Rosa
Cuando me agaché para abrochar su zapato, noté como se estremeció, y no puedo negar que esa sensación me gustó, y mucho.
Mi nombre es Juan, malagueño de 38 años, que por una serie de circunstancias, en estos últimos años no para de viajar por toda la geografía española.
Pero no es de los últimos años de los que quiero hablaros, y creo que a vosotros tampoco os interesaría lo más mínimo, sino de una época de mi vida (rondando los 27), que a veces añoro.
Soy un hombre alto, rondando el 190, corpulento (que no musculoso), y según veo en el espejo cuando me miro, no especialmente agraciado. Diría que poco se puede destacar de mi físico, salvo mi sonrisa, que dicen que es bonita. Siempre he sido bastante tímido con las mujeres, porque siempre he tenido la sensación que no tenía nada interesante que decir a la chicha que se encontrase junto a mi en ese momento. Pero todo cambió cuando llegó a mi vida internet, porque con internet llegaron los chats, y el msn, una herramienta que me permitía exponer mis virtudes (que creo que no son pocas) a traves de una pantalla.
Hoy os quiero contar un poco de mi historia con Rosa, amiga de una hermana de mi mejor amigo. Cierto día, este amigo me preguntó si podía darle mi dirección de msn para esta amiga en cuestión. Yo aunque por aquellos entonces mantenía una pseudorelación con una compañera de trabajo, no me negué. Es más, cada día llegaba a casa y lo primero que hacía era conectarme a internet para ver si me había agregado o no. He decir que soy una persona que funciona a base de morbo, y aquella situación me lo daba.
Hasta que llegó el día que Rosa se conectó, y comenzamos a hablar. Recuerdo poco de lo que hablamos esos primeros días, pero sí de que todas las frases que me escribía las decía con doble sentido. Yo, que como he dicho internet me soltó un montón, fui entrando al trapo de todas las puyitas que me iba lanzando. Aún no sé como llegamos al punto en que empecé a relatarle punto por punto lo que haría con su cuerpo. Donde la besaría, donde la acariciaría, que le comería, y donde y de que manera me la follaría. Al principio contestaba con monosilabos, pero después dejó incluso de contestar. Según me contestó días más tarde, no pudo aguantarse, se desnudó, se abrió de piernas delante de su ordenador y empezó a masturbarse leyendo las cosas que yo le haría. Cuando se corrió, volvió a escribir, para decirme que parara, porque iba a ponerlo todo pringando si seguía.
Fue la primera vez que tuve una conversación de esas características con alguien, y me encantó la experiencia. Solo esperaba la posibiladad de llevar a cabo cada una de las cosas que dije que le haría.
Como dije antes, yo por aquel entonces tenía pareja, pero teníamos una relación en la que ella pasaba un poco de mi, y yo ni me lo pensé cuando Rosa me dijo que si podíamos quedar ese sábado para ir a cenar algo. Yo le dije que encantado, que me dijese un sitio y que pasaría a recogerla.
En principio ella no queria que yo supiese donde vivía y yo lo respeté, pero cuando llegué a donde habíamos quedado, ella me llamó (no había whatssap) para decirme que iba a tardar un poco. Yo le dije que no pasaba nada, que ya había llegado, pero que la esperaría. Dudó un momento y me dijo que si quería podía ir a su casa y esperar allí mientras ella se arreglaba. Le dije que sí, y me explicó donde vivía. Podía ir andando desde donde estaba aparcado, así que me dirigí al chalet adosado que me había indicado.
Debo de reconocer que hasta ese momento había estado más o menos tranquilo, pero cuando me vi en la puerta a punto de tocar al timbre, me puse muy nervioso. Y más aun cuando cai en la cuenta que no había visto aún ninguna foto de ella. Lo único que sabía por mi amigo es que no era fea.
Toqué a su timbre hecho un manojo de nervios, y cuando abrió me encontre a una mujer bajita, delgada, con unos ojos alegres aunque cansados (por su trabajo hacía muchos turnos dobles y nocturnos), una sonrisa encantadora, una boca grande, poco pecho y un buen culo. Entré y nos dimos dos besos. Nos los dimos despacio, aunque fuesen en la mejilla, disfrutandolos ambos, creo, por igual. Me ofreció una cerveza y me invitó a sentarme en el sofá mientras ella terminaba de arreglarse. Le dije que prefería estar de pie y con ella, ya que era la primera vez que la veía.
Se sentó a ponerse los tacones, y con los nervios que ella tambien tenía, no atinaba a abrocharlos, y me ofrecí a hacerlo.Cuando me agaché para abrochar su zapato, noté como se estremeció, y no puedo negar que esa sensación me gustó, y mucho. Pocas veces en mi vida había sentido tanta química en tan poco tiempo con nadie, y desde ese momento supe que me la iba a follar, aunque aún no sabía que me la iba a follar tanto ni tan bien.
Salimos a cenar y la conversación fue muy amena y nada forzada. Fuimos preguntandonos e interesandonos el uno el otro, y sin darnos cuenta, casi nos echan del restaurante. Salimos y la invité a una copa, y me dijo que le parecía bien. Estuvimos buscando sitios tranquilos donde ir y seguir hablando, pero todos estaban llenos de gente, así que cuando creía que la noche se iba a acabar, me dijo que nos podíamos tomar la ultima en su casa, y le dije que me parecía genial, incrédulo ante tanta suerte.
