Romina - 7 capítulo

Historia del descubrimiento de mi lado femenino, su desarrollo y las experiencias vividas

Los eventos de aquella noche con Daniel me habían dejado muy traumada, en mi punto máximo de excitación y deseo femenino, cuando estaba deseosa de sentirlo en mi interior y dispuesta a cabalgarlo, me encontré con un precipicio que me lanzo al vacío sin aviso. Me envolvió el miedo y el arrepentimiento de lo hecho, tanto así que al llegar de vuelta a Montevideo me deshice de toda mi colección de bombachitas y me prometí a mi mismo que iba a abandonar esas prácticas y aceptar mi condición masculina comportándome como tal de ahí en adelante.

Pasó casi un año en el que mi vida sexual se volvió bastante más monótona y “normal”, tuve que forzarme a abandonar esa deliciosa costumbre que había adoptado de introducir mis dedos en mi ano cada vez que me masturbaba y obligarme a buscar el placer y la descarga tocando solamente mi pene. Cuando pensé que estaba finalmente superando esa etapa y comenzando a resignarme a mi triste realidad masculina ocurrió un evento que trajo a Romina nuevamente a mi vida.

Teníamos una tía que vivía en Buenos Aires, Ana, hermana un año menor de mi madre, era el mismo tipo de mujer coqueta y femenina, pero a diferencia de mi madre ella se había casado con un porteño con plata y tenía un muy buen pasar en aquella ciudad. También tenía dos hijos, mis primos, un varón y una nena que tenían nuestra edad aproximadamente, él era un año mayor que yo y ella tenía la edad de mi hermana. Resulta que cada tanto la tía nos invitaba a mi hermana y a mi a pasar algunas vacaciones con ella y su familia en Buenos Aires. En este caso se trataba de las vacaciones de primavera en setiembre, íbamos a pasar una semana entera con ellos.

Al llegar a Buenos Aires mi tía nos sorprendió al ofrecernos aprovechar el buen clima e ir a pasar unos días a la quinta que tenía una pareja de amigos de ellos en la provincia, mis primos ya estaban allí esperándonos. Cuando finalmente llegamos a la quinta nos encontramos con un gran predio que contenía una hermosa casa rodeada por espaciosos y cuidados jardines, una pileta, un quincho de fiestas, y un alto cerco perimetral que la separaba de su entorno. En el jardín estaba la pareja dueña de casa tomando sol, mientras que sus hijos, Pablo y Nicolás, con uno y dos años más que yo respectivamente, se encontraban disfrutando de la pileta junto a mis primos. De inmediato quisimos acompañarlos pero no habíamos llevado trajes de baño, entonces mi tía nos dio unos de nuestros primos, a mi hermana le quedaba perfecto el de mi prima, tenían cuerpos muy parecidos, pero a mi me quedó súper ajustado en la cola el pequeño short de baño de mi primo, de todas formas mis ganas de tirarme al agua eran tan grandes que me conformé con eso. Una vez en el piscina y luego de saludarnos nos dedicamos a disfrutar del raramente veraniego clima que nos ofrecía esa tarde de setiembre.

La jornada transcurría con normalidad, pero a medida que la tarde fue avanzando pude notar como Pablo y Nicolás fueron centrando su atención en mi prima y mi hermana. Las chicas estaban ambas usando bikinis de dos piezas que, sin llegar a ser sensuales o muy atrevidos, de todas formas resaltaban los atributos de sus cuerpos adolescentes en pleno desarrollo y los chicos no podían contener el empuje de sus hormonas. En un momento, cuando estábamos todos dentro de la pileta, ellos propusieron un juego en parejas, era una “guerra a caballito”, cada uno se subía arriba de los hombros de su compañero y el juego consistía en intentar derribar al resto de las parejas, quienes se mantuvieran de pie al final ganaban. Por supuesto que ellos fueron rápidos en elegir pareja y quedaron el mayor, Nicolás, con mi hermana y el menor, Pablo, con mi prima, mientras que mi primo tuvo que conformarse en hacer pareja conmigo.

