Roleplay Experience XIV - Susana sale del armario

Susana vuelve a su puesto de trabajo y tendrá que desenvolverse con los clientes. Lo mío con Roberto cada vez va mejor.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Habíamos decidido que el próximo mes Susana volvería a la empresa, pero unos días antes yo tendría que explicar a los chicos los cambios que había vivido, lo cual suponía un alivio para mí.

Cosas tan tontas como bregar con la dirección de email suya me suponían trabajo. Susana hacía tiempo que no soportaba que llegaran correos a pedro@nuestraempresa.com, y para ello le asigné la dirección susana@nuestraempresa.com y redireccionaba los correos, pero claro, los emails que tenía que enviar me los pasaba a mí y los enviaba yo. Cosas como esta y otras similares me quitaban un tiempo que apenas tenía.

Unos días antes de que Susana volviese a nuestra oficina, reuní a los chicos y me dispuse a contárselo. La cuestión es que además de los cuatro empleados que teníamos, en este tiempo tuve que contratar a Marga, una chica para recepción y como secretaria y, a tiempo parcial, a Diego, un diseñador gráfico, y éstos no sabían nada de mi genero. A Enrique y Camila nunca se lo conté, pero supongo que lo sabrían.

  • Chicos, os tengo que poner al día con un tema que, espero, no afecte al trabajo. Lleváis tiempo sin ver a Pedro por aquí, verdad?

  • Sí -contestaban a coro los cuatro mas antiguos-.

  • Le ha pasado algo? -me preguntó Cristina un poco asustada-.

  • No, no, tranquila. O bueno, en cierto sentido, sí.

Los seis quedaron un poco intrigados por mi comentario. Como me pareció graciosa la situación continué poniéndole más tensión.

  • A lo que vamos -continué-, que Pedro ya no existe.

  • Pero... pero... que le ha pasado? Se ha muerto? -preguntó de nuevo Cristina asustada-.

  • Ha dejado la empresa? -preguntó casi al tiempo Enrique-.

Yo les dejé un rato que hicieran sus suposiciones mientras por dentro estaba divirtiéndome con la situación.

  • No. Ni se ha muerto, ni se ha ido ni le he despedido -dije-, digamos que... Pedro se ha evaporado, que es otra persona.

Las caras de casi todos, y sobre todo de los dos más nuevos eran para descojonarse de risa con ellas. Daniel fue el único que pareció comprender que podía estar pasando. Les dejé un rato que cada uno mentalmente se montara su película de la desaparición de Pedro hasta que les ví que no me quitaban ojo pidiendo una explicación. Me puse algo más seria.

  • A ver. Hace ya un tiempo Pedro decidió que a pesar de su aspecto se sentía más mujer que hombre. Se ha sometido a un tratamiento hormonal y bueno, de aquí a unos días, Susana volverá algo distinta de como la conocíais.

  • Susana? Así se llama ahora? -preguntó Daniel-.

  • Joder, esta es la empresa de los transexuales -soltó Enrique-.

Marga y Diego le miraron extrañados. ¿Transexuales?. Camila tenía un aspecto muy femenino y si no lo decía era difícil suponer que no lo hubiera tenido nunca. De mí, puedo decir otro tanto. Así, ni Marga ni Diego sabían nada, y de pronto, por boca de Enrique, se enteraban de que no era sólo Susana, que había más.

  • Sí... esta y esta, les dijo Enrique señalándonos a Camila y a mí.

Los dos quedaron en shock. Ni se lo imaginaban, aunque no mostraron ningún tipo de rechazo.

Tras algunos comentarios más que les hice al respecto de la incorporación de Susana me fuí al despacho. Al sentarme llamé a Enrique para que viniera. Entró sin saber por qué le llamaba.

  • Enrique, siéntate.

Una vez sentado continué.

  • La última vez que sin consentimiento de Camila o mío revelas eso a otras personas. Es nuestra intimidad y no te corresponde a tí desvelarlo si no queremos. En mi caso me da igual que lo sepa la gente, pero no sé si a Camila le habrá gustado o no. Por supuesto, lo mismo cuando venga Susana. ¿Me has entendido?

Le había hablado realmente muy seria. No estaba dispuesta a permitir el más mínimo cachondeo con eso.

  • Sí, Toñi -dijo con miedo-. Discúlpame. Yo... bueno, no sabía que...

  • Mira, por esta vez vamos a dejarlo estar. Pero por favor, ten cuidado con esas cosas. Repito, a mi no me ofende, pero me gustaría que te disculparas con Camila, y no porque te lo diga yo, sino porque sois compañeros, ¡joder!, y que para cuatro que somos no nos vamos a llevar mal, ¿no?

  • No, no... si tienes razón -dijo cabizbajo-.

  • Venga, va. Que me encanta como trabajas, no la jodamos ahora -dije tratando de quitar hierro ya que le ví muy acojonado-.

