Robert y John
Breves capítulos de la relacion de dos adoslecentes aficionados a las excursiones y la fotografia...
Rover & John
Breves historias de dos jóvenes adolescentes
Rover y John
1
Desde muy crios, Rover y yo habíamos sido amigos. Veraneábamos en el mismo sitio, en una zona residencial cerca de la montaña. Solíamos ir a montar en bici juntos, ir a pescar con medios improvisados por nosotros y en definitiva hacer las cosas normales de chavales de nuestra edad. A los 15 años tuvimos una pelea por disputarnos la misma chica. En aquélla ocasión yo gané la batalla, todavía no sé bien cómo, porque Rover era más fuerte, pues practicaba mucho deporte, cosa que yo no hacía, me conformaba con darme grandes palizas en bici y andando. Después de aquélla pelea, nos separamos mucho y pasamos de ser los mejores amigos del mundo a ser rivales en todo. Lo gracioso es que la niña por la que nos habíamos peleado, después de enredarnos a uno y otro alternativamente, nos dejó a los dos colgados
Rover tenía un hermano, John, dos años mayor que nosotros. Como casi todos los hermanos, John y Rover estaban siempre peleando. Quizá por eso mismo hice mas amistad con John, solo para rivalizar más con Rover, contando con un aliado más fuerte. A John siempre le gustó dárselas de mayor, no solo con su hermano, sino con toda la pandilla.
El curso siguiente al verano de la pelea, Rover y John, se marcharon con sus padres al extranjero por razones de trabajo. Nunca supe con certeza a qué se dedicaba, ni si los nombres eran "extranjerizados" o tenían que ver con las andanzas y origen de la familia. Volvieron dos años mas tarde. La primera vez que nos encontramos, tras su regreso, yo iba con mi bici dando un paseo. A penas me di cuenta de que era mi amigo de la época de crios. Había crecido mucho y su aspecto era el de un fornido chavalote. Supongo que él también me encontraría cambiado. En esas edades se cambia rápidamente. Charlamos un rato sobre su vida los dos últimos años. En un momento dado me preguntó si seguía saliendo a la montaña. Le dije que sí y enseguida propuso salir al día siguiente a una zona tranquila donde habíamos ido aquéllos años atrás.
Así lo hicimos. Madrugamos para dar el paseo en bicicleta por una serie de caminos de muy difícil avance, hasta que llegamos a una zona donde, había que bajarse de las bicis y empujarlas por sendas de complejo avance. No era mucho tiempo más el que nos llevaba ese difícil camino, a penas lo suficiente para que el punto donde íbamos fuese tan solitario como hermoso.
Se trataba de una zona de rocas pulidas por la erosión, en torno a una charca no muy grande donde se remansaba el agua de un arroyo que venía de las cercanas cumbres. Un pequeño arbolillo crecía en medio de las rocas, aportando una pequeña sombra. Dejamos las bicis y nos acercamos al agua para lavarnos algo, pues veníamos acalorados y sudando por el esfuerzo realizado.
Rover se quitó la camiseta y se quedó con un pequeño short azul, tipo pantalón de deporte. En cuanto se hubo quitado el sudor, sacó una toalla de su pequeña mochila y se echó boca arriba al sol, con la cabeza reposando sobre sus brazos cruzados a la altura de la nuca. Por mi parte, me quité igualmente la camiseta y me lavé en el agua que me pareció muy fría, quizá por el contraste de temperatura.
Enseguida me eché en una aplanada piedra algo por encima del lugar donde estaba Rover. Me eché boca abajo, apoyada la barbilla en las manos, viendo correr el agua en su eterno camino sin fin, dejándome arrullar por su sonido. El madrugón y el esfuerzo realizado hacían que apenas pudiese mantener abiertos los ojos.
Hubo un momento en que casi quedo dormido. Un ruido como de chapoteo me espabiló. Abrí los ojos, y pude ver a Rover en la orilla, con los pies descalzos, salpicándose agua por encima. Volvió a echarse sobre la toalla, casi en la misma posición anterior, pero con una pierna cruzada con el tobillo sobre la rodilla. Era agradable verle, con su cuerpo bronceado suavemente, con ese aspecto que adquieren las personas rubias cuando toman el sol. Estaba fuerte, con unos pectorales desarrollados, aunque sin exagerar, donde llamaba la atención, la inexistencia de vello. Los brazos osicións y las piernas sobre todo denotaban que había seguido practicando deporte. El vello de las piernas, no muy abundante, algo rubio, le añadía un especial atractivo.
Estuve mirándole y admirándole durante un buen rato. Me incorporé un poco, sentándome con las piernas dobladas y recogidas por los brazos entrelazados. Verdaderamente era una imagen digna de admiración. Definitivamente su cuerpo era hermoso. Me miraba a mí mismo y no podía evitar una comparación. Yo tenía fuertes piernas, pero en absoluto tenía los brazos y pectorales de Rover, ni el vientre liso y fuerte. Además, ¡que caramba! Mi pelo era castaño y el suyo, aunque se había oscurecido con los años, conservaba destellos rubios.
Un buen rato después, cuando habíamos descansado suficientemente, le pregunté a Rover si se acordaba de la pelea que tuvimos de chavales. "Cómo no, algún día te devolveré la paliza que me distes" comentó sonriendo al tiempo que se incorporaba. Le dije que si quería el desquite, era buena ocasión y le di un suave empujoncillo en el hombro. Comenzamos un rifi-rafe entre risas y acabamos rodando en el suelo, sacudiéndonos golpes, enredando como chavales que éramos todavía.
En un momento dado, nos incorporamos y seguimos los empujones, hasta que en un torpe reflejo de huida perdí el equilibrio y caí de lado en la charca. Me di un susto fenomenal, además casi me dejo los dientes contra la roca de la orilla. Todavía sorprendido y un poco asustado salté hacia la roca desde el agua. Una vez pasado el primer momento, Rover no pudo aguantarse la risa que explotó en el silencio y la paz que nos rodeaba. Cogí la toalla y me sequé rápidamente, uniéndonos los dos en una sonora risotada.
Lo malo es que yo llevaba puesto mi pantalón de deporte y calzoncillo, como siempre que montaba en bici. Así, que un poco cortado, me quité aquélla ropa empapada, la extendía al sol y me cubrí con mi toalla alrededor de la cintura.
Sacamos unos bocadillos y comenzamos a reponer fuerzas. Rover se puso en parte bajo la pequeña sombra del arbolillo, yo por el contrario, notaba fresco tras mi mojadura y preferí ponerme al sol. Estuvimos un buen rato charlando, sobre todo del tipo de vida que había hecho Rover durante su estancia europea. Hablamos de la chiquita por la que nos habíamos peleado. "¿no la echas de menos?", le pregunté. Me respondió enseguida que no y además añadió un tópico propio de nuestra edad "no la eché en falta ni a ella ni a ninguna, las chicas son un rollo y un estorbo".
Tras un buen rato de charla, Rover subió una pequeña cuestecilla hasta donde habíamos dejado las bicis y se puso a tensar los frenos, pues temía que a la vuelta no fuese suficiente para evitar embalarse en las grandes cuestas abajo.
Le observaba desde la roca junto a la orilla, con mi toalla alrededor, que me impedía mover con total libertad.
Habíamos pasado un día muy agradable y cuando por fin nos decidimos a iniciar el regreso, me volví a poner la ropa, que ya se había secado, colocándome discretamente un poco ladeado para ocultar mi desnudez, al quitarme la toalla. Es curioso, pero la imagen que tengo de entonces, se me quedó grabada a fuego en la mente. Me tapaba, pero no del todo, como queriendo ser visto, lo que me producía una novedosa sensación.
Bajamos muy rápidamente y quedamos en salir de nuevo tan pronto como fuese posible.
2
A los pocos días, volvimos a quedar para salir de excursión. Rover me dijo que ésta vez mejor para pasar el DIA entero, comiendo y caminando un poco más desde el lugar donde había que dejar las bicis. Me parecía una estupenda idea, de modo que salimos también temprano por la mañana.
El frescor de la mañana sobre la vegetación hacía que los olores se percibiesen de modo muy intenso. Pedaleamos con un ritmo quizá excesivamente fuerte, lo que unido a que llevábamos unas mochilas mayores, hizo que enseguida tuviésemos que parar a hacer el primer descanso. Pese a lo temprano que era, había una suave brisa cálida, de otro modo, nos hubiésemos quedado helados al evaporarse el tremendo sudor que llevábamos. Tras un buen rato de descanso, volvimos a pedalear intensamente, hasta llegar, muy cansados, al punto donde habíamos estado la vez anterior.
El sol, aunque todavía no muy alto, hacía notar su presencia en lo que sería aquél caluroso DIA de finales de julio. Yo estaba bastante cansado y me hubiese quedado a pasar el DIA allí, pero Rover quería dejar las bicis y seguir adelante. Tras otro rato de descanso, ocultamos un poco las bicis y seguimos andando. A medida que subíamos, y adelantaba la mañana, iba notándose más calor. Será un DIA terrible abajo con éste sol, comentamos los dos.
Una hora después, llegamos a una pequeña pradera entre los pinos, que invitaba al descanso. Así lo hicimos. Nos echamos al sol boca arriba. Al poco rato, según dejamos de sudar, nos quitamos las camisetas para tomar el sol. Rover llevaba su pequeño pantalón corto azul de siempre. Se quitó también las deportivas y calcetines y se puso de modo que la cabeza le quedaba a la sombra de una roca, mientras tomaba el sol en el resto del cuerpo.
Yo me quedé con mi pantalón corto, pero sin quitarme el calzado, lo que me permitía caminar de un lado a otro sin pincharme continuamente. El DIA era espléndido, la brisa movía ligeramente las copas de los altos pinos. Se oía el canto continuo de todo tipo de pájaros. Teníamos una sensación de libertad plena. Tras un rato de tomar el sol, me incorporé para dirigirme al arroyo, el mismo donde, un buen trecho monte abajo, habíamos dejado las bicis. Aquí se notaba el agua mas fría y apenas había un pequeño remanso, que no permitía el baño. Pese a ello, me desnudé y metí los pies en el agua, haciendo equilibrios para no caer, al pisar entre los redondos guijarros. Me agachaba y cogía entre las palmas de las manos juntas agua que me echaba por encima, por todo el cuerpo. Era una sensación vivificante. Me senté en la orilla con los pies dentro del agua. Así estuve, alternando los baños de sol y secándome el agua que me echaba por encima, tan pronto como se secaba.
Tras la primera sensación de frío al echarme el agua heladora por encima, se sucedía una agradable sensación a medida que el sol, inundando toda mi desnudez me iba secando, como acariciando sutilmente todo mi cuerpo. Era un placer estar allí desnudo, tomando el sol.
