Roleplay Experience XVI - Fantasmas del pasado

En la vida de Toñi reaparece Alejandro y fuerza una situación complicada. Como siempre, Roberto termina por arreglarla el día.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Los asuntos internos de la oficina parecían haberse calmado. Camila asumió que Daniel la había dejado y volvía a trabajar normalmente, con el carácter dulce habitual. Susana, aunque trataba de ocultármelo, utilizaba técnicas, digamos, poco ortodoxas para captar a clientes. Pero a fin de cuentas, los contratos iban a más.

Un viernes, Marga, la secretaria, me pasó una llamada de uno de los clientes más importantes, si no el que más.

  • Señora García?

  • Sí, soy yo, ¿con quién hablo?

  • Facundo Pérez.

Uff, el director de TI nada menos.

  • Le llamaba para comunicarle que vamos a tener que rescindir el contrato con ustedes.

Me quedé helada. Suponía el 15% de nuestra facturación. Sin ese contrato las podíamos pasar canutas y supondría tener que despedir a alguien. En la conversación conseguí concertar una cita con él con la intención de rebajar nuestras tarifas o cualquier cosa que salvase el contrato, aunque no me dió muchas esperanzas.

Estábamos bien jodidos! Llamé a Susana y la pregunté qué había hecho o qué había hablado con ellos. En ese momento me temía que la hubiera cagado, y es que era pensar en una polla y perdía la cabeza. Me dijo que la última vez que estuvo visitándolos fue conmigo, cuando fuimos para presentarla.

  • No me jodas, Susi, ¿de verdad? -la preguntaba un poco agobiada-.

  • De verdad, Toñi. ¿Qué está pasando?

  • Que nos cancelan el contrato! Y sabes lo que eso significa.

  • Déjame que vaya a verlos, verás como lo resuelvo.

  • Ni se te ocurra, Susi. Ya he quedado yo con Facundo para hablar.

  • Joder, con Facundo nada menos?

  • Sí, así que no lo estropees.

  • Vale, Toñi, confío en tí. Mucha suerte.

  • La voy a necesitar -le dije antes de colgar-.

Había quedado a las 4 de la tarde y ni me había acordado de que había quedado con Roberto a comer. Le llamé y le conté lo que nos pasaba. Me deseó suerte en la reunión y por supuesto, me disculpaba por lo de la comida. Es un cielo, pensé.

Pasé por casa a cambiarme ya que ese día había acudido a la oficina muy de sport, con unos vaqueros (que me hacen muy buen culo, eso si) y un jersey ligero. Me tendría que vestir de ejecutiva agresiva, canalillo incluido, que me daba buen resultado.

A las cuatro en punto estaba preguntando por Facundo Pérez en su empresa. Una recepcionista muy atractiva me condujo al ascensor y en su planta, su secretaria me hizo esperar unos minutos.

Al entrar a su despacho, un despacho amplio y con decoración muy clásica me quedé helada. Junto a Facundo, de pie y señalando algo en la pantalla, estaba Alejandro (quien fuera Sandra en Roleplay Experience).

Ambos me miraron. Alejandro clavó su mirada en mí y yo trataba de rehuirla. Me senté en la silla frente al escritorio y comenzó Facundo a hablar.

  • Buenas tardes, sra. García. Como le comenté por teléfono poco podemos hacer. Recientemente hemos sido adquiridos por otra empresa y estamos teniendo que reorganizar todo el tema de proveedores.

  • Nuestras tarifas, ya lo sabe usted, son muy competitivas. Podemos incluso hacerles una rebaja, que a la empresa que les ha comprado le interesará, ya que para nosotros es muy importante mantenerles a ustedes como clientes.

  • Es posible, y además estamos muy conformes con el nivel de calidad que nos ofrecen, pero los presupuestos del siguiente año ya están cerrados. El siguiente ejercicio no dude que les tendremos en cuenta.

  • Para nosotros este contrato es vital. Le ruego que lo considere. Se lo pido como un favor personal.

Me sentí tentada de enseñar canalillo, pero la cosa era más seria. También me dí cuenta de que acababa de cometer un error. Había dado a entender que éramos vulnerables y dependíamos de ese contrato, y ví como Alejandro arqueaba una ceja cuando lo dije.

  • Mire, aquí a mi lado esta Don Alejandro Martínez, el nuevo CEO de la compañía. Él le podrá explicar mejor que un cambio así, a estas alturas, se antoja imposible.

