Rifada por Primera Vez

Mi pareja me entrega esa noche como deuda de juego a sus amigos. Los tres delante de él me someten y me hacen rogarles por mas y mas sexo. Lo que comenzó como un juego de palabras, de fantasías compartidas después del sexo se torno realidad.

RIFADA POR PRIMERA VEZ

Sin desclavarme me despojó del vestido por la cabeza y solo quedé sobre mis zapatos taco alto que encumbraban mi trasero redondo y parado abierto ahora a su antojo. Me dobló sobre la mesa junto a los otros tres que sentados miraban mis pezones duros e hinchados y mi pelo pegarse a mi frente transpirada, mis brazos tensos sujetarme, mis mejillas como mis orejas inflamadas. Me sentía ida, sentía mi sangre en mis sienes, y mi nariz dilatada, mi jadeo. Iba a tener un gran orgasmo delante de todos ellos.

Mi pareja volvió a jugar póker lo que para mí es sentarme frente a la tv, servirles un trago a ratos para no dormirme. Por suerte solo juega a veces. Con mi pareja nos vemos algunos viernes y sábados en su departamento. Él es casado. Juega con tres compañeros del trabajo, entre 45 y 50 años, casados, mineros, de pelo tieso, grandes y con camionetas 4×4 y perfumes caros. Cuando les conocí recuerdo que pensé que estaban bastante bien.

Como buenos mineros bajando de turno lo segundo que te miran es el trasero, y un comentario por mi vestido abotonado todo por delante, pero nada más. Era la tercera o cuarta vez que les veía llegar a jugar. Ese sábado me senté en el sillón a ver tv y creo me dormí hasta que sentí a Jorge que me decía “vamos a la pieza a conversar”.

Lo seguí un poco durmiendo todavía. Estaba algo nervioso, Eusebio que era el que tallaba, es decir, que repartía cartas, me está ganando todo me dice y si te sientas en su falda me deja seguir… “que dices Peladita”. Jorge me dice Peladita cuando anda en algo malo.

-          -Si, -le dije- es lo que me has dicho en la cama, que te gustaría verme tirando con otros…

-          -Y tu nunca has dicho que no… ni te has enojado ni molestado. Vamos Peladita, tu sabes, son todos casados, no hay nada que perder. Queda todo entre nosotros. No vas a hacer nada que no hayas hecho antes....

-          -Sentarme en su falda, ese va ser el principio seguro, le dije como despertando de repente.

Y sí, lo habíamos fantaseado antes, conversaciones calentonas en la cama, verme entre otros, cubierta de manos acariciándome, de besos, la reina de la noche, sacándome dos o tres orgasmos en una, poniéndome al día después de 24 años de un matrimonio asexuado. Pero era solo eso, fantasías, juegos de sábanas húmedas.

-          -Mira Peladita, yo lo siento pero me ayudas o tomas tus cosas y llegamos hasta acá. Borramos números de  teléfono y cada uno por su lado. Era cruel, él sabía que hacía poco me habían dejado después de 25 años de matrimonio y ahora la historia amenazaba repetirse.

Jorge Luis era dominante, de esos que te da una mirada y es sí o sí. Eso me seducía de él. Me subyugaba. Y era lo que yo buscaba: hombre casado, varonil, reservado, que me hacía sentir una reina a su lado, que no me demandaba nada…, hasta hoy. Me armé de valor y avancé sumiéndome en el abismo mas intenso de mi vida. Era probar la adrenalina con que soñé alguna vez casada.

-          -Si es solo sentarme y tu estas ahí, bueno, -le dije- aunque los dos sabemos que va a ser más que sentarse en su falda, quizás hasta…

Preferí quedarme callada. He recién descubierto que soy potencialmente una sumisa en el sexo y ahora estaba a punto de pasar a serlo en la práctica. Y era cierto que antes lo habíamos fantaseado y como fantasía nunca me había parecido tan tan terrible… una es mujer siempre. Por lo demás ya estoy en los 50, es el momento o no sería nunca, eso lo tengo claro.

