Rozando la realidad

Un sueño inolvidable...

El bochornoso calor de esta noche de verano no me da tregua. El verano me odia, ni una ligera brisa se apiada de mí ésta noche. Salgo a la terraza, desesperada por aliviar el calor que tortura mi cuerpo, busco la zona más "fresca" y me enciendo el cigarro. Me arde la piel, casi tanto como si me estuvieses rozando con las llemas de tus suaves y ágiles dedos. El calor de la noche confunde mi memente, haciendo que mi agonía aumente más junto a mi deseo de tenerte.

Vuelvo al salón, no sin antes hacer una pausa en la cocina para intentar satisfacer la sed y el calor con agua fría. Miro el reloj del horno, las dos de la mañana. Demasiado tarde para llamarte. Maldigo mi suerte cruzando el pasillo dirección al salón, el timbre me detiene es seco. Miro por la mirilla de la puerta y ahí estás como si hubieras leído mi perturbada mente. Te abro sin pensarlo dos veces y falta tiempo para que me debores, tomando tu necesidad de mí tanta como yo de tí. Tus manos recorren mi cuerpo con urgencia, palpando cada centímetro empezando por rostro y bajando con fiereza por mi cuello; apretándolo suave pero firme, la presión justa para reclamarte el dominante de los dos y sin llegar a dañarme de verdad. Nuestras lenguas siguen un pulso interminable en nuestras bocas, noto como sonríes contra mis labios y una de tus manos abandona mi cuello, se pasea por mis clavículas y mis pechos, los apretas, Rozas mis pezones y los vuelves a apretar. Me derrito, necesito respirar, liberas mi lengua dándome el aliento que notas que necesito. Mientras respiro entrecortadamente lames mi oreja y muerdes mi lóbulo. Jadeo. Por un segundo me tiemblan las piernas producto la excitación que causas en mí, son tus manos en mi cuello y culo las que me reestabilizan en ese momento comprimiéndome contra tu duro y húmedo cuerpo. Haciéndome gozar del privilegio de notar tu duro y abultado paquete contra mi vientre deseando ser libre de sus ataduras para introducirse en mí.

  • ¿Qué quieres ahora? - Susurras en mi oído con esa lasciva voz que me embauca y provoca.

  • Sabes perfectamente lo que quiero. - Contesto con toda la sensualidad que puedo con tu mano presionando mi garganta, sabiendo a la perfección que no es la respuesta que quieres, provocandote. Haciendo que aparezca ese pequeño brillo de malicia en tu pervertida mirada. Abandonas mi culito redondito y respingón, atrapas mi cabello y tiras levemente de el recordando que aún enteras mi cuello con la otra mano. - ¡Ah!

  • Dímelo. ¿Qué quieres?

  • ¡Follame! - Aunque mi intención es decirlo con firmeza tu aginiosa y deliciosa presión solo me permite emitir mis ansias en un susurro.

Noto mi sexo húmedo, chorreoso, palpitante. Me liberas de ese maravilloso tormento, invades mi boca con violencia con tu lengua y dedos. Aprovecho para frotar con mis manos el bulto de tus vaqueros. Tu cuerpo empuja el mío con suavidad hacia el salón. Tus manos vuelven a mí cupo, buscan el final de pantalón corto de pijama para acariciar mi piel por dentro de la tela. Te acercas con los dedos a mi vagina y ano.

  • Pero qué cochina eres, ¿dónde estan tus braguitas? Ehh, y eso que no sabías que venía a verte zorra. La próxima tendrás que ponerte lo que yo elija.

  • Bien, voy a tirar todas la bragas. - Plash, cachetada que me he ganado. Mi sexo vuelve a palpitar. Sonrío pícaramente. - No me dan miedo tus absurdas amenazas.

Me empujas sobre el sofá con ese punto perverso que sabes que me encanta. Paseas por mi cuerpo esa fría y lasciva mirada que tanto me pone, miro mi cuerpo imitando el recorrido de tus pupilas. ¿Cuándo me has quitado el pantalón? Aprovecho mi semidesnudez para provocarte aún más, abriendo mis piernas dejándote mi sexo perfectamente depilado expuesto por completo a la vista. Te desnudas con urgencia mientras miras como acaricio mis labios y clítoris empapados de mis fluidos, rápidamente apartas mi mano y me lames con rapideza. Haciéndome dudar de quién necesitamos más nosotros. Rápidamente me viene un orgasmo; pero tú no te detienes, empiezas a lamer mi ano también. Mis caderas empiezan un momerse por sí mismas, mis gemidos ya son incontrolables. Tus dedos invaden mis orificios mientras tu lengua se concentra en mi clítoris. Llegan las corrientes eléctricas a mi cuerpo una y otra, y otra vez. Te aprovechas de mi cualidad multiorgásmica para torturarme, haciendo que me corra vez tras vez sin descanso. Ya no se cuantcuantos dedos tienes en mí.

Me abandonas para arrodillarme el sofá, apoyando mi pequeño pecho (talla 85) en el respaldo. Tus manos en mi fina cintura me invitan a curvarme dejándote una perfecta vista de mi culito en su máximo esplendor. Una, dos, tres cachetadas y abres mis nalgas, mi cuerpo te desea a gritos, noto tu pervertida mirada como una flecha en mi dilatado año durante un segundo.

  • Métemela donde quieras, pero métemela ya. - Me obligas a suplicar, que malo eres.

Oigo tu bajita risa de lasciva satisfacción ante mi pedido. La puta de tu pene se desliza por mí ano y vagina continuamente, gimo de frustración, estoy completamente empapada y te dedicas a restregar mis fluidos por mis orificios con tu magnífico pene. Aumentando mi calor y desesperación. Bajas el ritmo, ya te estás decidiendo. ¿Me follaras por el culo? ¿Me follaras por el coño? Fóllame el culo. La punta de tu polla se detiene justo entre mi ano y vagina, noto claramente cómo empujas suave hacia mi ano. ¡Sí! Exclamo a mis adentros. Ya noto casi entera la punta de tu polla en ano.... Ah! Un potente orgasmo invade mi cuerpo. Joder que maravilla de polla.

  • ¡Me has hecho correrme sólo con la punta de la polla ,cabron!

Pero jamás me respondiste, ni me terminaste la follada. Me desperté mientras me corría en mi cama empapando mis sábanas.