Rosa y David
El sobrino de Rosa se va a vivir con ella y nace el deseo entre ambos
Rosa había quedado para comer con su hermana en el restaurante al que casi siempre solían ir. Llevaba como diez minutos esperando cuando Juanita apareció.
-Hola hermanita - dijo Juanita sentándose acalorada por la carrera que se había dado desde el aparcamiento - A estas horas es imposible aparcar en el centro.
-Hola Juana. ¿De verdad viniste en coche? ¡A quién se le ocurre!
-Claro, para ti que vives cerca es muy fácil hablar. Si vivieses en el extrarradio a ver como venías.
-¿Conoces esas cosas grandes, con ruedas, que llevan gente de un lado para otro de la ciudad? Se llaman autobuses. Y también hemos horadado grandes túneles bajo tierra por los que van trenes. Los llamamos metro.
-¡Vete pal’carajo, Rosa! Venir en autobús, con el trasbordo, me llevaría más de una hora.
-¡Qué Exagerada eres!
-Pues de eso quería hablarte - dijo Juanita, mirándola a los ojos.
-¿De que eres una exagerada? - respondió burlona, Rosa.
-No coño. Es sobre... David
-¿David? ¿Mi sobrino? ¿Le pasa algo? - preguntó con cierta preocupación Rosa.
-No no, está perfectamente. Es que... en septiembre empieza ya la universidad.
-¡Ay coño! La universidad. ¡Cómo pasa el tiempo! Que vieja me hago.
-Ahora la exagerada eres tú - resopló Juanita - Que solo eres 2 años mayor que yo y yo de vieja nada, guapa.
-Jajaja. Dejémoslo en madurita.
Rosa tenía 48 años y estaba a punto de cumplir 49. En poco tiempo se metería de lleno en la mitad de un siglo.
-Pues... verás - empezó titubeante Juanita - David va a estudiar Ingeniería Industrial en la Complutense… y…
-¿Y? - inquirió Rosa
-Pues... es solo una idea. Te lo piensas y si no estás de acuerdo, no pasa nada.
Rosa adivinó por donde iban los tiros.
-Quieres que se quede en mi casa - le dijo a Juanita.
-Sí. Desde la nuestra sería más de una hora de ida y otra de vuelta, todos los días. Desde tu casa podría ir caminando. La facultad está a 10 minutos a pie.
La idea de tener a alguien viviendo en su casa no la atraía. Llevaba tanto tiempo sola que se había acostumbrado a hacer lo que le daba la gana. Pero era su sobrino, su familia.
-Bueno... me lo pensaré. - le dijo.
-Solo sería de domingo a jueves. El viernes volvería a casa y regresaría el domingo.
-¿Cuánto... ya sabes… me pagarías? - le preguntó Rosa a su hermana mirándola a los ojos y frotándose los dedos pulgar e índice.
-¿Pagarte? Oh, pues… claro, claro… son gastos extras - balbuceó Juanita, que no había pensado en eso.
-Jajajaja tonta. ¿Cómo pensaste que te iba a cobrar?
-¡Cabrona! Bueno, sería lo justo. La comida, la luz, el agua.
-Quita quita, ni que fuera a gastar toda el agua del embalse – dijo Rosa con un ademán.
-Nosotros nos haríamos cargo de sus gastos, por supuesto –añadió Juanita, ya más calmada.
-Pues no se hable más. Estaré encantada de que mi sobrino preferido se venga a vivir son su tita - sonrió Rosa.
¿Preferido? Pero si es tu único sobrino.
-Jajaja. Pues por eso. Es mi preferido.
Las dos hermanas se rieron. Juanita había llegado un poco tensa por si su hermana le decía que no. Pero como siempre, allí estaba para ayudarla. La verdad es que para David sería fantástico no perder tantas horas en desplazamientos y poder aprovecharlas en los estudios.
Pidieron la comida y se pasaron el resto del almuerzo contándose chismes de familiares y amigas. Les encaba despellejar a todo bicho viviente. Después de pagar la cuenta, se despidieron con un fuerte abrazo.
-Gracias Rosa. No sabes lo que significa para mí el que David pueda vivir contigo durante el curso.
-Nada mujer. Para eso está la familia.
-A ver cómo se lo digo ahora a David - exclamó Juanita arqueando las cejas.
-¡Ah! ¿Pero él no sabe nada?
-No, no quise decirle nada por si tú no aceptabas. Pero no creo que haya problemas.
-Pues ya me dirás. Chao
-Chaito.
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Sí que hubieron problemas. Cuando Juanita se lo dijo a su hijo, él se negó en redondo. Argumentó que prefería ir y venir todos los días, que sus amigos estaban ahí y que quería su habitación, sus cosas. Pero entre su madre y su padre lo convencieron de que era lo mejor para él. Sus amigos estarían los fines de semana. Que no se iba a la luna, solo al centro.
David, regañadientes, aceptó.
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A la semana de haberse instalado en casa de su tía y empezar las clases, David comprendió que sus padres tenían razón. El ir caminando a la facultad le ahorraba mucho tiempo. Y al estar en el centro tenía acceso inmediato a muchas cosas que por su barrio no había. Además, vivir con su tía Rosa tampoco era tan malo. Siempre se había llevado bien con ella.
Los primeros días apenas coincidían. Solo se veían por las noches. Por las mañanas él iba a clase y ella a trabajar. Él por las tardes, al no tener aún mucho que estudiar, se dedicaba a ver la ciudad, ir al cine, etc. Por las noches cenaban juntos y luego se ponían a ver la tele un rato.
Cuando las clases empezaron en serio David agradeció de verdad estar tan cerca. Podía ir a estudiar a la biblioteca o quedarse en su habitación. Aunque no todo era estudiar. Con 18 años recién cumplidos su cuerpo necesitaba continuos desahogos. Al no tener novia y ser un poco cortado con las chicas como para tenerla en breve, hacía lo que hacen todos los jóvenes. Matarse a pajas. Ya fuera en la ducha, en la cama o mirando porno en el ordenador, era raro el día que no se la meneaba al menos una vez. Muchos días dos y algunos hasta tres buenas pajas se cascaba.
Bastantes noches, ya acostado y con las luces apagadas, se ponía cachondo y se hacía una paja a oscuras, solo imaginando, fantaseando. Se corría sobre su pecho o se ponía de lado y se vaciaba en la mano izquierda. Luego, con el papel que siempre tenía para esos menesteres, se limpiaba y dejaba la empapada bola de papel en el suelo para tirarla al wáter al día siguiente al levantarse.
Cuando se la meneaba pensaba en muchas mujeres. En alguna actriz que le gustara. Alguna compañera de clase. Un par de profesoras que estaban realmente buenas. Desde que empezó a vivir con ella en alguna ocasión se la había llegado a tocar pensando en su tía.
