Roleplay Experience X - Vuelta a RoleplayExperienc

Pedro está decidido a probar Roleplay Experience. Se va siendo Pedro y vuelve queriendo ser Susana

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Después de la conversación que tuvimos, antes de dormir, dejé a Pedro unas braguitas y un camisón para dormir. Me miró con cara de "¿esto me lo tengo que poner?" y le dije que sí. Aceptó a regañadientes ya que prefería dormir estando ambos desnudos, pero no cedí.

Por la mañana, nada más despertarnos fue al baño y lo seguí. Según iba a orinar de pie le dije que tendría que hacerlo sentada. Me miró con cara de pocos amigos, pero me hizo caso. Después de una ducha, por separado, nos vestimos, pero de forma informal. En su caso le presté ropa exageradamente femenina: unos vaqueros muy ajustados con adornos de corazoncitos y un top rosa chicle. Le di unas zapatillas con plataforma y no mucha altura, para que pudiera caminar. El pecho le resaltaba ya que le puse los postizos que tiempo atrás había utilizado yo. Como Pedro habitualmente lleva el cabello bastante largo para un chico, le hice una coleta y lo maquillé ligeramente.

Me arrepentí de haberle puesto esa ropa y no otra más sexy, ya que estaba guapo, o guapa, mejor dicho, con el maquillaje y un toque femenino. Posiblemente a la tarde lo haría.

Ya que iba a ser una mujer ese día, no podría llamarle Pedro. Quedamos en que le llamaría Susana. Susana se llamaba una chica que le gustó antes de conocerla y que le parecía poco menos que una diosa inaccesible, ya que no logró nada de ella.

Yo me vestí bastante más normal y no tan "rosa". Pasamos la mañana haciendo algunas cosas de casa y después repasando algunos temas del trabajo.

Cuando le dije, de broma, que saldríamos a comer fuera de casa se quedó blanco. Le dije que era una broma y respiró. Pero lo que sí que hice fue pedir la comida. Cuando llegó el repartidor no le avisé y al abrir la puerta sí que pudo verle, pero como era de espaldas no creo que descubriera nada, pero sí que me valió para reírme un poco de su reacción.

  • Chica, antes de tener esto -dije señalando mi cuerpo-, hay que pasar por eso -le señalé a él-.

  • Pero es que me da vergüenza que me vean así.

Comimos y después nos sentamos con un café a ver un poco la TV. Trataba de acercarse a mí buscando sexo, se le notaba excitado, pero yo no iba a permitírselo. Se trataba de ver como se sentía así, no de si le excitaba vestirse así para el sexo, que ya sabía yo que sí.

Mas tarde decidí probar como se vería bien maquillado y con otras ropas. Pasamos por alto el depilarlo, ya que él no se decidía, y elegí un vestido con flores sin mangas que se ajusta a la cintura y la falda hace bastante vuelo. Le dije que se colocara un conjunto de lencería y le puse el vestido. Sinceramente, el vello de piernas y brazos no le quedaba bien. Le puse unas medias bastante tupidas para que ocultaran el vello y unos zapatos con un tacón de aproximadamente 10 centímetros. Le peiné el cabello y le maquillé con algunas sombras y los labios rojos. Realmente estaba muy bien, y de no ser por el vello de los brazos podría haber salido a la calle sin llamar la atención, o llamándola para atraer a los hombres.

Lo giré y lo llevé frente a un espejo de cuerpo entero. Se quedó sorprendido del cambio y se veía muy bien. De hecho, me dijo que se estaba excitando de verse así.

  • Pues hoy la polla la vas a tener quieta -le dije-, hoy no me siento lesbiana.

Puso un gesto de fastidio, pero tras caminar un poco por la casa, primero muy torpe pero un poco más suelto, y fijarse en el ruido que hacían los tacones al andar me dijo que le gustaba. Se sentía bien.

Al ser Domingo cenaríamos antes ya que él tenía que irse a su casa. Pedimos la cena y logré convencerle de que recibiera al repartidor. Cuando llamaron le dio un vuelco el corazón.

  • No puedo, Toñi, ¡no puedo!

  • Susana! sé valiente. Además, anda que no habrán visto cosas los repartidores. Sólo es coger la comida y pagar.

Le di el dinero justo para que no esperase cambio. Vi como abría sólo un poco la puerta y sin apenas hablar cogía la bolsa, dio el dinero al chico y cerró casi de golpe. Se quedó tras la puerta quieto.

  • Joder! ¡el chico me miraba las tetas! -dijo sofocada-.

