Ropa íntima

Juegos sexuales extraños...

Lunes. Siete de la mañana. Llego a tu piso. Duermes. Preparo café mientras te despiertas. Como me pediste, llevo un conjunto de lencería negro. Culotte con encajes y sujetador de tirante ancho. Apareces en la cocina y me arrancas el vestido, un vestidito vaquero muy corto. Me sientas sobre la mesa, cuadrada, y te pajeas delante de mí, tu semen mancha mi preciosa ropa íntima.

Me voy, llego tarde a la oficina.

Martes. Siete y cuarto, tráfico infernal. Gabardina roja fresquita, llueve pero no hace frío. Quizá te enfades, querías tanga rosa sin sujetador, pero he optado por ponérmelo. Mis tetas se encuentran más protegidas dentro de él. Abres la puerta bostezando. Me besas, me empujas contra la pared, me pides que te coma la polla, y me acaricias con tus dedos pícaros ese tanga que tanto te gusta.

Me voy, he quedado con Marta en el gimnasio.

Miércoles, seis de la madrugada. Ni siquiera ha amanecido. Tu mensaje me despierta y, tal como me indicas, vuelo a tu casa. Me he vestido como tú me has ordenado: braguitas blancas, repletas de puntillas, con un diseño muy infantil, y sujetador a juego. Encima, un vestido rojo, ajustadito. Me ofreces café o zumo, pido un té, y me sugieres, ¿es una sugerencia?, que te excite con un baile sensual. Sin quitarme las prendas íntimas, como siempre. Te corres relativamente pronto.

Me voy, tengo una reunión importante.

Jueves, cinco y media de la mañana, qué sueño… Aeropuerto. Viajo a Londres por negocios. Quieres que te envíe unas fotos, así que me dedico a hacer virguerías con el móvil en el cuarto de baño. Tanga azul marino, diminuto, y sostén de media copa, transparente. Ensayo posturitas y tomo fotografías. Cuando me mandas tu mensaje de aprobación, la azafata está recomendando que se apaguen los teléfonos.

Me voy, en Londres está nublado y hay una temperatura de 5ºC.

Viernes. Siete menos cuarto de la mañana. Me estoy duchando para ir a despertarte cuando entra mi novio en el baño. Llevamos una semana enfadados, discutimos por una tontería, y ni uno ni otro nos hemos disculpado. Él sonríe, yo le lanzo un beso. Tú aún estarás dormido… ¿cómo te llamas?, ¿por qué nunca quieres que me quite la ropa interior?, ¿a qué te dedicas?. Mi novio decide ducharse conmigo. En breves segundos estamos comiéndonos la boca. Follamos, ansiosos, en una lenta y apasionada entrega, saciando el hambre que cada uno tenía del otro.

Me voy, hoy desayuno con Isabel.

Ya en el trabajo, decido que lo mío contigo se ha acabado. Borro tu número del móvil, y rechazo tus llamadas. Y esa tarde, soleada y perfecta, regreso a casa dando un paseo, y decido esperar a mi chico tumbada en la cama. Ah, que lo sepas, completamente desnuda.

Cristina Padín Barca.