Rozando el Paraíso 25

Observó sus largas piernas, su cuerpo perfecto, su piel pálida y satinada y el rostro, hábilmente maquillado y al que el leve gesto de melancolía que mostraba no hacía sino magnificar su belleza...

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Los días pasaban y Orlando había asentado una nueva rutina en su vida. Todos los días después del trabajo cogía el coche e iba al Club. A pesar de que era casi una hora de trayecto no había faltado un solo día, decidido a estar presente cuando Bris apareciese. La noticia de que iba a ser objeto de una subasta había corrido por el Club y todos los socios hervían de impaciencia a medida que se acercaba la supuesta fecha. Pero antes de nada Bris debía de personarse en  las instalaciones para hacer la petición al consejo. A pesar de que era una mera formalidad, se había convertido en la ocasión perfecta para que el subastado se exhibiese y aunque en ese caso no hiciera falta, había que cumplir con la tradición y a Bris no le quedaba mucho tiempo.

Se decía  a si mismo que su interés era solo protegerla y evitar que cayese en malas manos, pero la realidad era que la echaba de menos cada día.  Necesitaba verla, cerciorarse de que todo lo que había pasado aquellos meses no había sido un sueño. Ahora, su único contacto con ella era cuando acudía al parque, a tomarse un descanso del trabajo, el único lugar en el que podía verla sin que ella se sintiese acosada.

Mientras esperaba pasaba el tiempo con otras mujeres deseando que alguna le hiciese olvidar a Bris, pero el olvido era tan fugaz como la satisfacción. Ninguna era tan bella, tan dulce tan atenta, tan... entregada. Ahora sería de otro, pero se aseguraría de que no acababa con el hombre equivocado. Le preocupaba especialmente Kyril. Sabía que era el tipo de hombre que podía atraer a Bris, pero tenía un lado oscuro. Era demasiado violento y tenía unos gustos más oscuros. En sus manos, Bris agonizaría.

Cuando finalmente Bris llegó no estaba preparado. Nadie estaba preparado. En la sala común todos se dieron la vuelta. Orlando la observó atentamente una vez más, como un artista observando una obra suya, intentando buscar un defecto que pulir en ella, pero no lo encontró. Observó sus largas piernas, su cuerpo perfecto, su piel pálida y satinada y el rostro, hábilmente maquillado y al que el leve gesto de melancolía que mostraba no hacía sino magnificar su belleza. Llevaba el pelo atado en una tensa cola de caballo y se había vestido con un sencillo sujetador de seda y un minúsculo tanga de color turquesa. De su cuello colgaba un collar de eslabones plateados y de cada uno de aquellos eslabones partían una serie de finas cadenillas adornadas con piedras de swarovsky que se pegaban a  su cuerpo envolviéndolo en un halo brillante.

Encaramada en unas sandalias de tacón también adornadas con pedrería y que dejaban  a la vista la casi totalidad de sus pies, atravesó la sala común con el paso leve de una hechicera, contoneando las caderas y despertando el deseo de todos los presentes. La vio acercarse a uno de los miembros del consejo para pedirle audiencia y a continuación sentarse en un lugar apartado, lejos de aquellos ojos que no dejaban de mirarla, con una mezcla de lujuria y respeto. Orlando no pudo por menos que lamentarse por su torpeza. ¿Cómo coño había dejado escapar a Bris? La razón en que en aquel momento le había parecido tan importante, ahora le parecía patéticamente estúpida. Como nuevo miembro del consejo se levantó del asiento que ocupaba y se reunió con todos los que estaban en el Club para recibir la petición.


Bris esperó en la antesala de la sala del consejo hasta que todos los presentes se hubieron sentado. A pesar de que su llegada había transcurrido tal y como había esperado, seguía estando nerviosa. Afortunadamente Kyril la había informado de lo que tenía que hacer para la subasta y sabía que no tardaría mucho. Se sentó en una esquina, apartada del resto, deseosa de mantener la distancia y aumentar así la expectación. Cinco minutos después una chica se le acercó y le dijo que el consejo aguardaba.

