Rocío, ¿la criada? (11. Día de Chicas)
Tras una semana de "agotadoras labores", Silvia tendrá un día libre...
11. Día de Chicas
La luz del sol entraba a raudales a través de la ventana, iluminando por completo la habitación, para cuando desperté, por lo que lo primero que pude pensar al empezar a despejarse mi mente es que no estaba siendo muy madrugadora. De hecho, sentía muy poquitas ganas de levantarme de la cama…Estaba muy cómoda en la cama, acostada sobre un revoltijo de sábanas. Me sentí de repente un poco rara, pero enseguida supe el porqué: no llevaba mi habitual pijama sino un camisón de mi madre que Raquel había sacado de su armario. Frotándome los ojos me dije que no deberíamos habernos quedado las dos hasta tan tarde, tras la marcha de los clientes, haciendo tonterías…
En la silla de mi escritorio, junto a la cama, vi amontonadas las prendas de anoche: el vestido con la colita de conejita, las orejitas, hasta la peluca. Sonreí recordando como Manuel y sus dos amigos se habían marchados más que contentos: nuestra Ama estaría satisfecha y sólo con pensar en haberla complacido ya me contentaba. ¿Qué estaría haciendo mi Ama en ese momento? Dijo que tendría un fin de semana ocupado… ¿Y mi madre?... Lo cierto es que me sentía algo extraña…Estaba acostumbrada a que fuera una presencia diaria y no haberla visto ya en dos días se me hacía raro…
Unos repentinos ruidos, apenas audibles y que parecían venir de la cocina, me sobresaltaron. Me había parecido que la casa estaba silenciosa, pero de repente escuché más sonidos. Supuse, claramente, que debía ser Raquel, que había dormido en la amplia cama de mi madre y que ya se habría levantado. Eso terminó de ayudarme a decidirme y, aunque me costó un poco, logré levantarme. Así, como estaba, llevando sólo el camisón y debajo mis braguitas, me puse unas zapatillas y marché, un poco tambaleante, a la cocina.
Allí estaba Raquel. Al entrar en la cocina me daba la espalda, estando haciendo algo en la cocina, pero viendo su espalda desnuda vi que sólo llevaba un gran delantal, aunque el claro tono de su piel y sobre todo sus bien dispuestos rizos rubios delataban que debía de haberse duchado y aseado. Un agradable aroma, dulce, me llegó de repente, y al ver dos platos en la encima, uno con huevo batido y otro con leche, adivine, encantada, que estaba preparando unas deliciosas tostadas francesas.
-¡Buenos días, Silvia!-me saludó, dándose la vuelta finalmente-Veo que por fin has decidido levantarte-me dijo, pero con un tono alegre que hacía imposible pensar que me estuviera regañando-Espero que tengas hambre-añadió, dándose la vuelta, vigilando la sartén en la que estaba calentando las tostadas-Ya es que he preparado tu desayuno favorito.
-Sí-asentí-Has sido muy amable-le agradecí el detalle.
-¡Oh, no hay de qué! A mí también me apetecía un buen desayuno. El café estará también pronto.
-Perdona. Se me olvidó ponerme el despertador-dije. Estaba extrañada, tras haberme acostumbrado rápidamente a ser sumisa y servicial para con mi Ama, que ahora fuera a ser servida yo…Y menos por quién, según había quedado claro el día anterior, era mi superior en la “jerarquía” de esclavas por su mayor antigüedad. Comentar lo del despertador me pareció más adecuado que preguntarle por qué no me había despertado, dado que me parecía que hubiera sonado descortés para con su gesto.
-No tienes que preocuparte y sí que relajarte.
-¿Relajarme?-realmente estuve tentada de pellizcarme para ver si estaba soñando o de verdad estaba despierta.
-Verás-siguió hablando mientras disponía las ya preparadas tortitas en una bandeja, que procedió a llevar a la mesa-Nuestra Ama, que me ha llamado esta mañana, me ha dicho que está muy satisfecha y contenta con nuestra labor y-me miró-sobre todo con tu primera semana, pero que hoy no tiene ninguna labor especial para nosotras, por lo que es como si tuviéramos el día libre.
-¿El día libre?
-Sí. Sólo nos teníamos que ocupar de las tareas cotidianas, la limpieza y eso-explicó, quitándole importancia a esas tareas con un gesto-Pero no te preocupes, hoy me encargo yo de todo.
-¿Por qué?-realmente no entendía nada-Pensaba que eras,…, que estabas al mando.
-¿Al mando? –rió-No, eso era sólo para el trabajo. Aquí sólo una persona puede disponer de nosotras y es nuestra Ama…Creo que nuestra Ama pensaría que te habías ganado una de sus,…, maternales sonrisas-dijo, insinuante.
-No te olvides de informarle-le dije, ciertamente sin segundas intenciones ni recochineo, sino imaginado ya de antemano como mi Ama me reclamaría el cumplimiento de mi castigo.
-Dalo por hecho-asintió ella, que seguía con sus cosas, llevando ahora la sartén al fregadero, donde la puso en remojo-Pero lo que quería decirte es que tú y yo estamos, ahora mismo, en igualdad. Somos compañeras de esclavitud. Y hoy quería hacerte el favor, ¿o es qué te molesta?
-No-respondí-Sólo que estaba un poco…No me lo esperaba.
-No te preocupes. Sólo siéntate y desayuna…Ya está el café-procedió a ir a la cafetera y a servir, al poco, dos tazas-Hay zumo de naranja que traje ayer, si quieres también.
-Gracias-asentí-Pero voy a ir antes al baño…Al menos para echarme un poco de agua a la cara. Que tú te has lavado y estas guapa, pero yo estoy desgarbada.
-¡Qué va!-sonrió, recorriéndome con la mirada-A mí, así, “desgarbada” como dices, sólo con ese camisón, bien podrías excitarme-no pude evitar sonreír ante su comentario-¡Eso quiero!-dijo-Verte contenta. Pero ve y vuelve antes de que se enfríe el desayuno.
-Sí-asentí, saliendo casi corriendo en dirección al servicio, donde apenas estuve lo justo para pasar por el retrete y para lavarme rápidamente las manos y la cara, sin parar a peinarme si quiera más allá de aplastarme un poco el pelo con agua. Lo cierto es que tenía hambre y eso me impulsó bastante. Cuando volví la mesa estaba totalmente servida, con las tostadas, las dos tazas de café y dos vasos de zumo. Raquel ya se había sentado y, tras espolvorear sobre ella un poco de azúcar, se comía la primera tostada. Yo, tras sentarme, la imité.
-Has ido rápida, ¿eh?-me preguntó.
-Sí.
-Ahora estás bien pero para esta tarde nos vamos a tener que encerrar largamente en el baño-hizo una pausa mientras bebía un poco de zumo-Tenemos que ponernos bien guapas para salir.
-¿Salir?
-Sí. Salir. Ya verás. Será como tener un día de chicas, tú y yo, como buenas amigas.
-¿Salir? ¿Te refieres fuera de casa?-le pregunté, aunque sabía lo tonta que le iba a parecer, dejando a medio masticar en mi boca media tostada.
-¡Pues claro que fuera de casa!-rió-¿A qué viene esa pregunta?
-Pero… ¿Qué salga contigo disfrazada de chica?...-la idea me ponía nerviosa. Me había adaptado a ir con ropa femenina en casa y me gustaba…Pero, ¿salir fuera? ¿A la calle?
