Romina - 5 capítulo

Historia del descubrimiento de mi lado femenino, su desarrollo y las experiencias vividas

Tras el fin de semana de femenina soledad mi futuro era incierto, no sabía como continuar mi vida ni que opciones tomar en cuanto a mi sexualidad. Estaba claro que disfrutaba muchísimo de vestirme y sentirme como una sensual mujer. Había confirmado también el gran placer que me producía la penetración anal, pero había un hecho del cual no podía escapar, yo era un chico, tenía pene, una vida armada como varón y un gigantesco miedo al rechazo de mi familia si se enteraba de mis gustos. Por otro lado no tenía ninguna amiga mujer, mi timidez me lo impedía, sentía tanta fascinación por ellas que me costaba hablarles, y con los escasos amigos varones que tenía no podía hablar de este tema sin miedo a que se rieran o abusaran de mi, además de contarle a todo el mundo.

Fue así que me guardé todas mis dudas y escapándole a las decisiones importantes continué con mis dos vidas paralelas. Ante todo aquel que me conocía en ambientes sociales o familiares yo era un joven tímido, introvertido, muy estudioso, que hablaba poco y tenía muy pocos amigos. Pero en privado era Romina, una sensual adolescente que tenía un apetito sexual insaciable y que disfrutaba de vestirse lo más sexy posible e introducir elementos fálicos en su ano.

Romina salía a la luz en cada ocasión que me quedaba sola en casa, desde el instante en que me quedaba a solas y hasta lo más tarde posible me la pasaba vestida disfrutando de mi femineidad y de mi cuerpo. Muchas veces estuvieron a punto de descubrirme, alguna parte de mi secretamente quería que me descubrieran, eso me obligaría a tomar una definición sobre mi realidad, pero por ahora no había pasado.

En esta etapa de dualidad empecé a usar ropa interior femenina bajo la ropa masculina, al principio usaba la colaless que había robado en aquella visita a la tienda con mi madre, pero rápidamente sentí la necesidad de tener más prendas para poder usarlas más seguido. Luego de buscar alternativas durante un tiempo, y sin animarme ni tener el dinero para comprar lo que quería, se me ocurrió una estrategia para ampliar mi vestuario, desde ese momento en adelante aprovecharía cada visita a casa de amigos, familiares, o amigos de mi madre para, a escondidas, revisar sus canastos de ropa sucia, tendederos y armarios en busca de prendas íntimas femeninas. La estrategia fue altamente exitosa y me fui quedando con unas cuantas prendas de variados cortes y procedencias. Me encantaba sentir el morbo de usarlas y pensar en las mujeres reales que originalmente las usaban, ellas eran madres o hermanas de mis amigos, amigas de mi madre e incluso alguna tía lejana que me sorprendió por lo atrevido de sus bombachas. Por esta vía había conseguido hacerme de un lindo menú de bombachitas, todas bien cavadas y de sexy encaje o con adornos femeninos y delicados. Lo amplio y variado del menú me permitía usar una distinta todos los días, siempre bajo mi exterior masculino.

Disfrutaba particularmente de ir al liceo con una tanguita bajo mi uniforme, estar sentada en el banco durante la clase y sentir esa telita perdida entre mis nalgas y mi pene comprimido entre mis piernas. Me excitaba muchísimo saber que estaba vestida así mientras todo el resto lo ignoraba. Me excitaba aún más pensar en la posibilidad de ser descubierta por mis compañeros cuando iba al baño y bajaba mis pantalones para orinar dejando mi delicada ropa interior a la vista. Muy seguido me pasaba que no aguantaba la excitación y aprovechaba los recreos para encerrarme en un cubículo del baño a masturbarme, mientras yo estaba sacudiendo mi pene y penetrando mi ano con mis dedos, escuchaba las voces de mis compañeros charlando, ellos se escondían en el mismo baño a fumar. Cuando esto sucedía me gustaba fantasear con ser descubierta, con que alguien abriera de golpe la puerta del cubículo y expusiera a la vista de todos mi cola con la colaless metida entre mis nalgas y mis dedos perdidos dentro de mi ano. Soñaba con que en ese momento alguno de ellos se metiera adentro de mi cubículo, me empujara contra la pared y tomándome de las caderas introdujera su miembro salvajemente en mis entrañas, normalmente a esta altura de la fantasía llegaba el orgasmo que me gustaba recibir en mi mano para luego degustar. A continuación me arreglaba las prendas y salía a lavarme las manos pasando por entre la nube de humo que ellos generaban sin tener noción de lo que ocurría del otro lado de esa puerta.

