Rozando el Paraíso 37

El hombre fijó la mirada hipnotizado e hizo una mueca indescifrable. Bris sonrió y descruzando las piernas las separó de forma que la falda quedo arremangada en torno a su cintura...

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Si algo podía decir de Kyril era que era sumamente inteligente. Esperaba que a partir de aquel día la acosase a llamadas y se dejase ver como por casualidad constantemente, pero se equivocó. El hombre no intentó contactar con ella ni siquiera con el paso de las semanas.

Durante aquellas dos semanas Bris se había centrado en el trabajo y eso la había ayudado a serenarse un tanto. El problema era que se había acostumbrado a tener sexo con cierta frecuencia y lo echaba de menos. Echaba de menos unos ojos admirando su cuerpo desnudo, unas manos acariciando y estrujando suavemente sus pechos, unos labios buscando los suyos y un cuerpo intentando fusionarse con el suyo abrazándola, excitándola y haciéndola suya...

No sabía si era la sed de sexo o era la soledad que sentía cuando llegaba a casa, el caso era que día tras día notaba como aumentaba su necesidad y estaba llegando el momento en que ni siquiera el trabajo la distraía. Llegó un momento que no se atrevió ni a salir a tomar el bocadillo, ya que la última vez que se había sentado en su banco había sentido una casi irresistible necesidad de ir a casa de Orlando, disculparse y suplicar que volviese a aceptarla y aquello sí que no estaba dispuesta a hacerlo bajo ningún concepto. Ella no había hecho nada malo. Era él el que tenía que ir a ella.

Afortunadamente tenía a María que la distraía y la sacaba por ahí de vez en cuando. Su compañera había resultado ser una amiga excelente. Se entendían perfectamente y se encontraba siempre cómoda en su presencia, hablando de cualquier cosa y riéndose del mundo.

Aquella tarde, sin embargo, María tenía cosas que hacer y no pudo salir con ella a tomar algo. Las paredes se le echaban encima en cuanto llegaba a casa, así que decidió ir al cine solo para evitar llegar demasiado temprano. No se fijo siquiera en la película, cogió una entrada para la que empezaba antes y entró.

Apenas había seis personas en la sala; una pareja, un chico gordo de rostro granujiento, dos mujeres de mediana edad de aspecto bastante estirado que se habían colocado lo más lejos posible de la pareja y un hombre de pelo ralo y canoso, con gafas de pasta negras y aspecto  despistado, que se había sentado en la parte delantera de la sala. Dudó un momento, pero la mirada ansiosa del hombre desde detrás de aquellos gruesos cristales de aumento la decidieron.

—¿Le importa que me siente a su lado? —preguntó Bris sonriendo— No me gusta ver las películas sola.

El hombre abrió aquellos ojos como un pez al otro lado del vidrio de una pecera y masculló algo que ella no llegó a entender mientras afirmaba con la cabeza.

Las luces se apagaron y  tras los trailers se dio cuenta de que había escogido una película de superhéroes. La idea de un tipo en pijama haciendo idioteces, por muy bien que le sentase, le aburría. Pronto perdió el hilo y se inclinó sobre el hombro de su vecino.

—No entiendo estas películas. El bueno tiene toda las de ganar y aun así el malo, sin ninguna ventaja más que el dinero, lo intenta. El mérito lo debería tener ese Luthor, sin nada más que astucia se las arregla para poner a ese idiota siempre en el borde del desastre.

El hombre asintió y se giró echándole una mirada al escote que él creyó disimulada. Bris no lo pudo evitar hinchó el pecho y suspiró. Sus pechos tensaron la blusa y el desconocido pudo ver un atisbo de su sujetador entre las ranuras de la botonadura.

—Realmente el único superhéroe que me parece un poco real es ese Ironman con su afán de notoriedad y poder. Siempre rodeado de lujos y mujeres. ¿Si tu fueses un superhéroe y te encontrases con una mujer hermosa te comportarías como un monje? —le preguntó cruzando las piernas.

—Yo... No. —respondió el hombre mientras miraba como el borde de su falda subía poco a poco por su muslo desnudo.

