Roleplay Experience XII - Un hombre para Susana

Susana tiene su primera cita con un chico fuera de Roleplay Experience.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

En las semanas siguientes quedé unas cuantas veces con Roberto y en varias ocasiones terminamos follando en mi casa. Si bien recordaba que antes era él el que tenía la agenda muy ocupada, ahora encontraba hueco cada pocos días. Quizás era yo la que tenía más problemas para quedar ya que el trabajo me absorbía demasiado y sobre todo al encargarme yo de las relaciones con los clientes muchas veces tenía cenas con ellos. Susana me dijo que no era lo habitual, pero quizás ahora preferían hablar de negocios conmigo en otro tipo de ambiente. Ahí me mantuve profesional al 100% y no dejé que la cosa saliera de ahí. Pero el caso es que me ocupaba buena parte de mi tiempo libre.

Un sábado que Roberto y yo salimos a cenar. En la cena lo noté un poco raro. A estas alturas teníamos bastante más confianza y a veces charlábamos de temas algo más íntimos, y por eso me atreví a preguntarle qué era lo que le pasaba. Le costó decírmelo, pero al final resultaba que su compañero de piso, Manu, le había comentado lo que vio la vez que estuve en casa. Roberto estaba muy mosqueado por ello, y no tanto porque me incomodase a mí sino porque sabía que yo tenía polla.

  • A mí me da igual -le dije cogiéndole la mano-. ¿Lo que te preocupa es que Manu sepa lo que tengo entre las piernas?

  • No, bueno... a ver, no es eso -sí, era eso, pensé que estaba claro-.

  • Roberto, ¿te avergüenzas de mí? -le pregunté muy seria mirándole a los ojos-.

Hubo un silencio incómodo, durante el cual yo me temía lo peor. No sería capaz de seguir con él si fuese así. Algún polvo rápido de vez en cuando vale, pero entre nosotros había suficiente amistad como para no soportar eso. Le solté la mano.

  • No. No me avergüenzo de tí -me dijo muy serio y tranquilo a la vez-.

  • Entonces, ¿por qué no hemos vuelto a ir a tu casa? -pregunté no muy segura de su respuesta-.

  • Toñi, no es eso -esto ya lo dijo algo más azorado-.

  • Entonces, ¿qué es?

Me estaba sintiendo realmente incómoda en ese momento, ya que temía que Roberto no acababa de aceptarme como soy. Que no quisiera tener nada que ver con mi polla no me preocupaba; con él quería sentirme muy mujer. Pero que se avergonzase de mí sí que me dolería. Roberto seguía en silencio temiendo soltar algo que no quería decir.

  • Joder! -dijo con fastidio-, porque el gilipollas de Manu me dijo que te vio y le ponías un montón. Porque no quiero que se te acerque y se vuelva a hacer pajas contigo. ¡Ya! ¿Contenta?

Me quedé mirándole. ¿Tenía celos? Le volví a coger de la mano y le di un beso.

  • Roberto, ya sé que entre nosotros no hay nada, pero quiero que sepas que eres muy especial para mí.

  • Sí?

  • Sí, tontín... anda, dame un beso.

Me besó apasionadamente.

  • Joder, es que Manu me dijo que por qué no quedábamos con tu amiga, como dijiste, pero yo creo que lo que quiere es verte a tí.

  • En este caso, te prometo que sólo soy tuya -le dije poniéndole un dedo en los labios para callarlo-.

Pareció respirar más tranquilo, aunque se sintió un poco molesto cuando le confesé que había visto a Manu mirar por la rendija de la puerta. Le estuve contando cosas de Susana y cómo, hasta ese momento, a nivel sexual dependía mucho de mí, pero yo realmente quería otra cosa. Otra vez noté un mohín en la cara de Roberto, lo que me dio a entender que no acababa de gustarle que me acostara con otras personas. Me tendría que andar con cuidado al respecto.

El tiempo de la cena y la copa que estuvimos tomando posteriormente se demoró bastante y cuando quisimos darnos cuenta eran las 2 de la mañana.

  • Te propongo una cosa, Roberto. ¿Te vienes a pasar la noche conmigo a casa? Ahora estoy un poco cansada, pero al despertarme igual...

Abrió los ojos que casi se le salían. Yo realmente estaba cansada ya que por la mañana había tenido que madrugar bastante por temas familiares.

  • Sí! -dijo emocionado-.

Dando un paseo llegamos a mi casa y nos sentamos un rato en el sofá antes de acostarnos tomando una última copa. Roberto intentó alguna vez propasarse, y no es que no me apeteciese, pero estaba cansada. Prefería estar abrazada por él. Para saber hasta qué punto está cómodo conmigo (desconfiada que soy a veces) esa noche decidí dormir completamente desnuda.

Por la mañana al despertarnos tuve un rato de incomodidad. Estaba abrazada a él por detrás y esa mañana me había despertado con una erección de caballo. Mi pene estaba entre los cachetes de su culo. Afortunadamente seguía dormido y, creo, no se dio cuenta. Al rato se despertó y mi erección ya estaba más controlada. Lo besé dándole los buenos días. Mis labios bajaron a su cuello, pecho y abdomen.

