Roleplay Experience IX - Lesbian attraction
Cristina busca enrollarse con Toñi y la saca un delicioso orgasmo. Pedro sigue dejándose llevar y descubriendo su feminidad.
AVISO: Antes de leer este relato es aconsejable que leas los anteriores de la serie.
Los nuevos candidatos se incorporaron y Daniel y Cristina se encargaron de formarles. Curiosamente Daniel insistió en ocuparse de Camila. Cristina no se mostraba muy contenta de tener a Enrique a su lado unos días. Con el tiempo, el ambiente en la oficina era bastante agradable.
Un día que Pedro estaba en mi despacho hablando unos temas me preguntó si había seleccionado a Camila por ser trans. Me enfadé un poco con él ya que en parte estaba dudando de mi criterio profesional, pero de ahí no pasó la cosa. Eso sí, Camila estaba encantada de tener toda la atención de Daniel y a veces de Pedro. Mientras, yo veía divertida como Cristina trataba a veces de desembarazarse de Enrique que la buscaba con cualquier pretexto, lo cual no me extrañaba ya que Cristina era una chica muy atractiva. Un día la llamé a mi despacho para bromear con ella de esto.
Vaya, veo que Enrique se lleva muy bien contigo.
¡Calla! ¡Menudo pesado! Estoy por decirle que soy lesbiana, ¡a ver si me deja en paz!
Le puede dar más morbo incluso, jajaja.
Se quedó callada por un instante y viendo que estábamos medio en broma dijo:
Pues ya sé: Me muestro cariñosa contigo a ver qué hace.
Ni se te ocurra! -dije-. ¡Delante de la gente no!
Y a solas sí? -dijo acariciándome una mejilla-.
Me quede totalmente cortada y sin saber que decir. Si ya había conseguido que se me fuera de la cabeza de nuevo iba a volver, y con fuerza.
El resto del día y posteriores notaba sus miradas pidiéndome guerra. Y aunque yo trataba de resistirme a ello cada vez me iba excitando más la idea de llevármela a la cama. La oportunidad tardó poco.
Los viernes por la tarde no se suele trabajar en la oficina. Yo por sacar trabajo me quedé allí. Después de la hora de la comida apareció Cristina diciendo que tenía que enviar unos mails, pero después de unos minutos en su ordenador vino a mi despacho. Su cara me decía que no venía por nada del trabajo.
Estamos solas. ¿Ahora sí me puedo poner cariñosa contigo?
Cristina, por favor... -dije mientras su mano acariciaba mis mejillas y sus labios se acercaban a los míos-, creo que... creo que no es el momento.
Me besó muy suavemente y mantuvo sus labios pegados a los míos un buen rato.
- ¿Estás segura de que no es un buen momento?
Esa chiquilla me estaba seduciendo totalmente. Y aunque algo en mi interior decía que me resistiera a ello, cuando despegó sus labios de los míos fui yo la que me lancé a besarla. Ahora sí nuestras lenguas empezaron a chocar y sus manos se lanzaron raudas a reconocer mi cuerpo. Llevaba una blusa de seda que me permitía sentir sus caricias como si no hubiera nada entre medias y mi libido empezaba a dispararse en el momento que su mano se apoderó de uno de mis pechos y su lengua repasaba mi cuello.
Me dejé caer sobre el sillón de mi escritorio y la dejé hacer. Bajo el pantalón símil de piel y bastante ajustado que llevaba comenzó a notarse cierto bulto en mi entrepierna y Cristina al verlo se sentó sobre mis rodillas rozándolo con su trasero. Empezó a soltar los botones de mi blusa y metió la mano dentro. Con sus dedos fue apartando el sujetador y los metió rozando la piel de mis pechos. Por mis jadeos notó que estaba muy excitada y dispuesta a lo que fuera.
Me cogió de la mano y me levantó del sillón y me llevó a un pequeño sofá que hay en mi despacho y me hizo sentar. A horcajadas se subió encima de mí y continuó magreándome los pechos y besándome. Un instante después se deshizo de su top y su sostén. Sus pechos quedaron frente a mí y me pareció entender que me los ofrecía. Con mis manos estuve masajeándolo un rato. Eran naturales y se sentían fenomenal. A ella la debía estar excitando bastante mi masaje ya que cerró los ojos al tiempo que miraba al techo. Poco tardé en llevar mis labios a sus pezones y ella dio un respingo y comenzó a gemir muy bajo.
