Romance con un vecino

Soy una mujer casada, feliz, nunca habia pensado en relacionarme con otro hombre

ROMANCE CON UN VECINO

Soy una mujer madura, felizmente casada hace unos cuarenta años con un hombre un poco menor que yo, le llevo cuatro años, vivo en una ciudad no muy grande, que me reservo por las dudas; físicamente me mantengo, con el deterioro lógico de la edad, pero todavía atraigo las miradas masculinas, soy muy blanca de piel, pelo castaño, un par de tetas algo caídas ya pero todavía mantienen el atractivo por ser generosas y abundantes, una cola que todavía marcan muy bien unos pantalones o levantan un vestidito, sostenidas por unas respetables piernas, un abdomen marcado por el tiempo y los embarazos pero trabajado para que no se escape y que en todo caso me hace parecer una de esas matronas de las estatuas del renacimiento, y todo esto me lleva a lo que les voy a contar.

Cerca de casa hay un vecino, muy apuesto, que tiene un taller de rectificaciones de motores, desde hace un par de años, siempre cada mañana al pasar hacia el mercado me saludaba

-Buenos días vecina un gusto de verla-

Y yo contestaba también a ese amable saludo con otro también cortes mientras seguía caminando y el se asomaba para mirarme pasar hasta que doblaba en la próxima esquina, con el correr del tiempo estos saludos fueron derivando hasta hacerse mas de confianza y hasta se animo a decirme algunos piropos… -Que bonita que estas hoy- o –Adiós princesa tus admiradores te saludan- y otras tonterías por el estilo que yo tomaba con diversión, y no lo niego me sentía halagada como mujer.

En una oportunidad me encontré cara a cara con él y su mujer y me dedico solamente un frio y escueto –Buenos días-, y me quede pensando, así que esas tenemos, un picarón cuando estas solito y otra imagen cuando estas con ella… y bueno así son las cosas.

Al otro día cuando volví a pasar estaba parado en la puerta del taller

-Disculpa

-Manuela, le respondí

-Eduardo, me contesto

-Disculpa Manuelita por lo de ayer, a lo mejor vas a pensar mal, pero mi mujer es muy celosa y no me gustaría que piense mal de una natural y sencilla admiración por vos, además creo es algo personal y queda entre nosotros… ¿te parece?

-No hay problemas Eduardo… quedate tranquilo- y seguí mi camino

Pero ya se instalo algo en mí, como una espinita, que iría creciendo con el tiempo, tenía como un secretito con otro hombre que no fuera mi marido, porque no le conté nada a Tony mi esposo, y es algo que me excito, me hacia la película con algo pecaminoso que ni tenía asomos de existir, pero "la loca de la casa" la imaginación comenzó a trabajar en mí, la fantasía se instalo en mi mente.

Cuando volví a casa sentía una excitación terrible, me fui a mi dormitorio me acosté y me puse a fantasear en una relación con Eduardo más allá del simple saludo mañanero… ya había un secretito entre los dos, cuando me di cuenta me estaba tocando los pechos, tenia los pezones duros y paraditos, cerré los ojos y baje mi mano a mi entrepierna y metí mis deditos en mi vagina que a todo esto ya estaba mojadísima, termine en un orgasmo espectacular… hacia tanto tiempo que no me masturbaba, tampoco fui muy acostumbrada a hacerlo porque no lo necesitaba, tengo un marido como dije que no me hace faltar por lo menos dos veces a la semana mi ración de sexo.

Pero esto era algo especial, había ocurrido un quiebre en mi mente, nunca había pensado en una infidelidad y parecía que allí estaba, capaz que me estaba adelantando, capaz que nunca pasaría mas nada.

Esa noche en cuanto Tony se insinuó acariciándome respondí fogosamente a sus caricias a sus besos que me recorrían como corriente eléctrica por todo el cuerpo, lo sentí diferente cuando su miembro me penetro, cuando me sentí llena de su carne que dilataba mi vagina anhelante de ser penetrada, me movía y acompañaba sus embestidas mientras su mano derecha me levantaba por el culo para que la penetración fuera más profunda… gemía y a la vez me mordía los labios para no gritar el nombre de ¡Eduardo!... si en mi enajenada imaginación era él y no mi marido el que me penetraba, siempre soy muy recatada en el acto sexual... pero me sentía como liberada y le pedía a mi marido

–Mas… métemelo mas… dame todo ese pingo hermoso que temes… soy toda tuya, lo siento riquísimo… lléname la concha con tu leche

Y Tony también termino en una exclamación derramando en mi su semen

-Vaya que estabas excitada- me dijo Tony cuando nos serenamos un poco y quedamos abrazados disfrutando del momento de intimidad.

