Romina - 3 capítulo

Historia del descubrimiento de mi lado femenino, su desarrollo y las experiencias vividas

Al llegar a casa desde el shopping, en cuanto entramos invente una excusa para irme corriendo directo a mi cuarto, le dije a mamá que iba a colgar el traje para que no se estropeara, en mi mano llevaba aferrada la bolsa que contenía mis nuevas prendas como si mi vida dependiera de ello. En realidad el apuro respondía a mi ansiedad por inspeccionar mi otra prenda nueva. Por la forma en la que me la llevé del local no tenía muy claro como era, sabía que era era negra y de encaje pero no mucho más.

Llegue a mi cuarto, cerré la puerta tras de mi, colgué el traje en el ropero, y en un estado de total ansiedad y nervios extraje del fondo de la bolsa mi primer bombachita. Era una colaless de encaje negro semitransparente con unos preciosos voladitos de tul a los costados y una delicada moñita al frente, era hermosa. Moría de ganas de sentirla sobre mi piel y entre mis nalgas pero no podía, todavía era temprano, mamá podía entrar en cualquier momento y descubrirme, además, quería que la primera vez que usara mi lencería fuera especial, poder producirme bien y estar horas vestida, disfrutarla sin apuros.

Pasaron varios días en los que ansiosamente esperaba una oportunidad sin poder encontrarla hasta que llegó el siguiente fin de semana, el sábado era el cumpleaños de uno de mis tíos que vivían en el interior. Mamá nos había dicho que íbamos a aprovechar para ir a conocer su pueblo y pasar el fin de semana con la familia de mi tío. Este era el momento que había estado esperando, inventé una prueba de matemática muy difícil en el liceo y con falsa tristeza le dije a mamá que no podía ir con ellas, que necesitaba quedarme estudiando para prepararla. Como yo era un muy buen estudiante, aplicado y responsable, además de que tenía una casi nula vida social, mamá no desconfió en nada. Me dejó la heladera llena de comida para que me pudiera concentrar estudiando y el viernes a la tarde partieron con mi hermana para el interior, no volverían hasta la noche del domingo.

Tras despedirlas en la vereda, luego de entrar a casa, cerrar la puerta y pasar la llave, tuve que frenarme unos segundos y respirar hondo para calmarme, la ansiedad me estaba consumiendo desde hacía días y ahora ya podía dejar mis deseos más ocultos salir a la superficie.

Decidí que esta vez lo iba a hacer bien, así que lo primero que hice fue darme un largo baño, usé los jabones de mamá y lavé mi corta melena (llevaba el pelo casi por los hombros) con su shampoo y acondicionador. La suavidad que genero en mi blanca piel y los aromas que me dejaron esos productos ya me estaban llevando a un estado nuevo. Al salir de la ducha, luego de secarme me mire por unos segundos en el espejo, mi cuerpo era completamente lampiño excepto por unos tímidos vellos en mis axilas y otro tanto un poco más denso alrededor de mi todavía pequeño pene. Esa imagen me molesto un poco y decidí volver a la ducha, tome la Gillette que mamá usaba y me repasé las axilas eliminando todo rastro de vello. Luego lleve la vista a mi entrepierna, aquello era muy desprolijo, recordé las veces que había visto el vello de mamá y como ella lo usaba y decidí imitarla, me rasuraría hasta dejar una fina línea vertical que termine en la base de mi pene, estaría igual a mamá, solo que en el caso de ella terminaba en su vagina. Al comenzar esta tarea empecé a excitarme y no pude evitar que mi pene se endureciera lo cual complicó la tarea, tan excitado estaba que me salí de control y cuando quise ver me había rasurado todo el vello, no quedaba nada. Me enjuague y salí nuevamente de la ducha, tras secarme efectué una segunda comprobación en el espejo, me veía mucho mejor, mi pequeño pene sin el adorno de los vellos se veía más femenino y delicado, me gustó el resultado. Al levantar la vista y verme a la cara me di cuenta que tenía que hacer algo con mi pelo, de los estantes donde mamá guardaba sus productos de belleza saqué una vincha de esas que tienen como dientitos de peine y que sirven para tirarse el pelo hacia atrás cuando las mujeres se maquillan. Me la coloqué y lleve mi cabellera hacia atrás, el efecto fue el deseado, entre lo delicado de la vincha que era de color rojo con pequeños brillantes y la forma que terminaba tomando mi pelo, me sentía mucho más a gusto con la imagen del espejo. Me envolví en una toalla a la altura del pecho como veía que siempre lo hacían las mujeres, me calcé unas sandalias de mamá y salí del baño.