Ellos se dieron vuelta a mirarme cuando volví a la sala, habían dejado solo la luz de la mesa encendida lo que dejaba todo en una agradable penumbra y el que había ganado echó la silla atrás y me dijo “acá Peladita”. Me senté con cuidado en su falda. Las rodillas juntas y giré las piernas para ponerlas bajo la meza de juego que es algo mas alta y sólida que otras. Inmediatamente sentí el bulto en mi trasero. Me rodeó con sus brazos, olió mi cuello y recibió cinco cartas que dejó vueltas abajo. Jorge pidió cartas.

Yo no entiendo mucho el juego pero seguí sentada allí y no tardó en poner la mano sobre mi pierna bajo la meza y comenzó lentamente a subirla. Yo estaba incómoda y Luis se daba cuenta pero no decía nada.

Los demás obviamente se daban cuenta que me manoseaba las piernas. Me iba a parar pero la cara de Luis era de “quédate allí”. Igual me paré y me fui a encerrar al dormitorio. Estaba entre la indignación y la excitación, una mezcla de enojo, rabia y deseo, de incomodidad, de ardor y excitación (si la que me lee es mujer va a entender) y el corazón lo tenía a 100. A los pocos minutos Luis abrió la puerta.

-          -Peladita -me dijo-, te toca irte a sentar allá. Y por como lo dijo era una orden.

-          -Pero y los demás?

-          -Los demás, no importan. Ya se van. Luego. Y bueno tú ya sabes cómo es la cosa. Cuando decía: “tú sabes cómo son las cosas” debía de obedecer, obedecer o irme, desaparecer de su vida. Guacha, abandonada por segunda vez, pero esta vez sí por culpa mía, aunque quizás, quien sabe, la primera también fuese en parte  por mi culpa…

-          -Me estaba metiendo mano hasta el alma, le dije.

-          -No será la primera vez amor, quizás te hayas olvidado pero así es. Relájate. Además eras tan rica, cualquiera quisiera hacerlo, no?.

-          -Y los demás se dan cuenta.

-          -Bueno, somos todos adultos. Esa frase a mí me mata. Me la han dicho antes. Pero es cierto también. Me estaba portando como una niña. Tenía que decidirlo…

-          -Bueno, le dije muy despacio, pero tu estas ahí, si?

-          -Si por supuesto Peladita, ya nunca te dejo sola, anda tranquila.

Me alisé el pelo, el vestido y volví humilde y callada al living al lugar donde estaba. Y siguieron jugando mientras él me hablaba al oído y me metía la mano por mi vestido hacia arriba. Yo tenía mis dos manos con las puntas de los dedos afirmadas en el borde de la mesa, los demás atentos a las cartas me repasaban de reojo y veían como me agitaba a cada instante.

Ya era obvio lo que hacía y los tres estaban pendientes a como reaccionaba yo.

En un momento, antes de repartir las cartas, me dijo al oído: “anda al baño perrita y te sacas toda la porquería de ropa que tienes debajo y te vienes a sentar acá de nuevo”. Realmente no esperaba ni ese tono para hablarme ni que se refiriera así a mi ropa, pero obedecí, en esas circunstancias he aprendido pierdo la voluntad y obedezco. Sí, consciente que me denigro, que me someto, que es algo que no debiera hacer… pero igual lo hago. “Es que es mi naturaleza”, como le dice el escorpión a la rana.

En el baño me arreglé el pelo, me sequé la entrepierna, me saqué el brassier y el colaléss húmedo ya, me estiré el vestido y regresé despacio. Él se puso de lado y yo me subí a sus piernas las rodillas bien juntas sin decir nada y quedé atrapada nuevamente entre su cuerpo y la meza, frente a Luis y al lado de sus otros dos compañeros.

Repartieron cartas y con la mano derecha medio las levantaba y con la otra desabrocho jugando mi vestido hasta mi entrepierna, luego penetró entre mis labios haciendo que me estremeciera. Todos se daban cuenta y yo no podía evitar apretar mis manos cuando pasaba un dedo un poco más adentro de mí, e imploraba “húndeme tierra”, mientras ellos me miraban socarrones, satisfechos de verme allí incómoda, de sentir mi respiración que se alteraba, del pelo que se me caía sobre la frente y de cómo juntaba los brazos y me iba hacia adelante de la meza tratando de doblarme sobre mi cuando uno de sus dedos ingresaba en mi rajita.

