Rocío y Don Carlos

Un viejo pervertido

Un saludo lectores.

Una lectora mediante una serie de correos me cuenta esta experiencia. Dice llamarse Rocío, 28 años, trabaja a media jornada en una farmacia, tiene novio desde los tiempos de la universidad, él trabaja de comercial en una compra venta de coches, viven juntos de alquiler, y como casi todos andan con apreturas económicas.

La protagonista mide metro setenta y dos de altura, rubia tirando a castaño, talla 95 de pecho, de complexión delgada y piernas largas, le gusta vestir de forma casual e informal.

Había sido una mañana de mucho trabajo, recogía mis cosas para irme a casa cuando el tirano del jefe me llamó a su despacho :

-Rocío tienes que llevar a Don Carlos estas medicinas, ha insistido en que seas tu quien se las lleves personalmente, sabes que es un buen cliente y no podemos arriesgarnos a perderlo.

Don Carlos es un anciano de casi ochenta años, viudo y adinerado, que vive en una casa al otro extremo de la ciudad.

Contrariada acepté la orden de mi jefe, y acudí a su domicilio. Don Carlos me recibió de forma muy cordial haciéndome pasar al salón de su casa.

-Te apetece un café?, preguntó con una amplia sonrisa.

-Muchas gracias, se lo acepto contesté con la mejor de mi sonrisas.

El anciano tenía ganas de hablar, tiene problemas de movilidad en una de sus piernas, y creo que los días se le hacen demasiado largos.

La conversación era muy amena y divertida ya que Don Carlos tiene un gran sentido del humor. Fuimos tocando diversos temas incluida la crisis económica.

-La crisis afecta a todos, pero sobre todo a los más jóvenes, - comenté dándomelas de entendida-, mi novio trabaja de comercial y yo a media jornada, el alquiler se lleva más de la mitad de nuestro sueldo, además tenemos que pagar los gastos de la casa, comer,..., apenas nos llega para salir de vez en cuando.

En ese instante, una idea cruzó mi mente.

-Don Carlos, no necesitará Ud. una asistente, alguien que le ayude con las tareas de casa o que le haga compañía?, trabajo a media jornada y tengo las tardes libres.

Don Carlos me miró con cara de pena.

-Lo siento Rocío , tengo una señora que se encarga de las tareas de casa, limpia, hace la comida.....

Mi rostro delató una mueca de contrariedad, Don Carlos siguió hablando: el hecho de que tenga una asistente no significa que no quiera tu ayuda, todo lo contrario dijo en un tono de voz peculiar que llamó mi atención.

-Es un tema delicado - carraspeó - soy un anciano pero eso no significa que tenga,...., tenga,...., ciertas necesidades que me cuesta satisfacer y tu... tu eres una mujer muy atractiva.

No salí de mi asombro, aquel viejo me estaba haciendo insinuaciones sexuales. Indignada me levanté del sofá.

-No soy una puta, exclamé airada mente levántandome.

-Siéntate, ordenó el anciano imperativamente, nadie me lleva la contraria. Ya sé que no eres una vulgar golfa, - prosiguió -, me excitas desde el primer día que te vi trabajando hace dos años, ¿porqué te crees que le he exigido al imbécil de tu jefe que vinieses tu con las medicinas?, pero aquí no va a ocurrir nada que tu no quieras.

-Es Ud. un mal nacido, contesté airadamente

Volví a levantarme y me encaminé hacia la puerta con intención de largarme.

-Tengo la solución a tus problemas económicos, al menos, escucha lo que te ofrezco,nada tienes que perder y sino te gusta podrás irte libremente y no habrá ocurrido nada.

Asiendo la manilla abrí la puerta con la intención de irme de aquel maldito lugar.

-Siéntate y escucha Rocío, ordenó Don Carlos mientras sorbía su café mirándome directamente a los ojos.

-Sabes que me sobra el dinero y puedo ayudarte, pero quiero algo a cambio, me gustaría que fuese sexo pero pueden ser otros deseos.

-No le entiendo, contesté atemorizada.

-El morbo que me causas desde la primera vez que te ví, te pagaría de forma espléndida si satisfaces mi morbosidad, ahora mismo simplemente me conformo con ver, me gustaría ver tu ropita íntima.

-Como?, repliqué indignada.

-Venga Rocío, dijo el viejo, quiero ver tus braguitas y el sujetador, deseo ver lo que escondes debajo de tu falda y el jersey, que me muestras tus encantos y te pagaré por ello.

Me levanté dirigiéndome a la puerta, váyase a la mierda maldito viejo verde hijo de puta.

-50 euros, contestó el anciano.

-Pero Ud quién se ha creído que es?, contesté airadamente.

-100 euros, es mi última oferta, 100 euros solamente por ver tu ropa más íntima.

Me giré ruborizada bajando mi cabeza, sentimientos contradictorios me invadían, pero ese dinero nos permitiría a mi novio y a mí pagar el recibo de la comunidad de propietarios.

Mis defensas comenzaron a flaquear, vamos Rocío, cuando estás en la playa o en la piscina no muestras más de lo que puedes enseñarme ahora, insistía el viejo.

El pervertido sabía que cuanto más tiempo estuviese en su casa, cuantas más dudas sembrase en mí más cerca estaría de alcanzar sus objetivos

-Mira Rocío - dijo el anciano-, sobre esa mesa está mi cartera, vamos ábrela.

Temblando la abrí, había un abultado fajo de billetes.

-Coge 50 euros de propina por haber traído los medicamentos y deja otros 50 sobre la mesa, serán tuyos si me complaces y enseñas tu ropa más íntima, por cierto, llevas bragita o tanga?, inquirió directamente Don Carlos.

-Tanga, contesté sin darme cuenta de mis palabras.

