Rocío y Don Carlos, parte 3

El viejo pervertido

Un saludo lectores, para una mejor comprensión de la historia os sugiero la lectura de las dos partes anteriores, podéis verlas pinchando en nick, relatos publicados.

No hacía dos días de mi última visita a Don Carlos, mi novio continuaba en el curso de ventas y un nuevo imprevisto económico surgió: la maldita caldera del gas.

Hablé con el casero, no se haría cargo de la reparación, somos nosotros quien la usamos y nosotros tendríamos que repararla, además el malnacido ni siquiera tenía seguro.

Los técnicos me pasaron un presupuesto, 540 euros, no tuve valor para decírselo a mi chico, bastante preocupado estaba con su seminario de trabajo.

Apenas concilié el sueño esa noche, me debatía en un mar de dudas, estaba siendo infiel por dinero a mi novio con un viejo octogenario, por otro lado, intentaba justificarme pensando en que no había tenido sexo con él, es cierto que le había mostrado mi cuerpo, nos habíamos másturbado juntos pero en ningún momento me había puesto la mano encima.

Otra circunstancia era la que realmente me preocupaba, no podía negar la evidencia, los insultos, las vejaciones de Don Carlos, el hecho de recibir dinero por exhibir mi cuerpo a un viejo verde me excitaba, sentía la imperiosa necesidad de masturbarme para aliviar mi calentura.

En la pausa del café y desde el teléfono el bar de enfrente de la farmacia, - por nada del mundo quería que Don Carlos tuviese mi número de móvil- llamé al anciano.

-Buenos días Don Carlos, saludé intentando aparentar seguridad.

-Hola muchacha, ¿cuanto dinero necesitas?, respondió a bocajarro.

Toda la seguridad que intenté fingir desapareció en ese mismo instante.

-Yo,..., yo,..., la caldera..., verá Ud, balbuceé.

-¿Cuanto?, insistió con tono severo.

-Qui..., quinientos cincuenta, señor necesito quinientos cincuenta euros.

-Es mucho dinero, pásate por casa esta tarde a las cinco y veremos como lo arreglamos, ponte una falda.

Colgó sin que me diese tiempo a contestar. Después de comer recorté mi vello púbico, abrí el armario buscando que ponerme, escogí un vestido vaquero de una sola pieza con cremallera delantera, unas deportivas y un conjunto de sujetador blanco y tanga con los laterales trasparentes a juego, me observé delante del espejo, el hilo del tanga quedaba oculto entre mis nalgas, un escalofrío sacudió mi cuerpo

Pulsé el telofonillo del portal, la cancela se abrió y crucé el umbral. Mientras subía sentí mariposas en mi estómago, los pezones duros y tiesos como piedras y humedad en mi sexo, no podía evitarlo, el morbo de estar a solas con ese viejo degenerado me excitaba.

Don Carlos me recibió como siempre, sentado en su butaca con una copa de licor y fumando un gran puro.

-Buenas tardes Don Carlos no debería Ud fumar, le reproché.

-Deja de decir chorradas, - contestó malhumorado- quinientos cincuenta euros es mucho dinero y vas a tener que ganártelos con creces putita mía.

-No soy su puta, - contesté alzando la cabeza-.

Don Carlos se rió estruendosamente.

-Seré directo, hoy pongo yo las reglas, - continuó -, nada de grabar, nada de contar lo que aquí pase, pero hoy quiero tocar.

Mi rostro palideció al instante, intenté protestar pero el viejo se adelantó.

-Estas son mis reglas, si quieres aceptas sino ya te estás llendo.

Las dudas me atormentaron, volví a pensar en mi novio, lo apurado y preocupado que estaba frente a lo urgente y necesario que era arreglar la caldera.

-A..., acepto, susurré débilmente.

-No te oigo, se recreó el viejo degenerado.

-Acepto.

-¿Aceptas el que?, no te escucho bien putita, sabes que los viejos somos algo sordos, - se rió el malnacido-.

-Acepto sus reglas.

-Entonces ¿aceptas que te toque, que acaricie tu cuerpo a cambio de dinero? , preguntó en tono de mofa.

-Si, acepto, ud gana.

Don Carlos aspiró profundamente su puro y lo aplastó en el cenicero.

-Me encanta el vestido que llevas, marca tus formas, las tetas, tu vientre plano, tu tremendo culazo, y esa cremallera delantera invita a que te la bajes muy lentamente y le muestres todo a este viejo verde pervertido, ¿VERDAD Rocío?.

-Si señor, murmuré.

Mi respiración era entrecortada, noté mis pezones duros y tiesos causándome leves molestias, sentí palpitaciones y humedad en mi sexo, el morbo podía conmigo.

-¿De qué color es tu ropita interior?, putita mía.