En un instante intenté bajar mi mano para detener la de él pero me ordenó al oído, secó, duro: “deja las manos sobre la mesa, ni pienses en sacarlas de allí”. Estaba perdiendo, quizás se desconcentraba, sus fichas frente a mi desaparecían con rapidez. Yo pensaba miles de cosas dispares en esos segundos: si me mojo mucho le mojaré los pantalones o, no puede ser que me deje hacer esto o, aún tendré perfume? o como llegue acá Dios mío…, estaré muy despeinada?

Mientras mi hombre (el que era ahora mi hombre, mi dueño) les dijo a los tres con que jugaban. “A ver… Si pierdo abro dos botones de acá”, y mostró la pechera de mi vestido.

-          -Y si ganas?

-          -Ganó monedas, dijo.

-          -Veamos, acá “pago por ver”, dijeron los tres, Luis con ellos y se rieron, ese “pago por ver” era literal. Ganó esa vez, pero perdió la próxima y abrió no dos sino cuatro botones dejando mi pecho al descubierto sin embargo mis pezones permanecieron tapados por el borde del vestido.

Con cuidado para no mostrar mucho mis pechos que son pequeñísimos terminé mi vaso de whisky, los hielos ya se habían derretido pero igual me entregó al valor para seguir allí sobre la semioscuridad de la mesa.

Su mano regresó a mi entrepierna a mis labios ya mojadísimos y sus dedos comenzaban a penetrarme levemente, yo estaba retraída, avergonzada y excitada, me manejaban los dedos de ese hombre haciendo removerme en el asiento y sentir su sexo más y más duro bajo mis piernas.

El pelo se me vino a los ojos y levanté una mano para subírmelo pero me susurro al oído: “te dije que dejaras esa mano sobre la mesa, no la saques de allí… o no entiendes?”

Los otros dos junto a Luis me miraban interesados y sonrientes, atentos ahora a cada detalle, habían dejado de jugar y estaban pendientes de mí, sabían que la situación me superaba, intentando parecer natural y controlada pero que la calentura ya alteraba mi respiración, mis movimientos sobre él.

Yo instintivamente juntaba las piernas y volvía a echarme hacia adelante cuando pellizcaba mi clítoris ya hinchado y exhibía mis pequeños pechos sobre la mesa “que va, me dije en un momento, somos todos adultos y no es la primera vez que van a ver un par de tetas, y mas encima chicas” y sujetaba con fuerza mis dedos en el borde de la mesa.

Sentía como sus  dos amigos me miraban sonrientes, indiscretos, con la maldad en sus ojos. Yo asesaba apretando y estirando los dedos de mi mano sobre la mesa, los ojos entrecerrados. En mis 24 años de matrimonio alguna vez entré a internet a mirar pelis porno frustrada por los 5 minutos de sexo que tenía con suerte cada 15 días, buscaba dueñas de casa, matrimonios y veía con asombro como podían hacer esas cosas con negros, en grupos, con la luz prendida, son películas me decía pero también me preguntaba si podría ser cierto. Pensaba en esas mujeres y me masturbaba en la ducha. Era cierto. Podía ser cierto, claro. Y así de fácil. En una casa en una playa, en un departamento del centro. Ahí estaba yo sentada en uno de ellos con mi pareja al frente que me miraba feliz cuando el pelo se me venía adelante y comenzaba a jadear rítmicamente.

En un momento sentí que mi hombre se echaba atrás con la silla y me empujaba hacia abajo dejándome a mí de pie con las manos sobre la mesa y sin atreverme a volver la cara, solo miraba la superficie de la mesa esperando expectante, toda roja, sobresaltada, con el alma en un hilo, presintiendo que ahora venía lo peor, lo que sabía iba a pasar alguna vez, tratando de recuperar mi respiración normal.

