Rompiendo la normalidad con mi hermana melliza (3)

Andrea y Rubén no han tenido una vida fácil, pero todo parece sonreírles ahora. Él tiene la oportunidad de triunfar en el torneo local para el que ha entrenado con Nadia, y Andrea es contactada para ser modelo de lencería... Espera... ¿MODELO DE LENCERÍA? El deseo de Rubén es difícil de contener...

CAPÍTULO 3: Oliendo la fragancia del fruto prohibido

― Andrea, ¿Quieres que cocine algo en concreto?

― ¿Eh? Lo que sea está bien, tranquilo...

Nuestras miradas no duraron más de cinco segundos enfrentadas, pues ella la desvió rápidamente hacia el televisor, con un pequeño sonrojo en las mejillas.

La verdad, estaba un poco preocupado. Andrea se encontraba algo incómoda hablando conmigo desde que la vi desnuda sin querer. La pobre intentaba que no se notase, sé que ella me quiere como la que más, pero es que no lo podía evitar. Sentía que una pared invisible nos separaba, y por más que intentaba hacerle ni que fuese un agujero, ella siempre la tapaba de nuevo por su costado.

Desistí, y me dispuse a irme camino a la cocina.

― Ah... Y gracias por cocinar tú, hermanito...

Esta vez sí que me dedicó una sonrisa radiante que me llenó el alma por dentro. Gracias a eso me quedé algo más tranquilo, y sin más dilación me fui a cocinar.

Mientras preparaba la comida me vinieron recuerdos de nuestro pasado a la cabeza, no habíamos tenido una vida fácil. Todo a nuestro alrededor se truncó irremediablemente a los nueve años…

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Flashback

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― Tía Sonia os va a cuidar mientras nosotros estamos fuera, ¿Vale?

― Pero mamá, yo puedo cuidar de Andrea, ¡Ya soy mayor!

― Claro que sí, mi niño, eres muy grande ― Mi madre sonreía, invadida por la ternura. ― Pero piensa que tía Sonia está muy solita, y ahora que yo me voy con vuestro padre, sé que se sentirá mal si no está con alguien.

― No me gusta la tía Sonia, huele como el “bar de las patatas”, y muchas veces se mueve raro y se tambalea.

Mi madre me dio dos besos, uno en cada mejilla.

― Cariño, eso era antes, ahora la tía Sonia huele genial, y ha encontrado un trabajo muy bonito con el que puede vivir muy bien. Es toda una luchadora, ¿No crees?

― No sé... Supongo que sí... ¡Pero sigo diciendo que puedo cuidar de Andrea!

Mi padre apareció en la escena, indicándole a mi madre que era hora de irse, y entonces él se agachó y se puso a la altura de mi cabeza.

― ¡Ay que ver mi chico, que grande te has puesto, y que valiente eres! Me alegra cantidad que te preocupes tanto por tu hermana, pero nuestra responsabilidad es dejaros con alguien conocido mientras estamos fuera… Eso sí, te diré un secreto… ― Se acercó y me susurró al oído. ― En realidad en quien confío para vigilar todo eres tú.

Se me iluminaron los ojos, totalmente feliz por la confianza de mi padre.

Entonces apareció Andrea, con una cara que remarcaba tristeza, y era más que obvio que estaba aguantándose sus lágrimas.

― Papá, mamá, ¿No os podéis quedar? A mí tampoco me gusta mucho la tía Sonia...

Mi padre también se dirigió a ella, y dándole un paternal e inocente beso en la mejilla, le sonrió como solo un padre a un hijo puede hacerlo.

― La tía Sonia ha cambiado mucho, tienes que aprender a ser tolerante y entender que las personas pueden hacerse mejores, cariño. No os dejaríamos con alguien en quién no confiásemos. Y créeme, nada nos gustaría más que quedarnos con nuestros dos soles, pero este viaje es de trabajo, lo necesitamos para poder compraros cosas muy chulis… Cuando volvamos ya me dirás que es lo que quieres, ¿Vale, cariño?

― S-S-Sí... ― Andrea comenzó a derramar alguna que otra lágrima. ― Te lo diré cuando vuelvas, papá…

― ¡Claro que sí, cariño!

