Rocío, ¿la criada? (3. Un Duro Día)
Creo que este capítulo me quedó especialmente bien y morboso.
3. Un Duro Día
Aquella mañana desperté todavía con algo de cansancio. Los nervios por lo que aquel día me esperaba no me habían dejado dormir bien. A través de la penumbra miré el reloj de mi mesita. Los luminosos números me indicaban que eran las cinco… Quedaban tres horas para que mi Ama llegará, mi madre todavía dormía y apenas iba a empezar a amanecer…
Quería poder dormir, pero me sentía muy intranquilo. Casi deseaba que no fuera a suceder lo que esperaba, echarme atrás y ya está,…, pero no podía. Al fin y al cabo ya no era una mera cuestión de si me excitaba o no, de si quería o no… Ella tenía aquel video… Y de hecho, tenía más pruebas para incriminarme. Mi mirada descendió de la pantalla del despertador a la mesilla de noche sobra la que estaba. En uno de sus cajones, el que normalmente contendría mi ropa interior ahora contenía…Bueno, mi Ama diría que seguía haciéndolo, claro que ella se había llevado mis prendas masculinas y las había sustituido por las braguitas que ayer fuimos a comprar. No necesitaba ni mirar el cajón para acordarme: las que en ese momento llevaba eran un recordatorio permanente.
Y en ese cajón había también otra cosa… El traje de doncella que también habíamos adquirido ayer. Mi Ama había sido clara cuando se marcho ayer: Debía ponérmelo nada más se fuera mi madre, para eso se aseguro ayer por la tarde de que aprendía bien como hacerlo. Era la ropa con la que hoy debía hacer las tareas de limpieza… Cuánto más cerca había sentido el momento, más abrumado había estado. Y ahora faltaba poco.
Recordé cada uno de los hechos de ayer desde que apareció por la puerta. Me veía siguiéndola por la casa solamente con sus bragas mientras me explicaba como debía limpiarse cada cosa y cada habitación. Por una vez me había alegrado de vivir en un apartamento relativamente pequeño. Y luego, la visita a la tienda de su amiga Clara… Y cuando tuve que pagarle con la virginidad de mi culito. En el viaje de vuelta, mientras me sentía algo dolorido de estar sentado, mi Ama me había dicho que, si su acuerdo con Clara para que le suministrara todo tipo de cosas para sus esclavos no tuviera como precio el romper el culito de éstos, ella me lo habría roto el primer día.
-Pero bueno, ya lo tendré si es que me apetece-me dijo.
-Sí, Ama-me había limitado a decir.
Y por la tarde me volvió a repetir la clase de la mañana. Y yo cada vez estaba más preocupado. No estaba seguro de verme haciéndolo. Y mi Ama se enfadaría…
Estaba tan absortó en mis pensamientos que no me enteré de que mi madre se había levantado hasta que oí el sonido del agua al salir a presión en la ducha. Cuando por segunda vez miré el reloj me sorprendí: eran las seis y media de la mañana. Yo también debía ir levantándome. Mi Ama quería que madrugase.
Me levanté quince minutos después, ya que todavía me permití hacerme un poco el remolón en la cama. Cuando conseguí levantarme, abrí las persianas e hice mi cama, pensando en que así adelantaría algo. Luego fui a desayunar, pero realmente apenas tenía hambre. Mi madre ya estaba en la cocina, arreglada y vestida, tomándose una taza de café mientras veía las noticias en la pequeña televisión que teníamos en una esquina de la encimera.
-¡Buenos días!-me saludó.
-Buenos días-le respondí mientras me echaba un vaso de zumo.
-Veo que hoy vuelves a madrugar-comentó.
-Sí, mamá.
-No me voy a quejar porque me viene bien salir antes de casa al no tener que esperar para abrir a Rocío. En la empresa estamos negociando un acuerdo fundamental. Aunque eso sí, me sorprende tu nueva tendencia.
No sabía que decir, así que me puse a prepararme una tostada en silencio. Ella tampoco dijo nada, así que desayunamos en silencio. Ella veía el telediario y yo fingía hacerlo, pero mi cabeza estaba en otra cosa, muy lejos. Cada minuto que pasaba acercaba lo que temía. Y mi madre, que estaba ahí, al lado, no sabía nada de lo que pasaba. Ni se lo podría imaginar, pensé, y aunque se lo contara no podía ni siquiera estar seguro de que me creería.