Ella no era exactamente su tipo de mujer. Bajita, algo entradita en carnes, pero sin llegar a ser gorda. Linda de cara - se daba un aire a su madre - y con un amplio culo que a veces espiaba. Lo mejor que tenía era un magnífico par de tetas. Desde pequeño le habían fascinado y ahora que las tenía cerca todos los días, se las miraba con disimulo. Sobre todo por las noches, que era cuando su tía iba más cómoda por la casa.
Desde que una de esas noches ella se puso a ver la tele con un top ajustado, sin sujetador, y se marcaban sus pezones, las pajas a la salud de su tía fueron en aumento. Empezó a buscar vídeos porno en los que salieran mujeres parecidas a Rosa. Muchos eran de supuestos incestos de sobrinos con sus tías. Se corría a borbotones sobre la mesa del ordenador viendo aquellos vídeos, fantaseando con hacer todas esas cosas con su tía, que se convirtió en su principal musa pajera.
Pero solo eran eso, fantasías de un joven calentorro.
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Rosa pensó que el convivir con su sobrino sería una carga, pero a los pocos días se dio cuenta de que no iba ser así. Hasta le empezó a gustar el tener a alguien con quien hablar. Cocinar para ella sola era aburrido y ahora disfrutaba haciéndolo para los dos.
Como al mes y medio desde que él empezó a vivir con ella, un medio día antes de que David llegara de clase, Juanita entró en el cuarto de su sobrino para quitarle las sábanas para lavarlas y dejarle una limpias. Él ya era mayorcito para hacerse la cama solo. Al quitar la colcha y la sábana se fijó que había unas machas en la sábana bajera, apenas visibles. Por la zona en que estaban supuso lo que eran.
-¡Jajaja, jodío muchacho! - se rio sola en la habitación - Se la casca en la cama.
Bueno, era normal, se dijo a sí misma. David era un chico joven con las hormonas por las nubes y era lógico que se desahogara. No sabía si tenía novia o no. Quizás, si la tenía, sería de su barrio y la vería los fines de semana. Desde luego, entre semana no, ya que iba de clase a casa o la biblioteca.
Desde ese día, cada vez que cambiaba las sábanas de la cama de su sobrino, Rosa buscaba las inconfundibles marcas dejadas por las prácticas onanistas de su sobrino. Uno de esos días tras llegar de su trabajo, al quitar las sábanas vio a los pies de la mesilla de noche una bola de papel higiénico. La recogió.
Estaba fría, pesada.
-¿Será posible este mozalbete? ¡Mira que sonarse y tirar el papel al suelo! - exclamó.
Pero sin saber porqué, quizás por pura intuición, se dijo que no era de sonarse. Acercó el papel a su nariz y el inconfundible olor dulzón del semen invadió sus fosas nasales. Se dio cuenta de que tenía en la mano una bola de papel impregnada del semen de su sobrino. Y juzgando por el peso, debió ser una abundante corrida la que tuvo esa noche David.
Hacía mucho tiempo que Rosa no olía semen. Desde joven era un olor que la excitaba. Volvió a acercar el papel a su nariz y aspiró hondo, recreándose esta vez en el olor. Se sentó en la cama, aspiró nuevamente, sin poder evitar imaginar a su sobrino corriéndose esa noche en aquel papel. Notó como sus pezones se ponían duros como piedras y ese cosquilleo en el estómago que era el preludio a que su coño se mojara. Un agradable cosquilleo que no sentía desde hacía tiempo.
Se recostó en la cama. Con la mano izquierda sujetaba el papel sobre su nariz. Con la derecha buscó, metiéndola bajo sus bragas, los labios de su coño que ya estaban húmedos. Luego su inflamado clítoris, el cual frotó sintiendo oleadas de placer recorrer su cuerpo. Con los ojos cerrados, apretando los dientes, Rosa tuvo un intenso orgasmo. No recordaba cuando había tenido el último.
Reposó su placer unos minutos. Después dejó las sábanas limpias sobre la cama y fue al baño a tirar el papel. Sentía vergüenza por haberse masturbado como lo había hecho, aspirando el aroma del semen de David.
Cuando ese medio día él regresó de clase fue corriendo a su cuarto. Había estaba toda la mañana preocupado ya que no recordaba que esa mañana hubiese tirado el papel con el que se limpió la corrida de la noche pasada y temía que su tía pudiese encontrarlo. No lo encontró. Eso significaba o que lo había tirado él mismo y no se acordaba o que su tía lo había recogido. Las sábanas limpias sobre la cama le indicaron que ella había hecho limpieza y sintió una punzada de miedo.
-Bueno, aunque lo haya visto, si barrió el piso lo habrá cogido con la pala y el cepillo - se dijo a sí mismo para infundirse ánimos.
Durante la comida ella actuaba como siempre, por lo que David terminó de tranquilizarse y se prometió a sí mismo que sería más cuidadoso a partir de ese momento.
Así que esa misma noche, después de correrse tras una placentera paja y limpiarse con papel, en vez de dejarlo en el suelo para tirarlo a la mañana siguiente, se levantó y fue al baño. Al regresar a su dormitorio miró la puerta cerrada del de su tía.
No supo que tras esa puerta, Rosa estaba desnuda sobre la cama. Que se pellizcaba un pezón con la mano izquierda mientras se frotaba entre las piernas con la derecha. Que había estado imaginando a su sobrino haciéndose una paja en su cama y llenando con una abundante corrida más papel, como el que había encontrado ese medio día. Que estaba a punto de correrse cuando oyó como él salía de su cuarto e iba al baño.
No supo que ella se corrió justo cuando él miraba la puerta. No supo que ella tenía la certeza de que lo que había tirado en la taza del wáter era papel higiénico empapado con su aún caliente semen.
Para su pesar, Rosa ya no volvió a encontrar más papel a los pies de la mesilla. Pero a cambio, esperaba cada noche oír como su sobrino salía de su dormitorio e iba al baño a tirar las pruebas de su placer. Esperaba a oírlo para intensificar sus caricias y correrse también ella. Su libido, dormida durante años, había sido despertada por un jovenzuelo, por su propio sobrino.
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Llegaron los primeros exámenes, lo que hizo que David estudiara más y apenas saliera de su cuarto. No fue hasta que terminó con ellos que volvió a hacerle compañía a su tía por las noches, viendo la tele.
Una de esas noches Rosa se había vuelto a poner aquel top ajustado, sin sujetador, que tanto había impactado en David. Él la miró con disimulo y notó como su polla se empezaba a poner dura, así que dejó de mirarla y se concentró en la película que estaban viendo para que la erección no fuese a más y ella lo notase. Estaba con un pantalón corto y suelto que no podría disimular el bulto de su polla en el caso de que se pusiera dura del todo.
Su tía estaba en el sofá grande, de tres plazas, que quedaba frente al televisor. Él, como siempre, estaba recostado en el de dos plazas, perpendicular al otro. Los dos miraran la película cuando entonces empezó una tórrida escena de sexo. Por supuesto no era explícita, pero si era bastante caliente. El protagonista masculino desnudaba a la bella coprotagonista y se la follaba salvajemente en la cocina. El salón se llenó de los jadeos de la chica, de los resoplidos del hombre.
