Rozando el Paraíso 10
Sentía placer, sentía escozor, sentía calor y humedad, emparedada entre aquellos dos cuerpo sudorosos...
10
Los primeros días fueron un tormento. Más que levantarse se arrastraba fuera de la cama entre dolores y pinchazos, con las articulaciones rígidas y doloridas. Tenía agujetas hasta en las pestañas y solo una larga ducha caliente lograba devolverle un atisbo de humanidad. Desayunaba rápidamente y salía a toda mecha para el trabajo.
Al principio había sido por la urgencia de llegar a tiempo, pero poco a poco se había acostumbrado a pasar taconeando a toda velocidad por el hall de la biblioteca y ser el objeto de las miradas libidinosas de todos los presentes. Cada vez disfrutaba más siendo el centro de atención, imaginando qué pensarían aquella panda de funcionarios aburridos mientras avanzaba repiqueteando con sus tacones por el mármol, con su cuerpo vibrando y oscilando embutido en el estrecho uniforme, con sus pechos pugnando por reventar los botones de su blusa.
Cada vez con más frecuencia se encontraba con el jefe en un pasillo o unas escaleras. Él la saludaba y ella le ignoraba y se alejaba de él sonriendo. No hacía falta que se diese la vuelta para sentir los ojos de Mauricio clavados insistentemente en su culo vibrante a medida que avanzaba por el pasillo. Sabía que estaba jugando con fuego, pero no podía evitarlo. Era como si de repente hubiese descubierto que tenía un superpoder. Los hombres la seguían con la mirada, hipnotizados allí por donde pasaba y la repulsión y la inseguridad dieron paso a una sensación de placer al sentir el poder que ejercía sobre ellos.
Mari también había notado el cambio y no estaba tan contenta. No decía nada, pero le hacía saber que aquella actitud le terminaría causando problemas. A pesar de todo, seguían siendo amigas y cada vez se sentía más tentada de contarle hasta que punto había cambiado su vida, aunque no terminaba de decidirse por miedo a cómo reaccionaría su amiga.
En cuanto terminaba el trabajo se iba. Esta vez ya no tenía prisa, consciente de que le esperaba una nueva sesión de ejercicios. Cuando creía que ya lo tenía dominado, Lucho, con su sonrisa morena le aumentaba de nuevo la resistencia del aparato o ideaba un nuevo y extenuante ejercicio. Invariablemente terminaba con el cuerpo desnudo bañado en sudor y deseando que acabara aquella tortura para poder abandonarse a los reconfortantes masajes del entrenador.
Tres semanas después Orlando le hizo notar los efectos del intenso ejercicio y tenía razón. La piel de sus brazos y sus piernas era ahora tersa y se pegaba a sus músculos sin colgar por ningún sitio y su vientre ahora era totalmente liso, pero sin llegar a tener los músculos delineados.
Su culo había perdido un poco de volumen pero ahora era más redondeado y tenso y sus pechos seguían siendo igual de grandes. Había que reconocer que Lucho era una artista. Había esculpido su cuerpo hasta conseguir una obra de arte. Aquel día por fin se levantó de la camilla de masajes sin estar totalmente agotada. Los ejercicios no habían sido tan intensos. Aun así, el masaje había sido tan profundo como siempre y las manos de Lucho la habían encendido de nuevo.
El cosquilleo que sentía en su bajo vientre no disminuyó cuando se puso el vibrador y Orlando le puso la correa. En aquellas semanas también había aprendido a responder adecuadamente a los ligeros tirones y siguió a su amo mansamente hasta el salón. En aquella ocasión no la llevó a la ducha sino que la obligó a ponerse unos tacones y la dejó de pie frente a la galería, en la oscuridad, con las manos atadas a la espalda y la correa enrollada entorno a la manilla de una de las ventanas mientras Lucho y él se sentaban, bebían sendas copas de Johnny Walker y charlaban tranquilamente.
