Roxanne, put on the red light. (Parte 1)

Relato sobre la captura de Dakota, una pelirroja un poco rebelde que se convertirá de lleno en sumisa.

Acto seguido, Franz, así se llamaba él, se quitó el cinturón y se bajó la petrina de sus vaqueros.

- Es mejor si no te resistes.

Ella estaba muy confusa, y muy cansada.

- Por favor, no me haga daño, no me haga nada...-Ella

Se sacó la verga, y empezó a tocrse un poco, masajeándola.

- Por... Por favor....-Ella

- No te haré nada, si colaboras.-Le acercó la verga a los labios

Ella, permaneció con la boca cerrada. Entonces, soltó su polla, y le dio un manotazo en toda la cara, que sonó en todo el cuartucho.

- No me jodas, princesita. Yo pensaba que tú ya estarías... Acostumbrada. Podemos hacer esto por las buenas o por las malas.- Le tapó la nariz, aunque ella se resistía con todas sus fuerzas. Terminó por abrir la boca, y entonces fue cuando él aprovechó. Se la metió hasta el fondo de un golpe, agarrando la cabeza y el pelo de la chica, dándole pequeños tirones para colocarla a su voluntad.

- Venga, cielo. Esta boca de comepollas puede hacer maravillas, estoy seguro.

Dakota se echó a llorar, sus lágrimas formaban un par de líneas verticales que surcaban sus mejillas. Los labios, con un carmín desgastado, rodeaban el tronco de su pene, sin saber reaccionar. Estaba sentada en la cama frente a él de pie. Franz empezó un movimiento de mete y saca, en el que su polla entraba en la boca de la joven hasta el fondo, y salía reluciente de saliva. Aunque le costase admitirlo, a ella le había sorprendido el tamaño de su miembro, no recordaba uno de esas dimensiones. Creía que se ahogaba cada vez que se la metía por completo, y su respiración se desbocaba. Tratando de huir de la situación, desviaba la mirada, y fue cuando se dio cuenta de que encima de la mesilla de noche carcomida había una botella de cristal. ¿Sería quién de alcanzarla? ¿Tendría suficiente fuerza como para dejarle inconsciente? Con cautela y temor, estiró el brazo, pero al tocar el vidrio sintió que algo la apretaba. Le había pillado y le estaba estrujando la muñeca con su puño.

-¿¡Pero qué coño te crees!? ¿¡Que me chupo el dedo!? No soy estúpido, pero tú acabas de hacer una jodida tontería.

Con la mano abierta, le soltó una bofetada que dejó una buena marca en su mejilla otra vez. Luego otra, del revés, en la mejilla derecha. La chica cayó en la cama, sin dejar de llorar. Pegó un gemido con cada golpe, puesto que él tenía mucha fuerza y había conseguido hacerle mucho daño. Era incapaz de frenar sus lloriqueos.

-¿Qué coño crees que harías si consiguieras dejarme seco? ¿Esperar a que me despierte a ver si me da la puta gana de desencadenarte y dejarte marchar? ¡Hay que joderse con la zorra! Pensé que serías un poco más lista y sabrías valorar lo que te conviene en una situación como esta. -Sacó un revólver de su bolsillo, y tomando un cojín, apuntó a la sien de la muchacha.- Sería todo un desperdicio... Ni idea tienes de lo que me ha costado organizar todo esto. ¡No voy a permitir que tu actitud de falsa dignidad se interponga entre mis planes, que te quede claro! -Dejó el arma lejos del alcance de ella y luego volvió, dándole un quinto bofetón. Con ambas manos, toma su cara y hace que ambos sostengan la mirada.- Es muy fácil cabrearme, pero podrías disfrutar de esto, si fueras lo suficientemente lista.