Así estaba, cuando oí acercarse a Rover por detrás. Me preguntó si me había bañado allí y le dije que no, pero que me gustaba mucho echarme el agua por encima y secarme al sol. Mientras le decía esto, me erguí un poco, pues me daba un cierto corte estar completamente desnudo, de modo que adquirí una postura un poco mas recatada.
Rover se quitó el calzado y metió los pies en el agua. Le tenía de pie junto a mí, casi encima. Notaba su joven y hermoso cuerpo tan cerca y mi inmediata desnudez me producía una mezcla de vergüenza y placer exhibicionista. Me estaba imaginando que Rover se quitase su pantalón y mostrase al completo su cuerpo, lo que comenzó a producirme una cierta excitación, por lo que tuve que coger la toalla y distraídamente, me tapé un poco. Rover se agachaba y se echaba agua por encima, las gotas le corrían por su dorado cuerpo. Notaba una sensación extraña, me apetecía ver a aquél chico, mi amigo, desnudo por completo y la sola idea de que ello se cumpliese, me excitaba de una extraña forma, nunca había sentido algo igual. Con el único afán de animarle a quitarse la poca ropa que llevaba puesta, le pregunté si no le apetecía bañarse. La voz me salió casi temblorosa, tan excitado me encontraba. Rover salió del agua y se sentó a mi lado al tiempo que me decía que no le apetecía, que estaba demasiado fría.
Allí sentados, juntos, nuestras piernas y brazos apenas rozándose, sentía que algo había en mi interior especial, que me producía un cierto desasosiego. Si Rover se movía un poco, notaba el vello de su brazo apenas rozándome y me producía una agradable sensación,
Intenté varias estratagemas para tratar de animarle a desnudarse, pero fracasé. En un momento dado, Rover se levantó y se fue hacia donde habíamos dejado las mochilas. Al rato volvió con una máquina de fotos, preguntándome si quería que me inmortalizase. Le dije cortadísimo que ni hablar de fotos. Lo cierto es que la idea de las fotos me producía un morbillo especial. Me daba muchísima vergüenza, pero añadía una mayor tensión a la situación y curiosamente me resultaba agradable. Tanto, que estuve tentado todo el rato de dejarme hacer las fotos, pero sentía mas vergüenza pensando en el revelado y en quién podría ver las fotos, que en el hecho de estar allí y hacérmelas.
Seguimos un rato en aquél lugar. Aunque Rover se marchó enseguida a dar un corto paseo, siempre he pensado que me había hecho alguna foto furtivamente, aunque desde luego no pudo hacer grandes cosas, pues me pillaba de espaldas y bastante tapado.
Casi al mediodía, iniciamos la bajada hasta la charca donde habíamos dejado las bicis. Por el camino de bajada, no me quitaba de la cabeza las sensaciones que había sentido, que me resultaba una mezcla entre confusas, desconcertantes y agradables. Igualmente, imaginaba todo tipo de situaciones en las que Rover, invariablemente, terminaba desnudándose delante de mí.
Cuando llegamos a la charca, de un modo que no sé si me salió sin pensármelo en absoluto o por el contrario, como producto de lo que mi cabeza no dejaba de dar vueltas, le dije a Rover que podíamos refrescarnos en la charca y que podría tomar algunas fotos siempre que estuviésemos los dos en las mismas condiciones. No me contestó en el momento, de modo que, como empujado por la excitación, me desnudé de nuevo y me metí en el agua casi sin pensármelo.
Casi al instante, Rover me enfocó con su cámara desde lo alto de una roca en la orilla, ante mis protestas, pues no hizo ningún ademán de desnudarse el también. Pataleé y le salpiqué hasta que dejó de apuntarme con su cámara.
Contrariamente a mis deseos, extendió su toalla y se echó sobre ella, en la roca plana de otras veces. Salí del agua y esta vez sin ningún recato, me eché a su lado, boca arriba. El frescor del agua había contribuido a que la excitación que tenía tendiese a desaparecer. Tras una serie de movimientos tratando de encontrar la mejor postura, me atreví a acomodarme situando mi cabeza sobre su vientre a modo de almohada, situándome en ángulo recto con su cuerpo. Rover no rechistó y admitió la posición sin protestar.
Cogí la toalla y me las arreglé para situarla, como de modo casual, de tal manera que me tapase el bajo vientre, dejando asomar un poco el vello, y que no fuese de lado a lado, sino que por el costado izquierdo, el que él tenía mas a la vista, no hubiese toalla, aunque no se viese mi desnudez mas que de modo lateral. De lo más calculado y provocador quizá.
Cuando el sol me secó por completo, casi me quemaba el pecho. Giré mi cabeza hacia la izquierda y vi el pecho fuerte y hermoso de Rover al sol, la cabeza situada en aquéllos hombros poderosos, con la cara cubierta por un gorrillo de sol tipo tenista, de ala ancha. Respiraba rítmicamente, casi dormido. Giré la cabeza al otro lado, para ver sus fuertes y hermosas piernas. En primer plano tenía su corto pantalón, dibujando el relieve de lo que tanto interés tenía yo en ver y que, al menos por el momento, me resultaba prohibido.
Aunque la situación me resultaba intensamente agradable y placentera, cuando pasaba mucho rato sin correr la brisa, me quemaba el pecho, de modo que no tuve más remedio que levantarme. Además se hacia tarde para comer. Así se lo dije a Rover, que pareció volver de su letargo. Me situé la toalla alrededor de la cintura para comer. Nos pusimos a la sombra del pequeño árbol. Comimos los bocadillos, mientras charlábamos de todo un poco. Enseguida volvió a salir el tema de las fotos. Rover me insistió que si me dejaba hacerme unas pocas fotos. Le pregunté que para qué las quería. Tras un rato, como cogido por sorpresa, me dijo que siempre llevaba su máquina de fotos y que le gustaba hacer fotos de naturaleza y que ésta incluía la figura humana.
Yo insistí en mi idea de que no me parecía mal, pero que me daba corte. Que se pusiese él también y las hiciese con el autodisparador y que entonces me animaría. También expuse mi reparo por el corte del laboratorio y el revelado. Me dijo que no me preocupase, que las revelaba él, tanto los carretes de blanco y negro como las diapositivas, que podríamos quedar y revelarlas juntos.
Cambiamos de tema. Seguimos comiendo y tras esto, Rover se sentó a leer un pequeño libro que llevaba en la mochila. Tenía la espalda un tanto enrojecida por el sol, de modo que me ofrecí a echarle un poco de crema. Asintió inmediatamente, así que saqué el tubo de crema de la mochila y me apliqué un poco sobre la mano, comenzando a extenderla por sus hombros y espalda. Claramente ambos disfrutábamos de la situación que nos permitía un contacto físico sin que pudiese dar lugar a otras interpretaciones. Absorbía rápidamente la crema, pero además yo no hacía más que echarle y extenderla.
Bajé por su espalda hasta llegar al elástico de su pantalón, que por la postura que tenía, doblado hacia delante para facilitarme la tarea, dejaba ver una banda de piel sin broncear, justo por encima de donde se iniciaba la hendidura de su trasero. Le unté bien de crema, dejando que mis dedos tropezasen con la parte superior de su pantalón, marcando el territorio prohibido.
Le pregunté si quería que le echase también en las piernas o si se lo echaba él. "Échamelo tú" me contestó inmediatamente, sin pensárselo dos veces. "En tal caso, ponte boca abajo" le dije o más bien rogué. Así lo hizo. Comencé por poner un poco sobre sus pantorrillas que tenía algo enrojecidas, para ir subiendo por sus muslos hasta un poco por el extremo inferior del pantalón, que apenas permitía pasar, como inadvertidamente, y de modo fugaz, la punta de mis dedos. Le dije que se diese la vuelta y le eché otro poco de crema en el pecho haciendo círculos por sus tetillas, para ir bajando poco a poco hasta seguir mi movimiento circular por su vientre, tropezando de nuevo el borde superior de su pantalón, que una vez más, de puro ajustado que estaba, dejaba una franja del vientre que no había recibido la luz del sol sin cubrir. Salté hacia sus muslos, echando gran cantidad de crema y más que extendérsela, le daba un masaje. Aquí su pantalón levantaba un poquillo, dejando entrever a penas una zona oscura, la fruta prohibida pensé. No quise forzar más la situación, porque no sabía como iba a responder, ni él ni yo.
Cuando di por finalizad la sesión de crema, él se brindó a echarme a mí un poco. Me dejé hacer, aunque la situación me resultaba cortante, al tener la toalla, molestaba para poner la crema, pero tampoco la iba a quitar, pues me daba corte y más si se me notaba una cierta erección. De modo que me no me quité la toalla y me puse boca arriba. Cuando hubo acabado, me di la vuelta y me quité la toalla, quedándome desnudo otra vez. Me echó la crema en menos tiempo del que yo le había dedicado a él, o al menos eso me pareció. En todo caso, tuvo buen cuidado de no acercarse excesivamente a mi culo mientras extendía la crema.
Cuando acabamos, volvió a proponer lo de las fotos. Yo volví a decirle que si él también salía. No quiso, dio largas y evasivas hasta que desechamos ambos la idea.
Cuando estimamos que habríamos hecho la digestión, volví a meter los pies en el agua y a salpicarme el cuerpo entero, poniéndome otra vez al sol, pero temíamos quemarnos. De modo, que enseguida lo dejamos, recogimos las cosas y bajamos.
3
La siguiente ocasión en que quedamos para salir al campo tuvo lugar a la semana aproximadamente. Rover me indicó que prefería ir andando, porque estaba sin bici, ya que se la había llevado su hermano. Al principio quedé muy contrariado, pero tenía ansia por salir y no me hubiese importado el modo en que hubiésemos tenido que hacerlo.
Rover y yo nos veíamos solo un par de veces por semana, pues el bajaba a la ciudad cada DIA durante todo el verano para ayudar en un comercio de unos familiares. Cuando regresaba era un poco tarde y aunque alguna vez quedábamos, yo volvía muy pronto a casa, pues tenía que estudiar. Su colaboración durante el verano le aportaba un dinero que le permitía muchas compras que a mí me estaban vedadas, como era el estupendo equipo fotográfico.
El día señalado para nuestra nueva excursión, volvimos a madrugar bastante, pues el hecho de ir todo el rato andando y sobre todo contando con la vuelta, mucho más lenta, nos impediría llegar a alguna zona interesante si no lo hacíamos.
Cuando vi. llegar a Rover me quedé sorprendido, llevaba una gran mochila para tratarse de una ligera excursión de un día. Cuando se lo hice notar y le pregunté qué llevaba allí, me respondió con evasivas, que ya lo vería.
Iniciamos la larga marcha. Rover vestido con su eterno pantalón corto de deporte, color azul y una camiseta, en ésta ocasión tipo "T-shirt", que le hacía lucir sus musculados, aunque no exageradamente, brazos, así como la suave forma redondeada de sus hombros dorados por el sol. Su aspecto era extremadamente agradable.