Se alejó de Andrea y, antes de cruzar la puerta con mi madre, se dirigió a mí.

― Te dejo al cargo de todo, mi chico. Cuida de Andrea.

A pesar del obvio sentido juguetón de la frase, esas palabras se quedarían para siempre clavadas en mi cerebro, hasta el punto de basar mi vida en ellas. Eso fue lo último que le escuché decir a mis padres.

Al día siguiente, una llamada atendida por tía Sonia le informó de que tanto su hermana como su cuñado habían fallecido en la carretera, en un accidente de tráfico múltiple. Aún recuerdo el momento en el que nos los dijo, con la cara bañada en lágrimas.

No hay manera de describir lo que sientes cuando algo así te pasa. Es como si el mundo se abriese bajo tus pies, el abismo más profundo te traga sin remedio, y eso o acaba contigo o te hace totalmente indestructible.

Lo más doloroso de todo ese momento fue ver a mi hermana desmayarse. Su cuerpo no aguantó la noticia. A mí se me removieron las tripas, y vomité allí mismo, en el salón. Se vive como una auténtica pesadilla, y no sales del ciclo de negación en meses.

La empresa de mis padres tuvo la decencia de pagarnos terapia psicológica durante unos meses, pero nada en ese momento parecía importar. Las ojeras se abrían paso en nuestras caras, las noches se hacían eternas, y eso que dormíamos los dos juntos, abrazados para no tener ataques de pánico. Nuestra salud mental parecía decantarse hacia el desastre más absoluto, incluso se plantearon el medicarnos con algún antidepresivo, pero no lo hicieron, ya que pensaron que por la edad iba a ser totalmente contraproducente.

No ayudaba que nuestra nueva tutora legal, tía Sonia, cayese de nuevo en las garras del alcoholismo. Cuando su vida parecía enderezarse después de la muerte de su marido, el palo de perder a su hermana, que era prácticamente lo único que tenía, la hundió irremediablemente en un pantano del que ya nunca más saldría. Un día llegó totalmente borracha a casa, y tras decirnos que no la molestáramos, se encerró en su cuarto.

Se tomó un bote entero de pastillas, que, mezclado con el alcohol, fue letal. Se suicidó con nosotros allí, en la casa. Otro trauma más que apilar a nuestra ya desoladora existencia. Nunca nos acabó de tratar bien, pero no se merecía acabar así. Aunque bueno, supongo que ha dejado de sentir sufrimiento, y ahora ya es libre en donde quiera que esté.

Recuerdo que por aquella época estaba harto de tanto entierro, de tanta lágrima, y sobre todo de tanta incertidumbre y soledad. Nuestras vidas dieron un quiebre tal, que se puede decir que nuestro tren existencial descarriló y cayó al mar, donde un repentino Tsunami lo dejó hecho añicos.

Lo único que tenía era a Andrea. Nos apoyamos el uno en el otro, y seguimos viviendo, arrastrando el terrible peso de nuestro pasado conjuntamente. Sin ella, yo probablemente no estaría aquí, y sé que ella se siente igual. Si no nos rajamos las venas fue por el amor incondicional que construimos. Un amor más allá de cualquier cosa. Éramos totalmente indispensables para el otro.

Vivimos hasta la mayoría de edad entre dos familias de acogida, ya que no teníamos más familiares cercanos, nos habíamos quedado solos en el mundo. Los dos núcleos familiares en los que aterrizamos eran a cada cual peor.

La primera familia era una pareja que tenían sobre los cuarenta y largos años. Nos adoptaron porque la mujer era estéril, y siempre habían querido tener hijos, pero les era imposible. Al principio nos trataban bien, pero conforme pasaron los años, llegó un momento en el que ellos empezaron a pelear entre sí, y la cosa se hizo incontrolable. Había rumores de que la mujer lo estaba engañando, y digamos que acabamos en medio de un matrimonio que se desmoronaba hasta límites insospechados. Cuando teníamos quince años, fuimos testigos del intento de homicidio del hombre hacia su esposa. La situación se volvió horrible, pero gracias a dios la mujer salió viva de aquella. El hombre acabó obviamente en la cárcel por intento de asesinato, y a nosotros se nos asignó otra familia diferente.