Fui hasta mi cuarto, saqué mi colaless de su escondite y me fui con ella en la mano hasta el dormitorio de mamá. Al llegar me quité la toalla, tiré de mi pene hacia atrás como había aprendido hace tiempo, mis testículos obedientes se escondieron en mi interior como siempre, y me coloque la colaless subiéndola lentamente por mis piernas y disfrutando cada segundo de aquella experiencia.

Cuando termine de subir descubrí que la suerte había estado de mi lado, sentí que era como una señal, aquella colaless que había robado sin siquiera saber de que tamaño era me quedaba perfecta, ni demasiado justa ni demasiado floja, se amoldaba a las curvas de mi cintura como si hubiese sido hecha a medida, la sensación fue maravillosa. Levanté la vista y me miré en el gran espejo, lo que sentía se reflejaba en imagen, me quedaba muy bien, pero ahora debía terminar el atuendo, a la colaless le faltaba compañía y yo sentía mi pecho y piernas muy descubiertos.

Entonces me acerqué al ropero y abrí aquellos cajones que había abierto hace unos años y que me habían hecho descubrir este universo de sensaciones del cual ahora no podía ni quería escapar. Hacía mucho que no inspeccionaba la ropita de mamá y mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que habían muchas más prendas que la última vez que los había revisado, y que las nuevas prendas eran todas del tipo que más me gustaba, de encaje y extremadamente sexy, me dije a mi mismo –“que suerte que tiene Juan!”- y casi al mismo tiempo –“como envidio a mamá!”- Esa ambigüedad sería mi compañera fiel por muchos años.

Tras revisar unos minutos, y sin poder todavía decidirme en como acompañar mi colaless, hice un descubrimiento maravilloso. Encontré prolijamente doblado en un cajoncito el corset y las medias que se había comprado mamá cuando la acompañé al shopping, fue automático, no tuve ni que pensarlo, ese sería el complemento de mi atuendo. Tras la experiencia que habíamos tenido en la tienda de lencería me dediqué a investigar en revistas y videos todo lo que pude al respecto de esa prenda, en ellos pude ver a varias mujeres usando distintos tipos de corsets. Yo no había visto a mamá con el conjunto completo así que presté particular atención a como se colocaban todas las piezas, en particular me llamaron mucho la atención las medias, el femenino gesto de deslizarlas por el largo de las piernas, acto que me resultó hipnótico y excitante.

Tomé el corset, lo inspeccioné y noté que los cordones de ajuste estaban atados de la misma forma que los había dejado yo aquella tarde en la tienda, me di cuenta que no debía desatarlos ni ajustar su largo o de lo contrario mi madre podría notarlo. Ante eso me apresuré a colocármelo deseando que el ajuste de mi madre me calzara a mi también, primero pase mis brazos por los breteles como si fuera un saco, los cordones quedaron en mi espalda y al frente se disponían dos líneas de gachitos metálicos que cerraban la prenda. Succione mi abdomen lo más que pude y procedí a enganchar uno a uno los ganchitos de cierre empezando por el de más abajo, mientras lo hacía tiraba de los lados para acercarlos y hacerlos coincidir, a medida que avanzaba sentía como el firme abrazo del corset apretaba mi cuerpo. Al llegar al último cancho a la altura del pecho y lograr cerrarlo con éxito se me escapó un suspiro de alivio, claro, yo tenía el torso un poco más grande que ella pero no tenía sus grandes pechos lo cual me permitió entrar en el corset sin reajustarlo. Junto con ese suspiro se aflojó todo mi cuerpo que estaba contraído intentando entrar dentro de la prenda, al aflojarme pude sentir esa particular sensación que solo quien ha vestido un corset sabe, me encanto sentirme ajustada, contenida, erguida, me encantó verme al espejo y notar que mi cintura estaba más marcada, mi cadera resaltaba aún más de lo común y mi espalda se veía muy femenina. Entonces tomé las medias y me senté en el borde de la cama, estiré una pierna y como había visto en los videos pasé a deslizarlas por mi piel hasta llegar a la altura de mis muslos. Una vez ahí fijé los ganchitos de las ligas al borde de la media y recorrí esta última con mis dos manos nuevamente para sentir su suavidad sobre la piel de mis piernas, a continuación repetí la operación con la otra pierna.