A las dos horas de marcha, nos habíamos quitado las camisetas y sudábamos copiosamente. Hicimos un alto en el camino, discutiendo de cual sería el mejor lugar para ir. Quedamos en ir a un pequeño arroyo próximo, entre zona boscosa, que aunque de escaso caudal, había labrado unas bañeras en la roca, donde podríamos refrescarnos. Además estaba lo suficientemente alto para que no hiciese demasiado calor y había un espeso bosque alrededor.
Por fin llegamos a nuestro objetivo. Pusimos las cosas a la sombra de un grupo de pinos y nos dirigimos a inspeccionar la zona de las bañeras y el arroyo. Era un agradable lugar. Comentamos que había que ir a otros sitios, pero que el problema era que alguien debería acercarnos en coche a un punto de partida desde el que pudiésemos iniciar la marcha.
En ese momento, Rover me comentó que precisamente quería enseñarme unas fotos que se había traído de un lugar que le encantaba. Sacó un pequeño álbum y me enseñó una serie de preciosas fotos de pequeñas cascadas, arroyos, en alguna de las fotos se le veía a él posando con el fondo de un salto de agua, o de los montes próximos.
El sitio parecía verdaderamente hermoso. Estuve preguntándole en qué zona estaba y si podríamos ir próximamente. Rover me indicó que estaba no muy lejos, un buen paseo en bicicleta madrugando mucho y después un par de horas andando monte arriba, que la otra alternativa era que convenciésemos a su hermano o alguien para que nos acercase en coche.
Rover se levantó a por algo. Aproveché para volver a echar un vistazo a las fotos del álbum. Era un sitio precioso. Fui pasando las hojas y de pronto, vi un par de fotos en que se veía a Rover, sentado con el fondo de una pequeña cascada, en que parecía estar desnudo y solo tapado lo justo con una toalla, como de un modo casual, pasé rápidamente la hoja y pude ver alguna foto mas en que se le veía desnudo boca abajo, a una cierta distancia, que impedía el detalle. En otra, se le veía sentado de lado con las piernas flexionadas y recogidas entre los brazos entrelazados. En ésta foto, estaba mas en primer plano que las otras, y aunque no se le veía al completo, resultaba tremendamente sensual y erótica.
En pleno embelese llegó Rover, así que al sentirme sorprendido en mi labor de fisgoneo, le pregunté "¿y estas fotos? ¿Quién te las hizo?" Rover no pareció muy sorprendido, ni molesto porque las hubiese visto, de hecho creo que las había elegido cuidadosamente para que yo las encontrase ahí. Me dijo que yo ya sabía cómo le gustaban las fotos de naturaleza y que le encantaba unir las fotos al aire libre con la figura humana, aunque el único modelo era él mismo, que se las tomaba con el disparador, salvo alguna que se había hecho en alguna excursión con su hermano. Me dijo que por eso tenía tantas ganas de hacerme las fotos, por cambiar de modelo y poder encuadrar, medir la luz, etc. en condiciones.
La visión de las fotos mostrando a penas el cuerpo de Rover me produjo de nuevo un gran desasosiego. No dejaba de pensar que sería estupendo, que por fin se desnudase y pudiese verle completamente. Estos pensamientos me habían producido una cierta erección, por lo que tampoco me animé a tomar el sol desnudo como solía hacer en cuanto llegábamos a nuestro objetivo.
Al rato, Rover volvió a insistir en que me dejase hacer unas pocas fotos, del estilo de las que me había mostrado. No le dije que no rotundamente, pero tampoco me animé. Creí que ya desistía de ello, pues se levantó y empezó a rebuscar en su mochila, sacó un pequeño trípode, dos máquinas de fotos, un montón de cacharros que no sabía ni para qué se empleaban. Igualmente, sacó un nuevo álbum de fotos, igual que el anterior, pero con una "d" marcada en la portada. Me preguntó si quería ver más fotos, poniendo una pícara sonrisa. Según me acerqué para sentarme a su lado y poder observar el álbum, hizo un movimiento, como pretendiendo ocultarlo, escondiéndolo por detrás, al tiempo que me preguntaba si posaría para él si me enseñaba las fotos. Le contesté con evasivas, que me lo pensaría y cosas así.
Por fin abrió el álbum y pude ver una primera foto, ampliada y que ocupaba toda la primera página, en que se veía a Rover, sentado y echado hacia atrás, apoyándose en los brazos, con la pierna izquierda ligeramente flexionada, de tal modo, que aunque estaba desnudo, a penas se le veía un poco de vello pubiano, asomando sobre la pierna. Era una bonita foto. Se lo dije.
-"A mí también me gusta, pero si te fijas, no está correctamente expuesta. La hice con el disparador y así no se puede trabajar en condiciones".
Hice ademán de pasar para ver otra página, pero volvió a ocultar un poco el álbum, al tiempo que me decía que me enseñaría más si me dejaba hacer las fotos. Protesté, casi le grité, pero no me dejaba ver más. Al final, concedió enseñarme alguna más, en que se le veía igualmente desnudo, tumbado boca abajo, o bien sentado de espaldas, o de pie tras unas ramas "estratégicamente" situadas, de modo que le tapasen como casualmente. Volvió a insistir de tal modo, que le dije que me dejaría hacer alguna foto, pero del mismo estilo que las suyas, de modo que se adivinase más que verse
Dicho esto, se levantó como movido por un resorte y empezó a coger sus trastos y a abrir el trípode. Di un corto paseo, un poco excitado por la idea de posar para Rover. Muchas veces estaba desnudo delante de él, pero lo de las fotos, me producía un morbo especial.
Por fin, me desnudé y me puse la toalla alrededor de la cintura. Nos dirigimos a la zona de rocas pulidas por el agua, donde el pequeño arroyo se deslizaba en pequeños saltos. Rover dio una serie de indicaciones y empezó a encuadrar. Me aproximé a la orilla del arroyo, y me senté, dejando que la toalla, se abriese un poco por un lado, mostrando el muslo hasta bien arriba. Al momento, Rover empezó a sacar fotos.
Así estuvimos un buen rato, en un momento dado, me quité la toalla del todo, pero situándome siempre de modo que no estuviese totalmente frente a la cámara. Rover hizo algún intento de sacarme cuando me incorporaba o cambiaba de sitio, pero yo siempre me tapaba o me daba la vuelta.
No tardó en proponer hacer alguna foto más atrevida, mostrando algo más, pero le dije que no, que me daba mucho corte. Entonces, se acercó de nuevo con el álbum y me enseñó un par de fotos, diciéndome que solo del estilo de ésas, que tampoco era para tanto. En una se veía a alguien que parecía el hermano de Rover, de pie, desnudo y metido en una charca que le cubría solo hasta las rodillas, llevándose las manos llenas de agua al rostro que ocultaban. El agua chorreaba por su pecho y caían gotas que eran iluminadas por el sol en situación casi frontal al que tomó la foto, con lo que hacían unos bonitos destellos y brillos y el cuerpo quedaba no muy claramente visible entre el contraluz y el agua salpicando. Era una muy bonita foto. En la otra, había una pequeña cascada y se veía a Rover con su hermano, ambos desnudos y con los brazos del uno sobre el hombro del otro, subidos en una roca junto a la pequeña cascada. Estaba tomada a una cierta distancia, de modo que no se podían apreciar mucho los detalles de su cuerpo desnudo.
Mientras veía las fotos, me coloqué de nuevo la toalla en la cintura. Quise quitarle el álbum, pero lo sujetó fuertemente, impidiéndome ver apenas nada mas.
Por fin hicimos un trato: yo posaría para él, de modo más explícito, pero tenía que ser en el sitio que se veía en las fotos, me tenía que llevar a conocerlo. Además, él también saldría desnudo conmigo en alguna foto.
Quedamos en hacerlo así y pasamos el resto del día, enredando en el agua, salpicándonos. Por fin, nos fuimos a la sombra, donde nos tomamos unos bocadillos, tras lo cual, nos preparamos un pequeño lecho y almohada con la ropa y nos dispusimos a echar una pequeña siesta, bajo la benefactora sombra de los pinos.
En cuanto tuve ocasión, me recoloqué y usé de nuevo su vientre como almohada. Hubo un momento en que casi me quedo dormido.
4
Una tarde, quedamos para ver las fotos que Rover había revelado. Estuvimos en la buhardilla que tenía acondicionada como laboratorio. Escogimos algunas fotos para ampliarlas y enredar con ellas. Algunas de las fotos habían quedado bastante aceptables. Sin duda, tenía buena mano para ello. Mientras revelábamos las copias ampliadas en blanco y negro, hacíamos planes para ir de excursión al lugar de las cascaditas, tal como habíamos quedado.
Rover había estado intentando convencer a su hermano de que nos acercase al sitio, para quitarnos parte de la caminata o del paseo en bici, pero éste no parecía muy animado a ello.
Al DIA siguiente, volvimos a vernos y Rover me dijo que o nos íbamos por nuestra cuenta, o que su hermano nos llevaba, pero porque se apuntaba a la excursión. Me preguntó que qué me parecía la idea. La verdad es que me dejó desconcertado. Por una parte, me había imaginado haciéndonos fotos los dos desnudos en un paraje idílico y me apetecía explorar esa situación de modo más íntimo, pero confieso, que la idea de estar los tres también me producía un cierto morbo.
Fueron pasando los días y no encontrábamos el momento adecuado para hacer la excursión y no parecía probable que nos pudiese acercar el hermano de Rover, de modo que nos planteamos salir el siguiente sábado en todo caso y si teníamos que ir por nuestra cuenta, madrugar mucho y subir con las bicis cuanto pudiésemos.
Por fin llegó el sábado y quedamos en que John nos acercaba al punto de inicio, antes de bajar a la ciudad. Lo que no estaba tan claro era la hora a la que podría recogernos. Si podía acabar pronto, subiría por la tarde a las cascadas, donde estaríamos nosotros, pero si no le daba tiempo, nos recogería abajo a última hora de la tarde.
John a penas era dos años mayor que Rover. Eran muy parecidos, aunque John era más moreno, tanto el cabello, como el tono de piel. Su aspecto, aunque juvenil, no era tan aniñado como el de Rover, pues estaba mas desarrollado y musculado. En su forma de comportarse y hablar era mucho mas desinhibido, abierto y no paraba de hacer bromas de todo.
Fuimos charlando de cosas sin importancia, mientras nos acercaba en coche al punto en que deberíamos iniciar la marcha. Cuando salimos era aún de noche, pese a estar en pleno verano, pues John debía estar muy temprano en la ciudad, después de dejarnos a nosotros.