-No se- respondí -Sera el tratamiento de hormonas que me receto el médico-

Y mientras decía esto, note que mis ansias no se habían calmado y comencé a acariciar el miembro flácido de Tony, que en seguida comenzó a responder y se puso de nuevo erecto y duro para calmar mis ardores, pero esta vez fui yo la que me subí encima de él y cabalgue a mi hermoso macho haciéndolo gozar y gozando con una terrible segunda cogida, sintiendo sus manos que apretaban mis pechos hasta hacerme doler, sintiendo su herramienta que exploraba hasta el fondo de mi caliente conchita… termine con un largo orgasmo, gimiendo y gritando como una perra en celo. (No sé si las perras en celo gritan pero me sentía así)

Pero interiormente no era él sino Eduardo el que estaba cogiéndome

Al día siguiente cuando pase por el taller, el mismo saludo, un piropo; pero esta vez le respondí mas calurosamente y correspondí sus palabras con una sonrisa, y me fui contoneando mis caderas provocativamente, antes de doblar en la esquina me volví y lo vi parado mirándome.

A partir de allí sus piropos se fueron haciendo cada vez más audaces y explícitos

–Adiós mi amor cuando será el día que me invites a comer de esas mieles-

Supongo que se refería a mis pechos que resaltaban con alguna remera o musculosa ajustada o

–Mamita ¿eso te pusiste para mí?

Un día que pase con un pantalón blanco muy ajustado y que marcaba hermosamente mi entrepierna y resaltaba mi culo.

Así paso casi un mes, durante ese tiempo mis encuentros sexuales con Tony se incrementaron hasta en una oportunidad dos veces en un día, este estaba sorprendido y por supuesto agradecido, mis fantasías con Eduardo habían crecido y cuando no tenia sexo con mi marido, porque ya también tiene sus años y no la vitalidad de un joven para hacerlo todos los días, entonces me masturbaba… siempre pensando en Eduardo, él era el centro de todos mis pensamientos y actos, era él en que yo gozaba hasta lo más recóndito de mi ser.

Hasta que una mañana me había vestido si se quiere un poco provocativa, un vestido de seda estampado, una camisa blanca de amplio cuello con un escote generoso que dejaba ver el nacimiento de mis senos, zapatos de tacón, medias de nylon, muy bien peinada y maquillada, cualquiera que no me conociera y me viera no me daba más de treinta y cinco años; iba hasta el centro para hacer algunas diligencias para mi marido, y cuando pase por el taller estaba Eduardo, que ya me había visto venir, se le querían salir los ojos.

-¿Donde está yendo el amor de mi vida tan elegante? Me dijo

-Por ahí, buscando algún príncipe osado… chau… le respondí y seguí caminando

Cuando había caminado un par de cuadras, sentí que un auto se arrimaba a la vereda y una voz que me invitaba –Manuelita… te llevo-

Me di vuelta y mire, era Eduardo, sin pensarlo dos veces me subí a su lado y arranco.

-¿A dónde vas? Pregunto

-Tengo que hacer unas diligencias en el centro- respondí

-Te acerco, voy a comprar unos repuestos- me dijo

Con una voz que sonaba a justificación era evidente que venía y a propósito por mi y comenzó a excitarme, inmediatamente mi mente se lleno de fantasías donde el protagonista era Eduardo.

Por eso no le dije nada cuando él siguió de largo sin doblar para ir hacia el centro de la ciudad y se detuvo luego de un rato en un parque muy lleno de árboles que tiene lugares de mucha sombra, precisamente lo hizo en un lugar bastante solitario y alejado de las miradas de la gente que circula por allí a esa hora, las 8.30 de la mañana.

-Y bien- le dije –¿a que se debe este desvió?

Sin responderme me tomo de las manos y me atrajo hacia sí, dándome un suave beso en los labios que no rechace. Nos quedamos mirándonos

-Y ahora- me dijo como esperando mi siguiente paso.

