Romeo y juliette
No puedes entrar, lo sabes perfectamente. - Espetaba ella ante el intento de abrir la puerta de Iván. - Puedo pasar escondido, tu casa es enorme, seguramente tu padre esté en alguna habitación escondida planeando cómo detener al mio y tu madre tomando el té en alguna de tus veinte terrazas de ricos. - Contestó el. - No tengo veinte terrazas idiota, son solo tres y aunque pudieras entrar ¿Como llegarías al segundo piso sin pasar por el salón?- - Por detrás del sofá.- Comentó burlón ante la pregunta de Ainhoa. - Iván, mis padres te van a matar, podrían salir ahora mismo al escuchar voces en la puerta. - - Venga ya, esta puerta debe de ser acorazada como en los bancos, podría gritar ahora mismo que no me escucharían. - Cogió aire e hizo el amago de gritar pero ella lo paró con un leve beso de despedida.
No puedes entrar, lo sabes perfectamente. - Espetaba ella ante el intento de abrir la puerta de Iván.
- Puedo pasar escondido, tu casa es enorme, seguramente tu padre esté en alguna habitación escondida planeando cómo detener al mio y tu madre tomando el té en alguna de tus veinte terrazas de ricos. - Contestó el.
- No tengo veinte terrazas idiota, son solo tres y aunque pudieras entrar ¿Como llegarías al segundo piso sin pasar por el salón?-
- Por detrás del sofá.- Comentó burlón ante la pregunta de Ainhoa.
- Iván, mis padres te van a matar, podrían salir ahora mismo al escuchar voces en la puerta. -
- Venga ya, esta puerta debe de ser acorazada como en los bancos, podría gritar ahora mismo que no me escucharían. - Cogió aire e hizo el amago de gritar pero ella lo paró con un leve beso de despedida.
Me tengo que ir, mañana en el mismo sitio. - Susurraba mientras entraba apresurada a la mansión.
El se quedó parado, insatisfecho, aquel beso le había sabido a tan poco que no podría quedarse con los brazos cruzados. Rápidamente y a hurtadillas bordeó el jardín, evitando las ventanas hasta llegar a la parte trasera de la casa, justamente donde se encontraba el pequeño balcón que Ainhoa tenía en su cuarto, observó a su alrededor y no se le hizo difícil encontrar una manera de subir puesto que la casa estaba adornada con largas enredaderas, como cualquier hogar de familias adineradas.
Se acercó a ella y comenzó a escalarla, pero pronto se dio cuenta de que había sido mala idea, las astillas le estaban haciendo polvo la piel, a pesar de eso no quiso desistir y tras unos leves quejidos en silencio logró llegar hasta el balcón.
Golpeó el cristal varias veces, pero no le contestó aquella niña buena que un mes antes había rescatado de aquel bar.
Pensó en desistir, volver a casa... pero no, allí estaba ella, saliendo envuelta en una toalla de la puerta de lo que parecía el baño, con su pelo ondulado suelto, mostrando una ligera parte de su piel porcelanosa... Iván quedó petrificado, quizás por la emoción, quizás por la excitación, o quizás por la erección que ocultaba su pantalón.
Ainhoa se movía de un lugar a otro de la habitación, como si buscara algo, sin darle mucha importancia al balcón, hasta que en un giro brusco lo vio, dejando caer lo que llevaba en las manos.
Él sonrió pícaramente, ella lo entendió. Quería entrar, pero no en la habitación, quería hacerlo dentro de ella, muy dentro.
- ¿qué haces aquí? ¿Vienes a robarme? - Bromeó al abrir la ventana y engancharlo de la camisa para traerlo hacia ella.
- Habla. ¡Oh! ¡Habla otra vez ángel resplandeciente!… Porque esta noche apareces tan esplendorosa sobre mi cabeza como un alado mensajero celeste ante los ojos estáticos y maravillados de los mortales, que se inclinan hacia atrás para verle, cuando él cabalga sobre las tardas perezosas nubes y navega en el seno del aire. -
- ¡Oh Romeo, Romeo! ¿Por qué eres tú Romeo? Niega a tu padre y rehúsa tu nombre; o, si no quieres, júrame tan sólo que me amas, y dejaré yo de ser una Capuleto. -
- ¿ Ves como había una manera de llegar a tu cuarto sin pasar por el balcón? - Bromeó el pícaro criminal empujándola hacia la cama.
- Callate y besame. -
Verla así, semi desnuda y tan vulnerable incitaba al joven a cometer mil maldades, diez millones de ideas se le pasaban por la cabeza, mis posiciones y diez millones de orgasmos. Lentamente iba colocándose sobre ella, tomándose su tiempo para desesperarla pero la niña buena estaba demasiado impaciente, le rodeó el cuello con los labios y se tiró a su boca con lascividad, se fundieron en un intenso juego de movimientos de lenguas, de roces y pequeños gimoteos, pero ella había tomado la iniciativa y eso a él no le gustaba.
Se apartó bruscamente sujetándole las muñecas por encima de la cabeza, manteniéndola bajo su poder, doblegada y expuesta a sus maldades.
- No es justo, no me puedo mover. -
- No necesito que te muevas, quédate así, quiero saborearte entera. - Le susurró él al oído.