-Primero-empezó a responder con tono repentinamente serio-No saldrías disfrazada de chica, sino vestida-recalcó esta última palabra-Y segundo, no tendrías que preocuparte por tu aspecto ni por lo que dijeran, porque iremos en mi coche a zonas “seguras” y sobre todo, porque te pondré tan guapa que tendrás que se la pondrás dura a más de uno-concluyó, agradablemente de nuevo con tono jocoso-Tengo un plan. Ya verás. Lo vamos a pasar más que bien.
-¿Qué tienes pensado?-le pregunté.
-¿Prefieres que te lo diga en lugar de que sea una sorpresa?
-Eh…-no supe que contestar.
-Bueno. Te adelantaré que iremos un rato de compras-dijo, claramente entusiasmada con la idea-Sobre todo para ti-señaló-Que ya vi anoche que tienes un armario pobre, pobre, tía-me hizo gracia su tono, que me sonaba a “pija”-Sólo tienes ese traje de doncella, que está en la cesta de la ropa sucia y que ahora pondré a lavar, la de colegiala, ese vestido tan mono oriental y lo de ayer, además de ese camisón, aunque no te queda del todo bien…-repitió la lista que le había hecho ayer…Me asombró que se acordara de todo tras haberlo visto una vez, aunque tampoco es que fuera mucho-Como tu amiga, es mi deber ayudarte en ese respecto-concluyó.
Lo cierto es que, tardé un poco, pero entendí al poco lo que eso suponía.
-Entonces, ¿pasaremos por la tienda de Clara, no?-le pregunté directamente.
-Sí-asintió tras una breve pausa, como si meditará la respuesta, lo que me hizo sospechar que había algo más de lo que no tenía ni idea.
-¿Y qué más?
-No me vas a sacar más información, Silvia-respondió, tajante, antes de sacarme la lengua, burlona-Tendrás que esperar.
-De acuerdo-alcé las manos ligeramente como señal de rendición, antes de seguir comiendo, en silencio, hasta que me terminé todas las tostadas que me había servido y me sentí llena-¿Sabes?-pensé de repente.
-¿Qué, Silvia?
-Nunca me preparaste un desayuno así cuando éramos novios-comenté.
-Es verdad-admitió, terminándose a su vez el zumo que le quedaba-Pero quizá sea porque me gustas mucho más ahora.
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Después del desayuno había pasado una larga mañana. Después de una semana en que me había ido acostumbrando a usar aquellas horas para limpiar la casa me aburrí un poco sin nada que hacer mientras Raquel insistía en encargarse de todo. Según ella, lo único que lamentaba era no haberse traído ella misma su propia ropa de doncella –al imaginarla con ella puesta lo cierto es que yo también lo lamenté.
Así que me dediqué gran parte de aquella mañana a ver videos de humor en la red mientras mi ex, como había comentado antes, más atenta y más laboriosa de lo que nunca la había visto cuando salíamos, limpiaba habitación tras habitación y más tarde se dedicaba a preparar unos espagueti a la carbonara para que comiéramos. Mi antiguo yo se habría encontrado como en el paraíso en tal situación, pero como Silvia me sentía un poco mal. Raquel finalmente me tranquilizó cuando, al insistir yo por décima y última vez en, por lo menos, ayudarle, me dijo que ya le devolvería el mismo favor algún día cercano.
Mi habitación, que era la parte que tradicionalmente más había conocido de mi casa, fue la última que atendió. Yo, que en ese momento estaba absortó en la pantalla, ni siquiera la escuché al entrar y de hecho me sobresalté cuando de repente sentí una de sus manos posarse en mi hombro.
-¡Ah!-salté, volviéndome. Ella reía, contenta de haberme cogido desprevenido-Eres tú.
-El concursante más patético del día-se escuchó la voz de uno de los locutores del programa que estaba viendo-Se ha comido la zamburguesa entera.
-¿Necesitas que salga?-le pregunté, deteniendo el video y guardando la página.
-No-me contestó-Lo cierto es que tu habitación la haré un poco rápida. A la comida le queda poco por lo que he visto al pasar por la cocina.
-Bueno. No pasa nada-comenté.
-¿Así que sigues viendo ese programa?-me preguntó.
-Sí-respondí-A mí me gusta. ¿Por qué?
-Por nada-contestó-Pero por un momento pensé que te pondrías a ver otra cosa-dijo con un tono que dejaba claro a que “otra cosa” se refería.
-Hace al menos una semana que no veo nada de eso-le contesté, sonriendo.
-Ya me imagino.
Lo cierto es que, en toda la mañana, apenas había pensando en ello y eso a pesar de haber vivido la semana más sexualmente activa de mi vida…Quizá era por eso. Pero al haber sacado el tema y al tenerla a mi lado…Se había vestido para limpiar y ya no estaba desnuda bajo el amplio delantal, pero aún así seguía viendo, con los ojos de la imaginación, su bello cuerpo…Además, tras el duro trabajo con el calor del verano, estaba bañada en sudor y me encontré con que eso me gustaba…
-Pero, bueno-me dijo ella, adivinando lo que pasaba por mi mente-No te emociones, Silvia. Vamos a reservarnos, las dos, para cuando salgamos. ¿De acuerdo?
-De acuerdo-accedí, conteniéndome el reclamarle que había sido ella la que me había empezado a animar.
-Bueno, voy a ponerme a ello-dijo, empezando a trabajar con el plumero, que había llevado colgando de la cintura.
Yo dejé entonces de ver el programa, cerrando la página, y me quedé ver como hacía las sucesivas tareas. Se movía con más agilidad y rapidez que yo, sin duda por tener más experiencia limpiando, aunque nunca lo había hecho en mi casa. No pude evitar imaginármela vestida de doncella…Sus rubios cabellos destacarían más con el tono oscuro de esa ropa…Recordé como, en parte, todo aquello había empezado por cómo me excitaba con mi Ama, cuando pensaba que era una mera criada…Que tonta me parecía ahora el haber pensado eso.
Ella, por supuesto, no dejó de percatarse de cómo la observaba, pero en principio no dio muestras de darse cuenta y se limitó a seguir con el trabajo. Hasta que, en un momento en que estaba barriendo, finalmente y, sin dejar de hacerlo, me dijo de repente:
-¿Qué, te gusta mirarme trabajar?-el tono, aséptico, me impidió distinguir si era una especie de nueva insinuación o es que estaba realmente molesta.
-Me gusta mirarte-le respondí y, queriendo evitar meteduras de pata, añadí rápidamente, intentando ser halagadora y educada-No puedo evitarlo. Lo siento.
Ella, sin embargo, sonrió, y, acercándose a mí tras dejar la escoba apoyada contra la pared, me dijo:
-No te preocupes. Es normal.
-Creo que tendría que ir a ver cómo va la pasta-le dije-Si no me va a ser duro lo de reservarnos para esta tarde.
-¿Sabes? Creo que he sido muy dura contigo al respecto.
-¿Ah, sí?
-Sí-ya estaba a mi lado, su voz sonaba cada vez más sensual-Me parece que, para completar esta agradable mañana que te he dedicado, podría hacerte un pequeño favor para que la espera fuera más…llevadera.
-¿De verdad?
-Claro…-en ese momento se arrodilló delante de mí y yo ya intuía a que “favor” se refería…Mi amiguita empezaba a despertar, pero intenté contenerla…Quería que fuera Raquel quien la despertara-Si tú quieres, claro.
