Rogelio y Tatiana
Harto de su esposa Tatiana, Rogelio se desfoga con un par de travestis.
Rogelio tenía dos años de casado. Su esposa lo controlaba por completo, pues era una mujer de carácter fuerte, era altiva y presuntuosa, profesionista como él, pero feminista en extremo; de esas que ven a los hombres como "males necesarios". Tenía siempre mal genio y cargaba todos los días con una cara de pocos amigos. Aunque era una mujer con un rostro hermoso, Tatiana tenía un cuerpo un poco pasado de peso; había sido siempre así, "de huesos anchos" diría ella.
Lo único que había mantenido ese matrimonio vivo para Rogelio era el sexo. Ella se revolcaba como puta cuando alguien se la cogía. A Rogelio le encantaba ver esa carita angelical profiriendo obscenidades, y retorciendo su cuerpo cuando le hacía el amor. Sin embargo, a últimas fechas Rogelio tenía buenas razones para sospechar de la fidelidad de su esposa. Sabía de buena fuente que Tatiana cogía con uno de sus subordinados, pues ella tenía un puesto gerencial.
Una noche, durante una silenciosa cena, Tatiana comenzó la conversación con el mismo tono displicente de siempre.
- Rogelio, deberías mejorar en la cama, nuestra relación se esta volviendo un poco... monótona. Rogelio controló su molestia.
- No digas eso Tati, mejoraré, haré lo que tu me ordenes en la cama. Tatiana le dio vuelta a sus ojos, aburrida por la eterna abyección de su esposo; lo consideraba un pusilánime sin orgullo.
- No sé porque me casé contigo, a veces me aburres. -Le contestó- ¡Ah!. Tengo una reunión mañana en la noche, saliendo de la oficina -añadió con un tono de hastío sobre actuado- mi jefe me dijo que debo ir.
- Muy bien. ¿A qué hora nos vemos para ir?. Contestó inocentemente Rogelio. Tatiana suspiró con enfado.
- ¡Ay Roger!. No te preocupes, no eres requerido, te haces una cena y me esperas tarde, ¿Sí?.
Apenas dicho eso, mandándole un besito en el aire con una sonrisa hipócrita, Tatiana se levantó y se dirigió a la recámara. Rogelio estaba enfurecido consigo mismo, completamente harto de aguantar a esa arpía.
Al día siguiente, solo en la casa y con la esposa seguramente cogiendo con el tipo de la oficina, Rogelio decidió darse una vuelta en el carro y subir a una puta, quería estar con alguien que tuviera un cuerpo sensual; como no lo había tenido en años.
Dio algunas vueltas hasta que encontró una esquina de travestis. Habían varias, pero dos estaban particularmente atractivas. Una con un diminuto short de mezclilla y un top blanco, tenía fuertes piernas, se notaba que era aficionada al gimnasio, tenía grandes senos y piel blanca que contrastaba con su corto cabello negro. Esa chica platicaba con una rubia, de tez blanca también, pero más delgada, de finas facciones, enfundada en una sola pieza de lycra roja, que se ajustaba a su femenina figura de piernas largas y torneadas como una segunda piel. Llamaba agradablemente la atención su amplísimo escote, por donde asomaban gran parte de sus senos.
Rogelio acercó su auto con lentitud hacia la pareja de esculturales putas. La de los pequeños shorts caminó hacia él, meneando sus caderas con esa maestría que solo las putas tienen.
- ¿Cómo te llamas?. Preguntó Rogelio,
- Diana mi cielo, son 500 pesos, pero puedes llevarme junto con Araceli, la rubia que está ahí, por 1500 para cualquier fantasía que tengas papi.
- Les doy 2500 pesos a cada una, para estar a gusto, no quiero nada de prisas ni peros. Respondió Rogelio mientras admiraba los gruesos y rojos labios de Diana.
Diana no lo pensó mucho, y aceptó; con su gran experiencia, sabía como hacer que sus clientes queden exhaustos en no más treinta minutos. Le hizo señas a su amiga, que corrió con pequeños saltitos, pues sus tacones eran demasiado altos.
Mientras se dirigía a su casa, Rogelio le acariciaba las piernas a Diana, que estaban durísimas, y le pasaba la mano por su entrepierna. Ella abría las piernas y se relajaba mientras recibía esa sobada de verga. Diana le correspondía con una lasciva mirada, con esos ojos que se le veían muy grandes junto a su pequeña nariz afilada.
Llegaron finalmente, Rogelio les pagó, y cuando se dio cuenta, Diana y Araceli ya se estaban besando profundamente, jugaban con sus lenguas suciamente y se acariciaban sus femeninos cuerpos. Parecían disfrutarlo tanto que cualquiera juraría que no pedirían dinero por hacerlo.
Rogelio se acercó a Araceli por detrás y le restregó su endurecida verga contra su culo. Él le besaba la nuca mientras Araceli recogía su cabello y meneaba su culo sintiendo la verga de Rogelio de nalga en nalga. Diana se desnudaba y sacaba unos condones de su bolsa que después echó sobre la cama.
