Ritual de Masturbación
Huelo a zorrita tengo ganas de tocarme a mi antojo, seducirme frente al espejo, como si yo fuera el amante insaciable a quien quisiera calentar...
Tengo el brasier a medio caer, rebosan mis pechos grandes y se desabrigan mis pezones, la bombacha despernancada realza mi cuerpo que sin tener medidas perfectas mantiene esa forma de venus que da la cintura estrecha y las caderas salientes, con un vientre casi plano, como una sábana extendida que termina en un pubis desértico de vellos. Dibuja también la silueta de mis lomas traseras, sostenidas por un par de muslos fuertes que protegen la estrechez de un sexo que no ha parido hijos pese a sus 33. Me miro detenidamente, una cabellera rizada, larga y oscura da marco a un rostro que sin tener rasgos especiales forma un cuadro armonioso, ojos cafés, piel dorada, como suele ser una mestiza amazona.
La sangre ardiente de mujer selvática despierta mi erotismo, tengo ganas de tocarme a mi antojo, seducirme, como si yo fuera el amante insaciable a quien quisiera calentar...
No he quitado la vista de mi espejo, me acerco, y un poco fetichista, extiendo mi lengua hacia él, dejo que mi humedad lo empañe, la muevo sinuosa disfrutando de una felación imaginaria, lengüeteando, lamiendo, dejando la huella de mis deseos sobre su piel de cristal, mis manos dibujan las formas de mi silueta, agarro la imagen de mis pechos perdida en él, buscando placer y a pesar de solo sentir el frio de su cuerpo cristalino, tiemblo de ganas, acerco mis pechos desnudos y mis pezones impactan contra aquel vidrio que me acaricia. Como quisiera meterme en él, fundirme con la imagen sensual que el espejo me devuelve…definitivamente soy algo fetichista y me excita mirarme semidesnuda.
Me regalo una caricia desde la nuca hacia mis hombros, bordeo la ruta de mis pechos, los miro enamorada, y eso basta para que desvergonzadamente se disparen, maliciosa lamo mi índice y aplico él bálsamo de mi saliva para calmarlos, pero solo consigo que despierten más. Dejándolos sufrir un poco giro mi cuerpo, devoro el perfil de mi trasero premiándole con un dulce mimo que se deforma en una caricia morbosa.
Flexiono mis rodillas expulsando el cuerpo hacia atrás como una felina que se acomoda para ser cogida, mientras mi rostro se desfigura en gestos que simulan una profunda penetración. Trepo una pierna hacia una silla ubicada estratégicamente, y vuelvo la vista hacia el espejo, mi cabello cubre mi espalda y a la vez deja entrever la forma redondeada de mis caderas, y la rebosante carne de mis glúteos, no miento, se me enerva la piel de ganas y me estremezco con algo parecido a la sensación de tener a un hombre, besando bajo mi cintura, succionando aquel punto prohibido que me hace gemir como una putita desvergonzada que suplica por mas.
Acalorada dejo caer la bombacha, me siento de lado, haciendo que mi cadera exagere su forma curveada, con ansias de ver más, extendiendo mi pierna hacia arriba regalándome la visión lasciva de una tanguita perdida en la línea de mi sexo, ahhh que placer me produce cuando con saña tiro de ella ahorcándomela, imagino una lengua apagando mi fuego, buscando cobijo en mis grutas e inevitablemente la telita suave del encaje toma el tono inconfundible de la humedad.
Cambio de posición, extiendo mi torso hacia atrás, y con suaves caricias alegro mis pechos, mi abdomen, mi vientre, flexiono mis piernas prodigándome más gozo. Desde los tobillos subo por la parte interna de mis muslos, hasta separar mis ingles, abriéndome entera, mis ojos se clavan en aquellos labios sonrosados que escapando de la tanga imploran por un par de dedos morbosos caminando entre ellos, pero no, aún no es tiempo de rozar mi flor, no es tiempo, pero al menos dejo que mi dedo corazón valorice mi humedad, que ya está a punto.