La mujer la guio por un pasillo hasta una pesada puerta de doble hoja. Con evidente esfuerzo la mujer abrió la pesada hoja y le franqueó el paso antes de volver a cerrarla a sus espaldas. Bris se encontró en una estancia amplia, dominada por una larga mesa de conferencias, a la que estaban sentados cinco hombres. Cuando vio que Orlando estaba entre ellos estuvo a punto de salir corriendo. Pensaba que ya estaba preparada para enfrentarse a él, pero se equivocaba. A duras penas pudo contener los estremecimientos de su cuerpo mientras que su corazón martilleaba en su pecho amenazando con escaparse de su cuerpo. Respirando hondo desvió la mirada hacia Kyril que ante la ausencia del decano y como miembro de mayor rango de los presentes, era el hombre que ocupaba el centro de la mesa y se acercó haciendo una leve inclinación de cabeza.

—Tengo entendido que tienes una petición. —dijo Kyril solemnemente.

—Así es. —respondió ella obligándose a mantener la mirada fija en el hombre que la interpelaba— Deseo presentarme a subasta.

—¿Conoces las normas de nuestras subastas? —preguntó Kyril con una sonrisa que pretendía ser tranquilizadora.

—Sí. No hay reserva. O sea, que a pesar de que yo seré la que elija cual es la oferta más valiosa, tengo que elegir obligatoriamente una de ellas. El resultado será vinculante durante un tiempo predeterminado que anunciaré en el momento de la subasta y que en todo caso no será inferior a una semana...

—Bien, —le interrumpió el más anciano de todos los presentes, que evidentemente tenía prisa— veo que las conoces, no hace falta que las repitas y creo que ninguno de los presentes tiene inconveniente. —involuntariamente varios de los consejeros giraron un instante la mirada hacia Orlando que simuló no darse por enterado y simplemente se limitó a asentir.

A continuación le presentaron un documento que cerró el contrato y Kyril intervino de nuevo.

—¿Has pensado ya en una fecha?

—Si no es demasiado apresurado me gustaría celebrarla este mismo sábado. —contestó Bris mientras firmaba.

—Por nuestra parte no tenemos inconveniente. Creo que las diez de la noche será una hora adecuada. Ahora puedes retirarte.

Bris hizo una leve inclinación y tras dar brevemente las gracias se giró y se dirigió a la puerta sintiendo que si estaba un minuto más en aquella estancia a la vista de Orlando se quedaría sin fuerzas.

Solo cuando estuvo fuera se dio cuenta de que había estado conteniendo la respiración. Dejando atrás el angosto pasillo volvió a la sala común. Esta vez algunos de los presentes se le acercaron y le preguntaron si eran ciertos los rumores. Bris lo admitió y mantuvo varias conversaciones mientras bebía un poco de champán. Recibió varios ofrecimientos y estaba dispuesta a rechazarlos para mantener la expectación, pero las miradas de la gente y los ligeros roces que en el Club estaban permitidos la excitaron hasta tal punto que no pudo contenerse más. Se giró buscando entre aquellas miradas lujuriosas y descubrió unos ojos castaños y grandes que la miraban fijamente.

Sibila era más joven que ella, con el pelo corto, castaño y casi rapado al cero a la altura de las sienes. Tenía un cuerpo menudo y elástico con unas piernas casi demasiado largas en comparación con el torso, lo que acentuaba con unos zapatos de plataforma que hacían que sus ojos quedasen casi a la misma altura que los de Bris. El conjunto de lencería vintage y la miríada de tatuajes que cubrían su piel, junto con aquella mirada entre inocente y pícara le daban un aire de pinup de los años cincuenta.  Bris la interrogó con los ojos y la chica sonrió y sin hacerse de rogar la cogió de la mano y la llevó a una de las habitaciones.