Por fin, llegamos, nos despedimos y antes de que pudiésemos cargar las mochilas, John ya se estaba alejando con el coche. Era muy temprano y se notaba un cierto fresco en el ambiente. El rocío de la mañana contribuía a intensificar la fragancia de las numerosas especies vegetales que nos rodeaban.
Iniciamos la marcha, primero por un ancho camino, luego se fue estrechando y aunque en general estaba bien marcado, en algunas zonas no quedaba claro por donde seguía. Sin embargo, Rover conocía bien el camino y seguía con total seguridad.
Los primeros rayos de sol comenzaban a iluminar las cumbres que nos rodeaban, cuando la senda que seguíamos iniciaba una fuerte subida, que ya no concedería tregua hasta alcanzar una primera zona de vistosos saltos de agua, entre rocas y densa vegetación. Aunque no hacía tanto calor como días atrás, notábamos el esfuerzo de la continua subida.
En un momento dado, el camino se alejó del pequeño río, para rodear una zona de cierta dificultad, hasta volver a aproximarse, ya cerca de nuestro objetivo según me informó Rover, en un punto donde se alternaban pequeñas extensiones de pastos rodeados de pinos, grupos de rocas, y zonas de vegetación de monte bajo, que tendían a ocultar la senda y a dificultar la visión del río.
Cada poco tiempo, Rover me indicaba un punto, saliéndonos de la senda, para que me asomase y poder disfrutar de uno y otro hermoso rincón. Hicimos una nueva y dura subida, para alcanzar una zona más llana. Dejamos la senda y con cierta dificultad entre los arbustos fuimos avanzando hasta llegar a un pequeño y hermoso rellano, junto al río. Tanto los pinos como la vegetación de arbustos rodeaban la zona haciéndola difícilmente accesible. En una orilla, había unas zonas de rocas, algunas de ellas, las más próximas al río, aplanadas y casi pulidas. Esta zona era inundada abundantemente por el sol. La otra orilla, por donde habíamos llegado, estaba cubierta de vegetación, dejando oculto la zona donde nos encontrábamos.
El pequeño río, tras un pequeño y bonito salto, había labrado en la roca una zona de charcas de no mucha profundidad. El lugar era hermosísimo. Rover se descalzó y metió los pies en el agua mientras me preguntaba si me gustaba el sitio. Estuvimos un rato charlando y reponiendo fuerzas, junto a la orilla, mientras el sol fue avanzando y haciendo notar que estábamos en pleno verano.
Tras comer algo, extendí la toalla en una de las rocas, me quité la ropa, enrollándola para hacer una pequeña almohada, y me eché boca abajo, a tomar el sol, llevando puesto solo un gorro para protegerme de la excesiva irradiación. Rover no paraba de un lado para otro, haciendo fotos de insectos, plantas y todo lo que se le ponía por delante. Llevaba su pantalón corto de deporte, color azul y unas sandalias de gruesa suela. El largo camino de subida y el madrugón habían hecho que llegase muy cansado, de modo que mientras tomaba el sol, con los ojos cerrados, fui cayendo en un breve sopor, que me aislaba, mientras el sonido del agua y el canto de los pájaros me arrullaban.
No sé si transcurrió mucho tiempo, cuando abrí los ojos, no vi. A Rover en los alrededores. Me incorporé un poco sobre los brazos, estirando el cuello buscándole y no alcanzaba a verle. Me senté en la toalla, desperezándome y estirando piernas y brazos, como los perrillos cuando se despiertan de una buena siesta, me incorporé y volví a mirar por los alrededores por ver dónde andaría Rover. Seguía sin verle. Subí por un grupo de rocas, desde donde se divisaba abajo, a lo lejos el valle y desde donde podía verse la zona donde estábamos.
Divisé a Rover. Estaba en la primera charca del río, justo al pie de la cascadita. Se había desnudado ¡por fin! Metía su cabeza bajo el chorro del agua, sacudiéndola al sacarla y volviendo al principio una y otra vez. No sé como aguantaba tanto, pues estaba muy fría. La imagen de Rover bajo aquél chorro de agua, era hermosa y sugerente. Su cuerpo fuerte y juvenil en aquél precioso paraje transmitían una especial serenidad y una agradable sensación de libertad.
Estuve un buen rato observándole. Diversos sentimientos se me agolpaban en la cabeza. Por fin podía ver su cuerpo desnudo. Ello me producía una mezcla de paz y de inquietud interior, como cosquillas en el estómago. Rover salió del agua y se sentó en una roca próxima, secando al sol. Me acerqué despacio y sigiloso, pues tenía cierto miedo de que mi presencia pudiese poner fin a tan hermosos momentos. Quería estar próximo a él y disfrutar de la visión de aquél magnífico y vigoroso cuerpo.
Le saludé según me acercaba, al tiempo que le decía que me alegraba de que por fin se hubiese animado a disfrutar del sol, del agua y de la naturaleza plenamente. Las gotas de agua sobre sus hombros y espalda brillaban y le hacían especialmente atractivo. Se le había quedado la marca del pantalón, al no haber tomado el sol en esa zona del cuerpo tanto como en el resto, aunque tampoco estaba excesivamente blanquecina, por lo que deduje que sí solía tomar el sol desnudo. Al menos estando solo
Cuando me senté a su lado, sentí como una descarga al notar el ligero y liviano roce del vello de sus brazos en los míos. Cuando vio mi aspecto, de recién despertado casi, me dijo, que me espabilase un poco con agua, que había que empezar a trabajar. Protesté diciéndole que necesitaba ir poco a poco, que aún tenía sueño y cansancio, pero fue inútil, me dijo que habíamos llegado a un acuerdo y que después de comer, podría echarme la siesta, pero no ahora. Así que nos incorporamos, él a por los trastos de fotografía y yo al agua a lavarme un poco.
Aunque se notaba muy fría, me fui metiendo poco a poco. Entre otras cosas, quería que desapareciese un intento de leve erección que sospechaba que me había producido la anterior visión. Me eché aquéllas fría agua por encima varias veces, y enseguida salí de la pequeña charca.
Rover me indicó un sitio un poco más abajo, donde se producían unos pequeños saltos de agua. Quería hacer allí unas cuantas fotos. Así lo hicimos. Fui posando, colocándome conforme me decía. A veces, insistía en que me pusiese de modo que el agua me salpicaba por todo el cuerpo, cosa que hacía de buen grado por la razón que antes apuntaba.
Tras un rato de hacer fotos, fui yo el que contraataqué diciéndole que debía posar él también. No se resistió mucho, incluso me explicó lo que debía hacer para tomar algunas de las fotos. Luego nos hicimos algunas fotos los dos con el disparador. Esto nos provocaba mucha risa, pues aunque tenía un temporizador que podía regular, casi siempre había que salir apresuradamente para colocarse y salir en la foto, dando lugar a divertidas situaciones.
En una de las ocasiones, según se acercaba apresuradamente Rover para situarse junto a mí nada mas accionar el disparador, lo hizo con tal ímpetu, que me empujó y rodamos los dos, cuerpo sobre cuerpo. De nuevo el contacto de su cuerpo desnudo sobre el mío, aunque fugaz me produjo como una descarga eléctrica, a la que inevitablemente, por mas que intentaba pensar en otra cosa, le siguió una semierección, mas que visible, aunque no llegase a ser completa.
Rover lo advirtió y me hizo alguna foto mientras me decía divertido que ésa era también una bonita situación a retratar. Al principio intenté ocultarme un poco, pero pronto advertí que el propio Rover también estaba disfrutando de la curiosa y excitante situación y también estaba reaccionando a ella.
Estuve buen rato luchando por mantener a raya mi propia erección, aunque el hecho de que solo fuese discreta y moderada, le añadía cierto morbo y erotismo que me hacía disfrutar. Así estuvimos un rato, echando carreras al temporizador y luchando con nuestras propias sensaciones, hasta que en un momento dado, mientras Rover tomaba unas fotos en que se me notaba algo mas excitado, sufrió él mismo una considerable erección, que le obligó a coger la toalla y cubrirse enormemente cortado por la situación.
Rápidamente acabamos los dos en el agua, favoreciendo la disminución de las cada vez mas evidentes erecciones que sufríamos, chapoteamos y enredamos durante un buen rato, dejando que la situación retornase a la calma, como si nada hubiese ocurrido, aun cuando evidentemente, los dos nos habíamos excitado.
Disfrutábamos del sol, del agua, del aire y de nosotros mismos. Nos dábamos un pequeño baño y salíamos a tomar el sol. Cuando nos secábamos, volvíamos al agua y así una y otra vez. En una de éstas, estábamos salpicándonos el uno al otro, dándonos empujones, como críos, enredando el uno con el otro, cuando acabamos luchando cuerpo a cuerpo. Por tercera vez en el día, sentí cómo una descarga me recorría todo el cuerpo, acumulándose una extraordinaria tensión en mis zonas más íntimas, a medida que nuestros cuerpos, abrazados, mantenían una lucha infantil, sentía sus brazos rodeándome en la lucha, el estrecho contacto a ratos de su pecho en mi espalda, el roce ligero, apenas perceptible, pero de insoportable intensidad de su pene, a la altura de mi trasero, muslo o vientre, según cada momento de la pelea.
Ello hizo que de nuevo se iniciase una erección, ésta vez más rotunda, que me obligó a abandonar la magia de aquélla lucha, y a echarme sobre la toalla boca abajo. Mientras permanecía en ésta posición, recuperándome del esfuerzo y de la excitación, no dejaba de pensar que me estaba empezando a deslizar por una pendiente que siempre me había atraído, pero de la que siempre había huido.
Me encontraba absorto en mis confusos pensamientos, cuando se acercó Rover y me pidió que le diese por favor un masaje, pues le había dado un tirón en la espalda. Me incorporé, poniéndome la toalla en la cintura y le pedí que se echase boca abajo para darle el masaje. Así lo hizo. A penas le puse las yemas de mis dedos sobre su espalda, preguntándole por dónde tenía el tirón, y ya mi cuerpo empezaba a reaccionar de nuevo, de modo que me confundía más y más y no sabía si era muy normal lo que me estaba ocurriendo, aunque a él también parecía sucederle lo mismo y también parecía disfrutar de la situación.
Fui dándole un suave masaje por los hombros y nuca, bajando en suaves círculos hacia su ancha y fuerte espalda. De ahí pasaba hacia los costados, intentando rozar levemente sus pectorales. Volvía a la nuca y los hombros y bajaba por sus brazos, en movimientos lineales, a penas rozándole. A medida que fui tomando confianza y recuperando el valor que a veces quería huir de mí, fui descendiendo por su espalda, dándole suaves masajes circulares a uno y otro lado del espinazo, para concentrarme después en un movimiento longitudinal por el mismo, que iniciaba en la nuca y me aproximaba al lugar donde el suave relieve vertebral se hundía para iniciar la hendidura de su culo. Allí me detenía y volvía a ascender en círculos por los costados. Por primera vez, Rover soltó un suspiro a penas perceptible.