La segunda familia estaba conformada por dos padres y un chico más grande que nosotros, de diecisiete años. Hasta los dieciocho años, cuando encontré un trabajo, estuvimos en esa casa. Personalmente no me puedo quejar, puesto que, de hecho, fue ese chico, mi hermanastro, el que me abrió al mundo de las artes marciales mixtas, y cuando recién cumplí los dieciséis, me apunté a mi primer gimnasio, el mismo al que iba él. Aunque claro, él entrenaba con los mayores, puesto que en ese entonces él ya tenía dieciocho, y yo tenía que pelear con los de mi edad, después de las clases en el instituto.

Todo parecía ir bien, nuestros padrastros parecían habernos encajado bien dentro de la familia, a pesar del difícil historial que sabían que teníamos. Pero, como de costumbre en mi vida, nada era como yo pensaba.

Andrea empezó a salir con el cerdo de su ex cuando tenía diecisiete, y a mi padrastro no le sentó nada bien. La verdad, comprendía que no le gustara la idea de que estuviese con un gilipollas de ese calibre, puesto que como ya he dicho, siempre me pareció indigno de estar con mi hermana, pero tuve que respetar su decisión, porque la quería por encima de todo, y merecía ser feliz de una vez, si es que la felicidad se podía encontrar al lado de ese tío…

Unos meses después de que cumpliéramos la mayoría de edad, tuve la suerte de encontrar curro en un bar como camarero, así que estaba más que contento, y decidí compartir mi felicidad con mi hermanita del alma.

― ¡He encontrado trabajo, Andrea!

― ¿En serio? ¡Cómo me alegro!

Su rostro no podía demostrar menos elocuencia a la hora de expresar esa supuesta felicidad. Notaba que algo le pasaba, que estaba preocupada.

― ¿Qué sucede?

― ¿Eh? Nada…

― Vamos, cuéntamelo… ¿O acaso hay algo que no quieras compartir conmigo?

― Sabes que no. Confío en ti tanto como si fueses yo misma.

― ¿Entonces?

― Vámonos de aquí, Rubén. Ahora que ya tenemos asegurado tu sueldo, ya podemos tirarnos a la piscina. Yo estoy activamente buscando trabajo, algo encontraré… Así que, por favor, larguémonos de aquí…

― ¿Por qué tienes tanto empeño en irte?

― Rubén, te voy a decir la verdad… Tengo miedo de Antonio (nuestro padrastro).

― ¿De Antonio? ¿Por qué?

― Verás… Siempre ha sido muy… “cariñoso” conmigo, pero es que desde que estoy con Marcos, lo noto reticente a que vaya con él, y la verdad…

― ¿Sí?

― Que se está pasando. Me ha tocado varias veces el culo, siempre alegando que es sin querer… Pero yo… Creo que a la séptima vez se le empieza a ver el plumero… Además… El otro día me dijo que mi novio no me convenía, y que yo necesitaba un hombre más “hecho”… Obviamente refiriéndose a él…

― ¿Qué ha hecho qué? ¡Lo mato!

― ¡Espera! ¡No!

Me agarró bien fuerte, abrazándome como pudo.

― No quiero que hagas ninguna tontería, no quiero más problemas en nuestras vidas… Si tú haces algo que te acabe separando de mí y condenándote, jamás me lo perdonaré…

― Está bien…

Me hizo mirarla a la cara fijamente.

― Júramelo.

― Te lo juro.

― Gracias ― Me abrazó aún más fuerte. ― Eres el mejor, hermanito.

― Pero vámonos cagando leches de aquí, ambos somos mayores de edad, ya somos libres para vivir nuestras vidas como queramos. No más ataduras, no puedo permitir que sigas cerca de ese degenerado.

Y así terminamos en el piso en el que esta historia comenzó. Ella encontró curro rápidamente, y yo cambié a uno en el que me ofrecían más sueldo al poco tiempo, lo cual me permitió apuntarme al gimnasio en el que estoy desde ese entonces. Y bueno, el resto ya lo sabéis.

