Rosa a su gusto

Una mujer que busca una amante...

ROSA A SU GUSTO

Todos los días Rosa sube en el mismo colectivo. El mismo horario de lunes a viernes.

Su trabajo queda en el centro. Su barrio está un poco lejos de aquel lugar. El comercio donde atiende es una mercería y allí siempre hay gente que va y viene , por lo general mujeres.

Ellas, las mujeres son las que se dedican por lo general a comprar y arreglar prendas.

Hace veinte años que está allí. Empezó de joven, tendría unos veinticinco años, ha pasado por muchos cambios en su vida.

No tuvo hijos. Vivió en pareja, pero no funcionó, y no con una sino con tres, ahora, está más que curtida y ya no piensa en parejas.

Vive sola hace un par de años. Y por el momento no piensa en cambiar esa situación al menos hasta que llegué alguien indicado.

Así es que también, ha cambiado tanto en algunos aspectos de su sexualidad. Por ejemplo, un gran cambio ha sido el de acostarse con mujeres. Nunca lo había hecho hasta que con una compañera joven de trabajo, empezó un cierto romance.

Con ella había aprendido lo que era tener sexo con una chica.

Nunca convivió con ella porque la chica volvió con su pareja anterior y bueno, ellas nunca pudieron avanzar mucho en la relación.

Quedaron en buenos términos y ella siguió su camino, buscando y encontrando chicas que le dieron sexo a rabiar, pero nunca una relación estable.

Todos los día s subía a unas cuantas cuadras de donde Rosa subía, una muchachita de pelo largo hasta casi la cintura. Era morochita de labios gruesos, ella los había observado muy bien. Unas tetas importantes a simple vista lo que se podía observar que era una chica explosiva. Eso quiso tal vez creer Rosa, en su afán de mirar mujeres y si eran jóvenes mejor.

Los ojos de la chica morochita eran llamativos por lo azabache profundos y luminosos. Parecían chispear y dar luz a todo lo que pasaba a su alrededor. Rosa la veía, pero no estaba segura de que la chica morochita la viera a ella. Una mujer grande y, quizá veinte años de diferencia. Aun que ella se veía atractiva y en carrera, no sabía si los demás la veían, como ella con su autoestima alta se veía cada vez que salía del baño desnuda y se miraba en el gran espejo que tenía en su habitación.

Sus tetas aún comestibles que cualquier boca querría disfrutar se decía, mientras las acariciaba y les colocaba alguna crema para que sus pezones enseguida se alargaran y sintieran esa electricidad que le producían las yemas de sus dedos largos.

Se giraba y observaba sus nalgas con algunas estrías propias de la edad, claro, pero firmes aún, que mas de una quisiera tener a su edad, además de querer tener al alcance de la mano. Pasaba sus manos inquietas por allí y un poco de crema también y de allí directo a su sexo completamente depilado y ya la masturbación era un hecho.

Mientras pensaba en ello, miraba a la morochita que se sentó en aquel día un asiento por delante de ella, no sin antes, regalarle una sonrisa, de, hola como estas, o una cosa sí,. Su corazón dio un salto y su boca se abrió mostrándole los dientes brillantes.

La baba cayéndole por el costado de sus labios. El viaje prosiguió tratando de oler el perfume que emanaba aquella chica de su pelo largo y aún húmedo. Olía a almendras, olía a limpio y Rosa sintió la punzada que siempre que se calentaba sentía en su entrepierna.

El viaje prosiguió y ella sabía que pronto la chica morochita bajaría en la esquina de siempre. Unas cuadras más adelante le tocaría el turno a ella y ya la perdería de vista hasta el día de mañana. Pensó que algo debía hacer para saber más de ella. Para tratar de establecer un contacto. Cada vez le gustaba más aquella pendeja que la estaba volviendo loca, porque hasta había llegado a soñar con ella desnuda.

Bajó donde tenía que bajar y Rosa llegó a su trabajo. Como todos los días la invadieron en unos minutos las clientas que rebalsaron el local durante toda aquella mañana.

Las compañeras de Rosa mas jóvenes que ella, la notaron un tanto distraída. Pero la apoyaron como hacían siempre entre ellas. Fue tanto el trajín del día que al llegar la hora de marcharse esa día, ya eran cerca de las veinte horas y la luna alumbraba en lo alto, una de ellas le recordó lo del sábado.

__¡Lo del sábado!__ pensó Rosa en voz alta

__¡Rosa, si lo de mañana sábado!

__¡Sí claro el baby shower!!__ recordó de golpe. La hermana de su compañera la había invitado. Estaba pronta a parir y bueno esas costumbres de ahora pensaba Rosa. Lo había olvidado por completo, pero nuevamente le prometió que iría por supuesto.

El día siguiente, el sábado por la mañana pasó muy veloz. El mediodía llegó pronto y todas se marcharon prometiéndose volver a verse en la tarde, en el  baby shower.

Rosa almorzó liviano, a veces le pesaba la soledad, había días, momentos en que se le hacía duro.

Se tiró a descansar las piernas sobretodo, luego se levantó y se dio un baño relajante, limpio cuidadosamente todos los rincones de su cuerpo. Tuvo un orgasmo como casi siempre que se duchaba, no podía evitar tocarse, le gustaba sentir el orgasmo.

La tarde estaba soleada, ya cayendo en aquella primavera que poco a poco se iba convirtiendo en verano.

Llegó a la casa donde se realizaría el encuentro en un taxi. Nunca había aprendido a manejar, así es que tampoco tenía auto, aunque alguna vez lo había pensado, era algo que le había quedado en el tintero, aunque no lo descartaba del todo.

