban en su mente impidiéndole dormir, amen por supuesto de sus mismos nervios por el suceso. Pero sobretodo, en el gesto del hombre al indicarla que se marchase, era algo que por algún motivo no era capaz de olvidar, lo tenía grabado a fuego en su mente... La forma de mover la cabeza señalando, el frio tono de seguridad con que le, casi, casi, ordeno que se fuese, como se quedó allí de pie viendo cómo se alejaba con el coche mientras los dos sujetos permanecían tirados como mierda a sus pies... Aun retenía también en su memoria esa imagen de él en el retrovisor, fijo, estático, con las dos manos en los bolsillos, impasible, imperturbable, tan aparentemente seguro de si mismo...

No obstante, el casi pasar la noche en vela pensando le sirvió para aclararse con algunas cosas, como por ejemplo no decir nada de nada a nadie sobre lo que había pasado si no le preguntaban, por supuesto nada de denunciar nada, no fuese que el chico no lo hubiese hecho, y por como sonaron las articulaciones de los dos cabrones aquellos al romperse, lo mismo incluso sin querer, por denunciar o hablar, le metía a su salvador en algún lio. Se dijo que ya se sabía cómo funcionaba la justicia, muy capaz era de castigar a su salvador, y encima darles dinero a los dos “pobrecitos” hijos de puta esos por los daños sufridos, cuando lo que merecían es que les castrasen… Otra cosa que decidió esa noche, fue buscar a su salvador para darle las gracias que fue incapaz de transmitirle esa tarde.

Teresa al día siguiente se dedicó a observar con detenimiento a todo el mundo, se entiende que a todo el mundo “varón”, pero nada, no lograba dar con su salvador. Se había tomado incluso la molestia de pararse a hablar con gente con la que nunca antes había cambiado una sola palabra, usando para ello incluso la escusa más absurda, pero nada, nadie parecía recordarle al hombre que la ayudo. Por la tarde estaba completamente frustrada, no solo no había sido capaz de localizarle, sino que tampoco él se había puesto en contacto con ella para ver como estaba, interesarse por su estado, o simplemente para darse a conocer, pues ella era una directiva y estaba claro que le debía una gordísima, pero nada de nada.

El Miércoles decidió ser un poco más específica en su búsqueda, estuvo rondando durante todo el día por las áreas de mayor afluencias del personal entre el que sospechaba que se encontraría su salvador. Vio a Roberto, el chaval de mantenimiento, un moreno de sobre metro ochenta, con un cuerpazo machacado en los gimnasios, ojos marrones y una sonrisa que derretía el hielo, pero pese a estar como para hacerle media docena de favores sin parar, no era él, este era un gallito mostrando sus plumas, y quien la ayudo, tenía muy claro no necesitaba serlo, le era suficiente con su sola presencia. Después se fijó en Jorge, uno de seguridad, que al igual que Roberto estaba también cañón, pero que al igual que el anterior, no era para nada el hombre que ella buscaba. Luego siguió mirando y remirando a los demás hombres del edificio, incluso se bajó al bar con tiempo de sobra como para ver a la gente que normalmente bajaba a tomar algo a horas diferentes de las suyas desde otras plantas, e incluso de otras empresas que también coincidiesen allí, pero sin conseguir nada de nada tampoco esa vez.

El jueves incluso se quedó hasta tarde trabajando con la esperanza de ver el mayor número posible de gente de los otros turnos, pero como el día anterior, nada de nada, no había forma de que pudiese localizar a esa persona. Tampoco había escuchado nada sobre una pelea, o sobre que encontraran a los dos chicos heridos en el exterior, o que hubiesen ido ambulancias, en definitiva, no se había oído nada sobre lo sucedido. Si bien se supondría que eso debía de tranquilizarla, por algún motivo no lo hacía, y además de eso, el no poder encontrar a ese hombre la enfurecía casi tanto como el que no se le hubiese presentado tampoco para intentar sacar partido de aquello o lo que fuese, aunque nada más que hubiese sido por ver qué tal se encontraba ella.

Esa noche cuando entró en casa se encontró con que su novio aún no había llegado, como de costumbre en esa situación, se dispuso a hacer la cena, solo que esta vez solo se hizo la suya, para él hizo que le solía hacer a ella, le dejo preparado un sándwich, de hecho saco el pan de molde y le metió lo primero que engancho en el frigorífico, concretamente un par de lonchas de mortadela medio seca que llevaba por allí danzando, abierta, una semana, puede que incluso más. Estaba frustrada y era su novio el que, aun con gran parte de culpa propia, recibía el cariño de su falta de progresos en algo que necesitaba de verdad hacer. Después de cenar y recoger lo suyo se marchó a la cama, una vez más, no se durmió enseguida, no es que lo tuviese muy claro, pero se encontró nerviosa, intranquila y para su sorpresa… muy excitada. Nuevamente esas imágenes del incidente volvían a martillear en su mente, sintió como los pezones se le endurecían y su sexo se mojaba como pocas veces antes, sin estimulación propia ninguna, únicamente debido a su imaginación.

