Rob fue a una prueba
Un cásting muy especial
Rob había llegado muy pronto a la cita, probablemente sería el primero, llovía a cántaros y él había salido del tren sin paraguas, corrió lo más rápido que pudo para refugiarse en un portal, estaba empapado y nervioso, era su primer casting en Barcelona y no tenía muy claro lo que le pedirían hacer. Llegó chorreando a la dirección, era al parecer una vivienda, llamó al timbre y sin contestar nadie al otro lado le abrieron. Al entrar todo estaba en penumbra y una voz le dijo: bienvenido. Ponte cómodo. En la habitación había un diván negro y en frente un espejo. Vio que estaba hecho un asco, su pelo se pegaba contra su cabeza totalmente mojado, y su ropa empapada marcaba su torso, con los pezones duros por el frío. Verse en el espejo le incomodaba pero quizás era parte de la prueba para conseguir el papel. Todo era tan misterioso, le habían enviado los billetes de tren, la cita era en aquél piso extraño...por un momento quiso levantarse y marcharse de allí, pero aquella voz...quería llegar hasta el final de esta extraña prueba. De pronto se iluminó el espejo en un tono azulado, dejando la habitación totalmente a oscuras. -Desnúdate- dijo la voz. -Esto ya forma parte de la prueba.- repitió. Dudando, se empezó a desvestir sin saber muy bien como hacerlo, se despojó de su ropa mojada y extrañamente se sintió mucho más cómodo, la temperatura de la sala hacía que de nuevo entrara en calor. -Date la vuelta y coge la cinta y átala en tus ojos, luego túmbate- vio entonces que una fina cinta de tela negra estaba sobre aquél diván, y un cosquilleo bajó desde su vientre, pudo notar como aquella situación empezaba a excitarle. Obedeció poniéndose la cinta sobre los ojos y recostándose sobre aquel diván de terciopelo negro. La sensación era cálida y agradable. Podía notar como aquél tacto sobre sus glúteos y espalda hacían estremecer su cuerpo, y su miembro empezaba a ganar un tamaño considerable. Se giró para no revelar su erección, poniéndose boca abajo. Oyó como una puerta se abría y unos pasos se acercaban a él.
De pronto unas manos cálidas se posaron sobre él, empezó a notar un agradable masaje, aquellas manos expertas recorrían con habilidad desde su cuello hasta sus glúteos, amasando su piel todavía mojada y dándole un calor reconfortante. Al cabo de un rato decidió girarse, ya que queria más, y dejó su cuerpo al descubierto, con sus pezones y su miembro ahora duros por el contacto cálido de aquellas manos grandes de dedos largos. Las yemas subieron desde sus muslos acariciando su abdomen y sus oblicuos marcados por el ejercicio. -Estás nervioso? No tienes por qué estarlo, no pasará nada que tu no desees. - y sintió como sus dedos le acariciaban el rostro, bajando con delicadeza por su cuello. Podía notar que ya estaba totalmente erecto, y no se atrevió a moverse. Empezó a notar como un suave masaje continuaba recorriendo su pecho, sus muslos, apretando el interior de sus piernas, obviando deliberadamente una y otra vez tocar su miembro, ahora tenso por el abandono, perlado de la humedad de la excitación, deseando ser agarrado. Un gemido salió de su boca, y no pudo evitar decirle a aquél desconocido: Qué es lo que quieres?-al cabo de unos segundos la voz se acercó a su oído y le dijo -a ti- y unos labios se posaron entonces sobre su miembro, aliviándole por fin y haciendo que su respiración se acelerase notablemente. Notó que aquellos labios devoraban su polla una y otra vez, disfrutando de cada rincón de piel sin explorar, bajando y subiendo, mientras las manos recorrían piernas, ingles, glúteos y huevos creando un mapa de su cuerpo, presa del deseo de aquel desconocido anónimo. El placer y la excitación le hicieron arquear la espalda, hasta incorporarse, encontrándose con el rostro del desconocido, chocando labios con labios, lengua con lengua, hasta fundirse en un largo beso mientras manos, piel y cuerpos se entrelazaban.
Él iba también desnudo, y era muy tentador seguir aquél torso con las manos, descubriendo todo aquello que sus ojos vendados no le permitían ver. Estar privado momentáneamente de vista hacía que sintiera cada estímulo mucho más intensamente, descubriendo su cuerpo a través de cada caricia, cada roce, cada nueva humedad. Sin pensar se descubrió a si mismo besando el cuerpo de aquél desconocido mientras aquél hombre volvía a engullir su miembro, ahora totalmente húmedo por la excitación. Sus besos lo llevaron a bajar por el pecho, mordiendo sus pezones, esperando una palabra, un gemido, pero nada, estaba ocupado con su polla como para reaccionar a lo que él hiciera. Su boca bajó por el abdomen hasta encontrarse con el miembro de aquél individuo, y sin dudar empezó a lamerlo mientras se tumbaba, encajándose los dos en un perfecto 69 donde dar placer era igual a recibirlo, cobijados el uno en la entrepierna desnuda del otro. Pudo notar como los dedos del desconocido, siempre en movimiento, buscaban entre sus muslos la entrada de su recto, al sentir la punta de los dedos invadir su culo no pudo evitar gemir, era muy excitante como sin darse cuenta aquellos dedos entraban en su interior, deslizándose suavemente gracias a su cuerpo todavía mojado por la lluvia, entrando hasta tocar su punto g, y provocando que su polla creciese y palpitase dentro de la boca del desconocido. Él no quería ser menos y imitó el suave masaje y penetró con sus dedos a aquél hombre, que presa de la excitación aceleró la profunda mamada que le estaba dando. Él hizo lo mismo, y ahora los dos se follaban las bocas con energía mientras sus dedos hacían lo mismo con sus culos. Las caderas de ambos se estremecían al entrar y salir los miembros de las bocas, y las manos apretaban esos miembros más a dentro, introduciéndose a la vez más los dedos hacia el punto de placer que sabían haber encontrado. Los dos notaron como sus pollas palpitaban a la vez sincronizando un orgasmo que les inundó las bocas, derramándose abundantemente el uno en el otro, con un gemido ahogado.
Permanecieron inmóviles un tiempo, conociéndose en silencio, relajados y confiados. Todavía no entendía aquella situación, aquella extraña cita a kilómetros de su casa. Era realmente una prueba? El desconocido le besó, esta vez con dulzura y le levantó la venda. Al ver por primera vez su rostro en la penumbra sonrió. -Sabía que eras tu- le dijo, sabiendo que aquel juego tan excitante le deparaba todavía muchas sorpresas más.