Rozando el Paraíso 14

S se miró al espejo de cuerpo entero que había al fondo de la estancia y se recolocó el sujetador y el tanga hasta que quedó satisfecha con su aspecto. Al darse la vuelta Orlando se le acercó con la misteriosa caja de cartón y la abrió para que pudiese ver su contenido...

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Finalmente el día había llegado. Bris había estado toda la semana dándole vueltas e imaginando como sería su debut en el Club y qué era lo que su amo le tenía preparado. Intentó conseguir algo más de información sobre el acontecimiento, pero apenas consiguió sacarle nada más. Solo que iban a ir aquel día porque era el que se presentaban nuevos candidatos a formar parte de aquel selecto Club y que debía practicar con el dilatador más que nunca. Y así lo hizo,  de hecho lo estaba haciendo cuando Mari entró en la oficina a la carrera sobresaltándola.

—Uf, por poco no llego. —dijo su compañera mientras fichaba— Si vuelvo a llegar tarde el jefe me pela como a una mandarina. ¿Qué haces ahí parada con ese aire ausente.

—Oh nada, solo que hoy tengo una cita importante.

—¿Ah, sí? ¿Con tu misterioso novio?

—Sí, hoy voy a conocer a sus... amigos. —fue lo único que se atrevió a decir.

—Tranquila les caerás bien. No conozco a nadie que tenga mala opinión de ti.

—No sé yo. —replicó Bris— Últimamente las mujeres de la oficina no me miran igual...

—No les hagas caso. Realmente no te odian, lo que pasa es que les das algo nuevo de lo que cuchichear. De hecho no paran de preguntarme por la causa de este cambio tan drástico.

—¿Y qué les has dicho? —preguntó Bris tratando de ocultar el nerviosismo sin demasiado éxito.

—Pues que les iba a decir, la verdad. Que durante tus últimas vacaciones en Dubai te liaste con el hijo de un jeque árabe que te trató como una reina y te hizo todo tipo de regalos y tras una semana te dejó por su siguiente conquista.

—¿Eso les has dicho?

—¿Quién se creería la verdad? —replicó Mari con una carcajada— Además, de esa manera se sienten superiores a ti por tener una pareja aburrida pero fiable y no te tienen envidia.

—Gracias por la ayuda, pero no sé si será buena idea. Igual Mauricio piensa que es un buen momento para atacar, ahora que piensa que soy especialmente vulnerable por la "dolorosa ruptura". —pensó Bris en voz alta.

—Esa serpiente es lista. Mientras estés con testigos no intentará nada. Tú procura no trabajar hasta tarde ni acudir sola a su despacho y no tendrás problemas. Ahora termina tu trabajo cuanto antes y vete a prepararte. Yo te cubriré si te vas un poco antes.

Bris asintió y se fue a su puesto dispuesta a hacer caso a Mari por una vez. Trabajó toda la mañana sin parar ni siquiera para tomar el almuerzo y tres cuartos de hora antes del fin de la jornada ya estaba preparada para marcharse. Se despidió de Mari dándole un beso en la mejilla y salió de la Biblioteca casi a la carrera. Estaba tan ansiosa como temerosa por lo que le esperaba.

Cuando llegó a casa, Orlando no estaba. Le había dejado una nota diciendo que había tenido que ir a recoger algo a una empresa de ingeniería de las afueras y que volvería con tiempo suficiente para prepararse. A pesar de que tenía toda la tarde, Bris tampoco andaba sobrada de tiempo, así que tras comer a toda prisa una ensalada se dirigió al baño y comenzó a prepararse. Tras ducharse, lavarse y secarse el pelo se aplicó una generosa dosis de crema hidratante que dejó su piel suave y brillante. Frente al espejo se repasó el cuerpo con minuciosidad hasta que estuvo satisfecha con el reflejo que le devolvía. A continuación se dio la vuelta y se miró aun sin creer que aquella mujer era la misma de hacia solo unos meses. Jamás había tenido unas piernas tan delineadas y un culo tan firme. Al fijarse en sus glúteos vio el dilatador y se preguntó por qué la insistencia de su amo en que practicase con él. Con un estremecimiento de placer lo activó unos instantes antes de extraerlo para poder examinarlo. Seguía sin entender aquella forma tan peculiar y la rosca que tenía en la parte posterior.