Me levantó la falda y sentí que su sexo duro y caliente entre mis nalgas. “ábrete me ordenó, y quédate quietita”.. Me recosté doblándome sobre la mesa, boca abajo y separé mis labios con ambas manos y me relajé para dejarme penetrar, primero sentí como se sacaba su sexo y ponía la cabeza en mi cavidad empujándola, introduciéndola despacio. Yo esperaba su ingreso, que me penetrara definitivamente pero solo su cabeza al parecer me rozaba mis labios mojadísimos, estaba jadeando, expectante, definitivamente entregada y no pude evitar un grito de dolor cuando lo introdujo todo violento y definitivo, apreté los dientes y miré a Luis que me decía “Aguanta Peladita, aguanta que tampoco es primera vez” y apreté con mis manos el mantel tirándolo y algo cayó mientras sentía que terminaba de atravesarme. “Dale tío” dijo el que estaba a mi derecha. Ya estaba empalada, quietita, solo fue un poco de ardor y sentía palpitar su tronco caliente en mis entrañas. Entonces sus manos agarraron mis caderas y comenzó el mete y saca y al ardor lo supera el gozo, el placer, la calentura me embargaba, mi cuerpo le pertenecía y la incomodidad y el dolor de la meza de madera me excitaba mas que cuando Luis me ponía en cuatro en el borde de la cama y de pie me lo introducía por atrás. Ese quedar casi colgando de sus manos, esa cubierta de madera en mis caderas ese sentirme exhibida esa violencia con que me perforaba me llevaba al máximo. Tenía los ojos cerrados, no quería ver nada, solo sentía el olor del alcohol de un vaso que se había dado vuelta, un perfume de hombre muy dulce y quería morir allí pero quería también que siguiera y era tan fuerte el deseo que me eché adelante levante mi cabeza con los ojos cerrados y comencé entregada ya a jadear lentamente, mis manos convertidas en pequeñas garras arrugaban el mantel, sentía que mi clítoris salía de mi y estallaría de hinchado que estaba.

-          -Está jadeando la perra dijo… o quizás, me estoy jodiendo a la perra, no sé, pero si dijo perra y esa palabra sumo a mi excitación. Yo era la perra. Y jadeaba

-          Te gustó perra, eh?. Viste Luis?, desde que nos vio quería que se lo hiciéramos…, demasiado reprimida.

-          Se había puesto hasta colaless la muy putita, decían, seguro se imaginaba en pelotas entre nosotros. Y era cierto, así como ellos se imaginan tirándose a una venezolana, igual una, claro, porque no?, pero nunca con todos ellos allí, así tan a lo bruto… no. Pero era cierto, eso me excitaba me excitaba mucho.

Me lo sacó, y me dejo doblada sobre la mesa nuevamente tirada recuperando mi respiración, mi biorritmo, aun expuesta con las piernas abiertas. No quise abrir los ojos. Sentí que tomó un trago de wiski, luego otro y me agarró del pelo y me lo tiró obligándome a levantar la cara y acercó su boca a la mía para traspasarme un poco de ese trago. Se lo agradecí.

Se volvió a poner detrás mio y volvió a penetrarme, ahora sin contemplaciones, rítmico duro y violento me daba desde atrás, me estiré y volví a echarme adelante en la mesa permitiendo que me lo clavara aún más profundamente, los brazos estirados hacia Luis que estaba frente a mí y las manos como garras doblando el mantel, ahora si jadeando a mas no poder, volví a estirarme para evitar que llegara a mi matriz pero al agacharme nuevamente me terminó de empalar y grité de dolor que casi de inmediato pasó a ser un grito de placer.

Estaba de pie detrás mio, vestido. Finalmente dejé de resistirá al poco recato que me quedaba y entregada ya, sin vergüenza alguna, abandonada a él me iba, me acomodaba a su ritmo para que lo hiciera mas profundo y llegar finalmente, cuando sacó su miembro, metió los dedos a mi vagina retirándolos muy muy mojados y me dijo “chupa puta” y yo sumisa lo hice, los otros se rieron. Dejé de hacerlo y volvió repetirlo: “chupa”, miré su mano, sus dedos juntos en mi cara y volví a chuparlos y sentí mi sabor dulzón de mujer caliente. Pasé mi lengua por su mano. Yo aún jadeaba.

-          -Quién quiere ver cómo termina la peladita?, preguntó

-          -Vamos reviéntatela que está lista… Dijo alguien a mi lado. Le cambio la carita de muñeca que tiene por la de muñeca inflable, cara de puta caliente tiene esta ahora.