Como era de esperar las chicas subieron en los hombros de sus respectivos acompañantes, que cabe aclarar que al igual que mi primo eran deportistas, jugaban al rugby para ser más específicos, por lo cual tenían cuerpos grandes y fuertes. En el caso de nuestra pareja quedó inmediatamente claro quién subiría en hombros de quien, mi cuerpo era claramente el más liviano y débil, por no decir el más femenino, así que me tocó subir sobre los hombros de mi primo. Para mantener la estabilidad de la pareja enganché mis piernas alrededor de su torso y él tomó mis muslos de manera firme con sus manos, en ese momento me di cuenta de las intenciones de los dueños de casa y pude ver como ambos aprovechaban la excusa del juego para forzar el roce y deleitarse tocando las piernas de ambas chicas. Mientras me daba cuenta de eso y me acomodaba definitivamente sobre los hombros de mi primo, sentí como el pequeño short que llevaba puesto no lograba contener la presión de mis grandes nalgas al flexionar mis piernas en esa posición y se metía descaradamente dentro de mi cola produciéndome esa particular sensación que hacía tanto tiempo que no sentía. De inmediato me quise bajar para evitar que los demás lo notaran pero mi primo me lo impidió, no quería quedarse sin jugar, cuando me preguntó porque me quería bajar no me animé a decirle la verdad, le dije que me daba miedo de caerme ante lo cual él se rió y me dijo –“Ya te vas a acostumbrar, ahora no seas nena y empezá a luchar!”- Sin mucha chance me rendí ante él, mantuve mi posición sobre sus hombros con el short bien metido entre mis nalgas y comencé a forcejear con las chicas intentando derribarlas.

Salpicones de agua en todas las direcciones, toqueteos de todo tipo, agarrones, etc… finalmente ganamos nosotros, mi primo era el último de pie y yo sobre sus hombros festejaba sin percatarme de que en ese sector de la piscina el nivel del agua llegaba hasta la altura de su pecho, por lo que mi cola con el short metido adentro quedaba completamente al descubierto al estar sentado sobre sus hombros. La consecuencia de esto fue que a medida que Pablo y Nicolás emergían del agua tras sus respectivas caídas se encontraron con un panorama en primer plano de mi cola y pude notar como por unos segundos desviaban su atención de los cuerpos de las chicas para centrarse en el mío. Aunque ninguno dijo nada, sus miradas lo decían todo, en particular la de Nicolás me resultó muy perturbadora, entonces me bajé de los hombros de mi primo lo más rápido que pude deseando que nadie más  hubiese notado lo que pasó, luego aprovechando la cobertura del agua me acomodé el short sacándolo de entre mis nalgas y continué con total normalidad.

Durante el resto del día no hubieron más eventos notorios hasta que al llegar la noche nos tocó compartir dormitorios, la casa tenía cuatro así que quedaron las dos parejas de adultos con uno para cada una, las chicas en otro, y en el último íbamos los cuatro varones. Luego de cenar y hacer sobremesa nos retiramos cada uno a nuestros respectivos dormitorios, las puertas se cerraron y las luces se apagaron, pero cuando pensábamos que íbamos a dormir nuestros compañeros de cuarto nos dejaron claro a mi primo y a mi que el día no había terminado. Esperamos a que los adultos se durmieran y salimos al quincho que estaba bastante separado de la casa, uno de ellos trajo de la cocina algunas cervezas, el otro sacó de su mochila cigarrillos y empezaron a beber y fumar.

Luego de haber tomado ya varias cervezas y en medio de una charla Pablo se levantó de su asiento, se bajó el short de golpe quedando completamente desnudo y gritó –“vamos a nadar en bolas!”- tras lo cual salió corriendo rumbo a la piscina. Nicolás y mi primo se miraron sonrientes y al unísono repitieron el accionar de Pablo, cuando estaban por partir rumbo a la piscina se dieron vuelta a mirarme, yo me había quedado quieto y en silencio sentadito en mi silla. Entonces mi primo me dijo –“ Dale! No tengas vergüenza que estamos entre hombres, nadie te va a mirar, sácate el short y vamos!”- Nuevamente me dejaba sin alternativa, me desnudé y corrí detrás de ellos rumbo a la piscina donde nos esperaba Pablo ya dentro del agua. Cuando nos metimos todos noté que el agua estaba fría y mi pene, que era bastante menor que el de los demás, se achico aún más por el frío, con vergüenza intenté cubrirlo apretando mis piernas y permaneciendo dentro del agua en la parte más profunda de la piscina.