No pudo evitarlo aunque trato de ponerle coto, continuo recordando los hechos de esos días atrás, esta vez, en lugar de miedo o desasosiego, solo sintió deseo, puro deseo. Intento controlarse pero fue en vano, su mente decidió divagar sola por su cuenta y riesgo, lo malo fue que su cuerpo pareció acompañarla en esas sensaciones que empezaba a tener. En su imaginación empezó a desear a ese hombre sin rostro, a soñar que en lugar de decirla que se marchase la tomaba allí mismo, haciéndola suya mientras que los dos asaltantes se retorcían de dolor en el suelo, sujetándola contra el coche, sustituyendo a sus asaltantes en sus caricias, para al final, metérsela de poco en poco, lentamente, controlándola, manejándola por completo, casi la sintió, imaginándose que la llenaba por completo...

No aguanto más e inconscientemente empezó a acariciarse los pezones, pero no le fue suficiente, su otra mano termino acudiendo a su sexo bajo los pantaloncitos, pasando sus dedos sobre su rajita, empezando a estimular su clítoris. En un momento dado se introdujo suavemente un dedo soltando un suave gemido de placer, a este le acompaño un segundo, moviendo a la vez sus caderas de forma compulsiva, metiéndolos y sacándolos sin parar mientras se pellizcaba con la otra mano los pezones, alternándolos. En el paroxismo de su excitación, cuando se encontraba follándose hasta con tres dedos dentro de su coño con la imagen en la mente de aquel hombre, empotrándola contra el coche con sus embestidas, sometiéndola, haciéndola suya..., escucho la puerta y la voz de su novio llamándola por su nombre, soltándola un “cariño” que al escucharlo pareció hacer cortocircuito en su mente, alcanzándola en dicho instante el orgasmo, un orgasmo fortísimo, de los más fuertes y placenteros de su vida…

Se mordió los labios hasta hacerse sangre para evitar soltar el grito que el orgasmo parecía exigirle dar… su cuerpo temblaba de deseo, aun habiéndose corrido en ese instante, sentía como su coño aun palpitaba, como intentando enterrarse aún más sus dedos. Sin embargo no fue capaz de detenerse, aun en medio de un brutal orgasmo fue incapaz de dejar de follarse a tres dedos, su otra mano aún se pellizcaba los pezones, en su mente en esos instantes solo había sitio para el tío que la salvo, quien quiera que fuese, solo sentía deseo por él, ganas de follárselo, de reventarlo a polvos o de que la reventase a ella, de que la dominase o dominarle, de..., bueno, estaba totalmente desatada. Justo cuando alcanzo el segundo orgasmo fue cuando su novio hizo su entrada en el dormitorio.

Se puso de lado de inmediato, dándole la espalda al sitio en que él siempre se acostaba, fingiendo estar dormida, sintiendo como su novio entraba en la habitación despacio, procurando no hacer ruido para mirar cómo estaba y luego salir de nuevo. Sus dedos seguían en el interior de su sexo, este además parecía seguir humedeciéndose por momentos, sentía que el deseo, poco a poco volvía a apoderarse de ella, se sentía muy caliente, terriblemente caliente… Cuando necesitaba desahogarse a solas, tenía algunos juguetes guardados que usaba para ello, rarísima vez había conseguido lo que le estaba pasando ahora sin usar alguno de estos, esa excitación, ese placer en el orgasmo...

Estaba muy desconcertada con sus sentimientos, tenía a su novio en el salón, posiblemente terminando de cenar, disponible para ella, seguramente listo al instante para follar a la menor insinuación por su parte, pero no quería eso, no le quería a él ni a ninguno de sus juguetes, lo único que desearía tener en esos instantes entre sus piernas follándola, era al tío que la salvo, a esa sombra que no parecía ser capaz de encontrar y cuya cara ni siquiera pudo distinguir con claridad… Se quedó dormida enseguida, aunque eso sí, agotada por los orgasmos además de frustrada, muy frustrada…

Arturo por su parte seguía dándole vueltas al asunto, notaba a Teresa muy extraña esa semana, había repasado todos sus movimientos una y otra vez, estaba seguro de que no había cometido errores. El Martes quedó con Yolanda pese a estar ya mosca y follaron, pero fue muy cuidadoso al acudir al hotel, se aseguró de que nadie le siguiese o que Teresa no anduviese por los alrededores, pero su novia continuaba comportándose "raro". Se había dado cuenta de que en realidad, cuando había entrado en la habitación no estaba dormida, solo fingía, también que posiblemente se hubiese servido de alguno de los juguetes que tenían, más de uno regalo suyo… y que no parecía nada dispuesta a estar con él por el momento.

