Roleplay Experience XVIII - ¿Venganza o karma?

El material recopilado contra Alejandro es suficientemente válido como para hacerle caer. Otra cosa es que Toñi se decida a hacerlo.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Desperté el sábado feliz y radiante. No sólo es que hubiera descansado bien, es que volvía a recuperar el control de mi vida. Roberto y yo decidimos coger una habitación en un hotelito de la sierra y pasamos un fin de semana relajado y en que el sexo se compaginaba con el romanticismo. Nos prometimos de todo, como dos tortolitos.

Ya el lunes en la oficina revisé el contrato firmado el viernes e hice llegar una copia a Susana. En despacho me reuní con Diego, que me estuvo entregando todo el material gráfico que había grabado. La mayoría de las fotos y vídeos no eran tan explícitos como yo hubiera querido. Es decir, se veía a dos personas follando, pero en medio de la acción, no se apreciaba lo suficientemente clara la cara de Alejandro. Había, eso sí, alguna otra foto en el que se le reconocía perfectamente y se apreciaba que era la misma habitación.

  • Muy bien, Diego, buen trabajo -le dije-. Ahora dame las tarjetas de memoria.

  • Joder, jefa... ¿No me las puedo guardar?

  • Pero serás.... Anda, dámelas, venga.

Con cara de fastidio sacó un par de tarjetas de memoria y me las entregó.

  • Y otra cosa ¿hay alguna copia de las fotos o de los videos?

  • Pero sólo para uso personal, jefa, es que...

  • No me digas que te excita eso? Ya viste que tengo polla.

  • Uff, sí, que morbazo! A ver qué día... lo que me dijiste.

  • Era una forma de hablar -contesté para dar por finalizado el tema-.

Mostró un poco de desilusión por ello. Le pedí que por favor no divulgara nada, que se pajease conmigo si quería, pero que no pasase los videos a nadie.

  • Tranquila jefa, soy un tío legal -me dijo cuando salía-.

  • Ah, una cosa Diego -dije-.

Cerró de nuevo la puerta y se giró a escucharme.

  • Si tienes curiosidad con estas cosas, te recuerdo que Camila es muy guapa y no tiene pareja.

  • ¡Ostia! ¡es cierto! -dijo con una sonrisa.

Salió del despacho y al rato le vi como pasaba cerca de la mesa de Camila y se entretenía un rato hablando con ella. Tampoco hacían mala pareja.

Por la tarde pasó por la oficina Susana. Le estuve contando lo ocurrido el viernes y decidí ocultarla que existían fotos y videos.

  • Y por qué no me dijiste que Alejando sólo aguanta un asalto?

  • Ah, yo que sé, pensaba que lo sabías. Solo uno, pero intenso, ¿eh?

  • Pues no tanto... corrida en la boca y nada más.

  • Yo sé de una que se quedó con ganas -dijo sonriéndome-.

  • A ver, Susana, que estamos hablando en serio - dije para no reconocer que sí que me había dejado a medias-.

  • O sea, que no tenemos pruebas de nada, ¿no?

  • Ya lo ves. Una pena.

  • Con lo que me hubiera gustado que me follara el sábado, pero sí, una pena.

Susana siempre pensando en lo mismo.

  • Déjate de pensar en follar y ponte a revisar las tarifas, que nos las han bajado y habrá que hacer algún ajuste.

  • No es necesario -me contestó muy tranquila-.

  • ¿Cómo dices?

  • Que no, que no lo es. Las tarifas han bajado, sí, pero no se especifica cuáles son y se hace referencia a las tarifas vigentes. Hay anexos de contratos anteriores en los que se especifican una serie de incrementos de tarifa. Es decir, si haces cuentas, y supongo que las has hecho, salimos más o menos igual.

No había hecho ninguna cuenta, pero tuve que reconocer que Susana era muy buena en su trabajo, aunque su ninfomanía a veces hiciera parecer que no.

Por la tarde en casa Roberto comenzó a preguntarme por las fotos y los videos.

  • Roberto, cariño. Prefiero que no lo veas, ¿vale?

  • Ya, Toñi, pero si se los tengo que pasar a alguien tendré que verlo, ¿no? No me va a gustar verte con otro, pero no es algo que no sepa que ha pasado.

  • El problema es que no sé si sirve o no lo que se ha grabado.

Me convenció de que se lo enseñara. Estuvimos repasándolo y noté como, aunque intentaba mantener el tipo, no le gustaba lo que veía. Concluimos que no había nada evidente y que donde se distinguía la cara de Alejandro no era nada raro y donde se veía acción no se le distinguía. Tendría muy fácil defenderse de cualquier acusación y nosotros quedaríamos en evidencia.