En un momento Pablo salió del agua y se metió en el cuarto de servicio que estaba junto al quincho, los otros dos comenzaron a reír mientras yo los miraba perplejo. –“De qué se ríen?”- pregunté, ante lo cual mi primo me dijo –“Ya vas a ver, siempre hace lo mismo este boludo”- Cuando terminó de hablar se escuchó el ruido de la puerta del cuarto de servicio volviendo a abrirse y salió Pablo caminando lentamente rumbo a la piscina, lo notorio fue que ya no estaba desnudo, llevaba puesta una malla de mujer, era de cuerpo completo como las que se usan para nadar. Los otros dos largaron la carcajada y entonces Pablo nos dijo –“Vamos! Salgan todos que a ustedes también les toca!”-  Sin poder creer lo que estaba pasando salí de la piscina junto con mi primo y Nicolás, los seguí hasta el cuarto de servicio y al entrar descubrí que en ese cuarto estaban las máquinas de lavar la ropa y junto a ellas habían grandes canastos donde se depositaba la ropa sucia a la espera de ser lavadas por la empleada cuando viniera. Había un canasto en particular que era el de la ropa de baño, parado junto a él estaba Pablo, a medida que íbamos llegando al cuarto Pablo nos fue entregando la prenda que nos tocaba usar.

Mi primo y Nicolás recibieron mallas similares a la de Pablo, eran para entrenar natación, negras con el logo de la marca deportiva en blanco, no eran para nada delicadas, pertenecían a mi tía y a la madre de ellos, a ambas les gustaba nadar todas las mañanas, iban juntas al mismo club en Buenos Aires y se ve que habían aprovechado estos días de calor para retomar el entrenamiento en la piscina al aire libre de la quinta. Cuando finalmente me tocó a mi Pablo me dijo que no quedaban más mallas, hacía solo un par de días que habían venido de Buenos Aires y esas eran las que se habían acumulado, entonces me entregó el conjunto de bikini y corpiño que había usado mi tía para tomar el sol durante esa tarde.

Se trataba de un bikini negro y un corpiño blanco tipo strapless sin breteles, en la distracción de los juegos en la piscina no había visto a mi tía tomando sol por lo que no sabía cual era el corte del bikini ni como le quedaba, pero conociéndola y sabiendo que era la más atrevida de las dos hermanas me imaginaba que debía ser bastante revelador y minúsculo. Intenté negarme a usarlo argumentando que a todos les tocaban mallas de nado y que yo no me quería poner algo distinto pero no me dieron chance, aprovecharon su mayor tamaño y entre lo tres comenzaron a colocármelo forzosamente.

Lo primero fue el corpiño, era como una banda elástica que rodeaba todo mi pecho ajustándose a la perfección, en ese momento recordé que esa era la mayor diferencia entre las hermanas, mi tía no tenía los grandes pechos de mi madre, lo que si tenía era una cola aún más espectacular, su cola era su motivo de orgullo y ella se ocupaba de mantenerla en forma ideal entrenando en el gimnasio todos los días. Cuando me di cuenta de lo que eso significaba me aterrorice, ese bikini negro seguro que no iba a tener la gran cobertura de las mallas de nado que usaban ellos e iba terminar inevitablemente metido entre mis nalgas. Mientras yo estaba absorto en esos pensamientos ellos continuaron vistiéndome, mi primo me inmovilizó los brazos mientras que los dos hermanos tomaron el bikini y lo pasaron por mis piernas comenzando a subirlo rápidamente uno de cada lado. Cuando calzaron los laterales del bikini justo por encima de mis caderas me soltaron y al grito de –“ahora todos al agua!”- salieron corriendo rumbo a la piscina, yo me quede quieto, no había espejos donde observarme pero podía sentir como mi pequeño pene encogido por el frío era presionado contra mi cuerpo en la parte delantera al mismo tiempo que la fina tela de la parte de atrás se perdía entre mis nalgas. Eso me producía sensaciones encontradas, por un lado me moría de vergüenza de que los otros me vieran y se burlaran de mi, pero a la vez sentía esa sensación de excitación y felicidad que volver a estar vestida de mujer me producía por más que me negaba a aceptarlo.