La relación de mi madre con Juan se había formalizado y él ya era parte de la familia, nos llevábamos muy bien por más que yo sentía que en algunas ocasiones me miraba con cara de que sospechaba algo de mi secreto, aunque nunca dijo nada al respecto. Juan tenía una casa en un balneario a la que solíamos ir los fines de semana, a veces se iban solos con mamá y otras veces íbamos todos. De tanto ir me hice amigo de unos chicos cuyas familias también tenían casas en ese balneario. Uno de ellos, Daniel, cumplía años en diciembre y aprovechando el calor decidió festejarlo en la casa del balneario. Era un miércoles pero como ya habían terminado las clases no había problema, yo les dije a mamá y Juan que quería ir, durante esos mismos días mi hermana se iba de paseo con su club, entonces ellos vieron la oportunidad de pasar unos días solos y Juan me dio la llave de su casa. Me dijo que podía ir y quedarme hasta el fin de semana, aprovechar para estar con mis amigos y hacer playa, que ellos me irían a buscar el domingo que era el día en que retornaba mi hermana y comeríamos un asado todos juntos.

Como no podía ser de otra manera, mientras preparaba mi bolso para esos días de soledad en la playa además de mi ropa de chico agregué todo mi menú de bombachitas, no iba a tener prendas para vestirme por completo pero por lo menos podría pasearme por la casa en tanga todos los días.

El miércoles, al llegar a la casa, luego de abrir las ventanas para ventilarla ya que hacía un tiempo que no iba nadie, dejé mi bolso sobre la gran cama del dormitorio principal, me desnudé hasta quedar solo en colaless y me dispuse a inspeccionar todos los armarios de la casa, tal vez hubiera algún tesoro escondido en ellos. Lo primero que encontré fue lubricante y condones en la mesita de luz del dormitorio, la búsqueda ya estaba dando resultados. Luego de unos minutos más de abrir placares y revolver cajones encontré dentro de un armario un delicado bolso que era de mi madre, me llamó la atención que estuviera allí y lo saqué para inspeccionarlo. Al abrirlo encontré un nuevo tesoro, dentro del bolso, delicadamente dobladas y ordenadas había una serie de prendas íntimas, un corset con ligas y medias, algunos conjuntos de tanga y corpiño, y mi descubrimiento más preciado, un trajecito de mucama sexy. Se trataba de un delantal de encaje blanco con voladitos a los costados que se enganchaba en la nuca y se ataba en la espalda, desde la cintura salían ligas para enganchar medias y lo acompañaban una delicada tanga y un par de medias 7/8 también blancas, el toque final lo daba una tiara adornada con los mismos encajes.

Sin dudarlo ni un segundo me quité la colaless que llevaba puesta y me calcé el disfraz completo. Como toda la ropa de mamá, me quedaba a la perfección, se ajustaba al contorno de mi cuerpo como si fuéramos gemelas, me sentía cómoda y sexy con un gran toque de morbo. Como no había encontrado zapatos me propuse caminar en puntas de pie sobre el piso de madera para lograr el mismo andar femenino. Entrando en personaje me dediqué a limpiar y ordenar la casa que precisaba de atención por el tiempo de abandono. Tomé un plumero y lo pase delicadamente por todas las superficies, cambié las sábanas de la cama y finalmente me dispuse a barrer los pisos.

Me encontraba distraída en esa tarea, disfrutando de mi personaje de mucama, cuando sentí un grito desde el exterior –“Fede! Estas?”- era Daniel, el cumpleañero. Mi corazón se paralizo y me quedé helada, en ese momento me di cuenta de que había dejado todas las ventanas abiertas y me estaba paseando por la casa vestida de mucama sexy. Dudando si Daniel me había visto me desvestí lo más rápido que pude, me puse una bermuda, una remera, y salí a su encuentro en el frente de la casa. Al llegar hasta donde él estaba le dije con la mayor naturalidad que pude –“Hola! Llegué hace un rato. ¿Me estabas llamando hace mucho?”- Mientras le preguntaba eso no pude evitar que mi cara se pusiera completamente colorada.  –“No, recién llegamos con mis padres y como vi la casa abierta vine a ver si estabas. ¿Vamos a la playa mientras llegan los demás?”- Me convencí a mi mismo que Daniel no había llegado a ver nada, suspiré aliviado y nos fuimos a la playa. Durante la tarde en la playa me pareció que Daniel me miraba raro cuando salíamos del agua y mi bermuda mojada se pegaba a mi cuerpo marcando mis grandes nalgas, pero pensé que era yo que estaba paranoico, si me hubiese visto me hubiese dicho algo, entonces no le di más importancia.