-Me he puesto para Ud un sujetador blanco y un tanga a juego con transparencias en los laterales, deja a la vista mi cadera.

-¿Te lo has puesto para mí, para tu viejito?.

-Si para Ud Don Carlos, espero sea de su agrado.

Don Carlos sudaba copiosamente mientras una enorme erección se adivinaba debajo de su batín. El degenerado torpemente se levantó del sofá y cojeando se acercó.

-Veamos, es hora de bajar esa puta cremallera, ¿lo hago yo o lo haces tú?, querida mía.

-Le ruego lo haga Ud ya que me va a pagar por ello.

-Eres una pequeña zorra, dijo Don Carlos haciendo ademán de besarme.

-Besos no Don Carlos, besos no,esas no son las reglas.

Don Carlos me miró con cara de sorna, su mano derecha asió la cremallera y comenzó a bajarla muy lentamente hasta la altura de mis pechos, abrió ligeramente el vestido viendo mis senos ocultos por la copa del sujetador.

-Tienes unas tetas preciosas y hoy van a ser mías he pagado por ello, se jactó el viejo verde con voz entrecortada.

El anciano continuó bajando la cremallera recreándose con la visión de mi vientre, el ombligo y la parte superior de mi tanga blanco. Miré la sudorosa cara del anciano, su rostro estaba desencajado.

Agachado a la altura de mis rodillas el viejo verde terminó de desabrochar la cremallera. Tomé la iniciativa y ante el estupor del anciano fui yo quien abriendo mi vestido le mostré mi cuerpo.

-Que cuerpazo de puta tienes, - exclamó el viejo-podrás ganarte la vida follándote al que quieras.

Torpemente el anciano se levantó poniéndose detrás mío, sus manos retiraron con delicadeza mi melena poniéndola en el lado derecho de mi cuello.

-Es hora de quitar ese vestido Rocío, dijo mientras sentía sus manos sobre mis hombros.

Don Carlos muy lentamente tiró de los hombros hasta que la prenda cayó a mis pies. Las manos del viejo verde acariciaron mis brazos descendiendo muy lentamente, nuestras manos se entrelazaron y con mucha parsimonia tiró hacia arriba poniéndolas a la altura de mi cabeza.

Cerré los ojos, el morbo, la lujuria, el placer, el sentirme sometida a los deseos de ese viejo verde pervertido invadían mi cuerpo mientras notaba su débil respiración .

Sus manos acariciaron mis caderas, mi vientre y muy lentamente, con deleite saboreando mi delicada piel, fueron subiendo hasta mis pechos. Sentí su dedo índice acariciar la copa del sujetador hasta llegar a mi abultado y duro pezón, lo acarició de forma circular provocándome un pequeño espasmo de placer.

-Ahhhh,..., ahhhh, gemí débilmente.

A mi espalda podía oír la entrecortada respiración del viejo, el aliento de su tabaco y su olor a sudor.

Sus manos agarraron mis tetas sobándolas por encima de las copas del sujetador.

-Que tetazas, todos las desean y soy yo, tu viejito quien las disfruta y no el idiota de tu noviete, murmuró a mi oído el anciano.

Mi coño estaba empapado de flujo vaginal, notaba pequeñas punzadas como pequeños orgasmos, algo que nunca había sentido con anterioridad. Llevé mis manos a la espalda y desabroché los cierres del sujetador.

El pervertido no desaprovechó la ocasión, sus ásperas manazas se introdujeron por debajo de las copas del sostén amasando y estrujando con fuerza mis pechos.

-Mías,..., por fin son mías, jadeaba entrecortadamente el anciano en mi oído.

-¿Le gustan mis tetas Don Carlos?, ¿le gustan?, pregunté morbosamente al viejo asqueroso.

-Tienes unas tetas de vaca lechera, son las tetas de una puta, de una zorra, todos quieren ver tus tetas, exclamó con voz ronca tirando con fuerza de mis sensibles pezones.

-A quienes les gustan mis tetas, dígamelo Don Carlos, a quienes, pregunte invadida por el placer.

-A todos, pero sobre todo a tu jefe, no sabes la de pajas que se ha hecho, me lo ha contado muchas veces.

Tuve que morderme la mano para evitar un gemido de placer. El viejo seguía ordeñando y amasando mis tetas con rabia, con mucha fuerza, con ira mientras susurraba a mi oído lo puta, perra y zorra que soy.

Puse mis manos sobre las de Don Carlos haciendo más fuerza aún, notando el martilleo de sus dedos en mis pezones.

En esa indecorosa postura el viejo amasó y magreó a su antojo las tetas que antes sólo había acariciado mi novio.

Sentí la tremenda verga del anciano degenerado puntear mi culo, fuera de mí introduje la mano por debajo de su batín y del slip, su verga tiesa y dura estaba húmeda y pringosa de líquido preseminal, mis manos quedaron manchadas, muy lentamente comencé a masturbar al anciano.

