Rosa la estudiante y el zapatero succionador 1

Rosa es una estudiante muy aplicada sin tiempo para alternar con el sexo opuesto pero ¿Qué pasa con tanta abstinencia cuando se le rompe un zapato y se encuentra con el zapatero succionador...? Sigue leyendo y verás qué le ocurre a esta estudiante empollona cuando un viejo zapatero....

Rosa nota un contacto húmedo en la boca pero todavía tarda unos segundos en abrir los ojos y ver que se trata de Sandokan, el perro que le ha dejado su amiga Enerea en custodia mientras sigue de vacaciones, que le está dando lametones en la boca. Qué asco!! Lo aparta de una patada, aun así el incidente le recuerda que hace mucho tiempo que no se besuquea con ningún chico…, bueno en realidad, salir salir solo lo ha hecho con dos chicos y del último hace ya dos años. No ha sido nunca muy promiscua pero echa de menos las noches románticas y porque no de sesión completa (ya me entendéis).

Se dirige al lavabo y antes de meterse en la ducha se mira desnuda en el espejo de cuerpo entero y se dice a sí misma que no está nada mal, si no sale con más chicos no es por falta de oportunidades sino por su dedicación completa a los estudios y por, como dice su madre, ir vestida como una perroflauta.

No tiene unos pechos demasiado grandes pero son duros y turgentes, la cintura es de lo que más orgullosa está, estrecha y se ensancha al llegar a la pelvis marcando unas curvas libres de cartucheras, el pubis rubio igual que el pelo ;) y que ahora que se fija se debería depilar ahora que se acerca el verano. Mientras piensa en ello pasa la mano como para demostrarlo y el contacto le hace venir una oleada de calor en la entrepierna, hace tanto tiempo que no…… empieza a acariciarse el clítoris pero se obliga a parar, tiene examen la semana que viene y todavía le queda mucha materia por estudiar si quiere sacar matrícula.

Se ducha, se pone lo primero que encuentra y directa a la biblioteca de empresariales, la rutina de cada día, estudiar de 9 a la hora de comer y por la tarde vuelta a empezar hasta la hora de cenar.

Ya son las 7 de la tarde cuando decide dar una vuelta para desentumecerse antes de continuar hasta las 10 pero justo bajando las escalares de acceso a la calle se le suelta la suela de uno de los zapatos. Mierda!! Es el único par en condiciones que le quedan, con lo poco que gana en el trabajo de la librería los sábados le da justo para vivir y suerte de que gracias a las matrículas de honor se ahorra las tasas de la universidad y es tan orgullosa que antes que pedir dinero a sus padres se dejaría cortar un brazo.

Con el zapato roto no puede ir, así que decide ir a la zapatería de la calle Princesa, el otro día pasó por delante y aunque los zapatos están pasados de moda (de su estilo) los precios están muy ajustados.

En metro se planta allí en media hora justo lo que falta para el cierre, la zapatería está bastante llena así que se una vez identificadas los zapatos de su interés se sienta en un butacón del final esperanto a que la atiendan, mientras repasa el Facebook que lo tiene muy olvidado.

Finalmente el zapatero, un señor de unos 60, acompaña a la penúltima clienta a la salida y baja el cierra hasta mitad. Se pone un poco nerviosa ¿no me ha visto? O querrá pellizcarme como decía mi abuela?

Pero cuando ya se levantaba para hacerse notar él ya se le acerca:

-  He bajado la persiana para que no se cuele nadie más que ya es hora de plegar. ¿Ha visto algo que le interese?

Ahí estaba el problema gustar gustar le gustaban muchos zapatos pero solo tenía 30 euros y necesitaba 10 para la cena. Así que para ahorrar tiempo se lo plantea así mismo al zapatero.

El hombre desaparece y al volver lleva tres pares de zapatos que tenían pinta de ser bastante más caros de 20 euros y al comentárselo va y le suelta:

  • Tranquila que si le gustan le haré un buen descuento, que no pasan chichas tan bonitas cada día por aquí.

Uiuiuiii, este hombre ya se estaba perfilando como un viejo verde pero se los empieza a probar un poco más tranquila, todo sea por un buen descuento.

Se calza el primer par.

  • Camine, camine que verá qué cómodas son

  • Súbase un poco las faldas y verá mejor el efecto

Sin poder evitarlo Rosa siente un pequeño hormigueo entre las piernas y se llama guarra a sí misma por sentir aquello con este tipejo pero demasiados días de abstinencia…

Aun así le hace caso y se sube las faldas (unas faldas anchas y finas que le llegan casi hasta los tobillos) justo por las rodillas.

-          Sin miedo mujer un poco más arriba

Y va ella y se las sube hasta que en uno de esos espejos inclinados de zapatería añeja se puede ver sus largas y esbeltas piernas al final de las cuales ya se intuye el blanco de las bragas. En realidad el hombre tenía razón el efecto era mejor, los zapatos blancos de medio tacón son preciosos, aunque le parece que él no aparta ni un momento la mirada de sus muslos. Pero ella, que siempre ha tenido vocación de voluntariado, piensa que tampoco pasa nada por darle una alegría a la tercera edad.