Fue elevando su cuerpo y mi lengua recorrió su abdomen completamente plano (se cuidaba, estaba claro). Se levanto la faldita corta que llevaba y se apartó el tanga. Ante mí tenía su coño completamente depilado.
- Cómemelo, por favor -me dijo-.
Jugué con mi lengua en su pubis y alrededor de sus labios. La impaciencia podía con ella y llevó mi cabeza para que pusiera la lengua en su coño. El volumen de sus gemidos aumentaba conforme mi lengua repasaba sus pliegues y cuando llegué a su clítoris emitió un jadeo bastante alto. Estuve un rato trabajando su clítoris hasta que se apartó y me dijo que me tumbara. La hice caso, pero antes de tumbarme me desabrochó el pantalón y me lo bajó, junto a mis braguitas. Mi polla saltó por fin libre. Ella se despojó de su falda y su tanga.
Me tumbó sobre el sofá y se colocó sobre mí y se metió mi polla en su boca ofreciéndome su coño. Volví a jugar con su clítoris y ella comenzó de nuevo a estremecerse. Tragaba mi polla hasta el fondo y uno de sus dedos se colaba dentro de mi ano al ritmo que mi lengua la trabajaba.
Entre gemidos y jadeos, a los pocos minutos se corrió en mi boca y me dejó empapada la cara, pero no cesaba de moverse y chuparme la polla frenéticamente, con tres dedos enterrados en mi trasero. Mi excitación crecía y se acercaba el clímax. Quizás lo notó porque intentó a meterme un dedo más, ya que estaba bastante dilatada.
Sin previo aviso se corrió de nuevo e hizo que me corriese yo también en su boca. No dejó escapar nada y hasta que mi pene no se desinfló un poco siguió chupando y dejándomelo limpio. Quedamos una tumbada encima de otra reposando unos instantes.
Se levantó y me ofreció la mano para que me incorporase. Una vez estuvimos frente a frente me dio un beso con lengua muy intenso.
- Me ha gustado tu clítoris enorme -me dijo con una sonrisa-.
Yo quedé callada. Sinceramente seguía dudando si lo que habíamos hecho estaba bien o mal. Lo había disfrutado, sí, pero tenía remordimientos. Cogí mis ropas y comencé a vestirme. Cristina, en silencio, comenzó a hacer lo mismo. Supuse que ella temía por las repercusiones si yo estaba molesta. La cogí con mis manos en sus mejillas y la di un beso.
Cristina, cielo, lo he pasado muy bien, pero no estoy segura de que esto que hemos hecho sea correcto.
Lo siento -dijo compungida y mirando al suelo-, yo pensé que tú también querías.
Bueno, no te preocupes -dije tranquilizándola-, ya te digo que lo he pasado bien y bueno... quizás otro día, en otro sitio, pues...
Cuando te apetezca -me dijo mirándome a los ojos y con la cara alegre-, por mí cuando quieras.
Jajaja, ¡menuda eres!
Eres la mujer más atractiva con la que me he cruzado en mucho tiempo -me dijo a modo de confesión-.
Me quedé un poco sorprendida, y por qué no decirlo, halagada. La dejé seguir hablando.
No sólo en lo físico, que estás muy buena. Es, no sé, tu forma de ser tan femenina. Me gustas.
Vaya! pues no lo sabía. Pero bueno, quizás un día, quién sabe... -dije tratando de salir de la declaración que estaba haciendo Cristina-.
Y no me importa que te lo hagas con otras personas, sólo que me gustaría que de vez en cuando... ya sabes -dijo suplicando mi atención algo triste-.
Me pareció muy tierna en ese momento. La cogí de la barbilla y levanté su cara para que me mirara.
- Sí, mi niña, algún día nos damos una alegría ambas, ¿te parece?