-Claro que quiero-dije, ansiosa ya de que comenzara.
-Eso pensaba…Ahora, como te dije esta mañana en la cocina…-se colocó entre mis piernas y subió mi camisón para alcanzar con sus manos mis braguitas, bajo las cuales a duras penas contenía mi herramienta…-Relájate…Relájate y disfruta.
Concluyó sus palabras bajando mi ropa interior…Yo me alcé ligeramente para que obrara con más movilidad y sentí como las deslizaba hasta mis tobillos, además de que no dude en subirme primero y luego quitarme del todo el camisón, para que no le molestara…
Mi pollita estaba todavía más adormilada que despierta cuando su mano alcanzó mis huevecitos, que acarició suavemente. No necesité más y no pude ni quise resistir. Como un mástil alzado en la nave por los fuertes marineros, así se fue levantando mi mástil, firme y duro, sólo con sentir las yemas de los dedos de ella rozando mis testículos.
-Esta es una de las cosas que más me gusta de una buena polla como la tuya, Silvia-me dijo-Es ver cómo empieza pequeñita y blandita y como va creciendo y endureciéndose cuando mis manos van a por ella.
Pero no espero a que se pusiera dura sólo con los dedos de su mano izquierda, que ahora rodearon por completo mis genitales, que reposaron en su palma mientras pasaba a “amasarlos” suavemente. Su diestra, al tiempo, fue a rodear el firme mástil…Sentí sus dedos recorrerlo, como buscando la mejor parte para posarse, y luego rodearlo, acomodándose en rededor de él, todavía sin hacer más, pero haciendo que bajo ese abrazo mi verga terminará de endurecerse.
-Te seré sincera, Silvia-me dijo, fijando en mí sus azulados ojos-No es la más grande que he tenido entre mis manos, ni la más gorda…-se fue introduciendo entre mis piernas sin dejar de mirarme-Pero si la más bonita y la más…sabrosa.
Terminó sus palabras, como a modo de demostración, besando suavemente la cima de mi polla, cubierta todavía en gran parte por mi piel. Al poco y sin dejar de besar suavemente la cabecita de mi polla, su mano derecha empezó su ascensoril recorrido: bajando y subiendo. Empezó moviéndose como con desgana, como arrastrada mal de su grado y con esfuerzo. Pero poco a poco fue aligerando y no tardó en ir marchar a buen ritmo, como si botara sobre mis huevos, yendo desde la punta hasta la base. ¡Oh! Hacía ya un tiempo, en nuestros primeros días saliendo, que le había mostrado el ritmo que más me gustaba para tocarme y me demostraba que no lo había olvidado. Pero ella no se iba a limitar a masturbarme.
-¿Sabes una cosa que me da especial morbo?-me preguntó.
-No, ¿qué?-le respondí.
-Imaginarte con tu madre…El video que me enseñó nuestra Ama me dio tanto morbo…Me hice dedos en honor de cómo te la cogiste-me sonrió, picarona.
No pude evitar recordar el momento y como había gozado en aquella pequeña orgía con mi Ama, mi madre y Sonia…Y el despertar del día siguiente…
-¿Lo has hecho alguna vez más con ella?-me preguntó, sin dejar el ritmo en ningún momento…
-Una vez-respondí, sin complicarme en pensar con cuánta sinceridad debía hacerlo.
-Y en esa ocasión… ¿Te cogió tu madre?
-Sí-admití…Y le hubiera preguntado a qué esa duda, pero el placer me llamaba con fuerza y, cerrando los ojos, me centré en él…
-Me gusta ver en mi mente a tu madre tomando tu culito a placer-dijo, como respondiendo a la pregunta que no había formulado.
Pero no haría más preguntas de momento, sino que apartando la mano, fue directa con su boquita a por mi polla, que se introdujo de una vez completa en mi boquita. El duro tacto de sus dedos dejó paso a la suavidad de su boquita y a su suave y traviesa lengua, que sentí restregarse contra mi mástil mientras sus labios hacían movimientos de succión en torno a éste.
Como un rayo que me atravesara, así sentí el placer que me provocó, brotando como una corriente sin control que luego se expandía por mi sistema nervioso, llenando mi cerebro de una espléndida sensación. Sentí sus labios presionar mientras iba alzándose, como si su boca se rebelara y quisiera mantener mi mástil en su interior. Un excitante sonido restalló cuando se la sacó del todo, que me recordó a los morbosos sonidos de las pelis porno.
Pero no estuvo mucho tiempo quieta, sino que pronto volvió a tragarse mi pollita. Empezó a moverse en una rápida garganta profunda, con la ansiedad con la que bebería agua un sediento tras dos días perdido en el desierto. Su lengua jugaba en torno del mástil todo lo que podía mientras su boquita me rodeaba mi pollita, que sentía la cálida humedad envolviéndola… ¡Oh! Era una de las mejores sensaciones que podían imaginarse.
-¿Sabes otra cosa que me imagino?-dijo, antes de pasar a dedicarse a lamer mi polla. Veía como ascendía, acariciando con su lengua desde mis testículos hasta la cabecita de mi rosado glande.
-¿Qué?-pude preguntar…El placer era tal que tuve problemas para intentar decir nada más.
-A tu padre…Seguro que él también tiene una herramienta tan sabrosa como la de su hija…
-…-no pude ni quise responder a eso…Ya mi Ama me había hecho algunas preguntas respecto a mi padre en una ocasión, pero lo cierto es que no me imaginaba teniendo relaciones con él de igual manera que con mi madre.
-¿Te imaginas, las dos parejitas?-sonrió antes de centrarse un momento en jugar en el agujerito de mi glande con la punta de su lengua-Tu madre, cogiéndote por detrás, tú follándome el coñito y tu padre el culito…Como una bonita familia feliz…
No pude decir nada, limitándome a seguir disfrutando de la cada vez más cercanía del orgasmo, pero me preguntaba si sólo decía esas cosas pensando en excitarme o si había algo más…No me preocupaba tanto su mención de mi padre como el hecho de que parecía que quería que volviésemos a ser novios…O mejor dicho, novias.
Pero esas imágenes se disolvieron cuando sentí la electrificante llegada del orgasmo, que ella pudo percibir por mis ya incontenibles jadeos. ¡Oh, Dios! Ella volvió a acariciar con suavidad mis testículos y se introdujo el glande en la boca, envolviéndolo en su lengua, que giraba en torno suyo con rapidez mientras volvió con la mano derecha a masturbarme…Así no pude aguantar mucho.
-Voy a terminar…-apenas pude decir entre unos gemidos que no quise contener.
Me corrí en su boca y pude contemplar como en un primer momento, al chocar con su lengua, caían de entre sus labios los borbotones de semen, pero ella se tragó más mi verga y empezó a tragar directamente el resto de mi corrida…Aún así algo seguía saliendo y me resultaba morboso ver mi leche en sus labios y barbilla…
Como una ola al asaltar la arenosa playa sentí el placer llegar a su culmen y luego ir descendiendo paulatinamente…Sentí mi polla deshacerse en su boca, enflaquecida rápidamente, mientras su lengua la recorría hasta que la dejo limpia completamente. Satisfecha ya, al menos de momento, ya me quede sentada contemplando como ella buscaba tomarse la corrida que había escapado de su boca, arrastrándola con los dedos…
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-Bueno-suspiró Raquel, tras haberse terminado el cigarrillo y tras entrar de nuevo, cerrando tras de sí la puerta del balcón-Ya podemos irnos.
