Rifando mi culo
Hice una rifa para juntar algo de dinero, fue increíblemente delicioso
Necesitaba algo de dinero y organicé una rifa. ¿El premio? Yo, por supuesto.
Volví de mis vacaciones en el sur hace dos semanas aproximadamente, y como no he estado trabajando decidí hacer una rifa para generar ganancias.
Decidí que serían 20 números a $2500 pesos cada uno y un único gran premio que era yo. Una noche o el día completos conmigo dispuesta a todo.
Puse algunos avisos en un foro y en mi perfil de Grindr con los datos que recién les mencioné. Pasaron dos o tres días con sólo algunas consultas hasta que comenzaron las ventas. En tres días vendí todos los números, un caballero me compro 5 números y otros 15 uno cada uno.
Realicé un grupo de WhatsApp con los participantes y acordamos la hora en que haría el sorteo.
Con una aplicación de sorteo aleatoria y lo transmití en vivo para hacerlo de forma transparente.
Ganó el número 17. Acordamos de que me recogería a las 21 horas afuera de la estación de metro Plaza de armas en el centro de Santiago.
Desde pasado las 18 horas comencé a preparar todo para la noche, me depilé completa, me duché y me lavé muy bien. Guarde harta ropa en mi mochila, junto a mis tacos, peluca y demás accesorios.
Llegué al lugar de encuentro poco antes de la hora acordada, así que me senté en una banca y me fumé un cigarrillo.
Aún no terminaba de fumar cuando llegó Mario (Así le diré desde aquí en adelante), lo supe porque me había dado la descripción de su vehículo. Era una camioneta Hyundai Tucson roja y los vidrios levemente polarizados, estaba detenida al frente mío. Hicimos contacto visual, me acerqué y me subí en el lugar del copiloto.
Mario me saludó cordialmente, yo sabía que él tenía 38 años, que estaba divorciado y que trabajaba en una empresa de inversiones de fondo o algo parecido.
Conversamos durante el camino de cosas normales de la vida y del día a día. Pronto pasamos a un centro comercial y se estacionó en el -2 del subterráneo. Antes de bajar me dijo:
“Voy a comprar algunas cosas, no creo que me demore más de 15 o 20 minutos. Cuando vuelva quiero ver a la puta que me acompañará esta noche.”
Apenas Mario se bajó abrí la mochila, como no sabía si iríamos altiro a un motel o a su casa, decidí vestirme no tan puta aún, pero si muy femenina y sexy.
Me puse unos tacos altos negros, sin plataforma. Un colaless negro apretadito y encima un jeans que levantaba mi cola. En la parte de arriba me puse un sostén con un relleno y una polera sin mangas que me llegaba sobre el ombligo.
Me pinté los labios de un rojo fuerte, me puse una peluca negra con el pelo suelto, que llegaba un poco más abajo que los hombros. Unos aritos colgantes delgaditos plateados y me puse uñas postizas que ya traía limadas a la medida. Las uñas eran largas de un negro opaco y combinaban con las de mis pies que también eran negras.
Cuando estuve lista, me bajé de la camioneta muy decidida ya que me veía muy muy femenina y en el estacionamiento habían 3 o 4 autos más.
Cuando Mario regresó yo estaba apoyada en el capó de la camioneta bien sexy esperando a mi macho, dejó las bolsas en el maletero y se dirigió hacia mí.
Me beso muy suavemente y me dijo:
“Estas guapísima, vámonos rápido”
Nos subimos a la camioneta y continuamos nuestro camino mientras él me contaba las cosas que quería hacer conmigo.
Después de unos 30 a 40 minutos de viaje llegamos a edificio donde vivía, era un barrio del sector alto de Santiago, en un condominio completamente cerrado con pinos y con solamente 3 torres.
Llegamos al estacionamiento subterráneo y subimos en el ascensor hasta el piso 6 que era el más alto de las torres. El departamento era enorme, el balcón daba hacia los árboles y tenía una vista hacia la cordillera, solamente se veían algunas casas muy muy lejos.
Nos sentamos el balcón a tomar una cerveza, mientras me fumaba un cigarrillo me dijo:
“Romi quiero que me la chupes, ya no aguanto la ganas”
Como él era el ganador de la rifa, y precisamente yo era su premio, esa noche haría todo lo que él deseara.
