Rozando el Paraíso 18
Comió sin gusto, lentamente, como si cada bocado se convirtiese en una bola de cemento que era incapaz de tragar. Finalmente el ruido de los insectos zumbando a su alrededor la obligaron a volver a la realidad...
18
El día siguiente fue a la biblioteca un tanto aprensiva, incapaz de imaginar cual sería la actitud de su jefe hacia ella, pero cuando llegó finalmente a su puesto de trabajo, todo parecía estar como siempre. Aquel día ni siquiera se tropezó con él. Mauricio se lo había tomado con filosofía y había optado por no tomar ningún tipo de represalia... o eso parecía.
A pesar de todo Mary no estaba del todo convencida y no paraba de advertirla de que Mauricio no se conformaría y que intentaría aprovechar cualquier oportunidad para vengarse. Tardó unos días, pero al final el jefe terminó por darle la razón a Mari. Al principio no lo notó, pero poco a poco fue percibiendo como en las miradas de sus compañeros había ahora más que admiración o envidia. En muchas de ellas había abierta hostilidad. Bris trató de ignorarlas, pero el viernes cuando se acercó a la cafetería para comprar un bocadillo y ver como todas las conversaciones morían a su alrededor supo que algo iba mal. Con toda la fuerza de voluntad que fue capaz de reunir recogió el bocadillo y salió de la cafetería. Entre las murmuraciones oyó levemente la palabra buscona. Bris se dio inmediatamente la vuelta desafiante. Las murmuraciones cesaron, pero no las abiertas miradas de odio. Solo cuando salió al parque y se refugió en su banco de siempre se permitió exhalar un largo suspiro y llorar un par de minutos en silencio.
Comió sin gusto, lentamente, como si cada bocado se convirtiese en una bola de cemento que era incapaz de tragar. Finalmente el ruido de los insectos zumbando a su alrededor la obligaron a volver a la realidad. De un par de bocados apuró el sándwich de pavo y tras limpiarse sacó un pañuelo y un pequeño set de maquillaje del bolso, se limpió las lágrimas de la cara y se retocó el maquillaje hasta quedar de nuevo perfecta. No pensaba darle a ese cabrón la oportunidad de ver cumplida su venganza. Cuando volvió a la biblioteca atravesó el hall con paso deliberadamente lento, la cabeza alta y gesto de normalidad en su rostro. Cuando finalmente llegó a su despacho por fin soltar un suspiro de alivio.
—Es horrible. Ese cabrón les ha dicho algo y ahora todo el mundo me odia. —Bris necesitaba contárselo a alguien y Mary era la única persona en la que realmente confiaba.
—Te avisé de que no te acercaras a él. —dijo Mary.
—Y no lo hice, Mary. Solo tuve un despiste y él lo aprovechó. Ahora está cabreado y ha decidido vengarse. Vete a saber que rumores estará esparciendo sobre mí.
—Nada que no te puedas imaginar...
—¿Lo sabes? —le interrumpió Bris mirando a su amiga fijamente.
—Yo... Lo siento no sabía cómo decírtelo. Ayer alguien me contó lo que Mauricio estaba diciendo de ti y me preguntó si era cierto. —respondió Mari con un gesto de culpabilidad— Yo le dije que era totalmente falso y le conté tu versión. Creí que había convencido a esa persona y que todo iba a quedar en eso, en una pataleta. Por eso no te conté nada. Pero al parecer esa persona no me ha creído. Lo siento, debí decírtelo.
—No te preocupes no hay nada que disculpar. Tú no tienes la culpa de nada. El hijo de puta es Mauricio.
—¿Quieres que te cuente los detalles? —preguntó Mary a pesar de que era obvio que no tenía ninguna gana de hablar.
A Bris tampoco le apetecía escucharlos, pero no sabía exactamente por qué sintió la necesidad de conocer todos los detalles. Así que se limitó a asentir con la cabeza temerosa de que le temblase la voz si intentaba hablar.
—Aunque ya no tenemos tanto contacto desde que me trasladaron sigo llevándome bastante bien con Miriam, la de contabilidad. El caso es que debió de hacerse un grupito y la mandaron a ella aquí abajo mientras estabas en el parque para saber qué era lo que sabía yo del asunto.
—¿Y qué te dijo?