Araceli bajó el cierre de su ajustada prenda de lycra y se la quitó completamente con una sensualidad bárbara, quedándose solo en una tanguita negra. Su cuerpo parecía haber sido esculpido por un gran artista. Rogelio le quitó la tanga con desesperación, se quitó el pantalón, y poniéndose un condón, empujo a Araceli haciéndola descansar con sus manos en la orilla de la cama. Ella paró el culo, como pidiendo verga sin decir palabra alguna, dos grandes nalgas se erguían frente a él, separándose una de otra y mostrando un apetecible hueco que invitaba a ser llenado. Él arremetió contra ella, metiéndosela de un empujón.
Mientras él le bombeaba su verga a Araceli, ella pujaba y sacudía su gran cabellera rubia cada vez que le rellenaban el culo, el diminuto pene de Araceli volaba de un lado al otro al ritmo que le Rogelio le imponía. Diana, ya desnuda, le sobaba el trasero a Rogelio con su verga; que no era muy larga, pero increíblemente gruesa. Sentir esa gruesa verga en el trasero excitaba a Rogelio todavía más.
- Te la voy a meter papi. Amenazó Diana.
- ¡No!. Replicó Rogelio inmediatamente.
Diana puso una mano sobre el hombro de Rogelio, inclinándolo un poco, pues ella era fuerte, y le comenzó a acariciar el ano. A Rogelio no le pareció mal, aprovechó para acariciarle los pezones a Araceli. Tampoco reclamó cuando le metieron el dedo un poco, pues le parecía rico sentir eso mientras le ponía tremenda cogida a la rubia.
Después de unos minutos, Araceli se sacó el pene de su amante, quitándole el condón. Volteó para ver a Rogelio, y le mostró su pequeña, lustrosa y rosa verga parada. Rogelio la contempló por un segundo, y empezó a chuparla con un deseo irreprimible, inclinándose, dejando su culo a merced de Diana. El pequeño miembro de Araceli jugueteaba dentro de la boca de Rogelio, mientras ella movía su cadera de atrás hacia adelante, como cogiéndose a Rogelio por la boca. A veces Araceli, con una sonrisa malévola, sacaba su verga y le abofeteaba con ella, para metérsela de nuevo.
Cuando él no perdía oportunidad para saborear el pequeño pene de Araceli, Diana le escupió en el trasero y en un rápido movimiento, metió una parte de su gruesa verga al virginal culo de Rogelio, quién soporto estoico ese duro pedazo de carne lleno de venas.
Diana siguió metiéndosela poco a poco hasta que no pudo meterla más, rozando con sus huevos el trasero de Rogelio. Él parecía estar en un estado de plena satisfacción y dolor al mismo tiempo. Él sentía como esa verga lo desgarraba, le gustaba, su propia verga estaba más dura que nunca, luego volteaba a ver el espejo, y miraba a esa gran mujer con grandes senos y piernas, como le rompía el culo, y a ese otro ángel fornicándolo por la boca.
En ese momento, la puerta de la habitación se abrió, todos quedaron sorprendidos, Diana se había quedado con las ganas de venirse, pues Rogelio había ido al encuentro de Tatiana que los miraba atónita en el marco de la puerta.
-¡¿Qué estas haciendo Rogelio?!. Dijo Tatiana asombrada.
Rogelio le subió la falda del vestido violentamente, rompiéndole la tanga y, aventándola después a la cama, le dijo a Diana:
- ¡Cógetela por el culo!.
Diana, que solo quería venirse, no desaprovechó la ocasión. Mientras Rogelio sujetaba a la arpía, Diana, implacable, metía una y otra vez su verga en el culo de Tatiana, que gemía al ritmo de las estocadas que recibía.
-¿Así te coge tu amante? Eh, ¡Puta!- preguntaba él repetidamente mientras veía, con ojos que querían salir de sus órbitas, como penetraban a su esposa. En tanto, Araceli se apresuraba a mamársela a Rogelio, excitada por la novedosa situación.
Rogelio sentía un placer inigualable al ver a su esposa ser cogida por el culo y sentir la lengua de Araceli jugando con la cabeza de su verga. No lo soportó más y se vino dentro de esa experimentada boca. Su primer chorro de semen salió tan caliente y fuertemente que la rubia casi no sintió como llegaba hasta el fondo de su garganta, tragándoselo por completo. No contenta con eso, chupó el pene de Rogelio ansiosamente, hasta que lo dejó completamente limpio del esperma que había salido a borbotones.
Un par de gotas de semen escurrían todavía de su boca cuando alcanzó a besar a Rogelio, mientras éste aún gozaba de esos segundos que le siguen a una espléndida venida.
Diana, que no le daba respiro al culo de Tatiana, le apretaba furiosamente sus senos cuando, en un par de espasmos, se vino dentro de su culo.