Ella estaba sentada, temblando del miedo, tratando de dejar de lloriquear sin éxito. No llevaba más ropa que la interior, un sujetador sugerente de encaje, negro. Luego un tanga fino, a juego. Él continuaba con toda su ropa de calle, aunque con la verga fuera, por el hueco de la petrina. Se quitó zapatos, pantalones, y bóxers mientras ella permanecía inmóvil. Acarició con suavidad su cara, algo menos enfadado.

-¿Serás capaz de portarte como una niña buena y cooperar?

Ella permaneció callada, pensando que si no decía nada, al menos no lo empeoraría. Craso error, él le propició otra bofetada.

-He dicho que si serás capaz de comportarte. Cuando te pregunto directamente debes responder. No es difícil.

-S... sí.-Ella

-¿Sí, el qué?-Él

-Seré capaz... seré capaz de comportarme... -Ella, cabizbaja.

Él sonrió enseñando los dientes, con una expresión mezquina en su rostro. Con una mano, agilmente le desabrochó el sujetador, y ambos lo dejaron caer al suelo, haciendo un ruido sordo. Franz se deleitó con el primer vistazo a sus pechos desnudos, lo que le hizo relamerse. Se levantó, y fue al armario del fondo de la habitación. Dakota estaba completamente aturdida. No tenía ni la más mínima idea de dónde estaba, y eso sólo era la primera cosa de la lista que frustraban cualquier deseo de escapar. Estaba a la merced de él, y ni siquiera sabía su nombre. Su historial con los hombres había sido muy diferente, siempre había hecho lo que ella quería y con quien quería. Se sentía sucia, utilizada, reprimida... Pero una llama dentro de ella comenzó a arder, algo de vida, el morbo. El morbo de aquella “venganza” por todas las veces que había utilizado su sexualidad para que le concedieran algún trato favorable como los generosos escotes cada vez que iba a ver a su casero, o como la interminable lista de chicos que había dejado con la miel en los labios. Una parte de ella tenía plena consciencia de su secuestro, pero por otro lado, no podía evitar pensar que se lo merecía. Y eso hacía que ardiera algo en su interior, algo que le daba vida para seguir.

Franz volvió, con una navaja suiza. Dio dos cortes limpios a las tiras del que rodeaban las caderas y lanzó el tanga al suelo, algo lejos. La miró de arriba a abajo, su carita de ángel, esos ojos verde escarlata enrojecidos, la expresión de vulnerabilidad y sometimiento de su rostro. Sus senos, una 90B calculaba, no muy grandes pero que iban en perfecta armonía con el resto del cuerpo, para él eran idóneos. Pezones pequeñitos, entre el tono marrón y rosado. La piel de gallina, blanca, cubierta con lunares espontáneos; uno al lado del ombligo, otro en el lateral del muslo... Su sexo, rasurado, sólo un pequeño triángulo de rojo vello púbico se asomaba. Sus piernas, firmes y largas, eran un camino hacia la gloria.

-”Told you once, I won't tell you again, it's a bad way...”-Canturreó él en su oído, en voz baja

-”Roxanne, you don't have to put on the red light...”-Susurró ella, continuando la canción

Él le ordenó que retomara lo anterior. Llevada por el miedo, el morbo y él, las manos de Dakota se fueron a por el miebro. Comenzó rodeándolo con ambas manos, masajeándolo delante de su cara. Luego sacó la lengua, lamiéndole el capullo y de ahí pasó a retomar lo de antes, a metérsela de lleno en la boca, apretando un poco con sus labios carnosos. Franz la tomó por el pelo, y marcó el ritmo de la felación.

-Mueve tu lengua, haciendo el abecedario.-Él

Ella no lo entendió bien, pero fue deslizando su lengua. A, B, C, D... Cuando llegó a la M, él soltó un gemido. Ahora era capaz de mirale a los ojos. Los dedos fuertes y curtidos de él se fueron al clítoris de la chica. Era hábil y sabía exactamente que botones tocar para que se rindiera. Le hizo pegar un par de gemidos, que le desbocaron.

