Romance Prohibido 2
Ahora que estaba cerca de ella, pude ver como su camiseta estaba llena de sudor y sus magníficos pechos brillando húmedos.
Estaba tomando un café en la cocina, tratando de leer un libro, pero no podía evitar echar un vistazo cada tanto hacia el jardín.
Quería confirmar que Paola estuviese haciendo todo lo que le había indicando y pude ver como seguía trabajando sin cesar.
Aunque tenía también que admitir que había otra razón por la que la estaba espiando de la cual me avergonzaba un poco. Paola era una joven muy atractiva. Tenía una hermosa sonrisa y un cuerpo perfecto.
Sus senos trataban de escapar de los confines de su camiseta. Hombros anchos, espalda grande, cintura pequeña. ¿Qué clase de ser humano no encontraría a Paola atractiva?
Lamentablemente para mi, Paola era solo una fantasía. Era demasiado joven como para prestarle atención a una mujer como yo. Esa chica debía estar rodeada constantemente de hombres muy atractivos.
Pasaron varias horas desde que Paola había comenzado en el jardín y todavía la podía ver trabajando, bajo el intenso sol de la tarde. Su camiseta estaba completa de sudor, pero igual Paola seguía haciendo lo que le había pedido. Era una joven trabajadora y muy energética, la clase de mujer que podía estar horas teniendo sexo.
Tranquila Raquel, es muy joven para ti.
Era joven, sin duda, pero no podía evitar que mi mente la imagínese desnuda. Paola era joven pero incluso las jóvenes tienen límites. El calor era agobiante y ella seguía trabajando como si nada. Fui al refrigerador y tomé una botella de agua para darle. No quería que sufriese un golpe de calor debido al trabajo que estaba realizando bajo los rayos del sol.
Salí al jardín con la botella en mano.
― Paola –le dije al acercarme―, descansa un poco. Has estado trabajando por horas.
― Estoy bien, note preocupes.
― Toma algo de agua, por lo menos. No quiero que te deshidrates y que te pase algo malo.
Paola tomó la botella, rozando sin querer mis manos con las suyas. Sentí un pequeño escalofrío al sentir como me tocó pero se me fue rápido. Sólo fue un accidente, nada más. Ahora que estaba cerca de ella, pude ver como su camiseta estaba llena de sudor y sus magníficos pechos brillando húmedos.
―Gracias –dijo Paola al devolverme la botella.
― De nada.
― Debería volver atrabajar.
― Si, adelante. Cualquier cosa que necesites...
― No te preocupes, se donde estas –dijo sonriendo.
Me quedé mirándole como una tonta esa sonrisa seductora que tenía, esa sonrisa que podía conquistar a cualquier persona. Sabía que me estaba sonrojando otra vez, por lo que volví dentro de la casa con prisa. No podía estar junto a Paola demasiado tiempo. Mi cuerpo me estaba fallando y se dejaba llevar por la calentura.
Dentro de la cocina la volví a espiar. Paola se había otra vez puesto a trabajar a cortar el cesped, sin siquiera descansar unos minutos.Había tomado el agua que le di, pero igual me preocupaba un poco. No había comido en todas estas horas que estaba ahí en el jardín y seguramente tendría hambre, en especial luego de haber gastado tanta energía en limpiar mi jardín.
¡Brownies! Por supuesto, como no lo había pensado antes. ¿A quién no le gustan los brownies? A mí me gustaban y estaba segura que también a Paola. Busqué en la cocina todos los ingredientes necesarios para preparar mi famosa receta de brownies y cuando terminé de cocinarlos, esta vez llamé a Paola para la cocina en vez de ir a verla.
Paola se acercó y mi corazón comenzó a latir con fuerza.Me tenía que controlar; no podía dejar que una chica como ella hiciera que perdiese control de mi cuerpo con tanta facilidad.
― Entra Paola, tienes que descansar.
― Pero todavía tengo...
― No, no acepto excusas. No quiero que te pase nada. Mira el sol fuerte que hay. No puedo creer que hayas trabajado todas estas horas sin descansar.
― No te preocupes...
La tomé del brazo y le di un pequeño empujón para que entrase a la cocina. Paola dejó de resistirse y entró.
― Huele rico.