Entre eso y su tía con aquel top fueron demasiado para David. No puedo evitar, por más que lo intentó, que su polla adquiriese una casi total dureza. Temiendo que su tía se diera cuenta, cogió un cojín y se lo puso sobre las piernas, tratando de disimular.
Rosa se dio cuenta. Ella misma había empezado a sentir cosquillas por el estómago con aquellas calientes imágenes.
-Uy, parece que la escenita te gusta, ¿No? - dijo Rosa, en tono divertido.
-¿eh? - respondió David.
-Que parece que algo - dijo la mujer, señalando hacia el cojín - se ha puesto... contento.
Rosa pudo ver como la cara de David enrojecía.
-Oh, yo… lo siento, tía.
-Jajaja, no hay por qué sentirlo, hombre. La escenita se las trae. Vaya polvazo que están echando
En la televisión el hombre besaba el cuello de la actriz mientras no dejaba de follarla. Solo se veían sus hombros. Pero estaba claro lo que estaba pasando. Después de un par de gemidos más, el fingido orgasmo de ambos actores y luego suaves caricias dieron por concluida la escena.
Rosa cerró con fuerza las piernas. El coño le palpitaba. No solo por la escena. Era sobre todo por saber que su sobrino tenía la polla dura bajo el cojín.
Siguieron viendo la película. De vez en cuando Rosa miraba hacia su sobrino, que no quitaba el cojín de donde lo tenía. Al rato no pudo evitar preguntarle
-¿Qué? ¿No se te... baja? - dijo, risueña.
David seguía avergonzado, pero la polla no se le quería ablandar. Su tía sabía que la tenía dura, así que no valía la pena negarlo.
-Pues... no. No quiere - respondió con una medio sonrisa.
-Jajaja. Bueno… Una meneadita y como nuevo.
-¡Pero... tía! - exclamó David, azorado.
-¿Qué? No me digas que no te la meneas de vez en cuando - le dijo, aún sabiendo que se le meneaba todas las noches.
Aquella conversación no le ayudaba, sino todo lo contrario. La polla se le puso aún más dura. Y mirarla a ella, con aquel hermoso para de tetas apretadas bajo el ajustado top ayudaba aún menos.
¿Le había mirado las tetas? Rosa vio como la mirada de su sobrino se bajó un instante hacia sus pechos.
-Bueno... alguna vez - se atrevió a decir el chico.
-El lo más normal del mundo, sobrinito. Le das gusto al cuerpo y sacas las tensiones acumuladas.
David volvió a mirarle las tetas. Rosa esta vez lo vio perfectamente. Cuando sus miradas se encontraron, también David supo que ella se había dado cuenta. Y como dicen que la mejor defensa es un buen ataque, antes de que ella le dijese nada, se atrevió a decirle:
-Parece que no soy el único 'contento' - comentó, aunque rojo como un tomate.
Rosa se miró las tetas y comprobó que sus duros pezones parecían querer romper la tela del top.
-Uy, es que… hace frio - respondió la mujer, poniendo cara de niña buena.
-No hace frio, mentirosa.
-Jajaja. Vaaaale. Es que no soy de piedra. La escenita también me afectó.
No le dijo a su sobrino que estaba más caliente por él que por la película.
-¿Una meneadita? - le soltó en plan venganza su sobrino.
-Las mujeres no nos meneamos nada.
-Lo sé. Pero ya me entiendes.
-¿Lo sabes? ¿Qué es lo que sabes, pillín?
-Joder, Rosa, ni que fuera un niño.
--Jajaja, tonto. Que te estoy tomando el pelo.
-Ya veo, ya.
Los dos rieron, relajando la tensión del momento. Pero la polla de David no se bajaba. Ni los pezones de Rosa dejaban de marcarse.
-Bueno -dijo Rosa levantándose - Me voy a la cama. Así te dejo solo para que bajes tu... problema - le dijo señalando el cojín.
¿Acababa su tía de decirle que se hiciera una paja? - se preguntó David mirando el cimbreante culazo de su tía.
Rosa llegó a la puerta del salón y se dio la vuelta. El corazón le latía con fuerza. Su encharcado coño le palpitaba entre las piernas.
-Si lo haces aquí, procura no marcharme el sofá. Que las sábanas siempre las dejas con lamparones.
Se dio la vuelta y se fue a su dormitorio, dejando tras de sí a un asombrado y excitado David.
-Joder - pensó David - Sabe que me la casco en la cama. ¿Pero cómo? Si soy siempre cuidadoso.
Comprobó que ella no estaba y se quitó el cojín de encima. Se bajó los pantalones y se sacó la polla. Empezó una furiosa paja, cerrando los ojos y recordando las hermosas tetas de su tía, su lindo culito, amplio, redondo. Se imaginó que se la follaba salvajemente en el sofá, clavándole la polla a fondo mientras le comía aquellas dos soberbias tetas.
Rosa, después de entrar en su alcoba y cerrar sin llave la puerta, se dirigió al aparador y se miró en el espejo. Tenía las mejillas sonrosadas. Los pezones pugnando por romper la tela del top. Sin dejar de mirarse, metió su mano derecha por dentro del pantaloncito de pijama que llevaba y se empezó a hacer una paja, buscando un ansiado orgasmo que no tardó en llegar. Estaba tan excitada que en menos de dos minutos se corrió intensamente, mordiéndose los labios para no gritar de placer.
Casi en ese mismo instante, a escasos metros de allí, su sobrino se corría con grandes y potentes chorros de espeso semen sobre su barriga. Con la mano izquierda paraba los disparos para no manchar el sofá como su tía le había dicho.
David miró el estropicio que su abundante y espesa corrida había provocado. Tuvo la precaución de subirse la camiseta antes de correrse, por lo su barriga había recibido la copiosa eyaculación. Su mano izquierda también estaba toda pringosa. Y encima, con la calentura repentina ni se acordó de tener a mano papel para limpiarse, así que tuvo que levantarse y como un pingüino se dirigió al baño a adecentarse.
Rosa, aún con el corazón desbocado y el placer de su arrollador orgasmo pasando a poco se había acostado en su cama.
-¿Lo estará haciendo? - se preguntó - ¿Estará pajeándose en el salón?
Se imaginó a su sobrino, acostado en el sofá, con la polla en la mano... subiendo y bajando hasta correrse. Gimió de placer cuando su mano volvió a acariciar los labios de su recién corrido coño, pero se paró en seco cuando oyó a David entrar al baño. Agudizó el oído, tratando de adivinar lo que estaba haciendo.
Oyó el agua correr. David estaba lavando algo. ¿Acaso se había corrido y estaba lavándose? La idea la excitó más de lo que ya estaba y continuó acariciándose, atenta a los ruidos que venían del baño. Después del lavamanos, el sonido de echar el agua de las cisterna. Luego la oscuridad cuando David apagó la luz y por último, el sonido de la puerta de la habitación de él al cerrarse.