Alejandro me miró creyéndose muy superior a mí. Yo me sentía débil y acosada por las repercusiones que supondría la cancelación del contrato. Sólo me quedaba negociar una indemnización que nos permitiera aguantar un poco.

  • Bueno, Facundo -intervino Alejandro con un tono paternal-, no siempre es así. A veces se puede hacer una excepción.

Facundo, que había quedado desautorizado absolutamente, no sabía ni qué decir ni qué hacer. Y todo fue mas vergonzoso para él cuando Alejandro le dijo que saliera de su propio despacho y nos dejase solos, a lo cual accedió cabizbajo. Cuando cerró la puerta al salir, Alejandro se vino detrás de mí y puso sus manos en mis hombros.

  • Vaya con Toñi! Ya decía yo que no te había visto por el parque estos años -se refería a Roleplay Experience-.

  • Bueno, ahora no tendría sentido, no crees, Alejandro?

  • Claro, claro, ninguno, naturalmente.

Esperó unos segundos para volver a hablar.

  • Y entonces, si no me equivoco, la pérdida de este contrato os supondría un descalabro, ¿no? Aproximádamente un 20%. ¿Me equivoco?

  • No mucho. Veo que estás enterado.

Realmente era menos, ya que los últimos contratos que había conseguido Susana (gracias, guapa!, pensé) hacían que el porcentaje de este contrato bajara. En cualquier caso era terrible el perderlo.

  • Claro, querida. En mi oficio te recuerdo que es importantísimo saber hasta el último detalle de las empresas.

  • Ya, claro, supongo -dije a la espera de saber a qué conclusión le iba a llevar lo que decía-.

  • El caso es que yo puedo conseguir cambiar el presupuesto de Facundo. De hecho soy el único autorizado para modificarlo.

  • Lo harías? Alejandro -pregunté ilusionada en que quizás, por la vieja amistad, lo hiciera-.

  • Si, claro. Ya sabes que eramos "amigas".

No me quedaba claro que fuera sincero en lo que decía y suponía que escondía algo.

  • Pero claro, la última vez que me viste me dió la impresión de que ya no te interesaba como amiga -dijo recordando la última vez que nos vimos, en la que yo iba con Pedro e hice un gesto de desplante al verle-.

  • La última vez? -traté de hacer ver que no sabía de que me hablaba-.

  • Sí, guapa. Ibas con la que ahora es tu socia. Por cierto, coincidí con ella en el parque y vaya una fiera follando.

  • Ahh, ya veo que estas al día de todo.

  • Sí, Toñi, sí. Una de las cosas que menos soporto es un desplante. Y tú me lo hiciste.

  • Alejandro -le respondí un poco indignada-, la vez anterior a esa que nos vimos te pedí ayuda y no me hiciste caso. ¿Qué esperabas?

Alejandro soltó una carcajada.

  • O sea, ¿era eso? ¿Que la princesa se sentía dolida porque no me la follé cuando aún era un hombrecito? ¡Vamos, despierta! Bienvenida al mundo real.

En ese momento estuve tentada de levantarme y darle una patada en los cojones. Menudo hijo de puta era. Desgraciadamente necesitábamos ese contrato y me estuve quietecita.

  • Mira, guapa. Te lo voy a poner fácil, y sé que te gustará. Ahora sí te voy a hacer caso. Sólo tienes que pasar un fin de semana conmigo, y puede que con Sandra, ¿la recuerdas?. Yo haré un anexo a los presupuestos y todo arreglado.

¡Joder! No podía ser. Eso, pensé, era lo mas parecido a prostituirse y no estaba dispuesta.

  • Y Susana no te vale para eso mismo? -dije a sabiendas que un polvo incluso la entusiasmaría-.

  • ¿Esa puta? La tengo ya muy follada. Al igual que a ti, la di mi tarjeta. Ella me llamó cuando ya era una mujercita y bueno, me la he follado ya unas cuantas veces. Es insaciable, eso sí. Pero yo quiero otra cosa. Tú eres una señora, y eres un trofeo perfecto.

El hijo de puta de Alfredo sabía todo de nuestra empresa por la imbécil de Susana, estaba segura. Joder! Si es que su ninfomanía nos iba a llevar a la ruina. Y yo era la única que podía salvar el barco.

