Roleplay Experience XIX - ¡Joder con el karma!

Alejandro sigue protagonizando momentos en la vida de Toñi. Las cosas en la oficina van viento en popa, es decir, que lo que empuja lo hace por detrás.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Después de la conversación con Alejandro, más por pena que por otra cosa, ya que en el fondo siempre he sido una blandengue, le llamaba para saber cómo le iba y alguna vez más quedamos a tomar un café. Su aspecto era bueno, pero él sabía que se le acababa el tiempo. Aun así, las conversaciones se centraban en temas de negocios.

Y lo inevitable ocurrió. Recibí una llamada que se me informaba de la muerte de Alejandro Martínez. Acudí a su entierro y aparte de mí, estaban sólo otras dos personas, aparte de los sepultureros. Era triste ver cómo al final de toda una vida, sólo tres personas estaban para despedirte, y una de ellas, yo, era más bien porque tenía pena de él.

Pasada una semana me llamaron de una Notaría para estar presente en la lectura del testamento de D. Alejandro Manuel Martínez Solís. ¿Me había incluido en su testamento?

Acudí a la notaría, muy céntrica y en un edificio lujoso. El interior de la notaría era, si se me permite la expresión, suntuoso. Parecía más un palacete que una oficina. Entramos en un salón que estaba rodeado por librerías de madera tallada repletas de volúmenes y algunos de ellos, bastante antiguos.

Me senté en uno de los sillones de la enorme mesa de maderas nobles. A mi lado había un joven de unos 25 años, calculé a ojo, y al otro lado de la mesa un caballero, de edad similar a la de Alejandro e idéntico aspecto, en lo que a elegancia se refiere.

El notario procedió a leer el testamento. Para no aburriros, os diré que casi me da un infarto cuando leyó que las acciones que tenía de la empresa que era nuestro cliente, de la cual había sido el CEO, estaban a mi nombre.

¡¡¡Joder!!! ¡Eso era una millonada! Salí de allí hiperventilando. No podía creerme que ahora era dueña de una fortuna en acciones. Me senté en una terraza para tomar un café y leer la copia del testamento que me habían entregado.

Al chico, que era un sobrino lejano, le legó casi todas sus propiedades inmobiliarias. El otro caballero, que era un representante de una sociedad de valores recibió, en nombre de ésta, todas las acciones que poseía. A mí me había legado una casa en una urbanización de lujo en Sancti-Petri y lo de las acciones era que, en vida, las había puesto a mi nombre. La sorpresa cuando me dijeron esto hizo que no prestase atención a lo de la casa. Me citaba como la única amiga que le quedaba. Derramé alguna lágrima por Alejandro en ese momento.

Llamé inmediatamente a Roberto para vernos y contárselo. No se podía creer que me hubiera legado todo aquello y no paraba de decirme que era un capital y que ahora era muy rica. Roberto, creo que no os lo he contado, trabaja en Hacienda, por lo que todos los trámites de impuestos y demás me los iba a dejar resueltos.

El resto del día me lo tomaría libre ya que no podría concentrarme en otra cosa. Llamé a la oficina para decirlo, pero Marga, la secretaria, me dijo que tenía varias llamadas pendientes que parecían muy serias. No me quedó más remedio que acudir.

Las llamadas no eran sino para comunicarme que ahora pertenecía al consejo de administración de dos empresas y que tenía que decidir si iba a suceder a Alejandro como CEO de una de ellas. Me tendría que pensar esto, aunque algo me decía que él quería que fuera así.

Lo consulté con Roberto y me animó a que accediera a ello. Sabía que seguramente iba a tener menos tiempo para él pero me dijo que me lo merecía y que si yo quería, podría con todo.

Esa noche Roberto me regalo una follada espectacular, para redondear el día, y tras reponerse, mi dosis de leche en la boca.

Los días siguientes en la oficina los dedicaba a poner en orden varias cosas, ya que tendría que dejar mi lugar allí. Obviamente, para la empresa eso no supondría problema ya que ahora dirigiría el cliente más importante y eso aseguraba el funcionamiento de la empresa de Susana y mía.

Necesitábamos a alguien que cubriese mi puesto. Pensé desde un primer momento en Daniel, el chico que nos dejó un tiempo atrás. Camila ahora andaba bastante ocupada con Diego y eso ya no sería un problema.

La oferta que le hice no la pudo rechazar. Lo sé, suena a mafioso, pero se trataba de un puesto muy bueno y un sueldo que superaba a cualquiera que le pudieran ofrecer. Incluso, como le necesitábamos allí pronto, pagaríamos la indemnización, en caso de que fuera necesario, a la empresa en la que estaba para poder venir el día siguiente.

Aunque todos se olían algo, reuní a todos los empleados y a Susana para contarles los cambios. Cristina me abrazaba y decía lo que me iba a echar de menos. Camila me cogió apartada del resto y me dio las gracias, con una lagrimilla en los ojos. Diego me dio un abrazo, intentando frotarse con mis pechos, y además sin disimulo, y me dijo al oído lo bien que se lo pasaba con Camila.