Rosa no tardó en correrse una vez más. Después, relajada, se durmió.
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A la mañana siguiente, David en la facultad y Rosa en su oficina recordaron los acontecimientos de la noche pasada. Ella reprochándose el haber sido tan descarada con su sobrino. Lo que empezó como un juego, como una broma, terminó con cada uno masturbándose. Había sido una locura, pero no podía negarse a sí misma que lo había disfrutado. David, por su parte, estaba un poco avergonzado de que su tía supiese que se la meneaba en la cama y de que encina, por la noche, supiera que se había empalmado con la película. Bueno, con la película y por ella. Aunque ella no parecía molesta, más bien al contrario. Incluso lo había animado a cascársela.
Rosa intentó concentrarse en su trabajo, pero al rato volvieron los recuerdos. Otra vez la imagen de su sobrino masturbándose en su sofá llenó su mente y excitó su cuerpo. Cogió su teléfono móvil.
-Es solo un juego... no hay nada de malo - pensó mientras abría el whatsapp y buscaba el contacto de David
Escribió una frase. La leyó un par de veces, dudando si enviarla o no. Al final, el cosquilleo de su estómago pudo más que su sensatez y lo mandó.
-Espero que no me mancharas anoche el sofá - le escribió, acompañándolo con un emoticono sonriente y picando un ojo.
David estaba en plena clase y sintió como le vibraba el móvil. Con disimulo para que el profesor no se diera cuenta, lo sacó de su bolsillo y miró lo que era. Cuando comprobó que era un mensaje de su tía, lo abrió en el acto y lo leyó.
¿Qué contestarle? ¿Decirle que no había hecho nada? No tenía sentido. Ella ya sabía lo que hacía en la cama. Así que optó por seguirle el juego.
-Tranquila. Fui cuidadoso - y añadió el mismo emoticono que ella.
-O sea, que te la meneaste en el sofá, bribón.
-Tú me lo pediste.
-¿Yooo? ¿Qué dices, loco?
-Bueno, no fue una orden... jeje. Pero me lo insinuaste. ¿Y tú?
-¿Yo qué? - preguntó Rosa a sabiendas de lo que su sobrino le estaba preguntando.
-Que si tú...
¿Que si yo...? - respondió la mujer, jugando con él
-Coño, tía. Ya sabes a lo que me refiero.
-Pues ni idea, la verdad.
-Que si te tocaste. No era yo anoche el único que estaba caliente.
-¿Le estás preguntando a tu tía que si se tocó anoche? - exclamó y enfatizó la frase con el emoticono del asombro.
-Sí.
-¿Pero no te va vergüenza?
-No - respondió David.
Aunque sí que se moría de vergüenza, pero ella había empezado. Cara a cara no se habría atrevido a hablarle así, pero hacerlo a través del móvil le era más fácil.
-Jajaja, pero que pillo me está saliendo mi sobrinito.
-No has contestado.
-Sí.
-No, no me has contestado.
-Que sí
-Que no, coño.
-Que sí, coño. Que SÍ me toqué - le contestó con una ristra de caritas sonrientes.
Lo que no le dijo a su sobrino es que desde que empezó la conversación de whatsapp se había ido al baño. Que se había encerrado en una de las cabinas y que sus dedos acariciaban furiosamente su encharcado coño.
-Ah, vale. No te había entendido.
La polla de David ya estaba dura como una piedra. Se imaginó a su tía, tumbada en la cama, con las piernas abiertas y acariciándose el coño. ¿Cómo lo tendría? ¿Afeitado con se llevaba ahora o peludito como en los vídeos porno más antiguos?
Rosa no pudo más y se corrió, tratando de no hacer ruido. Sus dedos se mojaron cuando su intenso orgasmo hizo que sus jugos fluyeran. Varios segundos de intenso placer, agarrando con fuerza el móvil con la mano izquierda y frotando su clítoris con la derecha. Cuando todo pasó y pudo escribir, se despidió de David.
-Bueno, sobrinito. Te dejo que sigas. ¿Estás en clase?
-Sí. Un tostonazo.
-Jaja, pobre. Pues nada. Hasta lueguito.
-Chao.
La erección de David tardó en desparecer. No podía creerse la conversación que acababa de tener con su tía.
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Durante el almuerzo, ninguno de los dos se atrevió a hacer mención de lo que habían hablado y se comportaron como si nada hubiese pasado. Tampoco durante la cena dijeron nada al respecto. Después de recoger juntos la cocina, Rosa dijo que iba a ponerse cómoda para ver un rato la tele. David hizo lo mismo.
Rosa eligió un top parecido al de la noche anterior. También era ajustado y no se puso sujetador. Cuando se miró en el espejo vio como sus pezones se marcaban, dudó en si quitárselo y ponerse algo más recatado. Recordó como David le había mirado las tetas la noche anterior y decidió quedarse como estaba.
-Que se recree con esta vieja - se dijo, riéndose.
Cuando David se sentó en su sofá y vio como estaba vestida su tía, se dijo que iba a necesitar otra vez el cojín.
-¿Qué peli ponen? - le preguntó su tía.
-Pues no sé.
-Bueno, si ponen alguna picante tienes el cojín a mano jajaja.
-Ya... gracias - dijo David, un poco molesto.
-Que son bromas, hombre. No seas tan quisquilloso.
-Vaaaale.
Empezó la película que habían elegido, aunque David no le ponía demasiada atención. No dejaba de pensar en su tía, acostada a su lado, con las tetas apretadas, los pezones marcados. Recordó la conversación de la mañana, como ella había admitido que se había tocado por la noche. Notó como su polla se ponía tiesa, empezando a abultar en el pantalón de pijama, así que cogió el cojín y se tapó.
Rosa se dio cuenta.
-¡Vaya! ¿Otra vez? Pero si no hay folleteo en la peli - le dijo
-Pues... - fue lo único que se lo ocurrió decir a un sonrojado David.
-Oh, pobrecito mi sobrinito. ¿O te estás quedando conmigo? No se te puede haber puesto dura así como así.
-No se puso.
-¿Entonces por qué te tapas? Venga, quítate el cojín
-Mejor que no.
-¿Es que no te atreves? Ja, es porque es mentira y me estás tomando el pelo. Seguro.
¿Su tía quería jugar a ese juego? Pues jugarían. Se quitó el cojín y le mostró a su tía el enorme bulto que tenía entre las piernas. Ella abrió los ojos y la boca.
-¡Uf, madre del amor hermoso! ¡Pues sí que la tienes dura! - exclamó la mujer con los ojos clavados en los abultados pantalones.
David volvió a taparse. Los pezones de Rosa ahora eran como dos diamantes cortando la tela y su coño empapaba las sus bragas. Cerró las piernas con fuerza.
-¿Qué te la puso así? -le preguntó.
-Nada... cosas.