El resto de la tarde pasó con normalidad, a la noche llegó la fiesta de cumpleaños, habían venido muchos de sus amigos de Montevideo. La fiesta era más grande de lo que yo pensaba, y me empecé a sentir incómodo por estar rodeado de tantos extraños así que decidí ponerme a beber para relajarme. A alguna hora de la madrugada, y con un estado de ebriedad importante, decidí escaparme y volví a la casa sin avisarle a nadie. Al llegar me desnudé, me puse una de mis tanguitas y me tiré en la cama, estaba muy cansada.

Dormí durante casi todo el día del jueves, me terminé levantando a la tarde cuando los efectos de la resaca ya me habían abandonado. Comí algo y me fui a la playa, al llegar se me acercó corriendo Daniel –“Hola, no me di cuenta cuando te fuiste anoche”- Yo le expliqué que estaba muy cansado y borracho, y que por eso me había retirado así. El me miró con una cara sospechosa pero no me dijo nada más, pasamos el resto de la tarde en la playa y a la noche los padres de Daniel me invitaron a cenar con ellos ya que estaba solo en lo de Juan. Durante la cena Daniel, sin consultarme, les dijo a sus padres que se iba a quedar conmigo para aprovechar que estaba solo y poder jugar videojuegos hasta tarde sin molestarlos a ellos que ya habían tenido que soportar el ruido de la fiesta de la noche anterior. Yo intenté evitarlo, quería estar sola para vestirme y tocarme, pero no pude hacerlo sin que se notara demasiado y resultara sospechoso. Al terminar la cena Daniel corrió a su cuarto a buscar la consola y volvió con una mochila grande en su espalda.

Cuando llegamos a lo de Juan nos instalamos en el living, Daniel sacó la consola de su mochila y la apoyó sobre la mesa, junto con ella sacó también unas botellas de cerveza que traía escondidas y unas cintas de video, entonces empezamos a jugar a los videojuegos y tomar cerveza. Tras una hora yo ya me encontraba un poco borracho y Daniel estaba visiblemente afectado por el alcohol, entonces en un momento dejó el comando a un costado y me propuso mirar los videos. Inocentemente pensé que se trataba de películas de acción y acepté, pero lo que apareció en la pantalla ante mi fue una escena de sexo de una película porno. Miramos la película durante un rato intercambiando comentarios de lo buenas que estaban esas mujeres. Mientras esto sucedía ambos intentábamos ocultar nuestras incómodas erecciones lo mejor posible, solo que él no sabía que la mía seguramente era producto de imaginarme en situaciones muy distintas a las que él se imaginaba.

En un momento, medio de golpe, Daniel pauso la película y me dijo: -“Estoy aburrido, hagamos algo más entretenido. ¿alguna vez jugaste a yo nunca?”- Ante mi negativa él procedió a explicarme el juego y me dijo –“Se sirven vasos de alcohol para todos, se dice algo que quien lo dice nunca hizo, y si alguno del resto de los participantes lo ha hecho debe tomarse su vaso”-. Me pareció un juego tonto, ya estábamos borrachos y no quería seguir tomando pero él no me dio ninguna alternativa y yo no tenía el carácter suficiente como para negarme.

Al principio fueron cuestiones tontas, algunas me tocaba tomar a mi y otras a él, hasta que en un momento, como sin darle ninguna importancia Daniel dijo –“Yo nunca me vestí con ropa de mujer”- Me tomó por sorpresa, intenté reaccionar lo más rápido posible y decir alguna otra cosa sin siquiera acercar mi mano a mi vaso, pero cuando estaba por abrir la boca Daniel me interrumpió –“Estás haciendo trampa! Te toca tomar!”- yo le dije que no, que jamás me había puesto ninguna prenda de mujer, pero cuanto más lo negaba, más parecía convencerse de lo contrario, hasta que me dijo –“No mientas! tenes que tomar, la otra tarde cuando te vine a buscar te vi por las ventanas, estabas con ropa de mujer.”- y agregó en un tono más calmado –“Te quedaba muy bien”- Yo creí que me moría, mi mayor temor se estaba volviendo realidad, entonces no pude controlar mis emociones y me largué a llorar cubriendo mi rostro con las manos. Daniel se acercó a mi, me abrazó para consolarme y me dijo: -“No te preocupes, no le voy a contar a nadie, tranquila…”- esa frase me calmó un poco, pero el final me sonó raro, porque me hablaba en femenino, entonces interrumpió mis pensamientos –“solo te pido una cosa a cambio”- Entre sollozos, pero ya mas calmada le pregunté qué era lo que quería y me dijo –“quiero que te vistas como estabas el día que te vi y desfiles para mi, yo se que te gusta”-

Después de mirarlo durante unos minutos en silencio mientras me secaba las lágrimas de los ojos e intentaba descifrar la expresión de su cara que era entre benevolente y perversa me di cuenta que no tenía otra salida, así que me levante, le pedí que me esperara en el living, y me metí en la habitación principal cerrando la puerta tras de mi. Daniel no dijo nada, ni siquiera se movió un centímetro, se limitó a seguirme con la mirada mientras caminaba hacia el dormitorio.