-          -No señores, es mía por esta noche la Peladita, así que si quieren verla jadear, poner los ojos blancos, lo jugamos a la carta mayor.

Entonces se retiró desde detrás mío. Yo abrí los ojos sin comprender nada y miré a Jorge Luis que se sonrió y escuché que me ordenaba sentarme en una banca de bar a su lado “y cuidadito con dedearte” me dijo. Quedé como ida. Se había guardado su sexo y cerrado el cierre del pantalón y sin decir palabra, mas sorprendida que incómoda me bajé el vestido y sentí como por mi pierna corrían mis fluidos hasta mojar la rodilla.

Ganó otro y siguieron jugando. Estaba como paralizada, confundida, perturbada, mareada, entre el deseo la humillación y la sorpresa. Mi respiración volvía ser normal, pensé que había aguantado tanto que ahora cuando quise terminar no pude. Pero, por qué no seguía conmigo allí? No les gustaría? Estaba ya muy vieja? Mi olor? Celulitis no tengo… Y me quede inmóvil sobre esa banca, entregada, y avergonzada del deseo que sentía, de mi calentura, del apetito porque me volviera a doblar sobre la mesa y aunque sea delante de todos me lo volviera meter. Era una forma de someterme pero eso lo entendí meses después. Jugaron y permanecí inmóvil todo ese eterno rato. Hasta que me llamó y me enderecé con un salto, el corazón me saltaba y cuando estaba a su lado me dijo, “anda a traer crema”. Yo me volví y le traje lo mas rápido que pude una de manos que tenía. Me puso delante de él, frente a la mesa frente a todos ellos doblada hacia delante con las manos en el mantel y me levantó el vestido y puso sus dedos untados con la crema en mi ano, “espero que sea sin alcohol” me dijo, “no”, le respondí tímidamente, “es sin alcohol” mientras sentía como me entraba esa fresca suavidad.

Él se abrió su pantalón sacó su sexo. Ábrete me ordenó y me recosté nuevamente sobre la mesa, doble la cara hacia un lado cerré los ojos y con ambas manos me abrí mis nalgas para mostrarle mi ano que rosado palpitaba. Cuando sentí su cabeza en ella relajé mi anillo y esperé a que me clavara su verga dura y caliente. En verdad lo sabía, yo lo sabía desde siempre, por algo siempre sentía sus miradas en mi espalda cuando salía de la sala o cuando iba por un trago pues tengo una cola pequeña, bastante parada sí y redondita. Luis dice que es justa y elegante y en verdad siento que lo que no tengo en senos lo tengo atrás. Con Luis nuestro sexo era tanto vaginal como anal y me había acostumbrado, así que sabía que esa parte de mi también la querían para ellos.

Esta vez lento resbaló su verga introduciéndomela con un dolor soportable hasta atravesarme entera. Y luego sentí como entraba y salía traspasándome y cada vez que le apretaba con mi ano que tendía a cerrarse por naturaleza me volvía penetrar mas duro, jadeábamos los dos hasta que no lo resistí y me enderecé, los brazos estirados apoyando solo las manos en la mesa, el pecho desnudo y sentí que me entraba más al fondo. El vestido arremangado a la cintura y abierto delante me dejaba desnuda frente a Luis y al lado de los otros dos que me miraban avispados. “ahora te vas a correr perrita, delante de todos”, me dijo riéndose.

Sin desclavarme me despojó del vestido por la cabeza y solo quedé sobre mis zapatos taco alto que me encumbraban hasta su sexo dejando mi culito redondo y parado abierto a su antojo. Los otros tres no se habían movido de sus asientos alrededor de la mesa y miraban mis pezones duros e hinchados y mi pelo pegarse a mi frente transpirada, mis brazos tensos sujetarme, mi cara inflamada. Me sentía roja, sentía mi sangre en mis sienes, y mi nariz dilatada. Mi hombre lo retiro de dentro de mi y puso crema en sus dedos que pasó por mi clítoris y mi vagina, una crema helada, fresca que resbalaba como espuma y me devolvía a la calentura anterior sin preámbulos. Y mi resistencia duró segundos, sus dedos helados pellizcaban mi vulva inflada como globo, me penetraba los dedos y los sacaba deseando que los volviera a clavar, los hizo tres cinco diez veces mientras yo servida en la mesa como un cerdo asado que se lo van a comer no jadeaba, roncaba, emitía un ruido como gutural de mi garganta de una respiración que no controlaba y sabía que de un momento a otro me iba delante de todos, allí sobre la mesa, a centímetros de las caras de esos dos que me daban vuelta, con el pelo revuelto mojado de transpiración mientras sentía una gota caerme por el cuello.