Bris esperó mansamente con la mirada perdida en el parque, ya sumido en la oscuridad, dejando que el tiempo pasase y procurando no moverse. Los minutos comenzaron a pasar cada vez más lentamente y al no tener ninguna referencia del paso del tiempo se le hacía cada vez más difícil obedecer y quedarse quieta. Los segundos le parecían minutos y los minutos horas. Intentó pensar en cualquier cosa para olvidarse del paso del tiempo, pero su mente entonces se centraba en recordar las manos de Lucho hincándose en sus muslos, el cuerpo de Orlando sobre ella cubriéndola y colmándola de placer y eso la volvía aun más frenética.
Tras lo que le pareció una eternidad oyó el crujido del cuero cuando los dos hombres se levantaron. Orlando fue el primero en tocarla.
Sus dedos se deslizaron por la línea que separaba sus glúteos y le acariciaron un instante la entrada de su encharcada vagina.
—Estás húmeda. —dijo Orlando— ¿En quién estabas pensando?
—En ti, mi amo. —respondió ella tan rápidamente que Orlando adivinó enseguida que aquello no era toda la verdad.
—No me mientas. —el cachete resonó en el silencio de la estancia como un disparo y Bris sintió que el calor y el escozor se extendía por su glúteo derecho.
—Lo siento, amo. Yo no quería...
—Lo que yo quiero es la verdad. ¿En quién estaba pensando?
—En ti, en Lucho, en los dos, mi amo. Lo siento, amo.
—Eso está mejor. Conmigo siempre es mejor la verdad... ¿Qué estabas pensando en concreto?
—Que los dos me hacíais el amor... a la vez, amo. —respondió temblando y esperando un nuevo castigo que no llegó.
—¿Te gustaría? —le preguntó Orlando acercando los labios a su oído y rozando la oreja con ellos haciendo que Bris se estremeciera de arriba abajo.
—Yo...
—Ni se te ocurra mentirme.
—Sí, mi amo. —se rindió ella finalmente.
—Así que mi perra esta en celo. —dijo Orlando acariciando el culo de Bris y jugueteando con el vibrador antes de extraérselo en medio de los apagados gemidos de la joven.
Bris estaba tan excitada que realmente se sintió como un animal. No podía pensar racionalmente, solo sentía como su vagina palpitaba, su piel se contraía y estremecía a cada caricia de su amo y los flujos de su excitación rebosaban de su vagina y escurrían por el interior de sus muslos haciéndole cosquillas y excitándola aun más. Deseaba tener a Orlando dentro de ella... no, de nuevo mentía, deseaba tener a ambos a la vez sobándola... lamiéndola... follándola hasta hacerla gritar.
Con un suave tirón de la correa, Orlando la obligó ponerse frente a ella mientras Lucho se colocaba a sus espaldas. Las caricias cesaron y se quedaron los dos quietos. Podía sentir el calor de sus cuerpos. Deseaba acariciarlos y abrazarlos, pero estaba maniatada así que siguió quieta, esperando.
Orlando fue el primero en acercarse a ella y tras apartar su melena la besó en el cuello. Un chispazo de placer recorrió todo su cuerpo. Quería suplicar y aullar, agarrar aquellos cuerpos y apretarlos contra ella, pero sabía cuál era su deber. Era una esclava y solo podía esperar.
Transcurrieron unos segundos antes de que el cuerpo desnudo del entrenador se pegase contra su espalda y la abrazase. No sabía qué era lo que la excitaba más si verse totalmente rodeada por aquellos brazos fuertes y aquel pecho hipermusculado o sentir aquella enorme polla erecta deslizándose por la raja que separaba sus glúteos. Mordiéndose los labios para no gritar acarició y sopesó el miembro de Lucho cuando este se puso al alcance de su manos atadas. Era cálido y suave, lo calibró con las manos sin poder evitar un suspiro al imaginar aquella enorme herramienta distendiendo sus aberturas naturales.
En ese momento su amo se acercó y la besó ahogando el suspiro. El sabor de su boca impregnó todo su ser, haciendo que su vagina se contrajese incluso antes de que los dedos de Orlando comenzasen a explorarla. No pudo aguantar más y soltó un quedo gemido. Aquello fue como el pistoletazo de salida. Las caricias de los dos hombres se hicieron más intensas y profundas, dos pares de manos sobaban sus pechos se introducían en su sexo, su ano y su boca excitándola hasta hacerle perder la cabeza.
