Roxana - Mi tía después de su divorcio (4)

La primer noche concluye entre un compromiso bien "naif" y un matiz romántico.

Así acurrucado contra ella me dormí. Calculo que serían alrededor de las 3 de la mañana cuando me desperté. Roxana no estaba en la cama. La encontré en el comedor en penumbras, fumaba sentada sobre sus piernas, acomodada casi de costado haciendo frente a un ventanal que daba a un balcón. Sin hacer ruido pasé al baño donde me refregué la cara y me enjugue la boca otra vez. Me acerqué a ella y me senté a sus espaldas. "No te asustes" – susurré en sus oídos, al tiempo que la besaba y la abrazaba. Ella cogió mi mano por sobre su hombro y se recostó contra mi pecho. Olía a recién duchada. Tenía puesta mi remera y una bombachita. Atrás habían quedado su look fatal del portaligas y las botas. Prendí otro cigarrillo que fumamos a medias entre los dos. Las luces de la ciudad a través del ventanal hacían más romántica la escena. Ninguno decía nada. Yo la acariciaba dulcemente y ella a mí.

¿En qué pensás? – pregunté. Estiro su cuello y su boca hacia arriba y me dio un beso muy tierno en mi barbilla.

En nada… disfruto… - contestó – Disfruto como nunca. ¿No es increíble lo que nos está pasando?

Totalmente

Te quiero, ¿sabés?, te quiero mucho. Sos diferente a todos los hombres que conocí.

¿Por qué te creo todo lo que me decís?

Porque es verdad… sos compañero, dulce, tierno… apasionado, caliente y un animal en la cama.

Shhh – la callé con un dedo sobre sus labios – No empieces de nuevo, me calienta que me digas esas cosas. – La besé en la frente. Se levantó un poquito y se puso de frente a mi sin agarrándome ambas manos. Me miraba muy dulce.

Voy a terminar enamorándome de vos

Yo ya estoy enamorado

¿Cuánto va a durar esto? – preguntó con un tono de melancolía

Lo que tenga que durar… - Nos besamos de nuevo.

Se levantó y fue hacia el dormitorio. "¿Tomás un café?" le grité yendo para la cocina. "Bueno dale" me contestó. Puse a calentar el café y fui a ver qué hacía en el dormitorio. Cambiaba la lamparita color rojo que había alumbrado nuestras escenas de amor por la original del velador. Abrió un placard y revolvió un poco el interior. Sacó una cajita y se acercó a mí. "Cuando salgás tirá esto en la calle" y me dio la caja. "¿Ya estará el café?" dijo yéndose para la cocina dejándome con el paquetito en las manos. Lo abrí con intriga. Había algo envuelto en una franela. Destapé un consolador de una goma muy extraña con testículos y muy cabezón del que colgaba un elástico. Me causó mucha gracia. Cuando salía del dormitorio nos cruzamos en el comedor cuando ella se sentaba en el sillón dejando mi taza en una mesita ratona. Me senté junto a ella y dejé la caja en la misma mesita. Nos miramos y nos reímos.

¿Y eso? – le pregunté jocoso

Un viejo amigo – Volvimos a reírnos y nos besamos una vez más.

No te hacía tan juguetona – dije

¿Por qué no? Lo necesité mucho, pero ya no. Ahora tengo uno de carne – sobándome suave la poronga por encima de mi calzoncillo.

¿Siempre solita lo usaste?

Por supuesto, ¿qué te pensás?

No sé, de vos puedo esperar cualquier cosa

¿Cómo por ejemplo…?

Esto es para sujetárselo al cuerpo ¿no? – Enseñándole el elástico

Si, ¿Y?

He visto como lo usan muchas chicas compartiéndolo – Delirando e imaginando a mi tía en una relación lesbiana con otra mina.

Si, pero yo lo usaba para colgarlo de una silla y sentarme, o de la cama y cogérmelo, o de la canilla de la ducha

Ah bueno, ¿Tan mal no la pasaste estos meses sola entonces?