Mi respiración se volvió entrecortada, el corazón se me apuró, me bajaba algo como eléctrico del estómago hacia mi entrepiernas cuando se detuvo. Yo me había enderezado apoyada en los brazos estirados y las manos apretadas estrujando al mantel, palpitando, vibrando, tensa como cuerda de violín, jadeando como perra sin poder terminar, con mi clítoris inflamado, turgente que necesitaba lo apretaran, pellizcaran solo un instante para poder explotar

-          -Quieres que siga Peladita, me preguntó

-          -Yo no podía decir palabra, por la sorprendente de su pregunta, y no me podía imaginar cómo estaba allí entregada como un corderito.

-          -Peladita, quieres que siga o que te mande a sentar a la esquina de nuevo?

-          -Sigue, le contesté casi en un susurro.

-          -No te escucho.

-          -Sigue por favor, le dije, humilde entre sollozo que era en verdad jadeo.

Y ahora, acá escribiéndolo, debo decir. Debo reconocer. O de reconocerme a mí misma que eso me excitaba más, que me tuvieran así, allí, me hacía sentir una hembra que les daba lo que ninguna otra les daba, el placer de sentirse machos, poderosos, me daba el placer de poder satisfacerles como la hembra de la manada, que yo bastaba para ello. Que ninguna otra, por mina que fuese, por muy mujer que se creyera, llegaba allí donde yo estaba. Con esos cuatro mirándome, pendientes de cada detalle mío. Y sentí como hendía su cabeza entre mis labios vaginales, allí, a la entrada de ellos, solo a la entrada de ellos, y un juego aleve del meter y sacar un dedo de mi ano

-          Por favor… hazme terminar…

-          No te escucho zorra…

-          Por favor… te lo ruego, … sigue…, sigue mas duro, dije con los ojos cerrados, la voz entrecortada, sintiendo su herramienta palpitar dura, caliente dentro mío, y sus piernas, la correa del pantalón en mi pierna, empinada en mis tacos altos separados los pies y en medio de ellos los zapatos de él que me apretaba contra el borde de la mesa.

-          Pero eres muy puta flaquita, me estas suplicando que te de duro eh?, toda una perra caliente, no es cierto? Eso eres? Una perra caliente?,

Solo sentía su voz, no lo veía, doble los brazos me doblé yo y me dejé descansar sobre la mesa, puse la cara de lado doblada sobre el mantel mientras sentía como me atravesaba hasta la matriz misma.

-          Si, lo que quieras, -murmuraba casi balbuceando porque me perdía entre ese respirar y hablar-  soy tu puta, la puta de ustedes, una zorra…  métemelo mas, por favor, recuerdo que imploraba.

Me tenía atravesada la vagina, los pies ya colgando de la mesa, perdí un zapato, y en segundos sentí que volvía ese fuego dentro de mi bajo estómago, yo sola le acomodaba mi ano, le movía mis caderas para que me lo ensartara mas adentro y jadeaba como perra. Como a cuadras de distancia, como en sordina escuchaba que uno de ellos decía “esta roja esta mina” o, “mira, se le abren las narices”. Acezaba, ya no podía mas.

Luis que estaba delante de mí, al otro lado de la mesa me tomó de las manos y yo apreté las suyas como garras, tiritando. Estaba yéndome, un calambre dulce me embargaba, me diluía calada hasta los riñones, en ese éxtasis uno metió la mano bajo mi pecho y pellizcó un pezón hasta casi rompérmelo y fue un dolor terriblemente excitante mientras convulsionaba uno, dos minutos. Me volvió  a estrujar el pezón porque descubrió que me excitaba casi arrancándomelo, luego los dos, solo la punta, las pellizcaba y tiraba mas lejos de lo que creía posible hasta llevarme a boquear con los ojos blancos, verdaderamente boqueaba y espasmeaba “como pescado recién sacado del agua” dijeron después.