Aún con el cigarro encendido me levanté de mi asiento, me arrodillé y gateé hasta el puesto de mi hombre. Comencé a masajear su pene sobre el pantalón mientras lo miraba directo a los ojos con la cara más perra que pude poner, demostrándole que me encantaba estar ahí, dispuesta para él.
Luego de unos minutos de masajes, sentí como su miembro ya estaba duro e intentaba salir de su pantalón, le desabroché el cinturón, le quité el botón, bajé el cierre con mi boca y comencé a lamer y a besar su pene sobre su bóxer. Se sentía ese rico olor a pene que nos vuelve loca a todas a las que nos gusta en exceso mamar.
Ansiosa por tragarme su miembro, con cuidado de no rasguñarlo con mis uñas, metí la mano en su ropa interior y saqué su pene, que parecía una piedra de lo duro que estaba, tenía la puntita brillante por lo caliente que estaba, el prepucio no alcanzaba a cubrir todo su glande. En el tronco se marcaban dos venas, estaba todo depilado y unas bolas grandes le colgaban. Su herramienta era hermosa, uno de los penes más lindos que me he comido. No era un monstruo, pero tenía buen tamaño y grosor. Para mí misma pensé que iba a ser una gran noche.
Comencé a masturbarlo suavemente mientras lo miraba directo a los ojos, él me miraba sin darme importancia y continuaba bebiendo su cerveza. Sin dejar de masajear el tronco, comencé a besarle el glande, de vez en cuando recorría todo su glande con la punta de mi lengua, lo succionaba y continuaba con la masturbación y los besos.
Yo estaba muy caliente así que no pasó mucho tiempo antes de que comenzara a hacerle una buena mamada a mi hombre, mis manos ahora solamente le acariciaban las bolas. Mi boca se encargaba de su glande y su tronco entero, me costaba llegar hasta la base del pene, ya que su glande me llegaba más allá de la campanilla de la garganta, pero como todos saben, sin arcada no hay mamada.
En un momento en el que tenía completamente su miembro dentro de mi boca y garganta, Mario me sujetó la cabeza y me dijo con una voz bastante excitada:
“Quiero ver tu culito, bájate el pantalón y te dejo respirar”
Tenía los ojos llenos de lágrimas, pero sin desesperarme desabroché el botón de mi jeans y me bajé el pantalón hasta las rodillas ya que como continuaba arrodillada no podía más.
Mi culo quedo al aire y Mario soltó mi cabeza. Yo necesitaba respirar con urgencia, pero como soy una perra, retiré mi cabeza lentamente hasta que ese pene salió completamente de mi boca, seguido de un grueso hilo de saliva que aún unía mis labios y su falo.
Sin levantarse de su asiento me indicó que me girara en 180° sin cambiar de posición, por lo que mi culo quedo de frente a él. Acerqué mi cara al suelo para poder levantar aún más mi culo. Lo primero que sentí fue una fuerte nalgada, no había ni terminado de soltar mi primer quejido cuando sentí 5 o 6 nalgazos seguidos. Luego masajeó mis nalgas, las separaba, las juntaba, las golpeabas y las escupió. Sentí como sus manos corrieron hacia el lado mi pequeño colaless, sus dedos entraron rudamente en mi culo. Gemí. Gemí fuerte, me encantó necesitaba sentir algo dentro de mí y me excité tanto que mi pene despertó con fuerza y se escapó sin problemas del pequeño colaless que lo afirmaba. Después de varios minutos de masturbación anal, Mario quitó sus dedos de adentro mío y me dijo:
“Sigue mamando, quiero correrme en tu cara”.
Volví a la posición inicial y continué haciendo aparecer y desaparecer de mi boca ese rico pene que me tenía loca, masturbaba fuertemente ese pene mientras metía sus suaves bolas en mi boca. Me lo volví a clavar en la garganta una y otra vez, hasta que Mario me dijo que se iba a correr.
Se levantó del asiento en el que estaba y yo instintivamente me puse bajo él, lista para recibir su caliente líquido que era mío, y yo lo quería con ansias, lo estaba esperando.
Por la posición en que me puse, él se percató que mi pene estaba durísimo y me dijo:
“Si quieres te puedes correr también”
Me toqué el pene y estaba lleno de líquido preseminal. Estaba tan caliente y concentrada mamando que no me di cuenta de que mi pene también quería ser masturbado.