  • ¡Joder, Rober! ¡Todo esto para nada! -dije un poco molesta-.

  • ¿Cómo que para nada? Firmaste un buen contrato, ¿no?

  • Ya, sí, eso sí, pero queríamos tocarle los cojones y no vamos a poder.

  • Tú alguna vez has jugado al póker? -me preguntó-.

  • ¿Qué tiene eso que ver ahora?

  • Tan importante son las cartas que tengas como lo que hagas creer que tienes.

  • Explícate.

Me propuso que hiciéramos ver a Alejandro que le teníamos pillado con imágenes explicitas de como yo le follaba o me chupaba la polla. Además, le haríamos creer que teníamos contactos en la CNMV que podrían difundir esas fotos entre los inversores, en concreto entre algunos que se les revolverían las tripas viéndole así.

La idea era buena, pero a mí no me gustaba, ya que el farol tendría que hacerlo yo. Me parecía tan ridículo como que un electricista amenazase a alguien con difundir que en su casa había hecho un cambio en la instalación. Es decir, yo, una transexual, acusar a alguien de acostarse conmigo era como decir que yo era un bicho raro.

  • No lo veo, Rober, de verdad, no me gusta.

  • Chica, pues tú dirás que se puede hacer.

  • No lo sé. Déjame pensar en algo.

Pasaban los días y cada vez me repugnaba más la idea de chantajear a Alejandro con eso. "Piensa, Toñi, piensa en algo", me decía a mí misma. Quedé con Roberto en ir a verle para sondearle. Mi intención real era buscar otro punto débil que no tuviera nada que ver conmigo. Le llamé por teléfono y quedamos en vernos en una cafetería céntrica.

Acudí vestida bastante sexy, pero sin estridencias, por si tenía que tirar de mis encantos para sacar algo. Él me estaba esperando con un café aún humeante.

  • Buenos días. Veo que estás tan guapa como siempre -dijo al saludarme-.

  • Buenos días, Alejandro. Déjate de cumplidos, tenemos que hablar muy en serio.

  • Mujer! Me estas asustando. ¿Hay algo mal en el contrato?

  • No, el contrato está bien -dije-.

  • Lo sé, la bajada de las tarifas no os afecta, ya que la subida anterior es lo mismo que bajaban, con lo que os quedáis igual. Como eres una chica lista supongo que ya lo sabrás.

  • Sí, eso lo he visto. Deduzco que no ha sido un descuido por tu parte.

  • En absoluto. Te puedo asegurar que nunca dejo nada suelto en cada cosa que firmo.

  • Entonces, ¿por qué el numerito de lo del fin de semana?

Comenzaba a estar confusa. Nuestra relación con la empresa que había adquirido Alejandro, en esencia, era lo mismo que teníamos. Me daba la impresión de que en ningún momento quiso perjudicarme, sin embargo, me tuvo al borde del abismo y ¿todo por una puñetera mamada?

Me contó que tras conocer a Susana supo de mí de nuevo y que, por deformación profesional, me investigó. Comprobó que era feliz y que tenía una vida bastante completa. Sin quererlo, se vio sintiendo envidia de mí.

  • Pero envidia de mí, ¿por qué?, Alejandro. Un tío como tú que puedes tener lo que quieras. No lo entiendo de verdad.

  • Yo tampoco sé explicártelo, pero así es -respondió cabizbajo-.

Por fin lo vi como un ser humano, con inseguridades. Hasta ahora había dado la impresión de ser alguien con todo bajo control.

No sé si yo tengo dotes de psicóloga, pero comenzó a soltarse y a contar cosas que eran inimaginables en el Alejandro que todo el mundo conocía.

El problema físico que tuvo, por temas cardiacos, le impide tener más de una relación sexual diaria e incluso eso le puede suponer un riesgo. Esta, hasta el momento, era su vía de escape de una vida fría y calculadora, pero el tiempo que paso hospitalizado le hizo ver que estaba completamente solo.

Años atrás, no dio la menor importancia al momento que me rechazó, pero con el tiempo fue viendo que yo había sido lo más parecido a alguien que quisiera tener algún tipo de relación con él y que no fuera de negocios. Me quedé, como se suele decir, a cuadros.

  • ¿Y por eso vas y tratas de joderme la vida? -le pregunté un poco indignada-.

  • Perdóname. No se me ocurrió otra forma de tenerte cerca.

  • Déjame que lo entienda -dije sin ningún tipo de apasionamiento-, un hombre como tú, que puede ser muy seductor, ¿no tenías otra forma buscar alguien que te aprecie?