De un leve tirón de la correa su amo la obligó a arrodillarse. Ahora tenía aquellas dos pollas a la altura de sus ojos y pudo observarlas con detenimiento unos instantes. La de su amo era un poco más pequeña y pálida mientras que la de Lucho era un portento venoso y oscuro que se retorcía con cada roce de sus labios.
Finalmente Orlando guió su boca hacia la polla del entrenador. Jamás había tenido nada tan grande dentro de su boca. Intentó chuparla y meterse la punta poco a poco para ir adaptándose a su tamaño, pero Lucho empujó con fuerza hasta encastrarla en el fondo de su garganta.
Inerme, Bris solo pudo aguantar con la boca abierta todo lo que sus mandíbulas le permitían y sintiendo aquel miembro caliente, palpitar y retorcerse dentro de ella. Finalmente Lucho se separó y pudo dar un par de rápidas bocanadas antes de que esta vez fuese la polla de su amo la que le invadiese. Agarrándola por el pelo Orlando empujó varias veces. Bris más acostumbrada a aquella polla la chupó con habilidad y la envolvió con su saliva mientras el entrenador frotaba su polla contra su cuello y sus pechos.
No supo si fueron unos minutos o unos segundos nada más, pero de repente su amo tiró de sus muñecas maniatadas y obligándola a caminar la llevó a la habitación y la tiró de bruces sobre la cama. Con las manos atadas a la espalda su cara se estrelló contra el colchón y antes de que pudiera hacer nada Lucho levantó sus caderas y la penetró. Aquella enorme polla entró de un solo golpe en su encharcado coño distendiéndolo hasta el límite y provocándole un placer salvaje mientras la mano del entrenador empujaba su cara contra la cama. Sofocada aguantó una oleada de pollazos que hicieron que se corriera casi inmediatamente.
Avergonzada levantó la vista hacía su amo que estaba observando como aquel hombre enorme la cubría con su humanidad y abusaba de su sexo, pero no pareció enfadado, simplemente se acercó y soltando sus ligaduras la ayudó a levantar la cabeza para meterle su polla de nuevo en la boca.
Bris se sintió como un trozo de carne en un espetón mientras los dos hombres se acompasaban para follar su boca y su coño. Sin tregua, siguieron empujando hasta ponerla de nuevo al borde del orgasmo.
Lucho se separó entonces y comenzó a comerle el culo mientras ellas seguía chupando y masturbando la polla de su amo. La lengua del entrenador superó su esfínter y con ayuda de sus dedos comenzó a dilatar su delicada abertura antes de incorporarse y presionar con su miembro contra ella hasta forzar su entrada.
Bris no pudo evitar un grito al sentir aquel enorme pollón llenando su culo por completo. Orlando sintió una oleada de satisfacción al ver que su joven esclava aceptaba aquel miembro con disciplina y seguía chupándole la polla sin dejar de mirarlo con una mezcla de ternura y admiración.
Se separó para disfrutar de la vista del entrenador resoplando sobre su esclava y cubriéndola con su humanidad. Sin su polla en la boca, Bris aferraba las sábanas y las mordía con fuerza aguantando a duras penas aquella masa de músculos cuando Lucho se dejaba caer sobre su culo y gemía con fuerza cada vez que la polla del entrenador desaparecía devorada por su ano.
Lucho levantó la cabeza y guiñándole el ojo a Orlando, cogió la correa y sin dejar de sodomizar a Bris, tiró de ella hasta que Bris incorporó su torso. El cuerpo de ambos estaba cubierto de sudor y todo el cuerpo de Bris se retorcía y vibraba con cada pollazo. Orlando se recreó observando aquel hermoso cuerpo, con los pechos grandes y pesados balanceándose invitadores y a Bris gimiendo y frunciendo el ceño cada vez que aquella enorme polla le invadía. Al sentirse observada, Bris levantó la vista solo lo justo para asegurase de que estaba haciendo bien y en ese momento Lucho, haciendo exhibición de su fuerza, deslizó los brazos por debajo de los muslos de Bris y la levanto en el aire.