Unas llaves haciendo girar la cerradura de la entrada la sacaron de sus pensamientos. Se volvió a colocar el dilatador y totalmente desnuda se dirigió a recibir a su amo. Orlando apareció por las escaleras cargado con la bolsa de un tienda de lencería en una mano y estuche alargado de cartón sin ningún distintivo en la otra. La curiosidad la reconcomía, pero sabía que no debía preguntar así que esperó que él se lo contara.

Durante un instante su amo se quedó quieto observándola desde abajo. Bris en vez de quedarse quieta separó ligeramente las piernas para que toda su anatomía quedase a la vista de Orlando, que tras una nueva mirada apreciativa se recuperó rápidamente y le alargó la bolsa de la lencería.

—Toma, quiero que te pongas esto, las sandalias, la gargantilla y una gabardina, nada más.

Sin más ceremonia se dirigió al baño para prepararse mientras ella iba a la habitación para cumplir con las instrucciones que le había dado.

Vaciando la bolsa se sorprendió de lo escaso del contenido. De la bolsa salieron un sujetador tipo balconet de seda negra, con bordados color plata que parecían plumas, rígido bajo sus pechos y con una parte superior que apenas tapaba sus pezones y un tanga a juego. Sin hacer preguntas se lo puso junto con las  sandalias y se dio la vuelta frente al espejo. Lo más curioso era el doble hilo que tenía el tanga al internarse entre sus nalgas, no acababa de comprender...

En ese momento entró Orlando en la habitación recién duchado y afeitado. Estaba tan atractivo así desnudo que por un instante deseó ser ella la ama y obligarle a hacerle el amor allí mismo. Sus miradas se cruzaron y el sonrió como si supiese en lo que ella estaba pensando haciendo que se sonrojara. Bajando la vista azorada se fue de allí para terminar de maquillarse. Lo hizo con especial cuidado y tras recoger su melena en un apretado moño y asegurase de que todo estaba en su sitio volvió a la habitación. Orlando ya estaba vestido. Llevaba un esmoquin y tenía una gabardina colgando de su brazo.

—Estas preciosa. —dijo él cuando la vio totalmente preparada— Vamos o llegaremos tarde, el coche nos está esperando.


El coche alquilado era una pesada limusina que avanzaba por las calles en total silencio aislándolos del bullicio de un atardecer veraniego en la ciudad. Orlando no había olvidado la sensación de llevar a una nueva pupila al club y a duras  penas podía ocultar su expectación. ¿Causaría Bris el impacto que esperaba en los socios? Hacía mucho tiempo que no iba por allí y a pesar de que Kyril le había asegurado que no había cambiado demasiado, no se fiaba. Una rápida mirada a su esclava, que estaba sentada a su lado, espléndida, con todos los músculos en tensión y los ojos muy abiertos eliminó todas sus dudas. ¿Cómo no iba a enamorarse nadie de aquel rostro y aquel cuerpo.

Sin apartar la mirada de la ventanilla ella alargó la mano, buscando un contacto tranquilizador. Orlando se la cogió. Estaba fría y un poco temblorosa.

—Tranquila, todo saldrá bien. —le dijo con voz suave.

—Lo sé. Confió en ti, amo.  —dijo ella sin conseguir que su mano dejase de temblar.

—Tengo dos regalos para ti. El primero debes ponértelo ahora. —dijo alargando a Bris una caja.

Dentro de ella había un antifaz de color blanco mate con plumas plateadas y un pico pequeño y fino que ocultaba su identidad. Bris se lo puso sin hacer preguntas, pero a pesar de ello su amo se lo aclaró.

—No todos los visitantes son socios. A veces son solo visitas esporádicas, esos no tienen porque descubrir su identidad. En tu caso mientras seas aspirante también puedes llevarlo.

—Entiendo. Gracias, amo. Es muy bonito. —dijo ella mirando el reflejo que le devolvía el cristal de la ventanilla.

El resto del camino transcurrió en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. A medida que se alejaban de la ciudad y la oscuridad iba ocultando el paisaje entre sombras, la mano de Bris se cerraba sobre la suya cada vez con más fuerza, hasta que finalmente el coche se detuvo frene a un palacete dieciochesco.

La sede del Club Oscuro Paraíso era un palacete construido como pabellón de caza para un duque. A la muerte de este, durante la guerra civil, fue usado como clínica de rehabilitación y debido a su proximidad al río y al aire fresco de las montañas se convirtió en un balneario que gozó de cierta fama hasta que en los años sesenta los habitantes de la ciudad habían sustituido sus vacaciones en las montañas de los alrededores por unos días en las playas valencianas.