-Oye…-empecé diciendo, aunque me quede cortada, sin saber muy bien como decirlo.
-¿Qué?
-No estoy del todo segura-admití, cabizbaja, mientras me frotaba el brazo izquierdo, nerviosa.
-¿Por qué? Después de todo el tiempo que hemos pasado en el baño…
Lo cierto es que nos habíamos tirado un buen rato. Ella había insistido y nos habíamos hecho la cera, siendo la segunda vez que probaba esa más bien poco grata sensación aunque me gustaba sentir la piel libre de vello, y luego nos habíamos bañado, con más productos y jabones de los que había usado en toda mi vida y duchado y maquillado…Lo único que, a falta de ropa, ella se había vuelto a poner, diciendo que era momentáneo, la ropa que traía el día anterior y yo el vestido oriental que había usado el jueves. A pesar de que no me sentía del todo cómoda con la idea de salir así debía reconocer que al verme en el espejo con el vestido, el maquillaje y la peluca, que quedaba con bastante realismo…Incluso me había puesto un sujetador con relleno para aparentar que tenía tetas. Realmente me veía como otra persona…Era auténticamente Silvia.
-Mira-siguió diciendo ella-Estás perfecta y, además, vamos a ir a sitios de confianza, así que no tienes que preocuparte. ¿De acuerdo? Bajos a bajar y nos meteremos directas en mi coche. ¿Entendido?
-Sí-asentí finalmente.
-Entonces, ¿vamos?
-Sí.
-Ya verás. Luego te darás cuenta de que tontas eran tus preocupaciones. Lo vamos a pasar de miedo-dijo dirigiéndose al pasillo y cruzando la puerta del piso.
-Supongo que ahora vamos a la tienda de Clara-comenté, siguiéndola, no sin antes haberme asegurado de que no había ningún vecino en el pasillo.
-No hay nadie-me dijo ella, tras lo que salí, cerrando con llave la puerta de casa.
Nos pusimos en camino, bajando en el ascensor, que por fortuna, estaba vacío cuando entramos en él. Cruzamos el rellano del edificio y salimos a la calle. Yo no me despegaba de ella, pero realmente no tuve ninguna razón para sobresaltarme en ningún momento, además de que ella había aparcado muy cerca y en seguida nos montamos en su coche.
-¿Qué, sigues entera, eh, Silvia?-me preguntó.
-Sí-admití.
-¿Tendré que repetirte que te relajes?
-Estoy relajada-le dije.
-Ya lo veo-dijo, sarcástica-Un poco más y te duermes-añadió mientras arrancaba y ponía el coche en marcha-Voy a poner un poco de música-concluyó, poniendo la radio.
Lo cierto es que en el viaje, finalmente, logré poner fin a mis nervios. Siempre me gustaba viajar en coche, disfrutando de la sensación de movimiento, que esta ocasión me sirvió para aliviarme. Estuve escuchando la música mientras contemplaba el paisaje por la ventanilla aunque en un primer momento no había querido “exponerme” demasiado, pero poco a poco recupere cierta confianza. Lo cierto es que me sentía ya bien.
-¿Qué?-me preguntó Raquel al rato-¿Te encuentras ya mejor?
-La verdad es que sí-le contesté.
-Bien. Ya queda poco.
Las calles que cruzábamos en ese momento no las conocía, pero me sonaban, suponía que del día en que mi Ama me había llevado a la tienda de Clara.
-Lo cierto es que-dije recordando-Le debía todavía a Clara los trajes de ayer…Nuestra Ama dijo que fijaría cuando debería pagarle.
-Sí. Hoy le pagaremos eso y todo lo que nos llevemos…Además no te preocupes por el precio. Tenemos carne y dinero-sonrió.
-¿Dinero?-no pude evitar preguntarlo.
-No hace falta que te diga cifras-empezó señalando-Pero he asaltado el cajón de tu madre.
-¿El cajón de mi madre?-repetí como una lora.
-Ordenes de nuestra Ama.
-Ah-asentí…Si era orden de nuestra Ama…
-Hemos llegado-dijo, finalmente, cuando la tienda, que si reconocí sin dudas, apareció a nuestra derecha.
Clara apareció en la puerta mientras aparcábamos y sonrió al vernos, poniendo el letrero de cerrado en la tienda antes de volver a entrar. Supuse que lo hacía para que tuviéramos intimidad y me sentí agradecido de su cautela. Una vez que dejamos el coche, Raquel y yo nos dirigimos a la tienda. Cuando entramos en el pasillo, ella echó el pestillo de la puerta y, al ver que no avanzaba, me hizo un gesto hacia la sala, pero no me moví hasta que ella hubo terminado de poner los otros cuatro cerrojos que había.
Cuando, tras eso, entramos en la sala, estaba más o menos como la primera vez que la vi, el día que nuestra Ama me había comprado una tanda de braguitas y la ropa de criada. Clara no tardó en aparecer, nuevamente desde la puerta que ya sabía conducía a un dormitorio y no imaginaba a qué más. Sentí un cosquilleo al recordar que había sido allí donde mi culito perdió su virginidad.
-¡Hola, Raquel!-la saludó-Que guapa estás, Silvia-se acercó a mí-Ese vestido te queda estupendo-puso sus manos en mis hombros y me hizo girarme como una maniquí, queriendo según pensé ver cómo me quedaba también por detrás-Te hace un culito que dan ganas de comértelo.
-Ya ves-intervino Raquel-Ella ha podido venir con ese vestido, pero yo no tenía a mano más que estos trapitos-señaló su ropa-Total, que venimos a comprarme algo para estrenar esta noche y a darle algo de vidilla al armario de mi amiga.
-Entiendo-asintió Clara-Aquí encontraréis todo lo que necesitáis-se alejó, como para contemplarme de cuerpo entero-¿Por dónde queréis que empecemos?
-Es mejor que la atiendas a ella, Clara-contestó Raquel-Si te parece, como yo sé como es la tienda, buscaré un vestido que me guste mientras te encargas de Silvia.
-De acuerdo-asintió aquella, mientras Raquel, sin más espera, desapareció por la puerta-Bien-se volvió hacia mí-¿Has pensado algo, Silvia? ¿Qué ropa te gustaría? Aunque aquí veas sobre todo ropa interior tengo de todo lo que una chica como tú necesitas.
-Pues, la verdad es que no sé...-era cierto, no había pensado seriamente en el tema hasta ese momento.
-Creo que necesitas ropa de calle, ¿no?-me preguntó, queriendo ayudar-Más allá de las labores que te encargue tu Ama necesitas ropa normal.
-Sí.
-¿Con que te verías cómoda?
-Con alguna falda quizá, y una blusa-respondí, recordando lo que le había dicho a mi Ama en una situación parecida.
-Bien-asintió-Voy a por faldas y blusas. Tú piensa algo más si te interesa.
Tras decir eso desapareció con rapidez por la puerta y yo me quede sola, esperando que volviera. Cuanto más tiempo pasaba más cómoda me sentía…Ya había llevado durante mucho tiempo el traje de doncella pero sólo ahora, con ese vestido, realmente me sentía realmente…Femenina. Hice repaso mental de mi vestuario y me dije a mí misma que debía reordenar bien mi armario.
