Rocío y Don Carlos, parte 2

El viejo pervertido

Un saludo lectores.

Para comprender bien el desarrollo de la historia os sugiero la lectura de la primera parte, no se poner el enlace pero podéis leerla pinchando en mi nick, relatos publicados.

Eran las cuatro y media de una tarde calurosa, mi novio estaba fuera de la ciudad en un seminario de ventas. Habían pasado más de dos semanas desde que estuviese con Don Carlos, y había pensado bastante al respecto pero nuevos problemas económicos me asediaban, mi utilitario estaba en el taller, no le comenté nada a mi chico por no agobiarle pero la factura ascendía a casi trescientos euros.

Me encontraba en un bar próximo a la vivienda de Don Carlos tomando café, en una mesa contigua dos adolescentes quinceañeros bebían refrescos, no me quitaban el ojo de encima, al cruzar las piernas de mi largo y floreado vestido la falda se había escurrido un poco y dejaba a la vista mis rodillas.

Los chavales hacían esfuerzo por ver algo más, me dí cuenta, menudos imbéciles pensé descruzando mis piernas para impedir que viesen más de lo debido.

Abrí mi bolso y extraje la tarjeta que el viejo me había dado, la doblé y desdoblé nerviosamente en repetidas ocasiones, a mi mente volvieron las imágenes de lo sucedido aquel día.

Me ví quitándome el jersey para quedarme en sujetador delante de ese viejo verde, subiendo mi falda hasta mostrar al pervertido mis piernas, mis muslos, mi tanga negro, mientras el muy cerdo se masturbaba delante mío.

Me sentí sucia y ultrajada pero lo que más me preocupaba es que también me había excitado, el exhibirme delante de ese anciano me provocó una gran calentura que tuve que aplacar con mi chico. Recuerdo lo sorprendido que se quedó, ya que fui yo quien lo follé cuando siempre es él quien toma la iniciativa hasta que consigue su propósito.

Mi móvil sonó y me sobresalté, los del taller insistían de malas maneras, mi coche ya estaba reparado desde hace días, querían cobrar su factura y además les ocupaba espacio. Como pude me los quité de encima diciéndoles que pasaría mañana.

Salí del bar y me acerqué al portal de la vivienda, aspiré profundamente y pulsé el telefonillo, Don Carlos descolgó al tercer timbrazo

-Don..., Don Carlos, soy Rocío,...., me preguntaba,..., si...., bueno...., yo.... podría subir a su casa, estoy..., estoy en el portal.

No obtuve contestación abriéndose la cancela. Subí en el ascensor, la puerta de la vivienda estaba abierta, no ví al anciano y pulsé el timbre. Escuché una voz al fondo : pasa estoy en el salón.

Crucé la casa hasta llegar al salón, Don Carlos estaba aposentado en su sillón con su batínanudado a la cintura y una copa de coñac en sus manos.

-Hola Rocío, estás preciosa.

--Gra...., gracias, tartamudé débilmente.

-No te esperaba tan pronto, apenas han pasado diez días desde nuestro encuentro,se jactó el viejo.

Avergonzada no pude contestar.

-Me encanta lo elegante que vienes, esos vestidos veraniegos que llegan hasta los tobillos, esos botines que llevas dejan mucho a la imaginación, ¿Que te trae por mi casa?, preguntó el anciano irónicamente.

-Verá,...., yo...., bueno yo..., no podía contestar.

-Dinero - replicó Don Carlos-, ¿cuánto necesitas?.

-Yo..., yo..., tengo el coche en el taller y me están a premiando para que les pague y me lo lleve.

-¿Cuanto?, preguntó imperativamente el viejo.

-Tres...., trescientos euros, contesté bajando la cabeza.

Un silbido salió de los labios del anciano.

--Es mucho dinero mi querida Rocío, pero creo que podremos arreglarlo aunque tendrás que ofrecerme algo más que el otro día, dijo en tono irónico dando un corto sorbo a su coñac.

Me ruborizé como un tomate, por mi mente volvió a pasar la escena de la última visita. Don Carlos abrió su cartera, extrajo un fajo de billetes de 50 euros.

