Roleplay Experience VIII - Cambios a la vista

La actitud de Pedro frente al sexo cambia. Toñi se teme que pueda tomar decisiones equivocadas.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Mi vuelta a la oficina fue apoteósica ya que me puse ropas que resaltasen mi figura. Cristina se moría de envidia por mi aspecto y Daniel no paraba de tirarme los tejos para probar también mis tetas nuevas. Al final una tarde se las ofrecí y tuvimos un encuentro muy caliente repasando mis tetas y su polla. Todavía planeaba la incertidumbre de si me haría una operación de reasignación de sexo, pero veía mis dos amantes más frecuentes, Pedro y Daniel, disfrutaban de mi polla. De hecho, notaba que Pedro cada vez buscaba con más ahínco comérmela y algunas veces me había corrido en su boca.

Un sábado por la noche que quedé a cenar con Pedro acudí vestida con un vestido muy ajustado en el pecho y la cintura y una falda por la rodilla con bastante vuelo. Por supuesto, taconazos y maquillaje un poco "agresivo". Tras una cena deliciosa fuimos a tomar una copa a un pub cercano. Era un sitio elegante y la gente que había allí era de clase alta. Mientras pedíamos vi a lo lejos a Alejandro (os recuerdo, que en mis vacaciones era Sandra y tiempo después me rechazó). Nuestras miradas se cruzaron, pero hice un gesto de desprecio. Seguro que me reconoció, pero que le den, pensé. Además, esa noche tenía toda la pinta de que iba a terminar con Pedro y yo encamados.

Después de un par de copas me invitó a ir a su casa. Cuando llegamos nos fundimos en un beso pasional y en unos minutos ya estábamos ambos desnudos. Mientras sobaba mis tetas besaba mi cuello y cerca del oído me dijo muy bajito:

  • Esta noche quiero pedirte un favor.

  • De qué se trata? -pregunté-.

  • Me gustaría sentir lo que tu sientes al ser follada.

Me aparté y le miré a los ojos.

  • Me estas pidiendo que te folle yo a ti?

  • Sí -dijo agachando la vista-, me gustaría probarlo. Tú lo disfrutas mucho, y ¿quién mejor que tú?

Le besé y le dije que lo intentaríamos. Nada más oírlo se agachó y se metió mi polla en la boca y comenzó a hacerme una mamada de escándalo, por lo buena y por lo escandaloso de los sonidos que hacía, pero me estaba poniendo mi polla muy dura. Después de un rato que estaba completamente empalmada se la sacó de la boca y me preguntó que cómo se tenía que poner.

Como soy una chica precavida, en mi bolso llevaba un botecito de lubricante, así que fui a por él y le hice ponerse a cuatro patas. Comencé por lamerle su ano y según le practicaba un beso negro, él se retorcía de gusto. Empecé entonces a jugar con un dedito que entró sin problemas. Tras un rato le metí otro y él comenzaba a gemir suavemente. Pasados unos cuantos minutos tres dedos profanaban su culo y entraban y salían fácilmente. Me coloqué a su altura para que me mamara un poco la polla y estuviera más dura. Se agarró a ella como si llevara sin comer varios meses y en un rato estaba durísima.

Lubriqué mi polla y su entrada y me situé.

  • Si te hago daño avísame, no quiero lastimarte.

  • Sí, vale -dijo con bastante deseo-.

Empujé un poco y ofrecía resistencia. Le dije que se relajara porque si no, no podríamos hacer nada. Mis palabras surtieron efecto porque poco después parte de mi capullo estaba dentro. Progresaba muy lentamente y hacia paradas para que su ano se acostumbrara a mi polla. Tardé bastante en tener parte de ésta dentro de él. Me agaché para cogerle la polla y estaba completamente empalmado y me animaba a que siguiera. Por fin tuve mi polla dentro de su ano casi al completo y después de esperar un rato la saqué hasta la mitad y eché un poco de lubricante. Volví a metérsela y ya entraba mejor.

Al poco ya le estaba follando a un buen ritmo. Pedro gemía como una puta con cada empujón y comenzó a pedirme polla y que le diera más fuerte. Le tenía cogido de la cintura y veía sorprendida como estaba desvirgando a mi buen amigo Pedro, que pedía más. Le indiqué que cambiáramos de posición. Se tumbó de costado y con una pierna adelantada, lo que me daba mejor acceso a su culo. Según le metí la polla exhaló un gemido. Me lancé a besarlo y vi que estaba en el cielo. No acertaba a decir más que "ay" y "más". Sin sacar la polla cogí una de sus piernas y la puse sobre mi hombro. Le moví e hice lo mismo con la otra. Le tenía frente a frente y podía ver su cara de absoluto placer con cada una de mis embestidas.

