Rompiendo la normalidad con mi hermana melliza (4)

La tensión sexual entre Rubén y Andrea no para de aumentar. Sin embargo, las cosas cambian abruptamente y ambos serán llevados al límite en una experiencia que los unirá aún más, hasta que la verdad acabe aflorando. ¿Podrán ser sinceros aunque sea una vez en su vida? ¿Cómo les afectará esto?

CAPÍTULO 4: Hincándole el diente al fruto prohibido

― ¿Q-Q-Qué?

Estaba anonadado antes las palabras de mi hermana… ¿Cómo que no le importaba que me excitara con ella?

― Esto… Quiero decir… ― Un sonrojo ferviente coloreó rápidamente sus mejillas. ― No sé… Somos jóvenes… Y tú eres un chico… No significa tanto que tengas una erección… Es solo una reacción fisiológica… No quiere decir que tú… Bueno… Que yo…

Su silencio siguiente tensó el ambiente mucho. Dios, no me hagas esto, la tentación más brutal que jamás haya existido se encuentra en mi propia casa. No sé cómo me controlé para no arrancarle la ropa allí mismo. Probablemente me repetí una y otra vez en mi mente que era mi hermanita, a la que había visto crecer, a la que quería ver feliz sin importar qué. Eso me hizo reflexionar, así que simplemente asentí fingiendo seguridad, dibujando una sonrisilla cómplice en mi rostro.

― No deja de ser vergonzoso, pero tienes razón, hermanita. Aunque si yo me he puesto así, figúrate los demás… No sé si ese es el objetivo del reportaje…

― Bueno… No está de más causar una buena impresión al comprador… O a la chica que va a usar ese conjuntito para su chico…

― Esto… Sí… Supongo.

― Y bien… ¿Te parece guay que coja el trabajo?

― Si te hace feliz, adelante. Yo te apoyaré como mejor pueda.

― No esperaba menos de ti, hermanito.

Me abrazó con ahínco, y pude sentir todo su cuerpazo directamente en mi pecho. Ya nos habíamos abrazado más veces… ¿Por qué me sentía de esa manera? ¿Por qué no podía simplemente sentirme cómodo? Al rodear su cuerpo con mis brazos comprobé la razón. Andrea tenía la medida perfecta para caber entre ellos, unas curvas absolutamente demenciales, y una fragancia que tenía a mis endorfinas en rompan filas. Estaba rezando a todos los dioses para controlarme, empecé a respirar hondo.

― Rubén… ― Andrea se separó un poco. ― ¿Qué haces?

― ¿Eh? Nada… Esto… Entreno la respiración para mejorar mi concentración en el ring…

Se me escapó una risilla más que estúpida, y me rasqué la cabeza con nerviosismo. Por suerte, ella estalló en una enorme carcajada.

― ¡Siempre estás pensando en los mismo, idiota!

― Lo sé…

― Bueno, pues muchas gracias por tu apoyo y opinión, hermanito.

Menos mal que se fue y esa conversación terminó ahí, y menos mal también que no tuvimos que cruzarnos mucho más durante ese día, y pude desahogar mi calentura esa noche en mi habitación al hacerme una paja de campeonato, que me hizo pegarme tremenda corrida que regó todo mi cuerpo desnudo tumbado en la cama. Creo que hasta me alcanzó la barbilla. Mi hermana me había puesto demasiado cachondo. Y cada vez estaba más seguro de que no lo hacía inocentemente.

La cosa no terminó ahí, mi hermana empezó a actuar cada vez de manera más anómala conmigo a partir de ese momento, era como que iba restando cada vez más longitud a mi espacio vital.

Si nos sentábamos en el sofá a ver una película, se acercaba más que nunca. Si nos cruzábamos por el pasillo, se aseguraba de que nos rozáramos. Si salía de la ducha, se aseguraba de pasar por mi puerta en toalla y saludarme, con la coartada de que mi habitación estaba de paso a la suya. Si cenábamos juntos, rozaba mis pies con los suyos mientras reía y hacía ver que solo era un simple “juego entre hermanos”. Si iba a salir de fiesta con su grupo de amigas del curro, me hacía elegir entre dos o tres vestidos, mientras posaba para mí embutida en ellos.