Fue en ese momento cuando Bris se giró y sorprendió al desconocido con aquella mirada libidinosa magnificada aun más por las lentes. El hombre, viéndose sorprendido, intentó disculparse, pero Bris sonrió y girando su cuerpo hacia él, se desabrochó uno de los botones de la blusa y metió la mano entre sus pechos.

—Igual esas gafas esconden también un superhéroe. —susurró.

El hombre fijó la mirada hipnotizado e hizo una mueca indescifrable. Bris sonrió y descruzando las piernas las separó de forma que la falda quedo arremangada en torno a su cintura. Los ojos del desconocido se abrieron aun más al ver el tanga de seda transparente que apenas dejaba nada  a la imaginación.

A la luz de la explosiones, Bris apartó ligeramente la prenda con la mano libre, mostrándole el sexo depilado y el pequeño triángulo de vello oscuro que cubría su pubis. El único movimiento que se atrevió a hacer el desconocido fue para relamer sus labios resecos.

—A veces me pregunto cómo sería follar con un superhéroe. —dijo mientras comenzaba a acariciarse el pubis y la vulva con suaves movimientos circulares— ¿Me follaría en el aire? ¿Tendría superpolla o supertestículos ahí abajo? —señaló Bris las ingles de su vecino de butaca.

La mirada fija de aquellos ojos la excitó. Sabía que aquel hombre estaba a punto de saltar sobre ella. Solo su educación y la consciencia de que no estaban solos lo retenía. Bris se desabotonó otro botón de la blusa y liberó uno de los pechos del sostén para poder acariciarlo con más facilidad. El placer comenzó a irradiar de su sexo y olvidándose ya de su público aceleró los movimientos de sus manos. Sus pezones se erizaron y notó como su vagina se encharcaba. Ansiosa separó las piernas todo lo que la butaca le permitía, se metió dos dedos y comenzó a masturbarse con fuerza.

Cuando abrió de nuevo los ojos vio como el hombre se había metido la mano dentro del pantalón y se estaba acariciando la polla mientras la miraba. Bris frunció los labios y le guiño un ojo. Apartando la mano del pecho se la metió en la boca, la lamió y la embadurnó mirando al hombre a los ojos y sin dejar de masturbarse.

El hombre aceleró sus caricias y puso un rictus de placer fue entonces cuando acercó la mano a la boca del desconocido, que no se hizo de rogar y la chupó y la lamió con ansia. Aquello debió de ser demasiado para él, porque tardó apenas un par de segundos en correrse con un gruñido apagado.

—¡Vaya! Es evidente que no eres ningún superhéroe. ¡Qué lástima!

Bris puso cara de desilusión y siguió masturbándose hasta que se corrió un par de minutos después. El hombre no dejó de mirarla ni un solo minuto, pero ya no se masturbaba, simplemente la miraba como si fuese una cima imposible de escalar. En cuanto se pasaron los últimos rescoldos de placer, se compuso la ropa y salió de la sala. A sus espaldas, un hombre volvía deprimido su mirada miope hacia la pantalla.

La lluvia estaba cayendo con fuerza cuando salió del cine. No tenía ganas de mojarse, pero le resultó imposible conseguir un taxi, así que cuando llegó a la parada del autobús estaba empapada de arriba abajo. Aquella lluvia contribuyó a acabar con la ligera euforia que se había desatado con el orgasmo y a recordarle que aquello era insuficiente. Mientras esperaba en la marquesina abrió el bolso y sacó la tarjeta de Kyril. Dudo un par de minutos, pero finalmente cogió el teléfono y marco el número.


Había tenido que recurrir a toda su fuerza de voluntad, pero por fin había dejado de acudir todos los días al ventanal y vigilar a Bris. El paso del tiempo y la conversación con Kyril, que había sentido como una traición, lo habían ayudado algo y aunque de vez en cuando su mente, sobre todo durante las noches, le jugaban alguna mala pasada, por fin se sentía liberado de la sombra de su expupila.

