Ritual de unión

Una joven experimenta el ritual del primer encuentro con su esposo

Como parte de la ceremonia de enlace, Alima debía bañarse antes de ser presentada a su esposo para consumar la unión. Dos doncellas la acompañaban para ayudarla a limpiar las impurezas que otros hombres pudieran haber dejado en su piel. Salió de la bañera y se envolvió en la túnica que una de las jóvenes le ofrecía. A continuación pasaron a la estancia contigua y mientras una doncella la secaba con cuidado todo su cuerpo otra la peinaba el pelo liso y negro que le llegaba hasta la cintura. Se quedó desnuda de pie mientras la acababan de recoger el pelo en una trenza.

Para el siguiente paso la acostaron en la cama, Alima se dejó hacer pues era un honor haber sido la elegida. Sintió como la separaban las piernas y ella, conociendo el ritual, las dobló para ser más accesible. Una de las doncellas con cuidado fue cogiendo mechones del vello de su pubis y cortándolos. Era un ritual en parte higiénico para evitar posibles parásitos y en parte para agradar a su esposo. Una vez hubo terminado y dejado el vello tan corto que dejaba verse los labios de su vulva, recogió el vello y lo quemó en una palangana mientras recitaba algún tipo de letanía en una lengua ya olvidada. La otra doncella se acercó y untando sus dedos en aceites aromáticos fue humedeciendo sus labios mayores y lentamente masajeando y lubricando toda su vulva. Alima notaba cómo la joven deslizaba los dedos entre sus pliegues más íntimos. Sentía cada vez más calor en la zona del pubis y notaba una hinchazón a la vez incómoda y placentera. Los dedos iban suavemente recorriendo todos los huecos y acercándose a ese agujero de cuya existencia era cada vez más consciente. Notaba su clítoris erecto y agradecía cada vez que el dedo pasaba por encima. Cuando ya estaba a punto de empezar a gemir de placer, la doncella terminó el masaje dejándola con el pubis hinchado y los pezones erectos. La ayudaron a levantarse y la vistieron con una túnica cruzada por delante que se cerraba con un cinturón. Era ya el momento de presentarla a su esposo. En una estancia contigua, el joven esposo la esperaba. Al entrar lo encontraron tumbado con el torso desnudo en su cama. Se levantó para recibirlas.

Alima estaba caliente por el masaje pero debía mostrarse sumisa. Una de las doncellas le soltó el cinturón y a continuación las dos jóvenes salieron de la estancia en silencio. Alima se quedó con su esposo a solas por primera vez. La túnica, sujeta por sus pechos dejaba su abdomen liso y moreno y su pubis a la vista. Por una parte se sentía vulnerable y por otra seguía notando el calor cada vez más fuerte de su vulva que la provocaban ganas de desnudarse del todo y dejarse llevar por el impulso animal. Él la miró con los ojos encendidos, en su calzón se notaba el bulto de su verga erecta. Se acercó a ella, metió su mano bajo la túnica y cubrió uno de sus pechos. Alima creía que iba a desvanecerse de placer. Dejó caer la túnica y se quedó desnuda frente a él. El acercó su otra mano al pubis y lo cubrió lo que provocó que Alima diese un respingo. Notando la humedad de ella, deslizó un dedo dentro, lo sacó y lo metió lentamente varias veces mientras con la otra mano masajeaba el pecho. Alima echó la cabeza hacia atrás y gimió de gusto. El joven dándose cuenta de que ella estaba ya casi a punto la cogió en brazos y la acostó en la cama. Se quitó el calzón y dejó su pene erecto al aire. Pero todavía no quería terminar. Alima estaba acostada con su espalda arqueada de placer y tensión y sus piernas abiertas esperando que él metiera su verga hasta el fondo y la hiciera estremecerse. Sin embargo, no ocurrió así. Para él era muy importante que su mujer sintiera más que nunca el placer del orgasmo porque así se aseguraría su fidelidad. Metió su cabeza entre las piernas de Alima y succionó su clítoris. Alima dio un grito de placer. Él continuó lamiendo todos aquellos pliegues que antes habían sido lubricados y luego metió su lengua en el agujero. Alima se estremecía de placer, notaba sus fluidos, el calor, la erección de su clítoris. Su cuerpo se retorcía y tenía espasmos. A la vez que volvía a succionar el clítoris metió un dedo en su vagina. Ella volvió a dar un respingo y empezó a gemir. No podía soportar tanto placer, en algún momento iba a estallar, gritaba, gemía, lloraba... Entonces él se incorporó, se puso de rodillas frente a las piernas de Alima y con suavidad le introdujo su verga. La sacó también suavemente y la volvió a meter hasta el fondo. Empezaron a moverse acompasadamente. Primero lento y suave, y poco a poco más rápido y más fuerte. Alima se atrevió a decir “Más” y el con una sonrisa siguió aumentando el ritmo. Ella notaba su clítoris hinchado y duro, caliente. Sus pechos se movían con las sacudidas. De pronto estalló en una oleada de placer y calor que subía desde el pubis hasta la cabeza. Su cuerpo se estremecía, tenía espasmos a la vez que notaba las contracciones. Él soltó el aire con fuerza, tembló, su cuerpo se contrajo y se dejó caer sobre ella. Alima seguía notando las contracciones en su vagina y la agradable sensación de la verga pulsante dentro.