Le cogí la polla para masturbarle un poco y antes de que me diera cuenta estalló en una corrida enorme. Soltó al menos 7 u 8 trallazos de semen. Con sus convulsiones apretaba su ano contra mi polla y eso provocó que yo también llegara al punto de no retorno. No tenía pensado dónde correrme, pero recordando mi primera follada, decidí que me correría en su interior y que probara la sensación de que te llenen con semen calentito.

Sin avisarle me corrí y el recibió mi corrida con varios gemidos. Permanecí un rato en su interior hasta que mi polla perdió parte de la dureza. Al sacarla de su ano brotaba toda mi leche, por lo que cogí un pañuelo y se lo limpié. Me tumbé a su lado y con un beso le pregunté:

  • ¿Que te ha parecido?

  • Increíble, ¡es la leche! ¿Como no me habías contado antes lo bueno que es esto?

Estuvimos charlando un poco, aunque él no dejaba de decirme que tendríamos que repetirlo. Poco a poco observé que se iba quedando dormido. Eché una manta por encima y me acurruqué a su lado y al poco quedé dormida.

A la mañana Pedro me despertó con un beso, al cual le respondí. Era la primera noche que pasaba completa con un hombre y el momento de despertarse había que aprovecharlo. Me fui hacia su polla y después de varios besitos suaves que lograron que se pusiera a tono me al metí en la boca. Tenía claro que para desayunar quería leche calentita. Pedro se colocó de modo que me permitía hacerle una mamada más cómoda y además con sus manos llegaba a tocar mis tetas que se bamboleaban al ritmo de la felación. No me hizo esperar demasiado ya que al poco me avisó de que venía mi desayuno (lo dijo con esas palabras) y yo, gustosa, lo recibí en mi boquita. Se lo enseñé, lo paladeé y me lo tragué.

  • Mmm, un desayuno delicioso -dije-.

  • A mí me vas a dejar sin desayuno?

Le ofrecí mi polla. Pedro había aprendido a hacerme unas mamadas que me encantaban y además conseguía que me corriera rápido. Me senté en el lateral de la cama y el de rodillas se comió mi polla. Tampoco yo tardé mucho en correrme y no le avisé con lo que de sorpresa le llené la boca de semen. Hizo lo que yo había hecho antes, me lo enseño y se lo tragó todo con cara muy lujuriosa. A veces creo que Pedro puede llegar a ser más adicto al semen que yo misma.

Nos duchamos y desayunamos (esta vez con café y leche de vaca) y pasamos un rato muy agradable charlando de todo y nada, aunque no paraba de rememorar el polvo que le había echado la noche antes.

  • Entiendo que te guste que te follen, vamos, también me ha gustado a mí -dijo Pedro-, pero para eso no hace falta ser mujer. ¿No te lo podrías haber ahorrado?

  • Pedro, ¡¡cómo eres!! -le miré con mal gesto-. No se trata de únicamente de sexo. Es, no sé... es que me siento completa siendo mujer. A mi vuelta de las vacaciones aquellas quería ser como soy ahora.

  • Si yo me visto de Ichigo Kurosaki creo que no querría ser de por vida un personaje de manga.

  • Que tonto eres! es distinto -dije un poco molesta-. Quizás es algo que llevaba dentro, yo que sé. Pero el vivir unos días como mujer me dejó muy claro como quería pasar el resto de mi vida.

  • ¡Vaya, si al final voy a tener que probarlo yo! -dijo riendo.

  • Serias una nenita muy guapa, jajaja.

Realmente las facciones de Pedro eran más andróginas que las mías tiempo atrás. Su físico era fino y poco rudo, no muy distinto al de una mujer, quizás a excepción de una cadera demasiado estrecha. Si cayera en manos de la clínica a la que me llevaron seguro que hacían maravillas con él. Pero... ¿Qué estaba pensando? ¿Pedro quería probar lo de ser mujer? Seguro que lo decía por empatizar conmigo y sin ser cierto.

Sin hacer nada, en su cocina, pero al sol que entraba por la ventana, pasamos parte de la mañana. Me resultaba agradable la tranquilidad que en este momento sentía. Incluso a veces temía que no fuera más que un sueño del que tarde o temprano despertaría. Y con Pedro, la verdad es que me hacía sentir muy bien, pero ni uno ni otra queríamos algo más.