Me puse de pie y caminé hasta el espejo con la mirada en el piso, al levantar la vista descubrí una imagen muy sensual, el corset acentuaba mis formas femeninas y las medias sobre mis piernas me hacían sentir muy sexy, ni que hablar de la colaless metida entre mis nalgas, pero algo faltaba. Me tomó unos segundos pero me di cuenta de lo que era, estaba descalza y las mujeres que había visto vestidas así siempre usaban tacos. Me apresuré a buscar un par que combinaran con el atuendo entre los de mamá, si bien mi pie era un poco más grande que el de ella, podía calzármelos con algo de dolor al principio, ya lo había probado hace tiempo. Encontré unos tacos de aguja negros brillantes que iban perfectos con mi atuendo, me subí a ellos y cuando intenté dar el primer paso casi caigo, tenía que tener cuidado, dar pasitos cortos y mantener las piernas juntas.

Con pasitos cortos y la vista nuevamente en el piso para no caerme, volví a pararme frente al espejo, enderecé el cuerpo lo más que pude, levanté la vista y me quedé asombrada. Estaba preciosa, sexy, exuberante. Empecé a mover mi cadera para verme de lado al igual que lo había hecho mamá aquel día, los tacos hacían que mis piernas se vieran mucho mejor, más estilizadas. Luego me di vuelta y ahí confirmé que mi cuerpo estaba hecho para vestir esas prendas, mi cola lucía perfecta, más paradita de lo normal por el efecto de los tacos, y mi espalda que ya de por si no era muy grande, se veía aún más femenina por el efecto del corset afinando mi cintura y resaltando mis caderas. En mi cabeza pensaba que mi cola no tenía nada que envidiarle a las de mis compañeras de clase, ni siquiera a las de las mujeres que veía en las revistas. Comencé a desfilar para un lado y para el otro frente al espejo, al principio me costaba mucho dominar los tacos pero rápidamente aprendí a caminar con las piernas juntas poniendo un pie delante del otro y contorneando mis caderas de una manera muy femenina.

Como era de esperarse, ya estaba súper excitada y mi pequeño pene hacía fuerza por salir de su prisión entre mis piernas, pero decidí que no me iba a rendir ante el primer impulso, estaba ya un poco aburrida de mis masturbaciones diarias jugando con mi pene e introduciéndome los dedos en el ano, quería probar algo nuevo y además quería disfrutar de mi atuendo un rato más antes de rendirme ante el placer. Para entretenerme se me ocurrió revisar todos los cajones de los armarios de mamá a ver si encontraba alguna otra cosa interesante para probarme.

En la mesita de luz al costado de su gran cama encontré preservativos y un recipiente que decía “lubricante intimo”, me imaginé que los usaba con Juan cuando se quedaba a pasar la noche en casa y me dio un escalofrío de excitación, saque el lubricante junto con un par de preservativos y los deje arriba de la cama, mi búsqueda ya daba sus frutos. Continúe hurgando entre sus cosas, algo dentro de mi me decía que tenía que encontrar algo más, como había hecho una mujer tan pasional y sensual como mi madre para sobrellevar los años en que no tuvo pareja -“se masturbaría con los dedos como yo?”- pero si yo ya estaba aburrida de eso –“no será posible que le haya pasado lo mismo a ella?”- Detenida en esos pensamientos estaba cuando finalmente encontré lo que buscaba sin saberlo aún, en el cajón donde mamá guardaba sus collares y pulseras, bien al fondo había una cajita negra que me llamó la atención, era de un tamaño raro para guardar un collar, media unos 18cm de largo, 5 de ancho y 5 de alto. La saqué y al abrirla apareció ante mi un cilindro de metal plateado de 15cm de largo y 3,5cm de diámetro, una de sus puntas era redondeada y la otra tenía una tapita roja que giraba. Me puse a temblar con una mezcla de excitación y alegría, había encontrado el vibrador de mi madre, el que ella usaba para darse placer cuando no tenía pareja, el que yo usaría para darme placer este fin de semana. Lo extraje de la caja con mis manos y gire la tapita roja, nada sucedió, seguí girando hasta llegar a un tope y nada, me di cuenta que había otra forma de sacarla y al destaparlo cayeron al piso las baterías, era claro que hacía tiempo que mamá no lo usaba, las baterías estaban vacías. Ante mi se presentó un dilema, o me cambiaba de vuelta a ropa de chico e iba a comprar pilas, o aceptaba la realidad y jugaba con el cilindro de metal en su estado inerte. Elegí la segunda, más que nada porque no estaba dispuesta a sacarme la lencería, ese fin de semana no pensaba dejar la casa, iba a pasar todo el tiempo posible vestida.