Yo estaba tan excitado todo el día, que mis encuentros íntimos con Nadia eran cada vez más frecuentes. Menos mal que ella estaba encantada de que folláramos más que nunca, porque yo de alguna manera tenía que calmar el creciente morbo incestuoso, aunque fuese irrefrenable. Tenía a la más grande de las tentaciones viviendo conmigo, y no podía consumar mis tan anhelados deseos. Simplemente no podía hacer eso. Era mi hermanita, a la que había jurado proteger ante mi difunto padre. Yo no… ¿O acaso estar con ella sería de alguna manera una forma de no dejar que alguien más le hiciese daño? No, no podía pensar de esa manera. Tenía que centrarme, y no caer en la tentación bajo ningún concepto. Al fin y al cabo, solo eran pequeños jueguecitos de tensión sexual, por lo que seguro que en el fondo ella solo quería eso: Jugar. Si llegase a perder el control lo jodería todo, y entonces se acabó… Perdería a Andrea para siempre.

― Dios, Nadia, como la chupas. Cada día eres mejor.

No paraba de mirarme a los ojos fijamente mientras me chupaba cada rincón de mi polla bien dura.

Se la sacó un momento de la boca, y con un hilillo de saliva cayéndole de la boca, me sonrió de forma muy lasciva.

― Hora de la comida de huevos.

No esperó ni un momento, bajó hacia mis huevos cargados de leche, y empezó a jugar con ellos en su boca como si fuesen sus juguetes mientras me pajeaba lentamente. Joder, como sabía lo que me gustaba… Ya llevábamos un buen tiempo haciendo guarrerías, y se notaba.

― ¡Qué zorra! ¡Qué bien te los comes!

Siempre solíamos tener conversaciones bien cerdas mientras me comía los huevos.

― Tengo que cuidar bien a mis juguetitos…

― ¡Qué polvazo tienes! ¡Seguro que medio gimnasio se la casca pensando en ti!

― Pero yo solo hago guarradas contigo… ¿Te pone que tengas exclusividad?

― Joder, como no me va a poner… Me siento como si fueras mi puta…

―Bueno… ― Me estrujó los huevos, haciéndome dar un respingo. ― No olvides que soy yo la que manda aquí, criajo.

―Claro que s-s-sí… ¡Dios! ¡Suéltamelos!

― ¿Qué se dice?

― Por favor…

― ¿Qué más?

― Ama…

― Ahora sí.

Solo entonces los soltó, para masajearlos de nuevo con asombrosa habilidad.

― ¡Cómo me ha puesto eso! ¡Me quiero correr en tu boca!

― Está bien, guarro de mierda…

Me puse de pie en la cama y ella, de rodillas, se abrió la boca y sacó la lengua de manera más que lasciva.

― La quiero toda, no desperdicies ni una gota, maldito cabrón.

― Por supuesto, te voy a dejar la boca bien blanquita, so zorra…

― ¡Vamos, pégate la corrida en la boca de tu maestra, pedazo de cerdo morboso!

― ¡Aquí vieneeeeeeee!

Y me pegué una tremenda corrida en su lengua. La hija de puta no deformaba ni un poco la expresión, quería dejar claro que era toda una experta, y que no le impresionaba que su alumno se le corriera en la boca. Sobre todo, después de haber hecho cosas mucho peores con él. Casi era el pan de cada día. Era otro partido más en el que de nuevo perdía yo, ella ni se inmutaba, y a mí me temblaban las piernas del pedazo de venida increíble, y del morbo de ver como Nadia, sin apartar su mirada de la mía, se tragaba toda mi leche, con un lento movimiento de esófago.

― Qué rica, cabrón… Me encanta que te corras tanto…

Me dejé caer en la cama, disfrutando del post-orgasmo.

― Dios, últimamente no me dejas tranquila ni un momento… Vaya lívido, chico… ¿Ha pasado algo?

― ¿Eh? ―  Automáticamente se me vinieron a la cabeza las fotos de Andrea en lencería, y de todos los peligrosos jueguecitos a los que siempre me invitaba, y me puse algo colorado. ―  No. Supongo que soy joven, y estoy cachondo todo el día. Además, ¿Cómo quieres que no lo esté si algo como esto está a únicamente una llamada de distancia de mí?

Mientras decía esa última frase, le sopesé las tetas desde atrás. Ella solo río por lo bajini.

― ¿Tanto te gustan?

― Bueno, en realidad todo tu cuerpo. Pero es que dios… No sabes la de pajas que me hecho con estas…

― Pobrecito, que sufrimiento te ha hecho pasar tu profesora tetona y buenorra…

― Bueno, estás compensando todo ese sufrimiento.