-¿Qué cosas? ¿Hay alguna chica que te gusta?
-¿De verdad quieres saberlo?
-Sí, claro.
David, aún rojo como la grana, se atrevió a mirarla y decirle
-Es por ti. Por ese precioso par de tetas que tienes que me han gustado desde siempre. Ya lo sabes.
Rosa se quedó boquiabierta y sorprendida por la respuesta de su sobrino. No se la esperaba.
-Pero... pero... si soy una vieja para ti. Estoy gorda.
-No eres ni vieja ni estás gorda. Estás buenísima.
-Uf… pues gracias, David. Me halagas - exclamó la mujer, notando como su coño latía al ritmo de su corazón.
Ninguno dijo nada durante largos segundos. Solo se miraban. Los ojos de David iban de los de su tía a sus tetas. Los de ella de los de su sobrino hacia las manos que sostenían el cojín. Rosa se mordió el labio.
-¿Sigue dura? - le preguntó.
-Sí.
-¿A ver?
Lentamente, David quitó el cojín que lo tapaba y lo dejó a un lado, exponiendo su erección a los ojos de su tía, que los tenía clavados en sus pantalones.
-Uf, mi niño. ¡Cómo estás! ¿Te la pone así las tetas de tu tía?
-Ujum.
-Pobrecito. ¿Vas a...?
-¿A qué? - le preguntó David devolviéndole juego de la mañana.
-A… tocarte - respondió la excitada mujer, mordiéndose con fuerza el labio y apretando las piernas.
-¿Me estás preguntado si... me voy a hacer una paja?
-¿Te la vas a hacer?
-Pues... sí. Estoy muy caliente.
-Ya lo veo.
-Y no te preocupes, que no voy a manchar nada. Aunque... me encantaría.
-¿Qué? ¿Me quieres manchar el sofá cuando...te corras?
-No, no es el sofá precisamente lo que me gustaría manchar- le respondió David, menos sonrojado y más envalentonado.
Se miraron otra vez a los ojos. Rosa tenía unas ganas enormes de meterse la mano por debajo de las bragas y masturbarse. Estaba ardiendo. Pero no se atrevía a hacerlo con David allí, así que se levantó con rapidez, le echó un último vistazo a la entrepierna de su sobrino y salió disparada hacia su dormitorio.
-Mejor me voy a la cama. Hasta mañana - le dijo apresuradamente y desapareció por el pasillo.
David tampoco podía más. Se sacó la polla, la sacudió con fuerza y se corrió con tal fuerza que a pesar de poner la mano, algunos chorros rebotaron y mancharon el sofá y su camisa. Rosa no llegó a la cama. Tras cerrar la puerta de su alcoba, se metió la mano entre las piernas y se frotó con fuerza hasta estallar en un orgasmo tan intenso que sus piernas flaquearon y se escurrió, apoyada contra la puerta, hasta quedar sentada y temblando de placer en el frío suelo.
Fue allí, con los ojos cerrados, donde oyó a su sobrino entrar al baño. Oyó correr el agua y después apagarse la luz. Seguidamente, el sonido de la puerta del cuarto de David al cerrarse. Se levantó y se acostó en su cama.
Estaba jugando con fuego. Había sido ella la que empezó con sus bromitas y había terminado excitando a su sobrino hasta el punto de que acabara de hacerse una paja en el salón. Era un juego que le gustaba, que la excitaba, pero cuando la cosa se puso más intensa se acobardó y había salido corriendo.
Sonó su teléfono. Era un mensaje de whatsapp y sin abrirlo supo que era de su sobrino. Cogió el móvil y lo abrió.
-Al final me temo que maché un poco el sofá, tía.
-Cabrito. Espero que lo limpiaras bien.
-Sí, tranquila. No quedará marca.
-Bien. ¿Qué le iba a decir a las visitas?
-Pues la verdad. Que pusiste cachondo a tu sobrino y que se hizo una paja a tu salud.
Rosa se estremeció de pies a cabeza. Su coño volvió a mojarse.
-Jajaja, mentiroso. No habrá mujeres más lindas a las que dedicarles una... paja.
-Ya te dije que estás buenísima.
-Gracias. Es siempre agradable que un hombre le diga esas cosas a una mujer.
-Y más cosas que te diría. Pero no quiero molestarte.
-¿Molestarme?
-Sí. Por las cosas que pienso, que imagino. Por lo que pensé antes en el sofá.
-Ah... bueno, tan malo no sería - escribió Rosa con la mano izquierda mientras la derecha acariciaba ya su nuevamente excitado coño.
-Bueno, malo no.
-A ver. Dímelo y te digo si es bueno o malo - le dijo Rosa, deseosa se conocer los pensamientos de su sobrino.
-¿Estás segura? - preguntó David con la polla dura otra vez.
-No creo que a estas alturas me vaya a asustar - y añadió su emoticono preferido de la carita sonriente picando un ojo.
David dudó en si decírselo o no. Cara a cara no se atrevería, pero con el móvil se veía capaz.
-Pues... yo te estaba mirando las tetas...
-Sí, jajaja. Ya me di cuenta.
-Y tú a mí la polla.
-¿Qué dices? Pero si la tenías escondidita.
-Pero muy dura.
-Eso parecía, sí.
-Tú me pediste que me la sacara - le dijo David sacándosela de verdad y agarrándola con una mano.
-¿Síiiiiiiiiii? ¿Eso hice? - exclamó Rosa.
-Sí.
-¿Y te la sacaste?
-No. Te dije que me la sacaba si me enseñabas las tetas.
David no pudo oír como su tía gemía cerrando los ojos al tiempo que enterraba dos dedos en su empapado pero estrecho coño. En su mente lo que le estaba narrando su sobrino se hacía realidad.
-¿Y qué hice yo? - se atrevió a preguntar.
-Te subiste el top y me enseñaste tus preciosas tetas.
-¿Tu cumpliste tu parte?
-Sí. Me bajé el pantalón y liberé mi polla.
-Cabrito. Te sacaste la polla delante de tu tía.
-Ajá. Pero tú te sacaste las tetas delante de tu sobrino.
-Jajaja, visto así - respondió la mujer, tratando rebajar un poco la caliente conversación que estaba manteniendo con su sobrino y que no tardaría en hacerla correr otra vez.
Aquel juego se estaba calentando demasiado. A pesar el intenso deseo que ella tenía de seguir, de saber hasta dónde llegaría su sobrino, se dijo que lo mejor sería cortarlo.
-Bueno, David. Mejor paramos que si no me vas a manchar las sábanas - y lo completó con una ristra de sonrisas.
David quería seguir. Quería contarle a su tía todas las cosas que había imaginado. Pero aunque hasta ese momento ella parecía divertirse con todo aquello temió, que si insistía, ella podría llegar a enfadarse. Así que plegó velas y optó por una retirada.
-Jeje, procuraré no machártelas. Que descanses.
-Hasta mañana.