En los años setenta el negoció había quebrado y los miembros originales del Club, uno de los cuales aun vivía, lo habían comprado y habían acondicionado para sus gustos particulares. Con el tiempo se fueron añadiendo amigos y conocidos a la pequeña sociedad hasta terminar formando un Club con varios cientos de socios.

Orlando se apresuró a bajar y tras rodear la limusina, cogió la caja de cartón y con la mano libre ayudó a salir a su esclava de la limusina. Recorrieron el corto paseo de grava de la mano. Bris se apoyó con un poco mas de fuerza para poder mantener el equilibrio con las sandalias en aquel suelo inestable hasta que por fin un portero les abrió la puerta del establecimiento.

El recibidor era tan impresionante como esperaba Era enorme, de mármol blanco y estaba dominado por una gigantesca escalinata que llevaba al piso superior de dónde provenía el rumor de música y conversaciones. En vez de subir directamente, Orlando la llevó por una puerta disimulada a la derecha de la escalinata. Esta daba a un largo pasillo flanqueado por otra serie de puertas que resultaron ser vestidores. Sin necesidad de que su amo se lo indicara Bris se quito la gabardina y la guardó en la taquilla. Con movimientos nerviosos se miró al espejo de cuerpo entero que había al fondo de la estancia y se recolocó el sujetador y el tanga hasta que quedó satisfecha con su aspecto. Al darse la vuelta Orlando se le acercó con la misteriosa caja de cartón y la abrió para que pudiese ver su contenido.

Bris observó las ligeras varillas de fibra de vidrio adornadas con plumas plateadas formando una especie de ramillete que terminaba unido en un vástago metálico con una rosca e inmediatamente supo su función.

De nuevo antes de que su amo lo exigiese se giró dando la espalda a Orlando y se inclinó separando ligeramente las piernas. Con suavidad su amo tiró del dilatador y lo extrajo de su ano. Un chispazo de placer le recorrió el cuerpo. Sin cambiar de postura esperó pacientemente a que su amo sustituyese la tapa del dilatador por la cola de plumas plateadas y se lo volviese a insertar. Con cuidado Orlando separó las dos tiras del tanga y deslizó el dilatador en su interior. A pesar de los ligeros materiales de los que estaba hecho, notó el peso de la cola, aunque gracias a su diseño, el extremo del dilatador se apoyó sobre la pared superior de su recto manteniendo la cola en la posición exacta.

Bris se incorporó y se observó. Con el sujetador, el antifaz y la cola parecía una especie de ave lira. Movió el culo y las flexibles plumas ondearon con gracia siguiendo sus movimientos. Creía que aquello era todo, pero entonces Orlando volvió a intervenir.

—Ahora contrae el esfínter una vez.

Bris obedeció y vio como el vástago se doblaba elevando la cola hasta ponerla vertical. La presión sobre su recto se incrementó obligándola a soltar un quedo suspiro.

—Ahora una contracción larga.

—Sí, amo.

Al obedecer la orden de su amo la cola se desplegó mostrando un espectacular entramado plateado. Bris no esperó a la siguiente orden de su amo y contrajo varias veces el ano. Todo el conjunto vibró y se estremeció de forma que le recordó las exhibiciones de los pavos reales.

—¿Te gusta?

—Sí, amo. Es un regalo precioso, mi amo. —dijo ella mientras dejaba que atase la correa a su gargantilla.

—¿Es cómodo?

—Resulta un poco pesado. E intensifica las sensaciones del vibrador, lo que me obliga a un esfuerzo extra, pero no es problema.

—Está bien, entonces adelante. Ha llegado tu momento.

Orlando la ayudó a girar la cola en la angosta estancia sin romper las delicadas plumas y le acompañó al recibidor. A pesar de que volvía a tener la cola recogida, una pareja que entraba en ese momento se quedó mirándolos con una mezcla de sorpresa e interés. Su amo les saludó con la mano y la guio escaleras arriba.

El piso superior estaba dividido en amplias estancias dedicadas a distintos gustos. Muchas tenían las puertas abiertas, de forma que todo el mundo podía mirar dentro lo que ocurría en algunas de las habitaciones. A esas alturas de la noche con todo el mundo pendiente de las iniciaciones apenas estaban ocupadas. Bris solo pudo ver una en la que seis hombres se apelotonaban en torno al cuerpo desnudo de una mujer rubia de aspecto delicado y otra en la que una mujer vestida con corsé y botas de cuero le daba una paliza a un hombre calvo de mediana edad.