― Eh, pero no quiero que esto afecte a tu rendimiento, estás mejorando mucho y tu proyección no para de aumentar. Quiero que arrases en el torneo nacional de MMA, de esa manera podríamos intentar que firmaras para la UFC. No será fácil que te cojan, pero si haces un papel nacional excepcional, las cosas podrían ir bien.

― Nunca me lo he tomado tan en serio como ahora, maestra. Esto lo único que hace es despejarme luego de los duros entrenamientos. No bajaré la guardia, y creo que se nota que estoy dando lo mejor de mí.

― Exacto, por eso te estoy ayudando como puedo… ― Se le escapó de nuevo una risilla. ― Quiero explotar tu increíble potencial, y que llegues a ser una bestia del MMA. Quiero que me superes.

― Quizás podríamos probar a pelear algún día usted contra mí.

― Créeme… ― Me miró desafiante, con ojos que me hacían sentirme una hormiga delante de una montaña. ― No durarías ni medio asalto.

.

Mientras el tiempo pasaba, mi hermana estaba cada vez más y más cariñosa. La barrera física era cada vez menor, me abrazaba cada vez más, cuando hablábamos me tocaba mucho más, era como que quería darme entender que estaba bien romper el contacto físico. Yo seguía peleando contra mi conciencia, encontrando cada vez menos razones para no cruzar la línea, hasta que un día pasó.

Ese día tanto Andrea como yo habíamos ido de fiesta.

Yo llegué a las tantas bastante perjudicado. La verdad es que ya hacía mucho que no tenía una noche loca, debido a mi rutina de entrenamiento. Así que, ya que era fin de semana, decidí darme el capricho. Era casi como si hubiese perdido la facultad de beber alcohol tras tanto tiempo sin hacerlo, sentía que mi nivel de asimilación había bajado, y con las copas de siempre acabé algo mal. Nada especialmente preocupante, pero si lo suficiente como para notarlo.

Mi hermana llegó a casa no mucho después, y tras oír el sonido de las llaves siendo dejadas encima de la mesa, la vi asomar al salón. Por su aspecto, no parecía mucho mejor que yo.

― Creo que me he pasado un poco… ― A ambos se nos escapó una risilla. ― Pero veo que tú tampoco estás en tu momento de mayor clarividencia…

― He estado mejor, sí…

Se sentó a mi lado, y posó sus piernas en las mías, mientras me agarraba del brazo, con su cabeza puesta sobre mi hombro.

― ¿Por qué no nos vamos juntos de fiesta algún día?

― Oh, por supuesto, me encantaría…

― Y a mí, cuando estás conmigo siempre es lo mejor.

― Creía que te hartarías… Ya sabes, por aquello de haber vivido tanto tiempo juntos.

― Oh venga, si siempre ha sido así, nunca me he sentido tan protegida y a gusto como a tu lado.

― Bueno, eso significa que he hecho un buen trabajo como hermano.

― Sin duda, eres el mejor.

Nos miramos los dos en silencio. Se podía sentir la tensión en el ambiente, como si estuviéramos en el ojo de un huracán. Sentía su cuerpo muy cerca del mío, y no pude evitar bajar mi mirada hacia sus labios entreabiertos. Dios, por favor… ¿Por qué le das una tarta de cinco pisos a un diabético?

― ¿Sabes? Hoy he soñado algo muy raro…

― ¿Sí? ¿El qué?

No nos separamos ni un mero milímetro.

― Que me besabas.

― Bueno, ya me besaste hace tiempo, ¿Te acuerdas? En el coche… No sería tanta novedad…

― No me refiero a uno de esos besos…

― ¿Entonces?

― Me refería a uno como estos…

Y suprimió la distancia entre los dos, eliminando cualquier posibilidad de defensa de mi vanguardia. Era oficial, mi hermana me estaba morreando.

Mi mente se puso en blanco. Entre el alcohol y la excitación perdí el control, y empecé a usar mi lengua yo también, en una danza prohibida que se estaba convirtiendo en una experiencia casi mágica.

Tras un minuto onírico en el que no parábamos de explorar la boca del otro, Andrea se retiró rápidamente. El momento fue efímero, es cierto, pero no se puede describir con palabras tal sumun de placer. Le miré directamente a la cara, parecía extremadamente preocupada.

― Oh no… ¿Qué he hecho?