Ambos, a solas en sus respectivas camas, siguieron tocándose, siguieron dejando volar la imaginación y ambos tuvieron un intenso segundo orgasmo.
+++++
El día siguiente era viernes, por lo que David regresó a su casa por la tarde. Se despidió de su tía como siempre hacía. Ninguno de los dos hizo alusión a lo que había pasado la noche anterior.
Por la noche, David salió de marcha con sus amigos. Rosa, como casi siempre, se quedó en casa viendo la tele. Pero no se podía quitar de la cabeza lo que había hablado con su sobrino. Eso que él le contó. Re imaginó una y otra vez como ella le enseñaba las tetas y él se sacaba la polla
¿Sería él capaz de hacerlo? Y si lo era... ¿Luego que más sería capaz de hacer?, se preguntaba Rosa. David parecía querer contárselo pero ella había terminado la conversación antes de que se le escapara de las manos.
Se maldijo a sí misma por haberlo hecho.
+++++
La tarde del domingo se la pasó nerviosa. En breve David regresaría de casa de sus padres. Por su cabeza pasaron muchas ideas, muchas locuras, que apartaba a un lado.
Sobre las 9 de la noche llegó su sobrino. Se dieron dos besos y como cada domingo por la noche, cenaron juntos en la cocina. Después David se fue a dar una ducha y Rosa fue al salón a ver la tele.
Aunque antes pasó por su alcoba a cambiarse la ropa por algo más cómodo. Se puso unos pantaloncitos cortos y un top de los ajustados, sin sujetador. Se miró al espejo, viendo claramente sus pezones marcados.
-Pero qué zorrita eres, Rosita. Te vistes así para calentar a tu sobrino - le dijo a su imagen del espejo
Cuando el terminó de ducharse y fue al salón, Rosa ya estaba recostada en su sillón. Se miraron. Los ojos de David se posaron, ya sin temor a ser descubierto, en las tetas de su tía.
-¡Qué guapa estás! - le dijo, galante.
-Oh gracias
El muchacho se sentó en su sofá y se pusieron a ver la tele. De vez en cuando se miraban. La visión de las preciosas tetas comenzó a excitar a David, que no hizo nada por ocultarlo, más bien al contrario. Dejó crecer a su polla y levantar una tienda de campaña entre sus piernas.
Rosa lo vio. El corazón se le aceleró y juntó los muslos, ya cachonda perdida.
-Vaya. Parece que otra vez estás... contento - le dijo a su sobrino.
-Pues...sí - respondió David
Los ojos de Rosa se quedaron fijos mirando el abultado paquete que le estaba mostrando su sobrino. Allí debajo estaría su dura polla. Dura por ella. Recordó lo que él le había contado el jueves por la noche.
¿Se atrevería ella a hacerlo? ¿Y él? ¿De verdad haría en la vida real lo que había fantaseado? Solo había una manera se saberlo. Con el corazón casi saliéndole por la boca, tiró suavemente de su top, hacia abajo, haciendo que sus soberbias tetas saltasen libres. Los ojos de su sobrino se abrieron como platos.
-¡Wow, tía! ¡Vaya par de tetas! - exclamó con admiración David.
Las tetas de su tía eran grandes pero apenas estaban caídas. Los pezones parecían dos pitones listos para ser chupados, enmarcados en una areola escura. La polla le dio un brinco encerrada en los pantalones.
-Te toca - le dijo Rosa.
-¿Quieres que me saque la polla? - preguntó el muchacho, mirándola a los ojos.
-Sería lo justo.
-Tía, si me saco la polla... me haré una paja.
-Uf... ¿Te atreverías?
-Sí.
-No te creo - le retó la mujer.
David se llevó las manos a los pantalones y empezó a tirar de ellos hacia abajo. Su tía no le quitaba ojo. Cuando ya empezaban a verse lo vellos del pubis, paró.
-¿Sigo? - le preguntó David a su tía
Estaban a punto de cruzar la línea sin retorno. Si le decía que no y se iba, todo quedaría como una chiquillada. Como una broma entre tía y sobrino. Pero allí estaba ella, con las tetas al aire, el coño encharcado y ardiendo de deseo de verle la polla a su sobrinito.
-Sí, sigue... si te atreves, claro.
David ya no jugó más. Levantó un poco el culo del sofá y tiró de los pantalones y los calzoncillos. Su durísima polla quedó, por fin, ante los ojos de su tía, que fue ahora la que lanzó una exclamación.
-¡Vaya pedazo de...!
-Polla.
-Sí, uf, David...
El pantaloncito corto que llevaba se empezó a mojar debido a la gran cantidad de flujo que su coño estaba destilando. La polla de su sobrino era bastante grande. Surcada por marcadas venas. Desde su posición además parecía bastante gruesa. Era, sin duda, una señora polla. Nunca había visto una así en vivo. Solo en alguna película porno.
Se quedó sin palabras cuando David se la agarró con la mano derecha y empezó, como le había avisado, a hacerse una paja. Lo hacía despacio, mirándole las tetas y alternando con miradas a sus ojos. Ella alternaba entre los ojos de su sobrino y su soberbia polla.
David sabía que si se pajeaba rápido se correría enseguida, por lo que movía su mano despacito, gozando de cada instante.
-Tía, me estoy haciendo una paja a tu salud.
Ella no dijo nada. Solo asintió y se mordió el labio inferior, sin apartar la vista de la polla, cerrando los muslos, frotándoselos entre si.
-¿Estás cachonda, tía?
¿Cachonda? Jamás en su vida había estado tan caliente. Notaba que si seguía así, mirando como su sobrino se pajeaba delante de ella, frotando sus piernas, no tardaría en correrse sin tocarse. Vio como de la punta de la polla empezaba a destilar un líquido transparente.
-Uf, mira como me babea la polla, tía. Es por ti. -le dijo su sobrino sin dejar de mirarla.
La visión tan erótica de su tía, recostada en el sillón, con las preciosas tetas al aire, las mejillas sonrosadas y mirándole la polla hicieron que David notara como su orgasmo se iba a disparar, por lo que se soltó la polla.
-Casi me corro, tía
-No pares... sigue -casi le imploró ella.
-¿Quieres que me corra? ¿Quieres ver como mi polla estalla a borbotones?
La mujer no pudo más que asentir varias veces.
-Si me lo pides, lo haré. Si me pides que me corra para ti, me correré.
-David... - empezó Rosa, que apenas podía hablar.
-Dime, tía.
-Hazlo.
¿Qué haga qué? - dijo David
-Córrete. Córrete para mí...
Rosa volvió a morderse el labio cuando su sobrino recomenzó su hipnótica paja. Y se quedó sin respiración cuando David se levantó del sofá y con la polla en la mano, se acercó a ella y se arrodilló en el sofá, apuntando con la polla hacia sus tetas.
-Así lo verás mejor, tía. Así veras como me corro para ti.
-No...No... David... esto...está mal... Para por fav...