Aun así la separación le había hecho ver lo solitaria que se había vuelto su vida. Trabajando desde casa y sin una pareja estable, el Club se había convertido en su única forma de socializar. No es que el hecho le molestase demasiado, lo que pasaba era que no sentía que allí se pudiesen forjar amistades sólidas y más si eras un miembro del consejo en quien todos querían influir.

Más difícil aun era conseguir una nueva esclava. Aspirantes no le faltaban, pero entre las que querían conseguir convertirse en miembros de pleno derecho, las que querían un juguetito como la cola que le había dado a Bris y las que sentían curiosidad o creían que podían convertirlas en alguien tan atractivo como su antigua esclava sin tener ninguna de sus virtudes, era para él una misión imposible.

Por lo tanto mujeres no le faltaban. Se divertía y procuraba que ellas no resultasen decepcionadas, pero cuando alguna de ellas le sugería repetir, las imágenes de Alba o Bris se le aparecían. Era verdad que no consideraba ninguna candidata apta, pero tampoco se sentía con fuerzas para soportar otra traición como las que había sufrido. No quería pensar en que pudiese ser él el culpable, como Bris le había repetido. Puede que se hubiese pasado, pero su intención al intimidar a Mauricio no era demostrar que Bris era de su propiedad, solo quería protegerla y que ella lo hubiese interpretado de aquella manera le había dolido especialmente y le hacía desconfiar de cualquier mujer que se le acercaba. No entendía su insistencia de que ella lo tenía todo bajo control. Entonces, ¿Cuándo tenía que haber intervenido? ¿Después de que aquel imbécil la hubiese violado?

Otra vez pensando en ella. Cada vez que se permitía relajarse, Bris volvía a colarse en su mente. El sonido del teléfono le sacó de sus pensamientos. Lo cogió como un naufrago aferrándose a un salvavidas, sin mirar siquiera a la pantalla, así que cuando oyó la voz de Kyril no pudo evitar arrepentirse.

—Hola, Orlando. —le saludó— ¿Cómo va eso?

—Aquí, trabajando un poco. —mintió con la esperanza de que Kyril abreviase la llamada.

—Estupendo. —dijo él sin darse por enterado— Solo quería comentarte que mañana voy a ir al Club con Briseida.

—Ah ¿Sí? —preguntó intentando parecer indiferente.

—Te lo quería comentar por si no querías cruzarte con nosotros. Ya sabes, a lo mejor es un poco violento para ti y preferirías no acudir.

Si no querías que acudiese no me lo hubieses dicho. —pensó Orlando preguntándose qué cojones estaría tramando aquel cabrón.

—No te preocupes, tienes todo el derecho a salir con ella.

—Ya, pero con el encontronazo que tuviste con ella hace quince días prefería ser cauto. —se explicó Kyril con un tono inusualmente melifluo en su voz.

Aquel tonillo en la voz le molestó y le confundió a partes iguales. La verdad era que no sabía si Kyril quería que acudiese al Club o no. Era como si se ocultase un as en la manga. Conocía a ese hombre y sabía que no solo era cruel, también era muy astuto.

—Eso es agua pasada. No te preocupes, no intentaré atizarte. —replicó intentando mantener el tono desinteresado en la voz.

—Estupendo. Entonces no te molesto más. Suponía que te comportarías como un caballero, pero me sentía obligado, no quiero que pienses que he estado esperando tu separación para abalanzarme sobre Bris. Simplemente esa joven es irresistible y si no hubiese sido yo hubiese sido cualquier otro.

—Lo entiendo y no te lo reprocho. —se limitó a contestar, una cosa era admitir una realidad sobre la que no tenía ningún control y otra cosa era darle su bendición.

—Bueno, entonces todo aclarado. No te molesto más. Que tengas un buen día y no trabajes demasiado.

—Igualmente. —se despidió pensando que jamás había oído que Kyril se dedicase a nada en especial.

Dejó el teléfono meditabundo. No sabía que pretendía Kyril y prefirió no pensarlo. Como no quería dejarse influir por la palabrería de aquel hombre decidió hacer lo que tenía planeado y acudir al Club al día siguiente.

Este relato consta de 39 capítulos publicaré uno más o menos cada cinco días.