― ¿Andrea?

― Lo siento… Yo… Oh no… Siempre la acabo cagando, pero esto ya es demasiado…

― ¿De qué hablas?

― Te quiero mucho, pero… No así… Lo juro… Yo… No sé porque he hecho esto…

― Oh… Está bien, entiendo.

Sus ojos empezaron a derramar lágrimas mientras me miraba.

― No quería hacer eso… Por favor, no te alejes de mí.

― Hey, hey, hey ― La abracé suavemente. ― No te preocupes, los dos estamos algo borrachos y nos hemos dejado llevar por el momento. Nunca me alejaré de ti, y menos por algo como esto, hermanita.

― Lo siento… De verdad…

.

Ese incidente fue un claro punto y a parte en nuestra relación. Ella se volvió mucho más fría y distante conmigo. No podía entenderlo. Supongo que la culpa por haber cruzado la línea de lo prohibido le estaba carcomiendo por dentro.

Por más que intentaba entablar una conversación del mismo modo en el que lo hacía antes, no había manera. Ella simplemente contestaba monosílabos, y evitaba en la medida de lo posible estar cerca de mí. Tras muchos intentos frustrados por volver a como éramos antes decidí dejarle su espacio por un tiempo. Suponía que era lo mejor.

Pasó cerca de un año y medio desde aquel día, y la cosa no mejoraba con mi hermana. Yo por mi parte seguía haciendo mi vida en el gimnasio de MMA, y por supuesto mis encuentros con Nadia eran más que frecuentes.

Me sentía en un momento pletórico de forma, y de hecho logré destacar bastante en el torneo nacional, quedando segundo. Eso me dejaba en muy buena posición para el combate de acceso a la UFC, mi gran sueño.

Económicamente nos iba a ambos muy bien, debido a que tanto Andrea como yo dejamos nuestros trabajos por el de luchador profesional y modelo de lencería, respectivamente. Este hecho me llevo a hablar con Andrea acerca de comprar a medias una casa nueva, más grande y lujosa.

Cual fue mi sorpresa al oírle decir que en realidad hacia unos meses que salía con un chico, y que pronto se iría a vivir con él. La verdad, eso me dejó algo descolocado. Acostumbrado a que me contaste todo lo que le pasaba, y a que fuésemos confidentes el uno del otro, no podía entender porque me había ocultado que tenía novio, y mucho menos que planeaba irse de casa pronto.

― ¿Pero cuando me lo pensabas decir?

― No sé… Es algo que ha estado rondando mi cabeza por algún tiempo… Quiero hacer mi vida junto a este chico.

― Bueno, está bien… Pero, no sé… Me dejas algo descolocado…

― Creo que es lo mejor para ambos, yo necesito mi espacio para estar con mi novio, y tú necesitas tu espacio para entrenar lo más duro que puedas para esa prueba de acceso a la UFC. Sé que de siempre ha sido tu sueño, así que no deberías pensar en otra cosa que no fuese eso.

― Lo sé, pero… Tú eres mi familia, siempre serás más importante.

― Si sigues diciendo eso, al final ese sentimiento se acabará entrometiendo con tu sueño. Es el momento de alzar el vuelo, y de dejar de depender el uno del otro.

― Bueno… Supongo que tienes razón…

― Creo honestamente que la tengo, y que es lo mejor para los dos.

― De acuerdo… Pero ¿Sería mucho pedir conocer a tu novio? Quiero simplemente saber quién es y como es.

― Claro, si quieres mañana mismo te lo presento.

Todo me parecía muy extraño. Sentía que lo único que pretendía con todo eso era alejarse de mí, y sinceramente me molestaba la manera tan infantil en la que lo estaba intentando. Aunque a la vez no podía evitar pensar que quizás todo era una movida que me había creado yo en la cabeza, y que simplemente veía a todo girar a mi alrededor. Hacía tiempo que no estaba así de confuso.

Al día siguiente, fui con ella y su novio a comer a un restaurante. Era un chico de complexión musculada, con algunos tatuajes, y sinceramente me causó una impresión de mierda. Me recordaba mucho a Marcos, y ya puse cara de pocos amigos.

Sinceramente, el momento de la comida fue la cosa más incómoda que recuerdo.