No dejé ninguna puerta cerrada. Ya pensaría qué hacer. Alejandro me dió otra tarjeta suya y según iba saliendo del despacho me dijo:

  • Tienes el fin de semana para decidirte y cuando lo estés me llamas. Ah! y lo de la rebaja de las tarifas me lo apunto.

Salí completamente humillada de allí y ya en el coche estuve un rato llorando. No podía ser verdad eso. Joder! Mi vida era maravillosa en ese momento y había aparecido ese miserable a destrozarla. No sólo era acostarme con ese cabrón, que me costaba asumirlo, era que en caso de aceptar su propuesta, ¿cómo se lo iba a contar a Rodrigo? ¡Joder! Me iban a quitar lo mejor que tenía.

Al volver a casa Rodrigo vio en seguida que algo me había pasado ya que aún traía los ojos llorosos. Estaba furiosa con Alejandro, con Susana, con el mundo entero. Y al único con el que no lo estaba podría destrozarle. No era justo.

Trató de sondearme para saber qué era lo que me pasaba hasta que me derrumbé y me eché a llorar.

  • Joder, Rodrigo, que la empresa se nos va a la mierda!

  • Pero algo se podrá hacer, no?

  • No. Perdemos un contrato muy gordo. A nada que nos falle un proyecto seríamos insostenibles.

  • Y no hay forma de recuperar ese contrato?

Dudé unos segundos en responderle, pero no se merecía que no fuera sincera con él.

  • La hay, pero es inaceptable.

  • Espera. Hay una forma? cuéntame.

Le estuve diciendo todo, desde mis días de Roleplay Experience (eso él ya lo sabía) con Sandra y después Alejandro y lo que había pasado esa misma tarde. Roberto se cabreaba según le iba contado y temí que se fuese allí a dar un par de ostias a Alejandro, que por otra parte se las merecía. Pero se calmó y se puso a reflexionar conmigo.

  • A ver, Toñi, hay dos decisiones: La primera es si tu quieres o no acudir con él para salvar la situación. La otra es si me importa o no. A lo segundo te puedo responder. Sí, me importa, claro que me importa. Pero...

Tardó unos segundos en continuar que se me hicieron eternos.

  • Pero reconozco que tu empresa es tu vida, y entendería que hicieras lo que fuera por ella. Te quiero y sé que tú a mí también y sé que si lo haces te va a doler tanto como a mí.

JODERRRRR!!! Me había dicho que me quería! La primera vez!, y quizás, en el peor momento. Sí, internamente reconocí que yo le quería a él también.

  • Rober, cariño. Yo también te quiero, ¿cómo no te iba a querer?. Hacerte esto para mí es lo peor que me puede pasar. Mira! Si se hunde la empresa que se hunda. Me quedo contigo.

Nos fundimos en un beso pasional, no sexual, sino de amor. Nos abrazamos y de mis ojos brotaron otra vez lágrimas. Estas eran de felicidad. En medio de la tragedia había oído lo que más quería oír.

  • Toñi, cariño, pero debes salvar tu empresa.

  • Pero Roberto ¿Me estas pidiendo que me acueste con otro?, ¿después de decirme que me quieres?

  • Te estoy pidiendo que salves tu empresa, sea como sea. Si no lo haces, sé que en el fondo de tu corazón me vas a culpar a mí.

  • Amor mío, es muy duro, de verdad.

  • Lo sé, pero precisamente porque sé que me quieres... me lo acabas de decir, ¿recuerdas?, precisamente por eso sé que no se trata de serme infiel sino de salvar un parte importante de tu vida.

Le comí la boca al instante. Aún no estaba convencida de dejarme tocar por Alejando pero aún así tenía la enorme suerte de tener un tío como Roberto a mi lado.

Aunque era hora de cenar, de lo único de lo que tenía hambre en ese momento era de él. Comencé a desnudarle. Necesitaba sentir su fuerza dentro de mí y lo antes posible. Le hice una mamada que esperaba que recordase toda su vida y recibí en mi boca toda su leche. Entre caricias, besos y palabras de amor, esperé a que se recuperara y me tumbé boca arriba, abrí mis piernas y le pedí que me follara. Quería no parar de besarle mientras su polla arremetía contra mí. No se si fue por el efecto de los "te quiero" o por el estrés del día, los dos nos corrimos enseguida, pero quedamos, yo al menos. muy satisfechos.