Rocío y Don Carlos, parte 5 final.
El viejo verde.
Un saludo lectores, para una mejor comprensión de la historia os sugiero la lectura de los capítulos anteriores, podéis verlos pinchando en mi nick capata.
Habían pasado casi dos meses desde mi última visita a Don Carlos, nuestra situación económica era crítica , mi chico no había vendido ningún coche y el maldito casero nos había subido el precio del alquiler.
En la pausa del café y desde el bar de enfrente de la farmacia llamé a Don Carlos, al tercer tono descolgó y fui directa:
-Don Carlos necesito dos mil euros.
El anciano silbó.
-Es mucho dinero mi querida Rocío, respondió, pasa esta tarde a las cinco, pero vas a tener que ganárselo con creces.
-Estoy dispuesta a todo, no le defraudaré se lo aseguro, - contesté con determinación -.
Comí en casa muy nerviosa, en la ducha recorté mi vello púbico, sobre la cama que comparto con mi chico, extendida, la ropa escogida.
Con la escusa de la próxima boda de unos amigos y con el dinero que me dio Don Carlos había comprado un fino conjunto de sujetador y tanga de encaje a juego con unas medias a medio muslo todo de color negro, un entalladisímo vestido azul muy oscuro sin mangas hasta un poco más arriba de la rodilla, zapatos, un bolsito y un abrigo de entretiempo.
Montada en el autobús miraba distraída a través de la ventanilla. Reflejados en el cristal me percaté que dos obreros de la construcción no me quitaban el ojo de encima, la cortedad del vestido y el hecho de llevar las piernas cruzadas provocaba que mostrase mis muslos y el inicio del liguero de las medias.
Me encaré con los dos, ¿Pasa algo?, les pregunté enfadada.
Los hombres se giraron mientras uno de ellos susurraba: menuda zorra.
Llegué a mi destino, pulsé el telefonillo y la cancela se abrió. Don Carlos me esperaba sentado en su sofá con su batín anudado a la cintura. Al verme sus ojos se abrieron como platos.
-Rocío estás,...., estás,... pronunció con admiración.
No le dejé terminar la frase.
-Déjese de tonterías - contesté dejando mi bolso y el abrigo sobre una silla-, ¿Ha contratado los servicios de una puta?, pregunté muy seria.
El anciano me miró sorprendido.
--¿Qué sí ha contratado los servicios de una puta?, insistí.
-Yo,.., bueno yo,...., si, - balbuceó el viejo-
-Si quiere follar conmigo Don Carlos, será con tres condiciones, la primera siempre cobro por anticipado.
Con la boca abierta y muy torpemente el viejo se levantó y abriendo su cartera me entregó un abultado fajo de billetes, conté el dinero guardándolo en el bolso.
-En segundo lugar siempre follo con preservativo, - advertí-.
-No,..., no tengo, - balbuceó Don Carlos-.
-Yo sí, contesté dejando un pequeño paquete sobre la mesa.
-Y la última - inquirió el viejo verde.
-Una puta como yo no folla en cualquier sitio, me acostaré con ud en su cama, contesté mientras salía del salón dirigiéndome al dormitorio del pervertido.
Por el pasillo tras de mí escuché el lento y torpe andar de Don Carlos. En su dormitorio, ante la sorpresa del anciano, me eché en sus brazos.
-¿Desea besarme Don Carlos?, pregunté muy mimosa.
El anciano no salía de su asombró, sentí su dura barba de tres días raspar mi mejilla, ladeé un poco la cabeza ofreciendo mi boca a ese viejo verde.
La lengua de Don Carlos recorrió la comisura de mis labios, entre abrí la boca y me besó, su lengua profano mi boca mientras la saliba se mezclaba, nuestras lenguas contactaron mientras un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
Fue un beso largo, profundo, sucio, profundo y obsceno, mientras las manos de Don Carlos se deslizaban por mi espalda.
-Todavía no Don Carlos, todo a su debido momento, - susurré en su oído -.
Me separé del viejo verde y con un leve empujoncito mío se sentó en su cama.
Levanté mi brazo izquierdo mientras que mi mano derecha bajaba la cremallera lateral del vestido cayendo a mis pies.
-JODER... exclamó el pervertido al verme en ropa íntima.
Mis manos desabrocharon el sujetador por su parte delantera, muy lentamente lo abrí mostrando sin ningún pudor mis pechos al anciano.
-DIOSSS QUE TETAZAS,...., QUE TETAZAS DE PUTA, - exclamó el viejo.
Apreté los pechos con mis manos, mordí mis labios provocando al pervertido.
-¿Le gustan mis tetas Don Carlos?, ¿seguro que le gustan?, - pregunté muy melosa-.
-TU CULAZO ZORRA, QUIERO VER TU TREMENDO CULAZO, ENSEÑAMELO PUTITA, ordenó el malnacido.