-Ya estoy aquí-Clara volvió más rápidamente de lo que hubiera imaginado. Realmente, pensé, debía ser muy profesional en su trabajo. Venía cargada con una montaña de prendas que dejó sobre una silla-Veamos… ¿Quieres ir probándote cositas?
-Claro-asentí.
Me acerqué a ver lo que había traído. Era una pila de pequeñas faldas y de blusas, de todas clases. Suspiré pensando que, para probármelas todas, me tiraría una eternidad. Pero bueno, al menos alguna debería llevarme, me recordé mientras, con ayuda de Clara, me quitaba el vestido, dejándome sólo el sujetador y las braguitas.
-Vaya-comentó Clara, apretando las copas del sujetador, con su relleno-Un buen detalle, Silvia-comentó.
-Fue idea de Raquel-le expliqué-Es suyo.
-¡No me digas!-rió-Entonces ella ahora mismo…
-No lleva-terminé de decir por ella que sonrío, picara.
-Bueno, vamos a lo nuestro-me dijo ella-Empecemos por esta faldita, ¿qué te parece?
Me tendió una minifalda a cuadritos de colores rojo y verde oscuro, que procedí a ponerme. Busqué con los ojos un espejo y me situé frente a él…No estaba seguro.
-¿Qué te parece?-se puso Clara detrás de mí-¿Te gusta cómo te ves? Ponte esta…
Me tendió una blusa, que procedí a ponerme antes de volver a contemplarme…La blusa contrastaba con su luminoso color blanco con el oscuro de la falda.
-Perfecta para ir a dar un paseo por el parque-comentó Clara.
-¿Tú crees…?-le pregunté, aún imaginado que, estando interesada en vender, su opinión no tenía que ser precisamente sincera.
-Sí. Estás muy mona. Quizás si acaso un pañuelo completaría el conjunto-dijo, reflexiva-También tengo. Uno de un color suave que vaya bien con la blusa, pero que no desentone con la falda…
-Bueno…-dije, quitándome las dos prendas-Ponlas en el grupo de posibles, por favor.
-Pues claro-asintió ella-cogiéndolas de nuevo y antes de tenderme otras.
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Finalmente cuando me pude vestir por última vez con la ropa que ya me iba a dejar puesta, me sentí aliviada. Después de un rato en que me parecía que me había puesto y quitado más ropa que en toda mi vida, por fin había acabado esa larga sesión de compras…La verdad es que yo habría acabado al poco de empezar, pero entre Clara primero y luego con Raquel las dos me habían calentado la cabeza y sentía que me habían hecho ponerme al menos la mitad de la ropa del local. En las bolsas que nos llevábamos acabaron entrando varias blusas, faldas, cuatro pares de medias, ligueros, tres sujetadores con su relleno, unos apretados tejanos –aunque no me gustaban mucho, pero Raquel me obligó-, y diversas prendas más de lencería. A eso se le sumaban los dos vestidos a juego que Raquel había encontrado y que eligió para que los lleváramos ya al salir.
-Parece como si fuéramos hermanas-comentó cuando terminé de vestirme y nos pusimos juntas frente al espejo-Al final hemos comprado aquí todo lo que quería-reflexionó, con un tono que era más para ella que para mí.
-¿Y dónde si no?-le pregunté.
-No tiene importancia-añadió-Ve cargando las cosas en el coche mientras yo pago a Clara.
-De acuerdo-me limité a asentir, poniéndome a ello. Lo cierto es que, al pensarlo, me pareció extraño que Clara sólo nos fuese a pedir dinero y que no quisiera, como Raquel me había dicho en el coche, un pago con “carne”.
Vi a Raquel, entre viaje y viaje del coche a la tienda y de la tienda al coche, hablar con Clara. En un momento, ésta parecía estar diciéndole algo muy interesante y aquella le prestaba mucha atención… ¿Qué estarían tramando? Finalmente me enteré, cuando, tras terminar con las bolsas y cerrar el maletero, me dirigí a ellas.
-¡Silvia, alégrate!-me dijo Raquel-Tenemos un plan estupendo.
-¿No lo teníamos ya?-le pregunté, escéptica.
-Ahora lo tenemos mejor-insistió-Clara me ha dado una idea para que pasemos un buen rato juntas.
-¿Las dos o las tres?-le pregunté.
-Las cuatro-contestó.
-¿Cuatro?
-Vendría también con nosotras una amiga mía-intervino Clara.
-Ah-asentí-¿Y en qué consiste el plan si puedo preguntar?
-Oh…-Raquel movió las manos en plan teatral-Algo muy exótico y genial.
-¿Qué?
-Silvia-me pellizcó la mejilla-Tú siempre preguntando. Deberías ser más lanzada y atrevida-se volvió hacia Claudia-Pero no esperemos más.
-Sí. Id montando y arrancando el coche mientras yo terminó en un momento de la caja y de cerrar bien la tienda-asintió Clara.
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Finalmente llegamos tras lo que me pareció un largo viaje y, tras entrar en un parking subterráneo, Raquel aparcó en el hueco libre que Claudia le indicó. Ninguna de las tres había soltado prenda acerca del lugar al que íbamos ni porque estaban tan emocionadas. Ni Raquel, ni Clara, ni la amiga de aquella, que se nos había unido en una parada anterior y, aunque más formal, también se mostró satisfecha cuando Clara le susurró al oído a donde pensábamos ir. La amiga de Clara era una mujer de aspecto maduro, quizá cercana a la cuarentena pero, en cualquier caso, muy bien conservada. En seguida me fije, cuando se sentó a mi lado en uno de los asientos traseros del coche, en sus bonitos ojos verdes, que brillaban con inteligencia y que desde luego no pasarían desapercibidos en ningún caso; ojos que flanqueaban el nacimiento de una nariz curva y sensual, que presidía un marmóreo rostro enmarcado por un bonito y largo cabello castaño que le llegaba poco más debajo de los hombros. Aún sentada pude intuir un cuerpo de suaves y seductoras curvas…En conclusión: una mujer más que atractiva. Se llamaba Claudia.
-Ya hemos llegado-dijo Raquel, parando el coche una vez hubo terminado las maniobras-¿A dónde dices que vamos?
-Al cuarto piso, el primer piso-repitió Clara antes de que nos bajáramos del coche.
Yo, sobre todo por no saber a dónde ni, lo más importante, a qué íbamos, volvía a estar un poco nerviosa. Nunca había sido amiga de las sorpresas. Mientras caminábamos rumbo al ascensor y Raquel y Clara se decían algo que no escuché bien, la amiga de ésta se acercó y marchó a mi lado.
-Tú eres Silvia, ¿verdad? Una de las esclavitas de Rocío.
-Así es, Señora-respondí, queriendo ser educado.
-Rocío me ha hablado de ti.
-¿Sí?-no sabía que decir ante esa noticia.
-Dice que, aunque llevas poco tiempo, ya has mostrado buenas cualidades como esclava y que está contenta contigo.
-Hago lo que puedo por complacer a mi Ama-me limité a decir.
-Sí, eso está bien, pero dime, ¿qué tal te llevas con tu madre?
-¿Con mi madre, Señora?-no entendía a qué venía esa pregunta.