No pudo seguir hablando. Se quedó sin respiración cuando David se tensó, apretó los dientes y su polla soltó un poderoso chorro de semen que impactó entre sus dos tetas. Como a cámara lenta Rosa se extasió mirando como la polla de su sobrino escupía chorro tras chorro de espesa leche que golpeaba sobre sus pechos. Eran chorros largos, espesos, calientes, que fueron cubriendo sus dos grandes tetas y hasta su cuello. Ninguno de los dos emitía sonidos. Ambos miraban el soberbio espectáculo, la enorme corrida que el joven muchacho le estaba echando a su tía en sus senos.
Fueron más de siete poderosos chorros que dejaron nevados las dos montañas de carne de la mujer. Cuando Rosa recuperó el aliento y cogió aire, se llenó del dulzón aroma del semen caliente que la cubría y ya no pudo más. Fue ella entonces la que apretó los dientes y se corrió intensamente, tensando cada fibra de su cuerpo, apretando las piernas, empapando su coño, sus bragas, su pantalón.
David, recuperándose de su propio orgasmo, se quedó mirando como su tía temblaba, como su tía se corría delante de él. Fue un largo orgasmo, que hizo que su espalda se separara del sofá varias veces hasta terminar, por fin, derrumbada sobre el sofá.
Rosa abrió lentamente los ojos. David la estaba mirando, con una sonrisa en los labios... y la polla, dura, agarrada con la mano. De la punta caía un hilillo de semen.
-Vaya, nos corrimos los dos - le dijo él. - Estás preciosa, tía.
Rosa era la viva imagen de la lujuria. Labios resecos, mirada perdida y luciendo una abundante corrida en las tetas. De repente, vio como David se soltaba la polla y acercaba sus manos hasta sus pechos y agarraba uno, apretándolo. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo.
-Uf, que duritas están, tía. Me vuelven loquito tus tetas.
Rosa fue consciente de lo que ella misma había provocado. Su sobrino le estaba tocando las tetas, cubiertas de su semen, con la polla apuntando hacia ella. Estaba mal, pero no podía echarle nada en cara ya que ella lo había provocado. Le quitó la mano de las tetas y se levantó.
-David... esto ha sido un error. No debería haber pasado - le dijo, sin mirarle a la cara y apartando la vista de la aún dura polla.
-Para mí no ha sido ningún error. Y me encanta que haya pasado.
-Por el amor de dios, David, que soy tu tía.
-Lo sé. Pero también eres una mujer sexy que me pone como una moto.
-No puede volver a pasar. Y nunca más hablaremos de lo que ha pasado esta noche.
-¿Lo dices en serio, tía?
-Muy en serio, David.
David hizo una mueca con la cara y la señaló a ella y a él, como diciendo "¿Pero esto es serio?". Rosa miró la situación y tuvo que luchar por no echarse a reír. Los dos de pie. Él con la polla dura, los pantalones en los tobillos. Ella con las tetas al aire y llenas de semen.
-Voy a lavarme y a acostarme. Hasta mañana. Esto no ha pasado - le dijo y salió con paso firme hacia el baño.
-Como quieras, tía - dijo David mirándole el culo.
Rosa se encerró en el baño. Seguía cachonda. El olor del semen de su sobrino la tenía embriagada. Se miró al espejo, asombrándose nuevamente de la enorme cantidad de semen que la polla de David le había echado en las tetas. El de la derecha estaba esparcido por las caricias que él le hizo.
Mirándose en el espejo, se acarició los pechos con las manos, untando la corrida del David por su piel. Los pezones duros como puntas de diamante.
Cuando empezó a gemir, paró. Respiró hondo, cerró los ojos y luchó contra su deseo. Los volvió abrir, abrió el grifo y se lavó. Luego se fue a su cama, a tratar de dormir.
Al rato oyó a David entrar al baño. Recordó que lo había dejado con la polla dura. Aquella preciosa y poderosa polla. ¿Se habría hecho otra paja? ¿Se habría vuelto a correr de aquella torrencial manera?
Agitó la cabeza, tratando de borrar aquellos pensamientos. Le costó trabajo, pero al final consiguió dormirse.
Lo primero que recordó a la mañana siguiente, cuando el despertador sonó, fue el olor del semen de su sobrino. Lo siguiente, el recuerdo de sus tetas recibiendo la copiosa corrida de la polla de David.
Alejó aquellos pensamientos de su mente y comenzó el día.
+++++
No fue una buena mañana para Rosa. Se la pasó luchando contra su propia mente. Contra los deseos de su cuerpo. A punto estuvo de coger su móvil y wasapear a su sobrino. Pero consiguió ser fuerte, aguantar. Venció su lado racional.
David, por su parte, se pasó también la mañana pensando, cavilando. Cogía su teléfono de vez en cuando esperando ver algún mensaje de su tía. A punto estuvo de iniciar la conversación él mismo, pero temía hacerla enfadar.
Recordó cada detalle de la noche anterior sin poder evitar excitarse en plena clase. Deseaba volver a repetirlo. Deseaba ir más allá con su tía. Lo quería todo. Pero ella parecía haber hablado en serio.
¿Qué hacer? ¿Desistir y que todo quedara como un episodio singular o intentar conseguir lo que tanto deseaba? El resto de la mañana se lo pasó pensando en qué hacer, en cómo convencer a su tía de que todo aquello no estaba mal.
Trazó un plan. Solo tenía que atreverse a llevarlo a cabo.
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La primera en llegar a la casa fue, como siempre Rosa. Se cambió de ropa y se puso uno de los vestidos que solía utilizar para andar por casa, nada sexy. Esperando a que llegar su sobrino se fue a la cocina a preparar la comida.
Cuando oyó la puerta abrirse, su corazón latió con más fuerza. Él ya estaba allí. Y también estaba allí ese cosquilleo en el estómago, esa sensación por todo el cuerpo como si su piel fuera, de repente, más sensible. Se puso delante del fregadero y empezó a enjabonar el caldero en el que había hervido la pasta que iban a comer.
David sabía que su tía estaría en la cocina, como siempre que llegaba de clase. También nervioso, dudando aún si sería capaz de hacer lo que tenía en mente, dejó los apuntes en la mesa del salón y fue hacia la cocina. Desde la puerta vio a Rosa, lavando algo en el fregadero.
-Hola tía, ya estoy en casa - le dijo, mirándole el redondo culito.
-Hola - contestó ella, sin mirarle, con un hilo de voz.
El muchacho respiró hondo, cerró los ojos y cogió aire. Era ahora o nunca, se dijo. Se armó de valor y se acercó a su tía, por la espalda. Se quedó a escasos centímetros de ella, sin tocarla.
Rosa se estremeció. David estaba a su espalda, sin hacer nada. Siguió enjabonando el caldero, que casi se le cae de las manos cuando David dio el último paso hacia ella y notó algo duro apretarse contra sus nalgas.