Mientras Andrea y yo intentábamos mantener un perfil bajo, ese tío no paraba de hacer comentarios de mierda, como “ Buah tío, es que siempre me han gustado las tías como Andrea, bien sexys cuando están en lencería. Mis amigos flipan ”, dando a entender que estaba con ella por su cuerpo, y por lo bien que quedaba como adorno, supongo que también para poder presumir con sus amigos del cuerpazo que tenía para él solo.

También soltó otras perlas del calibre de “ Yo pienso conseguir un buen trabajo para poder mantener a Andrea y que ella no tenga que hacer nada más que estar en casa, cuidando del hogar como una buena mujer ” o “Tío, pues yo me dedico a las cripto, yo no creo en el trabajo convencional, voy a hacerme millonario aplicando el conocimiento que me da una academia en la que estoy” Academia la cual era una estafa piramidal, y no hacía falta más de dos dedos de frente para saberlo.

Me estaba hirviendo la sangre, y aunque ese imbécil de mierda no parecía darse cuenta, Andrea conocía perfectamente mis gestos de enfado, y se le veía más que preocupada. Pocas veces alguien me había puesto tan de los nervios. Estaba seriamente usando toda mi fuerza de voluntad para no montar una escena legendaria en mitad del restaurante. Porque con solo un cañón directo a la boca no se iba a ir ese gilipollas, iba a pegarle una tremenda paliza.

Con “En realidad me gustaría que dejara el trabajo que tiene, su cuerpo tiene que ser pa’ mí al fin y al cabo JAJAJAJAJA” perdí los estribos, y me levanté de golpe, tirando la silla al suelo. Algunas personas de alrededor se giraron para mirarnos. No la iba a liar pegándole a ese energúmeno, ni Andrea ni el resto de gente del restaurante merecían aquello. Pero eso no podía quedar así.

― Escucha, Andrea ― Le miré directamente a los ojos, con los míos inyectados en puro fuego. ― Voy a salir un momento, porque sino voy a dejar sin dientes a este subnormal de mierda.

Y sin más, enfilé mi camino hacia la salida. Una vez fuera, le di una tremenda patada al banco que había delante del restaurante, asustando a algunos viandantes. Dios, necesitaba un saco de boxeo en esos momentos. Nunca me había peleado fuera del ring, nunca había sentido impulsos como estos, cosa que me dio aún más rabia. Que un imbécil de ese calibre me hubiese conseguido poner de esta manera era insultante e incluso humillante.

― ¿Pero qué te pasa?

Andrea apareció, reclamándome por mi comportamiento.

― ¿Que qué me pasa? ¿Pero tú has oído a ese imbécil?

― Ese imbécil es mi novio, te guste o no.

― Mira, no te dije nada con Marcos, pero siempre me pareció un capullo. Era un imbécil. Y mira como acabó todo. No cometeré el mismo error otra vez, ese tío es un auténtico gilipollas, y ya te digo yo que lo pasarás mal con él.

― Nunca pedí tu opinión o tus consejos.

― Oh… Pensaba que confiábamos el uno en el otro como el que más, pensaba que éramos una familia.

― No vengas con esas. Esto solo lo haces por ti, simplemente no quieres aceptar que quiera hacer mi vida, y que quiera ver el mundo más allá de ti.

― Mira, ya que lo mencionas, creo que todo esto lo estás haciendo por lo que pasó entre nosotros. No sé porque le das tanta importancia… Echo de menos que nos llevemos como antes, y creo que querernos es más importante. ¿Recuerdas cuando solíamos ser el mejor amigo del otro? Te siento tan distante, es extraño…

― Mira, no vale la pena seguir así. Ya no es cuestión de si estoy o no con mi novio, es cuestión de que me he dado cuenta de que lo único que quieres es retenerme a tu lado sin importar qué. Solo piensas en ti, y no te importa nada más allá de eso. Esto se acabó, estoy harta.

― ¿Se acabó?

― No quiero volver a saber nada más de ti, fin de la historia. Déjame hacer mi vida… ¿Me has oído?

― Eres… ― Pegué una patada al banco, de nuevo. No reconocía a mi propia hermana. ― Si eso es lo que quieres, tranquila, que no volverás a verme la puta cara.

Me miró con una expresión que denotaba desagrado por la actitud colérica que yo había adquirido.

― Mañana recogeré mis cosas y me iré a vivir con Alex. Adiós. Ya pago yo tu cuenta, vete.

― No hace falta que me lo digas dos veces. Adiós.