-Sí…
-Vaya fastidio-la voz de Clara nos interrumpió. Habíamos llegado al lado del ascensor y ahora que lo miraba vi porque se quejaba: un cartel anunciaba que estaba estropeado. Habría que subir por las escaleras…-Bueno-Claudia se volvió hacia nosotros y nos señaló una puerta cerca de donde estaba el elevador-Esa es el hueco de la escalera. Habrá que sudar un poco-dijo emprendiendo el camino, seguida de Raquel, de Claudia y de mí.
Lo cierto es que era bastante fastidioso, sobre todo porque eso le dio la oportunidad a la extraña amiga de Clara de volver a hacerme la pregunta:
-¿Cómo te llevas con tu madre?
-Me llevo bien con ella, Señora.
-Ser una buena esclavita está bien, pero no debes olvidar que también te debes a tu madre.
-Sí, Señora-asentí.
-¡Qué!-intervino Clara, que marchaba unos escalones por delante de nosotras-¿Aleccionando a la joven Silvia en los valores filiales?
-Un poco-asintió ella-Es un aspecto que Rocío descuida.
-Bueno-Clara se encogió de hombros-Rocío no sois iguales ni tenéis motivaciones ni métodos similares.
-Recordar a una jovencita sus deberes para con su madre no es algo que haga para molestar-le replicó Claudia.
-Silvia, Claudia quiere decir es…
-No necesitamos esa aclaración, Clara-la interrumpió ésta.
-Bueno…-quise cambiar de tema-Ya casi estamos en la misma puerta-les dije cuando superamos el segundo rellano-¿Cuánto tiempo tiene que durar la sorpresa?
-Eres insistente, ¿eh, guapa?-se quejó en son de broma Clara-Pues bueno, supongo que ya se puede decir, ¿no?
-Vamos a visitar a un “amigo”-dijo Raquel-Ya verás. Sé que has probado cosas…-no dijo las palabras, pero el movimiento de sus brazos fue bastante claro-Pero te aseguro que no hay nada como la espada del Sultán.
-¿La espada del Sultán?-repetí, atónita.
-Sultán-dijo Clara-Así es como se llama el tío, y lo de su espada ya lo verás por tu propia cuenta.
Finalmente llegamos al cuarto piso y lo cierto es que yo ya tenía mucha curiosidad por conocer al tal Sultán. Clara marchaba delante y, al llegar a la puerta, llamó. Tuvimos que esperar un rato, pero finalmente una profunda voz llegó del otro lado:
-¿Sí?
-Soy yo, Clara-casi susurró ésta.
Sin más, la puerta se abrió y las cuatro fuimos entrando en fila india. Yo me las apañe para no quedar el último y entré tras Raquel y antes de Claudia. Nos encontramos en un amplio salón sólo amueblado por un par de bajos pero largos sillones e iluminado por dos amplios ventanales que casi cubrían dos de las cuatro paredes. A nuestra espalda había quedado el origen de la profunda voz, a quien ya pude ver. Se trataba de un fornido hombre que en seguida entendí a que había venido el término “exótico” empleado por Raquel. Era un hombre de color, con la cabeza afeitada, de rasgos duros y con una impresionante musculatura que no dudaba en enseñarnos, pues realmente sólo llevaba un pantalón y nos dejaba a la vista su fuerte pectoral y sus grandes brazos…Lo cierto es que daba una imagen de…Potencia…Y desde luego no dude en que su “espada” estaría a la altura del resto…No me extrañaba, visto lo visto, que estuvieran tan ilusionadas y es que, a Raquel y a Clara sólo les había faltado babear.
-Señora Claudia-le saludó Sultán-Es un placer recibirla de nuevo en esta morada. Y a ti Clara, y a la jovencita Raquel y-me miró finalmente a mí-Vaya, vaya…Una nueva y atractiva jovencita.
-Sí-intervino Clara antes de que yo pudiera siquiera en pensar algo-Es la última esclava de Rocío. Su nombre es Silvia.
-Ah…-asintió él, pensativo. Por un momento temí que al saber lo que era no se interesaría por mí, pero no pareció afectarle saberlo-Así que una última conversión de la Señora Rocío-me llamó la atención que fuera tan respetuoso con Claudia y con mi Ama…Pero me gustó que lo fuera en este último caso-En cualquier caso-se acercó hacia mí y tuve que contenerme para estarme quieta-Es igual de bienvenida.
-Sultán, amigo-Claudia se acercó hacia él y se apoyó sobre su hombro derecho, acariciando con su mano su pecho-Sé que te gustan las presentaciones y las largas antesalas…Pero en esta ocasión venimos…Calentitas.
-Así es-se le unió Clara por el otro lado.
-Sultán sabe lo que debe hacer-asintió aquél.
Y, sin más palabras, se volvió hacia Claudia y sin más palabras, la agarró de sus muñecas y, mientras fue directo a comerse su boca, la llevó suavemente hasta uno de los sofás. Clara, mientras tanto, no perdía el tiempo y fue desnudándose. Lo mismo hacia Raquel…Yo, mientras tanto, estaba un poco cortada, aunque al verlas quitarse la ropa…
Sultán, mientras tanto, se había sentado en el sofá y se había introducido directo en la entrepierna de Claudia, que tenía un pie sobre el asiento para darle un mejor acceso. Ella empezaba a gemir y él acariciaba sus nalgas, metiendo las manos por debajo de su amplio vestido. Raquel, ya medio desnuda, fue a sentarse en el sofá y él no dudo en dirigir una de sus manos, directa, a su coñito…Ella le cogió la mano y guió sus dedos hasta su rajita que comenzó a acariciar…
Yo seguía inmóvil, pero no iba a estar mucho tiempo así. Clara vino directa hacia mí, viéndome inactiva y, sin más palabras, me sostuvo de las mejillas y vino directa a por mi boca. Aunque algo sorprendida, me deje hacer, y nuestras lenguas chocaron y jugaron en nuestras bocas. Estaba algo cortada, pero reuní valor para ir a acariciar su culito mientras ella, sin dejar de tomar mi boca, empezó a bajarme el vestido…Cuando nos separamos ella se agachó para quitarme el vestido del todo, dejándome como Raquel, sólo con la lencería y las prendas íntimas. Levantándose volvió a besarme mientras acariciaba mi cuerpo…Yo ya estaba, en unos segundos, totalmente excitada y deseaba ir a mayores con ella.
-Tienes una deuda pendiente conmigo-me dijo entre beso y beso-Y quiero que me la pagues, pequeña gatita.
-Cóbramela como tú quieras-le dije en respuesta.
Ella, después de introducirme por última su lengua en mi boca, con la que me pasó una gran cantidad de saliva que trague gustosa, me agarró de las muñecas e, igual que Sultán a Claudia hacía unos segundos, me arrastró al otro sofá. Mientras iba hacía allí pude ver que Claudia se había quitado totalmente el vestido y que Raquel, mientras Sultán la masturbaba, le besaba su bulto que, aún debajo de la ropa, que no se había tocado, era claramente visible.
Clara me hizo sentarme en el sofá y, nuevamente con sus manos en mis mejillas, que casi me clavaba sus uñas, me dirigió a su entrepierna. La primera y última vez que había estado así ella llevaba un consolador que me hizo lamer, pero ahora fui directo a su conchita. Estaba ya húmeda y su olor era intenso, muy parecido al de mi Ama. Cuando pasé mi lengua por primera vez por su carnosa rajita noté sus labios calientes y su monte de Venus se percibía hinchadito, deseoso de atenciones.
-¡Venga, Silvia, putita!-me espetó-Degusta este conejito.