Me senté en la cama, abrí uno de los preservativos y se lo coloqué al vibrador que en base a mi inexperiencia, y en comparación con mi pequeño pene, me parecía enorme. Luego abrí el lubricante, apliqué un poco sobre la punta y lo esparcí con mis dedos sobre todo el largo hasta dejarlo bien cubierto. A continuación me coloque en cuatro patas sobre la cama, como necesitaba usar mis manos para la operación debí apoyar la cabeza en el colchón y quede con la cola bien expuesta y elevada, me gustó la sensación, con una mano tomé el vibrador y con la otra corrí hacia un costado la fina tela que se encontraba entre mis nalgas para darle paso libre al invitado de honor. La mano que corrió la colaless volvió al colchón al costado de mi cara y la otra guío al cilindro de metal hacia su objetivo. Cuando la punta hizo contacto con la puerta de mi ano y sentí el frío del gel tuve un momento de duda, me quedé quieta, lo pensé un segundo y decidí que toda esta excitación no podía ser en vano, entonces empecé a empujar lentamente.

Al principio parecía que no iba a entrar pero a medida que me fui relajando la presión y el lubricante hicieron su trabajo, sentía como ese cilindro se abría paso dentro de mi, era una sensación completamente nueva, era el primer objeto foráneo que me invadía, hasta ahora solo habían sido mis propios dedos. Cuando me di cuenta ya me lo había introducido todo y me estaba tocando las nalgas con la mano que sostenía el vibrador, no había sentido ningún dolor, una leve molestia al principio que luego desapareció rápidamente. Entonces hice una nueva pausa, me dije a mi misma –“es hora de disfrutar”- y empecé a moverlo como hacía con mis dedos, primero en círculos y luego entrando y saliendo, fui aumentando el ritmo y la fuerza que aplicaba a mis movimientos y a medida que lo hacía notaba que estaba llegando a rozar partes de mi cuerpo que antes no alcanzaba y que me transmitían sensaciones placenteras, así que continué, más rápido, más fuerte y más profundo hincando ese cilindro de metal en mis entrañas. En cierto momento empecé a sentir como mi cuerpo tenía contracciones musculares que yo no podía controlar, era como que me estaban electrocutando y venían en aumento hasta que de golpe en una de esas estocadas profundas exploté. Solté el vibrador que quedó incrustado en mi interior y me desplomé sobre la cama mientras tenía pequeños temblores sobre todo mi cuerpo, los ojos cerrados y una sensación de placer y satisfacción como nunca antes había experimentado.

Abrí los ojos, emití un gran suspiro y me di cuenta, había tenido mi primer orgasmo verdadero. Metí mi mano debajo de mi cuerpo para tocar mi entrepierna, encontré a mi colaless empapado en un líquido pegajoso y a mi pene completamente flácido, lo había estado desde que introduje el vibrador en mi ano. Había tenido un orgasmo sin tocarme el pene y sin que este estuviera siquiera erecto, había permanecido bien guardado dentro de mi colaless durante toda la operación, estaba fascinada, feliz y perpleja a la vez.

Cuando finalmente me intenté levantar descubrí que el amable visitante que me había dado tanto placer seguía dentro mío, lo retire con una mano. Al salir me dejó con una gran sensación de vacío, como que hacía falta volver a introducirlo para llenar ese nuevo espacio del placer que se había creado dentro de mi, con mi otra mano inspeccione mi ano que estaba empapado de lubricante y abierto como nunca lo había sentido, eso me asustó – “Y si no se cierra?” – pensaba, pero con el correr de los minutos fui sintiendo como de a poco se resignaba a la ausencia del visitante y se iba cerrando nuevamente.

Tenía el cuerpo empapado en sudor y otros fluidos así que decidí volver a darme una ducha, me desnudé coqueta y lentamente, a continuación me fui caminando en puntas de pie hasta el baño. Una vez bajo la lluvia de la ducha, mientras frotaba mi cuerpo con el jabón aromático, me dije a mi misma –“Que bien que lo voy a pasar este fin de semana!”- Y estaba en lo correcto, ese fue tan solo el principio de 48 horas que me hicieron descubrir un mundo de cosas nuevas sobre mi misma.

FIN DE LA TERCERA PARTE