  • Bienvenida al club de las miradas explicitas! -dije sonriendo.

El atreverse a recibir la cena hizo que estuviera bastante jovial en la mesa y se le veía contento. Después de cenar, le desmaquillé y se metió al dormitorio para ponerse sus ropas.

Cuando salió su aspecto, quizás por ser ya conocido, era menos atractivo que antes.

  • Gracias -dijo-, lo he pasado bien.

  • Seguro? ¿Te ha gustado?

  • No lo sé, sí, es diferente...

  • Bueno, no te entretengo más, que es tarde y debes marcharte -le dije para cortar la conversación ya que podría demorarse mucho tiempo-.

La mañana siguiente entró a mi despacho, pero como estaba reunida lo dejó para otro momento. El resto del día tuvo que salir, así que no nos vimos. Al día siguiente sí que me pilló sola. Se sentó en el pequeño sofá y le vi con ganas retomar la conversación que se había quedado en el aire el Domingo por la noche.

  • Estoy pensando en ir el siguiente mes al sitio que fuiste tú -me dijo-.

  • ¿Estás seguro, Pedro? Mira que puedes volver muy cambiado. Ya me ves a mí, y antes de ir no me había puesto una prenda de mujer ni en carnaval.

  • Y qué tiene de malo? A ti se te ve feliz. Más que antes, bastante más.

Me dejó de piedra. Es posible que tuviera razón. Yo antes era un chico bastante gris en muchos aspectos, hasta aburrido si se quiere. Ahora era una persona llena de vitalidad y casi siempre estaba alegre. Él era muy parecido a mi pasado como chico y quizás envidiase mi forma de ser actual.

  • Pedro, tú eres un chico muy agradable y bueno. Quizás es que estas buscando algo que te haga cambiar de actitud. Eso lo puedes lograr de muchas formas y no necesitas seguir el camino que he seguido yo.

  • Ya lo sé, Toñi, pero... -hizo una pausa larga-

  • Pero ¿qué? dime

  • Pues que el Domingo me sentía fenomenal.

Ese argumento era, o me parecía a mí, incontestable.

  • Mira -le dije-, haz lo que creas, pero ten en cuenta que cambiar esto es muy serio. No es para tomárselo a broma.

  • Ya, si lo único que quiero es probarlo. Además, ¿no me contaste que había hombres que habían ido varios veranos? eso es porque en su vida a diario no cambiaron nada y bueno, les gusta unos días ser otra persona, ¿no?

Touché! Ahí sí que no tenía como rebatirle.

  • Tienes razón. Pues nada, cuando quieras te acompaño a la agencia de viajes.

  • Lo harás? -preguntó ilusionado-.

  • Sí, claro. Eres mi mejor amigo.

Salió de mi despacho con otra cara. No sé qué tendría pensado pero seguro que tenía un plan.

Unos días después, acompañe a Pedro a la agencia y firmó las vacaciones para mediados de Julio.

Transcurrió todo el mes de junio y parte de julio. Algún fin de semana más Pedro lo pasó en mi casa siendo Susana y cada vez se sentía más cómodo. Esos fines de semana no había sexo. No quería que se dejara influir por eso... y lo decía yo.... Sin embargo, otras ocasiones nos escapábamos a su casa y dábamos rienda suelta a nuestra excitación y terminábamos follando como locos.

El día que salió me fui a escondidas a la clínica de la cual saldría convertido en una mujer. Sabía que sólo le podría ver mientras lo trasladaban al coche para llevarle, pero me quedé con las ganas. Vi salir a un par de chicas, pero ninguna me pareció Susana, o Pedro.

La quincena de vacaciones yo me quedé al frente de la empresa. Comencé a hacer las visitas a los clientes que solía hacer Pedro. La mayoría eran hombres que, aunque me esté mal el decirlo, agradecieron que les visitara yo, ya que sus ojos se perdían por mi anatomía en las reuniones. Yo, ya sabéis que soy un poco coqueta, me dejaba mirar y a veces enseñaba un poco, lo justo nada más.

Eso sí, esos días de sexo, muy poco. Daniel estaba cada vez más interesado en Camila que ya empezaba a mostrar señales de la acción de las hormonas y cada vez me prestaba menos atención. Sólo una vez Cristina se vino a pasar un rato conmigo, pero al día siguiente cogía vacaciones. Con el pobre de Enrique, pues no me ponía en absoluto, así que nada.