Debido a que la ropa que llevaba la noche anterior no era muy propia para ir por la mañana, Pedro me acercó en su coche a mi casa. En el trayecto hablamos de ir a comer juntos. Ya en mi casa, mientras me daba una ducha y me cambiaba él se entretuvo husmeando entre mis cosas en el salón. Aún me estaba peinando cuando le oí decir:

  • En esta foto ya estabas muy guapa, y eso que es de hace tiempo.

Me asomé y le vi que tenía entre sus manos un marco con una fotografía que me hice una de las primeras veces que decidí lucir como una mujer.

  • Gracias, pero no -respondí-, me gusto más ahora. ¿A ti no?

  • Sí, mujer, pero que antes del tratamiento ya apuntabas maneras -dijo con una sonrisa condescendiente-.

Siguió echando un vistazo a mis cosas (libros y demás) mientras yo terminaba de arreglarme. Me vestí con un pantalón de color hueso de cintura bastante alta y muy holgado, un top negro bastante ajustado y encima un blazer a juego con el pantalón y me calcé con unos botines bajos (quería estar cómoda). Al salir de mi dormitorio para decirle que ya podíamos salir le vi hojeando un libro que había comprado un año atrás de temática trans en el que la autora contaba su vida, todos los problemas que había tenido que enfrentar y consejos. En su día me fue muy revelador.

Al verme dejó el libro y se vino hacia mí. Me cogió de las manos y con la cara bastante seria comenzó a hablarme:

  • Toñi, tengo que decirte algo bastante importante...

Yo me temí que iba a decirme que querría una relación sentimental, cosa que yo no quería. No sabría cómo decirle que no sin hacerle daño y me preocupé por qué y cómo me lo iba a decir.

  • A ver -continuó hablando-, no quiero que te sientas mal por lo que te voy a decir. ¿Me lo prometes?

  • Humm, sí, bueno... -estaba pedida, ya no tenía ni idea de qué me diría-.

  • Mira, me caes genial, eso creo que lo sabes, y el tener sexo contigo pues... sabes también que me encanta, pero creo que a nivel sentimental pues... que no sé, por mi parte no hay nada. No sé tú..., y no es nada de que seas trans, no sé si me entiendes...

Mientras él decía todo esto muy dubitativo yo me iba tranquilizando. ¿Era eso? Pues era lo que yo pensaba, así que perfecto. Sonreí divertida viendo como trataba de justificarse. Cuando terminó le di un piquito y le cogí la cara con las manos. Estuve tentada por un momento de hacerme la ofendida por sus palabras y hacerle incomodarse, pero preferí no hacerle rabiar.

  • Es justo lo que yo pensaba -le dije-.

Respiró aliviado y me devolvió el beso.

  • Venga, ahora a comer -dijo cogiéndome la mano y tirando de mí hacia la puerta-.

En el restaurante lo pasamos genial entre bromas y chistes, aunque poco a poco el tema de la conversación iba llevándonos a cosas del trabajo. De hecho, prolongamos la sobremesa con un paseo por un parque cercano viendo cómo podríamos afrontar varias entregas que teníamos pendientes y que por falta de personal estaban algo demoradas. Acordamos contratar un par de personas más y poder desatascar la situación y que como dije, nos estaba yendo muy bien y teníamos mucho trabajo.

Me encargó a mí la selección de candidatos. El día siguiente, Domingo, estuve esbozando el perfil que pediría y el lunes por la mañana publiqué el anuncio en varios portales de empleo.

El perfil que había pedido haría que cambiasen algo las atribuciones de los dos empleados que teníamos. Me reuní con ellos para hablar de qué tareas se les descargaría y en que otras se tendrían que concentrar más. Con Daniel todo fue rápido y no tuvo nada que decir, seguramente porque su mente la tenía en mi escote. Tentada estuve de tener otro tipo de relación oral con él, pero me contuve.

Con Cristina la cosa fue diferente ya que mostraba inquietud por si al quitarla tareas implicaba que pensábamos prescindir de ella. Yo traté de tranquilizarla asegurándole que no era eso. Pero, y no sé por qué porque no era mi intención en absoluto, la conversación derivó en temas más personales. Resulta que Cristina era lesbiana y metidos en estos temas intuí que dudaba preguntarme si yo era transexual. No tuve ningún problema en decirle que lo era y se quedó algo sorprendida de que se lo dijera con tanta naturalidad.