Finalmente mi madre se marchó a las siete y media. Era la hora de vestirse, pero yo, todavía sentado en la cocina mirando una tele apagada, me volví a demorar unos minutos antes de ir a mi habitación. Sentado en la cama abrí el cajón: allí estaban la docena de prendas que mi Ama entendía como señal de mi sumisión. Y debajo, en una bolsa blanca, el conjunto de doncella. Cogí la bolsa y saque las prendas antes de meterla de nuevo en su sitio y después me las fui poniendo tras quitarle el pantalón y la camiseta. Me puse las medias y el liguero, luego el vestido, el mandil y la gargantilla, acabando con los zapatos de tacón. Ya sólo quedaba esperar, y no mucho tiempo, puesto que eran menos diez.
Al fin, alguien llamó a la puerta y acudí lo más rápido que los tacones me lo permitían. Antes de abrir miré por la mirilla, pero mis temores eran infundados. Era ella, mi Ama. Le dí paso de inmediato.
-Bienvenida, mi Ama-la salude.
-Veo que has seguido mis deseos y que tu madre, afortunadamente, ya se ha ido esta mañana.
-Sí, mi Ama. Mi madre se marchó hace media hora, mi Ama.
-Una mujer trabajadora. No como su hijo. Pero esto último va a empezar a cambiar, ¿verdad?
-Sí, mi Ama.
-Bien. Hoy vas a tener mucho trabajo por delante y vas a empezar haciéndome un café.
-Sí, mi Ama.
-Con leche y dos cucharadas de azúcar.
-Sí, mi Ama.
Fui a la cocina y me puse a ello. Hacia dos años ya que había aprendido a hacer, aunque normalmente no tomaba café para desayunar. Me alegre de que fuera una orden que pudiera cumplir fácil y rápidamente. Cuando terminé salí al salón, donde ella se había sentado en el sillón de mi madre, se veía tranquila y relajada. Se había quitado los zapatos y sus pies, desnudos descansaban sobre la mesa. Me acerqué y le tendí la taza, colocada sobre un pequeño platillo.
-¿Lo has hecho como te he ordenado?-me preguntó.
-Sí, mi Ama-contesté.
Entonces lo cogió y le dio un pequeño sorbo. Debía estar muy caliente todavía pero no pareció importarle.
-Sí. Así es como me gusta. Lo has hecho bien.
-Gracias, mi Ama.
-Hoy vas a tener trabajo limpiando toda la casa-dijo al tiempo que dejaba el plato con la taza sobre la mesa.
-Sí, mi Ama.
-¿Recuerdas las explicaciones de ayer?
-Sí, mi Ama.
-Inspeccionaré tu trabajo y más te vale no haber cometido ningún error. Por cada cosa que tenga que corregir habrá un castigo. No te perdonaré nada. ¿Entendido?
-Sí, mi Ama.
-Pero no hay prisa, hay tiempo y antes tengo otras órdenes para ti.
-Sí, mi Ama.
-Siéntate junto a la mesa, de cara hacia mí.
Yo iba a dirigirme hacia el sofá cuando ella añadió:
-¿Desde cuando un sofá es apropiado para un esclavo? Siéntate en el suelo.
-Sí, mi Ama. Lo siento, mi Ama-dije cumpliendo sus órdenes.
Quedé sentado en el suelo, el borde de la mesa junto a mi hombro. Y entonces ella me puso el píe en la cara. Se veía algo sucio... Y aunque el olor no era intenso, tampoco agradable.
-Besa-se limitó a decir ella.
No podía negarme y llevé mis labios a la planta de aquel píe. Sentí movimiento de sus dedos en mi frente cuando mi boca rozó su piel. Aunque me retire en seguida.
-Bien. Ahora lame. Quieto sentir tu lengua en toda la planta de mi pie, esclavo.
-Sí, mi Ama.
Volví a acercarme. La verdad es que esto me daba un poco de cosa, pero también morbo. Saqué la punta de la lengua y rocé el punto en que la había besado. Pero sabía que no podría satisfacerla más que haciendo lo que me había pedido… Y a ella no le gustaba repetir sus deseos.