Terminé poniéndolos sobre su polla que lucía otra buena erección. Con la lengua repasé cada milímetro cuadrado de su polla y huevos y por fin engullí su polla a un ritmo lento para que sintiera como iba avanzando. Colocó sus manos entre la almohada y su cabeza y me dejó hacer. Mi boca subía y bajaba por su polla humedeciéndola al pasar la lengua. Aceleré el ritmo cuando vi que cerró los ojos y comenzaba a jadear. Poco a poco se iba excitando más y cuando con una mano cogí sus testículos para acariciarlos noté como empezaba a mover su cadera.

Me gustaba tenerle así y si en ese momento me tragaba la polla hasta el fondo sabía que lo excitaba mucho. Me posicioné para poder tragármela entera y al poco su polla rozaba mi campanilla. Hice eso unas cuantas veces y su polla se hinchó un poco, él se agitaba y por fin me regaló su leche que recibí en mi boca. Le ponía mucho ver cómo me la tragaba, así que abrí mi boca mirándole y tragué su semen. Me apliqué después a limpiar los restos que había en su polla hasta dejarla limpia.

  • Mmm, que buen despertar -me dijo-.

  • Me encanta la leche por la mañana.

Su pene se quedaba algo flácido por lo que le agarré de la mano y tiré de él.

  • Venga, vamos a desayunar -le dije.

Yo me mantuve desnuda. Quería que viera mi polla y saber cómo reaccionaba. Según íbamos de camino a la cocina me abrazó por detrás y me giró la cabeza para darme un beso en los labios.

  • Estas buenísima. ¡Cómo me gustas!

  • ¡Anda, zalamero! -le contesté.

Preparé unas tostadas y un café y nos sentamos a la mesa. Salió el tema de quedar con Manu y Susana. Él no lo veía muy claro, pero yo me puse muy mimosa y le pedí que lo pensara. Logré sacarle un "sí", así que contenta de momento.

Le dije que me iba a duchar y que si quería ducharse podía pasar mientras yo recogía lo del desayuno.

  • No, mejor te espero. Cabemos juntos en la ducha, ¿no?

  • ¿Estás seguro? -le dije.

Como respuesta, me lanzó un beso con la mano.

Fuimos juntos a la ducha. Comencé a enjabonarle, sobando todo su cuerpo. Su polla me facilitó la labor poniéndose totalmente horizontal. Él se echó gel en las manos y comenzó por mis hombros y espalda. Pasó las manos por delante y se mantuvo un buen rato enjabonándome las tetas. De nuevo, por detrás paso las manos por mis nalgas y bajó por las piernas. Sólo faltaba una parte de mí por enjabonar y no sabía si se atrevería.

Se echo un poco de gel y me enjabonó alrededor de mi ano. Acercó su polla que seguía como un hierro y la puso en la entrada trasera. Con el gel, a poco que empujó, parte de su capullo entró sin problemas. Me agaché un poco para permitir que entrase mejor. Su polla entraba despacio en mí y a veces retrocedía y volvía a meter. Me tenía sujeta por mis tetas que masajeaba mientras su polla me invadía. Un rato después, cuando notó que yo comenzaba a excitarme le vi tomar un poco de gel y fue con su mano a mi pene.

La sensación fue bestial. No me lo esperaba y quizás por eso sin darme cuenta me corrí. Mientras yo tenía espasmos, sus manos acariciaban mis huevos y comenzó a follarme mucho más duro. Ya una vez me corrí, era una muñeca en sus manos. Me follaba todo lo fuerte que podía, y ¡que vigor tiene por las mañanas! Me temblaban las piernas y apenas me podía sostener, pero él no paraba de percutir mi ano. Me agarré muy fuerte a uno de los grifos y soltando un grito me corrí de nuevo.

Esta vez si que pareció que Roberto estaba llegando a su clímax ya que dio un gruñido fuerte y noté como me llenaba por dentro. ¡Pero llenar, llenar! Se corrió como jamás le había visto.

Sacó su polla y me besó. Yo me agarré a su cuello y le metí la lengua hasta la campanilla. ¡Dios! ¡cómo me había follado! Terminamos de ducharnos y secarnos y salimos al dormitorio.

  • Como te has puesto cuando te he tocado la polla -me dijo con guasa-.

  • Uff, sí, mucho!

  • Pues yo pensaba que no te gustaba.

  • Y a ti, ¿te ha gustado? -pregunté.

  • A mí sí. Vamos, que si a ti te gusta por mi encantado de tocártela.

¡Vaya! Todo este tiempo pensando que Roberto no quería nada con mi polla y resulta que no le importaba. No es que quiera de él que se dedicase a ella, bastante bien me hacía sentir con la suya, pero un toquecito de vez en cuando...