Su lengua rozó la parte externa de esta, estremeciéndose por la saliva fría, continuó por su cuello, dejando leves mordiscos a su paso mezclados con aquella lamida que le ponían los pelos de punta, Ainhoa conocía las intenciones de Iván, no le desagradaban, quería sentirlo dentro, quería volver a notar aquellas intensas arremetidas, quería su lengua jugando con su clítoris hinchado por la sensación que este le provocaba en cada encuentro.
Notaba como se iba humedeciendo a cada centímetro que bajaba, en cada segundo que besaba su cuerpo tenso, cuando acariciaba la aureola de sus pezones, notaba las palpitaciones, el tacto de la toalla cada vez que se movía sobre ella.
- Esto te sobra. - Dijo el arrancándosela del cuerpo y lanzandola hacia atrás con violencia.
- Pueden venir mis padres corriendo. -
- también puede que la que se corra seas tú. - Aquella sonrisa maliciosa la volvía loca y la emoción de ser pillados hacia aquella situación más peligrosa, la adrenalina estaba apoderándose de ella.
Pero el que pronto se apoderaría de su cuerpo era Iván, había alcanzado la altura de su vulva y sin pensárselo dos veces la introdujo dentro de sus labios bruscamente, recorriendola de arriba a abajo varias veces.
Continuó lamiendo cada rincón, acariciando con la punta la entrada a su vagina, rodeando la dulzura de venus.
Ella gemía, se encogía, retozaba, con las uñas clavadas en el cuello de su depredador empujando su cabeza hacia ella, pidiendo más entre jadeos.
El notaba como iba a reventarle la entrepierna en cualquier momento, la erección se estaba volviendo dolorosa, pero el dulce sabor de su presa lo mantenía lejos de la sensación, la devoraba con pasión, pero al mismo tiempo con delicadeza.
- No pares, me voy a correr Iván, no pares. - Jadeaba sin soltarlo del pelo.
Segundos tardó en notar la electricidad recorriendo su cuerpo mientras se convulsionaba, arqueando la espalda mientras sus manos querían arrancar el colchón.
Se separó de ella con la respiración agitada, pero satisfecho, mirándola directamente a los ojos que aún mantenía cerrados.
Cuando pudo recomponerse, Ainhoa, se levantó bruscamente para pegarse a él nuevamente, quedando los dos de rodillas uno frente a otro.
Sin pedir permiso comenzó a desatarle la camisa sin apartarle la vista de aquellos ojos verdes misteriosos.
El se acercó para besarla y ella aprovechó para colocarlo boca arriba y colocarse encima , nuevamente queriendo tomar las riendas y por primera vez en él se dejó guiar.
La observaba desde abajo, aquellas curvas perfectas, el cabello ocultándole parte de su blanca cara, su expresión concentrada, su cuerpo perfecto acercándose hacia el.
Ella estaba entretenida desatando su pantalón vaquero, deseando desnudarlo y volver a sentirse llena por él. No tardó mucho, un par de botones más tarde Iván se encontraba en ropa interior, silencioso, callado como siempre.
Sin saber cómo continuar comenzó a frotarse contra el bulto de sus boxers, aumentando la presión poco a poco mientras dejaba escapar algún gemido ocasionado por la fricción, notaban como sus respiraciones iban volviéndose más toscas y dificultosas, como palpitaban uno sobre otro deseando volverse uno.
No pudo aguantar más y se arrancó la poca ropa que le quedaba con brutalidad, incorporándose hacia ella y agarrándola por el culo para alzarla, Violette se agarró a la espalda de Iván con las uñas al notar su pene rozando la entrada de su vagina, humedecida y cálida.
Ella misma se dejó caer poco a poco sobre su erecto miembro, gimió al notar el fondo, aferrándose todavía más al cuerpo de su acompañante. Volvió a dejarlo salir un poco para volver a meterlo lentamente. Su cuerpo se estremecía lentamente, mientras Iván permanecia rígido esperando a ver como reaccionaba ella.
Subía y bajaba sobre su tronco sin dificultad, aumentando el ritmo, sintiendo como se llenaba en cada movimiento, notando los jadeos insonoros del criminal que había metido en su cama.
Las embestidas se iban intensificando, aumentando, cada vez más rápidas, ambos querían fundirse, llegar al extremo, cada vez más fuerte, sin miedo a ser descubiertos.
El clímax estaba cerca, saltaban chispas en cada roce.
Y final feliz.
El explotó dentro de ella, dejando fluir todo por su cuerpo, notando su propio semen salir lentamente del agujero.
Ella no pudo evitarlo y gritó al sentir el estallido, gimió más alto de lo que debían y cayó abatida hacia atrás tras aquel intenso orgasmo.
Tres fuertes golpes sonaron en la puerta. - Ainhoa ¿Estas bien? - Gritaba su padre desde el otro lado.
Los jóvenes rápidamente se miraron.
Iván saltó de la cama y recogió rápidamente su ropa para esconderse bajo ella.
Violette volvió a liarse en la toalla y corrió hacia la puerta para bloquearle la entrada a su progenitor.
- Sí papá, estoy bien, solo me he golpeado con la mesita al salir de la ducha. -
- Vale hija, vuelvo a la oficina. -
- como siempre. - susurró ella lanzándose nuevamente a la cama, asomando su cabeza por el borde.
Iván sacó medio cuerpo de su escondite para encontrarse cara a cara con ella.
- No te preocupes, el monstruo de debajo de tu cama dice que te cuidará mejor que ese bastardo. - Bromeó.
Y la hizo sonreír.