Cogí su pie con las manos para hacerlo mejor y pasé mi lengua desde la base del talón hasta la punta de los dedos. Luego hice el recorrido inverso, lamiendo desde la punta de los dedos hasta la parte posterior del pie. No es que fuera precisamente lo más rico que había probado nunca, pero el morbo y el estar satisfaciendo a mi Dueña me bastaba.
-Ahora métete mi dedo gordo en la boca, como si fuera un chupete.
Ni me lo pensé. Nada más oírlo bajé un poco su pie y cumplí su orden. Chupé su dedo como un caramelo, recorriendo con mi lengua la yema, la uña y todo su contorno, al tiempo que mis labios hacían movimiento de succión. Yo ya estaba muy caliente y excitado.
-Muy bien-me dijo retirando su pie-No lo has hecho mal.
-Gracias, mi Ama.
Entonces ella se abrió de piernas, apoyándolas en los brazos del sillón, mostrando al subir su vestido su almeja en todo su esplendor. No llevaba bragas.
-Venga, esclavito, yo sé que lo quieres.
-Sí, mi Ama.
Era verdad. Me acerqué a ella y mis labios fueron directos a por su monte de Venus. Había ya catado dos veces antes su conchita y le había cogido rápidamente el gusto. Mi lengua empezó a recorrer su carnosa vulva y los pliegues de su entrada mientras ella acariciaba mi pelo y me apretaba contra ella. Yo ya los conocía bien y sabía como hacerlo de manera que disfrutará todavía más.
Estaba tan húmeda que le introduje uno, dos, tres y hasta cuatro dedos sucesivos con gran facilidad. Notaba su conchita muy abierta y mi pollita, ya totalmente dura, me hacía desear poseerla. Seguí lamiendo aquella carnosa almejita mientras mis dedos jugaban y se movían en su interior.
-Hoy quiero algo más-dijo entonces.
Yo esperaba que deseara que la penetrase. Y así fue, pero no como yo esperaba. Ella hizo un movimiento y sacó algo de su bolso: un consolador. Me lo alcanzó.
-Usa esto-ordeno.
Yo me sentí algo decepcionado, pero me controle para que no se notara y me puse manos a la obra. Su abierto coñito no se resistió en absoluto y pronto, casi deslizándose por si solo, aquel pene de goma la estaba se hundió por completo en ella.
-¡Sí! ¡Así! ¡Hasta el fondo, esclavo!-me ordenó-¡Otra vez!
-Sí, mi Ama.
Yo lo saqué y lo volví a meter del todo, y así una y otra vez, cada embestida intentaba meterla más rápido y sacarla más despacio. Recordé haber leído en una ocasión que así se hacía mejor y los suaves pero intensos gemidos de mi ama parecían confirmarlo.
-Así me gusta-pudo decir entre los jadeos-Lo haces bastante bien.
-Gracias, mi Ama.
Le respondí sin dejar de introducirle aquel gran consolador cada vez más duramente. En ese momento sólo podía pensar en lo caliente que estaba y en que deseaba cogerme aquel coñito con mi propia polla. Pero si mi Ama no me dejaba debía someterme. Eso era parte del morbo de aquella “relación”. No sabía cómo había podido pasar, ni en que momento exacto, pero ya había asumido por completo mi esclavitud y la idea de no obedecer, de no someterme a mi Ama me parecía sencillamente imposible.
Un pequeño grito rápidamente contenido me indicó que mi Ama acababa de llegar al orgasmo. En efecto, su conchita estaba totalmente mojada y sus jugos brotaban suavemente de ella, como agua que desbordara. Su mano se acercó y retiro el consolador de su interior.
-Toma mi néctar-ordenó.
Yo me acerqué y empecé a lamer su caliente piel. Sus jugos aún salían, perezosos, por su abierta ranura, y yo los tomé directamente, succionando a veces. Llenaron mi boca y empaparon mi lengua. Su sabor, al que ya estaba acostumbrado y conocía, me encantaba, y me lo fui tragando todo con deleite. Creía haber acabado con todo, pero entonces ella me volvió a acercar el consolador. La punta iba directa a mi cara.
-Todo mi néctar, esclavo.