Cuando entró a la casa ya había bastante gente. Gente que no conocía, pero otras sí. Se saludo con varias conocidas y alguna que otra compañera. Se sirvió una bebida sin alcohol, no le gustaba beber cuando no estaba en su casa, no le gustaba hacer papelones. Recorrió un poco la casa que era cómoda y linda. La  mayoría de los invitados estaban en el patio, que tenía muchas flores y plantas. Recorrió aquel lugar. Había algunas mamas con sus chicos, que hacían un bullicio considerable. Por allí estaba la mamá con su panza a punto de explotar, sonriendo feliz. Rosa se acercó y la saludo afectuosamente, era una chica muy linda, pero ella con las casadas tenía un cierto reparo. Así es que alejo sus malos pensamientos rápidamente. En eso estaba cuando la vio en un sillón riendo con una de sus compañeras de trabajo. Su cara se ilumino y los pezones le dieron un golpe de calentura. Se irguieron de manera descomunal, como nunca le había ocurrido con nadie antes.

Se acercó decidida, no podía perder aquella oportunidad de oro. Avanzó con su mejor sonrisa, con los labios apenas rozados por el tenue labial que usaba muchas veces. Los grandes ojos y los turgentes pechos hacia adelante, que apenas se veían en su nacimiento, gracias al botón desprendido de su camisa color beige.

__¡Hola Rosa, viniste!!__ la recibió su compañera con un brillo especial en los ojos y moviendo levemente las cejas.

__¡Si, te dije que vendría!

__¡Me encanta!¡Ella es Alicia!¡Pero le decimos Ali!

__¡Hola, encantada!__ dijo la chica morochita y se abalanzó para besar la mejilla de Rosa que sintió en su entrepierna que le chorreaba sin remedio. Como sus pezones que se irguieron de inmediato ante el roce de la piel de Ali.

__¡Esta lindo esto no!__ comento la compañera de Rosa

__¡Si la verdad que sí!__ comentó Rosa sin sacar los ojos del vestidito floreado y juvenil de Ali, que también la miraba con los ojos negros profundos.

__¡Traigo algo de tomar quieren!__ y sin esperar respuesta la compañera de Rosa desapareció a buscar alguna cosa.

__¡Te conozco, y tu me recuerdas!¿no?__ atacó sin preámbulos Rosa

__¡Si, claro!¡En el colectivo!

__¡Ah pensé que solo yo te había visto!

__¡No, yo también te he visto!__ dijo Ali abriendo su bocaza sonriente y el sol alumbró exactamente en ese lugar.

__¡Que linda sonrisa tienes!__ dijo Rosa

__¡Gracias!__ dijo Ali sonrojándose como la jovencita inexperta que era. Pero no tanto para ver el brillo en los ojos de la madura mujer que la miraba desnudándola con los ojos.

La tarde e fue transcurriendo. Ellas se miraban con fuego en los ojos. No podían estar lejos la una de la otra mucho tiempo. Había una atracción.

__¡Y tú qué haces?__ preguntón en un momento Rosa

__¡Doy clases de Inglés en un instituto privado! ¡Tu trabajas en una mercería!

__¡Así es!

__¿Y estas casada?

__¡No, lo estuve y no tengo hijos!¿Novio?

__¡No!__ contestó Ali.

La reunión llegaba a su fin. Las mujeres se miraban deseándose.

__¿Tienes algún compromiso?

__¡No !__ contestó Ali

__¡Quieres venir a mi casa?__ preguntó Rosa

__¡Si claro, vamos!__ dijo Ali y salieron las dos. Salieron al aire de la noche. Rosa quiso pedir un taxi pero Ali le dijo que estaba en su auto. Así que subieron, y en l viaje Rosa no podía dejar de mira a la chica morochita y de labio carnosos y quiso besarla allí mismo, pero se contuvo. Llegaron a la casa de Rosa y bajaron del auto.

Entraron y Rosa no aguanto ya y con suavidad la apoyo a Ali contra la pared y le cayó con la boca a la boca de la chica que no se resistió, que le abrió la boca y la tomo de la cintura, y le palpo los cachetes del culo aun firme de la madura mujer. En seguid comenzaron los gemidos y las salivas empezaron a brotar. Rosa levanto el vestido de la joven y enseguida llego a la tanguita de la jovencita caliente. Tan caliente como la madura mujer que estaba tan a gusto besando aquella boca que al fin era suya después de días y días soñándola.

Como pudieron llegaron a la cama. Casi desnuda Ali. Sin la camisa Rosa. Enseguida se tendieron en ella y Ali atrapó para si los pechos de Rosa, los chupo con ardor. Con paciencia tomándose su tiempo, en tanto Rosa tenía un orgasmo violento y luego otro. Con los dedos ella llegó al botoncito de la chic morochita que gimió y tuvo una especie de larga convulsión.

Luego el sesenta y nueve y las dos chupándose los anillos, lamiéndose y metiéndose los dedos hasta el infinito. Las sabrosas conchas que dejaban saltar las aguas una y otra vez. Los gritos de ambas, los brazos , los besos, las bocas, las lenguas hundiéndose una en el hoyo de la otra una y otra vez. Los anos abriéndose para ser explorados por las lenguas, las bocas, los dedos.

Morderse los pechos, los cuellos, las piernas, los muslos, el cuello. Gritar, aullar de placer. El fuego consumiéndose, rodeando los cuerpos que volaban disfrutándose, así, así, toda la noche y tantas otras noches incontables  y casi infinitas.-