Estaba temblando, no me daba cuenta si era de miedo, nervios, o excitación, pensé unos minutos sobre lo que estaba pasando y decidí arriesgarme. Esta era la situación con la que había fantaseado durante tanto tiempo, me habían descubierto y no tenía otra salida que hacer lo que él me pedía o las consecuencias serían mucho peores. Entonces me desvestí, saqué el disfraz del bolso y me lo coloqué parte por parte. Cuando terminé me paré frente al espejo en puntas de pie y me observe durante unos minutos mientras juntaba coraje para salir, estaba linda, me quedaba bien, me lamenté de no tener zapatos y me decidí a salir.

Al abrir la puerta sentí como sus ojos se clavaban en mi y como su mirada cambiaba radicalmente, caminé en puntas de pie y contorneando mi cadera hasta el otro lado de la habitación. Al pasar por su lado y darle la espalda sentí como mis nalgas se prendían fuego con su mirada y en un acto reflejo de sentirme deseada aumente el contorneo de mis caderas. Al llegar a la otra punta me paré, di la vuelta y lo quedé mirando, fue entonces cuando Daniel rompió el silencio  –“Wow! Que cuerpo que tenes! Tu cola es como la de las mujeres del video!”- mientras me decía eso bajé la mirada y noté como su pene se levantaba bajo su bermuda. El se encontraba sentado en un sillón y me pidió que caminara hacia el, cuando llegue a estar muy cerca suyo, al alcance de sus manos, me frenó y me pidió que me diera la vuelta. Yo obedecía, me encontraba como en un trance, no emitía sonidos, tan solo acataba las órdenes que recibía. Al darme vuelta y quedar de espaldas tuve un nuevo reflejo de sensualidad y empuje mi cola hacia atrás arqueando la espalda e inclinándome un poco hacia delante, al hacerlo escuche un simple –“Wow!”-

Pasaron unos segundos que parecieron horas y de golpe se quebró el silencio con un fuerte sonido, era su mano dándome una nalgada que logró arrancarme un femenino gemido mezcla de dolor y excitación. A continuación tomó mis dos nalgas con sus manos y empezó a masajearlas, debo confesar que me encantaba lo que estaba haciendo, ahora si lo tenía claro, estaba súper excitada y disfrutando del tacto de sus manos sobre la delicada piel de mis nalgas. Estaba distraída en el disfrute de esas nuevas sensaciones hasta que en un momento me di cuenta que ya no eran dos las manos que me masajeaban, sino que sentía solo una, entonces me di vuelta por primera vez, giré la cabeza y lo miré por sobre mi hombro. Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que se había bajado la bermuda y ante mis ojos aparecía su erecto pene siendo masajeado por la mano que antes estaba en mis nalgas.

Daniel levantó la vista, me miró a los ojos y me preguntó –“¿Queres tocarla?”- No le respondí, lo dudé durante unos segundos, mientras yo dudaba él soltó su pene que quedó erecto mirando al techo y volvió a masajear mis nalgas con las dos manos, ahora con más intensidad. Ante ese estímulo mi cuerpo tomó la decisión por mi, me di vuelta, me arrodillé entre sus piernas y tomé su pene con ambas manos. Me parecía gigante, era mucho más grande que el mío en aquel momento, por más que sólo medía unos 15 o 16cm, además se sentía muy duro y caliente. Mientras tanto Daniel estaba quieto, congelado, me pareció que no esperaba esa reacción de mi parte, se mantenía sentado con las manos apoyadas en el sillón a sus costados y dejándome hacer. Yo empecé a mover mis manos hacia arriba y hacia abajo a lo largo del tronco de su pene, en uno de esos movimientos liberé una de mis manos y la usé para tomar sus testículos y masajearlos, toda mi atención estaba centrada en esos 16cm de carne latiente y nada más me importaba, no se que hacía Daniel, solo recuerdo escuchar su respiración agitada mientras esto sucedía.