Con las piernas separadas y la polla de Lucho entrando y saliendo de su ano ella deslizó sus brazos hacia atrás y se agarró al cuello de toro de su entrenador mientras este subía y bajaba su cuerpo sin aparente esfuerzo. La visión de aquella polla avasallando a su esclava y su sexo abierto y chorreante, totalmente expuesto, acabaron con su control. Con la polla estremeciéndose hambrienta, Orlando se acercó a los dos amantes. Lucho interrumpió unos instantes sus empujones, lo suficiente para que él se uniese a ellos y penetrase el coño de Bris.
La joven le recibió con un largo gemido y adelantando los brazos se abrazó a él un instante antes de que los dos comenzasen a follarla con todas sus fuerzas.
Bris, indefensa se dejó hacer y en cuestión de segundos se vio gritando invadida por dos pollas que la llevaron al éxtasis en cuestión de segundos. Sentía placer, sentía escozor, sentía calor y humedad, emparedada entre aquellos dos cuerpo sudorosos. Atenazada se agarró y clavó las uñas en la espalda de Orlando sin dejar de estremecerse, recorrida por oleadas de placer que parecían no tener fin.
Finalmente los dos hombre salieron de ella y Lucho la obligó a arrodillarse de nuevo. Esta vez con las manos libres fue ella la que controló la felación. Le chupó y le mordisqueó el glande a Lucho unos instantes antes de que este se separara y derramase varios chorros de semen ardiente sobre sus pechos y su vientre.
—¿Te ha gustado? —preguntó el entrenador.
—Sí. —se apresuró a responder ella con la voz rasposa.
—Ahora complace a tu amo.
Bris asintió mientras Lucho la ayudaba a ponerse en pie. Con las piernas temblorosas avanzó vacilante y se sentó sobre el tocador separando las piernas y mirando a su amo a los ojos.
Orlando se acercó lentamente, disfrutando de la vista de aquel cuerpo sensacional cubierto de sudor y esperma y con las piernas totalmente separadas exhibiendo obedientemente todos sus orificios. Acarició el esfínter de su ano totalmente dilatado y Bris gimió y le miró a los ojos, podía detectar en ellos que su deseo no se había apagado. Deseaba tanto su contacto como follarla. Bris pareció adivinarlo y lo abrazó mientras que con una mano guiaba la polla hacia su sexo.
De nuevo estaba dentro de ella disfrutando de su placer tanto como del suyo propio. Bris ahora no se cohibía y gemía con fuerza mientras clavaba las uñas en su culo animándole a follarla con más violencia.
A punto de correrse se separó para tomarse un respiro. Quería que aquello no acabase nunca. No era lo que había planeado. Estaba perdiendo el control. No podía evitarlo, pero su nueva esclava era mucho más de lo que había esperado. Era hermosa, su cuerpo era voluptuoso y se abandonaba a todo sus deseos, no solo sin poner objeciones, sino disfrutando visiblemente cuando cumplía sus órdenes. Bajándola del tocador le dio la vuelta y agarrándola por las caderas entró en su culo. Bris gimió con fuerza y se tambaleó sobre los altos tacones mientras se mordía los labios. Se notaba que estaba al límite de sus fuerzas pero aguantó cada uno de sus empeñones hasta que Orlando no pudo más y se corrió dentro de su culo.
Ella gimió y se agitó al sentir el calor de su semilla dentro de ella y bastaron dos empujones más para que la joven se corriese de nuevo.
Bris gimió desmayadamente al sentir como su cuerpo se estremecía de nuevo recorrido por oleadas de placer. No podía más. Se dejó caer y de no ser porque su amo la tenía sujeta hubiese caído al suelo.
Orlando la cogió en brazos y la llevó hasta la cama donde Lucho se les unió. Se tumbó en la cama con los dos hombres desnudos uno a cada lado y se dejó acariciar con suavidad mientras Orlando la felicitaba por lo buena chica que había sido.
A Bris le hubiese gustado disfrutar más de aquella sensación de satisfacción y plenitud, pero en pocos segundos se quedó totalmente dormida.
Se despertó un poco confundida. No recordaba dónde estaba ni que día era y estaba a punto de levantarse a toda prisa en la oscuridad cuando se dio cuenta de que estaba en la cama de su amo. Lucho se había ido pero Orlando seguía durmiendo apaciblemente a su lado. Estuvo tentada de acariciar aquel cuerpo y despertar a su amo con una felación, pero era la primera vez que dormía con él y no sabía muy bien cómo actuar, así que prefirió quedarse hecha un ovillo a su lado observándole y esperando pacientemente a que despertara. Después de todo aquel día no trabajaba y no había ninguna prisa.