Y me alejé caminando de la entrada de aquel restaurante, mientras Andrea volvía adentro. No podía parar de llorar. Había perdido a Andrea para siempre, ya no había vuelta atrás.

Las semanas posteriores a ese hecho fueron duras. Yo estaba muy deprimido, pero no podía estarlo, tenía que mantenerme fuerte para la prueba de acceso a la UFC. Pero no había manera de centrarme, sentía que me había quedado solo en el mundo, y además empecé a pensar que Andrea tenía razón, y que, en el fondo, y sin obviar que su novio realmente era un imbécil de primer calibre, todo lo que hice fue por y para mantenerla a mi lado egoístamente. Me sentía algo culpable. La manera en que quería a Andrea no era normal, no era fraternal. Estaba empezando a verlo, y eso me carcomía aún más por dentro. Ya hacía unos días que Andrea había sacado todas sus cosas de casa y se había mudado definitivamente con ese energúmeno. Solo la despedí con un frío “Adiós”, igual que ella. No hubo más palabras, no hubo nada más. Simplemente se fue, y estaba seguro de que para no volver jamás.

No se puede comparar lo que sentí en ese momento con cuando cortas con una chica, era algo mucho más profundo. El vínculo entre yo y mi hermana era tan especial, y tan arraigado que parecía que jamás podría romperse. Pero no, la realidad es que nada es irrompible.

Pero, tras unos meses más en la completa miseria, pasó. Un día como cualquier otro, mientras veía Netflix después de uno de los duros entrenamientos de MMA, me sonó el móvil. Era Andrea.

Hacía casi cuatro meses que no sabía de ella. Me puse muy nervioso, pero decidí cogerle la llamada.

― ¿Sí?

― Rubén…

― Dime, Andrea…

― Necesito ayuda.

― ¿Por qué no se lo pides a tu novio?

Quería meterle alguna que otra pulla, aún estaba abierta la herida que me llevó a estar en esta situación. La verdad es que mi orgullo me hacía parecer idiota a veces, pero supongo que soy así.

― Porque se está poniendo violento.

― ¿QUÉ?

Se derrumbó, emitiendo un llanto ahogado.

― Me pega constantemente, no me deja hablar con nadie, no me deja salir a la calle…

― ¿ESE CERDO SE HA ATREVIDO A HACERTE ESO?

― Yo… Dios, Rubén… Tenías razón… Soy una imbécil de mierda… Me ha tenido secuestrada todo este tiempo.

No paraba de llorar… ¿En serio? ¿Ese tío la tenía retenida en casa en contra de su voluntad? La sangre me estaba hirviendo más que nunca.

― Dios mío, Andrea… Espera, ¿Dónde vivís?

Tras darme la dirección de su casa, me levanté de golpe, cogí el abrigo, y me dispuse a ir hacia allí.

― Mantente conmigo, ¿De acuerdo? Si te dice algo, dile que estás hablando con la policía, que no se atreva a hacer nada.

― Me ha amenazado de muerte, dice que si hablo con alguien lo voy a lamentar. He logrado llamarte ahora porque le he puesto unos somníferos que usa a veces conmigo en la comida. No sé cuanto tiempo estará grogui, en cuanto se entere no sé lo que pasará…

― No digas eso, Andrea. Todo irá bien. Estoy de camino. Y voy a llamar a la policía en cuanto estés a salvo, para que ese cerdo se lleve lo que se merece.

― Lo siento, Rubén. No te hice caso, volví a cagarla como siempre. Lo conocí al salir de una sesión para mi trabajo. Creía que solo era un fan, pero nunca tendría que haberme acercado a él… Toda su casa está forrada de fotos mías. Es un obseso que cree que soy suya. Me ha encerrado a cal y canto, y yo… Simplemente estoy demasiado asustada como para hacer algo al respecto.

― Te salvaré. Definitivamente lo haré. Así que tú simplemente mantente conmigo. Y escucha, Andrea, siento haberme portado como un idiota. Es cierto que todo lo hice por mantenerte a mi lado, porque tenía miedo de que me abandonaras, he sido muy egoísta.

― C-C-Calla, idiota. Sé que t-t-todo lo haces p-p-por mí b-b-bien… Soy yo la que lo siente… N-N-No te imaginas c-c-cuanto…

La notaba muy preocupada, tartamudeando y no paraba de llorar. Yo no podía dejar de correr hacia el Parking mientras seguía hablando, hasta que llegué a mi coche y me puse a conducir rumbo a la dirección que me había dado.