Al final del pasillo estaba la sala de subastas. Estaban a punto de entrar cuando de la última puerta de la izquierda salió un hombre arreglándose la corbata. Inmediatamente la vio y se quedó petrificado. Al principio Bris creyó que la había reconocido, pero Javier solo se había quedado fascinado por el espectáculo.

—¡Vaya! Las candidatas de hoy prometen. —dijo su primo acercándose y observando a Bris desde todos los ángulos posibles.

Bris inconscientemente se puso tensa haciendo que la cola se levantase y se desplegase destellando a la luz de las lámparas.

—Es realmente bella... Oh. Perdón no me he presentado Soy Javier. —dijo carraspeando y alargando la mano hacia uno de los pechos de Bris.

—Encantado, soy Orlando y mi esclava no se toca. —dijo serio.

—Mmm, sí. Perdón es que es realmente fascinante. Tu pupila va a ser un éxito.

—Eso espero. —dijo dando un suave tirón a la correa que Bris interpretó rápidamente bajando de nuevo la cola.

Tras unos segundos Javier les deseó suerte y se dirigió a la sala de subastas sin apartar la mirada de Bris que no pudo evitar otro estremecimiento.

—¿Lo conoces?

—Sí, es un primo lejano. Con él perdí la virginidad.

—No lo cuentas con excesivo entusiasmo. —comentó su amo.

—Yo tenía diecisiete años y el diecinueve. Mi madre me dejaba salir con su pandilla porque estaba él para protegerme. En fin, que puso al zorro a cuidar del gallinero. Por aquella época me empezaron a crecer los pechos y él se obsesionó conmigo. Una noche bailando en la disco empezamos a tontear. En diez minutos me tenía contra la pared de un reservado magreándome.

—¿Te violó?

—No lo sé muy bien. Yo estaba excitada y un poco borracha y aunque no se lo pedí tampoco le dije que no. Fue una suerte que no me quedase embarazada. Lo que no me gustó fue lo que paso después. Sabía que mi madre trabajaba por las tardes y en cuanto podía se deslizaba hasta mi piso me desnudaba, me sobaba los pechos me lamía el cuerpo y me follaba siempre que le apetecía. Ni un beso, ni una palabra de cariño, solo era sexo sucio y rápido. A veces disfrutaba, pero la mayor parte del tiempo me sentía un recipiente para su polla. Llegué a creer que eso era el amor hasta que dos años después me di cuenta de que solo se estaba aprovechando de mí. Cuando al final tuve la suficiente presencia de ánimo para deshacerme de él me amenazó con contárselo a mi madre si no le dejaba seguir haciéndolo. Afortunadamente tuvo una oferta de trabajo fuera del país y me dejó en paz. Desde aquel momento no supe nada más de él. No sabía que hubiese vuelto. —dijo con un nuevo estremecimiento.

—Tranquila. No puede hacerte nada. Un acusación de violación o abusos, aunque no haya ocurrido en el Club es motivo de expulsión y te garantizo que no se atreverá. Estas segura conmigo.

—Lo sé y no tengo miedo, amo. Solo repugnancia. Son los típicos recuerdos que desearías olvidar.

—Bueno, ahora es el momento de hacer tu entrada triunfal así que recuerda que es lo que has venido a hacer y sonríe. —dijo él tirando suavemente de la correa e introduciéndola en la sala de subastas.

El lugar era un enorme salón de baile circular que había sido acondicionado con un plataforma en el centro que era donde se realizaban la subastas. Sobre la plataforma habían instalado un cubo de cristal de cuatro metros de lado profusamente iluminado. En la sala habría unas sesenta personas; parejas, tríos, personas solas... todos se giraron cuando Bris entró y siguiendo las instrucciones de su amo desplegó su cola y la hizo vibrar mientras giraba sobre sí misma. En ese momento, al sentir aquellas miradas ansiosas se sintió la mujer más deseada del mundo. Los presentes se fueron acercando uno a uno a saludarla y a felicitar a Orlando por su esclava. La última en acercarse fue Lara que se aproximó con un hombre de uno noventa y pico con aspecto de jugador de rugby de una correa.

—Antes era preciosa, ahora está espectacular. ¿Has pensado ya en un compañero de iniciación?

—Gracias, Lara. Precisamente me preguntaba si me prestarías a Antonio. Creo que la diferencia de tamaño y envergadura ayudará a hacer aun más visual el estreno. —repuso Orlando soltando la correa de Bris.

Este relato consta de 39 capítulos publicaré uno más o menos cada cinco días. Si no queréis esperar podéis encontrar el relato completo en amazon.