Tras esos primeros movimientos, inicié una serie de pequeñas percusiones con el canto de mis manos sobre su espalda, primero a la altura de las escápulas, después bajando hasta cerca de sus nalgas. Estas, apenas expuestas al sol, mostraban en el cambio de tono de la piel, como la frontera que no debía traspasar. Pero yo no estaba muy seguro de poder controlar mis impulsos.
Le pregunté si le había aliviado algo o si seguía. Me respondió afirmativamente a las dos cosas. La breve pausa establecida para hacer esta pregunta me sirvió para cambiar algo mi situación, sentarme un poco mas abajo y poder iniciar un movimiento de masaje sobre sus fuertes pantorrillas, que enseguida abandoné para llegar a sus muslos. Allí me entretuve más, subiendo hasta la línea que dibujaba por debajo su pequeño pero firme culo, para volver abajo por los laterales de sus muslos, que en esa zona me permitían rebasar la zona prohibida, de color mas blanquecino de su piel y alcanzar de nuevo su costado, volviendo abajo una y otra vez. De vez en cuando, Rover emitía algún pequeño sonido de placer.
Armándome de valor, inicié un movimiento muy suave por la cara interna de sus muslos, ascendiendo hacia la fruta prohibida, donde me entretuve, con la palma de las manos abarcando cuanto me era posible de sus muslos y con los pulgares sin abandonar la zona interna, donde como por azar, daba un pequeño roce, ya muy próximo a su región perineal.
Seguí ascendiendo, situando claramente mis manos sobre sus globulosos glúteos, dándole un masaje que quería ser circular, mientras mis pulgares no querían abandonar la zona donde la raja profunda de su bello culo se hundía y ocultaba. Rover emitía cada vez de forma mas continúa suaves gemidos de placer. No sé si estuve mucho tiempo así, lo cierto es que notaba como todo el calor del mundo se me concentraba en el rostro y casi me impedía ver con claridad.
Volví a subir hacia su espalda, dándole un masaje cada vez mas brusco, hasta que Rover se incorporó un poco sobre sus brazos y me dijo que descansase, que ahora me devolvería el esfuerzo. En ese pequeño instante en que se cruzaron nuestras miradas, me pareció ver reflejado en sus ojos lo que supongo que él mismo vería en los míos, sensación de ternura, placer, confusión
Me eché todavía con la toalla alrededor de mi cintura, aunque según me echaba, la solté por delante, de modo que me cubriese detrás, pero pudiese retirarse sin problema. Una mezcla curiosa de sentimientos hizo que al echarme lo hiciese con la cabeza girada hacia el otro lado de donde estaba Rover, como si temiese que un nuevo cruce de nuestras miradas pudiese delatar algo que estaba brotando y que no nos atrevíamos a manifestar plenamente. Aun así, según me echaba, me pareció advertir que Rover sufría una considerable erección que enseguida ocultó con su toalla.
Me eché tratando de relajarme, pero mi cuerpo entero botaba al más mínimo roce de los dedos de Rover. Inició una serie de movimientos sobre mi espalda, costado y brazos parecidos a los que yo le había prodigado instantes antes. Sin embargo, en un tiempo que me pareció muy breve respecto al que yo había dedicado a doblegar su posible resistencia, él pasó a mis piernas, más robustas que las suyas, deteniéndose en las pantorrillas. En ese momento yo flexioné y subí las piernas, lo que él aprovechó para darme un masaje, que casi era una caricia, en los pies. Jamás pensé que tal cosa pudiese reportarme tanto agrado. Aunque al parecer establecí alguna suerte de resistencia, pues Rover me indicó que debía relajarme.
Bajé de nuevo las piernas, tratando de relajarme, mientras sus manos alcanzaban mis muslos y subían por el lado exterior, bajo la toalla, hacia mi costado, pero tratando de alcanzar la zona anterior de mi cuerpo, lo que me producía como un cosquilleo que terminaba haciéndome contraer los músculos a modo defensa. De ahí llevó sus manos hacia la región lumbar y tras una serie de cortas incursiones hacia los hombros, volvió a bajar llegando al límite de la toalla, que fue bajando poco a poco al tiempo que me iba dando un agradable masaje en los glúteos.
Continuó hacia los muslos, para subir otra vez, demorándose en esa zona. Mis pensamientos eran de lo más confuso. Nunca antes nadie me había tocado en ésa zona. Ahora un amigo lo hacía y me producía un gran placer. Rover situó las palmas de sus manos abiertas sobre mis nalgas, con el pulgar hacia el centro y algo abajo, de modo que me acariciaban el perineo, muy próximo a mis más íntimas zonas. Gemí de placer un instante. No me atrevía a volverme y mirarle. Inició un suave movimiento con sus pulgares acariciando aquélla zona tan sensible, mientras las palmas de sus manos me daban un ligero masaje.
Al fin, situó su mano derecha sobre la zona lumbar, en el inicio del surco de mi culo, mientras la izquierda, de forma ya rotunda, profundizaba entre mis muslos y el periné, acariciándome de modo muy suave. Sentía un placer que creí no podría soportar. Instintivamente separé algo las piernas, facilitando el acceso de sus dedos. Rover aceptó ésa invitación y ya sus dedos descendían llegando a la zona entre el arranque de los testículos y el ano. Jamás pensé que unas caricias en ésa zona pudiesen producir tal grado de placer.
En un momento dado, con su brazo izquierdo, tiró de mi cadera para girarme un poco, de modo que fui quedando sobre mi costado derecho, dándole la espalda. En esta posición, mi pene erecto dejó de estar aprisionado entre mi cuerpo y el suelo. Rover situó su mano sobre mi cadera izquierda e inició una serie de caricias de arriba abajo, deslizándose poco a poco hacia mi vientre, rozando el vello del pubis, subiendo hacia el ombligo y descendiendo de modo lento de nuevo hasta el vello, donde sus dedos se entretenían y jugaban. De nuevo abandonaban el centro de mi cuerpo para descender próximos a la cadera, por el límite entre el vientre y las piernas, llegando a rozar ligeramente los testículos, pero sin tocarlos claramente. Su mano derecha inició una serie de caricias en la zona alta de mi espalda y nuca.
Sentía un extraordinario placer, que me transportaba mas allá de la realidad, nunca había sentido algo parecido ni de lejos. Los sentimientos encontrados que había tenido al principio se difuminaban en el intenso goce y disfrute del momento. A penas entreabría los ojos para ver cómo Rover insistía en sus movimientos de caricia por debajo del ombligo, alrededor de mi pene y testículos.
Intentó alcanzar la zona derecha de mi bajo vientre, lo que inevitablemente le llevó a rozar mi pene, que saltó ante esa situación, cobrando la vida que el resto del organismo parecía perder. En ése momento, Rover hizo un nuevo movimiento, que yo ayudé, para girarme y dejarme definitivamente situado boca arriba, con todo expuesto al sol y a sus manos.
Pese a que todavía sentía una cierta sensación de confusión y corte, inicié un ligero movimiento para acariciarle, esperando que ello no detuviese un instante el movimiento de sus manos en mi vientre.
Mi pene se erguía orgulloso y ya sin pudor hacia lo alto. Rover se aproximaba cada vez más a su base, lo que provocaba que éste saltase de excitación. Los primeros jugos del placer comenzaron a asomar. Al fin, Rover inició una suave caricia sobre mis testículos, enredando con ellos, entre sus dedos. Bajaba hacia el periné y subía un poco más allá, acariciando y rodeando la base de mi pene.
Creía no poder soportarlo más y que me correría de un momento a otro. Intenté levantar un poco la cabeza y nuestras miradas volvieron a cruzarse, ya sin rubor. Le quité la toalla, que a penas le ocultaba ya nada, aunque se había levantado como consecuencia de su vigorosa erección, Acerqué tímidamente mis dedos al vello de su hermoso vientre y enseguida los llevé cerca de su glande, acariciándolo de modo casi imperceptible, apenas rozando la suavísima piel de esa zona, por la que se deslizaban también sus primeros jugos de placer.
Rover en un movimiento apresurado, retiró mi mano de su pene, y al tiempo que su mano derecha rodeaba el tronco de mi pene, la izquierda volvía a buscar mi placer, por debajo de los testículos, casi al tiempo que uno de sus dedos encontraba el orificio de mi ano e iniciaba un masaje alrededor.
La otra mano iniciaba un movimiento de subida y bajada por alrededor del tronco de mi pene, hasta llegar cerca del glande donde con los dedos pringosos en mis propios jugos inició un movimiento apenas perceptible arrancándome el placer que creí no poder soportar más. Instantes antes de la explosión de placer que ya no podía demorar, sentí cómo introducía un dedo en el orificio de mi ano, profundizando e iniciando un masaje. Ya no pude más y exploté en un orgasmo como nunca antes, ni creo después, he sentido, saltando mis jugos en todas direcciones, cayendo sobre mi pecho, en la toalla, en la roca, todo alrededor, en sucesivos disparos de mi pene que convulsionaba fuera de todo control.
Casi me abalancé sobre Rover, acariciándole en la nuca y empujándole hacia mí, para darle un abrazo, mientras de nuevo me dirigía hacia su pene para devolverle el placer que me había ofrecido. Apenas me acerqué, estalló en un orgasmo, no tan estrepitoso como el que yo acababa de tener, pero no muy a la zaga. A penas le había proporcionado caricias, ni masajes, pero parecía que las sensaciones que me había transmitido, mi propio placer y sus propias sensaciones al explorarme todo el cuerpo habían sido casi suficientes para llevarle igualmente al orgasmo.
Dejé caer sobre el suelo mi cabeza, cerrando los ojos, lo mismo hizo Rover, pero enseguida su cabeza buscó acomodo entre mi brazo y pecho, lo que produjo una nueva y extraordinaria sensación de ternura, de la que ya no sentía reparo ni culpa, como hasta ese momento.
4
Había transcurrido casi una hora en que no intercambiamos ni una palabra. Rover parecía dormir plácidamente. Yo me encontraba sumido en un especial sopor. Por mi cabeza daban vueltas las imágenes recién vividas. Una multitud de ideas me golpeaban a ratos. No paraba de hacerme preguntas a mí mismo, interrogándome sobre la inmediata acción anterior. Era algo que había surgido, después de haberlo imaginado y soñado muchas veces. Había disfrutado casi tanto físicamente, como anímicamente. Creía que Rover también. Aunque su tranquila respiración parecía demostrar que no le daba vueltas a las cosas como yo.
Cuando fui saliendo de esa especie de letargo placentero, pude ver cómo Rover se había encaramado a una roca, mirando hacia el valle. Me acerqué un poco desperezándome, todavía con cierto temor a cruzar nuestras miradas.