Antonio intentó ponerse en contacto con Andrea varias veces, amenazándola e insinuando que ella debería rendirse ante él, y ceder a lo que obviamente deseaba. Pero en una de ellas, cogí yo la llamada y le dejé claro que si no dejaba en paz a Andrea las cosas se iban a poner muy feas para él. Habíamos grabado las conversaciones que habían tenido por teléfono, donde se podía divisar más que claro que la estaba forzando y amenazando. Después de eso jamás volvió a molestarnos. Supongo que hasta un cerdo como ese tiene cerebro suficiente como para no buscarse líos legales con pruebas incriminatorias de por medio.

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Fin del flashback

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Fui con ambos platos humeantes hacia la mesa.

― Ya está lista la comida.

― ¡Qué bien!

Agarró el mando y apagó la televisión, para venir a la mesa, a sentarse conmigo y comer.

― ¡Tiene una pintaza brutal!

― Bueno… Gracias, pero tú cocinas mejor.

Me miró con expresión que bailaba entre el reto y la picaresca.

― Claro que sí. Soy la mejor.

― Oh vaya, con que quieres competir…

― Has sido tú el que has empezado. ― Empezó a comer, tras reír y dejar claro que todo tenía tono cómico. Paró en seco, empezando a imitar los gestos de un crítico culinario de programa de televisión. ― Noto falta de sal, está demasiado aceitoso, y la relación calidad-precio es mala…

Explotamos ambos a carcajada limpia. Me encantaba estar con Andrea, y simplemente vacilarnos y bromear de cualquier cosa. Me encantaba verla reír y hacer el tonto, sobre todo después de todo lo que ya he relatado.

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Las semanas posteriores, las sesiones de sexo con Nadia siguieron. Hicimos de todo y más, las fantasías más perversas que tenía me las cumplió, desde sexo mientras ella hablaba con una amiga por teléfono, hasta jugar con mi inmoral gusto por el sudor femenino, pasando por el ya clásico pero infaltable fetichismo de pies. Tengo una más que obvia filia con las sirvientas, así que en una de las “sesiones de práctica sexual” me sorprendió vestida como tal, aunque no perdió un ápice de su personalidad dominante, por lo cual no acabó de ser como yo me lo esperaba… No obstante, no me puedo quejar de nada, me pone muy cachondo que me domine… Ella es la profesora, al fin y al cabo… Eso sí, sin dudas, el momento más excitante fue el que me casi obligó a metérsela por el culo, diciendo que me estaba violando…

― Me la voy a meter por el culo, porque me da la puta gana.

― Pero si…

Me soltó un bofetón que me puso a mil.

― Calla, yo soy la que manda, te estoy violando, y te estoy obligando a que me la metas por el culo.

Noté entonces que, aparte de tener una personalidad más que dominante en la cama, tenía un fetiche por la violación, y encima ella estaba más que ansiosa de tomar el papel de violadora. No dudé en seguirle el juego.

― No quiero, por favor, está sucio.

― Me da igual, niñato de mierda, ¡Hoy noto tu rabazo en mi culo prieto quieras o no!

Y sin esperar un segundo más, hundió mi polla en su culo y empezó a botar encima de ella como una guarra, sin dejar de mirarme con ojos de leona. Esta tía era de armas tomar, una verdadera gladiadora sexual, y me tenía al borde de la locura con tanta guarrada y tanta fantasía, así que me dejé ir en su culo tras un buen rato de “violación”, y mientras ella me soltaba otro bofetón, se pegó una tremenda corrida anal. Sentía a su punto A estremecerse por la exitosa caza de mi pene. Nadia estaba totalmente desquiciada, todo con ella era de película porno.

Poco a poco, el torneo local llegó. Gracias a los alicientes de Nadia, me había tomado los entrenamientos más que en serio, por lo que estaba más que motivado y listo para enfrentarme a la gente más buena del resto de gimnasios de la comarca. Ya me lo dijo Nadia, que con mi nivel de striking y grappling podía de sobras llegar lejos en el torneo, pero que me metiera en mente que el objetivo no era otro que ganar, si lograba hacerlo me podrían meter de lleno en un torneo nacional, y eso ya eran palabras mayores.

El torneo se dividía en dos días, de los cuales el primero estaba dedicado a una especie de criba, y a partir de ahí, el segundo día empezaba con octavos. Estaba más que listo.