Se movió con precaución para no despertarlo y arropó su cuerpo desnudo con el edredón para combatir el frescor de la mañana. Suspirando, rememoró la noche anterior, aun le escocía un poco el culo tras haber recibido la polla de Lucho, pero tenía que reconocer que había disfrutado de aquella sesión de sexo salvaje y eso le asustaba un poco.
Si le hubiesen dicho hacía solo unos pocos meses lo que sería capaz de hacer por un hombre y por su propio placer no lo hubiese creído y eso la hacía sentirse culpable. Si no podía contar lo que hacía con Orlando era que quizás lo que estuviese haciendo no estaba del todo bien, pero su amo disfrutaba y ella también, hasta el punto de que ahora no se imaginaba teniendo una relación convencional con un hombre. Le gustaba cumplir las órdenes de su amo y le gustaba el sexo intenso y variado que le proporcionaba. El no saber nunca lo que aquel hombre le tenía preparado era lo más emocionante de todo aquello.
Orlando suspiró y se revolvió en la cama. Bris se retiró unos centímetros para darle sitio y siguió mirando el pecho de su amo subir y bajar apaciblemente. Fuera, la ciudad empezaba a despertar y en el parque comenzaban a resonar lo gritos y las risas de los niños y aquello le llevó a pensar en su futuro. A pesar de que estaba totalmente enamorada de Orlando, apenas sabía nada de él ni de sus intenciones a largo plazo. Entre los planes de Bris siempre habían estado tener hijos y a pesar de que aun era joven prefería no dejarlo para última hora. Todo aquello la confundía y hacía que no se sintiese del todo cómoda con aquella situación, pero tampoco se atrevía a planteárselo a Orlando por miedo a que se enfadara y terminara con la relación. ¿Por qué el amor tenía que ser tan complicado?
Afortunadamente, en ese momento su amo se despertó acabando con aquella maraña de pensamientos inquietantes e inconexos. Incorporándose gateó hacia él por la enorme cama, dejando que el edredón resbalase y dejase su cuerpo al descubierto.
Orlando enfocó la vista en penumbra y la observó con una leve sonrisa de satisfacción antes de levantarse y dirigirse al baño. Ella le siguió obedientemente y se metieron juntos en la ducha. En esa ocasión se limitaron a limpiar el uno al otro los restos de la noche anterior. Bris se tomó su tiempo. Enjabonó el cuerpo de su amo y aprovechó para acariciarlo en su totalidad. A pesar de estar aun exhausta no pudo evitar un pinchazo de excitación cuando enjabonó la polla y los testículos de Orlando. Salieron de la ducha se secaron mutuamente y mientras ella se secaba el pelo, Orlando se fue a la cocina. Consciente de sus deberes Bris se secó y se cepilló la melena y sin nada más encima que unos toques de maquillaje y el vibrador que ya había vuelto a insertar en su sexo, se acercó a la cocina.
Cuando vio el tazón de leche humeante, las tostadas y los huevos revueltos se dio cuenta del hambre que tenía, apenas había probado bocado en las últimas doce horas. Se sentó frente a su amo y solo cuando él empezó a desayunar ella lo imitó.
—¿Está bueno?
—Sí, mi amo. Gracias, mi amo. —respondió ella tras beber un trago de leche.
—Quiero que sepas que tanto Lucho como yo estamos muy satisfechos y no solo por lo de la noche anterior. Te has entregado con tu preparación física. Lucho no va a volver, pero te ha dejado varias tablas de ejercicios para que te mantengas en forma.
Ella se limitó a asentir un poco ruborizada por los halagos de su amo. Ella también era consciente de como su silueta, sin perder rotundidad, se había vuelto más definida. Ahora se sentía realmente bella.
—Como recompensa tengo un regalo para ti. —dijo alargándole un estuche.
Cuando lo abrió vio que era un dilatador anal aunque en la parte posterior donde normalmente estaba el tapón que lo mantenía en su sitio había un agujero con una rosca.