-Sí-asentí, pero no pude añadir nada más, ya que ella me apretó súbitamente contra su coñito, apretando mis labios contra los suyos y humedeciendo mi cara con sus primeros jugos.
-Calla y lame-me ordenó.
Y desde luego yo estaba dispuesta a obedecerla. Apoyándome en sus muslos y ante sus prisas fui directa a por su rajita, que comencé a recorrer con mi lengua, buscando recorrer todos los pliegues de sus labios mayores y menores y coronando mis recorridos con una visita a su colina de Afrodita, que succionaba ligeramente con mis labios antes de volver de vuelta al circular viaje que realizaba por su coñito.
-¡Um!-gemía ella, que mientras yo le comía el coño no se perdía detalle de lo que, en el sillón de al lado, hacían Sultán y las otras dos…
Comencé a usar los dedos, con los que atendía su monte de Venus, jugando con él, apretándolo, masajeándolo, mientras mi lengua seguía en su vulva, ahora buscando introducirse entre su estrechita entrada para probar su interior…Sus jugos ayudaban, pero su coñito me resultaba muy estrecho…Mis dedos me ayudaron y así finalmente pude lamer algo de su interior, un interior del que no dejaban de brotar líquidos como agua de una fuente…Me llenaban la boca…Nunca había probado un coñito tan húmedo…
-¡Oh, sí! ¡Oh, sí!-Clara se estremeció y sentí sus muslos queriendo cerrarse en torno a mi cabeza, temblando…Estaba tan caliente que ya la había hecho alcanzar el orgasmo y sólo con la lengua…Me tuvo contra sí todavía un rato más, con su coñito dándome sus jugos en mi boca, que tomaba como podía…-Silvia…Lo has hecho más que bien-dijo, finalmente.
Y entonces, cuando Clara se apartó ligeramente de mí, aún con las piernas temblorosas, vi que Sultán, todavía con los pantalones puestos y un bulto muy marcado, venía hacia nosotras. En el sofá contiguo Raquel y Claudia habían acabado formando un sesenta y nueve y se degustaban mutuamente.
-Bueno-dijo Sultán, llegando a mi lado-Creo que como es tu primera vez te mereces ser la primera en probar el filo de mi espada.
-Es una buena idea-asintió Clara-Aunque personalmente me pese…-se sentó a mi lado mientras él se quitó poco a poco la correa…Parecía que quería crear expectación-Ya verás cuando la saqué-me susurró Clara al oído-Tiene una tranca que te va a partir en cuatro.
Yo, ciertamente, recordando a Sonia y a Lucía, pensé que no podía ser para tanto. Ellas dos estaban más que bien dotadas y las había probado, no creía que pudiera haber algo que fuera significativamente mayor que aquellas dos. Pero, en cualquier caso, estaba claro que aquella era grande…Y según el cinturón fue terminado de deslizarse empezó a hacérseme la boca agua…Se terminó de quitar el cinturón y se bajo la bragueta…Y entonces, al no llevar calzoncillos, sacó la espada.
¡Realmente era enorme como decían! Y no era tanto por lo largo, que era ligeramente mayor que la de Sonia, sino que, con eso, era gruesa como la de Ramón…Combinaba ambos factores en lo que era un…No tenía palabras para esa… ¡Dios! No había exagerado Clara al decir que me partiría en cuatro. No pude más que imaginar que, de intentar metérmela, necesariamente reventaría. La miraba verdaderamente alucinada, me había quedado con la boca abierta…
-¡Qué! Realmente estás impresionada, ¿eh?-me dijo Clara-Tranquila. Todas nos quedamos así cuando la vemos por primera vez.
Él, con aspecto satisfecho, quizá de haber impresionado a nueva chica, no dijo nada. Se limitó a dirigir la punta de su aparto, que se tocaba ligeramente, a mi boca. Clara, como temiendo que no me atreviera a dar el paso, me cogió a su vez de la cabeza y me empujo hacia ella, cosa que me deje hacer porque me daba morbo.
Empecé posando mis labios en la cumbre del grueso glande, que, oscuro, asomaba y destacaba sobre aquella larga y venosa columna. De forma como tímida procedía a darle besos a su glande, pero fue una breve introducción. En seguida empecé a recorrerla con mi lengua y pude comprobar de manera más real lo larga que era hasta llegar a unos gordos huevos, que no deje sin lamer antes de volver, en otro recorrido hasta el glande.
Allí abrí la boca y busqué ver cuánto podía meterme. Sentí mis labios estirarse al máximo cuando su glande comenzó a entrar, llenándome la boca por completo…A pesar de mis esfuerzos apenas empezó a entrar su gran bate cuando no pude introducirme más…Y mientras yo estaba así, ocupada, Clara no aguantó más espera y ella misma comenzó a lamer la gran espada de Sultán. Éste, viéndome, me acabó cogiendo la cabeza y presionando para ver cuánta verga podía meterme en la boca, pero no pudo lograr mucho más que yo.
Mientras yo seguí concentrándome en la gran cabecita, aunque ahora lamiendo y recorriéndola como si tomara un gran helado, llegó Claudia, que comenzó, como Clara pero por el otro lado, a recorrer con su lengua a lo largo del grueso mástil. Él les acariciaba mientras ellas lo recorrían, ansiosas. Yo también disfrutaba recorriendo la punta de su salchicha…Pero temía que pasaría cuando intentara…
Entonces Sultán, de repente, fue dando unos pasos hacia atrás, haciendo que las tres tuviéramos que movernos para seguir relamiendo su espada. Así estaba cuando Raquel se colocó detrás de mí y noté sus manos posarse en mis nalgas y, al poco, sentí como apartaba mis braguitas y como introducía su lengua buscaba mi culito, haciéndome sentir un más que agradable escalofrío.
Así, mientras yo, con Claudia y Clara, seguí lamiendo, Raquel fue trabajando en mi culito…Primero lo humedeció con su lengua en un húmedo beso negro, para luego dar paso a uno, dos y tres dedos…Sentí una ligera molestia, pero suponía que eso no era nada en comparación con lo que me esperaba.
Y al poco, cuando Raquel pareció considerar que mi culito estaba preparado, se levantó y le debió hacer una señal a Sultán, que me cogió de una muñeca y me condujo como a una sumisa muñequita al sofá, donde me hizo apoyarme en uno de los brazos mientras él se ajustó detrás de mí. Por un momento, recordando la forma en que no había podido metérmela en la boca, dude de quedarme esperando o irme…Clara se puso entonces ante mí, agarrándome las muñecas mientras me sonreía, picarona:
-Ahora verás lo que te dije antes-me espetó-Lo vas a gozar, zorrita.
Cerré los ojos y tome airé…Ya le sentía acercarse. El glande, grueso, inmenso, se posó en mis nalgas y fue directo a mi agujerito. Abrí los ojos y vi como a la derecha se ponía Claudia, que con sus manos humedecía y guiaba esa gran trompa contra mí…Y, finalmente, lo noté.