Me giré de espaldas inclinándome en forma de L, exhibiendo mis nalgas a ese viejo asqueroso mientras mis tetas quedaban colgando.
-DIOSSSSS, gritó Don Carlos, ese culo es mío y voy a partírtelo.
-Mi culo será suyo - contesté -, pero hoy no está incluído en el precio.
Así el tanga por los laterales, y muy sensualmente lo fui bajando hasta sacarlo por los tobillos.
-Esta puta volverá a casa con bragas, le eché en cara ante su sonrisa de satisfacción.
Me giré nuevamente cubriendo mi sexo con las manos, las sentí húmedas y pegajosas de mis flujos, las separé muy lentamente mirándole a la cara, mostrando mi sexo a ese depravado.
Si mirada fue directa a mi coño.
-Estás mojada Rocío,..., te gusta mostrarte ante tu viejito,..., te excita estar desnuda ante tu viejito, - se jactó el anciano-.
Mordiendo mis labios volví a provocar al anciano.
-¿Quiere Ud que me quite las medias Don Carlos, o prefiere follar e con éllas puestas?.
El pervertido se quedó con la boca abierta sin poder conquistar. Me puse a cuatro patas en el suelo y como una gatita en celo muy lentamente me acerqué al viejo. Mis manos se posaron en sus rodillas y abrí sus piernas, con mucha lentitud las palmas de mis manos acariciaron los fofos muslos del anciano hasta llegar al cinturón de su batín desatando el nudo y abriendo el batín.
Si barriga era tremenda, gorda, obesa, el blanco slip manchado de gotitas de precum apenas podía contener la poderosa erección de Don Carlos. Mis uñas levemente arañaron la verga del viejo verde por encima de la prenda.
-Hummmmm exclamó el anciano con voz entrecortada.
-¿Que tenemos aquí?, pregunté con un vicioso tono de voz.
Así el slip por los laterales y mientras el anciano levantaba las caderas lo saqué por sus tobillos. La tremenda y gruesa verga del viejo quedó a mi vista, el precum mojaba el oscuro glande escurriendo hasta manchar los enormes y peludos testículos.
-Te gusta la polla de tu viejito, la deseas es toda tuya se jactó el pervertido.
Si tamaño era parecida a la de mi chico, peto se diferenciaban en que la del viejo era muy gruesa, tremendamente gruesa. La acaricié mientras el anciano exhala do un profundo suspiro echaba su cabeza hacia atrás apoyando sus manos en la cama.
-¿Quiere que me la coma o le apetece que lo masturbe con mis tetas?, - pregunté descaradamente-.
-Las....., las tetas,..., balbuceó Don Carlos.
Con mis manos abrí mis pechos mostrando el canalillo, Don Carlos se movió y yo me aproximé aún más a su entrepierna, noté el contacto de la poderosa verga entre mis tetas aprisionándola entre éllas.
Sentí el precum del malnacido manchando mis pechos, en ese instante perdí la noción de todo. Nada me importaba, ni mi chico, ni nuestras familias, ni el trabajo ni mi jefe. Mis cinco sentidos estaban puestos en la polla de Don Carlos y en satisfacer sus deseos, darle placer, ganar el dinero que me había pagado.
Muy lentamente, y de forma rítmica moví mis pechos de arriba hacia abajo, masturbando al viejo verde.
-JODERRR - gritaba el anciano-, ESO ES PUTA,..., ESO ES PAJEAME,..., DIOSSSSS.
Miré directamente a la cara del anciano, tenía los ojos cerrados y su baba se escapa por la comisura de los labios, era asqueroso y muy morboso a la vez. La verga de Don Carlos aparecía y desaparecía entre mis tetas mojando y manchando mis senos. Apreté con mucha fuerza atrapando el trozo de carne, incliné la cabeza lamiendo y chupando el oscuro glande.
-AGGGGGGGGG, gimoteó
El viejo se agitó como un loco, sus piernas temblaron, sentí el semen subiendo por el tronco de su enorme pollón, retiré mi boca a tiempo, e incontables chorros de su caliente lefa salpicaron mis ojos, la nariz, la barbilla y mis pechos mientras el anciano quedaba tumbado exhausto.
Su respiración era agitada y entrecortada, la enorme y fifa barriga del viejo subía y bajaba rítmicamente. Subí a la cama y me tumbe a su lado sintiendo como mis flujos manchaban las sábanas.
Acaricié su torso con dulzura jugando mis dedos con el vello de su pecho.
-Don Carlos ud se ha corrido pero yo estoy muy caliente, susurré a su oído con voz de vicio.
El viejo verde pervertido no contestó, fui besando y acariciando su torso y la obesa barriga, la verga de Don Carlos estaba flácida. Acaricié sus peludos testículos, mi mano derecha asió el trozo de carne y muy lentamente comencé a tragarme su polla.