Comencé a masturbarme fuerte mientras miraba hacia arriba con la lengua afuera, esperando que cayera la leche que estaba esperando. Después de pocos segundos, que para mí fueron eternos, comenzó a caer sobre mí, un espeso y abundante líquido blanco. Cayó sobre mi nariz, labios, lengua y mentón. Acerqué mi boca rápidamente hacia la punta de su pene y comencé a mamarlo con pasión mientras yo me corría en mis manos. El semen que quedó en mi cara escurría lentamente hacia abajo. Yo continuaba mamando y limpiaba el semen que quedaba en el pene de mi hombre. Yo seguía ardiendo, comencé a lamerme las manos para también tener mi propia leche en los labios.
Me puse de pie, me subí el colaless y el jeans como pude. Él hizo lo mismo. Nos apoyamos en el balcón a fumar un cigarro. Yo seguía saboreándome los labios, y tocaba el pene de Mario sobre su pantalón. Le dije que me iría a duchar y volvería vestida bien zorra para darle su verdadero premio de la rifa.
Me indicó cual era el baño, lleve mis cosas para prepárame bien. Él dijo que me esperaría en el balcón con algo para beber.
Me desvestí completa y me di una ducha, no muy larga. Como antes del encuentro yo ya había conversado algunas cosas con Mario sabía algo de sus gustos, tenía claro qué tipo de tenida usar, además también hicimos mención sobre eso durante el trayecto a su departamento.
Lo primero que hice después de la ducha fue enjaular a mi pene, desde ahora y por varias horas solo iba a recibir placer por mi culo. Me puse un plug (no muy grande) en el ano para comenzar a dilatarlo. Un colaless rojo, normal por delante (cubría toda la jaula) y por detrás solamente era un hilo casi transparente. Saqué de mi bolso otro par de tacos, un poco más altos que los que ya estaba usando, con plataforma y rojos, haciendo juego con mi colaless. No me puse ningún sostén ni relleno. En su lugar puse las pinzas que tengo para los pezones, que ahora las tenía unidas con una cadenita y de ella colgaba la llave del candado de mi jaula. Continué con la misma peluca, solo que esta vez me hice dos trenzas. En el cuello puse un collar de perra negro. Mis aros de argolla grandes y plateados. Me puse algunas pulseras, me pinté los labios rojos, me encrespé las pestañas y me puse rímel. También use un poco de base, pero muy poco.
Realmente era una perra, un escalofrío me recorrió completa cuando me miré al espejo lista para ser libremente utilizada por mi macho. Me excité, sentí como mi pene intento crecer, pero no pudo, y sentí muchas ganas de que Mario hiciera lo que quisiera con mi culo.
Salí del baño, caminé tranquilamente hacia el balcón, donde estaba Mario fumando un cigarro. Me acerqué hacia él lentamente, contorneándome al caminar, mostrándole mis piernas, me giraba para que pudiera apreciar mi culo, hasta que llegué frente a él y comencé a hacerle un baile moviéndole mi culo sobre su pene.
Comencé a mamar de nuevo, pero afortunadamente para mi boca solo fueron unos pocos minutos, ya que Mario no aguantaba las ganas de follarme. Le puse el preservativo con la boca, me metí una vez mas su glande hasta la garganta y me levanté.
Me hizo ponerme en 4 sobre el sillón, quitó el plug de mi culo y de un solo movimiento metió su pene rápidamente dentro mío y comenzó a follarme fuertemente.
Yo gozaba cada vez que entraba y salía ese rico pene de mi culo, llevaba mucho rato esperando que Mario me rompiera el ano. Del sillón volvimos al balcón. Yo afirmada en la baranda, apreciando la bella vista mientras mi macho abusaba del culo que ganó en la rifa.
Mis gemidos seguramente se escuchaban en las 3 torres del lugar, pero a ninguno de los dos nos importaba. Además, dada la orientación de las torres, desde ninguna podían vernos.
Volvimos al sillón. Mario se sentó y yo sobre él, mirándolo de frente. Fui bajando lentamente, hasta que toda su verga quedó dentro mío. Sin sacarla ni un solo centímetro, comencé a moverme de manera circular, cada vez mas rápido. Luego, hacia adelante y atrás. Me sentía en las nubes, estaba excitadísima y gimiendo como una puta. Si no hubiera tenido mi pene enjaulado, no tengo dudas de que me hubiera corrido a chorros.