Yo levanté la vista y, sumiso, abrí la boca. Ella me introdujo el húmedo juguete hasta la garganta y, cuando a los pocos segundos lo sacó, lo deje con mi lengua totalmente limpio de los efluvios que conservaba de mi Ama.
-Levanta-me dijo entonces.
Yo lo hice y ella entonces se sentó, poniendo sus pies en el suelo y quedando su cabeza a la altura de mi cintura.
-¿Estás caliente, esclavo?
-Sí, mi Ama.
-Vamos a verla-dijo. Sus manos levantaron las faldas del vestido y sacaron fuera mi miembro, firme y tieso-Sí, sí que está preparada para la acción. No está mal.
-Gracias, mi Ama.
Sus dedos rodearon mi miembro suavemente y comenzó a masturbarme. Me la rodeo por completo con su mano, haciendo retroceder y avanzar la piel. El tacto de su mano era suave y calido y al poco empezó a hacérmelo con más fuerza, en grandes movimientos en que su mano recorría rápidamente mi falo, se quedaba quieta un momento, y luego hacia el gesto contrario igual de veloz. Yo esperaba ansioso, deseando que se la metiera en la boca.
Y ella entonces me sorprendió. Cogió la taza de café e introdujo la punta de mi verga en ella. ¡! Aún estaba bastante caliente, aunque no quemaba. Al sacarla empezó a gotear, y ella se la introdujo en la boca, comenzando a succionar hasta que me la dejo seca. Y volvió a hacerlo igual, introduciendo por segunda ver mi polla en el café. No se sentía diferente de si fuera agua caliente, y me resultaba muy morboso. Hacía con mi polla como si fuera un churro, mojando y chupándola después.
Estaba muy caliente y no aguanté mucho más. Le avisé, como pude entre mis gemidos, de que iba a terminar.
-Voy a acabar ya, mi Ama-musité.
Ella, sin decir nada, volvió a masturbarme aunque esta vez con mucha rapidez. Y cuando vio que estaba a punto volvió a meter la cabeza de mi polla en el café. Y empecé a eyacular con fuerza, sentía mi corrida salir y mezclarse con la bebida. Ella seguía masturbándome, aunque con cuidado para no derramar nada,… Cualquiera diría que se estaba echando sacarina o algo similar en el café del desayuno, con la tranquilidad de quién lo hacía cada día.
Cuando notó que había terminado, por la relajación de mis jadeos, la sacó. La cabecita de mi miembro goteaba café y aún tenía adherido un hilillo de mi semen saliendo del pequeño agujerillo. Ella, sin más, se la volvió a introducir en la boca y sentí su lengua recorriéndola hasta que la sacó, ya limpia.
-Muy bien, esclavo-dijo ajustándome las bragas y el vestido-Ahora, puedes empezar a trabajar.
-Sí, mi Ama-asentí.
Entonces me dirigí al cuarto de la limpieza para recoger las cosas para limpiar. Lo último que vi antes de perder el salón de vista fue a mi Ama poniéndose la televisión mientras seguía tomando tranquilamente su café.
Dos horas y media me llevo el mismo trabajo que el día anterior ella había hecho en una. Cuando finalmente pude presentarme ante mi Ama para decirle que había terminado, estaba totalmente agotado. Nunca me había sentido tan agotado.
-Ya he terminado, mi Ama-me limité a decir.
-Bien-asintió sin mirarme. Ella seguía cómodamente sentada en el sillón de mi madre, viendo la televisión-Ahora iré a comprobarlo.
Yo no sabía que hacer, así que permanecí un momento a su lado, de pie, esperando más instrucciones. Pero ella parecía no hacerme caso. De todas formas estaba cansado y sólo quería sentarme un rato.
-¿Puedo sentarme, mi Ama?-me atreví a preguntar.
-No-fue su seca respuesta. Su negativa me molestó, pero no pude menos que aguantarme.
Hubo un rato más de silencio hasta que ella me preguntó:
-Dime, ¿tu madre esta divorciada, verdad?
-Sí, mi Ama.
-¿Desde hace mucho?
-Tres años, mi Ama.
-¿Ha tenido novios, amantes o algo así desde entonces?
-No, que yo sepa, pero no podría afirmarlo con seguridad, mi Ama.
-¿No ha traído nunca hombres a casa?
-Al menos no cuando yo estaba, mi Ama.