Tras unos segundos de ir y venir cerré mis ojos y se me vinieron a la cabeza las imágenes de la película que acabábamos de mirar, recordé como las mujeres se comían aquellas descomunales pijas y parecía encantarles, entonces volví a abrirlos, y sin mediar palabra de ninguno de los dos, bajé mi cabeza hasta su entrepierna y me introduje su pija en la boca. Cuando mis labios abrazaron la cabeza Daniel empezó a emitir quejidos y su respiración se aceleró aún más, mientras tanto yo descubría la suavidad de esa piel con mi lengua que la acariciaba dentro de mi boca. Tenía un sabor muy particular, no sabría describirlo como otra cosa que no sea delicioso y adictivo, así que continúe introduciendo el resto hasta lo más profundo que pude sin generarme arcadas y luego empecé a subir y bajar recorriendo todo su largo. Mientras realizaba ese vaivén con mi cabeza mantenía mis labios bien apretados sintiendo cada vena de su piel y apoyando contra mi lengua la cabeza durante todo el recorrido.

Estaba como poseída, todo mi mundo empezaba y terminaba en esa pija, estaba disfrutándolo profundamente, me encontraba totalmente excitada y mi pene estaba hecho una roca entre mis piernas. Me di cuenta que si apretaba mis piernas y acompañaba el vaivén con todo el cuerpo podía a la vez mamar esa pija y estimular la mía así que lo hice y como consecuencia mis movimientos se volvieron aún más intensos y frenéticos. Succionaba, lamía, chupaba y me movía de arriba abajo recorriendo todo su tronco, Daniel no logro decir nada coherente en ningún momento, tan solo sonidos guturales salían de su boca y se mezclaban con los ruidos de succión que salían de la mía. Tras unos minutos empecé a sentir como se ponía más y más dura aún, sus piernas se tensionaban y su cuerpo se estremecía con cada lamida que yo efectuaba sobre su cabeza. Un par de lamidas más tarde sus manos se posaron sobre mi cabeza empujando su pija hasta lo más profundo de mi boca, todo su cuerpo se tensó y yo sentí como me inundaba la garganta un líquido caliente de textura y sabor conocidos. Aquello me desesperó aún más y aumenté el ritmo entrando en un trance hasta que con el último de sus chorros sentí como se daba una explosión dentro de mi y mi entrepierna se empapaba del mismo líquido que ahora llenaba mi boca.

Tras unos segundos de temblores retiré su pija de mi boca, al hacerlo me ocupé de llevarme hasta el último rastro de semen y dejarla bien limpia, me tragué el producto de nuestro placer y quedé sentada en el piso sin energías para poder moverme. Enfrente mío, sobre el sillón, se encontraba Daniel completamente relajado, casi acostado, su pene ya había perdido la hermosa dureza que tenía unos instantes atrás y entonces descubrí que ya no me producía esa fascinación ni me hacía sentir en lo más mínimo atraída hacia él.

Nos miramos en silencio durante unos minutos hasta que yo le pregunté –“¿Te gustó?”- y él me dijo –“Si, a vos?”- y le respondí que si, que lo había disfrutado y que también había tenido un orgasmo y me había mojado toda. Un nuevo impasse de pensativo silencio nos absorbió, entonces él tomó la iniciativa, se levantó, me extendió la mano para ayudarme a levantarme y me dijo –“¿Vamos a dormir?”- Yo afirmé con la cabeza y me dejé llevar de la mano hasta el dormitorio, él se quitó la remera y se acostó en la cama desnudo, yo lo seguí, me quite todo el disfraz menos la tanguita. A continuación me acosté a su lado dándole la espalda, el me abrazó apretando su cuerpo contra el mío y sin darnos tiempo a pensar en lo que hacíamos nos quedamos dormidos, el alcohol, el placer y las nuevas experiencias habían sido demasiado para nosotros.

A la mañana siguiente me desperté y estaba sola en la cama, me levanté y lo busqué pero no estaba por ningún lado, se había ido mientras yo todavía dormía. Me sentí aliviada por eso, no quería tener que enfrentarlo y hablar de lo que había pasado, tenía que pensar antes. Me desvestí y me bañé, necesitaba limpiarme, sentía todavía el olor a sexo en mi cara y su sabor en mi boca. Luego de bañarme decidí que volvería a Montevideo, quería evitar cualquier posible contacto con Daniel, así que me coloqué una tanguita de encaje, limpié y ordené la casa, lavé y guardé la ropa que había usado la noche anterior, armé mi bolso, me vestí de chico por encima y partí rumbo a casa con mil dudas rondando mi cabeza.

FIN DE LA QUINTA PARTE