-Hmmm... muy bien. Como una pedazo de … profesional...-Él

Llegando a la V, soltó el pelo de ella, mediante el cual la agarraba y se recostó sobre la cama.

-¿Vas a hacer todo lo que te diga, zorrita?-Él

Ella asintió, y luego se apresuró a responder verbalmente por si acaso, lo que le hizo gracia a Franz.

-Sí, señor...

Entonces, él fue firmemente dictando cada una de las órdenes. Primero, ella se montó en el, deslizando poco a poco su verga dentro de si. Franz tomó su móvil, y se puso a grabar la escena. Ante ella quedaba expuesto el cuerpo desnudo de Dakota ensartándose en su miembro, una visión fabulosa y unos planos exquisitos. Seguidamente, le ordenó subir y bajar, comenzando suavemente. Aumentando gradualmente la velocidad. La larga melena pelirroja tapaba parte de sus senos, que poco a poco botaban cada vez más rápido, así que le mandó recogerse el pelo hacia atrás en una coleta. Mientras hacía esto, sin que dejase de cabalgar la polla de él, dejó el móvil grabando en la mesilla, y tiró de ella, para pegar su torso contra el de él. Sentiendo el tacto de sus tersos senos, suaves al tacto, una obra maestra. El culo respingón de la belleza subía y bajaba cada vez con más rapidez por las exigencias de él.

-Más, preciosa, más fuerte. Como se nota que eres una buena putita...

Los dos sudaban, y ya resbalaban y se deslizaban el uno sobre el otro. Aunque lo tratara de reprimir, a Dakota se le escapaban gemidos de placer, su sexo estaba realmente humedecido, su vagina estaba más apretada de lo que él esperaba y eso lo excitaba mucho más.

-Qué apretadito, que rico... Una auténtica guarra, esto si que es una mujer.

También sin previo aviso, decidió cambiar de postura. Guiándola con sus manos, la puso a cuatro patas, bruscamente. Las lágrimas se le habían secado, y ahora su rostro era un poema de placer. Cogiéndola de la coleta, le echaba la cabeza para atrás, para poder contemplarla. Se la metió hasta el fondo de un único golpe maestro, lo que arrancó un grito de lo más hondo de ella, que comenzaba a seguir el propio ritmo de él. Sus huevos chocaban haciendo el característico ruido. Le pegó un par de buenas cachetadas, estaba en la postura ideal, y luego agarró fuertemente su culo.

-Hm... Dios, pero que zorra eres. Que tremenda que estás. Te follaría hasta dejarte seca.

Con un par de embestidas más potentes y brutales, que la hicieron gritar, pero esta vez ya de dolor, finalizó su trabajo en esa zona.

-¿Quieres... hhm... quieres partirme en dos o qué?

Esto le arrancó una gran sonrisa a él, y la hizo cambiar de postura. La tierna cara de Dakota frente a su pene erecto, a punto de derramarlo todo. Con una mano, continuó el vaivén, y se corrió en su cara. Lanzó un chorro a su frente, que bajó manchándole la cara y otro a la mejilla. El resto, fueron directos a su boca. Con un gesto que ella pareció entender, le dijo que no tragase. Tomó su móvil y grabó la morbosa escena. Entonces ella pudo, tras el permiso de él, tomarse el líquido blanco. Como prueba, enseñó satisfecha a la cámara su boquita vacía.

Se había mostrado totalmente colaborativa, era como si se hubiera transformado a partir del masaje de él. Parecía otra persona diferente a la calientapollas de antes, pensó Franz. Agotada, se volvió a la cama, refugiándose entre las sábanas mientras él se vestía. No habría sabido decir si lloraba o no.

-Oh, princesita... Has estado magnífica.

Echó un vistazo al reloj, se le había hecho más que tarde. Se sentó al lado de la cama, viendo como ella se quedaba dormida, mientras se vestía y se calzaba. Después de darle las buenas noches y despedirse de ella, se marchó por la puerta, preguntándose mil y una dudas sobre ese diamante que era la jovencita.