-De qué color?, ne.., ne,,.., negra contesté débilmente.

-Y el sujetador?, negro a juego con mi tanga susurré.

-Apenas te oigo Rocío, de que color me has dicho?.

-Negro, contesté en tono más alto.

Una sonrisa de satisfacción se dibujó en el rostro del viejo verde.

-Muéstrame tu ropa interior y esos otros 50 euros serán tuyos.

La duda me embargaba, me acordé de mi novio, tan bueno y cariñoso conmigo, tan trabajador, tan atento y honesto. Dignamente levanté la cabeza.

-Ud. gana Don Carlos, le enseñaré mi ropa íntima pero con tres condiciones.

-Tu dirás muchacha, - contestó el anciano con una sonrisa triunfadora-

-Nada de tocar, nada de grabaciones y esto no saldrá de aquí.

-Acepto encantado, se jactó entusiasmado el anciano, muéstrate ante este viejo verde.

Don Carlos sirviéndose un whisky muy caro se acomodó en su sofá, podías empezar por quitarte ese jersey que llevas y que oculta todo, - sugirió maliciosamente-.

El anciano paladeaba la bebida mientras me dirigía al centro del salón.

-Sácate el jersey, despacio,...., hazlo muy despacio,..., deja que un viejo verde pervertido como yo se deleite viendo tu deseable y joven cuerpo.

Aún estaba a tiempo de largarme pero no lo hice, aparte de la necesidad económica sentía un hormigueo en mi estómago, no podía ser cierto, estaba dispuesta a desnudarme delante de un horrible viejo por dinero.

Mis manos asieron la parte inferior del jersey y muy lentamente lo subí hasta sacarlo por encima de mi cabeza dejándolo sobre la mesa. Quedé en falda y sujetador delante del anciano.

Miré el rostro del pervertido, se dibujaba una mueca de lujuria, un enorme bulto se marcaba debajo de su bata.

-Que tetazas tienes Rocío, seguro que en la farmacia muchos hombres se quedan mirándola embobados, tu novio debe ser muy afortunado, se jactó el viejo cabrón.

Roja de vergüenza no pude contestar.

-Ahora súbete la falda, despacio muy despacio, mírame a la cara mientras lo haces, ordenó el pervertido humillándome aún más.

Mis manos descendieron hasta agarrar el borde inferior, lentamente la fui subiendo, Don Carlos no perdía detalle, en su rostro se dibujaba una mueca de triunfo y perversión mientras una joven en sujetador le mostraba las rodillas y los muslos.

Don Carlos metió su mano por debajo del batín acariciando su verga, su mano derecha subía y bajaba masturbándose con lentitud y parsimonia.

-El tanga, quiero ver tu tanga Rocío, para eso te he pagado, ordenó mientras se pajeaba.

Subí mi falda de forma indecorosa hasta mostrar al viejo pervertido el triángulo negro que ocultaba mi sexo. Los ojos del anciano se abrieron como platos.

-Tu tanga está húmeda, estás muy excitada mi querida Rocío, te calienta exhibirte ante un pervertido que desea follarte, verdad?, se rió el viejo mientras se la meneaba como un cerdo.

Era cierto, una enorme mancha de humedad marcaba mi tanga, contrastando el negro de mi ropa íntima con el color blanquecino de mis flujos.

-Enséñame tu culito, Rocío, enséñame lo quiero ver el hilo del tanguita oculto entre tus nalgas, ordenó Don Carlos.

-No lo haré Don Carlos, no lo haré, no me ha pagado Ud. para que se lo muestre, contesté con la poca dignidad que me quedaba.

Subí un poquito más mi falda arqueado las piernas, mostrando parte de mi arreglado bello púbico.

No pude contener la excitación y calentura, con la mano izquierda acaricié mi coño tapado por mi prenda más íntima exhalando un quejido de placer.

Al verme en tan indecorosa postura Don Carlos se masturbó frenéticamente, estiró sus piernas mientras su espalda se arqueaba.

-Diosssss,..., me corro,...., ahhhh, gritó el viejo jadeando de placer.

Muchos trallazos de lefa caliente mancharon la fina bata de Don Carlos, mientras quedaba exhausto en el sofá respirando de forma entrecortada.

Bajé mi falda y me puse el jersey con intención de irme, estaba caliente, muy caliente, pero traté de ocultárselo al viejo pervertido.

-Es la mejor paja que me he hecho en mi vida, tienes un cuerpo de escándalo Rocío, los 50 euros son tuyos cógelos putita mía.

-Yo no soy su puta, repliqué con orgullo.

-Acabarás siéndolo, Rocío, acabarás siéndolo, dijo extendiendo el billete.

No lo dudé, guardé el billete en mi bolso.

-Dos cosas Rocío dijo el anciano, aquí tienes mi tarjeta y tu mano, quiero tu mano.

-Mi mano?, contesté con sorpresa.

-Si, tu mano izquierda, te has acariciado el coño con élla y quiero olerla.

El viejo era un auténtico pervertido fetichista pensé para mis adentros.

-Si desea oler mi mano habrá de pagarme otros 50 euros.,contesté.

-Aprendes pronto putita, se jactó el anciano mostrando un billete de 20.

Lo cogí mientras extendía mi mano al viejo, Don Carlos la olió con mucha intensidad lamiéndola con deseo.

Avergonzada salí de la casa de ese viejo verde degenerado.

Estuve toda la tarde inquieta y aunque me duela decirlo muy excitada esperando la llegada de mi novio. Ante su sorpresa, ya que nunca tomó yo la iniciativa, cabalgué a mi chico e incluso accedí a comerme su verga cosa que antes nunca había hecho.

FINAL: si gusta a los lectores quizás haya una segunda parte.