Una vez allí, me bajé y le dije que me abriera la puerta.

Sin embargo, en ese momento, un grito ensordecedor de mi hermana y un sonido seco delataba que ese cabrón se había recuperado de las garras de Morfeo, y estaba haciéndole algo a Andrea. Suponía que el móvil habría caído al suelo.

Llamé rápidamente a la policía y les dije dónde estábamos y que se estaba cometiendo un crimen muy grave, que viniesen lo antes posible.

No lo dudé un segundo, me acerqué corriendo a la casa que había en frente de mí. Ese cabrón tenía todo bastante estudiado. Era una casa, no un apartamento. No tenía vecinos pegados a las paredes que pudieran oír a mi hermana o las cosas que le hacía… ¿Por qué demonios una chica como mi hermana había decidido estar con un trozo de mierda así?

Intenté reventar la puerta de la casa de una patada, pero algo me impedía el paso. Puede ser que fuese un mueble que ese tío había puesto para bloquear el acceso, rodeé la casa hacia la entrada trasera, escalando una pequeña verja, y entré por detrás. Para mi sorpresa esa puerta sí que cedió a las tres o cuatro patadas. Quizás ese gilipollas se creía lo suficientemente listo para tener suficiente simplemente bloqueando la puerta de entrada.

En cuanto estuve dentro, pude sentir el ambiente cargado, y me fijé brevemente en la cantidad de fotos de mi hermana que había colgadas por todos lados. Sin perder una milésima de tiempo, y guiado por los gritos de mi hermana, abrí la puerta del dormitorio y entonces solo veía rojo. Me lié a puñetazo limpio con ese capullo que estaba a punto de violar a mi hermana. Probablemente, como llevaba haciendo por meses.

Le estuve zurrando por un tiempo, hasta que empecé a oír la sirena de la policía. Entonces, no sé como lo consiguió, pero aún lleno de sangre y con toda la cara hinchada, me empujó y se fue corriendo.

Tuve muy mala suerte y la pierna se me quedó atascada entre el suelo y un mueble cercano a la cama, en dónde hasta hace unos segundos estaba subido encima de ese tipejo, dándole para el pelo. Mientras él salía corriendo como un pato mareado, para ser interceptado patéticamente por dos coches de policía justo delante de su propia casa, yo me retorcía de dolor en el suelo, llevándome la mano a la rodilla. Había escuchado un “crack”.

Los momentos posteriores a eso os los podéis imaginar, acompañado por mi hermana, la cual estaba incluso más preocupada que yo, y en el hospital haciéndome algunas pruebas para dar un diagnóstico inicial. Aunque yo ya me temía lo peor. La prueba de acceso a la UFC era en muy poco tiempo, y aunque confiaba mucho en el médico de la federación nacional, dudo que él pudiera hacerme llegar a tiempo, y mucho menos en forma como para lograr un pase.

― Bien, ya tenemos un diagnóstico inicial…

― ¿Y bien?

― Verás, Rubén… Tienes el ligamento cruzado anterior roto. Si te operamos mañana, en el mejor de los casos estrás cinco meses de baja, y luego habrá que hacerte un plan de recuperación física para que puedas siquiera pensar en participar en una competición.

― Está bien, me lo esperaba.

― Tómate unas cuantas horas para asimilarlo. Mañana a primera hora pediré quirófano para operarte. No hay tiempo que perder.

― Perfecto. Gracias por su ayuda, doctor.

― De nada, es mi trabajo. Cuídate.

Salimos de la consulta, y mi hermana condujo mi coche hasta casa. De vez en cuando, cruzábamos nuestras miradas, y ella me dedicaba alguna sonrisa forzada. Pero nada más, cero palabras.

Cuando entramos a casa, en mi caso con ayuda de las muletas, y una vez en el salón, Andrea se derrumbó, mientras yo estaba sentado en el sofá.

― Oh dios, Rubén, soy lo peor…

Sus piernas cedieron, y se quedó de rodillas en el suelo.