-Aquí hay 300 dijo mientras dejaba el dinero sobre la mesa, ahora siéntate en ese butacón enfrente de mí.

Me senté muy nerviosa cruzando las piernas.

-Recuerde Don Carlos mis tres reglas: no tocar, no grabar y no contar esto a nadie, susurré con voz entrecortada.

-No estás en condiciones de exigir mi querida Rocío, - replicó-aunque tu visita me hace muy feliz, por hoy las acepto,tengo ganas de charlar pero lo primero de todo deseo que te desabroches muy lentamente el vestido.

-El..., el... vestido, balbuceé.

-Vamos que no tenemos todo el día.

Con parsimonia fui desabrochando todos los botones delanteros hasta llegar a la parte baja de la falda.

-Ahora deseo que lo abras mirándome a la cara.

Mis manos asieron las solapas de la prenda y lentamente lo fueron abriendo, mostré al pervertido mi sujetador azul, mi vientre plano, mis manos abrieron el vestido a la altura de mi cintura exhibiendo mis piernas, mis muslos y finalmente mi tanguita azul. La cara del viejo verde era una mueca de placer, sudaba copiosamente y se relamía los labios,su bata apenas podía ocultar una enorme erección.

-Eres una belleza Rocío, tu novio es muy afortunado, pero soy yo, un viejo pervertido, quien está disfrutando de tu cuerpo.

Voy a hacerte unas preguntas y quiero que las contestes pero antes abre tus piernas para mí.

Lentamente fui abriendo mis piernas, el vestido se escurrió por los laterales de mi cuerpo, mis muslos quedaron expuestos, el tanga azul apenas cubría mis inglés marcando los labios vaginales de mi coño, los ojos del anciano parecían querer salir de sus órbitas.

-Eso es Rocío, eso es, abre del todo tus piernas para este viejito, deja que disfrute.

En esa indecorosa postura Don Carlos comenzó su interrogatorio.

-¿Que años tienes?, 28 contesté.

-Se que tienes novio,¿Desde cuando estás con él?, desde los 20 años.

-¿No has tenido más novios?, no, es mi novio de toda la vida.

-¿Donde os conocisteis?, en la facultad.

-¿Es bueno tu novio en la cama?, dudé unos segundos, quizás demasiados, a mi me deja muy satisfecha.

El viejo verde pervertido me miró con cara de lujuria, mascullando por lo bajo un: si seguro irónico.

-¿Con qué frecuencia follaís?, 2-3 veces por semana.

-¿Cuál es tu posición preferida en la cama?, cabalgar y montar a mi chico.

Toda una amazona se jactó el anciano.

-¿Te ha follado el culo tu noviete?, NUNCA contesté horrorizada, me da miedo, tiene que ser muy doloroso.

-¿Cuál es el sitio donde más te gusta follar?, en el coche respondí, esa sensación de que alguien pueda verte es muy excitante.

-¿Has tenido sexo con otras mujeres?, no aunque una vez en una fiesta en la universidad, algo bebidas y jugando a las cartas tuve que besar a una chica.

-¿Te gustó?, fue algo diferente, una sensación distinta.

-¿Estás caliente Rocío?, ¿te excita estar mostrando tu hermoso cuerpo a un viejo pervertido?, ¿te excita tener tus piernas abiertas para mí?

-No, contesté débilmente.

-¿Seguro? Rocío se sincera con este viejecito, noto una mancha de humedad en tu tanga, mírame a la cara Rocío, mírame.

-Si,..., si,..., balbuceé.

-Si que Rocío,...., quiero escucharte decirlo.

-Siiiiii Don Carlos,...., siiiiiiii,..., estoy muy caliente, me excita contestar a sus preguntas mostrando mi cuerpo a un degenerado, a un viejo verde.

-¿Necesitas masturbarte?

Como respuesta baje mi mano derecha a mi tanga, Don Carlos me había derrotado, cuando dijo que era su putita y yo lo negué, tenía razón, por dinero estaba dispuesta a entregarme a aquel cabrón.