No dijo nada. Sólo me besó y se volvió para salir de mi despacho. Antes de salir giró la cabeza, me guiñó un ojo y dijo:
- Te tomo la palabra.
Me quedé un rato terminando tareas pendientes y reflexionando acerca de lo ocurrido. Había sido muy excitante, sí, pero sería mejor separar el trabajo de lo sexual. No descartaba tener otro "encuentro" con Cristina, pero no en la oficina. Salí en dirección a casa y al pasar por una terraza cercana vi que Daniel y Camila estaban muy divertidos. ¿Sería que Daniel había cogido el gusto a las chicas trans?
El fin de semana parecía tranquilo, pero Pedro me llamo por si me apetecía cenar con él. Le propuse que viniera a mi casa ya que no me apetecía mucho salir. Mis habilidades culinarias no es que sean nada del otro mundo, pero me salió una cena bastante rica y Pedro no paraba de alabarme.
Nos sentamos en el sofá con una copa de vino frente a la tele y teníamos una conversación tranquila, aunque notaba que poco a poco se iba acercando a mí.
Estoy con la regla -le dije de broma.
Ehhh? ¿qué me dices? ¿Tienes regla ahora? -preguntó sorprendido y creo que lo hacía en serio.
Jajajaja, pero que tonto eres! ¿cómo iba a tener la regla?
Estuve un rato burlándome de él porque se lo había creído. Se justificaba diciendo que no sabía si sería efecto de las hormonas.
Bueno, si te operases sí la tendrías, ¿no?
Tú quieres que me opere? -le pregunté-.
Tienes que hacer lo que quieras tú -me dijo-, pero si es por mí, me encanta disfrutar de esto -dijo poniendo su mano en mi entrepierna, la cual reaccionó al instante-.
Puse cara de niña mala y con una voz muy sugerente le pregunté:
Y qué te gusta hacer con eso?
Mmm, ¿Quieres que te lo cuente o prefieres que te lo demuestre? -respondió incorporándose y mirándome fijamente.
No sé. Si me lo cuentas podrías mentirme. Igual sería mejor que lo demostrases.
Se situó a escasos centímetros de mi boca. Dejó su copa en la mesa y quitándome la mía también la retiró y se lanzó a besarme. En un momento estábamos enzarzados en una sucesión de besos y caricias por todo el cuerpo. Nos levantamos y fuimos a mi cama, pero por el camino nos fuimos despojando de toda la ropa.
Me lanzó contra la cama y se bajó a besarme la polla. Recorría con su lengua toda su longitud y poco a poco la tuvo completamente erecta. En ese momento se la metió en la boca y comenzó una felación a toda velocidad. Lo notaba impaciente, la verdad. Cuando mi polla estaba a tope se la sacó de la boca y me pidió que le follara situándose de modo que su culo quedaba expuesto. Apunté mi polla a su ano y poco a poco le fue entrando toda.
Según le daba polla le notaba tranquilizarse y disfrutar más que antes.
Esto es lo que querías, eh putilla -le dije al oído.
Sííí, que buena polla tienes!
Te vas a hartas de polla, entonces.
Comencé a darle duro, bastante fuerte. Tanto que a veces notaba molestias en mi polla, pero contrariamente a lo que creía, el cada vez gemía más y pedía más caña. Me estaba saliendo demasiado pasivo mi amigo y mi culito hacía tiempo que no recibía las atenciones que tanto le gustan. Seguí follándole un buen rato hasta que le pedí cambiar ya que su polla estaba durísima.
- Vamos, ahora te toca clavarme tu polla.
Nos colocamos yo de rodillas contra el cabecero de la cama y él detrás de mí. Era tanta la excitación que tenía que casi me la mete de un golpe. Logré pararle y que fuera un poco más despacio. Al final entró entera y ahora sí que comenzó a darme caña de la buena. Notaba como su polla rozaba mi próstata y en cada empujón me llevaba al cielo. Para no gritar demasiado me agache a morder la almohada y en esa posición se echó sobre mí para agarrarme las tetas y la penetración era más profunda.
- Vamos, cabronazo, ¡párteme en dos! -le pedía descompuesta-.