Rover no se inmutó. Parecía que para él no había pasado nada especial. Me sonrió al verme y señaló hacia el valle, diciéndome que alguien estaba subiendo y creía que era John, su hermano. Desde donde yo estaba no podía ver bien, así que trepé a la roca donde estaba Rover. Pude ver una figura que ascendía rápidamente. Parecía portar una mochila.
Me bajé de la roca y me acerqué a la mochila, rebuscando en ella hasta encontrar algo que ponerme. No quería estar desnudo cuando llegase el visitante, fuese o no fuese John. Rover dudó un instante y por fin, se puso también su pantalón corto. Nos sentamos en la roca y charlamos de cosas corrientes durante unos minutos. Enseguida pudimos apreciar que efectivamente era John el que subía. Pero no solo eso, era John que subía completamente desnudo. No llevaba otra cosa que calzado deportivo, un gorro para el sol y la mochila.
Cuando estuvo cerca, le saludamos con la mano. Devolvió el saludo. Le pregunté a Rover si no le daba corte a su hermano ir por todo el camino con todo al aire. Me respondió que no le importaba en absoluto, que siempre lo hacía desde muy chaval y que en todo caso ése era un sitio muy alejado de rutas transitadas por excursionistas y más a primera hora de la tarde con tanto calor.
Perdimos de vista a John mientras rodeaba la zona de maleza que ocultaba el lugar donde estábamos de la pequeña senda. Por fin apareció, con su vigoroso cuerpo, sudando copiosamente. Se quitó la mochila y se acercó a la orilla para refrescarse un poco.
Mientras se echaba agua por encima, nos decía que habíamos elegido un día de calor tremendo para subir hasta allí. No dejaba de preguntarnos si no teníamos también calor como él. Enseguida sugirió darnos un chapuzón en la charca. Se levantó, tomó una toalla de la mochila y se dirigió unos metros arriba, hacia la charca. Confieso que no tenía muchas ganas de bañarme, pero me apetecía verle bañarse. Nos acercamos Rover y yo a la orilla, cuando John ya estaba en el agua.
Tras salpicarnos cuanto pudo, nos invitó una y otra vez a reunirnos con él en el agua. Rover se levanto dudando y metió un pie en el agua, haciendo un gesto de desagrado por el contraste con el agua fría. De pronto, John salió corriendo y se abalanzó sobre su hermano, derribándolo entre risas, al tiempo que le gritaba "¡al agua friolero!".
Se entabló un fuerte forcejeo entre los dos. Rover se resistía, huyendo incluso de la orilla por la pulida roca, pero John, mas rápido volvió a derribarlo tirándose sobre sus piernas. Le cogió por los tobillos y fue arrastrándolo hasta la orilla de nuevo. Ya casi no ofrecía resistencia, que tampoco le hubiese conducido a nada, cuando John echó las manos al elástico del pantalón de Rover y comenzó a tirar hacia abajo. Como le estaba bastante ajustado, y además se resistía, no pudo conseguir su propósito al primer intento, quedándose como enganchado a mitad de cadera, justo por encima del pene, mostrando su vello pubiano y su hermoso vientre, pero sin conseguir quitárselo del todo.
Era una hermosa lucha. Ambos hermanos estaban espléndidos. John mostraba su musculatura mucho mas acentuada que la de Rover y desde luego que la mía. Sus cabellos, mucho mas oscuros y largos que los de Rover se movían al compás de la pelea. Lo mismo ocurría con su pene, bamboleándose de un lado a otro. También éste estaba más desarrollado que el de Rover, enmarcado en una mata de pelo oscuro y rizado. Por fin, el pantalón de Rover salió por los aires, casi al tiempo que John arrojaba a Rover al agua con gran estrépito.
Así estuvieron un rato, chapoteando. Rover me preguntó si me animaba o si tendrían que venir a buscarme. Intenté quitarme de en medio, pero hicieron ambos un movimiento que me hizo comprender que no podría ofrecer mucha resistencia, así que les pedí calma al tiempo que me quitaba el pantalón lentamente, un poco cortado por la presencia de John, aunque el agua enseguida contribuyó a hacer desaparecer toda huella de ánimo en mis genitales.
Chapoteamos, nos salpicamos e intentamos hacer caer a John, con intención de hacerle una aguadilla, pero sin resultado, solo conseguíamos ser nosotros los derrotados.
Al fin salimos del agua y nos tendimos al sol. Antes de secar completamente, Rover se acercó a su mochila y sacó la máquina de fotos, comenzando a disparar una tras otra. John protestó un poco, diciendo que siempre estaba igual con la fotografía, que si no se cansaba de hacer siempre las mismas fotos. Aquí, respondió Rover con rapidez, que hiciésemos algo más inusual para obtener fotos distintas. Dijo esto con una pícara sonrisa dibujada en su rostro. Confieso que en ese momento me sentí un tanto turbado, no quería pensar a qué quería referirse Rover con su insinuación, aunque parecía evidente que estaba intentando jalearnos para hacer algo.
Tras un rato de vacilación, John le replicó llevándose la mano al pene y blandiéndolo al aire en tosco desafío: "¿qué quieres que nos la meneemos delante de la cámara?"
Tal expresión volvió a inundar mi mente de confusas ideas, aunque básicamente me produjo rechazo, sentí un cierto morbo de imaginar unas fotos en que se me viese masturbándome.
Hice como si aquélla conversación no fuese conmigo, acabé de secarme y me volví a vestir, sentándome en una roca, mientras me comía una manzana. En todo caso, y a la expectativa de lo que pudiera ocurrir, elegí una zona con buena visión del escenario.
Todavía hizo alguna foto Rover, pero siempre en tono moderado. El sol estaba ya próximo a ponerse en el lugar en que nos encontrábamos, pues estaba abierto el valle hacia el este, pero muy cerrado al oeste, con lo que se acortaban las horas de sol, pero no de luz. Los últimos rayos de sol caían sobre los cuerpos desnudos de los dos hermanos, prestándoles un precioso tono. Rover siempre pendiente de la luz, me pidió que les hiciese alguna foto, cosa que hice tras un sinfín de explicaciones y recomendaciones previas.
Desapareció el sol y rápidamente, se notó el aire más fresco, por la altura del lugar donde estábamos, por lo que se vistieron y tras tomar un bocadillo, iniciamos la bajada.
16
A los pocos días de aquélla excursión, quedamos en la buhardilla- laboratorio de Rover para revelar y ampliar las fotos. Cuando llegué me recibió descalzo y con un pantalón vaquero cortado tipo bermudas. Me indicó que le siguiese escaleras arriba, hasta la buhardilla. Hacía un calor difícilmente soportable. Rover me explicó que había revelado ya el kit de diapositivas, y que tenía también los negativos en blanco y negro, pero que le faltaba hacer algunas copias y ampliaciones. Preparamos el cuarto oscuro, las cubetas de revelado, fijado, etc. Y nos dispusimos a ir viendo los negativos ampliados, para ir eligiendo las copias que íbamos a hacer.
En vista del tremendo calor que hacía, Rover me dijo que me pusiese cómodo, que él también lo iba a hacer, pues si no, se iba a derretir. Según decía esto, se quitó el pantalón bermuda, quedándose con un slip blanco ajustado, a través del que se le dibujaba el relieve de sus atributos. Me animé y que despojé de mi vaquero corto, quedándome con un short blanco, excesivamente amplio, tanto que, a través de su pernera tendían a salirse los míos.
Estuvimos doblados sobre los negativos ampliados, riendo y haciendo alguna broma al ver en alguno de ellos, cómo nos habíamos tomado la foto un tanto excitados.
Hablamos de la excursión y Rover me preguntó si me había gustado. Le dije que me había parecido un sitio precioso. En realidad, cuando hizo la pregunta, no supe muy bien si se refería solo al sitio en sí, o a algo más. De nuevo hizo una pregunta un tanto ambigua, "¿quieres que repitamos?". Esta vez, hizo la pregunta con una mezcla entre aquélla sonrisa pícara que ya le iba conociendo y de seriedad reflejada en sus ojos que me miraban escrutadores, queriendo averiguar lo que yo pensaba.
Dudé qué contestar. La sola idea del lugar y las sensaciones tan agradables vividas allí, me comenzaban a empujar de nuevo. Solo rememorar algunos de los momentos hizo que se iniciase una excitación que se escapaba de mi ropa interior. Opté por contestarle también ambiguamente, diciéndole que me había parecido una estupenda experiencia y que podíamos volver el sábado si le venía bien.
Parece que ello le animó, porque enseguida hizo planes apresuradamente, tratando de contar con John como chofer, al menos para que nos llevase por la mañana y ya veríamos la vuelta. Todavía pasamos y señalamos algunos de los negativos que queríamos copiar. Al ver uno de ellos, Rover situó su mano derecha sobre mi muslo, mientras con la izquierda señalaba divertido lo que parecía ser una evidente erección mía en una de las fotos.
El contacto firme de su mano, me hizo estremecer. Ya no pensaba en otra cosa que en volver a aquel idílico lugar.
Así fue como volvimos a organizar una subida a las pozas altas, como las llamaban los dos hermanos. Salimos de nuevo temprano, en el coche de John, quien señaló que tenía dudas de poder llegar antes del atardecer, por lo que deberíamos bajar a media tarde si él no había llegado antes.
Debo confesar que apenas pude dormir aquélla noche, solo de la excitación y los pensamientos que me venían a cada momento. Ello hizo que estuviese mas cansado en la subida, por una parte y por otra, que la prisa por llegar arriba, me empujase, haciéndome casi correr, por lo que Rover protestaba todo el camino.
Aunque tardamos menos, que el otro día, cuando llegamos a los primeros saltos de agua, el sol ya calentaba desde lo alto, aunque alguna nubecilla le ocultaba en pequeños periodos de tiempo.
Una vez acomodados, le pregunté a Rover si también se había traído todos los bártulos de fotografía. Me contestó que casi todos y me invitó a seguir la senda un poco mas río arriba. Una vez mas, no era lo que mas me apetecía, pero le seguí con tal de estar cerca.
La senda ahora apenas era visible, por lo que la perdíamos a cada momento, arañándonos con la crecida maleza, que especialmente cerca del cauce del pequeño río, se había desarrollado de forma exuberante, casi impidiendo el paso. Vimos parajes muy bonitos, con pequeños saltos de agua y pozas de agua tan cristalina que nos confundían, aparentando una menor profundidad de la que tenían en realidad.
El fatigoso avance por la orilla, con el sol apretando hizo que pronto desistiésemos de seguir subiendo. Iniciamos el descenso que hicimos con gran rapidez. Estábamos bajando por una zona de rocas, para alejarnos algo de la molesta maleza, cuando Rover al saltar de una roca hacia donde yo estaba, me tiró al suelo, al pillarme de improviso, cayendo sobre la espalda y propinándome un fuerte golpe en la espalda, a tal punto, que durante un rato me costó respirar.