Me quedé en el despacho mientras veía a través de los cristales como iba directo y un poco con vergüenza a la mesa de Camila.

Ahora quedaba lo duro de esto, que era contárselo a los clientes que tenían a Pedro como su referencia. Alguno de ellos era gente mayor y bastante chapados a la antigüa y no tenía muy claro si eso les supondría un inconveniente. Quizás en ese caso convendría decir una "mentira piadosa" como que Pedro se había ido a vivir a Australia y esas gestiones las iba a llevar su hermana, recién incorporada en su lugar.

Esa misma tarde visité a Susana y le comenté todo esto. Estaba de acuerdo en lo de pasar a ser su hermana. Conocía bastante mejor que yo a los clientes y le parecía mejor. Así pues, tendría que escribir unos emails para presentarse a ellos y prometerles una visita una vez se incorporase, aunque esto último la imponía un poco.

Al volver a casa Roberto estaba preparando la cena.

  • Que tal, cariño? como te ha ido -me preguntó-.

  • Uff, menudo día! he tenido que explicar a los empleados lo de Susi.

  • ¿Y como se lo han tomado?

  • Creo que bien. De todos modos en la empresa no es el primer caso -dije sonriendo y señalándome-.

  • Pero es que tú eres un bombón -dijo mientras venía a abrazarme y besarme-.

  • Mmm... te parezco un bombón? -pregunte muy mimosa-.

  • Sí... estás para comerte.

  • Y con la cena que hacemos si me comes a mí? -yo ya le pedía guerra, tenía ganas de él-.

Me abrazaba con sus manos ne mi trasero y besándome.

  • Lo primero es lo primero -dijo-.

Abrazados como estábamos me fue llevando al dormitorio. Me quitó la blusa que llevaba y comenzó a sobarme las tetas sobre el sujetador.

  • Si sigues así se me va a quitar el hambre -dije-.

  • A mí me está entrando hambre de otra cosa -respondió mientras su boca iba a mi cuello-.

  • O paras o me pierdo -dije-.

Mientras soltaba mi falda que cayó al suelo me decía que me perdiese. Y así hice. Me senté sobre la cama y le bajé el pantalón que llevaba. Su polla estaba ya a media asta. La cogí y con besos suaves a todo largo fui haciéndola crecer. Una vez mostraba su mejor aspecto me la metí en la boca.

Roberto me cogió de la cabeza para acompañar mis movimientos que cada vez eran más rápidos. últimamente tenía la costumbre de irme diciendo como mamarle la polla y yo seguía sus instrucciones. Me divertía eso y me ponía bastante cachonda. Al tiempo que le comía la polla me fui despojando del sujetador y el culotte y aproveché para, con un par de dedos, preparar mi ano para lo que vendría después.

Casi a punto de correrse, saqué la polla de la boca y me subí de rodillas en la cama abriendo al máximo mis piernas y ofreciéndome para ser follada. Ni se lo pensó. Apunto su polla en la entrada de mi ano y fue entrando en mí.

Que gusto! Después de un día duro de trabajo poder disfrutar una polla en mi culo. Es no sólo placentero sino relajante. Al comienzo no me follaba muy rápido para que se le bajase la calentura y poder aguantar más tiempo, pero al rato comenzó a darme un poco más rápido. Las oleadas de placer comenzaban a ponerme a mí bastante a tono.

Siguió follándome y me avisaba que se iba a correr de un momento a otro. Comencé a masturbarme al tiempo que recibía su polla. Quería correrme al tiempo. Unos minutos después me llegaba el clímax y se lo hice saber.

  • Ohh, sí, cariño, yo también estoy. Que culito más rico tienes. -me decía Roberto apretando sus embestidas-.

  • Sí, mi amor, folla a tu nena! que me vas a matar de gusto! -respondí-.

Casi al tiempo que me corría, Roberto agarró más fuerte mis caderas y con empujones comenzó a correrse. Al notarlo me agaché para sentirlo mejor y yo también me corrí entre espasmos y echando atrás mi culo para atrapar mejor su polla.

Caímos sobre la cama aún con su polla en mi culo. Pero me detuve a pensar... ¿le había dicho "mi amor"? Él me llamaba "cariño" de forma habitual últimamente, sí, pero lo de "mi amor" si mal no recordaba, era la primera vez que se lo decía.

Pensaba que esto se nos iba de las manos, pero estaba casi decidida a dejame llevar. Tener a Roberto a mi lado cada vez me era más necesario.

Nos lavamos un poco y fuimos a cenar, para guardar fuerzas para la noche.

Los días siguientes fueron interesantes. Las miradas de Diego y Marga hacia mí eran distintas que antes. Marga, en un momento que entró a mi despacho para que firmara unos pagos me preguntó, muy cortada, eso sí, si era verdad que yo era transexual. Que nunca se lo hubiera imaginado.