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El primer día fue excelente, me sentía suelto, mejor que nunca, físicamente muy activo, constantemente atento a los movimientos del rival, y haciendo la sumisión de manera muy fluida. No tuve ningún tipo de problema en clasificarme.

Mi hermana se puso super contenta, y me dijo que sin duda iba a ir allí a verme, y que me iba a apoyar. Obviamente, este torneo era considerado menor, y apenas había presencia de público, pero dado que era un familiar de uno de los participantes, pues no era algo precisamente extraño.

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En el segundo día verdaderamente pude notar lo preparado que estaba gracias a la intensidad de los entrenos de Nadia, y a sus incentivos que me mantenían motivado. Lo estaba dando todo, y me sentía capaz de hacerlo, sentía que podía ganar el torneo y abrirme paso hacia el reconocimiento nacional. No tuve demasiados problemas para llegar a la final, pero el último rival si que fue duro. Estaba a otro nivel que el resto de los participantes, y probablemente era algo más técnico que yo, así que, aprovechando el físico, conseguí ganar un asalto de tres, al igual que él. Todo se decidiría en el último.

― Escucha, no lo estás haciendo mal, solo intenta llevarlo a tu terreno. Intenta dejar los menos huecos posibles, y sigue tirando de striking .

― Eso haré, maestra. No voy a perder, de ninguna manera.

― ¡Así se habla! ¡Concentración!

Tras unos momentos de intercambios de golpes al aire, y varios intentos de sumisión de él, logré acertarle un directo con mi pierna en toda su cara, pues dejó un hueco por un momento. Aproveché ese instante, y resultó en un K.O. que me dio la victoria. No me lo creía… ¡Había ganado!

¡HABÍA GANADO EL TORNEO LOCAL!

― ¡Eso es, chaval! ¡Menudo K.O.! ¡Qué locura!

Nadia estaba más que feliz por lo que había conseguido conmigo, y, mientras me abrazaba, me susurró que ya lo celebraríamos de forma más íntima en otro momento.

Tras unos minutos de intercambio de palabras con ella y con mi rival, el cual había dado más que un digno espectáculo durante todo el torneo, me dirigí al vestuario, para irme.

Cuando salí, allí estaba Andrea esperándome.

La había visto en el público, apoyándome desde fuera con una de sus sonrisas que me daban la fuerza necesaria para vencer a un huracán.

En cuanto me vio, vino corriendo y me abrazó super fuerte.

― ¡Dios mío! ¡Lo he pasado fatal! ¡Creía que a la mínima te iban a hacer daño de verdad!

Su preocupación me hizo sonreír, así que le acaricié el pelo, y le di un beso en la frente.

― No te preocupes, el MMA es duro, pero lo amo. Además… ¿Tan poco creías en que iba a ganar?

― ¡Por supuesto que no! Siempre confié en ti, no sé mucho de esto, pero sabía que, aunque la final estaba poniéndose dura, lo ibas a hacer.

― Claro que sí, tenía que hacerlo. Lo conseguiré, y disfrutaré de los resultados contigo, hermanita.

― No tengo dudas, y nunca las tendré, porque eres el mejor.

― Bueno, venga… ― Le acaricié el pelo de nuevo, haciéndola sonreír como una niña pequeña. ― Vámonos, que estoy cansado.

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Unos meses después de aquel día, estaba yo sentado en el sofá viendo un programa que me gusta, descansando tras un entrenamiento más que duro (obviamente recompensado posteriormente por Nadia), cuando mi hermana se sentó a mi lado y apagó la televisión.

― ¿Qué haces?

― Tenemos que hablar.

― ¿Qué pasa?

― Verás, hace un mes me ofrecieron un trabajo, y lo hice, simplemente por probar. Y creo que lo voy a aceptar definitivamente, porque están contentos con los resultados.

― Oh, pues me parece genial. Si te hace feliz, yo soy feliz.

― Ya, pero me gustaría saber tu opinión.

― ¿Por qué? ¿Es que cobras poco y te preocupa eso? Porque si es a lo que quieres dedicarte, no diré nada, te apoyaré siempre.

― No, precisamente poco no cobro. Este mes he ganado nueve mil euros.

― ¿¡CÚANTO!?

