Rocío me cuenta su negocio

Rocio y yo acabamos liados. ¿Que podría hacer?

Rocío me rogó que me la follase por la mañana, desde luego estaba a años luz de la imagen que yo, y bueno todo el mundo teníamos de la conservadora Rocío.  La chica que en medio de los viajes pedia el sábado por la tarde que buscásemos un sitio para oir misa, la que vestia y vivía recatadamente.

-       joder cabrón, ¿es que no te gusto? – me dijo mientras se tocaba su hinchado clítoris mirándome a los ojos y esperando que hiciese cualquier hombre que la tuviese en mi posición.

-       No, sencillamente cumplo con mi palabra, no te la meteré hasta dentro de una semana.

-       Osea que te apetece follárme.

-       Desde el día del bautismo.

-       ¿Y por que no lo haces?, es más, ¿por qué no lo haces ya?

La verdad es que me la hubiese follado ahí mismo, pero me apetecía que supiese que ver un coño a mi disposición no hace que pierda control y que me la follaría exclusivamente cuando yo quisiese.

Pasamos el domingo con Rocío provocándome paseándose desnuda por la casa.  La verdad es que la tía cada día me gustaba más.  Podía estar completamente en pelotas con las piernas abiertas pasándose provocadoramente el dedo por su hinchada vulva mientras hablábamos de lo divino y de lo humano como si nada.

Rocío me contó más en profundidad su negocio, incluso hasta me bajé la app.

-       a ti no te hará falta – me dijo ella.

La verdad es que aquello no solo era una mina de oro sino que además sorprendía de la cantidad de clientes de los que hablaba.   Me contó partiéndose de risa la cantidad de gente que yo conocía y que usaban su anónima app, bueno anónima para todo el mundo menos para Rocío.

-       no te preocupes, lo que vivimos con Ana lo repetimos cuando quieras, esa gente lo único que quiere es ser usada, que el amo les ponga o no les ponga un venda no es motivo de discusión.  Yo no lo hago mucho, pero de vez en cuando es gracioso ver como dan por el culo a Jose Perez Rodrigo.

-       ¿Jose Perez Rodrigoooo?

-       No veas como le gusta que le den por el culo con fuerza.

-       Me parto.

-       O Andrea Gutierrez.

-       ¿A Andrea?

-       O a Camilo Ferreras

-       Ese tiene pinta.

Trabajé todo el lunes pensando en Rocío y su negocio.  Las preguntas eran claves.  ¿Era legal?, ¿qué hacía con los pingues beneficios?, ¿usaba ella sus servicios?.  La verdad es que no sabía si preguntárselo o no.  Después de mucho pensarlo decidí buscar un buen momento.

La semana como digo pasó con la insistencia de Rocío para que me metiese entre sus piernas.

El viernes ella tenía reunión con su grupo de catequesis y después cena con sus amigas del colegio.  A mi me picaba bastante la polla por lo que llamé a Yolanda.  Hacía años que no me la follaba en su casa y a falta de cama propia no me quedó más remedio que “jugar fuera”, pero pasé una buena noche.  Cuando llegué a casa Rocío ya dormía.

Cuando me levanté el sábado Rocío hacía topless en a piscina de su casa.  La chica no dejaba de sorprenderme.

Esa noche mi anfitriona me invitó a cenar.  Fuimos a Treze, un restaurante gracioso cerca del colegio del Pilar y al lado del famoso Punto MX.

Después de una rica cena, me llevó a una discoteca underground en la que nunca me la hubiese imaginado y que desde luego yo no conocia.  Me hizo gracia verla bailar desbocada.  Me pregunto que pensarían nuestros comunes amigos si la viesen así.

La verdad es que después de una noche la mar de divertida volvimos a casa en taxi y con un buen nivel de alcohol en nuestros organismos.

Después de salir del baño y cuando pasé por mi habitación para dejar la chaqueta me la encontré. Rocío me esperaba desnuda y a cuatro patas abriéndose los labios mayores con las manos.