Sibila había elegido una estancia luminosa, pintada de blanco, con una amplia claraboya y profusamente iluminada con potentes leds de luz blanca que hacían que la piel de Bris brillase como el nácar. En el centro de la estancia estaba el único mueble, una enorme cama con dosel también pintada de blanco y de cuyos postes colgaba tenues cortinajes de tul blanco. En cuanto entraron Sibila estuvo a punto de cerrar la puerta, pero Bris se lo impidió. Quería que cualquiera que pasase por allí pudiese verlas. Según las normas todo el que pasase por allí tenía derecho a mirar, pero no a atravesar el umbral si no era invitado.

Bris tiró de su amante y la llevó al centro de la habitación. Se observaron largamente antes de que Sibila rompiese aquella inmovilidad y se acercase a ella para besarla. Tras rozar suavemente los labios de Bris con los suyos Sibila le dio unos suaves mordiscos hasta que Bris separó los labios y sus bocas se fundieron. La boca de la joven era fresca y sabía un poco a menta. Bris la agarró por la nuca y profundizo en sus besos llevada por el ansia. Hacía casi tres semanas que no tocaba un cuerpo que no fuese el suyo y se dejó llevar por el deseo. Sin dejar de besarla recorrió con sus manos la espalda de la joven, el culo y los costados. La joven suspiro y se pegó un poco mas contra ella meciendo las caderas con suavidad, incapaz de estarse quieta. Bris, llevada por la misma comezón, le quitó el aparatoso sujetador y  se abalanzó sobre aquellos pechos pequeños y morenos, acaricio los pezones oscuros y jugó con ellos hasta que estuvieron erectos.

—¿Te gusto? —preguntó la joven separándose un instante para respirar.

—Eres muy hermosa. —respondió Bris con la voz ronca de deseo.

Sin soltar los pechos de Sibila acercó los labios y le lamió y le besó los pezones. La joven la cogió por la cola de caballo y pareció que iba a acercarla  aun más a ella, pero la separó y mediante besos y suaves empujones la invitó a sentarse en la cama. Bris se puso cómoda y observó como Sibila se exhibía ante ella, bailando una música que solo ella era capaz de oír. Los dragones que tenía tatuados en su torso parecían moverse queriendo estrecharla mientras su torso se movía. A continuación se dio la vuelta e inclinó el torso a la vez que separaba las piernas. El culo de la joven tensó el culote. Bris pudo distinguir la vulva haciendo prominencia en el liquido tejido de la prenda e inconscientemente acercó las manos a su sexo.

Sibila, a su vez, volviendo la cara para mirar a Bris a los ojos, deslizó las manos entre sus piernas y comenzó a acariciarse la delicada prominencia por encima de la prenda, alternando las caricias con pequeños golpecitos hasta que una tenue mancha de humedad se expandió por el tejido. Con un suspiro y todavía dándole la espalda se quitó el culote. La prenda resbaló por sus piernas hasta caer al suelo mientras la chica seguía masturbandose.

Con un gesto la dijo que se acercase. Sibila se dio la vuelta y se acercó a ella con lentitud acariciándose y mostrándole su cuerpo solo cubierto por sus tatuajes. Mientras la observaba, Bris vio por el rabillo del ojo como unas cuantas cabezas asomaban por el umbral de la puerta. Llevada por el afán de exhibirse se quitó el tanga, se sentó en el centro de la cama e invitó a la joven a sentarse de espaldas a ella entre sus piernas.

Bris adelantó las piernas y acarició el vientre y el torso de la chica recorriendo los dragones con las punta de las uñas y provocando que la respiración de la joven se acelerase. Sibila separó las piernas y dejó que las manos de Bris bajasen por su vientre acariciasen el interior de sus muslos y finalmente se posasen sobre su sexo. Todos los espectadores pudieron ver como Bris acariciaba el pubis depilado de la joven y lo golpeaba suavemente arrancándole los primeros gemidos. A medida que la excitación aumentaba, comenzó a retorcerse separando las piernas, moviendo las caderas al ritmo de las manos de Bris y apoyando la cabeza en su hombro. Bris aprovechó para mordisquear su cuello y los lóbulos de sus orejas jugando con la media docena de aretes dorados que las perforaban. Cuando sus dedos finalmente entraron en su vagina, Sibila soltó un largo gemido. Bris animada por el gesto la penetró con fuerza apoyando la palma de la mano en el clítoris con cada penetración hasta que la joven tuvo que separarse para no correrse.

