Roleplay Experience VI - La decisión

Toñi puede con Antonio. La decisión está tomada y se lo comunica a su amigo Pedro.

AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.

Pasaron las semanas y de vez en cuando recibía a Lucas en mi casa y siempre quedaba satisfecha pero más confundida. Cada vez tenía mayor necesidad de ser más mujer, de verme así siempre.

En las Navidades pasé una semana en casa de mis padres, naturalmente como hombre, y a cada momento echaba de manos mis vestidos, mis tacones, mi maquillaje. Afortunadamente tuve la precaución de llevar en el equipaje dos consoladores que me aliviaban las noches de soledad. Pero ese ya no era yo, eso lo tenía muy claro.

A la vuelta llamé a Alejandro y quedé con él. Abiertamente le dije que necesitaba ser mujer.

  • No eres el primero, o la primera. Varias chicas del hotel no volvieron. Les pasó lo que a ti.

  • Y como lo sabes? -pregunté.

  • A veces he quedado con alguna y…, bueno, ya sabes.

  • Has tenido sexo con ellas?

  • Si.

  • Y si yo te pido repetir momentos vividos en las vacaciones?

La cara de Alejandro cambió. Posiblemente al verme como hombre se echase atrás, pero me quedaba muy claro que de momento no le interesaba en absoluto. Me despedí de él y para mis adentros dije que para siempre.

Varias veces desde mi vuelta había quedado con Pedro, pero nunca le había contado nada de lo que me ocurría. Cuando me preguntó por mis vacaciones le conté que había estado en la playa, sin más. Pero, por la amistad que nos unía, era el momento de contárselo. Quedé con él en uno de los lugares habituales.

  • Recuerdas lo de Roleplay Experience que vimos antes del verano? -le pregunté.

  • Si, claro. Pero ya sabes que estoy ahorrando para ir a Tokio.

  • Ya, pero yo sí que fui.

  • No me jodas! ¿No me dijiste que habías ido a Torrevieja?

  • No -dije avergonzado-. Al final fui.

  • Y qué tal? cuéntame, ¿cómo era?

  • Uff... increíble -le dije-, pero espera, que quiero contarte una cosa.

Puso cara seria sin saber de qué se trataba. Le conté que se me ocurrió probar a ser mujer unos días.

  • Era una tontería y nunca había hecho nada parecido, pero yo que sé, me dio por ahí.

  • Y? sigue -dijo más intrigado aún.

  • Pues eso, que me transformaron en mujer, pero mujer, mujer, con tetas y todo.

  • En serio??

  • Si, de verdad. A la vuelta me quitaron todo eso, como ves -dije-. El caso es que...

  • Que? sigue.

  • Que me sentí bien. Demasiado bien.

  • Siendo una mujer?

  • Aha! mejor de lo que me siento ahora -dije mirándole de reojo temiendo su reacción.

Pedro quedó con la boca abierta sin saber qué decir tratando de digerir lo que le contaba. Su cara cambió cuando sugerí que había tenido sexo con hombres y que me había encantado. Iba a decir algo, no sé qué, cuando de sopetón le dije que quería transformarme y ser mujer.

  • ¡Espera, espera! me estás diciendo que vas a ser transexual? ¿Tú?

  • Sí, Pedro, no aguanto más así. Lo tengo claro ya. Sólo quería contártelo. Si no quieres que volvamos a quedar lo entenderé, claro.

Me tranquilizó un poco y me pidió que le explicara más despacio todo de nuevo. Le repetí con algo más de detalle en cuanto a cómo me sentía y parecía que iba comprendiendo qué era lo que me pasaba. Me dijo que no por eso iba a dejar de ser su amigo, lo cual agradecí.

Se interesó a continuación por cómo hacía ahora, si me travestía o qué hacía. Le conté que tenía todo lo necesario para, en casa, ser una mujer total y mostró mucha curiosidad por cómo me vería.

  • Pues a ver, se nota que no soy una mujer totalmente, pero te juro que el verano mi aspecto era mucho mejor. Y eso es lo que quiero.