De inmediato decidió hablar al día siguiente con Yolanda para dejar de verse en el hotel e ir con mucho más cuidado hasta que averiguase que pasaba con Teresa, que era lo que realmente sabia o que lo que sospechaba, porque estaba total y absolutamente convencido, que todo ese comportamiento estaba relacionado con él. Arturo media un metro noventa y dos, ancho de hombros, pelo castaño, ojos marrones, un culo que a las mujeres les volvía locas, un cuerpo bien definido, un torso esculpido en el gimnasio, bien posicionado laboralmente, un magnifico amante, pero sobre todo, muy seguro de sí mismo y completamente convencido de ser el hombre perfecto para cualquier mujer, por lo que ni siquiera se le paso por la cabeza que Teresa pudiese estar interesada en nadie que no fuese él. Arturo pensaba que nadie en su sano juicio le cambiaría por otro, y Teresa era muy lista como para pensarlo siquiera..., excepto claro, que le descubriese siéndola infiel, entonces sabía que las cosas se le podían poner muy feas con ella, que era precisamente lo que temía, pero aun así, aun siendo Teresa de armas tomar, aun cazándole con las manos en la masa, también estaba seguro de que a la larga y con tiempo, pasada la ira inicial, terminaría por “perdonarle” para que no se fuese con otra... para así no perderle.

El viernes no fue mucho mejor, se levantó igual que se durmió por la noche, frustrada por no ser capaz de poner cara a ese hombre, era plenamente consciente de que lo suyo empezaba a rayar en la obsesión, lo que no era ciertamente nada bueno. En el trabajo al menos se logró olvidar un poco de todo aquello al concentrarse en lo que hacía, pero en los breves ratos de descanso que se tomaba, o en los momentos en que debía de ver o ir a visitar a alguien, nuevamente volvía a su cabeza todo aquello. A última hora, casi en el momento de salir, de irse a pasar el fin de semana descansando, por fin le encontró, por fin fue capaz de dar con él, y a quien descubrió la produjo un auténtico shock.

Llevaba viéndole ante sus ojos desde el mismo Martes por la mañana según entró, le había tenido todo el tiempo delante de las narices sin haber sido capaz de dar con él, pero es que era del todo imposible, que aquel hombre, ese quien la defendió, ese quien hizo migas a sus atacantes, ese quien les dio tal paliza, fuese precisamente la persona que ahora mismo tenia ante sus muy asombrados ojos. Sin embargo, acaba de verle hacer ese gesto tan particular con la cabeza, el mismo que le hizo a ella al indicarla que se marchase con el coche, ese mismo gesto que tan solo unos segundos antes le había hecho a una compañera que le había preguntado algo, este había respondido y gesticulado de ese modo.

Sintió que se ahogaba, salió de la oficina a toda velocidad en dirección al parking intentando alejarse rápidamente de allí. Cuando llegó al aparcamiento se fue directa al coche, saco las llaves con manos temblorosas, al punto que se le cayeron al suelo, le costó incluso accionar el botón de apertura del mando de lo nerviosa que estaba. Se marchó en dirección a casa, iba dando golpecitos provocados por la frustración en el volante, uno tras otro mientras pensaban lo que acababa de descubrir y que era incapaz de procesar o de creerse. Se decía así misma que tenía que estar equivocada, que no podía ser, que era virtualmente imposible, pero aquel gesto, ese movimiento de cabeza que parecía mas una especie de tic que otra cosa... No podía evitar preguntarse, ¿cuántos hombres tendrían un tic igual o una forma de hacer ese gesto del mismo modo?

Una vez en casa se alegró de que Arturo, su novio, no hubiese llegado todavía. Lo primero que hizo fue ponerse cómoda, para después empezar a pasear como una fiera enjaulada mientras no paraba de buscar explicaciones para todo aquello, sin conseguir otra cosa que estresarse y enfadarse más aún. Incluso en un momento dado, se detuvo a tomarse un copazo, saco un vaso que se llenó a la mitad de Tequila, que fue la primera botella que encontró, para después bebérselo de un solo trago.

No quería admitírselo a sí misma, pero lo que de verdad la tenía tan, tan, tan trastornada, es que había estado soñando, pensando, masturbándose e incluso algo mucho peor, poniéndose cachonda como una puta perra en celo con ese... con ese... con... ¡¡¡¡JODER!!!!, si es que no sabía ni como narices definirlo... Loca, sarasa, Maricon... ¡¡¡¡¡OSTIAS!!!!!, si es que era muy fuerte, el machote, ese macho alfa, el hombre que le hacía mojarse las bragas como una puta, ese macho dominante que la salvo y que tan cachonda la ponía, ¡¡¡¡ERA LA PUTA LOCA DE LA EMPRESA!!!! ¡¡¡¡JOOOOOODERRRRRR!!!!

CONTINUARA