Mi respiración era agitada y tenía la boca seca, pastosa, estaba más excitada de lo que he estado en toda mi vida, introduje mi mano dentro del tanga, mi prenda íntima estaba húmeda y pringosa. Sorpresivamente de un manotazo Don Carlos retiró mi mano.

-Ahora no Rocío, - ordenó el anciano-no quiero que te masturbes, vete a mi dormitorio, es la siguiente puerta quiero que te pongas lo que hay encima de la cama.

Salí de la habitación humillada, horrorizada, avergonzada de mí misma, si Don Carlos hubiese querido me habría follado ahí mismo, y lo peor de todo es que me hubiese entregado sin condiciones a ese pervertido.

Entré en su dormitorio, era muy lujoso acorde con su nivel de vida, muebles rústicos y muy antiguos reflejaban la riqueza del dueño de la casa. Encima de su cama con un cabecero de forja había un un conjuntito de ropa interior, tanga y sostén a juego de color rojo y negro, unas medias a medio muslo del mismo color, junto con una especie de kimono y unos zapatos.

Me saqué el vestido y mi ropa más íntima,  me puse el tanga, trasparente dejaba a la vista mi coño y los labios vaginales, me giré ante el espejo, el finísimo hilo quedaba oculto entre mis nalgas.

Cogí el sostén, las copas eran transparentes dejando a la vista mis pequeñas y rosadas areolas, mis sensibles pezones, empitonados y duros como las piedras se marcaban en la prenda.

Miré los zapatos, negros con un tacón altísimo, fino de aguja, me los calcé eran justo de mi número.

Finalmente me puse el batín, muy suave, carísimo y de seda, me quedaba especialmente corto, me giré y me ví reflejada nuevamente en el espejo, por detrás mi culo quedaba a la vista, parecía una puta, la vergüenza me sacudió, pensé en mi chico y me entraron ganas de llorar, sentí asco de mi misma.

Volví al salón, Don Carlos sentado en su butaca exclamó un GUAUUUUU de admiración, lo sabía eres una auténtica putita de lujo querida muchacha, ójala estuviese aquí tu noviete para verte, se jactó irónicamente el anciano.

No tuve el valor de replicar al viejo.

-Baila para mí Rocío,..., baila para tu viejito mientras te vas quitando la ropa,...., hazme un striptease como hacen las putas en los burdeles.

Más bajo no podía haber caído, el pervertido me había humillado con su interrogatorio, la palabra puta resonaba en mi mente, pero eso ahora mismo no me importaba, estaba dispuesta a hacer lo necesario para obtener el dinero con el que pagar mi coche.

Una canción muy sugerente comenzó a sonar muy bajo, me moví pausadamente a su ritmo, contineando mis brazos y piernas.

-Vamos Rocío,...., más sensual,...., no te voy a pagar para ver esto,...., seguro que puedes hacerlo mejor,...., esfuérzate y complace a este anciano.

Bailé lo más sensual que pude y supe, mirando a los ojos del viejo pervertido, humedeciendo mis labios con la lengua, mordiendo mis labios y atusando mi pelo, debajo de la bata de Don Carlos se apreciaba su descomunal erección.

Desabroché el cinturón del quimono, me giré y discretamente lo bajé enseñando mi hombro mientras le sonreía maliciosamente, lentamente me lo quité lanzándoselo al pervertido. Don Carlos se lo llevó a la cara oliéndolo.

-Que tetazas tienes zorra, se trasparenta todo, quítate el sujetador de una puta vez no aguanto más, ordenó el viejo verde pervertido.

Mis manos asieron los corchetes y tirando de él los desabroché la prenda cayendio al suelo, ocultando mis pechos con las manos.

-Las tetas, puta, énseñame tus tetas quiero verlas zorra, AHORA, ordenó Don Carlos.

Muy lentamente, las retiré mostrándoselas al viejo pervertido.