  • La verdad es que no te imagino.

Para que saliera de dudas se me ocurrió la idea loca que viniese una tarde a verme a mi casa y yo sería Toñi. El aceptó inmediatamente y quedamos en eso.

El fin de semana siguiente, el sábado después de comer, pasaría por mi casa. Sobra decir que tenía todo perfectamente preparado y vestía con mis mejores galas. Cuando le abrí la puerta se quedó sorprendidísimo.

  • Vaya, ¡qué cambio!

  • Ya ves, esta es Toñi -le dije con una sonrisa.

Pasamos a mi casa y comenzamos a charlar. No me quitaba ojo y yo a veces me mostraba un poco coqueta. La falda que llevaba tenía una apertura lateral que al sentarme dejaba parte de mi pantorrilla a la vista, y Pedro estaba casi hipnotizado con ella.

  • Eh! que estoy aquí -le dije en un momento que se quedó mirando mis piernas.

  • Ah! perdona. Es que se me hace tan raro... pero estas muy buena, ¡eh!

  • Jajaja, gracias. Se hace lo que se puede.

  • Y las tetas, no son de verdad, ¿no?

Se refería a mis nuevos postizos de una talla mayor que los que había usado hasta entonces. Me hacían un pecho precioso, y algo de esa talla sería lo que me querría poner.

  • No, hombre, son postizos, pero ¿te gusta cómo me quedan?

  • Uff, sí. Si fueran de verdad...

  • Pues me los quiero poner así.

  • Joder, Antonio, perdón, Toñi, vas a estar buenísima. Bueno ya...

Yo me reí, pero por dentro estaba escrutando qué era lo que pasaba por la cabeza de mi amigo. Es decir, una cosa es que te alegre un poco el ego y otra es que empiece a mirarte con deseo, cosa que no estaba en mis planes. Traté de enfriar la conversación y llevarla por otros derroteros, pero la mente de Pedro estaba en otra cosa. Seguramente el pobre llevaba tiempo de abstinencia.

Me levanté a por otra bebida y cuando volví al sofá él estaba más en el centro con lo que al sentarme quedaríamos más cerca. De todos modos, me senté y estábamos rodilla con rodilla. Cuando me incliné sobre la mesa para coger mi copa noté que su mano se ponía en mi rodilla.

  • Pedro! ¡que te veo! -dije tratando de ahuyentarle.

  • Te gustan los hombres, ¿no? -dijo él.

  • Bueno, sí, a ver -contesté quitándole la mano-, he disfrutado mucho con chicos, sí.

Volvió a poner la mano sobre mi rodilla, pero más arriba y hacia el interior. Comprendí que, o paraba eso o terminaríamos en la cama.

Mi amigo nunca ha sido el típico tío guapetón, pero, desde mi punto de vista, sí que debería resultar atractivo a las chicas. Quizás lo que hacía que tuviera poco éxito con ellas eran sus rarezas y que es la persona más tímida que conozco.

Insistía en preguntarme por mis relaciones sexuales actuales y sin que apenas me diera cuenta su brazo pasó detrás de mi cuello y me cogía del hombro llevándome hacia él.

  • Espera Pedro -dije parando la conversación-, ¿Estás seguro de lo que estás haciendo?

  • Bastante seguro -me respondió-. Eres muy atractiva.

Yo me debatía si dejarme llevar o parar aquello. Por una parte, me resultaba atractivo, pero temía su reacción al ver mi entrepierna. Podría destrozar nuestra amistad.

  • Pero sabes que... Bueno, que tengo...

  • Lo sé -dijo muy tranquilo-, y no me importa.

Eché atrás la cabeza sobre su brazo y me dejé llevar. Que fuera lo que Dios quiera. Él no perdió la oportunidad y se lanzó a besarme. Probar los labios de mi amigo me supo raro. Besaba bien, bastante bien, pero la sensación era extraña, aunque después de un rato besándome me abandoné a las sensaciones.