Me di cuenta que la mejor forma de evitar que notaran cómo me quedaba el bikini era meterme en el agua con ellos así que corrí lo más rápido que pude y me les sumé. Cuando estábamos dentro del agua mi primo y Pablo empezaron a jugar a la lucha y fue ahí que lo entendí, en sus cuerpos masculinos de deportistas las aburridas mallas de nado parecían los atuendos ajustados de los luchadores de lucha libre que mirábamos cuando niños en la tv, no había nada de femenino en ellos. Como yo no quería participar de eso, y mucho menos con Nicolás que era el más grande y fuerte de todos nosotros, le dije que me había dado frío e iba a salir, Nicolás me respondió –“OK, dale que yo ya voy también, antes le voy a dar su merecido a estos dos. Hay toallas en el cuarto de servicio para que te seques.”- entonces se dio vuelta para sumarse al forcejeo con los otros dos y yo aproveche ese momento para salir del agua. En el instante en que estaba subiendo la escalerilla de la piscina y mi cola empezaba a asomar por encima de la superficie del agua tuve esa rara sensación de estar expuesta y me di vuelta, fue entonces que noté que Nicolás se había arrepentido y venía detrás de mi camino a salir también, como consecuencia había tenido un panorama de primera de mi femenina cola y el bikini que se metía entre mis nalgas. Su mirada me intrigó, no logré descifrar lo que pasaba por su cabeza así que decidí apurarme y corrí hasta el cuarto de servicio. Mientras corría sentía como mis nalgas libres de contención bamboleaban con cada paso y la fina tela del bikini se perdía cada vez más adentro entre ellas. Al llegar al cuarto de servicio  tomé una toalla y me la coloqué sobre los hombros intentando cubrir de esa manera todo mi cuerpo.

Estaba comenzado a secarme cuando Nicolás entró en el cuarto e hizo algo que me preocupó, cerró la puerta tras de si, luego se me acercó y de un tirón me quitó la toalla comenzando a recorrer mi cuerpo con su mirada, yo no había tenido tiempo de quitarme el bikini y me sentí completamente expuesta, mi reflejo fue juntar mis manos sobre mi entrepierna cubriendo mi pequeño pene que achicado por el frío apenas marcaba un bulto bajo el bikini. Luego de un instante de silencio me ordenó –“Date vuelta y mostrame bien como te queda la parte de atrás”- mientras me lo decía soltó la toalla que me había arrancado y se empezó a quitar la malla quedando completamente desnudo, de fondo se escuchaba como mi primo y Pablo seguían luchando en el agua. No se si fue por miedo, impotencia, excitación, morbo o deseo, pero sin emitir sonido y sin cuestionármelo ni un segundo obedecí sus instrucciones, junté mis piernas y giré sobre la punta de mis pies hasta darle la espalda.

Mientras estaba parada con los pies juntos, las manos también juntas cubriendo mi pene, y mirando al muro que tenía enfrente solo me podía imaginar lo que sucedía a mis espaldas por los sonidos, comencé a sentir pasos que se aproximaban hacia mí mientras de fondo se seguían escuchando los forcejeos de los dos que seguían en la piscina. De golpe sentí el calor de un cuerpo desnudo que se pegaba a mi espalda, unos brazos fuertes que me abrazaban y unas manos grandes que tomaban cada una uno de mis pezones para apretarlos y en el mismo gesto juntar nuestros cuerpos. Al apretar mi cuerpo contra el suyo sentí entre mis nalgas un calor especial y una dureza característica, era su pene que semierecto se acomodaba entre mis nalgas como la tela del bikini que llevaba puesto. En ese instante Nicolás acercó su boca a mi oreja desde atrás y me dijo al oído –“Así me gustan las nenas, chiquitas, culonas y obedientes”- sin darme tiempo a responder apretó mis pezones con la punta de sus dedos y empujó su pelvis contra mis nalgas lo que provocó que mi cuerpo se estremeciera de excitación y generó que mi única respuesta fuera un agudo gemido que se escapó de mi boca al mismo tiempo que arqueaba mi espalda empujando mi cola más aún contra su virilidad.

En esa situación nos encontrábamos cuando de pronto notamos que se silenciaba el ruido en el exterior, rápidamente Nicolás se separó de mí mientras me decía –“Esto no queda acá, tu hermana me tiene re caliente pero no me va a dejar hacerle nada, es muy pendeja. Además vos tenes mejor cola que ella y ya me di cuenta que te gusta. Te prometo que lo vamos a retomar con más tiempo.”- luego se ató una toalla a la cintura para cubrir sus genitales y salió en busca de los otros dos. Antes de irse me ordenó –“Sácate el bikini antes de que te vean los demás y salí cubierta con una toalla como yo.”- nuevamente obedecí hipnotizada y salí como si nada. Afuera estaban Pablo y mi primo que finalmente habían sido víctimas del frío y venían rumbo al cuarto de servicio a secarse y dejar las mallas. Mi primo nos preguntó –“Qué hacían ustedes dos ahí adentro?”- a lo que Nicolás le respondió en tono pícaro –“Nos conocíamos más íntimamente…”- todos rompieron la carcajada, ellos pensaron que era un chiste mientras que yo no podía creer el control que tenía Nicolás sobre la situación y sin darme cuenta lo miraba con admiración.

FIN DE LA SÉPTIMA PARTE