Dándose la vuelta Sibila se sentó frente a Bris y cogiendo la mano que la había estado torturando se la llevó a la boca antes de besarla. El intenso sabor de su sexo invadió su boca excitándola de tal manera que llevada por el deseo se acercó a Bris y la invitó a sentarse sobre su muslo.

Agarrando a la joven por la nuca le miró a los ojos y comenzó a desplazar su sexo por el muslo tatuado arriba y abajo cada vez más deprisa, mientras Sibila le quitaba el sujetador y le chupaba con fuerza los pezones. El placer inundó su cuerpo aun más agudizado por la falta de sexo de los últimos días. ¡Dios como lo necesitaba! Cerrando los ojos apoyó la frente contra la de su amante, únicamente concentrada en el placer. Con un ligero movimiento Sibila se ladeó y pasó la pierna que tenía libre por encima de la Bris de forma que los coños de ambas entraron en contacto. El sexo cálido y húmedo de la joven la excitó aun más y Bris comenzó a moverse con más urgencia a la vez que besaba de nuevo a la joven.

Con un movimiento sincronizado ambas se echaron hacia atrás y apoyando las manos en la cama comenzaron a mover las caderas a la vez de forma que sus sexos chocaban cada vez más violentamente. El placer las envolvió. Bris sentía que se estaba derritiendo y llevada por la necesidad de que Sibila sintiese lo mismo se giró en una especie de llave de manera que la joven quedó de cara contra las sábanas. Agarrándola por los tobillos siguió golpeando con más energía el sexo de ella. Sibila se retorcía mordía las sábanas y gemía cada vez más fuerte hasta que la joven no pudo más y se corrió. Inmediatamente Bris se separó y abrazó a Sibila y la besó mientras los relámpagos del orgasmo se atenuaban.

En cuanto Sibila estuvo recuperada se irguió y obligó a Bris a tumbarse boca arriba antes de enterrar la cabeza entre sus piernas. El suave y húmedo contacto de la lengua de la joven con su clítoris fue glorioso. Gimiendo revolvió el pelo de la joven y presionó la cabeza contra su entrepierna. La lengua de Sibila entró en su vagina dura y caliente vibrando en su interior y libando su vagina como si se tratase de una flor. A punto de correrse Bris la apartó un instante. Sibila besó sus muslos y su pubis, pero enseguida volvió a la carga penetrándola con los dedos mientras golpeaba el clítoris con la lengua.  El orgasmo no tardó en llegar. Las oleadas de placer se expandieron desde su vagina inundando todo su cuerpo mientras su amante seguía masturbándola y mordisqueando su vulva y su clítoris prolongando su placer hasta que los estremecimientos incontrolados de su cuerpo la obligaron a apartarse.

Sibila se tumbó a su lado y la besó de nuevo con aire satisfecho.

—Ha estado muy bien. —dijo la joven— Y creo que no ha estado mal como propaganda para tu subasta. —añadió señalando con un gesto a la puerta donde se había juntado una pequeña multitud— Creo que yo también participaré. ¿Tengo alguna oportunidad?

—Si haces una buena oferta... —dijo Bris intentando ser diplomática a pesar de que una mujer no era en lo que estaba pensando como su próxima pareja.

Llevada por una sensación de culpabilidad por mentir a la joven acarició su cara y le dio un largo beso. Se abrazaron un rato y permanecieron en la misma postura. Poco a poco la gente perdió el interés y les dejó un poco de intimidad. No volvieron a hacer el amor, pero siguieron besándose y acariciándose mutuamente hasta que Bris tuvo que irse.

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