-       han pasado los 15 días.  No me puedes decir que no.

Desde luego que no le dije que no.  Agarré mi polla y sin una simple caricia o precalentamiento le metí la polla hasta el fondo de su coño.

-       sabes lo que tiro, dame sin miedo.

Y sin miedo le di sin darle cuartel y dejando que sus tetas se moviesen al compas de mis movimientos

Me hacía mucha gracia que Rocío gritase mientras me la follába.  No gritó cuando le metí anteriormente un vibrador en sus distintos agujeros, pero si lo hacía cuando mi polla entraba y salía.  Me moría de lujuria viendo como mi polla entraba en aquel coño que hasta semanas antes jamas hubiese pensado que iba a pasar.

A Rocío le cambiaba la cara cada vez que mi polla entraba en su coño.  LA tía movía la cadera con maestría acompañando mis penetraciones.  La catequista arqueaba la espalda por momentos y se tocaba las tetas cuando dejaba de arañar mi espalda.

Cuando notaba que estaba a punto de correrme le hice darse la vuelta.  Le hice apoyar su espalda contra el cabecero de mi cama.  La chica me veía con los ojos desencajados y el pelo sudado pegado a su cara.  Le metí la polla en el culo mientras le chupaba uno de sus pezones.  Al contrario de los que esperaba no aceleré mis movimientos, todo lo contrario, bajé la carencia.

-       ¿Es legal lo que haces? – le pregunté mientras la penetraba poco a poco.

-       Totalmente, en España la prostitución no es ilegal, en todo caso es la trata de blancas lo sería, yo no hago eso.

-       ¿qué haces con lo que ganas?

-       Esa es una de las dudas que tengo.  Es mucho, de verdad que es mucho.  Me tienes que ayudar, ya sabes, te cambio hosting por asesoramiento inversor y financiero.

En ese momento me corrí sin siquiera plantearme si dentro de su coño era el sitio adecuado.  Caímos los dos destrozados abrazados envueltos en sudor.  Durante 10 minutos ni hablamos, solo jadeábamos.

-       ¿Alguna otra pregunta? – me dijo mientras empezaba a recrearse.

-       Bueno si, otra.

-       ¿Y?

-       Ok, la pregunta es.  ¿Usas tus propios servicios? – la chica se me quedó mirando, no serían más de 2 segundo, pero parecía que fueron 2 horas.  Se incorporó, me cogió de la mano y tiró de mi.

-       Ven.

Andamos desnudos por la casa hasta llegar a una puerta con un teclado en un lateral, la había visto antes, pero jamás pensé en que podría haber detrás de la puerta.  Rocío tecleó un código y oímos un click.  Se abrió la puerta y pasamos a una atentica sala de torturas, aquello tenía de todo.  La chica me soltó la mano y se acercó a una pared donde colgaban dos correas.

-       átame – no tuvo de decirlo dos veces.  Cogí cada una de sus muñecas y las amarré - estira las correas, que queden tensas – lo hice – ahora coge uno de los látigos y azótame.

Sin saber exactamente de que iba aquello, cogí un látigo de muchas puntas y me puse a su espalda.

-       dame sin miedo no me quebrara la piel.

Mira su espada desnuda, su perfecto culo, y sin cortarme lo más mínimo subí mi brazo y deje caer sobre la espalda de Rocio, a la que aun le chorreaba el coño, toda la excitación que esa mujer me provocaba.

No sé quien disfrutó más, ella o yo.  Me encantó tenerla a mi disposición y hacerla gozar con cada uno de mis golpes.  Quien nos había visto a cada uno de nosotros.

Cuando la desaté tenía un charco de flujo en el suelo bajo sus piernas y jadeaba como si hubiese estado follando horas.

-       la próxima vez tienes que ponerme unas pinzas apretadas en los pezones.

CONTINUARA.