La verdad es que no entendía el sentido de sus preguntas. ¿Por qué le interesaba de repente la vida amorosa de mi madre?
-¿Suele salir, irse de fiesta o algo?
-Los jueves y los viernes, por la noche, suele salir con unas amigas; y los fines de semana no son uniformes, mi Ama.
-¿Mañana saldrá?
-Supongo, mi Ama.
-¿A qué hora?
-Suele hacerlo por las ocho, mi Ama.
-Bien. Por cierto eso me recuerda que ya es momento de que sepas algo. Esta tarde a las siete te recogeré en la puerta del bloque de pisos. No bajaré, sólo parare un segundo en la puerta y tendrás que montarte rápidamente. ¿Entendido?
-Sí, mi Ama.
Me hubiera gustado preguntarle, pero sabía que ella no me diría nada que no quisiera hacer.
-De momento no necesitas saber nada más-dijo, como leyéndome la mente-Y ahora, examínenos tu trabajo.
Ella fue habitación por habitación, comprobándolo todo. Yo la seguía, un tanto angustiado de que hubiera cometido muchos errores. Y lo cierto es que lo esperaba, al fin y al cabo, era la primera que limpiaba algo en mi vida. Sólo me preguntaba cuál sería el castigo que me impondría…
Pero en cualquier caso, ella no decía nada. Examinaba cada estancia a conciencia, pero debía estar esperando a haberlo visto todo para lanzar su sentencia. Me limité a intentar controlar mis nervios. Finalmente, llegamos al dormitorio de mi madre. Esa era el único lugar que quedaba. Una vez lo hubo revisado, se quedo un momento quieta, parecía pensativa. Imagine que estaba pensando qué hacerme por todos los fallos que habría visto.
-Esclavo-dijo de repente.
-¿Sí, mi Ama?
-¿Cuánto tiempo crees que me llevará corregir lo que has hecho mal?
-No lo sé, mi Ama-admití, temeroso.
-Cinco minutos. He de admitir que no lo has hecho tan mal como esperaba, para ser tu primer día. Pero los errores que hoy te corregiré para que lo veas, no se perdonaran de nuevo. Y está vez hablo en serio.
Yo estaba a punto de respirar aliviado cuando se acercó a mí. En su rostro destacaba una sonrisa maternal que no era la primera vez que me dedicaba. Se veía muy dulce en su rostro, pero yo ya conocía lo que realmente significaba.
Cinco, una por cada minuto según supuse, fueron las duras bofetadas que me propinó. Recordé entonces que aquél día todavía no me había dado ninguna. No sabía si eso la disgustaba o no.
-Ahora después, te mostraré tus fallos y mañana no estará, ¿verdad, esclavo?
-Así es, mi Ama.
-Tienes que limpiar mejor o no estaré contenta, ¿y no quieres eso, verdad?
-No, mi Ama.
-Dime, ¿estás cómodo con tu ropa de esclavo? Responde con sinceridad.
-No estoy mal, mi Ama.
-¿Qué pensaría tu madre si de repente apareciera por esa puerta y te viera así?
-No lo sé, mi Ama-le respondí. La verdad es que no quería ni imaginarlo.
-¿Y si me viera darte una bofetada de esta manera?-volvió a preguntar mientras, efectivamente, su mano me cruzaba la cara.
-No lo sé, mi Ama-repetí…. No entendía a que venía aquello, pero mi polla empezaba a reaccionar, no sé por qué.
-Si estuviera ahí, con la puerta entreabierta, espiándonos sin atreverse a entrar y me viera manosearte el culito-mientras decía aquello se acercó, pegándose a mí y sus manos apretaron mis nalgas por encima de la ropa-De esta forma, ¿qué pensaría? ¿Crees que se excitaría, se molestaría? ¿O no lo sabes, esclavo?
-No puedo imaginarlo, mi Ama.
-¿Sabes que es lo que vería después?
-No, mi Ama.
-¿Y quieres saberlo?
-Sí, mi Ama.
-Pues vería como te pones a cuatro patas sobre su cama, mirando a la cabecera.
Sabiendo que era lo que quería, me subí a la cama, en la posición que había dicho. Ya volvía a estar excitado… Aquel era el mismo lugar en que me había sometido por primera vez hace nada más que dos días. Y me preguntaba que estaría planeando.