-Llevo toda la mañana así, tía, con la polla dura - le dijo David, lleno de nervios, de miedo, de deseo, con las mejillas sonrosadas
-¿Qué...qué haces? - exclamó la mujer, dejando de frotar el caldero pero sin moverse.
David apoyó sus manos en las caderas de su tía y empezó a moverse, restregándole la dura barra por el culo.
-Te acaricio el culo la polla dura por ti. Eso hago, tía
Rosa tembló de deseo. Aquella polla que la noche anterior le había llenado las tetas de leche ahora se refregaba por su culo. Aquella dura, venosa y preciosa polla. Cerró los ojos para sentirla. Pero a los pocos segundos trató, sin mucha convicción, de parar aquella locura.
-David... no puede ser... para por favor... no debemos hacer esto...
-Yo no voy a parar, tía. Tendrás que pararme tú - le dijo David.
Rosa no hizo nada. Se quedó quieta, sintiendo, mojándose cada vez más. Se quedó con los ojos cerrados y solo los abrió cuando momentos después su sobrino empezó a levantarle el vestido. Pero no se movió. Apretó sus manos en los bordes del fregadero.
David, lentamente, le fue subiendo el vestido. Se separó un poco para poder llevarlo del todo hasta la cintura de la madura mujer. Y se quedó maravillado ante la visión de sus rotundas nalgas, enfundadas en unas pequeñas bragas color rosa.
-Joder, tía. Vaya culazo que tienes - le dijo admirado acariciándoselas con ambas manos.
Rosa dejó escapar un gemido. Se mordió el labio hasta casi hacerse sangre cuando oyó como su sobrino se bajaba la bragueta. Y casi se corre cuando notó la dura polla restregarse, ahora piel contra piel, por sus nalgas.
David, viendo que ella no impedía sus avances, se cogió la polla con mano derecha y cual maza golpeó varias veces contra el culo de su tía.
-¿Notas lo dura que me has puesta la polla, tía?
-Ohhh, David...No sigas...
-¿Que no siga? - respondió, bajándole las bragas hasta hacerlas caer entre sus tobillos.
La cogió por las caderas y tiró de ella hacia él, separándola del fregadero. Luego, empujándola con suavidad por la espalda, hizo que la mujer se echara hacia adelante, dejándola con el soberbio culo ofrecido. No pudo evitar darle una sonora y cariñosa nalgada que hizo que Rosa gimiera de placer.
-Tía... te voy a follar. Ya no puedo más. Necesito follarte.
La mujer estaba a punto de estallar. Notó como David metía aquella caliente y dura barra entre sus piernas y empujaba, rozando los sensibles labios de su coño. Pero erró el camino y salió por delante.
-¡Joder! - exclamó David.
El joven lo volvió a intentar, pero la cabeza de su polla resbaló por la encharcada y babosa rajita del coño de Rosa y volvió a salirse hacia adelante.
A la tercera vez que empujó la polla entre las piernas de su tía, notó como ella, que había metido una mano entre sus piernas, guiaba la polla hasta la entrada de su coño.
-Aggggg, dios... David... despacito... cariño... que hace mucho que mi coñito no recibía una polla.
Y así, despacito, centímetro a centímetro, la dura barra se fue clavando en la apretada y acogedora vagina. La sensación de sentirse después de tantos años llena, hizo que el orgasmo que llevaba tiempo rondándola estallaba por todo su cuerpo. Su coño empezó a tener espasmos, a soltar jugos alrededor de la polla que la atravesaba.
Cuando David notó como el coño de su tía palpitaba alrededor de su polla tampoco pudo aguantar más. Para él era la primera vez que follaba, el primer coño que invadía. Aferrado con fuerza a las caderas de Rosa empezó a correrse, a dispararle en lo más profundo de su coño chorro tras chorro de espeso y caliente semen. Rosa, en pleno orgasmo, notó la cálida invasión, que no hizo más que incrementar la fuerza y prologar la duración de su orgasmo. Ambos gozaron del intenso placer que sentían. Él no se movía. Se mantenía quieto, con toda la polla dentro del coño, corriéndose abundantemente.
Cuando el último chorro fue lanzado, el coño aún palpitó unas pocas veces más. Luego, el silencio, roto tan solo por las agitadas respiraciones de los dos. El primero en hablar fue David.
-Lo siento tía. Me he corrido enseguida. Pero era mi primera vez y me tenías muy caliente.
-¿Nunca lo habías hecho? - le preguntó Rosa, sorprendida.
-No. Eres la primera mujer a la que follo, aunque hayan sido 10 segundos.
Rosa notaba la aún dura polla llenándola. Ahora se sumaba la enorme corrida que David le había echado dentro. Cuando le sacara la polla su coño parecería una fuente.
David la seguía teniendo agarrada por las caderas. Le sacó un poco la polla y se la volvió a meter.
-Ummm David...- susurró Rosa.
Se la sacó otra vez y se la enterró a fondo. Despacito, sin prisa, comenzó a follarse a su tía, que empezó a gemir de placer, y por primera vez, a mover las caderas, a mecerlas, a buscar la polla para que se la enterrase más a fondo.
Al tener el coño lleno de leche, que actuaba como lubricante extra, la dura y gruesa polla entraba y salía con facilidad, dándole solo placer. Cuando David empezó a follársela más a fondo, notó como el semen empezaba a rezumar de su vagina y a bajar por sus muslos.
-Aggg, tía... te estoy follando... te estoy follando - exclamó David, exultante de placer.
-Umm sí... si... me estás follando, sobrinito. Me estás clavando tu enorme polla hasta lo más profundo de mi coño.
Ambos recordaron entonces aquella escena de la película que lo había precipitado todo. Ahora ellos dos eran los protagonistas.
Su reciente corrida hizo que a pesar del intenso placer que estaba sintiendo, David aguantase sin correrse, lo que proporcionó a la excitada mujer un nuevo orgasmo que la hizo estremecer de pies a cabeza. Los jugos se mezclaron aún más con el semen, licuándolo y haciendo que bajara en varios regueros por la cara interna de sus muslos.
La tremenda follada fue a más. David le dio potentes pollazos, logrando que Rosa se corriese varias veces hasta que la maravillosa polla de su sobrino estalló por segunda vez enterrada a fondo dentro de su coño. La cantidad de leche que expulsó fue igual que la anterior.
Si no hubiese sido porque él la agarraba y porque estaba apoyada contra el fregadero, se hubiese caído al suelo. Notó como la polla, al fin, perdía parte de su dureza y se escurría fuera de su coño, acompañada por ríos de semen que siguieron los anteriores regueros y llegaron al suelo.
David la ayudó a incorporarse y le dio la vuelta. Se miraron a los ojos y se sonrieron. Cuando él acercó su boca a la suya, cerró los ojos y se dejó besar.
-¿Cuántos años dura tu carrera? - le preguntó Rosa.
-Cuatro más el máster. Cinco.
-¡¡¡UF!!!
Los dos se rieron y se volvieron a besar