Robé tu foto - Tu condena

Un par de textos, en prosa lírica. Espero que os gusten. Un beso húmedo para todos.

ROBÉ TU FOTO

Es cierto. No puedo negarlo. No quiero. Robé tu foto. Y he sido mala. Muy mala.

Hastiada brujuleaba por el espacio exterior cuando tu imagen se posó frente a mí.

El Destino burlón quiso que fueras tú. Sólo tú.

Sonreías a cámara. Me sonreías a mí. Mirada limpia, intensa. Tan viril y relajado.

Esa atrayente despreocupación de quien se sabe un hombre de verdad.

Sentí que tu jugosa boca me hablaba. Tu voz resonaba en mi cabeza. Me tiranizaba.

"Maya... Deseo follarte, Maya... Quiero ver tu cuerpo salvaje en un mar de placer".

Y el fuego de Vulcano se apoderó de mí. Furtiva y perversa corrí a mi diván.

Mi ropa voló por los aires. Encendida como brasa candente me acomodé.

Mi cuerpo desnudo resplandecía bajo la tenue luz de las candelas. Tus ojos clavados en mí. Casi pude percibir tus fuertes manos escalando mis piernas. ¡Ohhh! .

Un grito sordo se fugó de la cárcel de mis labios. Mi piel era ya pura alta tensión.

En cada descarga tu imagen se hacía aún más vívida. La quería poseyéndome.

Te atraje a las puertas de mi sexo. Húmedo. Anhelante. La mano aferrada a mi pecho ya hinchado, firme. Golosa lo saboreé. Mi lengua era hábil. Libre. Eras tú. Sólo tú.

Estaba tan cachonda. Dios, sí, tanto que te veía. Me besaste. Descubriste el dulce sabor de mi boca. Imaginé ser guitarra española entre tus brazos. Voluptuosa. Racial. Mis lúbricos dedos conocían bien el juego. Y tu voz suspendida en el aire.

“

Hazlo”. Me toqué febril. Todos los secretos de mi cuerpo al descubierto. Dámelo todo. Te quiero dentro de mí. Nuestros cuerpos se fundieron. Te soñé carne palpitante partiéndome en dos. Rítmico, furioso. Me gusta. Te siento. Sonreíste. Me muero. Gocé hasta perder el control. Ví naves en llamas más allá de Orión.

Sí, es cierto. Robé tu foto. Y soy mala. Muy mala. Pero es que me gusta tu sonrisa.

Esa perpetua sonrisa impregnada para siempre de mi olor, de mi sal, de mi miel.

TU CONDENA

Maldito corazón traicionero. Sometido sin remedio a tus quimeras.

Los sortilegios de tus yemas en mi piel me ahogan. Y mi voluntad se rinde a esa boca devastadora. Pero el juez palpitante de mi pecho y

a dictó su sentencia. Afinaste la guitarra del deseo. Y por ello mi alma en llamas te condena.

Yo te condeno a traspasar las fronteras del pudor. A robar el cálido viento de mi voz. A que tus labios derramen rosas de ultramar sobre mí. Porteñas y raciales serán ardientes cómplices de mi lujuria.

Te condeno a ser náufrago en el océano infinito de mi cuerpo. En la cima de mis pechos saciarás tu sed. Cabalgarás al viento embriagado de un veneno de sal y miel. Será mi fragancia la fiebre que te devore. Mis latidos desbocados la lluvia de primavera que sofoque tu pasión. El seísmo de tu vientre arrasará mis campos dorados. Y te consumirás en el fuego eterno de esa danza arcana del amor.

Tu libertad vendrá con la desbordante marea de aguas blancas. Podrás volar cuando tus olas rompan en mi arena. Cuando pueda dormir arropada por la espuma del mar.

Pena ya tus faltas gaucho bendito. Mi cuerpo será tu prisión. Cumple tu condena chorro maldito. Tan maldito y traicionero como este pobre corazón.


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