Roommatte
Llegaste sola, te peleaste con Sergio, no es para sorprenderse. Vienes llevada del putas y pienso que te ves sexy.
Me despierto y escucho ruidos en la cocina. Estás preparando el desayuno. Me quedo unos segundos en la cama y pienso ¿Qué harás hoy? ¿Pankekes? ¿Tostadas francesas?
Salto de la cama inmediatamente a la cocina para verte en tu pijama de pantaloncito corto. Estabas más deliciosa que los pankekes con mermelada de mora que ya estaban en la mesa.
Me recibes con tu acostumbrada sonrisa, esa que forma un hoyuelo en tu mejilla.
Desayunamos y hablamos de las noticias de anoche, criticamos a la vieja que habla de chismes políticos y a la de farándula, que se mantiene allí por bonita.
Hacemos la lista de tareas de esta semana, bueno tú la haces, yo solo te observo escribir y a todo digo si.
Hoy es Domingo. Me dices que más tarde viene Sergio, el idiota de tu novio, que irán al cine. Me preguntas qué voy hacer. Nada como siempre, quedarme en casa viendo televisión. Creo que sientes un poco de pena por mi. Me invitas, pero ya sabes mi respuesta. No insistes.
A pesar de tener que verle la cara a tu novio. Me gustan los fines de semana porque casi siempre desayunamos juntas, tú en tus pijamas diminutas y yo disfrutando de tu paisaje.
Ahora sales de tu cuarto, tienes el mismo vestido que llevabas puesto el día que llegué a este apartamento por tu aviso clasificado. Allí estaba yo, con mis jeans desgastados y mis tenis sucios. Tú me miraste de arriba abajo y yo pensé: Quien me manda a buscar apartamento en el norte. Nos sentamos y me sometí a tu pequeño interrogatorio. ¿De dónde soy? ¿Dónde estudio? ¿Trabajo? ¿Dónde viven tus papás? ¿Tu música favorita?¿ Tu comida favorita? ¿Cocinas? No las recuerdo todas, pero a medida que respondía, me decía: Te rajaste. No cumpliste con los requisitos. Al terminar el “examen” yo me preparaba para levantarme del sofá, despedirme y darte las gracias. ¡Pero que sorpresa! Tú dijiste: ¿Cuándo te pasas?
Cuando regresaste estaba encerrada en mi cuarto leyendo a Bukowski y acabando mi cigarrillo. Llegaste sola, te peleaste con Sergio, no es para sorprenderse. Vienes llevada del putas y pienso que te ves sexy. Me cuentas todo el drama, obviamente te doy la razón, es lo que quieres escuchar en ese momento. Te irás a dormir sola. Eso me alegra de cierta manera. Muchas veces llegas con él, se van a tu cuarto y los escucho. Al principio siento celos, rabia. Luego tus gemidos sobresalen y empiezo a excitarme casi al punto de masturbarme, después vuelvo a los celos, la rabia.
Seguimos hablando sentadas en el sofá, pero cambiamos de tema. Jugamos a las cartas y como siempre tú pierdes. Empieza a llover muy fuerte, te asustan los truenos y me gustaría abrazarte. “Tranquila” te digo intentando acercarme más de lo normal, pero no me dejas, te mueves nerviosa.
Luego me tomas del brazo y me dices : No te vayas a dormir todavía, espera a que termine de llover. Ahora hablamos del tipo gay de enfrente, de la pareja del piso de arriba y sus esporádicos escándalos. Llegamos a ese temita tuyo ¿Conociste a alguien? Yo respondo : Ya no hay hombres que valgan la pena. ¿Y el tipo con el pelo revuelto que estaba contigo abajo el otro día? Ah! Es un amigo nada más. Eres bonita, inteligente, simpática debe ser porque no quieres. Me doy cuenta que sabes mentir. Soy rara, ¿Te acuerdas? Rara sí, eso le dijiste a tu mamá por teléfono, una noche que pensabas que dormía. ¡Es rara mamá! Nunca trae visitas. No hay familiares, no tiene novio, ni amigos. Sólo un gato que una vez recogió de la calle y a los dos días huyó por la ventana.
Bueno yo también te miento. El mechudo del otro día se llama Javier y apenas lo llamo viene a la portería. Dice sin interés; ¿Cómo estás? Más o menos. Contesto mientras le entrego el dinero. Luego se larga por donde vino. Hasta cuando lo vuelvo a llamar.
Te vuelvo a mentir, cuando digo no hay hombres que valgan la pena. No me interesa conocer a ningún tipo, de eso estoy segura.
Me despierto, salgo de mi cuarto. Te miras por última vez en el espejo, ya se te hizo tarde. Te acercas y te despides con tu sonrisa, huelo tu perfume. Voy a la cocina y mientras le doy un mordisco a mi tostada francesa, leo la lista de tareas de esta semana.