Rosa Poderosa: Así soy yo (04)

Cuarto capítulo de la serie sobre mi vida. Tras haber sido iniciada en el sexo y en la masturbación por mis padres y pertenecer a la “Congregación de los Orgiásticos Martín” que con la llegada de la democracia ha cobrado nuevos bríos, sigo contando algunos pasajes de mis primeros años de vida.

Rosa Poderosa: Así soy yo (IV)

Cuarto capítulo de la serie sobre mi vida. Tras haber sido iniciada en el sexo y en la masturbación por mis padres y pertenecer a la "Congregación de los Orgiásticos Martín"que con la llegada de la democracia ha cobrado nuevos bríos, sigo contando algunos pasajes de mis primeros años de vida.

La "Rueda de Follar" era nuestra especialidad más refinada. Consistía en que las dos gemelas, Carlota y María, y yo éramos atadas a una especie de rueda de carro puesta en posición horizontal, bien abiertas de piernas. A continuación, el que follaba tenía que ir girándola y correrse dentro de cada uno de los tres coñitos sin que se le bajase la erección… Si no lo conseguía, era castigado a meterse por el culo un enorme falo con púas que salía del eje de la rueda y las tres lo girábamos para que el recto del castigado fuese seriamente perjudicado por su impotencia.

La puja fue emocionante. El que la ganó fue, ¡cómo no!, mi padre, que para la ocasión se dejó más de seis millones de pesetas en la subasta. Ni que decir tiene que salió airoso de la "Rueda" porque mi padre, por aquel entonces, estaba más que entrenado.

A continuación, Ana sacó la tercera papeleta… "Que el resto de las mujeres de la sala me chupen el coño", y la cuarta: "Quiero darle por el culo a todos los criados"… y así se llegó hasta la mañana siguiente, aunque yo me la perdí porque me pasé desde las cinco de la madrugada follando como una descosida con nuestro criado Juan, el marido de Ana.

Al día siguiente continuó la fiesta. Era obligatorio que todo el mundo fuese desnudo y cada cual podía deambular por el Pazo a su antojo. Para la ocasión, nuestras criadas estaban vestidas únicamente con una polla con arnés a la cintura y tenían la orden de follar a toda cuanta mujer se cruzase en su camino o encular del mismo modo a cualquier hombre que encontrasen.

Evidentemente me hice la encontradiza con mi querida Carlota varias veces a lo largo de la jornada porque quería sentir que me follaba bien a gusto.

A las ocho de la tarde hubo una reunión en el salón principal. La cuestión era ver cuál de las mujeres de la Congregación tendría que hacer de puta de lujo para un invitado especial que llegaría en las próximas semanas. Resulta que mi padre y el alcalde querían conseguir que no sé qué multinacional americana instalase su nueva fábrica en nuestra zona y el manager general de la firma iba a venir a pasar unos días a Vigo en busca de una zona apropiada para el asentamiento de tal factoría. Se trataba de "hacer todo lo posible" para que el tal señor Roberts se fuese con el "convencimiento" de que unas parcelas de nuestro alcalde eran las mejores de todas.

Se decidió, por el habitual sistema de pujas de nuestra Congregación, que la puta de lujo fuese mi madre y que, si era necesario, yo la acompañaría en alguna de las sesiones de sexo del tal Roberts. Días después viviría una excepcional semana de sexo con una polla americana.

Más tarde se sirvió la cena. En esta ocasión, nuestras criadas hicieron de improvisados "platos" para las viandas. En la Congregación había una niña, la hija de Julián el joyero, de unos catorce años, que en las últimas semanas había empezado a menstruar. Era guapa y, además, estaba en el punto en el que las niñas le gustaban a mi madre. En un momento de la cena me acerqué a ella y le toqué el coñito. Rocío, que así se llamaba y aún se llama la niña, era muy receptiva a ese tipo de caricias. El caso es que si le estimulaba el clítoris yo sabía que se quedaba a merced de mi voluntad.

  • "Mira Rocío", le dije, "me encantaría que limpiases el plato de las cigalas con tu lengua… es que las tetas de Ana como plato no tienen desperdicio. Si se las chupas bien, seguiré jugando con tu cosita, si no, te dejo ahora mismo así de caliente y sin que te baje el gustillo".

La niña se aplicó con el pecho de Ana. No se conformó sólo con chuparle las tetas, sino que le pegó varios mordiscos a los pezones que, como era habitual en nuestra criada, alcanzaron un tamaño considerable. Además aprovechó la coyuntura para tocar la vagina de la madre de las gemelas y, separando sus labios, le estiró en varias ocasiones del clítoris provocando el orgasmo de Ana y la hilaridad de los que estaban alrededor.

No contenta con el espectáculo, hice una seña a Juan para que se acercase.

  • "¿Te gustaría hacerte a mi amiga Rocío?", le pregunté lasciva. "Fíjate qué coñito más jugoso tiene; lo estoy calentando para que un buen rabo le entre y, si hay fortuna, se quede embarazada porque ya tiene la regla, ¿sabes?"

Juan, que a esas alturas ya tenía su polla en estado de revista, me pidió que le soltase el candado que le sujetaba su pene como a todos los criados, y procedió de un certero golpetazo a follarse a Rocío. Ésta, cuando sintió la polla en su interior, mordió con más fuerza los pezones de Ana.

  • "Eso es…", dije entre risas generalizadas, "fóllate a la cabrona que está matando de gusto a tu esposa, hijo de puta. Aprovecha para reventar a esta zorrona que se está beneficiando a tu mujer, cornudo".

(continuará)