  • Jefa, fue verte y..., madre mía, lo que me gusta Camila.

  • Jaja, ya veo que te excitó lo de comerte una polla.

  • Uff... y lo que más, cuando se pone detrás de mí y me mete su tranca.

  • Tranca? Quién lo diría.

  • Sí, jefa, más grande que la tuya. Que, por cierto, una lástima no haberla probado.

  • Anda, guarrete! -le dije sonriendo-. Os deseo que os vaya bien a los dos.

Ya en mi despacho nos reunimos Susana, Daniel y yo para cerrar los detalles de mi marcha. Susana se me echó encima y comenzó a llorar.

  • ¿Que voy a hacer sin ti, Toñi?

  • Susi, que sabes donde vivo. Que no me voy a la otra parte del mundo. Y seguimos siendo amigas.

  • Ya, lo sé, pero... a quién le voy a contar mis cositas

Daniel nos miraba con cara de no saber a qué se refería.

  • Se las cuentas a Daniel.

  • Daniel -continué hablando, pero mirándole-, Susana a veces le encanta hablar de las pollas que se come. Si algún día te tira los tejos, tú ni caso.

  • Joder, Toñi, cómo eres -dijo Susana-.

  • ¿Y si me apetece? Digo por si me los tira -me contestó Daniel sonriendo-.

  • Ah! yo ahí no puedo ya decir nada. Eso es cosa vuestra.

Susana se acercó a Daniel y le puso una mano en el pecho.

  • Verás que bien nos los vamos a pasar tú y yo.

Salí del despacho y estuve viendo unos temas con Marga. Al final, nos demoramos más de la cuenta. Algunos de los chicos me preguntaban algunas cosas de última hora.

Al volver a mi despacho lo que vi me dejó impactada. Susana estaba de rodillas en una silla, con los brazos apoyados en el respaldo. La falda la tenía subida sobre la espalda y el tanga bajado, y Daniel estaba detrás de ella bombeando su culo.

Ni se dieron cuenta de que abría la puerta y me quedé mirando por una rendija que había abierto.

Susana decía a Daniel lo que la estaba gustando su polla y éste la agarraba fuerte de su cintura y la follaba cada vez más fuerte. Sin darme cuenta, mi mano sobaba mi polla bajo la minifalda que llevaba.

De pronto Daniel bajó una de sus manos y comenzó a masturbar a Susana y decirle que se corriera.

  • Sííí, pero quiero que te corras tú, pero en mi boca. Quiero saborearte.

  • Pues estoy a punto -decía Daniel-.

Susana se bajó de la silla y se sentó en ella. Cogió la polla de Daniel y se la metió en la boca y con otra mano se masturbaba a sí misma. Sé que me vio espiándoles ya que me guiñó un ojo, pero no se despistó de la mamada que estaba haciendo para recibir la corrida de Daniel.

Al poco rato Daniel comenzó a follarle fuerte en la boca, se tensó un poco y con un gruñido se corrió. Algo del semen salía por la comisura de los labios de Susana que se afanaba en chupar hasta dejar seca la polla de Daniel.

Cuando se sacó la polla de la boca sacó la lengua y rebañó el semen que se la había escapado.

  • Esta riquísimo, Toñi, no me lo habías contado -dijo Susana mirando hacia la puerta-.

Daniel se volteó para mirarme. Yo, por la vergüenza salí corriendo y fui directa al baño. Necesitaba masturbarme ya que me había puesto muy caliente.

Al rato volví al despacho, ya aliviada, y ambos estaban mirando documentos como si allí no hubiera pasado nada.

  • Perdona, chica, es que nos ha dado un apretón -me dijo Susana nada más entrar-.

  • Vienes con la cara enrojecida, y no creo que sea de vergüenza -dijo Daniel-.

  • Ésta ha ido a cascársela -dijo Susana-.

  • ¡Pues sí!, que todo hay que decirlo -contesté-, me habéis puesto muy caliente.

  • Podrías haberte unido -dijo Daniel-.

  • Huy, ¡no! -contesté-, Os he visto muy bien acoplados.

  • Te lo aseguro, Toñi. Daniel empuja muy bien.

  • Creo que ya lo sabe -la dijo Daniel-.

Nos reímos los tres. Terminamos de cerrar todos los temas ya que posiblemente fuera el último día en mi empresa.

Al salir, en el coche, eché alguna lagrimilla ya que allí había pasado tiempos maravillosos y lo que tenía por delante ahora se me hacía muy grande.

Queridos lectores:

Este es el penúltimo capítulo de la serie. El siguente, por ser un número redondo (20), será el último.

Tengo en mente varios posibles finales, pero ninguno de ellos acaba de convencerme de momento.

Os agradecería enormemente que por email (ver perfil del autor) me propusiérais finales que os gustaría leer, incluso, es posible que algún final que me propongáis suponga prolongar la serie unos cuantos capítulos.

Por último, muchas gracias por leer mis relatos.