― Andrea…

― Te ha arrebatado tu sueño… ¡Es mi culpa! ― Se tapaba la cara, totalmente horrorizada. ― Mi insensatez te ha llevado a esto, te he quitado lo que siempre has querido… Esto nunca podré perdonármelo…

― Andrea… No digas eso…

― Es la verdad… Es todo por mi culpa… Si te hubiese hecho caso… Si solo no hubiese sido tan estúpida…

― Mírame, hermanita. Por favor… ― Alzó su vista, topándose con mi semblante serio. ― Ya te lo dije, tú eres lo más importante para mí. Siempre serás más importante que el MMA o que cualquier torneo, nunca he sido tan feliz. Por fin estás de vuelta en mi vida…

Comencé a llorar junto con ella, a la vez que nos fundíamos en un cálido abrazo.

― Eres lo mejor que tengo en mi vida…

― Y tú también lo eres para mí, Andrea…

― Y todo porque salí con ese monstruo para…

Calló abruptamente.

― ¿Para? Siempre me lo he preguntado.

― Déjalo, Rubén.

Apartó la mirada, como escondiendo cualquier pequeña gesticulación que la pudiese delatar.

― Vamos, Andrea. No más secretismo. Cuéntame porque saliste con ese tío que era obviamente un gilipollas.

― Esa razón que tanto quieres saber… ― Volvió a regalarme su mirada azulada. ― Puede hacer que todo se desmorone, y me asusta mucho…

― Creo que merezco saberlo, Andrea. Soy tu hermano, y siempre te he demostrado que estaré ahí pase lo que pase. Siempre y cuando tú me quieras cerca. Y esta vez sí, no volveré a intentar retenerte a mi lado, comprendo que quieras vivir tu vida. Así que no te lo guardes más, confía en mí.

Un breve pero incómodo silencio se hizo presente, y tras respirar profundamente, Andrea soltó la bomba.

―Es porque estoy enamorada de ti. Pero de manera romántica, no como hermana.

Me quedé de piedra, mi alma se desprendió de mi cuerpo… ¿Seguro que no estaba soñando? ¿Acaso esto no era el presente y era una alucinación creada por la anestesia que tendría en la operación?

― Y estos sentimientos me dan un miedo que no puedo explicar con palabras. No quería perderte, pero estar a tu lado me torturaba, así que decidí que lo mejor era irme y refugiarme en los brazos de otro hombre. No sé que me llevó a pensar que ese tío era un buen candidato… No pensé que fuese capaz de todo eso… Oh dios mío… ¿Quién iba a pensar que él podría hacer algo así? Yo simplemente estaba demasiado confundida como para pensar en las consecuencias de mis actos. Supongo que en el fondo quería crearme a toda costa una mentira en la que no te amaba. Pero aun así… ― Me sonrió de nuevo.  ― Tú al final siempre apareces para quererme como nadie me ha querido.

― Andrea… No sé qué decir…

― Lo sé, es asqueroso… ¿Cómo puedo quererte de esa manera? ¿Cómo puedo desearte? ¿Cómo se activan mis instintos femeninos con la persona menos adecuada? Entiendo perfectamente que no quieras volver a hablarme… Pero al menos me he quitado este peso de encima… Quizás es lo que tendría que haber hecho desde hace tiempo…

― Me siento exactamente igual. Nunca lo he querido aceptar, creo que nunca le puse la etiqueta de “amor”, pero estás siempre en mi cabeza, no puedo dejar de pensar en ti, y además yo también te deseo como un loco.

Mi hermana se quedó totalmente sorprendida, es como que no sabía como reaccionar a que yo correspondiese sus sentimientos de manera tan directa y sincera.

― Siempre me he sentido muy culpable por esto, pero ahora entiendo que la mejor manera de cuidarte y de hacerte feliz es siendo yo el que camine a tu lado. Si tú también sientes lo mismo, ¿Cuál es el problema?

― Entonces… ¿Qué somos?

― ¿N-N-Novios? O prefieres no ponerle esa etiqueta… Quizás es demasiado directo dadas las circunstancias.

Se acercó a mí, y, sentándose a mi lado en el sofá, me brindó una de sus preciosas sonrisas.

― Es exactamente la etiqueta que quiero. ´

Y, lentamente, de manera sensual, nos fuimos acercando, y nos besamos profundamente, con gran pasión. Liberamos todos los sentimientos de golpe, de forma tan sincera que ninguno de los dos sabía como reaccionar. En ese beso la cosa fue diferente, ya no teníamos miedo de tocarnos mutuamente, y puedo decir que atraer a mi hermana y rodear su cinturita de modelo mientras nos morreábamos fue más que delicioso. Éramos como dos renacuajos acabados de nacer, delante de un río caudaloso y extremo llamado amor incestuoso .