-Que tetazas de vaca lechera para amamantar a tus hijitos - aulló el anciano -, todos en la farmacia desean ver tus tetas, tu jefe, Guillermo tu compañero, los clientes, pagarían por ver tus tetas, y yo, solo yo puedo ver esos pezones y areolas sonrosadas. Gírate quiero ver tu culo de putita.

Lentamente, posando las manos en mi cintura me giré, mis nalgas quedaron a la vista del viejo verde.

-DIOSSSS que puto culazo tienes zorra, que culazo, no se ve el hilo del tanga, algún día te lo partiré, follaré tu tremendo culazo aunque tenga que pagar una fortuna, y el imbécil de tu novio sin catarlo todavía, exclamó el viejo.

Sus insultos, sus vejaciones conmigo y con mi chico, lejos de ofenderme me excitaban aún más, sensualmente me incliné, mis tetas quedaron colgando en esa postura, mientras mis manos retirando el filo hilo del tanga, abrieron mis nalgas para Don Carlos, mostrándole la sonrosada entrada de mi ano.

-SERAS ZORRA, me estás enseñando todo sin que te lo pida,mírame puta,...., mira como me tienes.

Me giré, Don Carlos había desabrochado y abierto su batín, estaba completamente desnudo, su barriga era enorme y muy peluda, sus tetillas gordas y fofas, sudaba copiosamente, lo que me impactó fue su tremendo pollón, mediría unos quince cms parecido al de mi chico, grueso, enormemente grueso ligeramente curvado, con unos grandes y peludos testículos.

El degenerado se masturbaba delante de mí, su mano subía y bajaba por el grueso mástil y estaba pringosa de líquido preseminal, gemía de gusto.

-El tanga,..., dame el tanga ya,..., ordenó Don Carlos.

Lentamente lo bajé sacándolo por mis tobillos y se lo lancé. El viejo lo llevó a su rostro, olió y lamió con lujurua la zona que cubría mi coño.

-Huele y sabe a puta, mi querida Rocío,sientate en la butaca y masturbarte conmigo, estás muy caliente y se que lo deseas.

Don Carlos envolvió con el tanga su enorme verga pajeándose de forma brutal.

Me senté en la butaca enfrente del viejo verde degenerado, abrí mis piernas hasta posarlas en el posabrazos, quedé totalmente abierta de piernas como en la consulta del ginecólogo mostrando mi húmedo coño a ese cabrón.

Mi mano izquierda acarició y tiro de mis pezones con mucha fuerza haciéndome exhalar un gémido de placer, la mano derecha descendió hasta la entrada de mi sexo, noté como los flujos manchaban el bello púbico de mi recortado coño, manchando mis muslos hasta la entrada de mi ano.

Me penetré con dos dedos acariciando mi hinchado clítoris haciendo círculos.

-Así Don Carlos,...., le excita ver como se hace un dedito su putita?, pregunté ya sin dignidad jadeando como una perra.

Don Carlos no contestó, en el salón sólo se escuchaban nuestros jadeos y gemidos y el chof chof de mis dedos acariciando mi sexo. Nuestras miradas se cruzaron mientras nos dábamos placer.

-Eres una puta Rocío,...., eres mi puta murmuró el viejo.

Don Carlos gruñó desesperado, cinco o seis trallazos de lefa salieron a borbotones manchando su fofa barriga, mi cuerpo se arqueó, tuve muchos espasmos, junté con fuerzas mis muslos aprisionando mi mano hasta hacerme daño, y estallé en el más largo e intenso orgasmo que haya tenido en mi vida.

Estuvimos varios minutos recuperándonos sin decir nada, Don Carlos tras limpiar su tremenda barriga de los pegotes de lefa se puso su batín.

-Pasa al cuarto de baño del dirmitorio y aseate querida niña dijo Don Carlos en un tono paternal.

Cerré la puerta y me duché, mis muslos estaban pringosos de mis flujos, me vestí, acicalé y volví al salón.

No cruzamos palabras, un simple gracias por mi parte cuando Don Carlos me entregó los 300 euros y otros 20 de propina, y un ven cuando quieras por la suya.

Si os ha gustado quizás haya otra entrega.

Un saludo