Ricardio III
Comienza una nueva vida para Ricardo.
relato de Xapel EXCLUSIVO para
La Nueva Vida Comienza
Desperté. Alfredo seguía detras mia, con sun buen cipotazo tieso y apoyado entre mis nalgas. Pensé estaba dormido y, al girarme para comprobarlo, me encontré con sus preciosos ojos y una pregunta.
-Buenos días. ¿Sigues siendo heterosexual?
-Debería comprobarlo.
No me dejó tiempo a decir más. Colocó su verga en posición y me fue atravesando, poco a poco, sacándome unos gemidos de placer mañaneros. Cuando la tuve bien metida a fondo me giró la cabeza a un ángulo que podíamos mirarnos a los ojos, me besó, con ternura, y me dijo, medio en susrró.
-¿Sigues siendo heterosexual?
-Yo lo veo bien maricón.
Dijo una voz desde la puerta de la habitación. Era un joven negro, muy atractivo, y, al igual que Alfredo, ambos tenían los ojos verdes y sonrisas radiantemente blancas. El joven tenía la polla fuera del pantalón y se estaba masturbando.
-Llevo mirando desde que se la empezaste a meter, ¿piensas dejarme así, viejo? ¡¡No pares el show!!
Alfredo me la racó, se levantó de la cama y, tras cerrar la puerta, desnudó a su hijo mientras me decía.
-Te presento a Raimundo, mi hijo. Cuando me divorcié de su madre esta se quedó con su custodia, pero hace tres años escapó de su casa y, tras localizarme, se quedó a vivir conmigo.
-No, viejo, contigo no, con mi novio, Alfredo, que resulta es uno de los putos a los que más llaman para que se deje dar por culo. Y dió la casualidad me reencontré con un padre que, según má, murió en un accidente nautico.
Yo miré extrañado. Raimundo, que no paraba de hablar de su pasado, el cual no podía importarme menos, se abalanzó sobre mi, me besó en los labios, metiéndome la lengua hasta la campanilla, y enfiló su cipote a mi ano. Me folló con dureza desde el principio, y sin ponerse condón alguno.
-Hijo, ¿siempre me vas a quitar a los hombres que me gustan?
-Viejo, este es un chiquillo, es más para mí.
Yo me sentía en el cielo, violado salvaje e intensamente por este semental. Pero sin previo aviso la sacó de mi ojete, sin correrse ni dejar me llegara a correr, y dijo, algo molesta, pues su padre le miró con gesto recriminatorio.
-Está bien, que el puto elija verga.
Me hicieron levantarme de la cama, y ambos se tumbaron en esta, uno junto al otro. Se pusieron sus trozos de carne viril bien erectos, apuntando al techo. Alfredo me dijo me sentara sobre la polla de con quien quisiera pasar el día, si no la vida entera. Me sonó un poco pretencioso, para conocernos de tan poco, pero fui a él.
Metí centímetro a centímetro su barra de carne en mi ser. Se sentía muy bien. Marcelo se levantó, yo pensé que era para irse, dándose por vencido. Me dió un fuerte cachete en el culo. Miró a su padre.
-¿Que opinas de compartir?
-Eso no lo veo tan mal.
Intuía por donde iba el tema, y no me estaba gustando demasiado. Alfredo metió dos dedos junto a su polla. Me dolía un poco el culo, pero no lo bastante para ser insufrible. El padre me atrajo hacia él, y unimos nuestros labios en un beso apasionado. El hijo se puso a lamer, tanto mi ojete como la verga de su propio padre, ese cilindro de carne de donde saliera la mitad de lo que es.
Me fue introduciendo dedos, junto a la verga de su progenitor, hasta que sentí el culo extramadamente abierto. En ese momento ya salieron los dedos y entró otro tipo de barra, cuya firmeza no sostenía hueso alguno.
Me sentí morir, aunque no sé si del gozo y el dolor.
Ambos bombearon en mi culo a un ritmo acompasado, tratando de ir lentos para poder disfrutar del momento sin correrse muy pronto. Marcelo me masajeaba la espalda mientras Alfredo me dedicaba un beso tan largo como húmedo.
Estuvimos larga media hora, aunque yo me corrí mucho antes que ellos. Mi orgasmo, sintiendo que no sacarían sus cipotes de mi interior, se prolongó lo menos diez minutos. Intenso y latente, aunque la eyaculación hubiera sido cosa de mucho menos tiempo.
Ellos dos me llenaron el culo por turnos. Primero el joven, que nada más correrse la sacó, me besó en los labios, hizo lo mismo a su padre, a lo que noté se paraba un rato más de lo que suele ser un llamado "beso casto" y se metió en el baño. Despues la crema me vino del rabo de Alfredo, quien me abrazó, sin sacármela del culo, se levantó de la cama, agarrándome bien fuerte, y nos fuimos al baño, tras su hijo.
Entre los dos me asearon, me hicieron ponerme de rodillas en la ducha, mearon en mi boca, haciéndome sentir el delicioso sabor salado de una orina de macho, y me ducharon, restregándo sus manos con jabón por toda mi anatomía.
Alfredo, sin esperar a que se hubiera ido su hijo, me dijo, sin ninguna duda.
-No se donde nos conducirá esto, pero si quieres quedarte conmigo esta será tu casa.
Lo abracé y rompí a llorar, desconsolado, pues en los últimos tiempos había tenido una gran tensión sentimental que no había podido resolver luchando por salir. Alfredo me frotó la cabeza. Marcelo se me abrazó por detrás, sin que su padre dijera nada, me besó el cuello y, sin duda alguno, y si con mucha picardía, me dijo.
-Bienvenido a tu nueva casa, mi querido putito.
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