Aquella gran mole llegó a mi agujerito y comenzó a apretar. Sentí un inmenso dolor cuando empezó a abrirlo y a entrar. Clara me rodeó con sus brazos para evitar que pudiera pensar en moverme. Era un dolor agudo y terrible, mayor del que había conocido hasta ese momento…Apreté los dientes mientras él siguió empujando…Creí que sería imposible, pero su cabecita se abrió paso finalmente y se acomodó dentro de mi culito…A esas alturas las lágrimas de dolor amenazaban con llenar mis mejillas…
Y no había acabado. Apenas había introducido la gruesa cabeza y quedaba todavía el que ahora casi me parecía infinito y grueso mástil. Sultán no se dio por vencido por la resistencia y, decidido, empujó y sentí como si una bola de fuego estuviera subiendo por mi recto según su polla fue taladrándome…Me parecía que realmente me iba a triturar. Su verga marchaba estirando y abriendo al máximo mi recto canal, haciéndome sentir más lleno que nunca…Viéndome mentalmente esa polla entrando en mí mientras la sentía empalando mis entrañas…Era morbosamente delicioso.
-Ya. La has aguantado entera, campeona-me dijo Claudia, dándome una palmada en la espalda-Eres todo una putita.
-¡Sí!-asintió Clara-¿Qué, te ha partido?
-¡Oh, sí!-asentí, gimiendo.
Sultán se mantuvo lo que me pareció un largo rato sin moverse, dejándome toda esa larga tranca hundida hasta el fondo en mi cuerpo. Notaba la mía, enana en comparación, firme también…El dolor, que por un momento me parecía el mayor que había sentido nunca, comenzó lentamente a ceder, pero aún antes de que desapareciera, el placer fue primando en mí…Sobre todo cuando Raquel se puso a mi lado y, mientras Sultán comenzó a penetrarme, se puso a masturbarme.
Noté como poco a poco su gran espada fue saliendo…Para hundiré rápidamente de nuevo. Sus primeros movimientos fueron lentos, incluso algo torpes, pero enseguida adquirió ritmo…El placer sustituyó totalmente al dolor, aunque seguía presente una calurosa sensación al notar su polla rozarse y ensanchar mi recto en su avance…
A la izquierda contemplé como Claudia se había puesto un vibrador y penetraba a Clara, que se apoyaba en una columna de la pared mientras su amiga enfilaba alternativamente su coñito y su culito. Pero no pude fijarme mucho en ellas. Sultán procedió, ahora que había cogido “confianza” para pasar a sodomizarme con una serie de grandes embestidas… ¡Oh, Dios!... El placer creció repentinamente…Entre la cada vez más dura cogida y que Raquel se agachó debajo de mí para lamerme por segunda vez la polla aquel día…Sentí como me llegaba el orgasmo…
-¡Ah, ah…Voy a terminar!-anuncié, provocando que Sultán me clavara con más dureza su espada si cabe, lo que propició que me corriese nuevamente en la boca de Raquel, cuya lengua noté recorrer mi polla, limpiándola…
-Un culito excelente el de la joven Silvia-comentó Sultán, sacándola finalmente de mi culito y dejándome agotada y con una gran sensación de vacío…
Raquel me ayudó a levantarme… ¡Uf! Sultán me había dejado el culito roto y me ayudó a sentarme, poniéndose a mi lado y luego asaltando mi boca, haciendo que nos fundiéramos en un largo beso en que, con su saliva, me pasó parte de mi propia corrida.
Y mientras nosotras dos estábamos en eso, Sultán había marchado con Claudia, que ahora pasó ante nosotras para colocarse en el otro sofá, recostada, esperando a Sultán, que no tardó en colocarse ante ella…Clara se sentó a nuestro lado, su respiración agitada parecía aclarar que había gozado ya de un segundo orgasmo con Claudia y ahora empezó a acariciar el coñito de Raquel. Pero éste prefería otra cosa y se levanto para ir a arrodillarse junto a donde Sultán estaba cogiendo a Claudia, que gemía suavemente…Se dedicó a aprovechar cuando la verga salía del coñito para lamerla, y en algunos momentos, él la sacaba del todo y se la metía en la boca. Y cuando Claudia alcanzó el orgasmo, Raquel ocupó gustosa su lugar…Ver a Sultán con su gran verga follarse a la amiga de Clara había sido excitante, pero ahora, a mi ex…Y a pesar de que mi reciente corrida, Clara y luego Claudia no se cortaron y volvieron a masturbarme…
Mi pene volvió a activarse con sus caricias…Las manos de Clara y Claudia acariciaban mi pecho mientras sus otras manos se turnaban en masturbarme…Ver a Raquel gemir mientras aquel hombre la cogía cada vez más rápido…Por segunda vez en breve alcancé el orgasmo y la mano de Clara se impregno de mi nueva corrida, que ella y Claudia compartieron, golosas.
Finalmente y poco después de que Raquel hubiera llegado al culmen del orgasmo, el mismo Sultán anunció que estaba a punto de correrse. Entonces Claudia nos hizo un gesto y se dispuso de rodillas ante él. Clara la imitó, colocándose a su derecha y Raquel la siguiente. Yo, aunque no estaba segura, supuse que debía ponerme la cuarta, pero no tendía del todo para qué hacíamos eso.
A un lado, frente a Claudia, Sultán se masturbaba cada vez más rápido al tiempo que sus jadeos eran cada vez mayores. Me pregunté por qué no se ponía en el centro o cómo iba a hacerse…Pero no me lo tendría que preguntar mucho tiempo más.
Finalmente, Sultán alcanzó el orgasmo y de su gruesa verga, que ahora parecía una manguera, salieron gruesos borbotones de semen que fueron directos a la cara de Claudia y, poco después, justo a su boca, ya que se la puso prácticamente entre sus labios. No pude verla bien, pero sí que estuvo un largo rato y que restos de una leche visiblemente espesa parecían sobresalir de la comisura de su boca.
La verdad es que al final parecía que nos habíamos quedado las demás con las ganas, pero no fue así. Después de un rato y cuando ya Sultán acabó, se retiró ligeramente y vi como Claudia se colocaba sobre Clara, que seguía arrodillada. Aquella abrió la boca y cayo hacía ésta un largo y espeso hilo de semen, mezclado con saliva, que no tardó en recibir en la suya. Claudia se fue acercando más a su amiga sin dejar de pasarle la corrida de Sultán hasta que finalmente se unieron en un blanco beso.
Cuando hubieron terminado, fue el turno de Clara de ponerse sobre Raquel. Estando a mi lado pude percibir como la mezcla de espera y saliva fue pasando de una a otra. Raquel no tuvo ningún problema en recibir la leche de esa forma y la vi saborearla mientras le iba cayendo desde la boca de Clara y escuché los sonoros juegos de lengua cuando ambas se besaron.
Y, finalmente, fue mi turno. Raquel se colocó frente a mí y yo alcé la mirada, como las demás, abriendo bien la boca. Sentí como ella, mientras iba bajando, iba dejando caer una espesa mezcla del semen de Sultán con la saliva de ellas tres…Pero el punto original era todavía más abundante y notable de lo que había imaginado. Mi boca se fue llenando y, finalmente, me pasó el grueso de la leche cuando nuestras bocas de juntaron y nuestras lenguas jugaron entre ellas, impregnadas las dos de la corrida de aquella gran espada…Cuando nos separamos ambas teníamos restos cayendo por nuestras barbillas y en nuestras mejillas, que nos dedicamos a lamernos mutuamente…
-¿Qué?-me dijo-¿No te dije que lo pasarías bien?
-Es cierto-asentí.
-¿Y qué tal?
-Ya lo sabes-le sonreí mientras ella me dio un nuevo lametón en la mejilla derecha-Mejor que bien.