—Gracias, amo. —replicó ella limpiándose las manos con la servilleta y cogiéndolo para observarlo más detenidamente.
Lo primero que llamó la atención fue su peso y la forma en la que estaba distribuido muy cerca de la punta hasta el punto de que el artefacto casi se tenía de pie por el extremo que se introducía en el ano. La textura tampoco era la que se esperaba.
Tampoco tenía la típica forma de gota sino que era un poco más alargado y la punta la tenía doblada hacia arriba en un ángulo de unos ciento veinte grados. Por fuera parecía ser de algún tipo de silicona suave y resbaladiza pero cuando lo apretó sintió un corazón duro y metálico que respondió a la presión con una vibración.
Lo acarició y observó la rosca sin poder imaginar su propósito, estuvo a punto de preguntar pero finalmente llegó a la conclusión que lo sabría en su debido momento.
—¿Es pesado, verdad?
—Sí, amo. —respondió ella sintiendo vibrar el dilatador en el hueco de su mano.
—Por eso quiero que te acostumbres a él. A partir de ahora quiero que te quites el vibrador y lleves este siempre puesto. Deberás practicar con él. Yo no intervendré y serás tú la que active el aparato. —dijo quitándole el dilatador de la mano— Si contraes el esfínter sobre él una vez el aparato se moverá verticalmente dentro de ti. Si lo contraes varias veces rápidamente, vibrara con fuerza, si lo haces solo una vez pero varios segundos te devolverá una vibración única pero mucho más fuerte y si lo contraes dos veces cesara de vibrar.
Después de hacerle la demostración sacó del estuche un tornillo acabado en una piedra de swarovsky y lo enroscó en el extremo del dilatador, dándole un aspecto más convencional y se lo tendió.
Bris sabía lo que tenía que hacer y levantándose se apoyó en la encimera de espaldas a su amo, se inclinó y separó las piernas mientras se metía el dilatador en la boca y jugaba con él. Con lentitud cogió el vibrador que tenía en su coño y tirando de él fue extrayéndolo poco a poco mientras con su boca practicaba los movimiento que debería hacer más tarde con las contracciones del esfínter de su ano.
Cuando lo hubo extraído del todo, suspiró y girando la cabeza sacó el dilatador y saboreó el vibrador. A continuación volvió la vista al frente mientras presionaba con el dilatador la delicada abertura de su ano. Gimiendo se puso de puntillas y presionó con fuerza. Su esfínter se contrajo involuntariamente al sentirse invadido y el aparato comenzó a vibrar arrancándole un largo gemido. Las vibraciones a su vez provocaron nuevas contracciones de su esfínter y durante un par de minutos su culo, aun irritado por la sesión de la noche anterior, se vio inmerso en una especie de círculo vicioso que acabó con ella agarrada a la encimera gimiendo y estremeciéndose de dolor y placer.
Finalmente, tras un enorme esfuerzo consiguió controlarse y practicó los movimientos que Orlando le había enseñado para demostrarle a su amo que había captado la lección.
En ese momento él se acercó, le besó el cuello, desplazó la mano por su espalda y la metió entre sus muslos jugando con su nuevo regalo. Ella respondió contrayendo otra vez su esfínter y provocando que el dilatador vibrase de nuevo.
—A partir de ahora no seré yo el que decida el momento en el que el aparato que tienes insertado despierte. —dijo palmeando suavemente el clítoris de Bris.
—Sí, amo.
—Quiero que aprendas a manejarlo con soltura y que lo utilices para mantenerte tan excitada cono lo he hecho yo antes. —terminó Orlando antes de introducir tres de sus dedos en su coño y comenzar a masturbarla.
Bris suspiró y separó un poco más las piernas dejándose hacer. Los dedos de de su amo resbalaban en su encharcado interior con facilidad acariciando su punto g y la protuberancia que el dilatador producía en la pared de su vagina. Ella respondió gimiendo y activando el dilatador.
El cuerpo de Bris se estremecía con fuerza y Orlando comenzó a masturbarla aun con más violencia haciendo que con cada empujón casi la levantara del suelo. Finalmente no pudo contenerse más y gritó asaltada por un orgasmo que recorrió todo su cuerpo de arriba abajo.
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