Sentí a Don Carlos agitarse mientras la gruesa verga poco a poco recuperaba su dureza.
-Eso es putita mía pónsela durita a tu viejito,..., hasta el fondo de tu boquita, - farfullaba-.
Tras varios minutos comiendo ese pedazo de carne al fin recuperó su dureza, a horcajadas me puse encima del viejo pervertido restregando su pollón contra mis labios vaginales, mientras miraba su rostro enfermizo sentí un prolongado espasmo de placer.
-El..., el condón,.., pónmelo Rocío, - gritó el anciano-.
No le hice caso, necesitaba sentir a Don Carlos dentro de mí. El oscuro glande forzó la resistencia de mis labios vaginales, y centímetro a centímetro la gruesa verga del pervertido fue empalando mi sexo hasta llegar a lo más profundo de mi útero.
Durante breves segundos se hizo el silencio, sentía mi vagina totalmente dilatada y mi coño abierto acostumbrándose a la gruesa verga del anciano.
Lentamente fui moviendo mis caderas, primero de atlante hacia atrás y posteriormente en forma circular cabalgando al viejo verde
Nuestros gemidos, gritos y jadeos de placer inundaron el dormitorio siendo escuchados por los vecinos.
-ERES MIA ROCÍO,..., POR FIN TE POSEO..., farfullaba el viejo.
-Más Don Carlos,...., más,...., deme más, - suplicaba-.
Me agarré al cabecero de la cama mientras movía mis caderas cada vez con más fuerza, sintiendo como el pervertido empalaba mis entrañas,llegando a donde mi novio jamás había llegado.
Mis tetas quedaron a la altura de sus manos, Don Carlos las agarró y apretó con mucha fuerza, tirando de los pezones mientras pronunciaba palabras incoherentes.
Mi vagina se contraía sin ningún control por mi parte ordeñando la gruesa verga del viejo, Don Carlos gritó mientras inundaba mi útero con su caliente esperma, al notar su semilla, las fuerzas me abandonaron, clavé mis unas en los hombros de Don Carlos, sentí fortísima convulsiones mientras arqueaba la espalda, mi cuerpo estalló en un tremendo y prolongado orgasmo, el mejor, más intenso y placentero de mi vida.
No recuerdo el tiempo que estuvimos abrazados, la verga del viejo semental estaba flácida, lo desmonté y escurriendo su semen por mis piernas me duché.
El agua caliente no me reconfortó, al contrario, me sentía muy mal. Había traicionado a mi chico con un viejo verde pervertido a cambio de dinero y lo había disfrutado como una perra en celo. Me invadieron las nauseas y vomité.
Fui al salón, Don Carlos se asustó al verme tan mal, me abrazó, no fue un abrazo libinidoso sino paternal, rompí a llorar desconsoladamente mientras el anciano acariciaba mi cabeza.
-No soporto verte así, ¿tu novio es ingeniero?.
Asentí con la cabeza, Don Carlos se dirigió al aparador sacando un bloc de notas, escribió y me entregó el papel.
-¿Que es esto?, pregunté.
-Dile a tu novio que mañana a las 9 esté en esta empresa, su dueño es buen amigo y me debe favores, a nada que sea la décima parte de lo que eres tú mañana mismo tendrá un buen trabajo.
-Gracias balbuceé, entonces...., yo,..., yo no tendré más ....
-No pequeña, no tendrás que acostarte conmigo y ahora vete, es tarde tengo que hacer unas llamadas y acudir a una cita.
Dándole un beso en la mejilla me despedí. Al cerrar la puerta, se abrió la de enfrente asomándose una anciana de pelo blanco.
-Cierre la puerta vieja cotilla, me encaré.
Al día siguiente mi novio llamó a la farmacia, hizo una entrevista y una prueba, acababa de firmar el contrato y el sueldo era elevado. Telefoneé a Don Carlos pero no me cogió.
A media mañana mi compañero Guillermo se acercó :
-Rocío,¿tu llevabas los medicamentos a Don Carlos?.
Su tono de voz me asustó.
-Ha fallecido esta noche.
Me encerré en el baño a llorar hasta que el jefe me llamó a su despacho. Le mentí, le conté que Don Carlos era una persona solitaria y que muchas tardes charla a con él y le hacía compañía. Mi jefe me abrazó para consolarme, sentí su verga contra mi vientre mientras su mano bajaba por mi espalda.
Me invadieron las nauseas y me alejé de él.
A su funeral acudimos 3 personas, mi chico, yo y su jeje.
EPILOGO
Al mes recibí la llamada de una notaría. La noche anterior a fallecer Don Carlos otorgó testamento nombrándome heredera de una cuantiosa fortuna.
Has pasado doce años de estos hechos, compré una farmacia, me casé con mi chico, somos felices y tenemos dos hijos, Carlos es el mayor.