Estuvimos un buen rato hasta que se me pasó y ya bajamos más tranquilos. Cuando llegamos, Rover me subió la camiseta y estuvo buscando señal del daño, pero afortunadamente no parecía haber nada. No obstante, se ofreció a darme un masaje. Le dije que me parecía muy bien, aunque no lo necesitaba específicamente por el golpe.
Me eché boca abajo, sobre la toalla extendida, mientras Rover me subía la camiseta hasta los hombros, para poder darme el masaje. Estuvo un buen rato, percutiendo mi dolorida espalda y amasando mis músculos dorsales y lumbares, pero la sensación se alejaba de lo que yo había estado esperando.
Me incorporé un poco para quitarme la camiseta al tiempo que le decía que ello facilitaría su trabajo. Siguió dándome el masaje, algo más suavemente ahora. De pronto paró y me preguntó si no tenía calor así al sol. Le dije que un poco, pero que era agradable. Se incorporó, se quitó la camiseta y el calzado y se dirigió al agua, donde tras refrescarse un poco, hizo un cuenco juntando las dos manos para coger agua, que me echó por encima de la espalda, con lo que di un salto por la tremenda impresión al sentir el agua tan fría. Protesté, pero enseguida me hizo callar, al extender el agua por toda la espalda con un masaje lineal de arriba hacia abajo, hasta el elástico de mi pantalón.
Volvió a incorporarse y a traer mas agua entre sus manos, que me echó por encima de los muslos, dando unas vigorosas fricciones a continuación. Lo cierto es que no sé si fue aquello, pero tuvo un efecto sedante sobre mi cuerpo.
Rover se incorporó de nuevo, yendo a sentarse a la orilla de la charca que estaba por encima de nosotros. Tras un rato de permanecer en silencio, sentado, se desnudó y se metió en el agua con gran decisión. Me pareció que al entrar tenía una bonita semierección. Salió sacudiéndose el agua como los perrillos. Se sentó de nuevo en la orilla, con la pierna derecha doblada y echada sobre el suelo, mientras la otra, igualmente flexionada por la rodilla, apoyaba el pie y servía de apoyo a su brazo y este a su cabeza, dándole aspecto de ensimismamiento.
Según se había situado, yo podía verle un poco de lado. Era hermoso recorrer con la vista su espalda mojada, desde los hombros a aquella espalda ancha, aunque no desproporcionada, la suavidad de su zona lumbar y como se perdía la vista en aquél hermoso trasero. Comencé a excitarme al verle, de modo que giré la cabeza hacia el otro lado, hacia el valle, recluyéndome también en mis propios sentimientos.
No había pasado mucho tiempo, cuando se me acerca Rover por la derecha e inicia un nuevo movimiento de masaje en mi espalda. Esta vez solo se había mojado las manos, sin empaparme. Solté un gemido de placer cuando se entretuvo en la zona dorsal, donde me había dado el golpe. Volvió a bajar en movimiento alternativos circulares y lineales hasta llegar al pantalón, donde comenzaba de nuevo el ascenso, llegando hasta los hombros.
Pasó como en la otra ocasión hacia las piernas y subió a los muslos, dando masaje de arriba abajo por detrás de éstos y luego por los lados. Volvía a la parte posterior, dejando sus pulgares hacia la región interna. De vez en cuando, cuando llegaba a la zona mas alta, introducía levemente sus dedos bajo la pernera del pantalón, como de un modo casual, lo que me estaba encendiendo.
Yo me encontraba con la cabeza apoyada en mis brazos cruzados a modo de almohada, lo que me permitía verle a penas por el rabillo del ojo, pero me parecía advertir, que su cuerpo reaccionaba también disfrutando al darme el masaje. Efectivamente, en un momento miré más descaradamente y pude ver como su pene había crecido un tanto.
Había vuelto a la espalda, demorándose en la región lumbar y tropezando una y otra vez con el elástico del pantalón, cuando en voz muy baja me preguntó si quería que el masaje fuese completo. Le dije que sí sin dudarlo un instante. Me dijo entonces que me incorporara un poco levantando el culo, así lo hice, momento en que Rover aprovechó para bajarme el pantalón despacio, hasta las rodillas, dejándome con el culo expuesto al aire y a su mirada.
Me quitó el calzado, que yo ya tenía desacordonado, y siguió su movimiento de bajada de mi pantalón, quitándolo finalmente de un tirón. Sin mas preámbulos, situó sus manos sobre mis nalgas, con los pulgares hacia la región interna, comenzando un masaje extraordinariamente excitante, con un movimiento como de querer abarcarme todo el culo en sus manos, mientras sus pulgares, hacían un movimiento mas delicado en pequeños círculos, en la parte mas inferior, introduciéndolos en la región perineal y a ratos saltando a la parte interna y mas alta de mis muslos. Me encontraba extraordinariamente excitado.
Era tal la erección que estaba sufriendo, que casi me hacía daño, al estar boca abajo, el aprisionamiento a que tenía sometido a mi pene. Cuando creí que no podría continuar más en esa situación, Rover pasó de estar situado a mi costado derecho, a sentarse a horcajadas encima. En realidad, no llegaba a estar sentado, pues no se apoyaba en mí, se colocó con una pierna a cada lado de mis costados, de modo que su entrepierna me rozaba el culo, aunque sin sentarse encima.
Inicialmente sentí un sobresalto al sentirle de esa manera. Incluso hice un movimiento brusco de sorpresa, casi intentando echarle de su nueva posición, preguntando secamente "¿qué haces?". Rover inició un suave masaje, casi caricia en mi espalda, mientras me contestaba "nada, tranquilo, solo me pongo así para estar más cómodo y tenerte más a mano". Enseguida noté que me transmitía un intenso placer a través de sus manos.
Poco a poco, Rover fue quedando mas firmemente sentado a horcajadas sobre mi, bajando un poco, hasta quedar sentado sobre mis muslos, teniendo a su merced mi culo, al que iba dando de nuevo un suave masaje con sus manos. Sentía un placer apenas contenible, aunque me daba cierto miedo el punto al que estábamos llegando.
A medida que fue dándome su gentil y erótico masaje, podía notar cómo su pene erecto, me rozaba en ocasiones en el culo. Volvía a subir de su posición, apoyándose más arriba de mi cuerpo, pero en su movimiento de subida, su pene se enganchaba en la hendidura de mi culo una y otra vez, teniendo él mismo que cogerlo con su mano, para retirarlo de allí.
Yo protesté débilmente "¡eh! ¿Qué haces?" y en ese momento, volvió a bajar sentándose en la zona alta de mis muslos, al tiempo que alargaba sus brazos para acariciarme en los hombros y nuca, con lo que su cuerpo casi se extendía sobre el mío. Podía notar su pene y sus testículos apoyándose claramente sobre mi culo, moviéndose al compás de sus masajes y caricias. Este roce continuo me hacía imposible seguir echado, inactivo.
Comencé a darme la vuelta de modo lento y suave para no obligarle a quitarse de su posición en horcajadas sobre mí, movimiento que él facilitó incorporándose un poco. Al quedar finalmente boca arriba, nuestras miradas se cruzaron, aunque no sé si ninguno de los dos podía ver con claridad. Mi pene erguido y ansioso como estaba, quedó apoyado sobre mi vientre, dirigido firmemente hacia arriba, hacia el ombligo. Toda suerte de jugos salían al exterior empapándome por completo. A medida que fue volviendo a cargar su peso sobre mi cuerpo, quedando sentado sobre mí, pude sentir la rotundidad de su culo y muslos sobre los míos, su pene igualmente altivo, subía y bajaba, momento en que chocaba con el mío.
Aproximó y ciñó sus muslos sobre mis caderas, apretándolas casi y en ese momento sus testículos quedaron sobre la base de mi pene. No podía más. Con mis manos intentaba acariciarle los brazos y el costado de su pecho, introduciendo mis manos entre su pecho y brazos.
Por fin, sus manos cogieron mi pene, acariciándolo, y levantándolo para juntarlo con el suyo, en paralelo. Sujetos los dos así, comenzó a masturbarme al mismo tiempo que se masturbaba él, pues sus manos ascendían y descendían sobre ambos penes.
Inmediatamente salió mi carga con fuerza sobre su pecho y el mío, sobre sus brazos y yo creo que por todas partes, al tiempo que casi convulsionaba del placer obtenido. Llevé mi mano sobre su pene y lo friccioné con firmeza de arriba abajo. Igualmente explotó en placer, alcanzándome su semen hasta el pecho.
Rover se dejó casi caer sobre mí. Sentí su pecho sobre el mío, su vientre sobre el mío, su pene sobre el mío y sus manos se dirigieron a mi nuca, puso su cabeza junto a la mía, rozándonos las mejillas y me pareció advertir un roce de sus labios sobre mi mejilla.
Permanecimos así algún tiempo. Casi nos quedamos pegados el uno al otro por nuestro abundante semen, derramado entre los dos y el cansancio tras la actividad que nos había llevado a aquélla tremenda explosión.
Aunque su cuerpo pesaba sobre mi pecho, no quería que se moviese ni un milímetro. Quería sentirle así, con todo su cuerpo sobre el mío. Puse mis manos sobre su espalda y culo, acariciándole suavemente.
Mientras permanecíamos así, no tenía una idea clara del tiempo que había transcurrido. Sentía una gran ternura y un exquisito placer. Cada pequeño movimiento que Rover hacía, me proporcionaba un gran placer por el leve roce de su piel, al tiempo que me hacía temer que quisiese levantarse. Así que, para retenerle cuanto pudiese, llevé mis caricias a la hendidura de su culo, bajando hasta llegar a esa zona entre los escrotos y el culo, impidiendo así cualquier posible resistencia.
A medida que mis dedos, se introducían por su raja, cogiendo sus cachas con fuerza, fui notando como su pene volvía a recuperar la vida, palpitando junto al mío, sobre mi vientre.
Sin proponérmelo y de forma instintiva, fui acariciando aquélla zona tan sensible, comenzando a introducir un dedo en su ano, poco a poco, dándole un masaje, primero de dentro a fuera, luego desde dentro con movimientos circulares, lo que fue arrancándole gemidos de placer primero débiles y tímidos, pero cada vez mas fuertes. Al mismo tiempo, iniciaba un movimiento de sube y baja con todo su cuerpo, por lo que su pene se iba excitando a medida que se deslizaba sobre mi vientre.
Al fin, noté como todos sus músculos se tensaban, quedaban paralizados un instante para relajarse súbitamente, al tiempo que se corría sobre mí, pero esta vez de forma suave, con un gemido que quedó colgado en el aire.
Tras el inicial desplome de su cuerpo, Rover me dio un abrazo y se echó a un lado sentándose junto a mí.