Estaba dubitativo, apocado. No era ni una sombra de sí mismo. Algo debía de estar pasando que se me escapaba. Como si se tratara de un boxeador acorralado en la esquina de un ring, yo seguía dándole (dialécticamente, claro) y él no sabía ya cómo defenderse.

  • Joder Toñi, ¡basta ya! -exclamó-, ¡me muero! Me queda poco tiempo de vida. Soy un cabrón y siempre lo he sido, lo sé. Antes de morir quise tenerte por un rato. Por eso lo del hotel. ¿Lo entiendes ya?

Estaba derrumbado por completo. Llegó incluso a darme pena de él. Le dije que lamentaba mucho lo que me contaba y me fui. Él se quedó con los codos apoyados en la mesa y sujetando su cabeza mientras comenzaba a llorar, o eso me pareció.

Lo pasé mal el resto del día. Estas cosas te hacen plantearte mucho de lo que haces en la vida.

Por la noche en casa le conté a Roberto todo lo que había hablado.

  • Para qué vamos a putearle entonces... el karma se ocupa de ello -dijo-.

  • Joder, si, Roberto, pero esas cosas dan qué pensar, ¿no crees?

  • ¿Y esto? -preguntaba mientras su mano se ponía sobre mi polla.

  • Mmm, eso da qué sentir... ¡Anda!, vamos para la cama, que te voy a decir una cosita...

Nos fuimos al dormitorio y el me abrazaba por detrás besándome el cuello y no soltaba la mano de mi paquete, que ya empezaba a reaccionar a sus caricias.

  • Me he puesto muy burro viendo como el tío este te comía la polla -me dijo al oído-.

  • ¿Has visto los videos? -pregunté-.

  • Sí, y me ha excitado mucho.

Me bajó de un golpe el pantalón del pijama y la braguita que llevaba. Se sentó en la cama y vi, casi asustada, como se llevaba mi polla a la boca. Jamás había hecho nada parecido.

  • Rober, ¿qué haces? ¿estás seguro?

  • Déjame que pruebe tu polla. Llevo todo el día deseándolo.

De forma tímida comenzó a dar lametones a lo largo de mi polla hasta que llegó a mi prepucio, en el cual se entretuvo chupándolo un poco. Cuando se decidió, sus labios fueron abrazando mi polla poco a poco hasta que la mitad estaba en su boca.

La sensación era de lo más excitante. Estaba viendo como la persona que más quiero estaba probando por primera vez mi polla y parecía que le estaba gustando, por cómo la saboreaba. Comenzó a mover su cabeza para hacerme una mamada. En ningún momento se la cogí para no forzar nada y dejarle hacer a él. De todos modos, me estaba excitando mucho y tampoco necesité meterla más dentro para comenzar a notar que me corría.

  • Rober, mi amor, me voy a correr.

Se sacó la polla de la boca y frente a mí siguió masturbándome.

  • O te apartas o te voy a dejar la cara empapada.

No se apartó ni un milímetro y no me pude resistir más. Los trallazos de semen le cayeron por toda la cara. Me lancé a besarlo y recoger mi propio semen. ¡Dios mío! ¡Cuánto amaba a este hombre!

Cuando le dejé la cara limpia nos fundimos en un beso casi eterno.

Al terminar, me fijé que su polla estaba a reventar. La cogí con mi mano y al oído le dije que la quería dentro de mí.

En nada estaba tumbada en la cama y él sobre mí con su polla en mi ano, y embestía con una fuerza especial.

  • Como me ha puesto comerte la polla -me decía-.

  • Vas a tener que hacerlo más veces, ¡me estas matando de placer ahora!

  • Ahh, sí, ¡qué caliente estoy! no se si voy a aguantar más.

  • Uff, que gusto como me follas, pero dame tu lechecita en mi boca.

Sacó su polla inmediatamente de mi ano y me la enchufó en la boca. Al instante me llenó por completo con su semen. Pocas veces había soltado tanto y le había durado tanto un orgasmo.

Como siempre, le enseñé lo que me iba a tragar y, ¡para dentro! Mmm, ¡que rico!

  • Sabes? -me dijo una vez estábamos tumbados y más relajados-, me ha gustado comértela. ¿Te ha gustado?

  • Uff, me has excitado muchísimo -le dije-. Has hecho que me corra muy rápido.

  • ¿Me vas a dejar más veces?

  • Cariño, yo te dejo lo que quieras, ya sabes que me encanta todo lo que me haces -dije dándole un beso-. Eso sí, mientras que no me falte mi ración de polla y tu leche al final.

  • Jajaja, eso dalo por descontado.

Nos pudo el sueño y dormimos abrazados.