Después de ese orgasmo anal, lentamente comencé a cabalgar a mi hombre. Lo miraba fijamente a los ojos, le gemía, me mordía los labios, le demostraba lo caliente que estaba, que tenía muchas ganas de que me siguiera cogiendo.
Me giré sin sacar su pene de mi culo y seguí saltando arriba suyo, pero dándole la espalda. El cambio de posición le permitió a Mario comenzar a jugar con mis pequeños pezones, que estaban aprisionados fuertemente por las pinzas. Las apretó aún más, tiró de la cadena una y otra vez. Yo estaba vuelta loca de placer, disfrutando al 100% de todo.
Después de tanto cabalgar nos fuimos a su pieza, me puso nuevamente en cuatro y comenzó a follarme. Levanté el culo lo que más pude, recibí muchos nalgazos, cada uno mas fuerte que el anterior. Cuando se cansó de destrozarme el culo, me dio vuelta. A esas alturas de a noche yo ya estaba exhausta, completamente a su merced.
Puso mis pies en sus hombros, acomodó su pene justo en mi esfínter y nuevamente lo metió entero bruscamente. Continuó así varios minutos, yo intentaba tocarme el pene por arriba de la jaula y de un fuerte tirón me quitó las pinzas (Tenía prohibido tocarme el pene). Fue un dolor muy fuerte y placentero a la vez. Él siguió penetrándome y yo, al no poder masturbarme comencé a acariciar mis pezones que estaban demasiado sensibles, descubriendo un placer inmenso.
Me dijo que querría correrse en mi cara otra vez, yo no puse objeción alguna. Me hizo ir gateando desde el dormitorio hasta el balcón (como una perra jeje). Me puso el plug nuevamente en el culo y me arrodillé a esperar que llegara la lluvia de leche con la vista puesta en ese rico trozo de carne.
Recibí toda su leche en mi lengua y en mis labios, él se sentó y yo como una perra hambrienta comencé a lamerle el pene hasta dejarlo sin ningún rastro de semen. Seguí mamando lentamente por largos minutos, tenía muy sensible los pezones, el culo me ardía y aún tenía el plug metido en el culo.
Bebimos el último trago, fumamos un cigarro y nos acostamos cerca de las 3am. Me pidió que me acostara tal cual estaba. A penas apoyé mi cara en la almohada me quedé dormida.
Me desperté con el pene de Mario erecto sobre mi cara, eran pasado las 9.30 am. Me sentía cansada aún. Seguía con el plug metido en el culo y con la jaula aprisionando mi pene.
Sin desperdiciar más tiempo comencé a desayunarme esa verga con delicadeza, pero muy ganosa. Le agarraba las bolas mientras mi lengua recorría cada centímetro de su pene sin dejar espacio sin mi saliva. Me sujeto la cabeza con fuerza y nuevamente sentí como su glande arremetía contra mi garganta con fuerza. Se corrió sin avisar, mi boca se inundó con esa rica leche y el restó cayó de mi boca, recorriendo mi cuello y mis minúsculos pechos.
Me duché y volví a vestirme con la ropa con la cual llegué, femenina sexy, pero no perra. Me quité el plug (mi culo lo agradeció), me quité el poco maquillaje que aún quedaba en mi rostro, pero me dejé la jaula.
Volvimos al estacionamiento donde me vestí, Mario se bajó a comprar. Me cambié de ropa y me fui.
Cuando llegué a mi casa no había nadie, me volví a vestir de puta, me quité la jaula y me masturbé hasta que estallé en placer.
Como todo resultó increíblemente rico, más adelante haré otra rifa, pero con premios mas ricos aún.
Esto ocurrió en la quincena de marzo, pero no había podido darme el tiempo para escribírselos.
Con todo esto que esta ocurriendo con el covid-19 acá en Santiago no sé cuándo pueda volver a portarme mal. Quizás escriba algunas fantasías que quiero realizar para cumplirlas cuando todo esto haya pasado.
Recuerden que siempre pueden escribirme a rominitaparati1@gmail.com.
Sigo en busca de un sugar daddy o un amigo similar, así que si alguno de Uds. está interesado en serlo también puede escribirme.