Sentía que terminaba, que se me salía todo por mi entrepierna que me abandonaba parte de mi cuerpo y me abandoné laxa sobre la mesa exhausta. Fue el orgasmo más grande que he tenido junto a uno en que me masturbaran en una casa en la playa, también delante de otros.

Pasaron varios minutos en que se volvieron a sentar y abandoné medio cuerpo sobre la mesa, la cabeza doblada y los ojos cerrados, los brazos lacios a los lados, me caía la baba de la boca, palpitaba entera. Mi hombre me recogió agarrada por la cintura y me sentó sobre el doblada, ida, alelada eché la cabeza atrás dejándola descansar junto al cuello de mi hombre y me topé con su cara. Si me hubiera besado lo hubiera aceptado. Aunque Luis estuviera a mi lado, total, él me puso en esta situación. Pero no lo hizo. Me magreo un rato pero era como sino fuera mi cuerpo mientras sentía que mi corazón retomaba su ritmo, luego me dijo “vamos al baño para que me limpies” y con dificultad quizás mareada me paré y lo seguí desnuda y cabizbaja al baño mientras mi vestido quedaba en el suelo y los demás me miraban riéndose sentados a la mesa.

En el baño le lavé ese fierro que aún estaba duro y caliente con el agua fría corriendo y bastante jabón y se le puso más duro, luego lo sequé y me dijo que me sentara en la taza del baño.

Me lo metió en la boca y se masturbo en mis labios hasta que iba a terminar y me separó y escupió todo su semen en mi cara, en el pelo, era mucho, mucho, que me chorreó por el cuello por el hombro por la frente.

-          Vas a tener que mejorar flaquita, no tiene gracia que yo termine corriéndome mientras tu te sacas medio orgasmo. La próxima tienes que lograr que termine dentro tuyo, sino te vas a llevar un castigo que no te imaginas…  Y me agarró la punta del pezón y me lo tiró hasta hacerme gemir.

Se guardó la polla aun sucia y me tomó del cuello por atrás (el mide más de 1.80 y yo me empino a 1,45, y pesa seguro el doble de mis 50 kilos) así, guiándome me sacó afuera, donde estaban los otros sentados aun a la mesa de póker. Yo hice el ademán de limpiarme pero me lo impidió.

-          -Ya está bautizada, les dijo, con su mano por atrás me levantó la cabeza mostrándome a los tres cubierta de su semen, y me sentó en el sillón.

-          -Si alguien quiere darse el gusto con la Peladita, ahí está.

-          -Para todo uso?

-          -Ya viste… Para todo uso.

Se sirvieron un trago, me sirvieron a mi también, se lo tomaron. Yo me paré me puse el vestido que estaba en el suelo y los zapatos taco alto y me volví a asentar en el sillón cuando el Chico Nano se puso de pie, miro a Jorge Luis, “permiso” le dijo y se sentó a mi lado, se abrió la bragueta y se sacó su sexo que estaba parado como un palo. Yo con las rodillas muy juntas, sucia, sentía el olor el semen encima mío ya seco. Me tomó del brazo y me guio hasta sentarme a horcajadas encima de cara a él clavándomelo de inmediato, yo estaba aun humedísima y mi vagina lo aceptó ardorosa. “mastúrbate” me dijo a media voz. Yo cerré los ojos doblé mi cuello y con su sexo dentro mío comencé a acariciarme frente a él, aun sentía mi cuerpo tenso, palpitante, mis labios inflamados y mi botón rígido. El comenzó a  abrir los botones de mi vestido uno a uno y luego sus dedos pellizcaron mis pezones hipersensibles, acariciaban mis senos que cabían pequeños en sus manos, las sentía recorrer mi espalda y mi cadera se refregaba rítmica sobre sus piernas, me tomaba mis nalgas, mi cintura, recorría mis piernas abiertas y metía sus dedos por mi ano. Mientras me masturbaba con una mano puse la otra en su hombro, cerré los ojos y me dejé llevar, sentía como palpitaba dentro mio, su correa del pantalón se me enterraba bajo la pierna pero no me importaba el dolor, solo sus manos que recorrían mi espalda desnuda, mis piernas, sentía también las miradas de los otros en la mesa con un trago en la mano, y mi botón tenso, caliente, hasta que sentí que me arrancaba los pezones y hacía irme nuevamente al mismo tiempo que el terminaba dentro de mí inundándome de semen. Hundí mi cabeza en su cuello con los últimos estertores del orgasmo hipando mientras latía aun su polla dentro mio. Puse mis manos en su pecho y sentí su perfume.