-Y a continuación me vería mí-siguió diciendo ella-Quitándome el vestido-escuche como lo hacía, en efecto, aunque no podía verla-Y ajustándome una correa-y entonces empecé a saber qué iba a hacer-¿Y sabes que lleva esa correa que tu madre me estaría viendo ponerme, esclavo? Esta pregunta es para que la contestes de verdad.
-Un consolador-dije, sabiendo ya lo que se proponía. Después de mi experiencia de ayer, la verdad es que no me causaba asco ninguno, aunque temía que volviera a dolerme. Por otro lado, la idea que intentaba meterme en la cabeza para que imaginara a mi madre mirando escondida… Me daba morbo, sí, pero también un poco de mal rollo.
-Exacto-dijo. Su voz sonaba más cercana y de repente, sentí sus manos en mi culito-Y vería entonces como le quitó la ropa interior a su consentido niñito, un niñito con unas braguitas muy monas-sentí sus manos y el roce de la tela al bajar por mis piernas-¿Y qué vería a continuación?
Antes de que pudiera decir nada, sentí su lengua en mi culito, lamiendo mi pequeño orificio mientas sus manos abrieron mis nalgas para darle acceso. Sentí la humedad invadir mi pequeño espacio mientras ella avanzaba, penetrándome todo lo que podía. Mi pollita palpitaba, erecta pero sumisa. Yo, caliente y adivinando sus planes, solamente podía desear que pasara a sodomizarme… Um… Me daba morbo pensarlo, y también esa palabra…sodomizar…Me daba una idea de sumisión, humillación, total esclavitud ante los deseos de mi Dueña. Mi Ama me iba a sodomizar y todo mi ser lo deseaba. La verdad es que lamentaba que mi Ama no hubiera sido la primera, pero eso no contaba ya, sólo quería sentirla entrando dentro de mi culito, rompiéndome y haciéndome su putita…
Ella entonces me introdujo un dedo. Estaba tan mojado que entró con facilidad. Y luego fueron dos y tres. Los notaba entrar, jugar en mi interior, rozando mis entrañas, presionar, arañar, salir y volver a empezar.
-¿Y qué vería ahora tu madre si siguiera espiándonos desde la puerta? Dímelo, está vez tú vas a marcar el siguiente paso.
Yo me quedé perplejo un momento, pero en seguida creí intuir lo que quería. Pensé un momento y respondí:
-Creo que lo siguiente que vería sería a su consentido niñito suplicando a su Dueña que por favor le penetrara de una vez, mi Ama.
-Estoy de acuerdo, esclavito. Vamos a verlo.
-Por favor, mi Ama, penétrame.
-¿La quieres dentro, verdad?
-Sí, mi Ama.
-¿Te gustó recibir verga ayer y quieres repetir, eh?
-Sí, mi Ama.
-¿Por qué?
-Porque soy una putita hambrienta de polla-le respondí, recordando las palabras de Clara.
-Exacto, esclavito. Y yo te daré lo que quieres.
Entonces finalmente se subió a la cama. La note colocarse detrás de mí, sus manos en mis caderas y, sí, la punta de aquel consolador entre mis nalgas. No quise mirarla para confirmarlo, pero hubiera dicho que era más grande que el de Clara.
Y empezó a entrar. La punta presionó contra mi mojado agujerito y éste fue cediendo paulatinamente. El glande que sentí enorme me abrió como una flor al entrar devastador en mis entrañas. Yo contuve un grito de dolor cuando me noté totalmente inundado y lleno al entrar toda aquella gran masa en mi culito. Mi Ama empujó y me la metió hasta el fondo de una sola embestida.
-¿Qué crees que pensaría tu madre viendo como su niñito, vestido de criada y con unas braguitas por los tobillos, es penetrado por la supuesta doncella? ¿Crees que se excitaría, que se masturbaría mirando?
-No lo sé, mi Ama-volví a responder, cada vez más excitado mientras mi culito se iba acostumbrando a esa gran polla.
Y la noté entonces moverse. En mi culito sentía claramente aquella verga saliendo, lentamente, para volver luego a clavarse hasta el fondo de un severo empujón.
-¿Te gusta, esclavo?-dijo sin dejar de embestirme cada vez más fuerte.
-Si, mi Ama.