—Que a Mauricio, tomando unas copas con sus colegas, se le había escapado que te había echado un polvo en el despacho...
—Será cabrón. Ya le gustaría a ese hijo de perra. —exclamó Bris antes de volver a contenerse para que su compañera pudiese continuar con el relato.
—La verdad es que dio todo tipo de detalles y creo que Miriam vino sobre todo no para saber si era verdad que Mauricio te había follado, cosa que daba por hecho, sino para saber si eran ciertas las cosas que decía que le habías hecho.
—¿Y qué se supone que le hice? —preguntó Bris sentándose en una silla y fijando los ojos en su amiga, dejándole claro que quería hasta el último detalle.
—Está bien, te lo contaré todo. Pero en el momento que creas que no puedes aguantar más, dímelo y pararé.
—Tranquila, sabes que confío totalmente en ti. Eres como mi hermana mayor.
—Bueno, pues allá va. Al parecer Mauricio dijo que te había mandado llamar al despacho para hablarte de la posibilidad de el trabajo que te comentó y que al decirte que tenías posibilidades, pero que había un par de candidatos más, le pusiste ojitos y le preguntaste si había algo que pudieses hacer para mejorar tus posibilidades.
—¡Menudo cerdo! —le interrumpió Bris antes de que su amiga continuase.
—Según Mauricio a continuación rodeaste su escritorio y le diste un masaje en los hombros antes de girar su silla y arrodillarte frente a él. Dice que colaste las manos en su bragueta y comenzaste a acariciarle la polla sin dejar de sonreír y preguntarle si alguno de los candidatos tenía unas manos más suaves que las tuyas. Al parecer el calor de tus manos hizo que su enorme polla (dime de qué presumes y te diré de qué careces) se le puso como un canto.
—¡Dios! este tipo de gente me crispa los nervios.
—Pues se pone aun peor. Mauricio dice que cuando notaste su polla erecta le bajaste los pantalones y los calzoncillos y te tragaste su polla entera como una pitón hambrienta. Al parecer ahí hizo un chiste entre pitón y putón, pero voy a ahórramelo. A continuación comenzaste a chupársela con fuerza antes de que el reaccionase, se pusiese en pie y comenzase a bombear dentro de ti. Dice que no perdías la sonrisa ni cuando te metía la polla en el fondo de la garganta durante casi medio minuto sin dejarte respirar.
—Ya le gustaría. No tocaría su polla ni con un palo. —dijo sorprendida por sentir más desprecio que asco o indefensión ante las mentiras de su jefe— ¿Y qué se supone que hice después?
—Según él, tú no hiciste nada más. Dice que cogiéndote por el pelo te obligó a incorporarte y te lanzó de cara contra la mesa del despacho. Aprovechando que ponías las manos por delante para protegerte, dice que te levantó la falda y te arrancó los pantis y el tanga de un tirón.
—Gilipollas...
—Dice que estabas tan caliente que cuando te metió su polla resbaló hasta el fondo con un ruido húmedo. A continuación empezó a follarte con empujones bestiales mientras tu gemías y gritabas como una loca pidiendo que le dieses más polla y que le rompieses el culo. Mauricio aseguró que te hizo caso, que tu culo era deliciosamente estrecho y que gritabas como una puta cada vez que él enterraba su polla en el fondo de tus entrañas, además añadió que no tardaste ni cinco minutos en correrte.
—Majadero. Ni en un millón de años conseguiría que yo sintiese el más mínimo placer estando con él. —sentenció Bris.
—En ese momento, al parecer se apartó para darte la vuelta y te abrió la blusa. Dice que no llevabas sujetador y que te sobó y te chupó los pechos excitándote de nuevo. Justo en ese momento te obligó a arrodillarte de nuevo y metió su polla entre tus pechos. El empujó con todas sus fuerzas mientras tu escupías en tu canalillo y apretabas tus pechos contra su polla hasta que no pudo aguantar más y se corrió en tu cara. Afirma que cuando se apartó tú continuaste de rodillas y le sonreíste con su semen colgando de tus pestañas mientras recogías la corrida que se extendía por tu cara y te la metías en la boca.
—Pfff. Vaya sarta de idioteces. Cualquier persona con dos dedos de frente sabe perfectamente que eso lo ha sacado de la última peli guarra que ha visto. —argumentó Bris con desprecio.