-          -Sale con cuidado que me ensucias los pantalones, me dijo y me sacó en el aire casi hacia atrás dejándome de pie con el vestido abierto frente a esos tres hombres vestidos y hasta con zapatos. Yo me mojaba las piernas, chorreaba

El que le dicen El Otro (no quiero decir su nombre) se paró y con una mano en mi espalda me empujó hacia el baño, cerró la puerta y me hizo lavar la entrepiernas y luego en el mismo baño se sacó un pene rojo y duro me puso frente a la pared y parado detrás de mí, me dijo que me pusiera mis zapatos taco alto y desde atrás me manoseo mis pechos, bajó hasta mi estómago, mis piernas, mientras sentía su cuerpo, su ropa pegada a mi espalda, subió sus manos por mi cuello sucio, restregó mis senos pequeños, mis pezones, mi estómago hasta meterlas en mi entrepiernas, abrió mis labios y buscó mi clítoris que pellizco por sus contornos y que estiró a su gusto haciendo que comenzara a irrigar sangre, a endurecerse y volviera a la vida. Ábrete me dijo cerca del oído y separe mis piernas y sentí como sin dificultad me lo introdujo entre mis piernas ayudándose con su mano. De pie por mi espalda con todo su impulso me lo ensartaba levantándome con cada penetración, era fuerte y violento cada espolonazo que me atravesaba. “Tócate tú misma” me ordenó al oído desde atrás mientras con ambas manos en mi cintura me sujetaba.

Yo debí afirmarme con una mano contra la pared y con la otra abrir mis labios y buscarme hasta sentir mi hinchazón, mi dureza que perduraba que en un instante me llevó hasta volver a sentir que las piernas me fallaban que esa corriente bajaba por mi bajo estómago y me llevaba a desmadejarme, a perderme, me estaba yendo nuevamente clavada allí, un orgasmo que me salía hasta desde mi garganta dejándome en un estado de paroxismo, cuando volvía en mi sentí que me llenaban nuevamente de semen, que me salía por las piernas que goteaba en el piso, mi mano entre mis piernas buscó esa polla que se retiraba caliente aún mojada y mis dedos alcanzaron a sentirla, algo mas flácida, mojada muy mojada. Era mi tercer, mi cuarto orgasmo quizás en esa media hora. Sentí que se la guardaba que cerraba el pantalón y me dejó allí desnuda frente a la pared.

Yo recuperé mi vestido me lo puse sin abotonarlo, me limpié, me arreglé algo el pelo y cuando volví a salir ellos se habían ido. Me senté en la esquina del sillón, los ojos se me cerraban de cansancio.

Creo que me dormí hasta que sentí a Jorge que me decía “vamos a la pieza Flaquita”. Lo seguí de su mano casi durmiendo todavía, allí me usó hasta la madrugada, estaba desmadejada y me uso como creo se debe usar una muñeca inflable, yo no tenía fuerza para responder pero sentía como me ponía sobre cojines boca abajo y me penetraba de todas las formas imaginables, como me atravesaba hasta sentirlo en mis riñones, llenarme la boca, los oídos, abrirme y empalarme con vibradores dobles y con su sexo hasta la garganta.

Hoy lunes estoy destruida, fui a trabajar como zombi mas solo sé que me siento bien. Que “me la puedo” con cualquier hombre. Que si me dejaron, si el maldito de mi ex me dejó, no supo nunca la mujer que se perdió. Eso me hace sentir bien. Eso me hace sentir muy muy bien.

Zarina