Entre lo tarde que nos despertamos y el desayuno y folleteo posterior se nos pasó la mañana y él tenía que irse. Se vistió y entre besos me prometió que nos veríamos muy pronto. Nada más salir por la puerta, recibí en el móvil un mensaje de Roberto que me decía que esta tarde-noche arreglábamos lo de Manu y Susana, y después me arreglaba él a mí. Sonreí con la ocurrencia.

Una hora más tarde me envió otro mensaje diciéndome que Manu le había dicho que sí y preguntándome dónde quedábamos. Llame a Susana y la dije que esta tarde teníamos una cita. Se quedó bastante sorprendida y estaba algo reacia a quedar. Tuve que mentirle y decirle que era la forma de para salir yo con Roberto, y que sólo tenía que acompañarme. En cualquier caso, los chicos sabían de sobra nuestra condición (y vaya si lo sabían). Cuando logré que me dijera que sí se lo dije inmediatamente a Roberto y quedamos no muy tarde, ya que era Domingo.

Susana ya mostraba signos de su tratamiento. Sus rasgos faciales eran más suaves e incluso ella ya había salido de casa unas cuantas veces, casi siempre acompañada de mí, pero para hacérselo más fácil quedé cerca de su casa y una hora antes fui para ayudarla a elegir vestuario, maquillaje y demás, y que se sintiera más segura. Al final se puso unos pantalones ceñidos que la hacían un buen culo y una blusa bastante suelta de color hueso. Yo tampoco quise vestirme demasiado sexy para que no hubiera comparaciones.

A la hora acordada aparecieron Roberto y Manu. Las dos ya estábamos sentadas en la mesa de una terraza, ya que el clima aún permitía sentarse en terrazas, y nos levantamos a saludarlos. Tanto a Manu como a Susana se les veía muy nerviosos. Dejamos que se sentaran al lado y pedimos unas bebidas y comenzamos a charlar. Nos sorprendió el buen feeling que surgió entre Manu y Susana que a veces conversaban entre ellos ajenos a nosotros. Yo lo había pensado como una primera toma de contacto y ver qué tal se hacía Susana, pero me sorprendió lo bien que estaba funcionando.

Decidimos ir a otro lugar a tomar unas tapas y Roberto se levantó a pagar. Yo me levanté tras el con la excusa de que quería pagar yo. Ya dentro del local, y ocultos de la vista de Susana y Manu, nos dimos un beso enorme.

  • Joder, que bien se están haciendo -me dijo Roberto.

  • Sí, es cierto. Vamos a esperar un poco para dejarles solos.

  • Que mala eres! -me dijo-.

  • Malísima... ya verás cuando te pille -le dije agarrándole momentáneamente el paquete-.

Volvimos a la mesa y estaban los dos muy cercanos y casi rozándose las manos. Se sobresaltaron al vernos llegar y se separaron un poco.

  • Si queréis os dejamos solos -dije-.

  • No, no, tranquilos -dijeron los dos a coro-.

Nos levantamos e íbamos andando al otro sitio. Les dejamos detrás para darles algo más de intimidad. Antes de llegar giré la cabeza y Manu llevaba cogida de la cintura a Susana que sonreía por algo que la estaba contando. El local al que íbamos estaba repleto y era imposible entrar. Por la hora que era sería mejor dejarlo para otro día.

Me ofrecí a acompañar a Susana a su casa, que estaba cerca y pude ver la cara de fastidio de Manu y de ella misma. Comprendí que había metido la pata. Rectifiqué y dije que iba a dar un paseo con Roberto, y que Manu seguro que era tan amable de acompañarla. Ambos asintieron. Para no romper el momento, Roberto y yo nos despedimos de ellos y nos fuimos por otra calle paseando hacia mi casa.

Sobra decir que Roberto salió de mi casa bastante tarde y con menos semen en sus testículos. Yo quedé bien satisfecha al haberlo recibido en mi boquita.

El día siguiente, ya lunes, a media mañana recibí un ramo de flores en mi despacho. La expectación de los chicos era máxima y todos pasaban a preguntar de quién eran. Cristina era la que estaba más intrigada y un tanto celosa. Las flores resultaron ser de Susana. En la tarjetita me agradecía eternamente que le hubiéramos presentado a Manu.

La llamé por teléfono y me estuvo contando que subieron a su casa y terminaron en la cama, hablando maravillas de él, hasta el punto de que me sentí un poco envidiosa.

  • Pero tú me mentiste -me dijo-.

  • Mentirte? ¿yo?

  • Sí. Dijiste que quedabais para poder salir con Roberto, pero entre tú y él hay algo.

  • Bueno, chica, somos amigos -le dije quitando importancia.

  • Amigos?? Jajaja, que te conozco. Tú estás coladita por él. Y él por ti. Anda que no se os nota.

  • Venga ya! que no -contesté-.

La conversación siguió por otros derroteros, pero nada más colgar me puse a reflexionar sobre lo que me había dicho. ¿Tanto se notaba que me gustaba Roberto? ¿Era tan tonta de no notar eso mismo en él? O quizás no quería darme cuenta de que entre los dos había demasiado buen rollo.