― Hice brownies. Ven, siéntate y prueba algunos.
― No debería...
―No seas tonta, Paola. Has estado trabajando demasiado. Tienes que comer para recuperar la energía.
― Bueno –dijo resignada―, supongo que puedo descansar por unos minutos.
Paola se sentó en la mesa y le llevé un plato con los brownies recién horneados. Vi como sonrió, pero esta vez la sonrisa estaba dirigida a los brownies. Tomó uno y lo comió con prisa, de un bocado.
― Tranquila, come despacio. Son todos tuyos, no van a desaparecer.
― ¿Los cocinaste para mí? No tendrías que haberlo hecho, Raquel.
― Claro que sí. El jardín me está quedando hermoso. Te lo mereces.
― Me estas pagando para que el jardín quede bien. Los brownies no eran necesarios –dijo, pero igual siguió comiéndolos.
― No me sentía cómoda viéndote trabajando tan duro.
― Gracias Raquel –me dijo otra vez con esa sonrisa. Bajé la mirada y evité mirarla a los ojos.
Ahora que la tenía cerca, sentada a escasos centímetros míos, podía no solo ver su cuerpo sino también olerlo. Ese aroma producto de la transpiración me tendría que haber disgustado pero me pasó todo lo contrario. Me calentaba el olor de su sudor, consecuencia del esfuerzo de horas de trabajo.
¿Olería así al tener sexo? No tenía que pensar esas cosas, no, no podía. Tenía que distraerme.
― Sonia te recomendó y la verdad es que tengo que decir que estoy muy sorprendida por lo que has hecho hasta ahora. Se nota que eres muy trabajadora –le dije.
Y atractivo, pensé.
― Sí, estoy aprovechando estos meses de verano para hacer algunos trabajos y ganar un poco de dinero. A Sonia también la ayudé a limpiar el jardín, aunque estaba en mejor estado que el tuyo.
― Ya lo sé. Está hecho un desastre.
― ¿Qué sucedió con el jardín? Lo mejor es realizar un poco de mantenimiento cada tanto y no esperar a que parezca una jungla –dijo riéndose.
― Es que tuve algunos problemas personales –le dije y me quedé callada.
― Ah, entiendo. Disculpa por reírme de tu jardín.
― No,está bien. Tienes razón, se parecía a una jungla, aunque veo que está mejorando con tu ayuda –le dije riéndome yo también un poco―. Es que me separé de mi marido hace unos meses y era él quien se encargaba del jardín.
― Lo siento mucho.
― Gracias. No tuve la energía como para ponerme a limpiarlo en todo este tiempo. Estaba algo cansada por todo lo que pasó. Además no soy tan joven como tú.
― No soy tan joven –me dijo y pude notar que estaba algo ofendida por mi comentario.
― ¿Qué edad tienes?
― Tengo 20 años.
Maldita sea.Era más joven de lo que pensaba. Creía que quizá podía tener 22 años, pero 20 era demasiado joven. Era prácticamente una niña. Me sentí incómoda por haber estado fantaseando con ella todo este tiempo.
― Eres muy joven –le dije con desilusión.
― Depende para qué. Tengo la edad legal para hacer muchas cosas –me dijo con una sonrisa.
¿Edad legal para beber? ¿Para conducir? ¿Para tener sexo?No, por supuesto que no. No podía estar pensando eso. Yo era muy mayor para ella,eso era obvio. Una muchacha como Paola estaba interesado en otra clase de personas.
― Lo importante es que eres más joven que yo –le dije.
― No creo que por mucho. ¿Cuántos tienes? ¿Veintiocho, veintinueve?
― Paola,eres una dulzura –le dije riendo―. Tengo un poco más que esos años.
― ¿Cuántos?
― Treinta y ocho –le dije. Pensé en mentirle o en no contestarle pero no lo hice.
― No lo pareces –me dijo con seriedad.
Paola era toda una seductora. Sabía que decirle a las mujeres para hacerles sentir bien. Era bueno sentirse joven aunque sea por unos minutos.
― Bueno, creo que ya has descansado lo suficiente...
― Sí, tengo que continuar trabajando.
Paola se levantó y vi como se dirigió hacia el jardín. Había comido toda la bandeja de brownies que le había preparado.