Me felicitó por la valentía de decirlo así, cosa que no entendí ya que para mí era un orgullo mi aspecto y mi vida actual, pero ella había salido del armario a medias, es decir, muy poca gente sabía de su orientación. El caso es que entre tanta felicitación y demás me besaba (en la cara) pero se apretaba demasiado contra mí.

Los días siguientes trataba de estar bastante más cercana a mí, departiendo conmigo a diario, entrando a mi despacho a saludarme o preguntándome si a la hora de la comida quería bajar con ella... Curioso, porque hasta entonces ella se llevaba una tartera con una ensalada casi todos los días. Pensé que esa cercanía de Cristina se debería a que me veía en el mismo bando de ella.

Fueron pasando los días y llegaron bastantes candidaturas para las posiciones que habíamos ofertado. A la fecha de corte sólo diez candidaturas se ajustaban a lo que queríamos y comencé a planificar las entrevistas. A última hora Cristina me entregó en mano un curriculum de una chica que conocía. Me comentó que la chica era como yo.

  • Como yo? ¿A qué te refieres?

  • Ya sabes, transexual -me dijo con total naturalidad, y eso que nunca lo había dicho yo, por lo que me quedé un poco sorprendida-.

  • Pero lo importante es si cumple con lo que pedimos -la dije un poco indignada-.

  • Si, creo que sí. Yo pensé que... es que en otros sitios la han rechazado por esto.

  • Pues sería una estupidez que yo la rechazase por ese motivo, claro, pero me lo dices como si fuera un motivo para contratarla, y mi decisión será estrictamente profesional, te aviso -contesté un poco seria-.

Me sentó un poco mal que utilizara eso para lo que en su momento entendí como un chantaje, pero sí que era cierto que, si la chica cumplía, el darla una oportunidad me podría motivar. Pero de cara a Cristina no debía admitirlo. Estuve hojeando la formación y experiencia de la chica y a priori parecía cumplir. Llame a Cristina para decirle que la llamara para concertar una entrevista. Ya de paso le pregunté de que la conocía y por lo que intuí, habían tenido alguna relación entre ellas.

Al final teníamos once candidaturas. De todas ellas en la primera entrevista se cayeron ocho. Quedaban dos chicos y Camila, la amiga de Cristina, la cual ya tenía pensado contratar, pues cumplía con todo y se merecía una oportunidad. De entre los dos chicos restantes me costó decidirme y les convoqué para otra entrevista. Los dos era muy similares: más bien regordetes y con pinta de frikis pero bastante competentes. De no haber estado Camila entre las candidaturas serían los elegidos, pero me tenía que decantar por uno de ellos. Al final me quedé con Enrique, ya que el otro me dio la impresión de que tenía un cierto toque homófobo, y si llegaba a saber de mi condición, quién sabe si tendríamos problemas.

De la de Camila lo sabría nada más verla. Recién había iniciado el proceso de hormonas y era bastante evidente su condición, aunque sus rasgos eran bastante femeninos y era guapa y su cuerpo, muy delgado, le hiciera una figura muy de adolescente.

Cuando le comenté a Cristina que su amiga había sido seleccionada se em echó encima y me dio un beso en los labios. Me quedé completamente bloqueada. No supe que hacer. Por una parte, hacía tiempo que ni me planteaba relaciones con mujeres, pero, que se te echase encima una chica atractiva como Cristina, con un cuerpo sugerente y unas tetas de una medida perfecta (como las mías, jeje) causó en mi un impacto tal que noté una ligera erección. Como ella estaba tan pegada a mí lo notó.

Se apartó de mí y se disculpó por la efusividad, pero me estaba muy agradecida y que podía contar con ella para lo que quisiera, me dijo echando un vistazo a mi entrepierna.

¿Me estaba tirando los tejos? Durante el resto del día a veces mi mente imaginaba estar tocando las tetas de Cristina. A última hora de la tarde pasé por su mesa para hablar de un tema y al agacharme para señalarla algo en la pantalla se giró. Nuestras caras quedaron a escasos centímetros, aunque quedaron paradas. Fue un momento con una tensión sexual enorme. Sus ojos reflejaban deseo. Los míos no lo sé, pero en ese instante sí que me imaginaba entre sus piernas.

Carraspeé y me incorporé, aunque ambas entendimos que si no nos andábamos con cuidado íbamos a terminar enrolladas.

Los días siguientes no se me iba de la cabeza ese momento con Cristina. Llamé a Pedro una tarde-noche para tomar algo y, queriendo olvidar lo de Cristina, me lo llevé a mi casa y terminamos follando. Muy satisfactorio, sin duda, pero tras irse la imagen de Cristina volvía a mi cabeza.