No… Pero tampoco tan bien como ahora.

Se fue de vuelta a la pieza y volvió con otra cajita.

¿No me digas que hay más?

No – Y cerró la caja con el consolador adentro.

¿Seguro que querés que lo tire?

Obvio, ahora que tengo pareja

Epa, ¿Estás en pareja? – Me hice el tonto - ¿Y quien es el afortunado?

Fue ahí cuando descubrió la nueva cajita. Era un simple alhajero en el que guardaba montones de bijouterie. Revolvió hasta qué sacó un par de aros con forma de argollas con unos adornitos colgantes. Desarmó el par de aretes despojándolos de los adornos y se puso una de las argollas en su dedo anular de la mano izquierda. Abrió la palma de su mano pidiéndome la mía. Colocó la otra argolla en mi dedo junto a otro anillo que llevó desde aproximadamente los 14 años.

Ese anillo es de bautismo ¿Sabías? – me preguntó

Si, cómo no voy a saber, se lo encontré hace varios años a mamá entre cosas que guarda de cuando era bebé y tuvimos que agrandarlo.

¿Sabés quién te lo regaló?

No, supongo que mi vieja, bah, nunca se me dio por preguntarle.

Yo te lo regalé… Y ahora te regalo este como símbolo de nuestra historia

¿Me estás proponiendo compromiso?... Acepto.

No, nada de compromisos, pero quiero que lo lleves para siempre, para que cuando te enamores en serio de alguien te acuerdes de mí

Va a ser difícil enamorarme de alguien después de vos

No, no va a ser difícil, lo nuestro va a pasar pero nos va a dejar marcados.

Nos volvimos a besar. Empezamos a tocarnos de nuevo. "Es tarde ya, mejor andá para tu casa" me sugurió. "El último de la noche, dale" supliqué. No me costó convencerla. Mi tía es una perra insaciable. "Vos elegís cómo" le dije. Me agarró de la mano y me llevó hasta el ventanal. Puso mis manos en su cintura y empezó a menearse contra mí. Recorrí por enésima vez cada rincón de su cuerpo con mis manos hasta deshacerla de mi remera. Puse su tronco a 90º con sus piernas y corriendo la bombacha lo justo y necesario para descubrir su sexo y la penetré. Fue muy excitante cogérmela contra la ventana aunque lamentablemente no observé a ningún vecino contemplarnos mientras estrujaba sus tetas, o mientras ella chupaba mis dedos golosamente al ritmo de sus dulces y profundos gemidos. No fue un polvo muy largo. Pero orgasmeamos ambos una vez más, supongo que ella por la profundidad de mi penetración y yo, sin dudas, por el masaje anal que me propinó con sus ensalivados dedos con los cuales hurgó la entrada mi culo por un buen rato. Para mí suerte pude convencerla de que no mandase ningún dedo nunca para adentro. Obviamente, otra vez más terminé fuera de ella, esta vez, de acuerdo a la posición que adoptamos esparcí varias gotas de los restos de semen que me quedaban sobre su espalda y sus nalgas. Reposamos un ratito contra el marco del ventanal y después de acurrucarnos en el sillón para compartir el infaltable cigarrillo después de cada cogida.

Cuando me fui insistió para que me llevara el paquete. Lo arrojé en una calle desierta de camino a casa por la ventanilla del coche.

Cuando llegué a casa eran casi las cinco. Esa noche dormí como un tronco, ni siquiera me levanté para almorzar, no amanecí si no hasta las tres de la tarde. Con una paz tremenda a pesar de los atroces dolores de cintura, piernas, huevos y pene.

Ese domingo no vería a Roxana, pero el lunes siguiente estaría al pie del cañón a las ocho y cuarto para llevar a la chiquita a la colonia y quién sabe que me depararía el destino de mi relación incestuosa con mi tía Roxana.