También yo me incorporé, sentándome, estuvimos el uno junto al otro sin a penas hablar. No dejaba de dar vueltas a la situación que estaba viviendo. Me daba miedo la situación que estaba creándose. Yo nunca había pensado que pudiese llegar tan lejos. Había fantaseado con visiones, últimamente sobre Rover, o anteriormente algún otro amigo, en que disfrutábamos juntos desnudos del sol, incluso en algún inocente roce, jamás en que nos masturbásemos uno a otro, y menos aun que nuestros cuerpos llegasen a estar uno sobre otro.
Pero aunque sentía cierto miedo al estar deslizándome por este nuevo camino, no podía dejar de pensar en ello como ago agradable, a lo que no solo no estaba dispuesto a renunciar, sino que quería seguir buscando y disfrutando.
Rover no parecía estar preocupado en absoluto. Parecía limitarse a sentir, a disfrutar y a vivir. Sin importarle nada más. Quizá a la edad que teníamos, no debiéramos preocuparnos por nada mas, dejándonos llevar por los impulsos de nuestros cuerpos.
17
Al fin nos decidimos a hacer algo más que tomar el sol. Nos metimos en la charca, con objeto de lavarnos. Durante algún tiempo, estuvimos enredando, echándonos agua, luchando por ver quién mantenía mas tiempo el equilibrio en la roca lisa sin resbalar y caer al agua.
Rover salió el primero y enseguida se puso a hacerme fotos. Le invité a unirse, poniendo el disparador. Situó la cámara en el trípode y empezó el casi cómico correr de detrás de la cámara a protagonizar la escena. En la primera foto que nos hicimos, nos pusimos los dos de pie en el agua, que apenas nos llegaba a las rodillas. Nos situamos con los brazos sobre los hombros del otro.
En una de las ocasiones, al salir corriendo tras accionar el auto disparador, Rover se situó detrás de mí, poniendo sus brazos alrededor de mi cuello, entrelazadas sus manos sobre mi pecho. Resultó una hermosa foto cuando por fin la tuvimos revelada, pero mas hermoso fue sentir su cuerpo íntimamente pegado al mío por detrás al hacerla. Podía notar el pene y el vello pubiano de Rover por detrás de mí, apoyándose en mi culo. Eso me hizo reaccionar de nuevo, con lo que inicié una discreta erección, que Rover se empeñó en retener en su máquina.
En realidad, ya no me importaba como las primeras veces. Incluso sentía un cierto placer en mostrarme así ante Rover y su cámara. Rover no desaprovechó aquél momento. Me hizo algunas fotos, llegando en un momento a acercarse, para sacar solo un primer plano de mi pene a medio subir.
Todo esto fue excitándonos de nuevo a los dos, hasta que en un momento dado, ambos caminábamos de uno a otro lado, sobre las piedras, junto a la orilla, con nuestros penes erectos al frente. Rover no paraba de hacer fotos. Volví a insistirle en que él también se pusiese. Iniciamos una nueva tanda de fotos con el auto disparador. Nos poníamos uno frente al otro, con nuestros penes casi rozándose en la punta, luego Rover se situó en cuclillas delante de mí, de modo que con su cabeza ocultaba mi desnudez. Al terminar ésta foto, Rover giró la cabeza y su cara tropezó con mi pene, por un instante sentí el roce de sus labios chocando con el.
Esta situación volvió a iniciar el proceso de erección. Rover siguió como si nada. Pero cuando volvió a acercarse para posar junto a mí, me preguntó si ya se me había pasado el efecto de la mañana. Contesté que eso parecía. Rover ya no esperó más. Se volvió a situar por detrás de mí, abrazándome y llevando sus manos hacia mi vientre, jugando con mi vello y tropezando con mi erección, de forma más que intencionada.
Al mismo tiempo que sus manos jugaban conmigo, su pene se colocaba entre mis piernas, rozándome la cara interna de los muslos, muy arriba, cerca del lugar más sensible Yo situé mis manos hacia atrás, tratando de empujar su culo hacia mí, con lo que le sentía más y más estrechamente.
Rover fue pasando su mano todo a lo largo del tronco de mi pene, entreteniéndose al llegar junto a la cabeza, donde daba un toquecillo suave, que aumentaba la ya enorme erección que tenía.
Al fin, me liberó de su presión, empujándome hacia abajo, hasta conseguir que me sentase. Pasó a colocarse delante de mí, se sentó igualmente, entrelazamos las piernas, de modo que nuestros penes chocaban y se animaban entre sí. Nuestras manos pasaban de uno a otro. Rover reculó un poco, separándose un instante, para ir recorriendo con sus labios por mi pecho, donde se entretuvo en mordisquear mis minúsculos pezoncillos, siguió su camino descendente, se demoró de nuevo alrededor del ombligo, trazando círculos alrededor con su lengua. Llegó por fin al vientre, de nuevo su rostro tropezó con mi pene erecto, pero esta vez, ayudándose con la mano, me sujetó el mismo, empujándolo hacia sus labios, pasó estos, manteniéndolos cerrados, todo a lo largo del tronco. Los dedos de su mano, sujetaban al tiempo que enredaban con mis escrotos. Esto era algo totalmente inesperado. Tanto como excitante.
Subió delicadamente sus dedos hacia la cabeza del pene, por donde ya fluía el presemen, que usó para lubricarse y deslizarse más fácilmente de la cabeza a la base y vuelta a empezar.
Rodeó la cabeza del pene con sus dedos índice y pulgar y lo llevó a sus labios, pasándola de un lado a otro de sus labios aun cerrados. Se separó un instante para mirarme a los ojos, echó su hermosa sonrisa pícara y sacando levemente la punta de su lengua comenzó a recorrerme el pene de base a punta, entreteniéndose al llegar al surco que separa la cabeza, para dar unos lametazos rápidos y continuos que me llevaban a otro mundo. Todo esto era nuevo para mí. Jamás hubiese ni siquiera soñado que pudiese arrancarse tal placer de aquél modo.
Se separó un instante que se me hizo eterno, para acomodarse a un costado mío, pues en la postura que estábamos, no podríamos continuar mucho tiempo sin que nos diese un calambre. Una vez acomodado, volvió a jugar con su lengua. Al llegar a la base, lamió mis escrotos, todo alrededor. No podía más. Gemí de placer y mi mano sobre su nuca, le empujó para hacer una mayor aproximación que ya era imposible.
Al fin, ascendió por el tronco hasta llegar a la punta, empapada en líquido que me fluía y goteaba por doquier. Me dio un beso en la cabeza y acto seguido se metió ésta en la boca, cuidando de no darme con los dientes, cosa que no sabía como conseguía hacer. Su lengua disputaba el espacio de su boca con mi pene, me lamía, me succionaba, hacía un movimiento de bajar, como queriendo engullirse todo. No sé cómo lo conseguía, pero casi desaparecía todo en su boca, hasta el punto que notaba su barbilla en mis testículos.
Yo ya no podía aguantar más. Quise advertirle que me iba a correr, pero siguió con su nuevo juego, tan solo extrayendo un poco del tronco, hasta que en el último momento, me sacó de su boca, apretándome con sus dedos al tiempo que nuevas cargas salían de mi interior, yo no sé hasta donde. Tras las primeras convulsiones de mi cuerpo, los últimos jugos que me fluían fueron lamidos por Rover, como si tal cosa. No entendía nada. Aquello me parecía excesivamente exótico, pero cuando creía que no podría recibir mas placer que el de aquélla mañana, acababa de proporcionarme un placer desconocido y ya estaba seguro que imposible de superar. Rover se retiró con su sonrisa preciosa. En la comisura de sus labios quedaba restos de mis fluidos, que igualmente tenía por la mejilla.
No sabía si debía corresponderle del mismo modo que él había hecho conmigo. Por una parte me sentía obligado a devolverle tanto placer como me fuese posible proporcionarle, por otro lado me daba una cierta sensación de rechazo.
Le miré y le invité a echarse, mientras colocaba mis dedos sobre su pene, iniciando un movimiento a lo largo. Rover colocó su mano derecha sobre mi nuca, empujándome y atrayéndome hacia sí, invitándome claramente a que le devolviese el mismo trato.
Agaché mi cabeza sobre él, miré aquél hermoso pene y ya no me dio mas reparo, ni rechazo alguno la idea de engullirlo. Le di un beso en la punta, a lo que reaccionó con un saltito y me lo introduje en la boca, primero tan apasionadamente que casi me produjo una arcada, además de molestarle levemente con mis dientes, cosa que me advirtió en un susurro. Ataqué de nuevo con más suavidad y comencé a degustar aquél nuevo sabor, que no sabía si era dulce o salado.
Con la mano derecha me ayudaba para mantener su pene adecuadamente alojado en mi boca. Situé la izquierda abarcando sus escrotos, que fui masajeando. Bajé hacia su ano, rodeé éste con suaves caricias, sin dejar de succionar el nuevo juguete. Sacaba un poco su pene de la boca para respirar profundo, mientras mis dedos comenzaban a introducirse en su ano, primero uno, con el que le di un masaje dando vueltas al dedo, luego dos. Me costó trabajo introducir el segundo dedo, incluso me pareció que le despertaba un poco de dolor. Una vez dentro, los flexionaba y estiraba, dándole con las yemas de mis dedos en la poción anterior de su recto, cosa que por los gemidos que dio, le estaba encendiendo.
Rover empezó a gemir más y más fuerte, anunciando su próxima corrida. No dejé de succionar su pene y cuando lo sacaba un poco, le daba con la lengua en la base de su rosada cabeza. Mientras no paraba de mover los dos dedos que le había introducido por el recto, incluso aproveché para apoyar la palma de esa mano sobre la delicada piel de sus escrotos, al tiempo que con el pulgar acariciaba la zona entre éstos y el ano.
Hizo un movimiento para retirarme el pene de la boca e inmediatamente disparó metrallazos fortísimos de semen, que aunque por solo unos instantes me pillaron fuera de la boca, me salpicaron abundantemente la cara y el pecho. Rover se estremeció de placer de un modo estruendoso, profiriendo un fuerte grito, tras lo cual, cayó rendido, exclamando "¡me vas a matar, tío!"
Le acaricié el pecho y al poco rato nos fundimos en un fuerte abrazo. Volví a sentir su cuerpo entero, apretado por mis brazos, su fuerte pecho contra el mío, sus muslos sobre los míos, su pene contra el mío, juntándose nuestro vello pubiano, nuestros rostros se aproximaron y por fin nos dimos un beso. En ese momento comprendí lo que sentía y que a pesar de las contradicciones, los problemas que vendrían y no niego que un cierto rechazo que me surgía de dentro, quizá por mi educación, quizá por la sociedad que vivíamos. Pero había descubierto algo a lo que no estaba dispuesto a renunciar.