― Sí…

― ¿Pero de qué demonios es ese trabajo?

― Modelo de lencería.

― Ah, vale, modelo de lencería, entonces es entend- ¿¡MODELO DE LENCERÍA!?

Tragué saliva. Mi hermana de modelo de lencería… Ay dios, que casi estaba empezando a babear simplemente de imaginármelo…

― Esto… Bueno… Sí… Es que la página oficial de Instagram de una conocida agencia de modelos me dijo por dm que estaban buscando un perfil como el mío para publicitar su nueva línea de lencería en la red. Se ve que le gustaron las fotos de mi Insta, y es que no sé… Pagan muy bien… Y fueron agradables conmigo en la sesión de fotos…

― Espera, ¿Ya tienes fotos?

― Sí, ya están colgadas desde hace tres semanas en su página oficial de Instagram, y bueno, en cualquier momento te podía saltar un anuncio con mi cara, por lo que quería que lo supieses. La sesión está teniendo mucho éxito en Internet, y ha este paso quizás te hubieses acabado enterando por terceros o algo así...

― Bueno, me sorprende que trabajes de modelo de lencería, pero si es lo que quieres, y si te ha gustado, adelante. No me interpondré, ya lo sabes ― Le agarré la mano, y le sonreí. ― Ya te lo he dicho, lo que te haga feliz, me hace feliz.

― Ay hermanito, ¡Eres el mejor! ¡Gracias por apoyarme siempre!

― De nada, es un placer verte tan risueña, empezar un nuevo proyecto siempre es motivo de alegría, ¡Así que esta noche vayamos a cenar por ahí!

― Una cosa más, me gustaría que vieras mis fotos, y que me dieras tu opinión.

― ¿Eh? ¿Yo? ¿Tus fotos?

¿Mi hermana estaba pidiendo que me pusiese a ver sus fotos en lencería con ella al lado? ¿Dónde estaba la cámara oculta?

― Mira… ― Sacó su móvil, y tras un rato buscando, me lo dio. Eran sus fotos colgadas en la página oficial de Instagram de la agencia ― ¿Qué opinas?

Dios mío, ¿Qué iba a opinar? Una preciosidad sin parangón con una lencería de encaje en varios colores… Blanco cual angelito, negro cual chica demonio, violeta oscuro cual Escort de lujo, rojo oscuro cual loba hambrienta… Dios, no… ¡Eso era demasiado!

Mi hermana era una absoluta diosa, no había otra mujer como ella. A la mierda Nadia… A la mierda mis ligues anteriores… A la mierda las actrices porno… ¡Todas a la mierda!

― Espera… ― Me quitó el móvil, y buscó la página web donde vendían la línea de lencería. ― Mira, estas son las de la página web, para la gente que quiera comprarlas…

De ninguna manera, esas eran aún más eróticas, porque ella estaba en posiciones ligeramente sugerentes. No se podían clasificar como pornográficas, pero sin duda eran para pararte el corazón de un infarto… ¡Dios, ¡qué buena estaba Andrea! ¡Ya no podía disimularlo más! ¡Daría lo que fuera por poder tener sexo con ella, por poder probar esas curvas delineadas por un escultor divino! Dios, me sentía muy culpable, pero deseaba a Andrea como un loco. Quería alejarme de la tentación, pero esto no hay quien lo soporte. Casi pareciera que lo hiciese a posta.

― ¿Y bien? ¿Qué piensas?

― ¿Qué pienso? Em… Están… Bien, sí… Muy bien…

― Sí… ― Miró de reojo hacia abajo. ― Ya veo que te gustan.

¡Oh no! ¡Tenía una erección de caballo! Era absolutamente imposible de esconder, y Andrea se había percatado… Ahora en realidad pensaría que soy un enfermo mental…

― Andrea… Dios… Qué vergüenza… Yo… No sé cómo ha podido pasar… Perdóname…

Me cogió la mano y me miró fijamente, levantando mi cabeza gacha, posicionando el dedo índice de su mano izquierda en mi barbilla.

― Te lo aseguro… ― Sin yo esperarlo, cambió su expresión de la seriedad a la absoluta picaresca sensual. ― No me molesta en lo absoluto que te excites conmigo, hermanito.