La mano que tenía en mi rodilla la llevó a la cintura, acariciándome también sobre el pecho y la que me sujetaba el hombro ahora lo hacía masajeando mi cuello. Yo, que hasta ese momento había estado más bien fría, moví mis manos y le acariciaba sus piernas de arriba a abajo, pero llegando cada vez más cerca de su entrepierna. El ambiente se caldeaba y él poco a poco abrió sus piernas para dejarme acceso a su paquete.

No me pude resistir y llevé ahí mi mano. Cuando lo palpé tenía la polla tan dura que no dejaba lugar a dudar si estaba excitado o no. Exhaló un jadeo que me animó a seguir acariciándole su polla y huevos. Después de un rato así le paré en seco.

  • Pedro. ¿Estás seguro de lo que estamos haciendo? ¿De verdad?

  • Más seguro que nunca -dijo apretando mi pecho.

Era la señal que necesitaba para dispararme y actuar sin ataduras. Me puse de rodillas frente a él y le desabroché el pantalón. Bajo el slip su polla se veía dura y había una mancha de precum. Se lo bajé un poco y frente a mí tenía la polla de mi amigo, una polla que ya había visto en algún vestuario tras alguna partida de pádel, pero que ahora me resultaba hermosa y apetitosa.

Llevé la punta de la lengua a su prepucio y recorrí parte del capullo saboreando el líquido preseminal que lo empapaba. Acerqué mis labios y lentamente fui haciendo desaparecer la polla en mi boca. Pedro se había despatarrado en el sofá y con las manos caídas dejándome hacer. Levanté mis ojos para ver su cara y me estaba mirando fijamente.

  • Sííí, Toñi, que bueno -me dijo.

Sin parar de mirarle comencé a mover la cabeza arriba y abajo. Una mano la llevé bajo sus testículos para masajearlos. No sé si por no aguantarme la mirada o por placer, Pedro cerró sus ojos y dejó caer hacia atrás la cabeza. Aceleré mis movimientos y el comenzó a jadear y pedirme que me la comiera toda. Como la dotación de mi amigo es bastante normal, me la metí entera en la boca sin problemas.

Succionaba cada vez que subía, lamía con la lengua cuando bajaba y de vez en cuando la sacaba de la boca para lamer desde sus testículos hasta el capullo. Pedro se estaba excitando bastante y me avisó de que se iba a correr. Yo, por ralentizar un poco su corrida, pero al tiempo para excitarle más le pregunté con la voz más coqueta que pude.

  • Quieres echarlo en mi boquita o en mi cara?

  • Uau! -exclamó sorprendido-, en la boca.

Proseguí con la mamada y en unos segundos noté como se convulsionaba y comenzó a soltar su leche en mi boca. Los primeros chorros los tragué directamente y los últimos, que salían más despacio y eran menos abundantes los retuve en la boca. Cuando terminó le mostré mi boca con su corrida y me la tragué después, volviendo a su polla para dejarla limpia.

Una vez terminamos, por si le diera reparos en besarme, fui al baño para limpiarme la boca, aunque realmente aproveche para darme lubricante en el ano por si se daba la ocasión de que me follara. Volví y me dijo.

  • Joder, Toñi, ¡me ha encantado!

  • A mí también -le contesté sentándome a su lado y besándole.

  • De verdad te ha gustado?

  • Que sí, tonto. Tienes una polla muy rica.

Me confesó que era la mejor mamada que había recibido y me daba las gracias por ello. A veces se mostraba avergonzado por si me hubiera visto forzada a ello. Mientras resolvía sus dudas le cogí la polla y le masturbaba. Quería que se recuperase para ofrecerle mi culo. Y al poco rato estaba otra vez empalmado. Le dije al oído que, si le apetecía follar mi culo, que a mí también me apetecía. La expresión de su cara era de incredulidad, pero ante la posibilidad de follar dijo un "sí" rotundo.