-Pues díselo a tu mamita, que lo sepa mientras está ahí tocándose…
-¡Ah, mamá! No sabes como disfruto con una buena polla en mi culito, con mi Ama cogiéndome duro…-pude decir entre gemidos, aunque me daba algo de corte.
-Así me gusta. ¿Ves? Tu hijo es un pervertido y una putita-dijo, fingiendo también hablar a mi madre-¿O me equivoco, esclavo?
-No, mi Ama. Soy tu esclavo y tu putita, mi Ama.
-Exacto. Más os vale ir aceptándolo a los dos, que eso ya no va a cambiar.
-Sí, mi Ama.
Yo ya jadeada. Mi miembro se agitaba duro y lo sentía chocar contra mi piel. El suyo me seguía abriendo el culito, ya totalmente sometido a su deseo, suministrándome grandes corrientes de placer. Sólo quería que mi Ama no dejara nunca de follarme tan rica y duramente, quería que me hiciera por completo su putita…
Entonces ella se apoyó sobre mí y alcanzó una foto que había en una de las mesillas de noche. Era una foto de mi madre en la playa, llevaba un bikini. Era del verano pasado.
-¿De cuándo es esta foto?-me preguntó sin dejar de cogerme.
-Del verano pasado-le explique.
Ella entonces me rodeo con el otro brazo y me hizo quedar de rodillas, mi espalda contra su pecho y con aquel duro miembro metido hasta el fondo de mí ser. Ella dejo la foto delante de mí y su mano rodeo mi pollita, empezando a masturbarla.
-Yo diría que nos mira, ¿no esclavo?
Tardé un segundo en ver que se refería a la foto.
-Sí, mi Ama-le dije.
La posición, con ella de rodillas detrás de mí y yo igual pero delante, hacia casi imposible un movimiento de penetración, pero sentía aquella verga clavada en mi culito y su mano me masturbaba cada vez más rápidamente.
-Mira la foto-me ordenó.
Yo lo hice. Me daba un poco de cosa, pero el morbo la superaba ya ampliamente. La foto había quedado sobre un cojín, prácticamente frente a mi duro miembro.
-Sí, mi Ama-confirmé.
-Imagínate que, cuando estás a punto de acabar, la llamó. Ella se sorprende, estaba masturbándose escondida en la puerta. Pero viene…-hace una pausa. Su descripción ya me tenía todo excitado y quería que continuara-Y yo dirijo tu polla a su cara y le dijo que quiero ver la leche del hijo en la cara de la madre-al tiempo que decía esto apuntaba mi polla hacia la foto-Y entonces ella se acerca y se prepara para recibirla, porque resulta que la madre es tan puta como el hijo. ¿Lo imaginas?
-Sí, mi Ama.
-Mira, ella espera tu leche, ¿vas a tardar mucho?
-Ya casi estoy, mi Ama…
Y era verdad… Al poco tiempo sentí la llegada del orgasmo.
-Ya llego, mi Ama-avisé.
-No dejes de mirar la foto-me recordó.
Y entonces mi pene empezó a echar todo lo que llevaba dentro. Ella no dejo de masturbarme mientras eyaculaba y mi semen brotó con más fuerza de la que habría visto nunca. La imagen de mi madre fue poco a poco cubierta con mi corrida, en la cara, las tetas… por todo el cuerpo, y por el resto de la foto, el marco,… ¡Dios! Nunca había llegado de manera tan placentera.
Quedé un momento quiero. Sus manos seguían en mi vientre y en mi pene, que ya perdía fuerza. Yo me quedé un momento en blanco, respirando tranquilamente para relajarme tras aquel gran orgasmo que mi Ama me había dado.
-¿Has disfrutado eh, putita?-dijo mi Ama al fin.
-Mucho, mi Ama.
-Te he vuelto a recompensar con más de lo que te habías ganado.
-Sí, mi Ama.
-Así que espero que esta tarde te comportes cuando te llevé al trabajo que te tengo preparado.
-Sí, mi Ama.
Entonces la sacó y se retiro de la cama.
-Lo que más me gusta es que tu madre dormirá tan tranquila aquí esta noche sin saber que horas antes su niñito mimado ha recibido lo suyo en ese mismo lugar.
Lo entendía. A mi también me daba morbo.