Era como una partida de ajedrez el ya había hecho su primer movimiento ahora me tocaba a mí, había llegado el momento de hacer mi jugada, el tiempo se detuvo, en un instante desfilo toda mi vida, especialmente mi educación tipo victoriana de mi madre, en la que el sexo era como un terrible tabú, no se hablaba y solo era para cumplir con el matrimonio y engendrar hijos, y por eso me costaba expresarme con todo en mis relaciones, un condicionamiento social casi doloroso que Tony se había esforzado por vencer, me acuerdo la primera vez que me chupo la conchita después de dura pelea vencida por la excitación lo deje hacer y tuve el orgasmo más espectacular de todos los de mi vida, me corrí totalmente bañe su cara con mis jugos que después me comí a besos… pero luego aparecieron los fantasmas de mi educación para decirme que eso estaba mal, que solo lo hacían las golfas, que una señora educada y cristiana no debía hacer esas chanchadas… que era pecado… y nunca más lo volvimos a hacer por más que insistió, aunque yo me derretía por repetirlo; o aquella vez que intento penetrarme por el culo… lo deje en un primer momento y cuando había penetrado la cabecita de su miembro… volvieron los fantasmas y lo rechace pese a que sentía que lo estaba disfrutando… también me parecía malo que me dijera cosas "chanchas" como "mi putita" "mi yegua", o que le gustaría que yo probara otra pija y le contara, es por eso que pese a amarme como sé que me ama, Tony busco darse esos pequeños gustitos en otro lado, lo sé porque lo vi y me lo contaron.

Pero ahora estaba yo aquí en un retirado lugar, en un oscuro parque, a la pregunta de Eduardo ¿y ahora?... mi espíritu, todo mi ser me preguntaba ¿Manuela que vas a hacer?, había llegado el momento de decidir, siempre fue muy cómoda mi vida siempre otros decidían por mí, mi madre, mi padre, mi marido, siempre ellos tomaban las decisiones y yo solo las seguía, el momento era distinto, aquí estaba yo sola frente al hombre con el que imaginariamente a había cogido todas estas noche del último mes, con el que había fantaseado todas las posiciones y formas, con que había pensado saltar todas las barreras.

Note como un vacio en el estomago, un estremecimiento me recorría la espalda y sentía que me estaba mojando, la excitación comenzó a crecer, imagine sus labios besando los míos, recorriendo mi cuello para posarse en mis pezones que en este momento eran dos pequeñas piedrecitas, me temblaban las piernas, creo que si hubiera estado parada me caía.

Yo estaba recostada en el asiento, deje de pensar y siguiendo mis instintos me incorpore y cerrando los ojos fui hacia él, que inmediatamente vino hacia mí y nuestras bocas se fundieron en un largo y caluroso beso, mis manos fueron hasta su cuello y lo atraje con fuerza queriendo confundirme con él, sentí su lengua pugnando por entrar en mi boca que la acepto gustosa dándole pequeños mordiscos, sentí que sus labios chupaban los míos tomándose mi saliva y yo la suya, la sentía dulce como el amor, una de sus manos subió por mi pierna acariciando y deleitándose con la suavidad de la seda, después se metió bajo la falda buscando la confluencia de mi entrepierna, una luz de alerta se encendió dentro de mí, pero vencí mis temores y lo deje hacer porque deseaba con todo mi ser que continuara su recorrido, sintiendo esa mano experta que me acariciaba y se mojaba con mis jugos que ya atravesaban mi bombachita.

Nos separamos, nos miramos.

-¿Tienes un par de horas? Me pregunto ansioso

Sabía lo que se venía, sabia cual era su siguiente jugada en esta partida

-Las que tú quieras- respondí extrañada de escuchar el sonido grave y gutural de mi voz dominada por el deseo, un deseo animal que despertó en mi y quería aplacar.

Arranco y nos dirigimos no se adonde, solo tenía conciencia de que manejaba con una mano y la otra exploraba la intimidad de mi atormentada palomita, corriendo a un lado mi bombachita y recorriendo con sus dedos grandes y toscos por su trabajo mi anhelante rajita.

No se cuento tardamos, solo me acuerdo que baje me introduje en la habitación del motel mientras él cerraba el auto, sentí que se cerraba la puerta y unas manos ansiosas rodearon mi cintura y me apoyaron contra si, tire mi cabeza hacia atrás buscando su boca en un nuevo y tórrido beso, me di vuelta sin dejar de besarlo y sus manos que no descansaban ni un instante me tomaron por mis nalgas acercándome al bulto que se insinuaba triunfante a través de su pantalón.