Me follaba todo lo fuerte que podía, pero estaba tan caliente que de haber tenido otro chico por ahí le hubiera pedido que también me la metiera a la vez. Me agarró de la cintura y comenzó a decirme cosas guarras, cosa que a veces me excita más. Al poco rato estaba llegando al orgasmo y a él le faltaba poco, pero no quise esperarlo, me corrí como una loca dejando la cama empapada de mi semen. Como esperaba, un par de minutos después entre jadeos, Pedro derramó dentro de mí su leche.
Caímos derrengados en la cama uno al lado del otro.
Necesitaba que me follaran -le dije tratando de justificar por qué había parado yo de follarle-.
Ya lo he visto, ¡cómo te has puesto!
Ufff, muy excitada -dije-.
Es que... no me extraña.
Le cogí la cara y le di un beso.
Ya sé que a ti también te gusta, tontín. En lo que me recupere te hago mi mujercita.
Pues recupérate pronto, ¡eh! -dijo con una sonrisa-.
Un rato más tarde ya estábamos repuestos y se me ocurrió que si le iba a follar como una mujercita podría ponerle lencería. Se lo dije a modo de broma, pero él se lo fenomenal, tanto que me sorprendió.
Elegí un conjunto negro y bastante sexy de sujetador con algo de relleno y tanga. Le hice ponérselo y vaya, no le quedaba mal. Se miraba a espejo e incluso hacía poses.
- Pedro! Esto te gusta, ¿no?
Trataba de disculparse con excusas, pero no me cabía duda de que en su interior le estaba gustando verse así. Le abracé desde atrás por la cintura y le hablé al oído.
¡Que sexy estás, nena! dan ganas de follarte.
Sí?? pues por qué no lo haces? -dijo afinando la voz.
Comencé a tocarle el culo y el vientre. Hacía a veces como si le sobara las tetas. Le giré y le puse frente a mí y de sus hombros le fui bajando hasta que su boca llegó a la altura de mi polla. Tardó poco en metérsela en la boca y comenzar a mamármela. Al poco, mi polla estaba dura y le dije:
Quieres que te folle? putita mía.
Sí, por favor.
Quería ver su cara así que me tumbé en la cama boca arriba y le dije que me cabalgara. Se sentó a horcajadas sobre mí, se apartó el tanga, apunto mi polla a su ano y despacio fue introduciéndosela hasta el final. Comenzó a cabalgarme con sus manos sobre mis tetas al tiempo que me daba pellizquitos en los pezones. Su cara era de absoluto vicio. Cerraba veces los ojos para que las sensaciones fueran más intensas.
Le decía que se follase ella sola (le hablaba en femenino, lo cual parecía excitarle) y que lo estaba haciendo muy bien y estaba muy guapa. La temperatura iba subiendo y en un rato estábamos ambos cercanos a corrernos. Se echó sobre mí para besarme y su polla quedó apresada entre los dos. El movimiento que hacía y el roce de la polla hizo que se corriera abundantemente. A mí me faltaba poco así que le sujeté de las caderas y di varios golpes y logré correrme en su interior.
Nos mantuvimos en esa posición un rato.
Me ha excitado mucho vestirme con estas prendas mientras me follas -me dijo con un poco de vergüenza-.
Conmigo no te deberías avergonzar de eso -le dije-.
Nos movimos y le saqué la polla. Nos tumbamos juntos frente a frente.
Tú crees que... bueno, ¿me esté pasando lo que a ti? -me dijo muy serio.
Mira, Pedro, no te puedo decir. A mí, aunque no tuviera sexo, no cambiaría mi aspecto por el de antes por nada del mundo. Me siento una mujer.
Ya, pero, -hizo una pausa y ocultó su rostro-, ¿Y si a mí me está empezando a pasar lo mismo?
No te puedo decir, pero si quieres podemos comprobarlo.
¿Cómo? -dijo expectante mirándome a los ojos-.
Quedé con él que el día siguiente, Domingo, lo pasaría en mi casa viviendo como una chica. Ya sé que no es lo mismo que me ocurrió a mí, por supuesto, pero si se encontraba cómodo, quién sabe, pasar quince días en Roleplay Experience podría venirle bien.