LLegamos a casa, puso la calefacción y nos puso una copa. Nos sentamos en el sofá, uno frente a otro, tirandonos claramente los trastos uno al otro, cada vez mas juntos hasta que sin esperar más, y sin saber de donde me llego la decisión, le comí la boca. Podría decir que la besé, pero no sería ajustado a la realidad. Nos comimos como si no hubiese un mañana. Empecé a acariciarla por encima de la ropa, al principio suave, y cada vez con mas ansia.
Le desabroché la camisa y la dejé en sujetador y braguitas. Le quite el sujetador y empecé a comerle las tetas, que como intuía eran mas bien pequeñas, pero con unos pezones erectos y duros. Se los estuve comiendo un rato, mientras ella empezó a gemir. La miraba y veía como cerraba los ojos, daba la impresión que le gustaba lo que le hacía. Para mi pensé que si eso le gustaba, lo que venía despues le iba a encantar.
Empecé a descender por su barriga dispuesto a comerle el coño hasta que se corriese en mi boca. Pero en ese momento me detuvo.
Me dijo que no quería seguir, porque no quería darmelo todo el primer día. Quería que tuviese ganas de volver a verla. Por mi cabeza pasó la idea de quedarme con un calentón y con un dolor de huevos de campeonato. Vi como se levantaba, como se vestía y pensé que por esa noche se había acabado todo. Me senté en el sofá y ella se sentó a mi lado. Me preguntó que si estaba molesto. Yo medio sincero medio no, le dije que la entendía y que no quería hacer nada que ella no quisiera hacer.
Mientras le decía eso, fue pasando su mano encima de mi poya, que después del parón había bajado un poco, pero al notar el contacto se puso dura de nuevo.
Me encantaba como lo hacía, pasando su mano por toda mi extensión. Como amagaba con bajarme los pantalones, y en el ultimo momento se detenía.
Hasta que en un momento determinado, tiro con fuerza y mi poya saltó como un resorte. Pocas veces la había visto tan dura. En este momento debo decir que según mis amantes estoy bien dotado, con una poya de unos 18 centimetros y bastante gruesa. Cuando la vío, dijo me encanta. Se puso de rodillas y comenzó a hacerme una de las mejores mamadas que me hayan hecho nunca. A ratos se la metía y con su lengua jugaba con mi glande, otras se dedicaba a lamerla y jugar con mis huevos. Me estaba volviendo loco. No quería que terminase nunca, pero lo hacía tan bien que iba a correrme sin remedio.
Le avisé que me iba a correr, y me dijo que quería que me corriese en su boca. Una vez más no pude creerme la buena suerte que estaba teniendo esa noche.
En el momento que noté que el orgasmo me llegaba, la avisé y aceleró su mamada hasta que me corrí a borbotones en su boca. Pocas veces me había corrido con tanta intensidad despues de una mamada. Se lo tragó todo, y me dejó la poya reluciente. Se veía que aparte de darme placer, le encantaba comerse una poya.
Despúes de eso volvimos a hablar un rato, pero ya eran las tantas de la mañana. Me invitó a quedarme a dormir en su casa, y nos quedamos a dormir en el sofá.
Me desperté a las 12 del medio día sin saber muy bien donde estaba, y cuando la vi, recordé todo lo que habia pasado la noche anterior, y me calenté. Y mucho.
La desperté a besos humedos, con mucha lengua, y la fui calentando. Le dije, lo siento pero voy a follarte. Le toqué el coño, pero ya lo tenía chorreando. Me senté en el sofá, y sin desnudarla del todo, la puse encima mía y se la metí de un golpe. Estaba tan mojada y yo tan caliente, que practicamente se coló dentro de ella.
Empezó a cabalgarme, mientras yo le comía las tetas y la ayudaba cogiendole el culo marcando el ritmo. Cada vez mas rapido y mas duro. De repente empezó a temblar y se corrió entre gritos. Pero yo despues de haberme corrido antes, aun me quedaba para acabar, y mas fuerte la follaba. Y volvió a correrse de nuevo. De nuevo volví a recordarme de lo afortunado que estaba siendo esa noche, porque quieras que no, a todo el mundo le gusta cuando su amante de turno se lo pasa bien. Y Rosa lo estaba disfrutando, y mucho.
Despues del segundo orgasmo, Rosa me pidió que bajase un poco el ritmo, que la estaba dejando agotada, pero yo solo pensaba en correrme, y seguí dandole.
Cambiamos de posicion, la puse a cuatro patas y de nuevo aceleré el ritmo. Ella gritaba de placer, me pedía que no parase que se iba a correr de nuevo.
Se corrió con un gran grito. Me preocupó en serio por si los vecinos la oian y se presentaban en casa para ver que pasaba. Me dijo que ya no podía mas, que la estaba reventando. Se la saqué, la puse de rodillas, y empecé a menearmela en su cara. Sacaba la lengua y me la lamía, y me decía que sabia a chocho.
Cuando noté que me llegaba el orgasmo, la avisé. Hizo el intento de metersela en la boca, pero no la dejé. Quería correrme en su cara y dejarle mi leche.
A pesar de ser la segunda corrida de la noche, solté abundante leche. Fue un autentico morbazo verla de rodillas, reventada de follar y con su cara pringando de mi leche.
Fue a lavarse la cara y los dientes, vino al salón y me encontró vestido y dispuesto a irme. Se quedó un poco sorprendida por que me fuesse, ya que esperaba que me quedase el día con ella, pero yo había quedado con la que era mi pareja, cosa que no le dije, y no pude quedarme.
Con el tiempo me di cuenta que debería haberme quedado ese día con ella, pero esas son historias que no vienen al caso, ni tampoco creo que os interesen mucho.
Más adelante os contaré más cosas de Rosa, y de otras mujeres que conseguí llevarme a la cama.
Un saludo