Una a una me fue sacando mis ropas, desprendió todos los botones de mi camisa me saco un pecho del corpiño y me lo chupo ávidamente, como un bebe que chupa el pecho de su mamá, me derretía dispuesta a todo lo que viniera.

Me soltó la falda y esta cayo mansamente al suelo, allí estaba yo con otro hombre que no era mi marido, prácticamente desnuda solo con mi ropa interior, mis medias y los zapatos; que no tardaron de volar por los aires, me levanto en sus brazos y me deposito suavemente en la cama, vi como en sueños como él se despojo de sus ropas en un instante, dejando libre la pija más hermosa y parada que hubiera contemplado jamás, nunca había mirado la de Tony siempre lo hacíamos en la oscuridad; ya gemía presintiendo la felicidad que me aguardaba, comenzó a besarme la pancita su lengua se entretuvo en mi ombligo, sabía que ahora venia un paso crucial su lengua comenzó a bajar recorriéndome, chupándome, y en ese momento salte todas las barreras que me condicionaban y empuje su cabeza hacia abajo, sentí su lengua recorrer mi cuquita, me mordía el clítoris, me chupaba todos mis juguitos… y por supuesto explote en un orgasmo terrible, no paraba de gemir y gritar.

-Por favor Eduardo, ven no aguanto más quiero sentirte dentro mío… métemelo ya-

-Si mi amor, mi putita rica, mi yegua-

Esas palabras me parecieron las más hermosas y sus efectos rebotaban en mi vagina apasionadamente, tire de él hacia mi atrayéndolo, mientras besaba su boca lo tome por su miembro, otra cosa que nunca me anime a hacer, lo sentí tan duro, tan caliente, tan excitante

-Apura Papi, haceme tuya, espere tanto este momento, cógeme con todo, rómpeme la concha, méteme tu pija riquísima-

Cuando sentí su verga buscando entrar en mi cuevita, un estremecimiento recorrió mi cuerpo, me impulse yendo hacia él, estaba suficientemente lubricada así que fácilmente se introdujo, suavemente y hasta el fondo, era más largo que el de Tony, y nuestras pelvis se juntaron, allí descanso un instante como el guerrero que busca su reposo, nos miramos y en la profundidad de sus ojos pude ver el tremendo deseo que sentía por mi lo mismo que yo por él, y comenzó a moverse al principio lentamente y fue aumentando el ritmo, lo hacía de diferentes formas circular, de arriba hacia abajo, de lado a lado, de manera que su pene me recorría todos los bordes y en interior de mi panochita… delicioso, estupendo, sabroso… cuantas cosas más, la culminación de mis fantasías.

Después de un largo momento de coger desenfrenadamente sentí que estaba llegando mi momento y di rienda suelta a mis gemidos y gritos de placer.

-Mételo mas mi amor, comete mis pechos, hacerme daño, mordeme, quiero que me marques con tu boca-

-Así mi puta!!! Goza mi hembra, vas a ser mía siempre ¡Puta! ¿Te gusta Puta?

-Siii mi macho, soy tu puta, soy la puta mas puta de todas y soy tuya-

Sus labios recorrían chupando y mordiendo mis pechos hasta hacerme sentir un excitante dolor, a cada embestida un mordisco… y me vine con todo fue un largo orgasmo que llego junto con el suyo.

Un largo grito de satisfacción -¡HHHHAAAAAGGGGG!! Mi macho, mi secreto, soy tuyaaaa, tuya tuyaaaaa-!!!

Sentí que se descargaba completamente en mí, sentí la tibieza de su leche inundándome.

Cayó rendido sobre mí, todavía con su verga dentro de mí dura palpitando.

Nos costó vestirnos, me reí cuando vi sobre mi pecho la marca de sus labios, una mancha rosada que mañana seria un cardenal violeta y que obviamente vería Tony pero no me preocupe, al contrario me excite pensando en ese momento, quería que lo supiera, contárselo, revivirlo nuevamente con él; habían pasado más de dos horas, no cesábamos de acariciarnos, a punto estuvimos de recomenzar, besos, caricias; pero debíamos ser razonables, jajaja, la razón que habíamos perdido antes, pero debíamos guardar las apariencias, yo era una respetable señora y él un respetable señor en el barrio, me dejo en la parada del bus para que fuera a hacer mis diligencias, después de un largo beso de despedida.

Esto no termino allí, mis fantasías abarcaban mucho más de lo que habíamos vivido y estaba dispuesta a cumplirlas a todas. Ya habría tiempo para otros encuentros.