-Joder que manera de pajear, que bien lo haces putita harás que acabe pronto, jadeó Don Carlos mientras amasaba mis tetas.

En la habitación se escuchaban nuestros gemido entremezclados, olía a sudor pero sobre todo a sexo.

Don Carlos me empujó hacia el sofá arrodillándose ante mí, sus manazas asieron de mis tobillos tirando con fuerza, mi espalda quedó a la altura de la parte baja del sofá.

-Abre las piernas para tu viejito, ábrete de piernas para mí ordenó Don Carlos.

Muy lentamente obedecí, sentí las manos del anciano degenerado sobre mis rodillas, sus manos subieron muy lentamente sobando la parte interna de mis muslos, me abrí todo lo que pude de piernas como si estuviese en la consulta del ginecólogo, su cara quedó a la altura de mi sexo oculto por mi empapado tanga.

Sentí su dedo índice acariciar mis labios vaginales por encima de la prenda íntima.

-Ahhhh gemí, abriendo aún más mis piernas ofreciendo mi sexo a ese malnacido.

-Maldita zorra, ójala pudiese verte tu noviete ahora, bien abierta para mí.

Las manos de Don Carlos asieron el tanga por los laterales, levanté mi espalda para que el viejo verde degenerado sacase mi prenda más íntima por los tobillos, el anciano la llevó a su nariz aspirando mi olor y lamiendo mi humedad.

-Hoy volverás sin bragas a casa, dijo irónicamente mientras guardaba la delicada prenda en el bolsillo de su batín.

Don Carlos acercó su cara a mi coño, sentí un leve soplido de aire cálido mientras un espasmo de placer sacudió mi cuerpo. Las manos del anciano se deslizaron por mi pelvis haciéndome levantar la cintura hasta apoderarse de mis nalgas.

-Que culazo tienes Rocío,...., que culazo...., es mío y solo yo voy a disfrutarlo.

Sentí otra vez la respiración entrecortada del viejo sobre mi sexo, con mis propias manos abrí los labios vaginales invitando a ese malnacido a que me lo comiese.

La lengua de Don Carlos profanó mi vulva provocándome un largo y profundo suspiro. Su lengua rápidamente encontró mi clítorix estimulándolo con movimientos circulares, mi coño estaba empapado mientras Don Carlos lamía y saboreaba mis flujos.

Mi novio me había comido el sexo un par de veces de una forma bastante torpe, nada comparable con el placer que me estaba procando el anciano degenerado.

Mordí un cojín del sofá para amortiguar mis quejidos de placer, con mis manos aplasté la cara de Don Carlos contra mi sexo mientras sentía su lengua dentro de mi cueva y sus manos amasando con furia y deseparación mis nalgas.

Oleadas de placer invadían mi cuerpo, los dos sudábamos copiosamente, sentí que las fuerzas me abandonaban, sin ningún control mi espalda se arqueó, noté fortísimas palpitaciones en mi vagina, me deje ir jadeando gimendo como una perra en celo. Tuve el mayor y más intenso y prolongado orgasmo que haya tenido en toda mi vida.

Quedé totalmente abiertas de piernas en el sofá, derrotada, humillada y sin fuerza, estoy segura que llegué a orinarme.

Don Carlos con dificultades se puso en pie, su rostro estaba totalmente desencajado en una mueca de lujuria, torpemente abrió su batín bajando su slip.

El flujo preseminal manchaba su gruesa y venosa verga y sus tremendos testículos, con los ojos semicerrados y vencida por el cansancio pude ver como el viejo verde degenerado se masturbaba delante mío.

-No aguanto más, toma mi leche caliente maldita zorra, es toda para tí Rocío, gritó el pervertido mientras se la machacaba desesperadamente.

Incontables trallazos del semen del anciano mancharon mi vientre, mis tetas, mi cara y mi pelo.

Don Carlos se sentó a mi lado acariciando paternalmente mi cabeza que descansaba sobre su peluda y fofa barriga, no se el tiempo que estuvimos así.

El anciano finalmente se levantó.

-Voy a prepárate el baño, te dejo toallas y un secador.

Me miré en el espejo del baño, mi cuerpo estaba manchado del semen reseco del viejo verde , pensé en mi novio y lloré amargamente.

Tras la ducha volví al salón, Don Carlos tenía preparados unos canapés que no acepté, conté el dinero había mucho más de lo acordado.

-Y esto?, pregunté.

-Te lo has ganado Rocío, además hoy volverás a casa sin bragas dijo riéndose el malnacido mientras sacaba mi tanga del bolsillo de su batín.

Dejándole con la palabra en la boca y tras un lacónico adiós me fui.

Espero que os haya gustado, creo que habrá una cuarta y última entrega. Un saludo.