Me levanté la falda y me situé de rodillas sobre él. Aparté el hilo del tanga y me dejé caer sobre su polla, que poco a poco iba adentrándose en mi ano. Como era yo la que controlaba la penetración iba a un ritmo que no sintiera molestias y conforme avanzaba su cara era todo un poema, una mezcla de sorpresa y excitación.

Al poco rato tenía su polla dentro de mí. Lo abracé por el cuello y besándolo comencé a moverme. Puso sus manos sobre mis tetas, y aunque físicamente no me excitaba demasiado, mentalmente sí. Trataba de moverme para hacer más intensa la penetración. Él resoplaba y no paraba de decirme lo que le estaba gustando.

  • Ahh, Pedro, a mí también -le decía entre gemidos-.

Llevábamos un rato así y me dijo que le gustaría follarme a cuatro patas. Me salí de su polla y me puse en el suelo así. Rápidamente me clavó su polla y me agarró de la cintura. En ese momento comenzó lo bueno. Pedro se estaba resarciendo del largo periodo que llevaba sin follar. Golpeaba mis nalgas en cada embestida con auténtica pasión. Qué necesitado estaba el pobre, pensé. Pero el caso es que me estaba echando un polvazo memorable.

Mi excitación crecía y a él ya empezaba a notársele que de un momento a otro podría correrse.

  • Sííí, Pedro, fóllame, córrete en mi culo, ¡por favor!

  • Estoy a punto, ¡joder, que culo!

  • Vamos, pártemelo, fóllame duro.

Dio unos cuantos empujones con más intensidad y se corrió con jadeos bastante sonoros y echándose sobre mí. Al notarlo, yo que estaba a puntito, comencé a correrme también, apretando mi culo queriendo ordeñar su polla.

Cuando paramos el sacó su polla de mi culo y me lancé a lamer los restos de su corrida, lo cual le sorprendió bastante. Se sentó en el sofá derrengado. Yo fui un momento al baño a asearme de su corrida y la mía y volví a su lado.

  • Ha sido maravilloso -me dijo con los ojos aún cerrados-.

  • Sí, me ha encantado -contesté al tiempo que yo también me echaba para descansar un poco-.

Tras un silencio largo, nos miramos y nos besamos. Pero noté que Pedro comenzaba a tener remordimientos. Me preguntaba si estaba bien lo que habíamos hecho y yo trataba de calmarle y decirle que había estado bien, que los dos habíamos disfrutado y que era lo único que importaba. Traté de dejarle claro que así era como prefería el sexo y que, pese a sus reticencias, para nada me había sentido forzada por él. Esto pareció calmarle un poco.

Nos vestimos, o más bien, recompusimos nuestras ropas, y charlamos un rato. Le estuve contando los planes y dudas que tenía ante el proceso para convertirme en una mujer, ya que era algo que tenía decidido. Tanto él como yo veíamos problemático el tema de mi trabajo ya que no sabría cómo podría afectar este cambio. Tanto él como yo trabajamos en el sector tecnológico por lo que me dio la idea de trabajar como freelance y en los nuevos clientes presentarme con mi nombre femenino y en lo posible trabajando de forma remota. Después de un rato, tenía una planificación que, bien llevada, me haría todo más fácil.

  • Gracias, Pedro, eres mi mejor amigo -le dije.

  • No tienes que darme gracias. Sabes que te ayudaré en lo que pueda.

  • Lo sé, siempre lo has hecho, pero esto es... distinto.

  • Ya lo disfrutaré cuando seas mujer al completo -me dijo.

Se quedó callado un instante y volvió a hablar.

  • Espera, no quería decir eso, a ver, no es que quiera que pagues mi ayuda con eso...

  • Schsss -le dije poniéndole un dedo sobre sus labios y dándole un beso-, lo sé. No tienes que justificarte.

Se tranquilizó y ambos reímos. Como se había hecho tarde le pregunté si quería quedarse a cenar, pero prefirió volverse a casa. Nos despedimos con un beso y quedamos en vernos otro día... ya veríamos si como Antonio o como Toñi.