El día antes de la vuelta de Pedro estaba nerviosa. De hecho, decidí volver a la puerta de la clínica por si le veía entrar e igualmente, escondida de modo que no me viera. Volví a ver a las dos chicas de quince días antes y si bien no me parecieron en principio, una de ellas, la más guapa sí que podría ser Susana. Si era Susana me moriría de envidia. ¡Menuda mujer era!

Como sabía que se demoraría unas horas, después de trabajar un poco, me fui a casa de Pedro (me había dejado sus llaves) y lo esperé. Al poco rato oí la puerta abrirse. Se llevo una sorpresa (más bien un susto) al verme en su casa, pero ya cuando se tranquilizó me estuvo contando.

Lo tenía claro, muy claro. Quería volver a ser Susana. Yo trataba de calmarle, pero me pidió ir a mi casa. Necesitaba verse como la chica que había sido días atrás. Incluso con su maleta nos fuimos a mi casa y nada más entrar se lanzó a mi vestidor. Yo le dejé hacer y al rato de mi dormitorio salió Susana. Estaba guapa, sí, y contenta de verse de ese modo.

Nos sentamos y me estuvo contando con pelos y señales todos y cada uno de los polvos que echó, como uno de los chicos que había en el hotel el hizo probar el sexo con un hombre y como la llevo a unos de los orgasmos más intensos de su vida. Incluso, la muy puta, hizo un trio con dos chicos que la follaron por todos sitios (y a mí me estaba dando una envidia terrible).

No me extrañó que se ligase a todos los chicos que se ligó ya que me confirmó que era la mujer bellísima que había visto bajar del coche. ¡Si hasta yo me había mojado al verla!

Me pidió quedarme en mi casa unos días ya que quería seguir viviendo como una mujer. Acepté, por supuesto y por si lo prefiriera, le preparé el dormitorio que tengo para invitados, aunque las dos sabíamos que esa noche no iba a hacer falta.

Picamos algo para cenar y nada más terminar se lanzó a comerme la boca.

  • ¡Que pasión, chica! por qué no nos vamos a un sitio más cómodo? -le dije.

En mi dormitorio se lanzó de nuevo a besarme. Entre beso y beso solo me daba las gracias. Sus manos mientras recorrían mi cuerpo con auténtica lujuria y antes de lo que quisiera, me tenía caliente como una perra. Traté de bajarme a comerla la polla, pero no me dejó, quería ser mi mujer esa noche, así que fue ella la que me tumbó en la cama, hizo un strip-tease aunque se dejó el sujetador son los pechos postizos y cogió mi pene tacándolo suavemente. Con la punta de la lengua lo rozaba y me echaba el aliento en la punta. Lo lamía como un caramelo sin quitar sus ojos de los míos. Poco a poco entre lametones mi pene fue entrando en su boca. No sé quién la habría enseñado en las vacaciones, pero al rato me tenía a mil por hora con la mamada que me estaba haciendo.

  • Susi! si sigues así vas a hacer que mea corra -le dije.

Dio unas cuantas lamidas más a mi polla y la cogió con la mano. Mientras no paraba de masturbarme se subió encima de mí y se sentó sobre la polla, e hizo que fuera entrando poco a poco mirándome a los ojos al tiempo que me decía que me deseaba dentro.

Con un ritmo lento comenzó a moverse mientras movía su cuerpo de una forma muy sexy. Apretaba su ano de forma que mi pene quedaba aprisionado sintiendo el calor de su cuerpo. Echó atrás sus manos y las apoyó en mis piernas. No apartaba sus ojos de los míos y tampoco paraba de pedirme que la preñase y decirme lo que la gustaba ser follada. Era auténtico fuego y la lujuria hecha persona. La toqué sus pechos y empezó a acelerar sus movimientos gimiendo cada vez más alto. A mí me estaba llevando al límite y la avisé de que me correría.

  • Sííí, córrete dentro de mí. ¡Préñame!

No me pude aguantar mucho más. La cogí de sus hombros y la acerqué a mí para besarla. Mientras mi lengua entraba en su boca comencé a correrme bestialmente. Ella, al notar como derramaba mi semen en su interior se estremeció y comenzó a agitarse. Noté como me llenaba mi abdomen con su semen al tiempo que gritaba que se corría.

Las dos quedamos exhaustas una al lado de la otra. Su cara era de felicidad.

  • Ayúdame. Necesito ser mujer -me dijo tras un rato de silencio-.

  • Si, cariño, haré todo lo que pueda - la dije acariciándola la mejilla y besándole los labios.

Susana se abrazó a mí y al poco rato quedó dormida. Yo tampoco me moví para no despertarla. Estuve un rato contemplándola y sin darme cuenta también me dormí.