Algunos clientes me llamaron para preguntar por qué dejaba yo de visitarlos. Les trataba de explicar que las labores de representación y comerciales que llevaba Pedro ahora las llevaría Susana, que había comprado la parte de la empresa a su hermano. Incluso uno de ellos me dijo que no estaba dispuesto a cambiar, que estaba muy contento con mis visitas ya que yo era muy agradable. Sí, se trataba de un empresario algo mayor al que cuando le visitaba, si llevaba un poco de escote o la falda más corta de lo habitual, los contratos salían firmados sin poner pegas.

Llamé a Susana para proponerla que las primeras visitas que les hiciese la acompañaría yo, lo que le pareció fenomenal.

Y llegó el día de su incorporación. Me preguntó y la aconsejé que ese dia vistiera algo formal, pero a ser posible, un toque sexy. Elegimos un traje gris marengo de falda y chaqueta. La falda de tubo le llegaba por encima de la rodilla y la chaqueta, muy entallada, se la puso sin nada debajo y con un sujetador que la levantara sus pechos, que aún eran pequeños, con lo que se la veía un escote que sugería sin llegar a mostrar nada. Completó su atuendo con unas medias y unos tacones de 10cm. Pasó la tarde antes por la peluquería.

Al entrar por la puerta todas las cabezas se giraron y, al menos de los cuatro que la conocieron como Pedro, las bocas se abrieron no creyéndose lo que veían. La verdad es que estaba muy atractiva y por momentos, se la veía segura de sí misma.

Le estuve presentando a los nuevos y pasamos a mi despacho. A traves de la cristalera vimos el corrillo que habían formado los chicos para comentar, supongo, el cambio. Planificamos las visitas a los clientes y esa misma tarde visitaríamos a uno de ellos.

Después de comer fuimos en mi coche a ver al cliente. Un señor mayor, pero con muy buen aspecto y bastante jovial. Era todo un caballero, eso sí, y se deshacía en adulaciones cada vez que lo visitaba, pero que resultaba correcto y agradable. Aún así, Susana me comentó que cuidado con él ya que bajo el aspecto de seductor había un auténtico putero.

Le presenté a Susana y ahora se repartía en piropos a ambas. Miraba a una y a otra alternativamente.

  • La verdad, señora Susana, ¿o debería decir señorita?, que se da un aire a su hermano.

  • Señorita -dijo Susana-, y sí, en realidad somo mellizos.

  • Pues fíjese usted que nunca me dijo nada Pedro. Que por cierto, ¿por qué ha dejado el negocio?

  • Ya le conocía, Don Alfredo -tercié yo en la conversación-, era muy enamoradizo. Resulta que conoció a una Australiana y... pues ya ve.

  • Ay!!! si es que tiran más dos tetas que dos carretas. Y si son cuatro ni les comento...

Cuando dijo esto último me pareció que le cambiaba un poco la cara. Conmigo nunca se había propasado lo más mínimo. ¿Sería que Susana le ponía? Traté de llevar la conversación a temas únicamente profesionales, aunque Susana no ayudaba en absoluto. ¿Estaba tonteando con él?

Salimos de las oficinas del cliente y ya en el coche la pregunté:

  • ¿Pero que coño te pasaba? ¿Estabas tonteando con él?

  • Ay, chica, yo que sé. Es tan seductor!

  • Pero a ver Susana, si justo antes de entrar me has avisado de que es un putero, ¡por Dios! ¿En que quedamos?

  • Yo a veces me siento muy puta, y no por eso pasa nada.

  • Joder, joder, joder, Susana! No la cagues con este cliente, eh! -la avisé muy seria, ya que suponía un porcentaje bastante alto de nuestra facturación.

  • Tranquila, cielo. Le conozco muy bien y sé como tratarle.

Vamos, que se lo iba a pasar por la piedra!

  • No estarás pensando en..., bueno, tú ya sabes -dije-.

  • Pues tiene una polla que no veas!

Por lo visto, Pedro al comienzo de nuestra empresa, para captarlo, tuvo que contratar a unas prostitutas en varias ocasiones y en una de ellas subieron los dos con las chicas a la habitación del hotel. Don Alfredo es mayor, pero bajo el traje elegante y las canas, por lo visto hay un auténtico macho alfa, y con una polla muy funcional.

Lo bueno de todo esto era que Susana se estaba viendo bastante segura frente a los clientes. Visitamos a algunos más los días siguientes e incluso los más reticentes a que yo dejara de llevar su cuenta se mostraban encantados con Susana, que vestía siempre bastante formal y al tiempo muy sexy, y sobre todo, que no se cortaba en coquetear con ellos, ya que de muchos conocía sus puntos débiles.

Con todo esto las cosas volvieron a la normalidad. Yo ya salía poco de la oficina y me dedicaba a las cosas que me gustan y Susana estaba todo el día fuera visitando a clientes.