—No dejas de tener razón, pero ten en cuenta que estaba hablando a una auditorio que está dispuesto a escuchar y aceptar las mentiras de su jefe. —replicó Mary— La mayoría de la gente que trabaja no te conoce más que superficialmente y el cambio que has dado no lo han digerido muy bien. Los hombres te desean a pesar de que saben que estas fuera de su alcance y las mujeres te envidian y se sienten amenazadas al ver que los hombres solo tienen ojos para ti.
—Supongo que tienes razón. Podré vivir sin su afecto. De hecho, antes de conocer a Orlando, todo el mundo me ignoraba. Si te digo la verdad, prefiero que me odien a que no sepan ni que existo.
—Deberías mantenerte un tiempo fuera de la vista de todos. Hasta que las cosas se calmen un poco. —le aconsejó Mary.
—Eso solo hará que los que creen esa sarta de idioteces se convenzan aun más así que ni hablar. Mañana también me encargaré de subir los pedido arriba. Solo faltaba que ese gilipollas se creyese que me ha intimidado. Y si aun así siguen creyéndole me da igual. Solo hay una persona cuya opinión me interesa y esa eres tú. —dijo Bris acercándose a su amiga y abrazándola.
—Se perfectamente cómo es ese ejemplar. Prométeme que tendrás cuidado.
—Por supuesto. A partir de ahora sé lo que tengo que hacer. —dijo Bris cada vez más convencida de que tenía que acabar con aquel cabrón.
Tras un segundo más deshizo el abrazo y se dirigió a su mesa de trabajo. Se sorprendió de lo poco que le había afectado todo aquello. No tenía ni idea de que fuese tan fuerte. Tras el ataque de llanto en el parque, se había dado cuenta de lo poco que le importaba lo que la gente, con la que nunca había intercambiado más que un par de palabras desde que trabaja allí, opinase de ella le importaba una mierda. Ahora que estaba segura de que le daba igual lo que opinasen de ella, pero lo que sí iba a hacer era que todo el mundo se enterase de cómo era realmente su jefe.
Pensaba pasarse todas las mañanas con el carrito de los libros, día tras día hasta que aquel gilipollas volviese a llamarla a su despacho y entonces estaría preparada y grabaría toda la mierda que soltase por aquello boca.
En cuanto terminó la jornada fichó y se despidió de Mary lanzándole un beso. El paseo por el hall ya no fue humillante, solo fue un acicate para afirmarse en sus intenciones de vengarse y dejar el verdadero carácter de Mauricio a la vista.
En cuanto llegó a casa Orlando la esperaba con los brazos cruzados y gesto serio. Inmediatamente se dio cuenta de que seguramente la había estado vigilando como siempre y la había visto llorar en el parque.
—¿Te encuentras bien? —preguntó.
—Si lo dices por lo del parque. No te preocupes, no ha sido nada.
—Pues a mí me pareció algo. ¿Qué ha pasado? —preguntó en un tono que no admitía replica.
Bris no tenía pensado contárselo. Después de todo aquello era un problema que podía resolver sin la ayuda de su amo.
—De veras, Orlando. No ha sido nada.
—Además de ser Orlando, soy tu amo. Y ya sabes que no me gusta que me mientan. Y está mañana en el parque no me parecía que no fuese nada.
Bris se sintió incomoda ante la insistencia de él. No le gustaba que usase sus juegos para tratar de controlar su vida, aunque fuese para protegerla. Era una mujer adulta y sabía defenderse. No necesitaba su ayuda. Aun así, dominada por la costumbre de atender todos los requerimientos de su amo, le dijo lo que había pasado.
Orlando le pidió todos los detalles y a pesar de que Bris no tenía ganas de volver a repetir la historia, se los dio. Cuando terminó él la rodeó con sus brazos para consolarla. Bris se dejó hacer sintiendo como el cuerpo de su amo temblaba de rabia. Bris le devolvió el abrazo y le beso el cuello antes de guiarle al dormitorio. Aquella noche hicieron el amor de una forma especialmente furiosa.
Este relato consta de 39 capítulos publicaré uno más o menos cada cinco días. Si no queréis esperar podéis encontrar el relato completo en amazon.