Despierta mi codicia de mirar mi sexo desde otro enfoque, me pongo en cuatro, mis muslos asemejan ser torres que en medio de su ser tiene una gema incrustada, mas bien dos gemas que ansían ser profanadas por mis propios ojos, por mis propios dedos, por mis propios labios, pero no, odiosamente mis labios no podrían regalarme ese milagro…hago a un lado mi interior, el liquido de mi sexo resbala, y como no podría dejar de beber el agua de mi fuente, con dos dedos en forma de cuchara calmo mi sed.
Ya estoy caliente sin duda, mis caderas se agitan, mi sexo pide batalla, la sangre se marca en mis mejillas, y en la transpiración que empiezo a sentir en medio de mis pechos, los junto, paso mi lengua por mis labios, la extiendo para alcanzar aunque sea un milímetro de la piel de mi pecho, no alcanzo, así que sentándome como una diosa, levanto mi sagrada mama y logro que mi lengua roce mis botones y mis labios los atrapen. Qué placer!! felices las que logramos hacerlo!!
Ya nada me frena, recibo de mi misma una ofrenda de caricias que va desde suaves masajes hasta pellizcos apretados, qué más da, si estoy como un animal alebrestado. Separo mis piernas, agacho mi rostro, el perfume que sale de entre mis muslo me excita es un aroma suave a hembra calenturienta, me derrito por tocarme pero no me doy gusto, tengo que esperar hasta matarme de ganas. Retiro la tanguita y con desesperación la percibo, aspiro profundamente llenándome hasta el alma de mi olor carnal, socarrona, me la paso por el cuello, por los pechos por los muslos, … huelo más que nunca a zorra,… una zorra solitaria, que gime y se araña de ganas.
El ritual de calentamiento se ha cumplido, y ahora mi cuerpo clama por el desenlace.
Con locura estrello mi ropa contra el espejo, y me toco, me toco con desesperación, llevo mis manos a mis senos que ansiosos han esperado por las caricias de quien sabe amarlos, los aprieto dejando las huellas de mis dedos sobre ellos, relajo… masajeo… aplasto… mojo…. atornillo… estiro…. les gusta, claro que les gusta, si se erectan exigiendo más, les propicio de nuevas caricias y del placer de ser bañados por mi tibia humedad. Bajo hacia mi vientre deslizando mis manos hasta llegar a mi pubis, subo y me desvío hacia los confines de mis caderas que ansiosas no paran de oscilar, el momento sublime ha llegado, basta de caricias, al fin la flor va a ser profanada…
Mi cuerpo entero conspira en la búsqueda de placer, viajan mis dedos deleitándose en la humedad de mis labios inquietos que desean ser catados como si fueran un buen vino; los extiendo, los separo, deslizo un dedo hacia el interior, otro dedo mas, los muevo pretendiendo nadar en mis profundidades. Qué delicia estoy siendo ensartada por mis propias armas sin la menor piedad, un par de minutos dando batalla, y la guerrera amazona sucumbe ante la mortal herida provocada en medio de sus muslos, gimoteo, gruño, me contraigo presa de un orgasmo intenso que me hace arquear la espalda y gemir de gusto.
Aún disfrutando de las palpitaciones en mi sexo, exploro mi clítoris para alargar el placer, lo acaricio, lo muevo de un lado hacia el otro, masajeo circularmente, horizontalmente que es como más me gusta, he esperado tanto por tocarme que mi cuerpo no necesita mucho para correrse otra vez, quizá no es un segundo orgasmo tal vez es solo uno largo e intenso, que fluye desde mi clítoris hasta perderse en el horizonte de mi culito, mientras mi pobre vagina, se contrae al ser corchada por mis implacables dedos. Gimo a rabiar.
El goce de mi masturbación, solo es comparable, al placer que me produce el mirarme frente al espejo con el rostro de satisfacción, los ojos perdidos, los maxilares apretados, el cabello cayendo en mi cara, el sudor bajando por mis senos, mis muslos abiertos, mi flor gozosa, mis ingles bañadas, y mi silla, mi silla totalmente mojada…
Algo recuperada, me arrodillo frente a mi silla, la acaricio con ternura, con el mismo amor que suelo tener por mi espejo, me inclino sobre ella, lamo su humedad y la seco con mis labios, ya está, ya está lista para un nuevo encuentro...